Vísperas – Miércoles VI de Pascua

VÍSPERAS

MIÉRCOLES VI DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

LECTURA: Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdote que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.

PRECES

Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna, digámosle:

Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.

Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús resucitándolo de entre los muertos,
— convierte nuestros corazones, para que andemos en una vida nueva.

Tú que, cuando andábamos descarriados como ovejas, nos ha hecho volver al pastor y guardián de nuestras vidas,
— consérvanos en tu felicidad al Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.

Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
— haz que los hijos de este pueblo reconozcan el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.

Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
— y no permitas que vivan en la soledad, ya que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que llamaste a ti a Esteban, que confesó que Jesús estaba de pie a tu derecha,
— recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos su santos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles VI de Pascua

1) Oración inicial

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 16,12-15
Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. 

3) Reflexión

• En estas semanas del tiempo pascual, los evangelios diarios están sacados, casi todos, de los capítulos de 12 a 17 de Juan. Esto revela algo respecto del origen y del destino de estos capítulos. Reflejan no sólo lo que acontece antes de la pasión y de la muerte de Jesús, pero también y sobre todo la vivencia de la fe de las primeras comunidades después de la resurrección. Reflejan la fe pascual que las animaba.
• Juan 16,12: Mucho tengo todavía que deciros. El evangelio de hoy comienza con esta frase: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello”. En estas palabras de Jesús afloran dos cosas: el ambiente de despedida que marcaba la última cena, y la preocupación de Jesús, el hermano mayor, con sus hermanos más jóvenes que en breve se quedarán sin su presencia. Quedaba muy poco tiempo. En breve, Jesús sería detenido. La obra iniciada estaba aún incompleta. Los discípulos apenas estaban al comienzo del aprendizaje. Tres años es muy poco para cambiar de vida y comenzar a vivir desde otra imagen de Dios. La formación de ellos no se había terminado. Faltaba mucho, y Jesús tenía todavía muchas cosas que enseñar y transmitir. Pero él conoce a sus discípulos. Ellos no son de los más inteligentes. No soportarían conocer ya todas las implicaciones y consecuencias del discipulado. Quedarían desanimados, no serían capaces de soportarlo.
• Juan 16,13-15: El Espíritu Santo dará su ayuda. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros”. Esta afirmación refleja la experiencia de las primeras comunidades. En la medida en que iban imitando a Jesús, tratando de interpretar y aplicar su Palabra en diversas circunstancias de sus vidas, experimentaban la presencia y la luz del Espíritu. Y esto acontece hoy en las comunidades que tratan de encarnar la palabra de Jesús en sus vidas. La raíz de esta experiencia son las palabras de Jesús: “Todo lo que tiene el Padre es mío, también. Por eso os he dicho recibirá de lo mío y os lo explicará todo”.
• La acción del Espíritu Santo en el Evangelio de Juan. Juan usa muchas imágenes y símbolos para significar la acción del Espíritu. Como en la creación (Gen 1,1), así el Espíritu desciende sobre Jesús «como una paloma venida del cielo» (Jn 1,32). ¡Es el comienzo de una nueva creación! Jesús habla las palabras de Dios y nos comunica el Espíritu sin medida (Jn 3,34). Sus palabras son Espíritu y Vida (Jn 6,63). Cuando Jesús se despidió, dijo que iba a enviar a otro consolador, a otro defensor, para que se quede con nosotros. Es el Espíritu Santo (Jn 14,16-17). A través da su pasión, muerte y resurrección, Jesús conquistó el don del Espíritu para nosotros, a través del bautismo, todos nosotros recibimos este mismo Espíritu de Jesús (Jn 1,33). Cuando apareció a los apóstolos, sopló sobre ellos y dijo: «¡Recibid el Espíritu Santo!» (Jn 20,22). El Espíritu es como agua que brota de dentro de las personas que creen en Jesús (Jn 7,37-39; 4,14). El primer efecto de la acción del Espíritu en nosotros es la reconciliación: «A quienes vosotros perdonaréis los pecados serán perdonados; y a quienes no liberéis de sus pecados, quedarán atados» (Jn 20,23). El Espíritu que Jesús nos comunica tiene acción múltipla: consuela y defiende (Jn 14,16), comunica la verdad (Jn 14,17; 16,13); hace recordar lo que Jesús enseñó (Jn 14,26); dará testimonio de Jesús (Jn 15,26); manifiesta la gloria de Jesús (Jn 16,14); desenmascara el mundo (Jn 16,8). El Espíritu nos es dado para que podamos entender el significado pleno de las palabras de Jesús (Jn 14,26; 16,12-13). Animados por el Espíritu de Jesús podemos adorar a Dios en cualquier lugar (Jn 4,23-24). Aquí se realiza la libertad de Espíritu de la que habla San Pablo: «Donde hay el Espíritu del Señor, ahí hay libertad», (2Cor 3,17). 

4) Para la reflexión personal

• ¿Cómo vivo mi adhesión a Jesús: solo o en comunidad?
• Mi participación en la comunidad ¿me llevó alguna vez a experimentar la luz y la fuerza del Espíritu Santo? 

5) Oración final

Sólo su nombre es sublime,
su majestad sobre el cielo y la tierra.
Él realza el vigor de su pueblo,
orgullo de todos sus fieles. (Sal 148,13-14)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 12-16

«12Y el primer día de los Ácimos, cuando sacrificaban la Pascua, le dicen sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos y preparemos para que comas la Pascua?”.

13Y envía a dos de sus discípulos y les dice: “Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de 14 agua. Seguidlo. Y donde entre, decid al dueño que el maestro dice: ‘¿Dónde está mi aposento, donde coma la 15 Pascua con mis discípulos?’. Y él os indicará una sala grande en el piso superior, amueblada y preparada; y preparádnosla allí”.

16Y salieron los discípulos y fueron a la ciudad y encontraron [todo] como les había dicho y prepararon la Pascua.

Después del tríptico de 14,1-11, en el que hay una escena que destaca a Jesús y sus discípulos, enmarcada por otras dos que ponen de relieve a sus enemigos, el centro de la atención se mueve por última vez en el evangelio hacia la familiaridad de Jesús con sus seguidores. El foco permanecerá orientado hacia allí 31 versículos (14,12- 16.17-21.22-25.26-31.32-42), como si el evangelista se recreara en los últimos momentos de los discípulos con su Maestro. La primera parte de esta sección de despedida describe los preparativos de los discípulos de lo que resultará ser la última cena de Jesús (14,12-16). Esta escena está enmarcada por dos casos de la combinación «discípulos… preparación… Pascua» (14,12.16), repetición que acentúa que las cosas se desarrollan como Jesús había predicho, tal como se declara explícitamente en 14,16. En medio se hallan las instrucciones detalladas sobre cómo encontrar un sitio para la cena (14,13-15), que implica un movimiento cada vez más hacia el interior: a la ciudad (14,13), a la casa (14,14), y al aposento superior (14,15). La atmósfera de misterio, que este movimiento provoca, se intensifica por la aparición de dos personajes enigmáticos, anónimos, el hombre que lleva un jarro de agua (14,13) y el dueño de la casa (14,14). Así, el pasaje está compuesto de tres partes desiguales: la pregunta de los discípulos (14,12), la respuesta de Jesús (14,13-15) y el cumplimiento por parte de los discípulos de sus directrices (14,16). Las secciones primera y tercera son sumamente breves. Lo importante son las instrucciones cuidadosamente detalladas de Jesús.

14,12-16: La historia de dos días ha pasado a toda velocidad en el espacio de once versículos (cf. 14,1-2), pero Marcos echa ahora el freno al relato y dedica ciento ocho versículos a describir las veinticuatro horas siguientes, que serán el escenario de la Última Cena, el prendimiento, los juicios, la crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (14,12-15,47). Hemos llegado al corazón del evangelio marcano.

Esta sección crucial comienza con la escena de la preparación para la Última Cena, sorprendentemente paralela a la escena de la preparación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (11,1-6). Una y otra acentúan tanto la omnisciencia sobrenatural como la soberanía de Jesús. No es accidental que estas brillantes demostraciones de clarividencia aparezcan precisamente en relación con los acontecimientos de la Semana Santa. Estos hechos eran los que ponían más seriamente en duda la soberanía de Jesús; si él era el mesías omnisciente de Dios, ¿por qué terminó clavado en una cruz romana? La respuesta de Marcos es que la necesidad divina estaba detrás de este ultraje evidente (cf. 8,31; 9,12.31; 10,33-34); la intriga de Judas y los dirigentes judíos contra Jesús (14,10- 11) tuvo éxito solo porque Dios había planeado las cosas así desde el principio (cf. 14,21, que entreteje la responsabilidad de Judas y la providencia divina). El paralelo con 11,1-6 subraya también el argumento marcano de que Jesús, aunque sea el mesías davídico como demostró ya la entrada triunfal (cf. 11,9-10), manifestará precisamente este mesianismo por los sufrimientos de su muerte, a los que aluden sus palabras en la Última Cena (14,21-25). Así pues, sufrimiento y autoridad real coinciden en la persona de Cristo.

Los discípulos preguntan a Jesús dónde quiere que se hagan los preparativos de modo que «puedas comer la Pascua» (14,12b). El empleo de la segunda persona de singular («puedas comer»), cuando lo que se podría esperar era la primera persona de plural («podamos comer»), acentúa la posición central de Jesús y la reverencia de los discípulos para con él.

En una demostración de su soberanía, Jesús envía por delante a dos de los discípulos para que le preparen el camino. En la ciudad se les acercará un hombre que lleva un cántaro de agua. Deben seguirlo, entrar en la casa en la que él entra y saludar a su amo informándole de que el «Maestro» dice: «¿Dónde está mi aposento, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?» (14,13c-14). Esta pregunta incrementa el énfasis sobre la soberanía de Jesús y constituye un notable paralelo con 11,2-6, donde Jesús requisa para su servicio el asno de un desconocido. Esta soberanía queda subrayada por el empleo de la primera persona de singular («donde pueda comer») así como por el título de «Maestro».

Sin embargo, sus palabras al propietario así como las órdenes finales a sus discípulos, implican también una identificación con sus seguidores, ya que habla de comer la Pascua «con mis discípulos» y les dice que la «preparen para nosotros» (14,14b-15). En la progresión de nuestro pasaje, nos movemos de la subordinación de los discípulos a Jesús («para que puedas comer la Pascua») a la relación de Jesús con ellos.

Las instrucciones de Jesús concluyen con la profecía de que el propietario les mostrará un aposento en el piso superior, amueblado para la comida pascual (14,15ab). Allí deben terminar ellos los preparativos. El pasaje termina con la observación del evangelista de que los dos discípulos salieron e hicieron como Jesús les había ordenado, encontrando todo tal como les había dicho (14,16).

El evangelista, sin embargo, no registra asombro alguno por parte de los discípulos; pero en este punto del relato ellos y el lector se han acostumbrado a que ocurran milagros cuando Jesús está presente. Hay algo hermoso en la economía de nuestro relato; en vez de proferir exclamaciones acerca de la extraordinaria clarividencia de Jesús, sus fieles discípulos se van sencillamente a trabajar y a prepararle la cena (14,16b). No hay tiempo alguno para exclamaciones superfluas; el momento de la crisis se acerca, y Marcos quiere dar a entender probablemente que la respuesta sencilla y fiel de los discípulos debe ser un paradigma para los cristianos de su comunidad.

Pero es esta la última respuesta loable a Jesús por parte de los miembros de su círculo íntimo; de aquí en adelante su camino se tornará bruscamente en un descenso pronunciado. De hecho, el siguiente pasaje se centrará en la profecía de Jesús de que uno de ellos lo traicionará.

Comentario – Miércoles VI de Pascua

Las palabras de Jesús a sus discípulos sonaban a despedida. Esto deja en ellos una sensación tal de tristeza que Jesús se ve obligado a consolarlos. Y recurre a una comparación muy gráfica y real. La mujer –les dice-, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora (la hora del trance, de los dolores del parto, de la incertidumbre); pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre, y a ella un hijo. La sensación de dar la vida –una vida humana- es tan intensa y tan gozosa que lo inunda todo y hace olvidar de inmediato los aspectos dolorosos del parto. Antes, lo llena todo la esperanza, aunque con ciertos temores e incertidumbre; después, se sobrepone a todo la alegría de tener en brazos al niño recién salido de las propias entrañas.

Semejante a éste –aunque quizá más largo- será el tránsito de la tristeza al gozo que habrán de experimentar sus discípulos: También vosotros ahora sentís tristeza (la tristeza de la despedida); pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. Aquí hay una promesa: volveré a veros; y esta nueva visión o reencuentro os llenará de alegría, una alegría que ya no os podrá ser arrebatada, porque la visión perdurará eternamente. Ahora, mientras caminamos por este mundo, seguimos viviendo en la esperanza de ese reencuentro; por tanto, en la fe de que se cumpla esa promesa. No vivimos aún en la visión. No podemos tener, pues, la alegría que brota de la visión; pero sí la alegría que se anticipa en la esperanza y permite experimentar la fe en su presencia espiritual (y sacramental) y mistérica. Porque la presencia de Jesús, sentida en el sacramento (eucaristía) y en la intimidad de la oración, proporciona una alegría (paz, serenidad, sosiego) de contornos difíciles de definir, una alegría muy apreciable y apreciada por muchos, una alegría de profundidades insondables.

Si hacemos la experiencia, tendremos la prueba de su veracidad. Innumerables cristianos han pasado por ella a lo largo de la historia y pueden dar fe –de hecho la han dado- de estos efectos. Dios no nos quiere tristes, sino alegres, incluso en medio de las dificultades y penalidades de la vida. La alegría es una fuente permanente de energía vital. Se podría decir que proporciona tanta vitalidad como el sol que nos alumbra. Pero sólo una alegría capaz de superar la frustración de la muerte tiene futuro; por eso, no se concibe sin la esperanza, ni puede sostenerse en último término sin la gran esperanza de una vida más allá de la muerte. Que el Señor nos reafirme en su palabra.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

III. El Obispo Auxiliar, el Coadjutor y el Administrador Apostólico

70. El Obispo Auxiliar.

El Obispo Auxiliar, que es dado para conseguir más eficazmente el bien de las almas en una diócesis demasiado grande o con un elevado número de habitantes, o por otros motivos de apostolado, es el principal colaborador del Obispo diocesano en el gobierno de la diócesis. Por esto, considere éste al Obispo Auxiliar como hermano y lo haga partícipe de sus proyectos pastorales, de las medidas y de todas las iniciativas diocesanas, a fin de que, en el recíproco intercambio de opiniones, procedan en unidad de propósitos y en armonía de empeño. A su vez, el Obispo Auxiliar, consciente de su función en el seno de la diócesis, actuará siempre en plena obediencia al Obispo diocesano, respetando su autoridad.

Comentario Ascensión del Señor

Oración preparatoria

Señor y Hermano nuestro Jesús, por haberte rebajado hasta la muerte por nosotros, tu Padre te exaltó y te dio su misma gloria y poder junto a Sí: tu destino es nuestro destino, gloria será nuestra gloria, haz que, creyendo en Ti, vivamos siempre en la esperanza en medio de todos los aprietos de la vida, y si tú quieres, seamos testigos tuyos en el mundo, comunicando a los hombres y mujeres de hoy todo lo que nos aportas de vida, de perdón, de confianza. AMÉN.

 

Mt 28, 16-20

«16Pero los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

17Y, al verlo, lo adoraron, pero algunos dudaron.

18Y, acercándose, Jesús les habló diciendo: “Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y sobre la tierra. 19Así pues, yendo, haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Este evangelio es el punto final del evangelio de Mateo. El evangelio, que había comenzado bien enraizado en el pueblo de Israel (cf. la genealogía de Jesús: Mt 1,1-17) termina con una apertura universal para que la salvación de Dios, mediante el seguimiento de Jesús, abrace a todos los pueblos de la tierra. Sin embargo, la promesa de que en Jesús está Dios-con-nosotros (Mt 1,23), continúa vigente para todo este tiempo: Yo estoy con vosotros (Mt 28,20). Final extraordinariamente solemne y majestuoso que, no obstante, no cae en fáciles triunfalismos: la mención de los Once (no Doce) y de la duda de algunos discípulos evita una interpretación ‘gloriosa’. Por lo demás, el texto queda abierto, de modo que la orden de Jesús se mantiene activada para todo tiempo y todo discípulo.

 

TEXTO

Tiene dos partes: una pequeña introducción narrativa (vv. 16-17) y una parte discursiva, las últimas palabras de Jesús (vv. 18-20).

En la introducción narrativa sobresalen tres elementos: la mención a los Once hace recordar que ya no eran ‘los Doce’, es decir, nos hace recordar que la herida provocada por la traición de Judas permanece abierta en el recuerdo del evangelista; la mención del monte de Galilea es una referencia al monte en el que Jesús pronunció su primer discurso, el Sermón de la Montaña, con toda su significatividad como ‘nuevo Moisés’ que trae una Alianza nueva; la mención a la duda nos indica que la resurrección de Jesús no sofoca las dificultades para verle presente en la vida de cada día y nos hace ser conscientes de la fragilidad y pequeñez de nuestra fe.

En la parte discursiva destacan otros tres elementos: la autoridad sobresaliente de Jesús, que la ha recibido de Dios; el cuidado juego del adjetivo todo, presente en cada frase del discurso de Jesús, como señalando que la totalidad de la existencia y la misión está habitada por la fuerza misteriosa de Dios Trinitario; la presencia específica de Jesús, que acompaña cada momento de nuestra vida: él es el Dios-con-nosotros que se nos había prometido al comienzo del evangelio.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Ir al monte que Jesús nos indica: ¿cuáles son los lugares en que experimentas los encuentros con Jesús? ¿Hasta qué punto estás dispuesto a ‘moverte’ para encontrar a Jesús?

• Adoraron y dudaron: ¿En qué cosas sigues más a Jesús, más le crees, más le obedeces? ¿En qué otras cosas dudas, evitas el compromiso, prefieres mirar para otro lado?

• ¿Toda la autoridad de Jesús te hace tenerle como guía fundante de tu vida, de tus opciones, de tus planteamientos políticos, sociales, familiares, laborales…?

• El único imperativo en las palabras de Jesús es “haced discípulos”: ¿cómo lo haces realidad en tu vida cristiana? ¿A qué te sientes enviado? ¿En qué eres misionero?

• ‘Yo estoy con vosotros todos los días’: ¿experimentas esto? ¿Qué produce en ti? ¿A qué te mueve? ¿En qué se manifiesta?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Ascensión del Señor

VII Domingo de Pascua – Ascensión del Señor
24 Mayo 2020

Hechos 1, 12-14; Salmo 26, 1Pedro 4, 13-16; Juan 17, 1-11

Jesús ora por los suyos

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado. Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo’’.

Reflexión:
Jesús habla con su Padre y le pide que lo glorifique para que Él glorifique a su Padre, ¿Cómo se glorifican las personas en este mundo? Ganando deportes, siendo estrellas en las películas, subiendo a puestos importantes en los trabajos o gobiernos, ganando mucho dinero… ¿Cómo es que Dios glorifica a Jesús y Jesús a Dios? Sufriendo y muriendo en la cruz en las manos de sus enemigos y después resucitando. ¿Por qué glorifica al Padre en esta manera? Jesús revela el extremo del Amor de Dios por nosotros; que para estar con nosotros en la eternidad, está dispuesto a sufrir y morir. Muestra su poder y victoria con la Resurrección. Jesús después le pide a Dios que le de la vida eterna a los que lo aman, y describe en que consiste la vida eterna, ¿En qué consiste? En que conozcamos a Dios y a Jesús. ¿Cómo podemos conocer mejor a Dios? Podemos orar más, leer más la biblia, ir a misa atentamente, ir a confesarnos frecuentemente… Jesús repite que Él y Dios son uno y que los que creen esto lo glorifican. ¿Cómo podemos nosotros glorificar a Jesús? Cuando confiamos en Jesús y seguimos sus mandamientos por amor a Él, lo glorificamos.

Actividad:
En la siguiente página, encuentren los 10 mandamientos. Revísenlos y jueguen: una persona dice un mandamiento y la otra tiene que dibujar el dibujo que le corresponde. Escribir una oración, pidiendo por las personas que amas igual que Jesús oró por los suyos.

Oración:
Jesús, ayúdame a no seguir la gloria de este mundo sino Tu gloria, imitándote con humildad, obediencia, servicio, y amor. Ayúdame a creer y a siempre glorificarte. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

La Ascensión – Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: -Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Explicación

En sus últimas recomendaciones a sus discípulos, Jesús les envió a ser testigos y anunciadores del evangelio por todo el mundo, haciendo discípulos y enseñándoles todo lo que él les había enseñado.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles VI de Pascua

En Atenas el apóstol Pablo se enfrenta con las religiones paganas que desconocen las tradiciones de los judíos. La ciudad vivía su decadencia económica y política, pero disfrutaba de un gran ambiente cultural, que habían creado los grandes sabios.

El discurso que allí pronunció Pablo es de suma importancia para Lucas, hombre abierto a la cultura griega, dialogante y conciliador. El discurso está colocado justo al comienzo de la gran misión de Pablo que le llevará a predicar el Evangelio en el mundo greco-romano, donde, desde el punto de vista religioso, la diversidad de religiones era la nota dominante.

Para nosotros hoy día lo fascinante de este relato es que justamente uno de los representantes más cualificados de la Iglesia de entonces escuche con respeto a los filósofos. Y haga suyas las convicciones del mundo cultural griego de tolerancia hacia las religiones y dialogue y anuncie el mensaje de Jesús.

Hoy llamaríamos a la actuación misionera de Pablo en Atenas diálogo interreligioso, la última y desafiante frontera de la misión universal de la Iglesia que estamos viviendo con tanta pasión en nuestros días.

Esta escena de Pablo dialogando con las religiones no cristianas, representadas por los filósofos de Atenas, se repetirá en otros momentos de la vida de la iglesia. En la actualidad y gracias al Concilio Vaticano II, que abrió las puertas al diálogo atento y respetuoso con los creyentes de otras religiones, sin descalificaciones, prejuicios ni condenas. Ese diálogo continúa impulsado por el Papa Francisco. Todos somos hijos de Dios y a  todos nos llama a sentirnos miembros de una familia de hijos. Esta fraternidad universal tiene actualmente más posibilidades que en otras épocas de la historia de la humanidad.

En nuestra relación siempre hemos de buscar primero lo que nos une, más que lo que nos separa. O como  alguien escribió: “Hay quienes aman a Dios de todo corazón porque le conocen y quienes le buscan de todo corazón porque no le conocen”. “¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!”

En la última Cena Jesús tiene una larga conversación con sus discípulos y durante esta conversación les habla en cinco oportunidades del Espíritu Santo. Los discípulos sienten una gran tristeza porque Jesús se va a retirar de su lado. Ante la magnitud de esta desolación, Jesús conforta a los discípulos con la promesa del Espíritu Santo que fortalecerá la fe de los discípulos incluso en los momentos de crisis y persecución.

Hoy también la promesa de Jesús es actualísima a favor de todos nosotros sus discípulos, que también queremos seguirle, pero encontramos tantas dificultades en el camino. No se trata de “comprender” quién es el Espíritu Santo, se trata de invocarlo y acogerlo como el “dulce huésped” del alma. Y decirle de corazón: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles e infunde en ellos el fuego de tu amor”.

Alguno me dirá: “Padre, pero si no entiendo quién es, cómo le voy a llamar e invocar”.  El misterio de esta Persona Divina es como el fuego, que si no te acercas a él, no te calienta. Déjale entrar en tu corazón y serás de verdad otro. Es decir serás un cristiano de fuego, lleno de espíritu. Jesús nos lo prometió: “Cuando venga él el Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa”.

No busquemos actos de publicidad, que nos reivindiquen como los mejores, porque ese no fue el estilo de Jesús. Dios, nuestro Dios es más inteligente que nosotros. Su Espíritu, el gran protagonista de la Misión hoy y siempre, encontrará siempre los caminos mejores. La fortaleza de la comunidad católica no depende de los méritos de sus miembros sino de Jesús, que en su despedida dijo a sus apóstoles: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo”.

Carlos Latorre, cmf