Vísperas – Viernes VI de Pascua

VÍSPERAS

VIERNES VI DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

LECTURA: Hb 5, 8-10

Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamando por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.

RESPONSORIO BREVE

V/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V/. Al ver al Señor.
R/. Aleluya, aleluya.

V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle confiadamente:

Instaura, Señor, tu reino en el mundo.

Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el Espíritu,
— haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu Espíritu.

Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran el Evangelio a toda la creación,
— haz que cuantos anuncian el Evangelio a los hombres vivan de tu Espíritu.

Tú que recibiste pleno poder en el cielo y en la tierra para ser testigo de la verdad,
— guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.

Tú que todo lo haces nuevo y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
— haz que, cuanto más esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos prometes, con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo presente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos,
— sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Escucha, Señor, nuestras súplicas para que la predicación del Evangelio extienda por todo el mundo la prometida salvación de tu Hijo y todos los hombres alcancen la plenitud de la adopción filial que él anunció dando testimonio de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes VI de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que por la resurrección de tu Hijo nos has hecho renacer a la vida eterna; levanta nuestros corazones hacia el Salvador, que está sentado a tu derecha, a fin de que cuando venga de nuevo, los que hemos renacido en el bautismo seamos revestidos de una inmortalidad gloriosa. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del santo Evangelio según Juan 16,20-23a
En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. 

3) Reflexión

• En estos días entre Ascensión y Pentecostés, los evangelios de cada día están sacados de los capítulos de 16 a 21 del evangelio de San Juan, y forman parte del así llamado “Libro de la Consolación o de la Revelación” (Jn 13,1 a 21,31). Este libro está subdividido de la siguiente manera: despedida de los amigos (Jn 13,1 a 14,31); testamento de Jesús y oración al Padre (Jn 15,1 a 17,28); la obra consumida (Jn 18,1 a 20,31). El ambiente es de tristeza y de expectativa. Tristeza, porque Jesús se despide y la añoranza invade el corazón. Expectativa, porque está llegando la hora de recibir el don prometido del consolador que hará desaparecer la tristeza y traerá la alegría de la presencia amiga de Jesús en medio de la comunidad.
• Juan 16,20: La tristeza se transformará en Alegría. Jesús dice: “También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar”. La frecuente alusión a la tristeza y al sufrimiento refleja el ambiente de las comunidades de finales del primer siglo en Asia Menor (actual Turquía), para las cuales Juan escribe su evangelio. Ellas vivían en una situación difícil de persecución y de opresión que era causa de tristeza. Los apóstoles habían enseñado que Jesús volvería pronto, pero la parusía, el retorno glorioso de Jesús, se estaba demorando y la persecución aumentaba. Muchos eran impacientes: “¿Hasta cuándo?” (cf 2Tess 2,1-5; 2Pd 3,8-9). Porque una persona sólo aguanta una situación de sufrimiento y de persecución cuando sabe que el sufrimiento es camino y condición para la perfecta alegría. Y entonces, aún teniendo la muerte delante de los ojos, la persona aguanta el dolor. Por esto el evangelio presenta la comparación tan bonita del parto.
• Juan 16,21: La comparación con los dolores del parto. Todos entienden esta comparación, sobre todo las madres: “La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo”. El dolor y la tristeza causadas por la persecución, aunque no ofrezcan un horizonte de mejoría, non son estertores de muerte, sino dolores de parto. Las madres saben de esto por experiencia. El dolor es terrible, pero aguantan, porque saben que el dolor es fuente de vida nueva. Así es el dolor de la persecución de los cristianos, y así puede y debe ser vivido cualquier dolor, siempre que sea a la luz de la experiencia de la muerte y resurrección de Jesús.
• Juan 16,22-23a: La alegría eterna. Jesús aplica una comparación: También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. En ese día no haréis más preguntas. Esta es la certeza que anima a las comunidades cansadas y perseguidas de Asia Menor y las hace cantar de alegría en medio de los dolores. Como dice San Juan de la Cruz: “¡En una noche oscura, con ansias y amores inflamada, oh dichosa ventura, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada!” La expresión En ese día indica la llegada definitiva del Reino que trae consigo su propia claridad. A la luz de Dios no habrá más necesidad de preguntar cosa alguna. La luz de Dios es la respuesta total y plena a todas las preguntas que pueden nacer de dentro del corazón humano. 

4) Para la reflexión personal

• Tristeza e alegría. Existen juntas en la vida. ¿Cómo acontecen en mi vida?
• Dolores de parto. Esta experiencia está en el origen de la vida de cada uno de nosotros. Mi madre aguantó el dolor con esperanza, y por esto yo estoy vivo. Me detengo un momento y pienso en este misterio de la vida. 

5) Oración final

¡Pueblos todos, tocad palmas,
aclamad a Dios con gritos de alegría!
Porque Yahvé, el Altísimo, es terrible,
el Gran Rey de toda la tierra. (Sal 47,2-3)

Comentario – Viernes VI de Pascua

Decía Jesús a sus discípulos: Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. Les anuncia, pues, tiempos de tristeza, pero que serán reemplazados por tiempos de alegría. En la vida de todo hombre se entremezclan la tristeza y su contraria, la alegría, porque hay muchos motivos para estar tristes, aunque también los haya para estar alegres. El principal motivo de tristeza –aunque no es el único- es la muerte que va extendiendo su sombra sobre todos los mortales y no desaparece nunca de nuestro horizonte vital; y con la muerte, todo lo que ella nos arrebata. El principal motivo de alegría es la vida y todo lo que ella pone a nuestro alcance o todo lo que con ella se nos ofrece, una vida que ni siquiera la clausura de la muerte acaba de sepultar, si se deja espacio a la fe en la resurrección y a la esperanza de vida eterna.

Jesús alude en este pasaje al tránsito emocional que experimentarán sus discípulos, un tránsito similar al que experimenta la mujer que está en trance de dar a luz y a la que la consideración de este hecho doloroso produce tristeza, pero una vez que ocurre, es decir, una vez que da a luz al niño que lleva en su seno se llena de alegría por el simple hecho de haberle dado al mundo una nueva vida; en ese momento, producido el alumbramiento, ya no se acordará ni de las incomodidades del embarazo, ni de los apuros del parto; pues la nueva vida lo llenará todo con su resplandor, colmando de alegría el corazón de la madre y de todos los que empaticen con ella. Esa misma alegría experimentarán los discípulos de Jesús al verle de nuevo tras haber estado apresado por la muerte en las entrañas de la tierra. Después de haber vivido con tristeza los acontecimientos traumáticos de su pasión y muerte, ahora, tras haber roto él las cadenas de la muerte y haber resucitado de entre los muertos, podrán experimentar la inmensa alegría de este encuentro inesperado y sorpresivo que lleva el sello de lo extraordinario. Por eso, la alegría que de él deriva tendrá también un carácter sorprendente y único; pues se trata de una alegría que florece repentinamente en un corazón ensombrecido por la tristeza del que ha experimentado una pérdida de valor incalculable e irrecuperable. Una alegría similar es la que experimenta el padre de la parábola del hijo pródigo cuando lo recupera como hijo después de darle por perdido o por muerto, aunque no sin conservar siempre un hilo de esperanza.

También vosotros –prosigue Jesús- ahora sentís tristeza; pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. La tristeza se anticipa a los mismos acontecimientos que la desencadenan cuando vemos que tales sucesos se nos echan irremediablemente encima, cuando los presagiamos como inevitables. Con la actualización de tales acontecimientos no deseables, la tristeza podrá adquirir incluso tonos de amargura y desesperación. Pero otro suceso, tan inesperado como repentino, transformará las cosas y dará un vuelco a su situación emocional, y el espacio ocupado por la tristeza se inundará de alegría. No sólo recuperarán la alegría perdida, sino que obtendrán una alegría mayor y menos expuesta al quebranto de los golpes de la vida. Es la alegría que brota del encuentro con el Resucitado. Y el Resucitado no es simplemente el que vive con la vida que tenía antes de ser llevado a la muerte, sino el que vive con una vida que es inmune a la muerte, el que ha escapado definitivamente de la muerte.

Aquellos discípulos se alegrarán por un doble motivo: por el reencuentro con su maestro, al que creían muerto para siempre, y por el contacto con alguien que, siento mortal, había vencido a la muerte. ¿Podía haber mejor noticia o mayor motivo de alegría? Volver a ver a la persona amada es un gran motivo de alegría, pero recuperar a esa persona para siempre, lo es aún mayor. Se trata de una alegría que reviste un carácter de excepcionalidad, porque brota de un acontecimiento extraordinario, inesperado, que no entraba en el horizonte de sus expectativas. Tampoco entraba en las expectativas de Abrahán tener un hijo en la vejez; por eso el anuncio de que va a ser padre, le colma de alegría. Y no era para menos. Esta alegría se mantendrá mientras dure la fuente que la suministra. El gran motivo de alegría en la vida de san Pablo era Cristo Jesús, pues Cristo era su tesoro, frente al cual todo lo demás perdía valor, palidecía, pasaba a ser basura. En él tenía su corazón y por él se sentía reconfortado. Mientras perdurase su unión con él tendría garantizada la alegría. Lo único que podría arrebatarle la alegría que esta unión le proporcionaba era lo que pudiese apartarle del amor de Cristo, pero difícilmente podría encontrarse en el mundo o fuera de él algo (angustia, persecución, hambre, desnudez, espada, principados, dominaciones, potestades…) que pudiera lograrlo. Mientras esto no sucediera, conservaría la alegría que rebosaba su corazón.

Si nos ponemos a hacer un diagnóstico de los males que aquejan a nuestra sociedad contemporánea y que tienen su reflejo en el noticiario de un día cualquiera (criminalidad, malos tratos, violencia de género, violaciones múltiples, incesto, insensibilidad, indiferencia, calamidades, accidentes masivos, guerras fratricidas) encontraremos seguramente motivos para la tristeza, pero también podemos encontrar razones para la alegría, aunque para ello tengamos que concentrar nuestra mirada en otros aspectos más positivos de la realidad que nos circunda y nos habita. De ella también nos llegan buenas noticias y excelentes impresiones. Una de las noticias más sobresalientes es la que se identifica con el mismo Evangelio. Se trata de la noticia que proclama que Cristo, el crucificado, muerto y sepultado en tiempos de Poncio Pilato, ha vencido a la muerte. Ésta es la mejor noticia que puede recibir el hombre que vive constantemente amenazado y atemorizado por la muerte.

Pero ya el simple hecho de existir, que es condición de posibilidad de todo lo demás, porque sin existencia no es posible amar, ni cuidar, ni admirarse, ni gozar, ni escribir, ni pensar, ni conversar, ni pasear, ni recrearse, ni disfrutar, ni cantar, ni esperar, ni resucitar, es un motivo de alegría. Cuando uno toma conciencia de que existe, pudiendo no haber existido, y que en virtud de este don (puesto que la existencia me ha sido dada) tiene acceso a todo lo que ella ofrece: relaciones afectivas, disfrutes visuales y auditivos de un paisaje o una obra de arte, posibilidades de ejercer el bien o de crear algo nuevo a partir de lo ya existente, etc., se llena de alegría, aunque no podemos olvidar que se trata de una alegría ensombrecida por la amenaza de la muerte que le pone límite (fecha de caducidad). También la alegría que brota del buen obrar es una alegría que nace de dentro.

Es la alegría que experimentamos al percibir que nuestra acción contribuye a mejorar el mundo y a las personas de nuestro entorno. Puede incluso que esa acción no tenga el reconocimiento social merecido; pero tal reconocimiento no es imprescindible para sentir alegría. Podrá reforzar el sentimiento de autoestima, pero no es imprescindible para la alegría; sí lo es, en cambio, la percepción subjetiva de que mi acción contribuye a mejorar a las personas. Es la alegría que siente una maestra cuando aprecia los resultados de su labor educativa en un alumno en el que encontraba muchas dificultades para su desarrollo, pero que no se dejó vencer por las dificultades y que siempre confió en las posibilidades (talentos) que estaban en él, aunque ocultas. En su tarea diaria llegará a tener momentos de cansancio o, incluso, de hartura y de desánimo, pero si entiende y siente que lo que hace en beneficio de ese muchacho tiene sentido y valor, tendrá alegría. Todo el que contribuye a librar ignorancia, a deshacer prejuicios, a ahuyentar la barbarie, a construir civilización, a sembrar esperanza experimentará esa alegría que es la compensación emocional de sus esfuerzos.

Pero tanto la existencia como la dedicación benevolente a las buenas causas se acaban con la muerte. La muerte echa el cierre a todo. ¿Cómo mantener la alegría teniendo ante los ojos el final de todo cuanto es fuente o caladero de la misma? Porque el final no es sólo algo que sobrevendrá en el futuro; es también algo que anticipamos en el transcurso de la vida. Por eso se convierte en un motivo de tristeza difícilmente soslayable. Con la muerte todo se acaba: las relaciones con las que he disfrutado, el arte en el que me he deleitado, la creatividad con la que me he identificado, los proyectos que me han mantenido abierto al futuro.

Algunos filósofos como el existencialista Heidegger han acentuado esta realidad fáctica acrecentando la angustia existencial en la que el hombre pervive (y a veces malvive). Heidegger llega a decir que «el hombre (el dasein) es un ser para la muerte (zum tode)», indicando con ello que ha nacido para morir, que su fin es la muerte. Su discípula Hannah Arendt corregirá parcialmente a su maestro, diciendo que el hombre, aun siendo mortal, no ha nacido para morir, sino «para dar a luz», es decir, para engendrar algo nuevo, ya sea un hijo, un cuadro, una poesía, una fundación, una sinfonía, un sistema de pensamiento, un plan de estudios, una idea… Y, puesto que somos creativos (a imagen del Dios creador), cualquier producto de nuestra creatividad será motivo de alegría, pues crear algo nuevo es dejar un rastro de mi yo en el mundo, una especie de desafío, un intento de plantar cara al imperio de la muerte que avanza inexorable colonizándolo todo con su presencia.

Pero tal intento parece destinado al fracaso, pues la muerte sigue golpeando incesantemente en el surco de la vida. Si no disponemos de un antídoto para ella, no podremos evitar la tristeza que su sola amenaza y noticia causan. El único antídoto contra la desesperación que engendra la conciencia de la muerte es la esperanza que brota de la fe en la resurrección. El que cree, como los apóstoles, que Jesús ha vencido a la muerte con su resurrección, podrá mantener la esperanza de vida a pesar de la muerte. Y esta esperanza nos mantendrá alegres, incluso estando a las puertas de la muerte, pues tales puertas tienen también apertura o pueden ser abatidas. Y nadie podrá quitarnos la alegría si no nos quita antes la esperanza o la fe que la sostiene.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

72. El Obispo Coadjutor.

Cuando sea oportuno, la Santa Sede puede nombrar un Obispo Coadjutor.(183) El Obispo diocesano lo acogerá de buena gana y con espíritu de fe, y promoverá una efectiva comunión en virtud de la común corresponsabilidad episcopal, instaurando auténticos vínculos, que con el Coadjutor deben ser todavía más intensos y fraternos, para el bien de la diócesis.

El Obispo diocesano tendrá constantemente presente que el Obispo Coadjutor tiene el derecho de sucesión(184) y, por eso, llevará a cabo las propias iniciativas en pleno acuerdo con él, de modo que quede fácilmente abierta la vía al futuro ejercicio del ministerio pastoral del propio Coadjutor. El Obispo diocesano mostrará también el mismo acuerdo con el Auxiliar dotado de facultades especiales.(185)


183 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 403 § 3.

184 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 403 § 3.

185 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 403 § 2.

La misa del domingo: misa con niños

 
DOMINGO VII DE PASCUA (A) LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
“Yo estoy con vosotros”
24 de mayo de 2020
 
(Todavía adaptando las celebraciones y el mismo espacio del presbiterio y de la iglesia a la situación especial que estamos viviendo.

En este séptimo domingo de pascua se celebra la fiesta de la Ascensión del Señor. Es un día apropiado para subrayar el tono festivo de la Pascua. En las casas salesianas coincide con la fiesta de María Auxiliadora. Ya se verá el modo de hacerlo notar y festejar.

  • Un signo para la celebración: un poster del rostro de Jesús, o una proyección, que asemeje un Jesús resucitado. Con la frase: “Yo estoy con vosotros”.
  • Cantos para la celebración: “Jesús es Señor”. “Nos envías por el mundo”). “Jesús está entre nosotros” (Kairoi).

1. MOTIVACIÓN

Amigos: Hoy es la fiesta de la Ascensión del Señor. Esto quiere decir que Jesús dejó de estar entre nosotros, en esta tierra, de una manera física, que se le pudiera ver y tocar. Pero ese día nos hizo un gran regalo: nos dijo que iba a seguir estando con nosotros para siempre, de otra manera. Ya ves, mucho mejor todavía. Por eso es fiesta, por eso lo celebramos.

2. PROCESIÓN de ENTRADA

3. CANTO. (Algún canto conocido con mensaje pascual). “Jesús está entre nosotros”.

4. SALUDO DEL SACERDOTE Y MOTIVA EL GESTO PENITENCIAL

5. ASPERSIÓN CON EL AGUA BENDECIDA

(Como signo penitencial, después de haberlo explicado, se puede hacer la aspersión; se puede cantar este canto u otro)

Jesús es, Jesús es Señor.
Jesús es, Jesús es Señor.
Jesús es, Jesús es Señor.

Aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya.

Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.

6. GLORIA (Cantado o recitado)

7. PRIMERA LECTURA (Hechos de los Apóstoles 1,1-11)

MONICIÓN: Continuamos leyendo este libro tan interesante de los “Hechos de los Apóstoles”. Hoy se nos describe cómo vivieron los apóstoles el hecho de la Ascensión de Jesús. Escucha con atención:

Lectura de los Hechos de los Apóstoles:

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

Una vez que comían juntos les recomendó:

– No os alejéis de Jerusalén; aguardad a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que os he hablado. Juan bautizó con agua y dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Dicho esto lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

– Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Palabra de Dios.

8. CANTO O SALMO RESPONSORIAL. (Se puede cantar un “aleluya” como estribillo y se va recitando el salmo responsorial. O cantar esta canción).

Nos envías por el mundo
a anunciar la Buena Nueva (bis).
Mil antorchas encendidas

y una nueva primavera (bis).

Si la sal se vuelve sosa,
¿quién podrá salar el mundo? (bis)

Nuestra vida es levadura,
nuestro amor será fecundo (bis).
Siendo siempre tus testigos,
cumpliremos el destino (bis).
Sembraremos de esperanza

y alegría los caminos (bis).

9. EVANGELIO (Mateo 28, 16-20). “Yo estoy con vosotros todos los días”. Final del evangelio según San Mateo:

En aquel tiempo los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

– Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo

Palabra del Señor.

10. COMENTARIO

  • “Yo estoy con vosotros todos los días”.
  • También en estos días distintos, difíciles.
  • ¿Cuándo está junto a ti Jesús? ¿Cuándo todo te sale bien…? ¿Cuándo no tienes ningún problema?… ¿o cuando le necesitas para que te dé fuerza y te ayude?
  • Siempre está junto ti.
  • A partir de la “Ascensión” comienza la nueva manera de estar presente Jesús.

11. ORACION DE FIELES. PETICIONES

  1. Por la paz en el mundo, la paz que Jesús nos dio, la paz que todos debemos construir. Roguemos al Señor.
  2. Por quienes somos parte viva de la Iglesia, esta Iglesia que mira al resucitado. Roguemos al señor.
  3. Por quienes están alejados de la Iglesia, por quienes no quieren aceptar la invitación de Jesús. Roguemos al Señor.
  4. Por las familias que sufren en estos meses que estamos viviendo, para que no les falte nuestro apoyo y la fuerza de Jesús. Roguemos al Señor.

12. ACCIÓN DE GRACIAS. (Un lector puede leer esta oración de acción de gracias) Tú,

Señor, necesitas nuestros pies para caminar,
nuestra lengua para hablar,
nuestras manos para trabajar.

Hacerte presente a ti; dar paz y alegría.
Tú amaste al mundo hasta la locura de la entrega total;
y cuando te fuiste, nos dejaste

el tesoro de tu Reino en nuestras manos.
Que la eucaristía que hoy hemos celebrado,
transforme nuestro egoísmo en amor,

y que la alegría de sentirnos tuyos
llene de esperanza nuestro mundo.

13. PARA LA VIDA

(Se puede hacer una mención al mes de mayo, y en las casas salesianas a celebrar la fiesta de María Auxiliadora).

Iñaki Lete, sdb

La misa del domingo

Solemnidad de María Auxiliadora
24 de mayo de 2020
Subrayados de la Palabra

  • 1ª lectura (Ap 12, 1-3a.7-12a.17): «Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos».
  • 2ª lectura (Gal 4, 4-7): «Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción».
  • Evangelio (Jn 2, 1-11): «Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: -No tienen vino. Jesús le contestó: -Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los sirvientes: -Haced lo que él diga».

     

Ecos de la Palabra para jóvenes y comunidades

  • El Señor nos ha regalado a nuestra madre Auxiliadora como modelo de santificación, como camino seguro hacia Jesús. Hoy en las lecturas que escucharemos, nos encontramos a María como reina de toda la creación, coronada por doce estrellas, vestida de sol y con la luna bajo sus pies, la cual por su fidelidad y disponibilidad al llamado de Dios, ha sido merecedora de este título.
  • Este texto de San Pablo es, históricamente, el primero que hace mención de María y se encuentra en su carta a los Gálatas escrita, probablemente, en Éfeso en el año 54, durante el tercer viaje de su misión apostólica. Cuando María es escogida para ser Madre de Dios, también nosotros somos escogidos para ser hijos de Dios y poseer el mismo Espíritu de Jesús y, como Él, ser capaces de poder llamar a Dios: “¡Abba, Padre!”
  • María se da cuenta de una carencia: la del vino. Hace de su descubrimiento una petición a su Hijo, no se lamenta simplemente, e invita a los sirvientes a escuchar esa Palabra de Jesús: «Haced lo que El os diga». ¿Cuál es el vino que nos falta en nuestro mundo? ¿El vino de la paz, el de la ternura; el vino de la fe, de la esperanza y del amor; el vino de la verdad…? Cuando faltan estos vinos, la vida se «avinagra». Surgen los intereses partidistas, los chanchullos económicos, las tonterías, la mentira como herramienta de comunicación, el relativismo moral, la violencia y el terror..

Proyecto de homilía

Don Bosco fue el gran impulsor de la devoción y el cariño a María Auxiliadora. Él no comenzó a utilizar el título de “Auxiliadora” hasta que ya habían pasado algunos años de su trabajo. Al principio, prefería llamar a la Virgen como “Inmaculada”.

Un acontecimiento fundamental fue la construcción de la Basílica de María Auxiliadora, en Turín. El 9 de junio de 1868 se consagró la Basílica. La historia de este templo es una sucesión de favores de la Virgen María. Don Bosco empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en solo cuatro años estuvo terminada la basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.

Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que la Virgen concede a quienes la invocan con ese título, que esta devoción ha llegado a ser una de las más populares. San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”, y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Hoy la devoción se extiende por más de 50 países en los que hay un número elevado de grupos (800) y jóvenes.

Para el salesiano, la devoción a María Auxiliadora constituye uno de los rasgos distintivos de su espiritualidad, tal como acreditan las propias Constituciones Salesianas:

Para contribuir a la salvación de la juventud -la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana-, el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a san Juan Bosco (Constituciones Salesianas, 1).

La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, y lo guió y sostuvo constantemente, sobre todo en la fundación de nuestra Sociedad. Creemos que María está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo (Const. 8).

Don Bosco confió nuestra Sociedad, de modo especial, a María a quien declaró patrona principal (Const. 9).

Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su Evangelio el sentido supremo de su propia existencia. La Virgen María es una presencia materna en este camino. La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó y que auxilia e infunde esperanza (Const. 34).

María, Madre de Dios, ocupa un puesto singular en la historia de la salvación. Es modelo de oración y de caridad pastoral, maestra de sabiduría y guía de nuestra Familia. Contemplamos e imitamos su fe, la solicitud por los necesitados, la fidelidad en la hora de la cruz y el gozo por las maravillas realizadas por el Padre. María Inmaculada y Auxiliadora nos educa para la donación plena al Señor y nos alienta en el servicio a los hermanos. Le profesamos una devoción filial y fuerte (Const. 92).

Con la ayuda de María, madre y maestra, el salesiano se esfuerza por llegar a ser educador pastor de los jóvenes en la forma laical o sacerdotal que le es propia (Const. 98).

Esto según Egidio Viganò, Rector Mayor de la Congregación y Familia Salesiana entre 1977- 1995 y uno de los mejores teólogos que hemos tenido, se transforma en una devoción cargada:

  • optimismo, fundado en la esperanza; y vivido con osadía;
  • sentido social, preocupado del Bien Común e interesado en el mundo del trabajo;
  • ecumenismo, que es sentido de la Iglesia, y sentido de la Humanidad más allá de la Patria;
  • romanidad, con filial adhesión al Papa y generosa docilidad al Obispo;
  • acción, de vida apostólica incansable; realizada con humilde magnanimidad; y con prudencia realizadora.

José Luis Guzón, sdb

Haced discípulos

Haced discípulos míos, no maestros;
haced personas, no esclavos;
haced caminantes, no gente asentada;
haced servidores, no jefes.
Haced hermanos.

Haced creyentes, no gente creída;
haced buscadores de verdad, no amos de certezas;
haced creadores, no plagistas;
haced ciudadanos, no extranjeros.
Haced hermanos.

Haced poetas, no pragmáticos;
haced gente de sueños y memoria,
no de títulos, arcas y mapas;
haced personas arriesgadas, no espectadores.
Haced hermanos.

Haced profetas, no cortesanos;
haced gente inquieta, no satisfecha;
haced personas libres, no leguleyas;
haced gente evangélica, no agorera.
Haced hermanos.

Haced sembradores, no coleccionistas;
haced artistas, no soldados;
haced testigos, no inquisidores;
haced amigos de camino, no enemigos.
Haced hermanos.

Haced personas de encuentro,
con entrañas y ternura,
con promesas y esperanzas,
con presencia y paciencia,
con misión y envío.
Haced hermanos.

Haced discípulos míos;
dadles todo lo que os he dado;
descargad vuestras espaldas
y sentíos hermanos.

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes VI de Pascua

¡Cuánto nos anima ver a hombres como San  Pablo entregados a dar a conocer a Jesús! El camino de su conversión fue radical. Y el cambio total en su vida le llevó a convertirse de perseguidor de los cristianos a apóstol de Cristo llevando su nombre por los lugares más difíciles. Y su palabra resonó tanto en Atenas, el centro cultural más importante de la antigüedad, como en Roma, que era la capital del imperio romano.

En este peregrinar por distintas ciudades Pablo llegó a un puerto de mar muy famoso en Grecia, que se llamaba Corinto. Jesús mismo le hace entender que en la ciudad de Corinto tiene elegido un pueblo numeroso que le espera. Pero Jesús necesita de la voz de Pablo para tocar el corazón de tantas personas que le buscan, que le esperan, pero que no saben dónde está, porque nunca han oído hablar de Él. El imperio romano ya no será lo mismo desde que Pablo comenzó a anunciar el mensaje de Jesús en Corinto.

Hoy día evangelizar, dar a conocer la persona de Jesús, no ha pasado de moda ni es cosa de la antigüedad. Hoy hay una urgencia especial de dar a conocer el mensaje de Jesús. Los medios de comunicación se han multiplicado y están al alcance de todos. Las distancias entre las naciones y los continentes son más fáciles de recorrer.  En todos los lugares del mundo hay que proclamar el mensaje de Jesús que nos enseña a llamar a Dios PADRE NUESTRO. Para Dios todos somos hijos suyos, a todos nos  ama  porque no hace diferencia de personas. A todos llama, a todos convida a formar parte de su familia. A esto nos invita hoy el Salmo: “Pueblos todos, batid palmas,  aclamad a Dios con gritos de júbilo;   él nos escogió por heredad suya”.

Es muy cierto que no cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. La fe es un don de Dios, que llega a nuestros corazones gracias al Espíritu Santo. Es una luz que nos hace -como a Pablo- caer del caballo de nuestra autosuficiencia. No cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. Por eso nuestro único recurso es orar con humildad, pedir la venida del Espíritu para nosotros y para los demás.

Jesús en el evangelio de hoy nos dice: «En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.

Y nos pone una comparación que todos podemos entender: “La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre”. No hay mayor felicidad para unos padres que el momento del nacimiento de sus hijos. Por eso Jesús insiste: “También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría”.

Estamos en el mes de mayo que se distingue de otros meses por esa tradición mariana tan arraigada en nuestra tradición católica. Ella, María la Madre de Jesús, nos acompaña también a nosotros sus discípulos. El Santo Padre Francisco ha escrito una oración a la Santísima Virgen para este mes de mayo en la que le dice: “Ayúdanos, Madre del Divino Amor,  a  conformarnos a la voluntad del Padre  y hacer lo que Jesús nos diga.  Él, que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo  y cargó  nuestros dolores  para guiarnos a través de la cruz  a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,  no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,  antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.

Carlos Latorre, cmf