Vísperas – Viernes VII de Pascua

VÍSPERAS

VIERNES VII DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

SALMO 134: HIMNO A DIOS, REALIZADOR DE MARAVILLAS

Ant. Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

SALMO 134

Ant. Bendito el reino que llega, el que nuestro padre David. Aleluya.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas;
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Bendito el reino que llega, el que nuestro padre David. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

LECTURA: Ga 5, 16.22-23a.25)

Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne. El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

R/ Será quien os lo enseñe todo.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la madre de Jesús. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la madre de Jesús. Aleluya.

PRECES

Bendigamos a Dios Padre, que con tanta generosidad ha derramado los dones del Espíritu sobre todos los pueblos y, pidiéndole que no cese nunca de derramar su gracia sobre el mundo, digamos:

Que la gracia del Espíritu Santo abunde, Señor, en el mundo.

Señor, tú que hiciste a tu Elegido luz de las naciones,
— abre los ojos a los ciegos y libra de toda esclavitud a los que viven en tinieblas.

Tú que ungiste a Cristo con la fuerza del Espíritu Santo, para que realizara la salvación de los hombres,
— haz que pase de nuevo por el mundo haciendo el bien y curando a todos.

Envía tu espíritu, luz de los corazones,
— para que confirme en la fe a los que viven en medio de incertidumbres y dudas.

Envía tu Espíritu, solaz en el trabajo,
— para que reconforte a los que se sienten fatigados y desanimados.

Realiza la esperanza de los que ya han muerto,
— y haz que cuando venga Cristo obtengan una resurrección gloriosa.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Realiza la esperanza de los que ya han muerto,
— y haz que cuando venga Cristo obtengan una resurrección gloriosa.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que por la glorificación de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo nos has abierto las puertas de tu reino, haz que la recepción de dones tan grandes nos mueva a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes VII de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que por la glorificación de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo nos has abierto las puertas de tu reino; haz que la recepción de dones tan grandes nos mueva a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de nuestra fe. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Juan 21,15-19
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevasrá adonde tú no quieras.» Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

3) Reflexión

• Estamos en los últimos días de Pentecostés. Durante la cuaresma, la selección de los evangelios del día sigue la antigua tradición de la Iglesia. Entre Pascua y Pentecostés, la preferencia es para el evangelio de Juan. Así, en estos últimos dos días antes de Pentecostés, los evangelios diarios presentan los últimos versículos del evangelio de Juan. Luego retomamos el Tiempo Común, y volvemos al evangelio de Marcos. En las semanas del Tiempo Común, la liturgia diaria hace la lectura continua del evangelio de Marcos (desde la 1ª hasta la 9ª semana común), de Mateo (desde la 10º hasta la 21ª semana común) y de Lucas (desde la 22ª hasta la 34ª semana común).

• Los evangelios de hoy y de mañana presentan el último encuentro de Jesús con sus discípulos. Fue un reencuentro de celebración, marcado por la ternura y por el cariño. Al final, Jesús llama a Pedro y le pregunta tres veces: «¿Me amas?» Solamente después de haber recibido, por tres veces, la misma respuesta afirmativa, Jesús da a Pedro la misión de cuidar de las ovejas. Para que podamos trabajar en la comunidad Jesús no pregunta si sabemos muchas cosas. ¡Lo que pide es que tengamos mucho amor!

• Juan 21,15-17: El amor en el centro de la misión. Después de una noche de pesca en el lago sin pescar ni un pez, al llegar a orillas de la playa, los discípulos descubren que Jesús había preparado una comida con pan y pescado asado sobre las brasas. Terminada la comida, Jesús llama a Pedro y le pregunta tres veces: «¿Me amas?» Tres veces, porque fue por tres veces que Pedro negó a Jesús (Jn 18,17.25-27). Después de tres respuestas afirmativas, también Pedro se vuelve hacia el «Discípulo Amado» y recibe la orden de cuidar de las ovejas. Jesús no pregunta a Pedro si había estudiado exégesis, teología, moral o derecho canónico. Sólo le pregunta:»¿Me amas?» El amor en primer lugar. Para las comunidades del Discípulo Amado la fuerza que las sustenta y que las mantiene unidas no es la doctrina, sino el amor.

• Juan 21,18-19: La previsión de la muerte. Jesús dice a Pedro: En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras. A lo largo de la vida, Pedro y todos vamos madurando. La práctica del amor se irá estableciendo en la vida y la persona deja de ser dueña de sí misma. El servicio de amor a los hermanos y hermanas nos ocupará del todo y nos conducirá. Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras. Este es el sentido del seguimiento. Y el evangelista comenta: “Con esto indicaba la clase de muerte con que Pedro iba a glorificar a Dios”. Y Jesús añadió: «Sígueme.»

• El amor en Juan – Pedro, ¿me amas? – El Discípulo Amado. La palabra amor es una de las palabras que más usamos, hoy en día. Por esto mismo, es una palabra muy desgastada. Pero es con esta palabra que las comunidades del Discípulo Amado manifestaban su identidad y su proyecto. Amar es ante todo una experiencia profunda de relación entre personas, donde existe una mezcla de sentimientos y valores como alegría, tristeza, sufrimiento, crecimiento, renuncia, entrega, realización, donación, compromiso, vida, muerte, etc. Este conjunto en la Biblia se resume en una única palabra en lengua hebraica. Esta palabra es Hesed. Es una palabra de difícil traducción para nuestra lengua. En nuestras Biblias generalmente se traduce por caridad, misericordia, fidelidad o amor. Las comunidades del Discípulo Amado tratan de vivir esta práctica de amor en toda su radicalidad. Jesús la revela a los suyos en sus encuentros con las personas, con sentimientos de amistad y de ternura, como, por ejemplo, en su relación con la familia de Marta en Betania: “Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro”. Llora ante la tumba de Lázaro (Jn 11,5.33-36). Jesús encarnó siempre su misión como una manifestación de amor: “Habiendo amado a los suyos los amó hasta el fin” (Jn 13,1). En este amor Jesús manifiesta su profunda identidad con el Padre (Jn 15,9). Para las comunidades no había otro mandamiento que éste: “Actuar como actuaba Jesús” (1Jn 2,6). Esto implica “amar a los hermanos”(1Jn 2,7-11; 3,11-24; 2Jn 4-6). Siendo un mandamiento tan central en la vida de la comunidad, los escritos joaneos definen así el amor: “En esto conocemos el Amor: que el dio su vida por nosotros. Nosotros también debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos y hermanas”. Por esto no debemos “amar sólo de palabra, sino dar la vida por nuestros hermanos”.(1Jn 3,16-17). Quien vive el amor lo manifiesta en sus palabras y actitudes y se vuelve también Discípula Amada, Discípulo Amado.

4) Para la reflexión personal

• Mira dentro de ti y di cuál es el motivo más profundo que te lleva a trabajar en comunidad. ¿Es el amor o te preocupan las ideas?
• A partir de las relaciones que tenemos entre nosotros, con Dios y con la naturaleza, ¿qué tipo de comunidad estamos construyendo?

5) Oración final

Bendice, alma mía, a Yahvé,
el fondo de mi ser, a su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Yahvé,
nunca olvides sus beneficios. (Sal 103,1-2)

Comentario – Viernes VII de Pascua

El capítulo 21 del evangelio de san Juan suele estar considerado entre los estudiosos como un apéndice o añadido posterior elaborado por una mano diferente a la del redactor del evangelio. No obstante, y aunque esto sea así, sigue formando parte del relato evangélico y tiene todas las garantías eclesiales necesarias para ser considerado escritura inspirada.

El relator sitúa el diálogo de Jesús con Simón Pedro en el contexto de una aparición del Resucitado, algo que le da un carácter póstumo. Jesús se dirige a Pedro con una pregunta muy personal, tan personal que podía llegar a provocar su sonrojo: Simón –le dice-, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? La pregunta singulariza al receptor no sólo como el hijo de Juan, sino también como el discípulo entre los discípulos. Parece como si Jesús esperase de Pedro un “plus” sobre los demás: un plus de entrega, de dedicación, de liderazgo, de amor. Y Pedro, que seguramente se siente singularizado por la mirada y la exigencia de su Maestro, pero que es consciente de su propia historia, hecha de arranques entusiastas y de debilidades manifiestas, le responde afirmativa, pero contenidamente: Si, Señor, tú sabes que te quiero.

No se atreve a más. Su conciencia no se lo permite. Se sabe discípulo y amigo de Jesús; sabe que le quiere, pero no sabe de lo que será capaz por él. La experiencia de su fragilidad natural le hace ser cauto en la respuesta. Desde luego no sabría decir si su amor es mayor que el de los demás, porque ni conoce el amor de los demás, ni el alcance o la firmeza de su propio amor. Y si Jesús emplea el término ἀγαπᾶς (=¿me amas?), que alude a un amor oblativo o dispuesto a la inmolación, Pedro responde con un término (φιλῶσε=te quiero) más natural o asequible a la naturaleza humana. Pedro puede asegurar que le quiere; lo que no sabe es si dispone de capacidad suficiente para sacrificar la vida por él. A esa afirmación cautelosa del discípulo y amigo, Jesús responde con un acto de confianza, esto es, depositando en él la responsabilidad del cuidado pastoral de los que le serán encomendados: apacienta mis corderos. Los corderos son suyos, pero le encomienda a Pedro su cuidado.

Aquí no se cierra, sin embargo, el diálogo. Hay una segunda pregunta que parece querer reafirmar al interlocutor en su propósito. En ella ya no comparecen los demás como término comparativo con el que se pretendía medir el amor de Pedro. Jesús se limita a preguntarle: ¿me amas? Y la respuesta del discípulo es la misma: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Y de nuevo la encomienda responsable: Pastorea mis ovejasPor tercera vez, como forzándole a hacer una triple afirmación de amor por contraste con aquella triple negación del encausado en los días de la Pasión, le pregunta: Simón, Hijo de Juan, ¿me quieres? Esta vez Jesús se pone al nivel de las anteriores respuestas de Pedro y le dice: φιλεῖς με (=¿me quieres?).

El evangelista señala que aquella insistencia de su Señor por saber si le quería, entristeció a Pedro, quizá porque le recordó su triple negación. El discípulo dispuesto a dar la vida por su Maestro no había sido capaz de demostrarle al mundo el amor que sentía por él. Esto que le hizo derramar lágrimas de arrepentimiento en su momento, le hace entristecerse ahora con el simple recuerdo de aquel acto de cobardía. Y su respuesta no puede ser más cauta y prudente: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Pedro se sabe ante alguien que es capaz de penetrar en su interior mejor que nadie, que conoce su entero corazón y que debe saber, por consiguiente, si lo ama realmente con un amor que merece en verdad ese nombre. Él sabe lo que la naturaleza humana, y en concreto esa naturaleza que tiene delante, una naturaleza frágil y temerosa, puede dar de sí. Y si él lo sabe todo, ¿para qué seguir queriendo obtener respuestas? Es el momento en el que Jesús concluye el interrogatorio con el mismo acto de confianza con el que le había obsequiado ya, como suponiendo en su discípulo una responsabilidad mayor que la que él mismo se atribuye. Por eso, porque le supone esta capacidad de responder, le encomienda el pastoreo de sus ovejas: Apacienta mis ovejas.

Y para finalizar, añade una predicción que anticipa la muerte con la que habría de dar gloria a Dioscuando seas viejo –le dice Jesús-, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Jesús profetiza que el Pedro temeroso que no había sido capaz de dar testimonio de él ante un grupo de sirvientes durante su paso por el palacio del Sumo Sacerdote, será finalmente mártir, es decir, dará testimonio de él con la ofrenda de la propia vida. Su muerte será, por tanto, la muerte de un testigo, una muerte con la que dará gloria a Dios; en ella, pues, dará en favor de Jesús el testimonio que no dio durante su Pasión. Con esta muerte ratificará que ha sido digno de pastorear las ovejas que el mismo Jesús le había encomendado, depositando en él su confianza. De aquí se desprende una lección. Cuando el Señor deposita en alguien su confianza para realizar una determinada misión, le da al mismo tiempo la capacidad para llevarla a término, permitiéndole responder debidamente de ella. Esta conciencia debe infundir confianza en todos aquellos que asumen tareas que le son encomendadas por Dios a través de sus intermediarios; a su vez, nos permite confiar en aquellos que, entendemos, Dios ha puesto en nuestro camino como pastores o guías espirituales.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

79. Las relaciones de los presbíteros entre ellos.

Todos los presbíteros, en cuanto partícipes del único sacerdocio de Cristo y llamados a cooperar a la misma obra, están entre ellos unidos por particulares vínculos de fraternidad.(200)

Por eso, es oportuno que el Obispo favorezca, en cuanto sea posible, la vida en común de los presbíteros, que responde a la forma colegial del ministerio sacramental(201) y retoma la tradición de la vida apostólica para una mayor fecundidad del ministerio; los ministros se sentirán así apoyados en su compromiso sacerdotal y en el generoso ejercicio del ministerio: este aspecto tiene una especial aplicación en el caso de aquellos que se empeñan en la misma actividad pastoral.(202)

El Obispo promueva asimismo las relaciones entre todos los presbíteros, tanto seculares como religiosos o pertenecientes a las Sociedades de vida apostólica, también con aquéllos incardinados en otras diócesis, pues todos pertenecen al único orden sacerdotal y ejercitan el propio ministerio para el bien de la Iglesia particular. Esto se podrá obtener mediante encuentros periódicos a nivel de vicaría o de agrupaciones análogas de parroquias en las que se encuentre dividida la diócesis, por motivo de estudio, de oración o de gozosa convivencia.(203) Un medio que se ha demostrado idóneo para favorecer los encuentros sacerdotales es la llamada casa del clero.

El Obispo apoye y aprecie las asociaciones de presbíteros eventualmente existentes en la diócesis que, sobre la base de estatutos reconocidos por la competente autoridad eclesiástica, por medio de un programa idóneo de vida y ayuda fraterna, sostienen la santificación del clero en el ejercicio del ministerio y refuerzan los vínculos que unen al sacerdote, al Obispo y a la Iglesia particular de la que forman parte.(204)


199 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 285.

200 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 28; Codex Iuris Canonici, can. 275 § 1.

201 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 280.

202 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Christus Dominus, 30; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis, 74 y 81; Congregación para el Clero,Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 49; Congregación para el Clero, El presbítero maestro de la Palabra, ministro de los sacramentos y guía de la comunidad en vista del tercer milenio cristiano, 79.

203 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Christus Dominus, 16; Decreto Presbyterorum Ordinis, 8; Codex Iuris Canonici, can. 275 § 1; Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 29.

204 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 8; Codex Iuris Canonici, can. 278; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis, 31; Sínodo de los Obispos, Ultimis temporibus, Pars altera, II, 2; Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 66.

La misa del domingo: misa con niños

PENTECOSTÉS

 
1º Lecturas: Hch 2, 1-11 Salmo:
Salmo 103
2ª Lecturas: Ef 1, 17-23
Evangelio: san Juan 20, 19-23
 
AMBIENTACIÓN:

Es difícil hablar a los niños y niñas de la figura del Espíritu Santo. Tenemos dos semanas para hablar de Él. Hoy podemos hablar sobre la fuerza que nos da el Espíritu Santo. ¿Cómo? Sencillamente haciendo esta experiencia: se les pide a l@s pequeñ@s que cierren los ojos e intenten sentir las venas que tienen en sus muñecas. Seguro que si le pregunta que si las palpan dirán que sí; llegado este momento se les invita a sentir el roce de la sangre pasando por ellas… y dirán que no. Claro, es tan sutil todo que no sentimos el paso de la sangre pero si sabemos que nos pasaría si no corriera por nosotros… que nos moriríamos. Pues precisamente eso es lo que le ocurre al cristiano, que el Espíritu Santo esta en nosotros dándonos fuerza y llevándonos de la mano. No lo vemos, pero está. ¿De dónde viene la alegría que sentimos muchos días si no nos ha pasado nada especial? ¡Del Espíritu Santo! Así es.

ACTO PENITENCIAL:

Juntos pedimos perdón al Señor diciendo Yo confieso…. Al acabar, y con un canto apropiado se asperja los niños y niñas recordando el bautismo que un día recibieron y que les llenó del Espíritu Santo.

Pautas homiléticas

Podemos empezar haciendo lo que he marcado en la ambientación de arriba. 

Y también se les puede decir que mientras Jesús estaba con los suyos les protegía y acompañaba en su caminar. Pero cuando anuncia su marcha con el Padre les promete que no les iba a dejar solos, huérfanos. Que les iba a enviar el Paráclito que les irá revelando la verdad sobre el hombre y sobre Dios. Esa promesa se hace realidad hoy, en el día de Pentecostés. En la mediada en que cada uno se abra a su actuación, se irá haciendo verdaderamente más libre y bueno. Toda la idea se puede resumir que no nos quedamos solos, desde entonces el Espíritu siempre esta a nuestro lado.

PETICIONES:

Oremos diciendo: Ven, Espíritu Santo

1.- Para que haya paz, concordia, justicia y libertad en todos los pueblos de la tierra. Oremos. Ven; Espíritu Santo.

2.- Para que el Papa, nuestro Obispo y todos los creyentes, seamos luz para nuestros hermanos. Ven; Espíritu Santo.

3.- Para que los países ricos sean realmente generosos con los países del tercer Mundo. Ven; Espíritu Santo.

4.- Para que todos los hombres de buena voluntad se sientan acompañados por el amor de Dios. Ven; Espíritu Santo.

5.- Para que la celebración de esta misa nos llene a todos de fe y de esperanza. Ven; Espíritu Santo.

OFERTORIO

Se ofrecen 6 velas rojas indicando los dones del Espíritu Santo al entregarlas se dice.

• Ven, Espíritu de Sabiduría, de entendimiento, de ciencia, líbranos de nuestras cegueras y tinieblas, de nuestras dudas e indecisiones, de nuestros fanatismos y prejuicios.

• Ven, Espíritu de fortaleza, para que venzamos nuestros miedos y debilidades, nuestros pesimismos y depresiones, nuestros apegos y ataduras, nuestras parálisis y turbaciones.

• Ven, Espíritu de piedad y santo temor, no nos dejes caer en autosuficiencia y el orgullo, y danos un corazón humilde y misericordioso, benévolo y protector para lo pequeños.

• Ven, Espíritu de consejo, de prudencia, de tolerancia, de paciencia, ayúdanos a ser guía para el que dude y maestro para el que no sabe.

• Ven, Espíritu de consuelo, de gozo íntimo y alegría desbordante. Enjuga nuestras lágrimas, cura nuestras heridas, mitiga nuestros dolores, transforma nuestros sufrimientos y que sepamos llevar consuelo a los demás, transmitir a toda alegría y esperanza. 

• Ven, Espíritu de amor, de ternura, de generosidad, de entrega. Haz arder nuestro corazón en tu santo fuego. Contágianos de tu misericordia y enséñanos a amar.

ACCION DE GRACIAS:

Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de vida”.

Creo en su soplo, lleno de fuerza, que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos y formar una comunidad de salvados.
Creo que él nos hizo renacer en las agua del bautismo y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo que el nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a Dios Padre y participar en el misterio de Cristo con la oración y los sacramentos.
Creo que él hace siempre actual la Palabra de Dios que se proclama en nuestras celebraciones y suscita nuevas energías para que luego sea vivida en nuestra existencia.

Creo que él es quien suscita y anima nuestra oración, para que sea “en espíritu y en verdad”: la oración de los hijos que se dirigen a Dios como a su Padre.
Creo que él, a cuantos cada domingo, participamos en la eucaristía, nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo en nuestra familia y en nuestra sociedad.

MONICIÓN FINAL:

Acabamos nuestra celebración recordando a todos los hombres y mujeres del mundo que desde su trabajo diario, su labor en la casa y su vida social anuncian a Cristo vivo y resucitado con la fuerza del Espíritu Santo, son los laicos comprometidos por un mundo mejor. Que también nosotros anunciemos con nuestras vidas lo que creemos por la fe.

La misa del domingo

Pentecostés
Domingo 31 de mayo de 2020

Hechos 2, 1 – 11.
Salmo 103. 1
Corintios 12, 3b – 7. 12 – 13. Juan 20, 19 – 23.

Celebramos hoy la solemnidad de Pentecostés. Una de las grandes fiestas de la Pascua, tras el Domingo de Resurrección y la Ascensión. En estas tres fiestas celebramos la resurrección de Jesucristo, pero destacando distintos aspectos de este misterio. Hoy se resalta que Dios nos regala el Espíritu Santo, un mismo espíritu para todo, pero que se nos muestra de diversas maneras.

Si observamos el relato de Hechos y el evangelio de Juan, parecen relatar el mismo suceso pero de una manera totalmente diferente. Todos están juntos en el mismo lugar. Los seguidores de Jesús están encerrados, parece que, con miedo, desconcertados, asustados y sin saber muy bien qué hacer y qué creer. Se encuentran paralizados ante el miedo, debido a lo que había sucedido con Jesús, su muerte crucificado.

En ese momento el viento, llenó toda la casa. Unas lenguas de fuego se posan en ellos, nos dice en Hechos. En el evangelio nos dirá que Jesús se hace presente ante ellos. Jesús se muestra como el resucitado. Aquel al que vieron morir, que parecía haber fracasado. Se muestra con las llagas del martirio, busca dar a entender que la persona con la que convivieron y a la que vieron proclamar la buena noticia, es la misma que tienen ahora delante, ha resucitado. Están llenos de miedo y desconcierto ante su presencia. Jesús, sin embargo, les trae la paz: “Paz a vosotros”. Y les entrega el Espíritu Santo, soplando a ellos, como lo hizo Dios en la creación del hombre, insufló su espíritu. Llega un nuevo tiempo, una nueva era, ¿una nueva creación?

Y ese mismo espíritu que se insufló a todos sus seguidores, que hizo crecer en ellos el amor, la alegría, la paz, la amabilidad, la bondad, el dominio de sí. Ese mismo espíritu está en todos los bautizados. En todos los creyentes. Hemos de mirarnos nuevamente en nuestro interior y mirar nuestro mundo para ver que estamos haciendo realmente con los dones de Dios.

Estos dones se manifiestan de diversas maneras en cada uno de nosotros. Desde cada sensibilidad, desde cada vocación, desde cada carisma, se busca llevar el amor de Dios a los demás por medio de su mensaje y de sus obras. Hemos de colaborar y entendernos para llevar a cabo esta misión. Unos tienen capacidad para explicar el mensaje de Dios, otros tienen capacidad para servir a los enfermos, otros a los hambrientos, otros a enseñar y educar, etcétera. Pero todos ellos lo hacen desde el amor de Dios, sabiendo que no son mejores o peores. Todos ellos tienen la misma misión, llevar el AMOR de Dios a todos, esforzarse por lograr un mundo mejor.

Hoy pedimos a Dios que nos inunde de amor, alegría, paz, amabilidad, bondad, capacidad de dominio de sí. Solo así mostraremos realmente la grandeza de Dios, que está realmente en nosotros.

Esta es la manera en la que realmente nace una verdadera Iglesia en Pentecostés. Una Iglesia que es misionera. “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. El Padre ha enviado al Hijo y éste nos envía a nosotros, para que llevemos la Buena Nueva a toda la creación. Jesús nos dice a cada uno: “Te necesito para que lleves la fe y el evangelio a todos: a tu familia, tu trabajo, tus amigos, la sociedad, … Te necesito”.

Que cada uno de nosotros, aceptando el regalo de Dios del Espíritu Santo, por medio de los diversos dones recibidos, esos dones que simplemente muestran la diversidad, la riqueza que hay en nosotros, continuemos la misión de Jesús, día tras día, buscando el bien común de toda la humanidad, mostrando y dando EL AMOR DE DIOS A TODA LA CREACIÓN, que nos ha sido regalado.

Germán Rivas, sdb

Gracias, Padre, por el Espíritu

Te bendecimos, Padre, por el don de la Santa Ruah
que, por tu Hijo, haces a la creación entera..

Lo hiciste al principio, en los orígenes de todo,
cuando incubabas el universo al calor del Espíritu
para que naciera un mundo de luz y de vida
que pudiera albergar al género humano.

Te damos gracias porque, mediante tu Espíritu,
lo sigues creando, conservando y embelleciendo,
para que nuestro caminar no sea triste y agorero
y podamos disfrutar de las primicias del Reino.

Te bendecimos por haber puesto tu Espíritu
en hombres y mujeres, niños y adultos;
y por el don continuo que de él has hecho
siempre en la historia humana:
Espíritu de fuerza en sus jueces y gobernantes;
Espíritu rector en sus líderes justos;
Espíritu creador en sus sabios investigadores;
Espíritu soñador en sus artistas y poetas;
Espíritu solidario en sus pobres pobres;
Espíritu de vida en el pueblo siempre.

Te bendecimos, sobre todo, por Jesucristo,
lo mejor de nuestro mundo,
el hombre «espiritual» por excelencia.
Vivió guiado por el Espíritu,
evangelizando a los pobres,
ayudando y fortaleciendo a todos…
hasta que, resucitado, comunicó a su Iglesia,
y a los que buscan con corazón sincero,
ese mismo Espíritu.

Te alabamos por la acción de tu Espíritu
en los profetas,
en los reformadores,
en los educadores,
en los revolucionarios,
en los mártires,
en los santos,
en todas las personas buenas…

Que el Espíritu nos dé fuerza para luchar
por la verdad, la justicia y el amor,
luz para comprender a todos,
ayuda para servir,
generosidad para amar,
solidaridad para vivir,
paciencia para esperar…

Padre, que tu Espíritu sople sobre la Iglesia,
dándole unidad y nueva savia evangélica;
que traiga la libertad, la igualdad y la fraternidad
a todos los pueblos, razas y naciones.

Y, finalmente, haznos sensibles
a la acción de tu Espíritu en el mundo y en la historia.
Ayúdanos a descubrirla en la ciencia,
en la cultura, en el trabajo, en la técnica,
en todo aquello en que el ser humano y el Espíritu
preparan conjuntamente el alumbramiento
de los nuevos cielos y la nueva tierra.

Te lo pedimos, Padre,
por Jesucristo, tu Hijo resucitado y hermano nuestro.
Amén.

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes VII de Pascua

«¿Me quieres más que…?»


       Parece que en el corazón de Pedro hay un problema que dificulta sus futuras responsabilidades comunitarias. Lo podríamos llamar «el-más-que». Es como una herida mal curada, que tiene que ver en parte con su orgullo personal, derivado de haber sido elegido por el Señor como «piedra» de su comunidad, y en parte con una mala comprensión de su autoridad o responsabilidad en ella. Y Jesús, con una infinita ternura y discreción, procura sanarlo y hacerle comprender su verdadera misión. Es una tentación siempre acechante para los pastores y responsables del Pueblo de Dios (clérigos y laicos), porque nos aleja del estilo y las opciones de Jesús.

       Resulta que Jesús -siendo el Hijo de Dios- nació en una cueva: fue «menos que» los demás, que sí habían encontrado acomodo en la posada o en algún otro lugar digno. Jesús en su primera noche en la tierra, y después tantas otras veces, fue»menos que» otros que sí tenían «dónde reclinar la cabeza». Y en el punto final de su vida, en la dura experiencia de la cruz,  «muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre». «Menos-que» un hombre.

       Los discípulos, nada menos que en plena última cena, discutían «quién era el más importante». Jesús les preguntó:  ¿Quién es el más importante, el que se sienta a la mesa o el que la sirve? No es acaso el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve (Lc 22,27), como el menos importante, el «menos-que». 

       Podemos recordar también aquella parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar. El fariseo no era como los demás, era «más-que», era «mejor que» el pobre desgraciado publicano que oraba en el último banco. Y su oración no fue escuchada. 

     Y sin olvidar que Jesús se rodeó durante su vida de los que «menos» importaban a los ojos de la sociedad y de la religión de entonces: prostitutas, leprosos, publicanos, cojos, ciegos…

      Pedro, en su impulsividad, había dejado salir una desagradable autosuficiencia, al considerarse «más-que» el resto de los discípulos: «Aunque todos te abandonen, yo no. Estoy dispuesto a dar mi vida por ti». O sea: «Yo más valiente y fiel que los demás». Pero a la hora de la verdad ni estaba tan dispuesto como pensaba, ni fue «más-que» ni mejor que los demás.

     Fue en el momento del lavatorio de pies cuando Pedro rechazó abiertamente la opción de Jesús por el «menos-que». Aquel gesto de lavar los pies, propio de esclavos, pretendía corregir la idea de «Maestro y Señor» que tenían los Doce: «Si yo, que soy el Maestro y Señor, os he lavado los pies»… Haced vosotros lo mismo. Poneos a los pies de los demás, servid, aliviad, cuidad… Sabéis que ningún esclavo es más importante (el «más-que») que su amo, y que ningún mensajero es más importante que quien lo envía. Si entendéis estas cosas, hacedlas. (Jn 13, 13-17. 37-38).Pero Pedro parece que no terminaba de entenderlo.

    Y Jesús decide ayudarle a bajarse de su «pedestal» antes de confirmarle en sus tareas como jefe del colegio apostólico. Empieza por preguntarle: «¿Me amas más que éstos?». Formula la pregunta hasta tres veces. Y por tres veces, cuando Pedro le responde (sin aludir a los demás, sin afirmar su «más que»), Jesús le dice: «pastorea, apacienta» a mis ovejas. Lo que necesito de ti no es que seas «más-que»  nadie, ni mejor que los demás, sino que aprendas que el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas, el que está pendiente de ellas, el que ni se mira a sí mismo, ni se compara con nadie, ni se considera más digno. Es decir: Pedro, ya que dices que me amas… que se te note en lo que yo te mando: que ames a los míos. Que, al igual que yo he guardado a los que me han sido encomendados por el Padre, ahora tú, Pedro (y luego el resto de apóstoles) tenéis la tarea de guardar y cuidar, apacentar un rebaño que es suyo, y al que tenemos que servir como si fuéramos el mismo Jesús. Sólo así puede entenderse la misión de Pedro, y de todo pastor o agente de pastoral. 

       Esta encomienda de Jesús debiera afectar mucho más a nuestro modo de estar con, entre y al servicio de la ovejas. Con menos «dignidades, distinciones, distancias, títulos….» y mucho más pendientes del rebaño, a pesar de todas nuestras fragilidades, y precisamente partiendo de ellas, porque eso nos hará más compasivos, más servidores, más humildes, más «pastores según el corazón de Dios».

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf