Vísperas – Miércoles XIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XIII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste.

que el agua del camino es amarga…, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombría y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste hasta la muerte triste…

El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…

Mas entonces me miras…, y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? +

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
+ El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda ofreceré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

LECTURA: St 1, 22.25

Llevad a la práctica la ley y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste será dichoso al practicarla.

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Que en todo sea glorificado el nombre del Señor, que atiende a su pueblo elegido con infinito amor. A él suba nuestra oración:

Muestra, Señor, tu caridad.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia:
— guárdala de todo mal y haz que crezca en tu amor.

Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como el único Dios verdadero,
— y a Jesucristo como el Salvador que tú has enviado.

A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes,
— y que tu bondad les dé la vida eterna.

Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren:
— alivia sus dificultades y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

En tu misericordia, acoge a los que hoy han muerto
— y dales posesión de tu reino.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio divina – Miércoles XIII de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 8,28-34
Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a la piara de puercos.» Él les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su territorio.

3) Reflexión

• El evangelio de hoy acentúa el poder de Jesús sobre el demonio. En nuestro texto, el demonio o el poder del mal es asociado con tres cosas: (a) Con el cementerio, el lugar de los muertos. La muerte que ¡mata la vida! (b) Con el cerdo, que era considerado un animal impuro. ¡La impureza que separa de Dios! (c) Con el mar, que era visto como símbolo del caos antes de la creación. El caos que destruyó la naturaleza. El evangelio de Marcos, de donde Mateo saca su información, asocia el poder del mal con un cuarto elemento que es la palabra Legión, (Mc 5,9), nombre de los ejércitos del imperio romano. El imperio que oprimía y que explotaba a la gente. Así se comprende como la victoria de Jesús sobre el demonio tenía un alcance enorme para la vida de las comunidades de los años setenta, época en que Mateo escribe su evangelio. Las comunidades vivían oprimidas y marginadas, por la ideología oficial del imperio romano y del farisaísmo que se renovaba. Este mimo significado y alcance sigue siendo válido para nosotros hoy.
• Mateo 8,28: El poder del mal oprime, maltrata y aliena a las personas. Este versículo inicial describe la situación antes de la llegada de Jesús. En la manera de describir el comportamiento de los endemoniados, el evangelista asocia el poder del mal con el cementerio y con la muerte. Es un poder mortal sin rumbo, amenazador, destructor y descontrolado, que da miedo a todos. Priva a la persona de su conciencia, del autocontrol y de la autonomía.
• Mateo 8,29: Ante la simple presencia de Jesús el poder del mal se desmorona y se desintegra. Aquí se describe el primer contacto entre Jesús y los dos poseídos. Es la total desproporción. El poder, que antes parecía tan fuerte, se derrite y se desmorona ante Jesús. Ellos gritan: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido para atormentarnos antes de tiempo?» Se dan cuenta de que perdieron poder.
• Mateo 8,30-32: El poder del mal es impuro y no tiene autonomía, ni consistencia. El demonio no tiene poder sobre sus propios movimientos. Consigue sólo entrar en los puercos con el permiso de Jesús. Una vez dentro de los puercos, éstos se precipitan a la mar. Según la opinión de la gente, el cerdo era símbolo de impureza que impedía al ser humano relacionarse con Dios y sentirse acogido por El. El mar era símbolo del caos que existía antes de la creación y que, según la creencia de la época, seguía amenazando la vida. Este episodio de los cerdos que se precipitan a la mar, es extraño y difícil de ser entendido. Pero el mensaje es muy claro: ante Jesús, el poder del mal no tiene autonomía, no tiene consistencia. Quien cree en Jesús, ha vencido ya el poder del mal y no tiene que temer.
• Mateo 8,33-34: La reacción de la gente del lugar. Alertado por los empleados que se ocupaban de los cerdos, la gente del lugar fue al encuentro de Jesús. Marcos informa que vieron “al endemoniado sentado, vestido y en perfecto juicio” (Mc 5,15). Pero ¡se quedaron sin los cerdos! Por esto, piden a Jesús que se vaya lejos. Para ellos, los cerdos eran más importantes que el ser humano que acababa de recobrar el juicio.
• La expulsión de los demonios. En el tiempo de Jesús, las palabras demonio Satanás, eran usadas para indicar el poder del mal que desviaba a las personas del buen camino. Por ejemplo, cuando Pedro tentó de desviar a Jesús, el fue Satanás para Jesús (Mc 8,33). Otras veces, aquellas mismas palabras eran usadas para indicar el poder político del imperio romano que oprimía y explotaba a la gente. Por ejemplo, en el Apocalipsis, el imperio romano se identifica con el “Diablo o Satanás” (Ap 12,9). Otras veces la gente usaba las mismas palabras para indicar los males y las enfermedades. Así se hablaba de demonio o espíritu mudo, espíritu sordo, espíritu impuro, etc. ¡Había mucho miedo! En el tiempo de Mateo, segunda mitad del primer siglo, el miedo a los demonios estaba aumentando. Algunas religiones, venidas de Oriente, divulgaban un culto a los espíritus. Enseñaban que gestos errados podían irritar a los espíritus, y éstos para vengarse, podían impedir nuestro acceso a Dios y privarnos de los beneficios divinos. Por esto, a través de ritos y oraciones, plegarias y ceremonias complicadas, la gente trataba de aplacar a esos espíritus o demonios, para que no perjudicaran la vida humana. Estas religiones, en vez de liberar a la gente, alimentaban el miedo y la angustia. Ahora bien, uno de los objetivos de la Buena Nueva de Jesús era ayudar a la gente a liberarse de este miedo. La llegada del Reino de Dios significó la llegada de un poder más fuerte. Jesús es “el hombre más fuerte” que llega para amarrar a Satanás, al poder del mal, y robarle la humanidad prisionera del miedo (cf. Mc 3,27). Por ello, los evangelios insisten en la victoria de Jesús sobre el poder del mal, sobre el demonio, sobre Satanás, sobre el pecado y sobre la muerte. Era para animar a las comunidades a vencer este miedo al demonio. Y hoy, ¿Quién de nosotros puede decir: “Soy totalmente libre”? ¡Nadie! Entonces, si no soy totalmente libre, alguna parte en mí es poseída por otros poderes. ¿Cómo expulsar estos poderes? El mensaje del evangelio de hoy sigue siendo válido para nosotros.

4) Para la reflexión personal

• ¿Qué es lo que hoy está oprimiendo y maltratando a la gente? ¿Por qué hoy, en ciertos lugares, se habla tanto de expulsión de demonios? ¿Es bueno insistir tanto en el demonio? ¿Qué piensas tú?
• ¿Quién de nosotros puede decir que es totalmente libre o liberado? ¡Nadie! Entonces todos estamos un poco poseídos por otros poderes que ocupan algún espacio dentro de nosotros. ¿Cómo hacer para expulsar este poder dentro de nosotros y dentro de la sociedad?

5) Oración final

Es Yahvé clemente y compasivo,
tardo a la cólera y grande en amor;
bueno es Yahvé para con todos,
tierno con todas sus creaturas. (Sal 145,8-9)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 37-42

37Y viene y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No has tenido fuerzas para velar ni una hora? 38Velad y orad para que no caigáis en la tentación: el espíritu está presto, pero la carne es débil”. 39Y, yéndose de nuevo, oraba diciendo las mismas palabras.

40Y viniendo de nuevo, los encontró dormidos, porque sus ojos estaban sobrecargados, y no sabían qué responderle.

41Y viene por tercera vez y les dice: “¿Vais a dormir y descansar el resto de la noche? ¿Acaso está lejos [la hora]? ¡Ha venido la hora! He aquí que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores. 42¡Levantaos, vámonos! He aquí que está llegando el que me entrega!”.

14,37-42: Jesús, sin embargo, no obtiene ayuda de sus seguidores en tiempo de necesidad. La segunda mitad de la perícopa se centra en los intentos infructuosos de Jesús de despertarlos para que le ofrezcan compañía y salvaguardar así la propia salud espiritual de sus discípulos. Este intento comienza cuando Jesús vuelve de su oración, en la que invoca a su Padre (Abba) y encuentra a sus discípulos dormidos (14,37a). Es el segundo indicio (el primero fue la conclusión de la plegaria misma) de que la respuesta a su oración será un «no»; Dios no apartará la copa del sufrimiento de Jesús, ni proveerá compañía durante sus pruebas. Así pues, esta sección del relato de Getsemaní ha sido titulada con acierto «El silencio de Dios». Jesús, en medio de este terrible silencio divino y confrontado al grupo durmiente de sus antiguos devotos, se dirige a Pedro con palabras pensadas para todos los discípulos, como evidencia el cambio de la segunda persona singular en 14,37bc a la segunda plural en 14,38. Pedro sigue siendo así el discípulo representativo. Representa a un grupo de apóstoles que vacila en el borde de la apostasía, como se pondrá de manifiesto en las escenas siguientes, cuando los Doce huyan tras el prendimiento de Jesús (14,50; también 14,52) y Pedro lo niegue (14,66-72). Tal vez Jesús, al dirigirse a Pedro con su antiguo nombre, «Simón», esté insinuando esta incipiente apostasía; en vez de ser el «Roca», el fundamento eclesiástico del edificio de Jesús para la nueva edad, Pedro corre el peligro de volver a caer en la antigua, donde Satanás tiene el mando.

El retorno de Jesús a donde están los discípulos comienza con palabras que despiertan a Pedro y a la vez le informan de su estado: «¿Duermes? ¿No has tenido fuerzas para velar ni una hora?» (14,37bc). Pedro ha estado durmiendo en más de un sentido. Moviéndose desde el reproche hasta el remedio, Jesús prescribe vigilancia y oración de modo que no flaqueen en la prueba: «El espíritu está presto, pero la carne es débil» (14,38ab). Aquí se emplea de nuevo una locución escatológica; peirasmos es un término técnico para «la hora de la prueba que viene sobre el mundo entero, para probar a los habitantes de la tierra» (Ap 3,10).

El marco de guerra escatológica ayuda a explicar el creciente frenesí, implícito en los movimientos de Jesús al final de la escena. Este movimiento acelerado comienza con Jesús que se aleja para rezar por segunda vez, utilizando las mismas palabras que antes (14,39); por tanto, Jesús busca aún la huida de «la hora» y de «la copa».

Cuando vuelve de nuevo a los discípulos, encuentra que sus ojos están «sobrecargados» (14,40), otra indicación probable de tribulación escatológica y de la opresión satánica. Así pues Jesús, que sufre todavía por su aislamiento y por el peso de la crisis escatológica, despierta al parecer a los discípulos una vez más, aunque no se relate. Su respuesta perpleja («y no sabían qué responderle», 14,40c) evoca la escena de la Transfiguración en 9,6: no comprenden la gloria transcendente de Jesús, ni su vulnerabilidad humana, aunque estas sean características inseparables de la nueva edad de Dios. El siguiente versículo (14,41a) implica que Jesús, incapaz de despertarlos para la acción, se marcha a rezar por tercera vez; los lectores atentos pueden vincular así la experiencia de Jesús en Getsemaní con un modelo bíblico de petición angustiada y triple (cf. Sal 55,17; 2Cor 12,8-9). Las palabras de conclusión de Jesús manifiestan que acepta su destino.

Este sustancial anuncio conclusivo tiene varios aspectos importantes. Primero, proclama el advenimiento escatológico: «¡Ha llegado la hora!» (14,41b). Segundo, vincula este advenimiento con la «entrega» del Hijo del Hombre a los «pecadores» presumiblemente para ser asesinado (14,41c). Sin embargo, el rompecabezas teológico central del pasaje es lo que se dice del Hijo del Hombre, a saber, que va a ser «entregado en manos de los pecadores» (14,41c). La expresión «entregado en manos de» es frecuente en el AT. El sujeto explícito o implícito es generalmente Dios, que entrega a sus enemigos en manos de Israel en la guerra santa, o que entrega a Israel a sus enemigos cuando ha pecado y merece el castigo. «Entregar en manos de», por tanto, es lo contrario de la salvación y el equivalente del juicio. Por esta razón, lo que Jesús profetiza es lo contrario de lo que el fiel espera; nuestro pasaje representa una inversión de lo que se esperaba normalmente para el eschaton: los pecadores serían entregados al justo, no al contrario.

Es más paradójico hablar del Hijo del Hombre que va a ser entregado en manos de los pecadores. Constituye una llamativa inversión de Dn 7,13-14, donde se entrega a «un como un hijo de hombre el reino, la gloria y la realeza; y todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán», incluidas las perversas naciones que han oprimido a Israel. Así, la esperanza veterotestamentaria era que Dios habría de entregar a las naciones pecadoras en manos del Hijo de Dios / Hijo del Hombre; sin embargo, en nuestro pasaje Jesús anuncia lo contrario: el Hijo del Hombre está a punto de ser entregado en manos de los pecadores. Al hacerlo así, obrará una salvación diferente, al aceptar el juicio divino que va unido a la idea de ser entregado en manos de los pecadores.

Mas para que Jesús cumpla este acto de salvación, debe morir; y para que esto ocurra, debe ser entregado a las autoridades por alguien de su círculo íntimo. En la conclusión de nuestro texto se anuncia esta traición como inminente (14,42b), y sucederá inmediatamente en el siguiente pasaje.

Comentario – Miércoles XIII de Tiempo Ordinario

El relato de Mateo da cuenta de un curioso exorcismo. Dos endemoniados, calificados de furiosos,  salen al encuentro de Jesús nada más desembarcar éste en la región de los gerasenos. Vivían en el cementerio y provocaban verdadero pánico, porque se comportaban como locos

Los endemoniados, nada más ver a Jesús, lo reconocen y hacen ante él un curioso acto de fe: ¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo? Resulta extraño ver al demonio –puesto que por boca de los endemoniados habla el mismo demonio que los posee- reconociendo en Jesús al Hijo de Dios, que ha venido a librar batalla contra él y a expulsarle de sus dominios, esas personas de las que ha tomado injustamente posesión como si fueran botines de guerra. La presencia del Salvador en el mundo se convierte así en una especie de anticipo temporal de los tormentos que ha de padecer en el infierno.

Los demonios, que ya presienten la orden inapelable del reconocido por ellos mismos como Hijo de Dios –por tanto, con el poder de su Creador- le ruegan que les permita al menos tomar posesión de unos cerdos que estaban hozando en aquella región, como si su existencia no pudiera entenderse sino estando en posesión de alguien o teniendo dominio en algún lugar de este mundo. Jesús les permite este desplazamiento y los demonios, expulsados de sus posesiones, se meten en los cerdos que se abalanzan acantilado abajo hasta ahogarse en las aguas del fondo. Pero aquello ahuyentó a los porquerizos que, amedrentados, corrieron al pueblo y contaron lo sucedido a todos los vecinos. Entonces el pueblo entero salió adonde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

Tanto la muerte accidentada de los cerdos como la milagrosa y repentina curación de los endemoniados les asustaba, del mismo modo que nos asusta lo inusitado, lo incontrolable, lo sobrenatural. Y allí se habían dado cita fuerzas sobrenaturales de diferente signo que no podían sino causar desasosiego a los habitantes de aquel territorio. Es verdad que la presencia de Jesús había traído la liberación a aquellos pobres endemoniados, pero no sin daños colaterales. Los porquerizos de aquellas tierras habían perdido en pocos segundos toda una explotación de cerdos con el consiguiente quebranto económico para ellos y sus familias. Demasiadas cosas para no sentirse estremecidos y temerosos. Demasiadas alteraciones para sus vidas ordinarias y apacibles. Por eso le ruegan que se marche del país, pues su presencia les resultaba muy inquietante.

Esto mismo es lo que sucede con Jesús cuando le dejamos entrar en nuestras vidas: que sana y libera, sana de enfermedades y libera de dominios maléficos, pero al mismo tiempo introduce alteraciones y pérdidas, y nos arrebata el control de tales vidas obligándonos a vivir en cierto modo a la intemperie, sin lugar en el que establecernos, sin seguridades en las que apoyarnos, sin riendas que manejar. Son los efectos colaterales de su actuación misericordiosa y salvífica, que no por eso deja de ser salvífica. No hagamos como los vecinos que aquel pueblo de Gerasa, que le ruegan que abandone el país y, consecuentemente, sus vidas, porque les ha arrebatado momentáneamente sus seguridades, porque les ha intranquilizado con su actuación. Nuestras vidas estarán siempre más seguras con él que sin él. Y por encima de todo estará más segura nuestra salvación, pues sólo con él dispondremos de poder para vencer las acechanzas del enemigo.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

112. Las actividades de suplencia.

En situaciones de carencia de sacerdotes y diáconos, el Obispo podrá solicitar a los laicos particularmente preparados que ejerzan de manera supletoria algunas tareas propias de los ministros sagrados. Estas son: el ejercicio del ministerio de la predicación (nunca, sin embargo, predicar la homilía),(329) la presidencia de las celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote,(330) el ministerio extraordinario de la administración de la comunión,(331) la asistencia a los matrimonios,(332) la administración del Bautismo,(333) la presidencia de las celebraciones de las exequias(334) y otras.(335) Estas tareas deberán realizarse según los ritos prescritos y según las normas de la ley universal y particular.

Tal fenómeno, si por una parte es motivo de preocupación porque es consecuencia de un insuficiente número de ministros sagrados, de otra, evidencia la generosa disponibilidad de los laicos, dignos por ello de encomio. Vigile el Obispo para que dichos encargos no creen confusión entre los fieles en relación con la naturaleza y el carácter insustituible del sacerdocio ministerial, esencialmente distinto del sacerdocio común de los fieles. Por lo tanto, será necesario evitar que se establezca de hecho “una estructura eclesial de servicio paralela a aquella fundada en el sacramento del Orden”(336) o se atribuyan a los laicos términos o categorías que corresponden únicamente a los clérigos, como capellán, pastor, ministro, etc.(337) Con esta finalidad, vigile atentamente el Obispo “para que se evite un fácil y abusivo recurso a presuntas ‘situaciones de emergencia’, allí donde objetivamente no existen o donde es posible obviarlas con una programación pastoral más racional”.(338)

Para el ejercicio de tales funciones, se requiere un mandato extraordinario, conferido temporalmente, según la norma del derecho.(339) Antes de concederlo, el Obispo deberá asegurarse, personalmente o mediante un delegado, de que los candidatos tengan las condiciones idóneas. Ponga gran cuidado en la formación de estas personas, a fin de que ejerzan tales tareas con el adecuado conocimiento y con plena conciencia de la propia dignidad. Provea, además, para que sean apoyados por ministros sagrados responsables de la cura de almas.(340)


329 Cf. Codex Iuris Canonici, cans. 766 y 777. Se debe tener presente que los laicos no pueden hacer la homilía. Esta norma no es dispensable por el Obispo diocesano.

330 Cf. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio para las celebraciones dominicales sin presbítero.

331 Según el Responsum del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos, del 1.VI.1988, el ministro extraordinario de la Eucaristía no debe administrar la comunión cuando en el lugar de la celebración haya un ministro sagrado que puede hacerlo. Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Dominicae Coenae.

332 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 1112.

333 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 861; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Ritual Romano, Ordo Baptismi parvulorum, Praenotanda, 16-17.

334 Cf. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Ritual Romano, Ordo exequiarum, Praenotanda, 19.

335 Cf. Codex Iuris Canonici, cans. 230 § 3; 517 § 2; 943.

336 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici, 23.

337 Sobre el significado de la suplencia laical, la relación con el sacramento del Orden y la correcta interpretación de algunas disposiciones del Codex Iuris Canonici, cf. la Instrucción Ecclesiae de Mysterio de algunas Congregaciones de la Curia Romana.

338 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici, 23; cf. Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 29-33; Congregación para el Clero, Carta circular El presbítero maestro de la Palabra, ministro de los sacramentos y guía de la comunidad en vista del tercer milenio cristiano.

339 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici, 23.

340 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici, 23.

Comentario Domingo XIV de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Queremos, Señor Jesús, escucharte en tu Palabra.

Y escuchándola, sintonizar con tu corazón de Hijo confiado en el Padre del cielo, aprender a orar Contigo, a esperar con paciencia activa, a amar y a perdonar sin cansarnos.

Saber una y otra vez cuánto te importa cada hombre y cada mujer, cuánto te interesa nuestra propia paz y felicidad.

Enséñanos, Jesús, Señor y Hermano nuestro, a conocerte a través de tu evangelio. ASI SEA.

 

Mt 11, 25-30

«25En aquel tiempo, respondiendo, Jesús dijo: “Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a pequeños. 26Sí Padre, porque así ha sido tu complacencia.

27Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

28Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras vidas. 30Porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Hasta el capítulo 11 el evangelio de Mateo presenta el proyecto evangelizador de Jesús. Desde 4,17, momento en que comienza su misión pública, el proyecto evangelizador se basa en la proclamación del evangelio mediante la enseñanza (cap. 5-7) y las curaciones (cap. 8-9) y culmina en el envío de los discípulos (cap. 10) que había elegido (4,18-22). Pues bien, a partir del capítulo 11 comienzan las reacciones a dicho proyecto de Jesús. Son siempre reacciones más o menos negativas, que ponen en duda o rechazan el programa de Jesús. Comienza con Juan Bautista (11,2-15), sigue con la generación presente (11,16-19) y termina con las ciudades “impenitentes” (11,20-24). Pero, frente a las dudas o el rechazo, el capítulo 11 termina con el texto que hoy contemplamos, reafirmando la identidad de Jesús como Hijo enviado del Padre y la validez de su proyecto. El capítulo 12 continuará con las reacciones, en este caso de los fariseos, empeñados en no querer reconocer ni aceptar la misión de Jesús ni su persona (12,1-14).

 

TEXTO

El evangelio de hoy está formado por dos breves perícopas, la primera centrada en el Padre (5 veces “Padre” + “Señor”) y la segunda, centrada en Jesús (5 veces “mi” + “yo”). La primera perícopa (vv. 25-27) es una oración de acción de gracias en la que Jesús hace descansar en la complacencia del Padre las cosas que le están sucediendo: que los sabios y entendidos le rechazan pero es acogido por los pequeños (= “la gente de la tierra”). Jesús se autoproclama revestido de toda autoridad (cf. 28,18) y único mediador para revelar a Dios Padre. Es el Padre el que permite que las cosas sucedan como suceden; es el Padre el que otorga todo a su Hijo; es el Padre el que lo conoce y permite que lo pueda revelar. Todo permanece en la órbita del Padre, fuente de todo para Jesús. En cambio, la segunda perícopa (vv. 28-30) se centra en Jesús y en su proyecto (= “Yugo”). Jesús, manso y humilde corazón, se nos ofrece como nuestro “descanso”, un término que evoca la paz interior, la armonía vital, la serenidad para afrontar las dificultades de la vida.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• En un momento de dificultades en la misión de Jesús, este se dirige al Padre con una acción de gracias. No deja de ser paradójico y nos espolea para que nuestra confianza en Dios no decaiga a pesar de los problemas con que nos encontremos. Esa confianza tan tenaz está basada en el “conocer”, utilizado en su sentido semítico de “estar en relación con”. Solo una vida “habitada” por Dios es capaz de mantenerse en pie cuando llegan las dudas, la oposición o el rechazo. El “conocer” está relacionado con el “revelar”. Jesús nos revela, nos hace conocer, nos pone en relación profunda con Dios.

• Uno de los pocos textos en los que se habla del interior de Jesús: es manso y humilde de corazón. No son, pues, valores o virtudes sin más: son las que caracterizan a Jesús y deben caracterizar a sus seguidores.

• La invitación de Jesús (“venid a mí”) promete descanso, esa paz y serenidad que proceden de una correcta relación con Dios. La experiencia de Dios trae serenidad y armonía a la vida personal y comunitaria, y una medida para saber si nuestra experiencia de Dios es la correcta radica precisamente en la paz y armonía con que vivimos. La “carga” de Jesús es ligera: el proyecto de Jesús y su empeño por el Reino no conlleva “líos y agobios” sino plenitud de ser.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis – Domingo XIV de Tiempo Ordinario

XIV domingo del Tiempo Ordinario
5 de Julio 2020

Lecturas: Zacarías 9, 9-10; Salmo 144; Romanos 8:9, 11-13; Mateo 11:25-30

Vengan a mí y descansen

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera».

Reflexión

Jesús siempre alivia los agobios y cansancios de los problemas de nuestra vida diaria, tanto los que llegan de afuera, como los que nos buscamos nosotros mismos por nuestra predisposición al orgullo, egoísmo, o al deseo de control.

¿Se recuerdan de algún momento donde se han sentido muy cansado? ¿Han observado que algunas personas se ponen de muy mal humor cuando están cansados? ¿Les ha ocurrido esto a ustedes? ¿Que los descansa? ¿Que les preocupa? Jesús siempre está listo ayudarnos. Pídele que el siempre nos oye. Compartir

Actividades

Levar al grupo unas tarjetas en blanco. Pedirles a los niños que escriban en ellas lo que ellos podrían hacer para que sus mamas, papas maestros y el resto de los mayores en sus familias puedan descansar. Compartir lo que cada uno ha escrito y luego colocar En el altar del grupo las tarjetas como señal de su compromiso para esta semana. Orar juntos

Oración

Jesús te damos gracias por ser tan suave y amable siempre con nosotros. Ayúdanos a siempre poder abrirte nuestro corazón para contarte las cosas que nos preocupan en nuestra casa y en nuestra escuela. Enséñanos a ser amables y cariñosos como Tu. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

El Evangelio revelado a los sencillos – Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado a mí mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Explicación

Un día Jesús explicaba a los apóstoles que tenían que dar gracias a Dios por haber creído en Jesús. Pero creer en Jesús a veces trae dificultades por eso les animaba también a estar alegres y superarlas, pues Él estaba a su lado y les servía de ejemplo.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

DÉCIMOCUARTO DOMINGO: TIEMPO ORDINARIO -“A” (Mt.11, 25-30)

NARRADOR: En aquel tiempo, exclamó Jesús:

JESÚS: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.

DISCÍPULO 1º: Maestro ¿nos quieres decir que solamente la gente sencilla puede llegar a conocer a Dios?

DISCÍPULO 2º: ¿Cómo te oigan los fariseos y los maestros de la ley, ya verás?

JESÚS: Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo, ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

DISCÍPULO 1º: Maestro, ¿a nosotros nos lo vas a revelar?

JESÚS: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

DISCÍPULO 2º: Nosotros ya estamos contigo y, a veces, nos traes por la calle de la amargura, pero ya veo que lo que quieres es que te sigamos y así encontraremos el sentido de nuestra vida.

DISCÍPULO1º: Y haciendo lo que nos dices ¿seremos felices?

JESÚS: Ya lo comprobaréis… Veo que vais entendiendo, poco a poco, lo que estoy viviendo con vosotros y lo que os quiero transmitir.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XIII de Tiempo Ordinario

      Conviene que nos detengamos por un momento en la primera lectura. No es difícil de comprender como otras lecturas de los profetas. Va directo al centro de la cuestión: “Buscad el bien y no el mal, y viviréis.” Aquí podríamos terminar el comentario porque de golpe hemos  entrado en lo más importante de nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, con los que nos rodean y hasta con este planeta. “Buscar el bien y no el mal” es la clave para caminar por la vida. Dios no espera de nosotros ni necesita que cantemos a cuatro veces un aleluya permanente. Las nubes de incienso de nuestras celebraciones no llegan al cielo. Se quedan bastante más abajo. Lo que sí llega al cielo es cuando me esfuerzo por hacer el bien y renuncio a hacer el mal, cuando ayudo al hermano o hermana en lugar de quitarle lo poco que tiene, cuando cuido este mundo porque es la casa común que Dios nos ha regalado a todos,, cuando abro las puertas de mi casa y de mi corazón para escuchar y acoger de verdad al que viene cansado y agobiado. Todo eso es hacer el bien. No es tan difícil saber cuando hacemos el bien y cuando no. 

      La primera lectura se cierra con una frase que también conviene que guardemos en el corazón. “Retirad de mi presencia el estruendo del canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como agua el juicio, la justicia como arroyo perenne.” Conclusión: ser justos y obrar la justicia es la mejor forma de alabar a Dios. Mejor que la cítara y los cantos y los inciensos y los golpes de pecho. 

      Claro que a veces obrar la justicia, ayudar al hermano me/nos trae malas consecuencias y dificultades para nuestra vida. ¡Qué le vamos a hacer! No iba a ser tan fácil seguir el camino de Jesús. El Evangelio es un ejemplo claro. Jesús cura al endemoniando. Era un hombre que sufría y eso, para Jesús es suficiente para actuar. Pero al pueblo no le gustó lo que había hecho Jesús. Entre el endemoniado y la piara, no tuvieron muchas dudas: preferían la piara.  Ya estaban acostumbrados al sufrimiento de aquel hombre. Lo podían soportar. Pero perder la piara… eso ya era demasiado. Así que rogaron a Jesús que se fuese del país, que dejase de molestar, que estaban tranquilos como estaban antes con su endemoniado y su piara de cerdos. 

      A veces nos pasa a nosotros algo parecido. Antes que asumir las incomodidades de hacer el bien preferimos la comodidad de seguir como estábamos. Con nuestros endemoniados pero también con nuestra piara. Pero ese no es el camino de Jesús. 

Fernando Torres, cmf