Vísperas – Martes XIV de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MARTES XIV de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

La noche no interrumpe
tu historia con el hombre;
la noche es tiempo
de salvación.

De noche descendía tu escala misteriosa
hasta la misma piedra donde Jacob dormía.

La noche es tiempo
de salvación.

De noche celebrabas la Pascua con tu pueblo,
mientras en las tinieblas volaba e exterminio.

La noche es tiempo
de salvación.

Abrahán contaba tribus de estrellas cada noche;
de noche prolongabas la voz de la promesa.

La noche es tiempo
de salvación.

De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre,
de noche eran los sueños tu lengua más profunda.

La noche es tiempo
de salvación.

De noche, en un pesebre, nacía tu Palabra;
de noche lo anunciaron el ángel y la estrella.

La noche es tiempo
de salvación.

La noche fue testigo de Cristo en el sepulcro;
la noche vio la gloria de su resurrección.

La noche es tiempo
de salvación.

De noche esperaremos tu vuelta repentina,
y encontrarás a punto la luz de nuestra lámpara.

La noche es tiempo
de salvación. Amén.

SALMO 48: VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, 
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

SALMO 48

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaban:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

LECTURA: Rm 3, 23-25a

Todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados, gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto.

RESPONSORIO BREVE

R/ Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
V/ Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.

R/ De alegría perpetua a tu derecha.
V/ En tu presencia, Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz con nosotros, Señor, obras grandes, porque eres poderoso, y tu nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz con nosotros, Señor, obras grandes, porque eres poderoso, y tu nombre es santo.

PRECES

Alabemos a Cristo, pastor y guardián de nuestras vidas, que vela siempre con amor por su pueblo, y, poniendo en él nuestra esperanza, digámosle suplicantes:

Protege a tu pueblo, Señor.

Pastor eterno, protege a nuestro obispo (…)
— y a todos los pastores de la Iglesia.

Mira con bondad a los que sufren persecución
— y líbralos de todas sus angustias.

Compadécete de los pobres y necesitados
— y da pan a los hambrientos.

Ilumina a los cuerpos legislativos de las naciones,
— para que en todo legislen con sabiduría y equidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

No olvides, Señor, a los difuntos redimidos por tu sangre
— y admítelos en el banquete de las bodas eternas.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común de todos:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, Señor del día y de la noche, humildemente te pedimos que la luz de Cristo, verdadero sol de justicia, ilumine siempre nuestras vidas, para que así merezcamos gozar un día de aquella luz en la que tú habitas eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes XIV de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída; concede a tus fieles la verdadera alegría, para que, quienes han sido librados de la esclavitud del pecado, alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Mateo 9,32-38
Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel.» Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.» 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy presenta tres hechos: (a) la curación de un endemoniado mudo (Mt 9,32-34) y (b) un resumen de las actividades de Jesús (Mt 9,35-38). Estos dos episodios enmarcan la parte narrativa de los capítulos 8 y 9 del evangelio de Mateo, en la que el evangelista trata de mostrar cómo Jesús practicaba las enseñanzas dadas en el Sermón de la Montaña (Mt 5 a 7). En el capítulo 10, cuya meditación empieza en el evangelio de mañana, veremos el segundo gran discurso de Jesús: el Sermón de la Misión (Mt 10,1-42).
• Mateo 9,32-33a: La curación de un mudo. En un único versículo, Mateo nos dice que un endemoniado mudo fue presentado ante Jesús, y que Jesús expulsa el demonio y el mudo empieza de nuevo a hablar. Lo que impresiona en la actitud de Jesús, aquí y en todos los cuatro evangelios, es el cuidado y el cariño con las personas enfermas. Las enfermedades eran muchas, y no existía la seguridad social. Las enfermedades no eran sólo corporales: mudez, parálisis, lepra, ceguera y muchos otros males. En el fondo, estos males eran apenas una manifestación de un mal mucho más amplio y más profundo que arruinaba la salud de la gente, a saber, el abandono total y el estado deprimente y no humano en que se veía obligada a vivir. Las actividades y las curaciones de Jesús se dirigían no sólo contra las deficiencias corporales, sino también y sobre todo contra ese mal mayor del abandono material y espiritual en que la gente se veía obligada a pasar los pocos años de su vida. Pues, además de la explotación económica que robaba la mitad de los ingresos familiares, la religión oficial de la época, en vez de ayudar a la gente a encontrar en Dios la fuerza y a tener esperanza, enseñaba que las enfermedades eran un castigo de Dios por el pecado. Aumentaba en la gente el sentimiento de exclusión y de condena. Jesús hacía lo contrario. La acogida llena de ternura y la curación de los enfermos formaban parte del esfuerzo más amplio para rehacer la relación humana entre las personas y reestablecer la convivencia comunitaria en los poblados y en las aldeas de su tierra, Galilea.
• Mateo 9,33b-34: La doble interpretación de la curación del mudo. Ante la curación del endemoniado mudo, la reacción de la gente es de admiración y de gratitud: “¡Nunca se vio cosa semejante en Israel!” La reacción de los fariseos es de desconfianza y de malicia: “Por el príncipe de los demonios expulsa a los demonios” No pudiendo negar los hechos que producen la admiración de la gente, la única manera que los fariseos tienen para neutralizar la influencia de Jesús ante la gente es atribuir la expulsión al poder del maligno. Marcos trae una larga argumentación de Jesús para poner de manifiesto la malicia y la falta de coherencia de la interpretación de los fariseos (Mc 3,22-27). Mateo no trae ninguna respuesta de Jesús a la interpretación de los fariseos, pues cuando la malicia es evidente, la verdad brilla por si misma.
• Mateo 9,35: Incansable, Jesús recurre los poblados. Es bonita la descripción de la actividad incansable de Jesús, en la que se manifiesta la doble preocupación a la que aludimos: la acogida llena de ternura y la curación de los enfermos: “Jesús recorría todas las ciudades y poblados enseñando en las sinagogas, propagando la Buena Nueva del Reino, y curando todo tipo de dolencia y enfermedad”. En los capítulos anteriores, Mateo había aludido ya a esta actividad ambulante de Jesús por los poblados de Galilea (Mt 4,23-24; 8,16).
• Mateo 9,36: La compasión de Jesús. “Y al ver la muchedumbre, sintió compasión por ella porque estaban vejados y abatidos, como ovejas sin pastor”. Los que debían ser los pastores no eran pastores, no cuidaban del rebaño. Jesús trata de ser el pastor (Jn 10,11-14). Mateo ve aquí la realización de la profecía del Siervo de Yahvé “Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias” (Mt 8,17 e Is 53,4). Al igual que Jesús, la gran preocupación del Siervo era “encontrar una palabra de consuelo para quien estaba desanimado” (Is 50,4). La misma compasión para con el pueblo abandonado, Jesús la mostró en ocasión de la multiplicación de los panes: son como ovejas sin pastor (Mt 15,32). El evangelio de Mateo tiene una preocupación constante en revelar a los judíos convertidos de las comunidades de Galilea y de Siria que Jesús es el Mesías anunciado por los profetas. Por esto, frecuentemente, muestra cómo en las actividades de Jesús se realizan las profecías (cf. Mt 1,23; 2,5.15.17.23; 3,3; 4,14-16; etc.).
• Mateo 9,37-38: La mies es mucha y los obreros son pocos. Jesús transmite a los discípulos la preocupación y la compasión que lo animan por dentro: «La mies es mucha y los obreros son pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” 

4) Para la reflexión personal

• Compasión ante la multitud cansada y hambrienta. En la historia de la humanidad, nunca hubo tanta gente cansada y hambrienta como ahora. La TV divulga los hechos, pero no ofrece respuesta. Los cristianos ¿tenemos esa misma compasión de Jesús y sabemos irradiarlas a los demás?
• La bondad de Jesús para con los pobres molestaba a los fariseos. Ellos recurren a la malicia para deshacer y neutralizar el malestar causado por Jesús. ¿Hay muchas actitudes buenas en las personas que me incomodan? ¿Cómo las interpreto: con admiración agradecida como la gente o con malicia como los fariseos? 

5) Oración final

¡Cantadle, tañed para él,
recitad todas sus maravillas;
gloriaos en su santo nombre,
se alegren los que buscan a Yahvé! (Sal 105,2-3)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

3.- PESCADORES DE HOMBRES

Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20

Los discípulos que le habían seguido desde Galilea volvieron a su trabajo. Jesús, solo, continuó predicando en las sinagogas de Galilea y también hacía milagros.

Un día, mientras caminaba junto al mar de Galilea, se encontró a Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo: Seguidme y os haré pescadores de hombres. Con toda probabilidad estaban esperando esta llamada, porque, al instante, dejaron las redes y le siguieron. No se lo pensaron mucho. El mismo día, un poco más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Y, lo mismo que los anteriores, al instante, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron[1]. Estos dos nuevos discípulos eran de una familia acomodada. Su madre, Salomé, siguió también a Jesús, sirviéndole con sus bienes en Galilea y en Jerusalén, y acompañándole hasta el Calvario.

Estos cuatro discípulos ya conocían a Jesús, y habían sentido por Él una atracción indescriptible. El Señor los había ido preparando poco a poco para la llamada definitiva. Lo más probable es que, una vez en Cafarnaún, después del viaje a través de Samaria, volvieran a sus casas y a sus tareas, aunque hemos de pensar que acompañarían al Maestro en alguno de sus recorridos y tendrían con Él charlas inolvidables, en las que se iba preparando su alma para una entrega definitiva. Ahora ya ha llegado el momento de dejarlo todo por Él[2].

San Mateo emplea la misma expresión que la usada para quienes seguían a un maestro: se fueron detrás de Él, le siguieron. La primera invitación en Judea, descrita por san Juan, pudo ser sencillamente una llamada a la fe en Jesús Mesías. Habían pasado a ser discípulos del nuevo Maestro, como antes lo habían sido del Bautista. Ahora se trata de una llamada a permanecer con Él, tomando parte en los trabajos apostólicos. Vendrá otra tercera llamada para formar parte de los Doce.

En esta escena se nos muestra cómo en el seguimiento de Jesús lo determinante no es la decisión del discípulo, sino la voluntad de Jesús que elige. La iniciativa está de su parte. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, les dirá más tarde. La elección fue siempre cosa del Señor. Por eso, cuando hubo que cubrir la vacante que dejó Judas echan suertes, remitiendo la decisión a Dios. Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título. Pablo comienza así sus cartas: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el evangelio de Dios[3]. Llamado y elegido no por los hombres ni por obra de los hombres, sino por Jesucristo y Dios Padre[4].

Jesús llama, como llamó Dios a Moisés, a Samuel, a Isaías…, sin que los llamados merecieran en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos. San Pablo lo dice explícitamente: nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio[5].

La relación entre Jesús y sus discípulos se diferencia claramente de la existente entre un maestro judío rabínico y los suyos, ya que en este caso los discípulos buscaban a su rabí y solían elegir a aquel de quien esperaban aprender más cosas o con el que simpatizaban más, pudiendo luego dejarlo por otro. Jesús, en cambio, une sus seguidores a su persona. No se inicia el seguimiento a Jesús porque Él fuera un rabí conocido, sino porque llamaba con autoridad divina. Su palabra, su mirada, su Persona entera tenían un atractivo y un poder que cautivaba a todos. Cuando sus discípulos lo dejaban todo por Él, sabían que en realidad no habían abandonado nada en comparación de lo que significaba estar con el Maestro. Ninguno echaba de menos lo que había entregado[6].

Aunque el Señor hace estos llamamientos del todo singulares, toda su predicación tiene algo que comporta una vocación, una invitación a seguirle en una vida nueva cuyo secreto Él posee y comparte: si alguno quiere venir en pos de mí…, repetirá en ocasiones diversas.


[1] Los discípulos lo dejaron todo ante la llamada de Jesús. Y comenta san Agustín que el seguir a Cristo y la misma vida eterna «está en venta, se puede comprar. Y ¡no pienses que tiene un precio elevado! Vale cuanto tienes» (Sermón 127, 3). Todo.

Con referencia a la necesidad del desprendimiento, escribe en otro lugar: «Si no dejas de amar lo temporal, no podrás amar lo eterno. El amor del hombre es como la mano del alma. Mientras tengas agarrado un objeto, no puedes agarrar otro. Para poder tener el segundo, tienes que soltar el primero. Así también, el que ama el mundo no puede amar a Dios, pues tiene su mano ocupada» (Sermón 125, 7).

[2] «Jesús se dirigió con su mensaje a las masas del pueblo. Pero este dirigirse a ellas no le bastaba. Vemos en los evangelios que hay un grupo de personas que están más cerca de Jesús. Para enjuiciar la personalidad de Jesús, esta observación es muy significativa, porque nos muestra que él quería tener personas cerca de sí y que no estaba dispuesto a recorrer solo su camino, como el gran solitario». (J. GNILKA, Jesús de Nazaret, p. 203).

[3] Rm 1, 1; 1 Co 1, 1.

[4] Ga 1, 1.

[5] 2 Tm 1, 9.

[6] «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». FRANCISCO PAPA, Exh. Ap. Evangelii gudium, n. 1.

Comentario – Martes XIV de Tiempo Ordinario

A la hora de describir la actividad de Jesús, el evangelista no dispone de mejor síntesis que ésta: Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. A esto, grosso modo, se dedicaba Jesús, yendo de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, en una especie de itinerancia continua: enseñaba en esos centros judíos de catequesis que eran las sinagogas, anunciaba el evangelio que consistía esencialmente en hablar del Reino y sus diferentes aspectos y curaba enfermedades y dolencias de todo género.

El anuncio del Reino iba muy ligado a la actividad taumatúrgica, pues anunciar el Reino era anunciar la salud y la liberación que llegaban con él. Pero tanto la cercanía del Reino como el suministro de la salud eran un efecto de su misericordia: anuncia y cura porque se compadece de las gentes, es decir, de esa multitud de personas a las que contempla extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor, por tanto, en un estado bastante lastimoso. Esta contemplación de la miseria humana con la que se encuentra a cada paso de su recorrido por los caminos de Palestina (san Mateo nos habla aquí de un endemoniado mudo) es la que le empuja no sólo a curar, sino también a desear nuevos trabajadores para su mies, siempre abundante, como abundante permanecerá la miseria del mundo. Por eso, invita a sus discípulos a pedir al Señor de la mies esos trabajadores que continuarán siendo pocos para la abundancia de la mies.

¿Cuándo podremos decir que hay suficientes trabajadores o que los trabajadores han dejado de ser pocos? ¿Cuando hayan alcanzado cierta proporción en relación con la mies? ¿Cuando haya uno por diez mil, o por cinco mil, o por mil, o por cien? ¿Cuándo podremos dejar de pedir al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies? Como el asunto que aquí se baraja no es meramente cuantitativo o de proporción numérica, habrá que considerar otras cuestiones como las demandas y necesidades pastorales que reclaman atención. Pueden ser pocas las personas que lo demanden y, sin embargo, estar muy necesitadas de esa atención pastoral. Además, la acción evangelizadora no se limita a una estrecha circunscripción geográfica como la de una provincia o diócesis; se extiende, más allá de las fronteras provinciales o nacionales, al mundo entero. Esa mies está reclamando la presencia de trabajadores que traspasen fronteras nacionales y continentales. Siendo el mundo el campo de la evangelización y la tarea evangelizadora un proceso de larga duración, se requerirá la presencia y actuación no de unos pocos, sino de muchos trabajadores.

La gente que tuvo el privilegio de ver al endemoniado mudo libre de su posesión y de su mutismo decía con asombro: Nunca se ha visto en Israel cosa igual. Pero otros (los fariseos), con mirada más maliciosa, decían: Este echa los demonios con el jefe de los demonios. Son maneras contrapuestas de ver el mismo hecho, la curación del endemoniado-mudo. Pero la mirada farisaica distorsionaba la realidad, viendo en la actuación benéfica de Jesús la influencia del demonio, cuando tendrían que ver la mano de Dios. Esta mirada distorsionante y enfermiza puede acabar convirtiéndose en pecado contra el Espíritu Santo –como denuncia el mismo Jesús en otro lugar- y, por tanto, en algo incurable, puesto que ese pecado no tendrá perdón jamás. Se trata del endurecimiento progresivo e irreversible que impide al mismo Dios operar la salvación, como ya explicamos con más detalle en su momento.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

Capítulo V

ElMunus Docendi del Obispo Diocesano

“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria;
es más bien un deber que me incumbe.
Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!
(1 Co 9, 16).

I. El Obispo, Doctor auténtico en la Iglesia

118. Características de la Iglesia particular en relación al Munus Docendi

La Iglesia particular, es:

– una comunidad de fe, que necesita ser alimentada por la Palabra de Dios;
– una comunidad de gracia, en la cual se celebra el sacrificio eucarístico, se administran los sacramentos y se eleva a Dios incesantemente la oración;
– una comunidad de caridad, espiritual y material, que brota de la fuente de la Eucaristía;
– una comunidad de apostolado, en la cual todos son llamados a difundir las insondables riquezas de Cristo.

Todos estos aspectos, que requieren diversos ministerios, encuentran su radical unidad y armonía en la figura del Obispo: puesto en el centro de la Iglesia particular, circundado por su presbiterio, coadyuvado por religiosos y laicos, el Obispo, en nombre y con la autoridad de Cristo, enseña, santifica y gobierna al pueblo al que está estrechamente unido como el pastor a su rebaño. Hay una reciprocidad entre los fieles y su pastor y maestro, el Obispo. Éste presenta en manera auténtica el contenido del depósito de la fe a la cual todo el Pueblo de Dios se adhiere y que también él ha recibido en cuanto miembro de este pueblo.(350)


350 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Dei Verbum, 10; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 10; 28-29.

Recursos – Ofertorio Domingo XV de Tiempo Ordinario

PRESENTACIÓN DE UN PUÑADO DE GRANOS DE TRIGO

(Un agricultor -si lo hubiere en la comunidad- coge del recipiente situado en la parte de atrás del lugar de la celebración un puñado de granos de trigo, que lleva con cuidado hasta depositarlo en otro nuevo recipiente que le ofrece el que preside)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Con las mismas manos con las que trabajo la tierra, te ofrezco hoy, Señor, este puñado de granos de trigo, como símbolo de la vida y de la siembra que tu Hijo ha realizado y sigue realizando en nosotros y en nosotras, para que vivamos desde tu proyecto de vida. Haz, Señor, que esa siembra encuentre en nosotros y en nosotras una tierra buena, capaz de producir los frutos que Tú quieres y deseas en nosotros y en nosotras. Ayúdanos en esta tarea que se nos antoja complicada en nuestra vida.

PRESENTACIÓN DE UNA COPA

(Un miembro cualquiera de la comunidad hace esta ofrenda, consistente en una copa de cristal bien limpia. Tras dársela al Presidente, dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy, en nombre de toda la comunidad y de cada uno de nosotros y de nosotras, esta copa bien limpia, que transparenta su fondo. Con ella va nuestro deseo de ser coherentes y rechazar cuanto signifique fariseísmo o apariencias, porque así reflejaremos mejor la VIDA NUEVA del Resucitado en nuestras vidas.

PRESENTACIÓN DE UN RECIPIENTE LLENO DE SAL

(Esta ofrenda la puede hacer una persona adulta de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo, y lo hago en nombre personal, de todos los militantes y de la propia comunidad, este recipiente lleno de sal, como símbolo de nuestra presencia evangelizadora y transformadora del mundo. Igual que otras generaciones de creyentes han evangelizado a tantos pueblos, nosotros y nosotras queremos ser presencia misionera en este mundo, a pesar de las muchas dificultades con las que nos encontramos. Danos, sin embargo, tu gracia, porque sin ella nuestra sal se vuelve insípida.

PRESENTACIÓN DE UN PERIÓDICO

(Esta ofrenda la debiera presentar o un profesional o un miembro de la comunidad que se caracterice por su dimensión pública o bien una persona que siga bien la actualidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy un periódico. Es el reflejo de la actualidad. Lo que pasa cerca de nosotros y de nosotras y también lejos. Es tanta la información, que dicen los expertos, que ya no nos preocupa. Al ofrecerte hoy este diario, quiero comprometerme, en nombre de todos y de todas, a leer la actualidad con ojos que miren al corazón de las noticias y de los hombres y de las mujeres que las viven o las sufren. Y Tú, no nos dejes insensibles. Abre nuestros corazones a la solidaridad.

PRESENTACIÓN DE UN PARAGUAS

(Hace la ofrenda una persona adulta de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este paraguas. Es y ha sido muchas veces, en mi vida y en la de muchos de nosotros y de nosotras, el símbolo de nuestras actitudes evasivas ante los compromisos y las exigencias que Tú nos has transmitido a través de tu Palabra. Muchas veces, o hemos mirado hacia otro lado o hacia otras personas. Hoy, con esta ofrenda, te queremos pedir que nos cambies el corazón y nos lo hagas receptivo a tu Palabra y a sus exigencias.

PRESENTACIÓN DE UN PUZZLE

(Puede hacer la presentación uno o una de los o las jóvenes)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Aquí tienes, Señor, este puzzle. Como bien sabes es un juego de niños que, para formar una imagen, necesita mil pequeñas piezas. Yo te lo ofrezco hoy como el símbolo de nuestra disponibilidad a la colaboración y cooperación con todas las personas. Que allí donde haya un problema o una necesidad, estemos nosotros y nosotras siempre dispuestos y dispuestas a colaborar en la búsqueda de su solución.

Oración de los fieles – Domingo XV de Tiempo Ordinario

Un día saliste a sembrar y parte de tu semilla cayó en nuestra alma, te afanaste en que creciera pero nos cuesta dar el fruto que tus cuidos merecen. Por eso nuestra súplica hoy es:

SEÑOR QUE DEMOS BUEN FRUTO.

1. – Te pedimos por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los que acogieron tu semilla, para que sigan dando el ciento por uno. OREMOS

2. – Te pedimos por los pueblos en vías de desarrollo y por aquellos que viven en la miseria, para que les llegue pronto la ayuda de los países más desarrollados y puedan tener cubiertas todas sus necesidades. OREMOS

3. – Te pedimos por los niños y los jóvenes, para que sean tierra buena siempre dispuestos a recibir tu palabra y hacer que se desarrolle. OREMOS

4. – Te pedimos Padre, por los agricultores, los ganaderos y todos aquellos que viven del fruto de la tierra, para que siempre tengan buenos frutos por su trabajo. OREMOS

5. – Te pedimos también por aquellos que no acogieron la semilla para que preparen su corazón y vuelvan a recibirla de nuevo dando buen fruto. OREMOS

6. – Te pedimos por los que nos acercamos a ti en esta eucaristía haznos dóciles a tu voz para que entendamos el mensaje de tu Palabra. OREMOS

Padre, acoge nuestras súplicas, acompaña nuestro camino y alimenta nuestro espíritu para que demos fruto en la propagación de tu Reino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.


Nos hemos reunido para conmemorar una vez más el misterio de nuestra redención, por eso pedimos a Dios Padre que escuche nuestras peticiones.

ESCÚCHANOS, SEÑOR.

1.- Por los responsables de la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos para que se encarguen de que llegue a todos tu palabra. OREMOS

2.- Por los gobernantes y encargados de velar por el bien común, para que no escatimen esfuerzos a la hora de conseguir el bien y la prosperidad para todos los pueblos. OREMOS.

3.- Por todos los que están tristes, para que encuentren esa palabra de aliento que les ayude a salir de su sufrimiento. OREMOS.

4.- Por la paz de los pueblos, en especial por los que acaban de salir de una guerra para que les llegue el bienestar lo antes posible. OREMOS

5.- Por todos los que han tomado vacaciones, para que se den cuenta que el Señor los acompaña siempre allá donde se encuentren. Y por los viajeros, en tierra, mar o aire. OREMOS.

6.- Por todos nosotros para que sepamos agradecer los bienes que Dios nos regala y los pongamos al servicio de los demás. OREMOS.

Señor, atiende estos deseos que suplicamos de tu misericordia. Sabemos que no somos merecedores de ellos pero confiamos en tu bondad.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes XIV de Tiempo Ordinario

Los seres humanos nos hemos relacionado con Dios de muchos modos a lo largo de la historia. Aún hoy son múltiples las maneras de estar y de vivir con Dios o de espaldas a Él. Muchos de estos caminos espirituales convergen en el fondo del misterio: otros tantos, se pierden en bosques enmarañados; algunos, los más oscuros, conducen hacia muros o acantilados. Pero hay algo que todos estos senderos comparten: quienes los recorremos tenemos siempre el peligro de no terminar de entender hacia quién caminamos y, sobre todo, quién es aquel que viene a nuestro encuentro. Empeñados en acertar a la hora de elegir el camino hacia Dios y recorrerlo, a veces tergiversamos el camino de Dios, a Dios mismo.

Las lecturas de hoy ponen en crisis a quienes tantas veces caminamos con autosuficiencia en la vida del Espíritu, pensando que nuestras manos y nuestros pies pueden sostener por sí mismos dicha vida. En ocasiones, nos convertimos en fabricantes de ídolos, que adoran aquello que pueden controlar, lo cual, en último término, es una forma sutil de adorarse a sí mismo («se nombraron reyes en Israel sin contar conmigo», dice Yhwh). Otras veces, nos erigimos en jueces implacables de la experiencia ajena, manifestando suspicacias o sospechas con respecto al bien que los demás procuran o a la verdad que buscan («este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios», murmuran los fariseos). Con demasiada frecuencia, recelamos de lo que no nos complace, desentendiéndonos de quien nos exige una vida esforzada para llegar a ser plena («aunque les dé multitud de leyes, las consideran como de un extraño», lamenta Dios). Y siempre, en todas estas actitudes que se nos cuelan de rondón, nos perdemos a nosotros mismos al perder a Dios, y terminamos vagando errantes como ovejas que no tienen pastor porque han dejado de mirarlo.

Cuando esto ocurre y para que no ocurra, lo fundamental es no dejar de buscar y de agradecer el camino de Dios hacia nosotros. Ese camino que es Jesús, entrañado de divinidad y de humanidad, capaz de hablarnos, de mirarnos, de tocarnos, de oírnos, de olernos, de andar con nosotros hacia Dios. Él sigue «recorriendo todas las ciudades y aldeas, enseñando en nuestras sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias». Porque al ver a las gentes –al vernos–, se compadece de ellas –de nosotros–.

Adrián de Prado Postigo cmf