Vísperas – Lunes XVI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

LUNES XVI TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Y dijo el Señor Dios en el principio:
«¡Que sea la luz!» Y fue la luz primera.

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Que exista el firmamento!»
Y el cielo abrió su bóveda perfecta.

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Que existan los océanos,
y emerjan los cimientos de la tierra!»

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Qué brote hierba verde,
y el campo dé semillas y cosechas!»

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Que el cielo ilumine,
y nazca el sol, la luna y las estrellas.»

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Que bulla el mar de peces;
de pájaros, el aire del planeta!»

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y dijo Dios: «¡Hagamos hoy al hombre,
a semejanza nuestra, a imagen nuestra!»

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

Y descansó el Señor el día séptimo.
y el hombre continúa su tarea.

Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!

SALMO 135: HIMNO PASCUAL

Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.

Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.

Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.

El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.

La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

SALMO 135

Ant. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.

Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.

Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.

Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.

Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.

Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.

Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.

Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.

Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.

A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.

Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.

Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.

En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.

En nuestra humillación, se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.

Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.

Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.

LECTURA: 1Ts 3, 12-13

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

RESPONSORIO BREVE

R/ Suba mi oración hasta ti, Señor.
V/ Suba mi oración hasta ti, Señor.

R/ Como incienso en tu presencia.
V/ Hasta ti, Señor

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Suba mi oración hasta ti, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.

PRECES

Llenos de confianza en Jesús, que no abandona nunca a los que se acogen a él, invoquémoslo, diciendo:

Escúchanos, Dios nuestro.

Señor Jesucristo, tú que eres nuestra luz, ilumina a tu Iglesia,
— para que predique a los paganos el gran misterio que veneramos, manifestado en la carne.

Guarda a los sacerdotes y ministros de la Iglesia,
— y haz que, después de predicar a los otros, sean hallados fieles, ellos también, en tu servicio.

Tú que, por tu sangre, diste la paz al mundo.
— aparta de nosotros el pecado de discordia y el azote de la guerra.

Ayuda, Señor, a los que uniste con la gracia del matrimonio,
— para que su unión sea efectivamente signo del misterio de la Iglesia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede, por tu misericordia, a todos los difuntos el perdón de sus faltas,
— para que sean contados entre tus santos.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Quédate con nosotros, Señor Jesús, porque atardece; sé nuestro compañero de camino, levanta nuestros corazones, reanima nuestra débil esperanza; así, nosotros, junto con nuestros hermanos, podremos reconocerte en las Escrituras y en la fracción del pan. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Lunes XVI de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Mateo 12,38-42
Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver un signo hecho por ti.» Mas él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Un signo pide, y no se le dará otro signo que el signo del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos relata una discusión entre Jesús y las autoridades religiosas de la época. Esta vez son los doctores de la ley quienes piden a Jesús que haga una señal para ellos. Jesús había realizado ya muchas señales: había curado al leproso (Mt 8,1-4), al empleado del centurión (Mt 8,5-13), a la suegra de Pedro (Mt 8,14-15), a los enfermos y poseídos de la ciudad (Mt 8,16), había calmado la tempestad (Mt 8,23-27), había expulsado los demonios (Mt 8,28-34) y había hecho muchos otros milagros. La gente, viendo las señales, reconoció en Jesús al Siervo de Yahvé (Mt 8,17; 12,17-21). Pero los doctores y los fariseos no fueron capaces de percibir el significado de tantas señales que Jesús había realizado. Ellos querían algo diferente.
• Mateo 12,38: Los doctores y los fariseos piden una señal. Los fariseos llegan y dicen a Jesús: «Maestro, queremos ver una señal realizada por ti». Quieren que Jesús realice para ellos una señal, un milagro para que puedan examinar y verificar si Jesús es o no el enviado por Dios según lo imaginaban y esperaban. Quieren someterle a prueba. Quieren que Jesús se someta a sus criterios para que puedan enmarcarlo dentro del esquema de su mesianismo. No hay en ellos apertura para una posible conversión. No habían entendido nada de todo lo que Jesús había hecho.
• Mateo 12,39: La respuesta de Jesús: la señal de Jonás. Jesús no se somete a la petición de las autoridades religiosas, pues no hay sinceridad en su petición. «¡Generación malvada y adúltera! Un signo pide, y no se le dará otro signo que el signo del profeta Jonás¡”. Estas palabras profieren un juicio muy fuerte respecto a los doctores y a los fariseos. Evocan el oráculo de Oseas que denunciaba a la gente como esposa infiel y adúltera (Os 2,4). El evangelio de Marcos dice que Jesús, ante la petición de los fariseos, suelta un profundo suspiro (Mc 8,12), probablemente de disgusto y de tristeza ante una ceguera tan grande. Pues de nada sirve mostrar un cuadro bonito a aquel que no quiere abrir los ojos. ¡Quien cierra los ojos no puede ver! La única señal que se les dará es la señal de Jonás.
• Mateo 12,41: Aquí hay algo más que Jonás. Jesús apunta hacia el futuro: “Así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, así también el Hijo del Hombre pasará tres días y tres noches en el seno de la tierra”. Es decir, la única señal será la resurrección de Jesús, que se prolongará en la resurrección de sus seguidores. Esta es la señal que, en el futuro, se dará a los doctores y a los fariseos. Se confrontarán con el hecho de que Jesús, será por ellos condenado a muerte, y a una muerte de cruz, y Dios le resucitará y le seguirá resucitando de muchas maneras en los que creerán en él, por ejemplo, le resucitará en el testimonio de los apóstoles, “personas iletradas” que tuvieron el valor de enfrentarse a las autoridades anunciando la resurrección de Jesús (Hec 4,13). ¡Lo que convierte es el testimonio! No los milagros: “Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.”. La gente de Nínive se convirtió ante el testimonio de la predicación de Jonás y denunció la incredulidad de los doctores y de los fariseos. Pues “aquí hay algo más que Jonás”.
• Mateo 12,42: Aquí hay algo más que Salomón. La alusión a la conversión de la gente de Nínive se asocia y hace recordar el episodio de la Reina de Sabá: “La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.». Esta evocación casi ocasional del episodio de la Reina de Sabá que reconoció la sabiduría de Salomón, muestra cómo se usaba la Biblia en aquel tiempo. Era por asociación. La regla principal de la interpretación era ésta: “La Biblia se explica por la Biblia”. Hasta hoy, ésta es una de las normas más importantes para la interpretación de la Biblia, sobre todo para la lectura orante de la Palabra de Dios. 

4) Para la reflexión personal

• Convertirse es mudar no sólo de comportamiento moral, sino que también de ideas y de modo de pensar. Moralista es aquel que muda de comportamiento, pero guarda inalterable su manera de pensar. Yo, ¿cómo soy?
• Ante la actual renovación de la Iglesia, ¿soy el fariseo que pide una señal o soy como la gente que reconoce que éste es el camino que Dios quiere? 

5) Oración final

Pues tu amor Señor es mejor que la vida,
por eso mis labios te alaban,
así quiero bendecirte en mi vida,
levantar mis manos en tu nombre. (Sal 63,4-5)

El reino de los cielos se parece a un tesoro…

Jesus nos habla en parábolas de comprar y vender, de  tesoro y perla preciosa, para que intuyamos lo que es el Reino de los cielos. En el relato  evangélico vemos que uno habiendo encontrando un tesoro en un campo, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

Vemos que un comerciante en perlas finas al encontrar una de gran Valor vende todo lo que tiene y la compra.

Con parábolas, dice Jesús que el Reino de los cielos se parece a un tesoro que aparece de manera imprevista ante el que está en el campo, no dice el texto  que haya ido a buscar un tesoro, nos dice que estaba ahí escondido y lo encuentra… al encontrarlo hace cuanto está en su mano: esconderlo (protegerlo) vender lo que tiene, para comprar el campo (que no es suyo) y así hacerse con el tesoro.

También dice el Evangelio que el Reino de los cielos, se parece a un comerciante en perlas finas, que como fruto de una actividad,  encuentra una perla de gran valor;  vende cuanto tiene y la compra.

Las dos parábolas tienen en común que:

Los que han encontrado, se llenan de alegría.

En los dos casos se da la sorpresa ante lo encontrado

Ambos se deciden inmediatamente por vender todo para comprar el tesoro o la perla

Tanto el que está en el campo como el comerciante están en su trabajo diario

La diferencia entre una y otra es que:

El tesoro lo encuentra sin haber ido a buscarlo

El comerciante, si busca perlas finas y encuentra una perla de gran valor

¿A qué pude orientarnos el mensaje con el tesoro y la perla?

Para un judío la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia) son la perla que encierra la luz de la sabiduría, el tesoro de la vida

Las parábolas son semejanzas para intuir lo que es el reino: la Vida nueva por la que merece la pena entregarlo todo.

La vida como el tesoro es regalo del cielo, que lo encuentra sin haber ido a buscarlo. Es el modo en parábolas, de decirnos que la vida es regalo del cielo, que viene a nuestra existencia.

Pero la Vida verdadera también hay que buscarla, como la busca y la encuentra el comerciante en perlas finas. Tenemos que esforzarnos para hacer nuestro, el tesoro hacer nuestra la perla, es decir, hacer nuestra la Vida del resucitado que se nos ofrece en nuestra existencia y que no es equiparable a ningún otro valor.

El tesoro no es tuyo, la perla no es tuya, tienes que comprarla. Tienes que saber invertir, tienes que vender todo y negociar. Conseguir el tesoro a cambio de lo que sea. Si no renuncias a nada, si no vendes; nunca tendrás Vida plena. Entre tantas perlas finas, entre tantas cosas buenas que tiene la vida tienes que buscar, discernir, prestar tu esfuerzo, por encontrar lo definitivo.

La felicidad del reino es la del ser, frente al tener. Por eso la opción por el reino es radical, y el encuentro, altera todos los cálculos de la persona humana.

El encuentro es también un factor sorpresa que nos sitúa ante la Vida o la ausencia de vida.

El encuentro es: Alegría por el descubrimiento de la Vida nueva, que nos hace decir esto sí es Vida, esto sí merece la pena; es descubrir a Cristo como fuente de vida, a Dios como padre-mama que te ama, descubrir ese tesoro escondido en el campo de la Iglesia. En tu vida llamada a la plenitud y felicidad.

Se sabio, descubre el gran tesoro de tu vida que en el Evangelio se llama Reino.

También narra Jesús la parábola de la red, donde cabe toda clase de peces (todos cabemos)  y nos pregunta: «¿Entendéis bien todo esto?¨ pregunta que parece invitación a discernir para:

-Apostar por El Reino; es lo único que puede dar Vida plena y salvar la  vida del riesgo de malograrla para siempre (para no vivir en el llanto permanente de haber perdido la oportunidad).

Hablo de la pesca, juicio de Dios…  al final saldrán los ángeles discernirán que no todo vale. Dios que es sabio al final separará al malo del bueno.

La parábola apunta a la necesaria convivencia aquí de personas buenas y malas,

A nivel personal, la selección equivale a evaluar, a revisión de vida, a saber elegir, a discernir y quedarnos con lo bueno que tenemos cada uno, con todo lo que ayude a vivir y dar  vida.

Los escribas se aferran a lo viejo Antiguo Testamento, mientras que los discípulos se atienen a lo nuevo (Nuevo Testamento). Con la clave del reino debe entenderse lo nuevo y lo viejo.

Entender desde la sabiduría del Espíritu y el cariño de un padre, que en Jesús nos ha llegado gratuitamente la salvación, por iniciativa de Dios, que en Él tenemos una Vida nueva y plena. Es el tiempo de la decisión, aprovechad la oportunidad, no dejéis que se os escape.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.

Comentario – Lunes XVI de Tiempo Ordinario

El evangelista refiere que en cierta ocasión se acercaron a Jesús un grupo de letrados y fariseos con una reivindicación: Maestro –le dicen-, queremos ver un milagro tuyo. ¿Es que no lo habían visto? La actividad de Jesús estaba repleta de milagros. Pero, al parecer, tales milagros no habían sido suficientemente significativos para ellos. Querían ver un milagro más potente o más convincente, un milagro que dejase menos espacio para la duda. Pero el que se acerca con estas intenciones difícilmente va a ver satisfechas sus exigencias.

Ante esta acometida, Jesús responde denunciando «la perversidad» de esa generación representada por este grupo de letrados y fariseos, una malicia que se describe en términos de incredulidad o de resistencia a creer en él. Decía: Esta generación es una generación perversa. ¿En qué radica su perversidad? Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La actividad mesiánica de Jesús estaba colmada de signos. Sus numerosas curaciones milagrosas fueron vistas por muchos de sus contemporáneos como signos de la presencia de un gran profeta en medio de su pueblo. Pero no todos apreciaron en estas acciones extraordinarias signos de la actuación de un enviado de Dios, sino más bien signos demoníacos o acciones llevadas a cabo en estrecha alianza con el diablo. Las interpretaciones eran totalmente antagónicas, pero coincidían en una cosa: eran efectos en los que se revelaban fuerzas sobrenaturales. Había quienes seguían pidiendo un signo, quizá más espectacular y convincente, un signo al que nadie pudiera oponer argumentos.

Pero Jesús se niega a satisfacer estas exigencias «diabólicas» que, a sus ojos, no son sino tentaciones, la reproducción de las tentaciones del desierto: Si eres Hijo de Diosdi a esta piedra que se convierta en pantírate desde el alero del templo, demuestra que lo eres realmente ofreciendo una prueba irrefutable. La incredulidad es muy dura en sus reivindicaciones; siempre reclama signos, y signos más incuestionables. Ninguno de los signos que se le ofrecen es suficiente; siempre pide más. Es el orgullo del hombre que se resiste a doblegar su voluntad y su inteligencia a una autoridad superior. Pero la imagen reivindicante de un ser tan pequeño como el hombre exigiendo pruebas a su Creador puede resultar hasta ridícula. Y sin embargo, no es infrecuente encontrarnos a un hombre plantado ante Dios en actitud desafiante y exigente. Es como si la vasija se dirigiera al alfarero reclamando una mejor hechura: «¿Por qué me has hecho así?»

Decía que Jesús se negó a satisfacer estas exigencias: no se les dará –les dice- más signo que el signo de Jonás entre los habitantes de Nínive. ¿De qué fue signo Jonás para los habitantes de aquella gran ciudad? Simplemente de la presencia en medio de ellos de un enviado de Dios que les hablaba con su palabra de una manera convincente. Se trata sólo del poder de convicción de una palabra en boca de un profeta que predica desde su propia experiencia exhortando a la conversión. De Jonás no se dice que hiciera milagros; pero su predicación convenció y convirtió a los habitantes de Nínive, que se vistieron de saco y de sayal e hicieron penitencia.

Jesús, aunque es más que Jonás, no pide otro crédito que el que tuvo Jonás entre los destinatarios de su misión. Jesús, de nuevo, encuentra más resistencia a su mensaje entre los judíos de su generación que entre los paganos de cualquier época, como aquellos ninivitas que se convirtieron con la predicación de Jonás. Es esta incredulidad culpable la que le lleva a calificar de perversa a su generación; puesto que se trata de una incredulidad que, en el día del juicio, merecerá condena hasta de los habitantes de Nínive que se alzarán y harán que los condenen.

Pidamos al Señor que nos libre de esta dureza de corazón que acaba por hacernos resistentes a todo antibiótico divino, a todo signo, a toda llamada a la conversión.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

131. Enseñanza de la doctrina social de la Iglesia.

La aspiración a una transformación de la vida humana según el plan creador y redentor de Dios, se traduce en la promoción de un orden social recto y respetuoso de la dignidad de las personas. Por tanto, es necesario formar a los clérigos, a los consagrados y a los laicos(383) en un vivo sentido de la justicia social, tanto en el plano nacional como internacional, de tal forma que puedan practicarla y difundirla en todas las esferas de su vida cotidiana: en la familia, en el trabajo, en la vida social y civil. Así, mediante la predicación de los ministros, la catequesis y sobre todo con la instrucción impartida en los centros de enseñanza católica, el Obispo se preocupe de difundir la doctrina social de la Iglesia, que clarifica el sentido de las relaciones humanas y el mundo económico a la luz de la revelación.(384)


383 Cf. Codex Iuris Canonici, cans. 222 § 2 (para los fieles en general); 287 § 1 (para los clérigos); 673 (para los religiosos); 225 (para los laicos).

384 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus, cap. VI; Codex Iuris Canonici, can. 747 § 2.

Homilía – Domingo XVII de Tiempo Ordinario

1.- Donde está tu tesoro… (1Re 3, 5.7-12)

La «fantasiosa» pregunta de Dios a Salomón nos la hemos hecho y la hemos hecho con frecuencia: «Si te dejaran pedir lo que quieras, ¿qué pedirías?». Y nos ha corroído la envidia de quien sí lo puede realizar, «porque le tocó la lotería».

Salomón responde desde la «ambición» de quien «es un muchacho y no sabe aún desenvolverse». Su ambición es, sin embargo, sana: «Gobernar a un pueblo numeroso, incontable, innumerable». Entender y vivir el gobierno como un servicio a su pueblo.

Pero, como no todo gobierno sirve, Salomón pide «un corazón dócil para discernir el bien y el mal». Sin este tipo de discernimiento, sería imposible el gobierno. En la respuesta de Dios, «el tesoro» del discernimiento incluye «saber escuchar». El que sabe discernir es porque ha aprendido a escuchar. Una escucha paciente y dócil. Salomón ha sabido pedir. Se olvidó de las cosas materiales: «vida larga…, riquezas», incluso la victoria sobre los enemigos, y centró su corazón en suplicar discernimiento. Y aquella actitud fue del agrado del Señor: un muchacho, frente a una responsabilidad, que sabe el lugar de su tesoro. Y de ahí, la recompensa: «Un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti».

 

2.- Una salvación en cascada (Rom 8, 28-30)

Breve texto de Pablo. Pero, hermosa descripción de quiénes son los que, por saber amar a Dios, «todo les sirve para el bien».

Han sido llamados…, y no de casualidad. Lo han sido, según el plan salvador de Dios. En su vocación concreta y temporal se ha realizado un designio eterno.

Llamados y escogidos, han sido predestinados. No se refiere aquí Pablo a la predestinación de cada uno; es, más bien, el destino al que se aboca el plan salvador de Dios: a reproducir la imagen de su Hijo. Hechos «hijos en el Hijo», podemos llamar a Jesús «hermano». Desde esa filiación participada y compartida, es él el primogénito de todos.

Sólo en la comunión con Cristo hay llamada, realización del designio de Dios, justificación y glorificación… La mirada se nos va a la resurrección de Jesús con quien, por su bautismo, el llamado y escogido ha con-resucitado ya. Explícita Pablo, casi en cascada, una cadena salvadora que termina siendo con Cristo en la gloria.

3.- …allí está tu corazón (Mt 13, 44-52)

La relación con la primera lectura hace de las dos pequeñas parábolas de Jesús el eje del relato. La enseñanza es la misma saber elegir La elección, ilógica a primera vista tiene toda la fortaleza de quien sabe llegar a lo esencial.

Vender todo lo que se tiene aparece, a primera vista, como locura y derroche Así se percibe, con frecuencia, la renuncia se trata de ir contracorriente sin encajar en la lógica de quien pone en «el tener» el afán de su corazón.

En la compra del campo del tesoro y de la perla preciosa no se alaba simplemente al labrador y al negociante por haber hecho un buen negocio La parábola intenta, más bien, señalar diferentes niveles de valores Es posible encontrar valores por los que «quemar las naves», aquellos que agarran el corazón y lo lanzan.

Los valores se «singularizan» frente a los abundantes bienes vendidos, «UH tesoro», «una perla» el Reino de los cielos se adueña del corazón En comparación con él, que nos hace «ser de otro modo», de poco valen las riquezas ¿.Será que no sabemos caminar a lo esencial ¿.Será que andamos perdidos en tantos afanes sin meta.

Llegados a nuestro final, desearíamos encontrarnos entre el «pescado escogido» Sólo el pensar en poder ser «arrojados» por inútiles y malos, nos asusta en lo más hondo. Pero es justo ese final el que vamos preparando, sabiendo escoger en la historia.

Discernimiento

Tú, que llamas, Señor, a los que quieres,
los justificas y les das tu gloria,
haz de mi corazón grata memoria,
grata alabanza de mis menesteres.

Dame, Señor, constancia en los deberes,
tino y sagacidad sin vanagloria,
para mostrarme al hilo de mi historia
imagen fiel del Hijo, que Tú eres…

Enséñame a inclinarme hacia lo bueno,
a discernir la triaca del veneno,
a negociar la perla y el tesoro,

a vencer, convenciendo, a mi enemigo,
a no saber vivir, si no es contigo
y a ser pez en las redes de tu aforo.

 

Pedro Jaramillo

Mt 13, 44-52 (Evangelio Domingo XVII de Tiempo Ordinario)

El tesoro de la sabiduría del Reino

El texto evangélico de hoy es el final del c.13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que una y otra vez se compara el «Reino de los cielos» con las cosas de este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo. No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante. Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.

Efectivamente, la decisión que toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo extraordinario y por eso porfía.

Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.

¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del tesoro y la perla, Isidorianum, 2002).

Rom 8, 28-30 (2ª lectura Domingo XVII de Tiempo Ordinario)

El designio de salvación divino para el hombre nuevo

El texto de la «predestinación», como se conoce esta pequeña perícopa del c. 8 de la carta a los Romanos se presta a muchas lecturas y de hecho así ha sucedido a lo largo de la interpretación de esta carta paulina. Es un texto que parece estar imbuido de un carácter bautismal para comentar el sentido de la elección que Dios hace de aquellos que le aman. Quiere decir que probablemente se comentaba algo así a los bautizados que habían optado por ser cristianos, es decir, semejantes al Hijo, a Cristo.

Pero ¿verdaderamente estamos predestinados unos y otros a la salvación o a la condenación? No olvidemos que en el texto se está hablando única y exclusivamente del «designio»(próthesis) de Dios; pero Dios no tiene para la humanidad más que un proyecto de salvación que ha revelado en su Hijo Jesucristo. Porque Cristo no ha venido a otra cosa que a salvar a los hombres. En el mismo texto esto se expresa magistralmente en el sentido de que nos ha predestinado a «ser semejantes a la imagen de su Hijo», que no es otra cosa que la «glorificación» (edóxasen). Esto significa que Dios tiene sobre toda la humanidad el designio de lo que ha realizado ya en su Hijo: la resurrección, la vida nueva, que se expresa mediante ese término de la «glorificación».

El uso de la forma verbal(proôrisein) indica que se trata del inalterable plan de salvación trazado por Dios en favor de sus criaturas, gracias a la encarnación, muerte y resurrección de Jesús nuestro Salvador. El destino o la suerte de cada uno o de los nuestros (el fatum para los romanos; para los griegos están los vocablos moira y eimarmene) no es lo que está contemplado aquí directamente, aunque no podemos olvidar que para construir este hermoso capítulo, Pablo ha debido estar en esa sintonía inculturada. Pero lo que nuestro texto expresa es el plan salvador de Dios, en el que no quedan las cosas al azar, ni siquiera a un libre albedrío barato. Lo que se quiere afirmar rotundamente es que Dios tiene un designio de glorificación del que nadie podría apartarlo («nadie podrán apartarnos del amor de Dios», dirá al final Rom 8,39).

1Re 3, 5. 7-12 (1ª lectura Domingo XVII Tiempo Ordinario)

Sólo se es grande por la sabiduría

Dicen los especialistas que este c. 3 de 1º de los Reyes es un texto auténticamente «deuteronomista» que refleja el pensamiento y la teología de esa escuela que habría de encargarse de redactar y poner los fundamentos «espirituales» de la historia pura y dura -y a veces perversa-,del pueblo de Israel, de sus reyes y magistrados. Una escuela llena de sabiduría y de carisma profético. Esta oración de Salomón en Gabaón, como un sueño, bien puede ser el modelo teológico de la «reforma» que buscó dicha escuela que se amparaba en el libro del Deuteronomio.

La petición del Salomón del v. 9 es verdaderamente estimulante: «un corazón que escuche» (leb shomea), como escuchan los sabios a Dios, para hacer justicia al pueblo. Recién elegido rey de Judá e Israel, los deuteronomistas han sabido plasmar en la figura de Salomón lo que entonces necesitaba el pueblo y el reino. Después de las guerras y batallas de David, era necesaria un «etapa de sabiduría» para atender al pueblo mismo, a los pequeños, a los huérfanos y a las viudas. Porque un verdadero rey tiene su poder en esta sabiduría, que muchos reyes y magistrados han despreciado.

Un corazón que escuche, es decir, sabio, para poder discernir entre lo malo y lo bueno. El sabio, sin duda, es como el profeta que está abierto a la voz de Dios y a su voluntad. No es profeta el que anuncia el futuro como un adivino que echa las cartas, sino quien sabe escuchar la voz o los silencios de Dios para entregarlo todo después a los hombres. La escuela de la sabiduría es, como muy bien lo expresa nuestro texto, un «corazón escuchante», que quiere aprender a impartir justicia y a conceder lo necesario a los que han sido desposeídos de casi todo.

Comentario al evangelio – Lunes XVI de Tiempo Ordinario

Los letrados y fariseos que aparecen en el evangelio de hoy han inventado una frase que resiste las modas: Maestro, queremos ver un milagro tuyo. Primero reconocemos que Dios ha creado este mundo como es, con sus leyes, sus agujeros, su incertidumbre. Luego le pedimos a su Hijo que vaya resolviendo sus paradojas a base de hechos espectaculares.

Lo que los fariseos piden a Jesús es exactamente lo que el diablo le pide en el relato de las tentaciones: ser un mesías espectacular, deslumbrante, hacer todo aquello que es del agrado de los millones de “fans” que esperamos demostraciones palpables de su poder.

Esta tentación es de Jesús y de todos sus seguidores. La respuesta es desconcertante: (A esta generación) no se le dará más signo que el del profeta Jonás. El “signo” es un Mesías escondido durante tres días en el seno de la tierra/ballena. El signo es, una vez más, el misterio de la Pascua: dejarse “derrotar” por la muerte para hacerla estallar desde dentro.

Es llamativa también la insistencia en el hay uno que es más. Jesús es más que Jonás (profeta) y es más que Salomón (rey). Este es más señala su carácter definitivo. En él se cumple toda profecía y se realiza todo reinado. No tenemos que esperar a nadie más.

F.G.