Vísperas – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XVIII TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor.

Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.

Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.

Por cuanto soy
gracias te doy:
por el milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.

Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.

Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer,
dame, Señor,
hondo soñar.
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA: 1P 5, 5b-7

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

R/ A la sombra de tus alas escóndenos.
V/ Como a las niñas de tus ojos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

PRECES

Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;
— ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.

Alimenta a tu pueblo con el maná, para que perezca de hambre,
— y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.

Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,
— y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.

Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,
— para que la tierra dé fruto abundante.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Que los difuntos puedan contemplar tu faz,
— y que nosotros tengamos un día parte en su felicidad.

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial 

Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía. Por nuestro Señor. 

2) Lectura 

Del santo Evangelio según Mateo 15,21-28
Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Despídela, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija. 

3) Reflexión

• Contexto. El pan de los hijos y la gran fe de una mujer cananea es el tema que presenta este pasaje del cap.15 de Mateo, que propone al lector de su evangelio una ulterior profundización de la fe en Cristo. El episodio va precedido de una iniciativa de los escribas y fariseos llagados de Jerusalén, que provocan un encontronazo de poca duración con Jesús, hasta que se alejó con sus discípulos para retirarse a la región de Tiro y de Sidón.
Mientras va de camino, lo alcanza una mujer que viene de lugares paganos. Mateo presenta a esta mujer con el apelativo de “cananea”, el cual aparece en el AT con toda su dureza. En el Deuteronomio, los habitantes de Canaán son considerados una gente llena de pecados por antonomasia, un pueblo malo e idolátrico.
• Dinámica del relato. Mientras Jesús desarrolla su actividad en Galilea y está en camino hacia Toro y Sidón, una mujer se le acerca y empieza a importunarlo con una petición de ayuda a favor de su hija enferma. La mujer se dirige a Jesús con el título de “hijo de David”, un título que suena a extraño en boca de una pagana y que podría encontrar justificación en la extrema necesidad que vive la mujer. Podría pensarse que esta mujer ya cree de algún modo en la persona de Jesús como el salvador final, pero esto se excluye puesto que sólo en el v.28 aparece reconocido su acto de fe, justamente por parte de Jesús. En el diálogo con la mujer, parece que Jesús muestra la misma distancia y desconfianza que había entre el pueblo de Israel y los paganos. Por un lado, Jesús manifiesta a la mujer la prioridad de Israel en acceder a la salvación y, ante la insistente demanda de su interlocutora, Jesús parece tomar distancias, una actitud incomprensible para el lector, pero en la intención de Jesús expresa un alto valor pedagógico. A la súplica primera “Ten piedad de mi, Señor, hijo de David”, no responde Jesús. A la segunda intervención, esta vez por parte de los discípulos que lo invitan a atender a la mujer, sólo expresa un rechazo que subraya aquella secular distancia entre el pueblo elegido y los pueblos paganos (vv.23b-24). Pero a la insistencia del ruego de la mujer que se postra ante Jesús, sigue una respuesta dura y misteriosa: “no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (v.26). La mujer va más allá de la dureza de las palabras de Jesús y se acoge a un pequeño signo de esperanza: la mujer reconoce que el plan de Dios que Jesús lleva adelante afecta inicialmente al pueblo elegido y Jesús pide a la mujer el reconocimiento de esta prioridad; la mujer explota esta prioridad con el fin de presentar un motivo fuerte para obtener el milagro: ”También los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v.27). La mujer ha superado la prueba de la fe: “Mujer, grande es tu fe” (v.28); de hecho, a la humilde insistencia de su fe, Jesús responde con un gesto de salvación.
Este episodio dirige a todo lector del Evangelio una invitación a tener una actitud de “apertura” hacia todos, creyentes o no, es decir, una disponibilidad y acogida sin reserva hacia cualquier hombre. 

4. Para la reflexión personal

• La palabra escrutadora de Dios te invita a romper tu cerrazón y tus pequeños esquemas. ¿Eres capaz de acoger a todos los hermanos que se acercan a ti?
• ¿Eres consciente de tu pobreza para ser capaz, como la cananea, de confiarte a la palabra salvífica de Jesús? 

5) Oración final

Señor, no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. (Sal 51,13-14)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 55-61a

55Pero los sumos sacerdotes y el sanedrín entero buscaban un testimonio contra Jesús para matarlo, pero no lo encontraban. 56Porque muchos testimoniaban falsamente contra él, pero sus testimonios no concordaban. 57Y algunos levantándose testimoniaban falsamente contra él, diciendo: 58“Nosotros le oímos decir a él: ‘Yo destruiré este templo hecho por manos humanas y en tres días construiré otro no hecho por manos humanas’”. 59E incluso entonces el testimonio de ellos no concordaba.

60Y, poniéndose en pie el sumo sacerdote en el centro, preguntó a Jesús diciendo: “¿No respondes nada? ¿Por qué estos testifican contra ti?”.

61Pero él callaba y no respondía nada.

14,55-61a: La escena cambia ahora del patio a las zonas interiores de la casa del sumo sacerdote. Jesús comparece ahora en un proceso cuyo veredicto está ya decidido: «Y los sumos sacerdotes y el sanedrín entero buscaban un testimonio contra Jesús para matarlo…» (14,55a). Esta frase parece ser un eco de otro salmo del justo sufriente, 37,32: «Acecha el pecador al justo, y procura matarlo». El medio concreto por el que los sumos sacerdotes y sus aliados tratan de atrapar a Jesús es el testimonio de testigos falsos, que «se levantan» contra él (14,55-57), otro eco más de los salmos del justo sufriente (27,12). Condenarlo, sin embargo, no resulta nada fácil: Jesús no ha hecho nada malo. El testimonio concreto que aportan los testigos es la famosa acusación «por lo que ha dicho contra el Templo» (14,58), según la cual Jesús había afirmado que destruiría el Templo hecho por manos humanas (el santuario de Jerusalén) y en tres días construiría otro no hecho por manos humanas (cf. 26,61; Jn 2,19; Hch 6,14).

Marcos afirma que es un testimonio falso (14,57), así que, a sus ojos, debe haber algo erróneo en él. Posteriormente en el relato se burlarán de Jesús tanto por pretender ser el mesías como por afirmar que era el destructor y el nuevo constructor del Templo, y no hay indicación alguna de que una acusación sea completamente verdadera y la otra, completamente falsa (15,29-32); Jesús, además, no responde cuando el sumo sacerdote le pregunta por qué no responde a la acusación (14,60-61a), y esta carencia de respuesta puede ser una admisión tácita de que lo que se dice es, en cierto modo, verdadero.

Pero ¿en qué sentido es verdadera, y en qué falsa? Marcos y su comunidad probablemente conocen ya la destrucción del Templo de Jerusalén en 70 d.C., y probablemente también consideran la comunidad cristiana como el Templo escatológico que sustituye a la vieja estructura (cf. 1Cor 3,16-17; 2Cor 6,16; Ef 2,18-22; 1Pe 2,5). La acusación de haber hablado contra el Templo es así verdadera en cuanto que el Templo será destruido y sustituido por uno nuevo. Pero también es falsa, quizás porque la destrucción y la reconstrucción del Templo no serán un acto autónomo de Jesús, sino un milagro que «del Señor vino y es maravilloso a nuestros ojos» (12,11).

Esta expectativa de destrucción y reconstrucción tiene precedentes en las esperanzas escatológicas judías, que muestran a menudo la idea de que en el tiempo final habrá una renovación o una nueva erección del Templo. La dicotomía «hecho» / «no hecho por manos humanas» es también propia del judaísmo apocalíptico.

Para un judío del siglo I podría ser peligroso despreciar o amenazar al Templo de este modo con su disolución. Flavio Josefo, por ejemplo, narra la historia «de un rudo campesino», Jesús hijo de Ananías, que anunció el juicio futuro de Dios contra Jerusalén y su templo cuatro años antes de la Gran Rebelión que comenzó en 66 d.C. Este relato tiene fascinantes paralelos con la historia de Jesús de Nazaret: los ciudadanos principales, enfurecidos por las palabras nefastas del hijo de Ananías, lo detienen y castigan, y cuando este rechaza dejar de profetizar la destrucción, los dirigentes lo entregan al gobernador romano, que hace que lo «desuellen hasta los huesos a latigazos». Además, este Jesús, como el nuestro, se abstiene de hablar con las autoridades judías y el gobernador, y rechaza contestar las preguntas directas de este último.

Uno de los textos del AT que contribuyeron a la generación del mesianismo judío posterior, 2Sm 7,13-14, profetiza que un descendiente de David, que se convertirá en hijo de Dios, construirá el Templo. Este tipo de esperanza en una reconstrucción mesiánica del Templo estaba todavía vivo en épocas posteriores. Teniendo en cuenta este complejo de ideas, la transición entre nuestro apartado y el siguiente es lógica: que se diga que alguien ha afirmado que va a construir el templo escatológico suscita la cuestión de si el que sostiene tal cosa piensa de sí mismo que es el mesías / Hijo de Dios.

Sin embargo, enfrentado a la pregunta del sumo sacerdote sobre lo que se le acusa acerca del Templo, Jesús permanece en silencio, en cumplimiento en parte de su papel de justo sufriente de los Salmos y de Isaías 53, pero en parte quizás porque la acusación acerca del Templo es verdadera de algún modo: Dios, dentro de una generación, destruirá el Templo actual. Esta destrucción estará relacionada con el destino de Jesús.

Comentario – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

El Dios creador del universo, infinitamente compasivo y misericordioso, no puede sino tener compasión de todos, incluso de los en algún tiempo extraños o extranjeros por no formar parte del pueblo elegido. En realidad, para Dios no hay extranjeros. Ninguna criatura le puede ser extraña, aunque haya quienes puedan extrañarse (o alejarse) de Él. Así lo anunciaba el profeta Isaías: A los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo… y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo. Así lo confirma Jesucristo con sus obras, teniendo misericordia de aquella mujer cananea que le suplica hasta el extremo de soportar una gran humillación. Todos estamos llamados a la salvación. Nadie es excluido salvo el que finalmente quiera excluirse.

El pasaje evangélico de este día ilustra bien esta idea. Nadie está excluido de la misericordia divina, aunque a veces Dios se haga rogar para probar la fe de sus fieles e incrementar su humildad. Jesús sale del escenario habitual de su actividad, quizá buscando descanso en un país vecino donde pueda pasar desapercibido. De hecho, el evangelista nos dice que se retiró al país de Tiro y Sidón. Pero ni siquiera en este lugar extraño a su país natal pasa desapercibido. Una mujer (cananea) les sale al encuentro, como solía suceder en Palestina, donde tantos enfermos y leprosos se presentaban a Jesús en el momento más inoportuno implorando su compasión. También esta mujer implora compasión para sí, aunque no es ella la enferma, sino su hija. Pero el beneficio de su hija será su propio beneficio. Por eso, pide compasión para sí, porque ella está sufriendo el sufrimiento de su propia hija; y la liberación (=curación) de su hija será su propia liberación.

La primera respuesta de Jesús es una ausencia de respuesta. Jesús responde con la indiferencia o una aparente insensibilidad. Hace como el que no oye. Pero ella insiste en su reclamo, hasta el punto de que sus discípulos, ya molestos, le dicen: Atiéndela, que viene detrás gritando. Y aquí sí hay respuesta por parte de Jesús, pero una respuesta displicente y excluyente: Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel; y ni él está en Israel, ni esa mujer que grita es israelita.

Pero ella les alcanza y se arrodilla ante él en un gesto de humillación, y le suplica: Señor, socórreme. Y la displicencia de Jesús se hace ahora humillante y ofensiva. Les compara (en plural) con perros que no tienen derecho al pan de los hijos. Y ella acepta el desafío y la humillación: Está bien, somos perros; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. No tienen derecho al pan de los hijos, pero pueden disfrutar al menos de las migajas que caen de su mesa. ¡Qué alarde de fe y de humildad el de esta mujer! Y Jesús se deja vencer por esta grandeza, la grandeza de una fe que sólo es posible desde la humildad: una humildad capaz de superar la prueba de la indiferencia, la displicencia y el desprecio.

Porque lo que había hecho Jesús, con su actitud, es someterla a prueba para darle finalmente el premio que se otorga a los vencedores: que se cumpla lo que deseas –le oye decir aquella mujer-. Su deseo se vio cumplido porque había dado muestras de mucha fe, una fe sostenida en la dificultad gracias a la humildad. Sin esta humildad no hubiese podido mantener su fe. Luego a pesar de su previa afirmación (sólo a las ovejas descarriadas de Israel), no era verdad que había venido sólo para los judíos, o que la misericordia de Dios se circunscribiese a una región o parte de la humanidad, o a un pueblo respecto del cual todos los demás son extranjeros. No, la misericordia de Dios es universal. También los extraños en otro tiempo podrán incorporarse a la alianza, y acceder al monte santo, y ofrecer sacrificios aceptos a Dios, y formar parte de esa casa (universal) de oración, así llamada por todos los pueblos, puesto que ninguno será excluido.

Esos eran los gentiles en tiempos de san Pablo, en otro tiempo ajenos a la llamada de Dios, pero ahora obedientes, en cierto modo gracias a la desobediencia de los judíos. Pero tampoco los judíos quedarán encerrados en su obstinación y desobediencia, puesto que los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Y Dios seguirá llamando a esos judíos desobedientes para traerlos a la obediencia de la salvación aportada por Cristo, el Salvador. Al final resulta que todos, judíos y gentiles, han vivido tiempos de desobediencia.

En este sentido, ninguno tiene ventaja sobre el otro. Al contrario, Dios hace de la desobediencia el medio para tener misericordia de todos. Pero ésta se hará efectiva en diferentes modos o por diferentes caminos: por el camino de la humillación (el más universal) que suele ir acompañado de sufrimiento, por el camino de la carencia, o también de la abundancia (aunque éste puede ser el más equívoco); acudiendo de inmediato, haciéndose rogar y esperar, por la senda del descalabro del pecado y del perdón que pasa por el arrepentimiento. En fin, se trata de traer a la obediencia de la fe, casi siempre desde las regiones tenebrosas o penumbrosas de la desobediencia. ¡Ojalá podamos oír de sus labios algún día: Qué grande es tu fe!; porque más grande será nuestra recompensa.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

El Reino de Dios

5.- El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a su Iglesia predicando la buena nueva, es decir, el Reino de Dios, prometido muchos siglos antes en las Escrituras: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el Reino de Dios» (Mc 1, 15; cf. Mt 4, 17). Ahora bien, este Reino comienza a manifestarse como una luz delante de los hombres, por la palabra, por las obras y por la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla, depositada en el campo (Mc 4, 14): quienes la reciben con fidelidad y se unen a la pequeña grey (Lc 12, 32) de Cristo, recibieron el Reino; la semilla va germinando poco a poco por su vigor interno, y va creciendo hasta el tiempo de la siega (cf. Mc 4, 26-29). Los milagros, por su parte, prueban que el Reino de Jesús ya vino sobre la tierra: «Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el Reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc 11, 20; cf. Mt 12, 28). Pero, sobre todo, el Reino se manifiesta en la Persona del mismo Cristo, Hijo del Hombre, que vino «a servir, y a dar su vida para redención de muchos» (Mc 10, 45).

Pero habiendo resucitado Jesús, después de morir en la cruz por los hombres, apareció constituido para siempre como Señor, como Cristo y como Sacerdote (cf. Hch 2, 36; Hb 5, 6; 7, 17-21), y derramó en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Hch 2, 33). Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad y de abnegación, recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino. Ella en tanto, mientras va creciendo poco a poco, anhela el Reino consumado, espera con todas sus fuerzas, y desea ardientemente unirse con su Rey en la gloria.

Necesitamos orar

1- Imaginamos a Jesús agotado físicamente después de haber saciado el hambre de la gente y de haberse despedido de todos. Los discípulos se han ido a pescar, pero El necesita retirarse a solas para orar. Si el mismo Jesús necesita orar, ¡cuánto más nosotros! La barca de los discípulos se deja llevar sin rumbo por el viento. Así es nuestra vida muchas veces: caminamos sin rumbo, arrastrados por nuestras pasiones, sin un objetivo fijo, sin fuerzas para enderezar nuestra vida. Pero Jesús acude en su ayuda caminando sobre las aguas. Es un signo de su divinidad y los discípulos se asustaron, «se turbaron» como María cuando recibió el anuncio del ángel ante el misterio de Dios que se le había revelado. Pedro y los doce quedaron turbados ante la verdad de Jesús que se estaba manifestando. Jesús les da ánimo, su identidad, «soy yo», da confianza al hombre que se debate siempre en el temor, la angustia, la desesperación o el vacío.

2 – Pedro se quiere hacer el valiente y quiere poner a prueba sus propias fuerzas. Pero le entró miedo, comenzó a hundirse y suplicó «¡Señor, sálvame!». Intuyó el poder de Jesús y por eso se dirige a El caminando sobre las aguas, pero luego piensa en las dificultades y los problemas y esto le provoca el hundimiento. Esto le ocurre por dejar de mirar a Jesús y poner los ojos en otro sitio. El conocimiento de nosotros mismos, de nuestras miserias y oscuridades nos desconcierta, sólo la fe en Jesús nos ayuda a caminar. No nos conocemos suficientemente, nos da miedo bajar a lo profundo de nosotros mismos. Pedro era un hombre impulsivo, terco y primario, pero generoso y por eso se lanza fácilmente sin tener en cuenta los obstáculos. Pedro es uno de los que gritan por el fantasma, después pasa a una actitud petulante y atrevida, pero después se angustia al ver su propia realidad. Sólo la fe en Jesús sostiene su vida, por eso exclama con todos: «Realmente eres Hijo de Dios».

3. – ¿Cómo encontrarnos con Jesús? Es aleccionadora en este sentido la lectura del Libro primero de los Reyes: el profeta Elías en su huída de la pérfida reina Jezabel se metió en una cueva del monte Horeb. Recibió el anuncio de que el Señor iba a pasar. Pero no le vio en el huracán, ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, el Señor vino con la brisa tenue. Es imposible descubrir a Dios en el ruido, en el jaleo, cuando estamos fuera de nosotros mismos. Es verdad que Dios está en todos los sitios, pero es imposible percibirle si no profundizamos en nosotros mismos. Es dentro de nuestro santuario interior donde podemos darnos cuenta de su presencia. Ahora tenemos más tiempo para el descanso, para el encuentro con nosotros mismos. La Palabra de Dios de cada día o un buen libro de meditación nos pueden ayudan a descubrir el gran tesoro de Dios que todos llevamos dentro. Y no olvidemos que un lugar privilegiado para el encuentro con Dios es el hermano que sufre, que está solo, al que nadie quiere. ¡Descúbrelo!

José Maria Martín, OSA

Para la catequesis – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

XIX Domingo de Tiempo Ordinario
9 de agosto 2020

1 Reyes 19, 9a. 11-13a; Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14; Romanos 9, 1-5; Mateo 14, 22-33

Jesús Camina Sobre el Agua

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa, y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron, y decían: “¡Es un fantasma!” Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.

Reflexión

Jesús quiso estar solo para orar y despidió a la muchedumbre e hizo que los discípulos se fueran en la barca a la otra orilla del mar que estaba revuelto con el viento. ¿Jesús se pasó la noche orando en el monte y en la madrugada qué hizo? Fue hacia ellos caminando sobre el agua. ¿Cómo reaccionaron los discípulos? Se espantaron y empezaron a gritar pensando que era un fantasma. ¿Después que Jesús les dijo que era Él, qué dijo Pedro? “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua.” ¿Lo pudo hacer? ¿Por qué? Empezó bien, pero le entró el miedo y se hundió. ¿Cómo reacciona Jesús? Lo sostiene y le dice, “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subió a la barca, el viento se calmó y creyeron que Jesús era el Hijo de Dios. ¿Por qué les costaba tanto creer que Jesús podía hacer milagros, aun después de haber visto la multiplicación de los panes y muchos milagros más? ¿Eso nos pasa a nosotros? Compartir. ¿Qué hacía Jesús antes de hacer milagros? Oraba mucho. ¿Qué podemos hacer nosotros cuando le pedimos algo a Dios? Orar mucho; pedir por más fe.

Actividad

En la siguiente página, cortar el barco con Jesús, los pies, y el letrero. Con otro papel hacer un barco (ver como en Youtube: https://youtu.be/VeHK_1rujQU). Colorear el barco con Jesús y pegarlo al lado del barco de papel. Pegar el barco de papel en la esquina izquierda del papel azul. Pegar “Jesús Aumenta Mi Fe al lado derecho del barco. Pegar los pies desde la esquina de abajo izquierda hacia arriba a la derecha con los últimos dos pies virando hacia el barco. Pintar olas en el papel azul. Hablar de las maneras que podemos aumentar la fe.

Oración

Jesús, todopoderoso, Dios del universo, aumenta mi fe. (3x) Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Jesús camina sobre las aguas – Mateo 14, 22-33

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: – ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!. Pedro le contestó: – Señor, si ere tú, mádame ir hacia ti andando sobre el agua. El le dijo: – Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: – ¡Señor, sálvame! En seguida Jesús extendio la mano, lo agarró y le dijo: – ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: – Realmente eres Hijo de Dios.

Explicación

Después del milagro de los panes y los peces, Jesús se quedó despidiéndose de la gente y los apóstoles embarcaron para la otra orilla. Luego Jesús, fue tras ellos. ¿Sabéis como?, pues ¡andando sobre las aguas! San Pedro se asustó y le dijo, Si eres tú, dime que vaya yo también andando sobre las aguas. Jesús le dijo «Ven». y pedro comenzó a andar, pero al cabo de un rato, se hundía y le pidió al Señor que lo salvase. Jesús lo salvo y le dijo: ¡Eso te ha pasado porque has dudado, tienes todavía poca fe!.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

DÉCIMONOVENO DOMINGO: TIEMPO ORDINARIO -“A” (Mt.14, 22-33)

NARRADOR: ¿Os acordáis?: el domingo pasado Jesús dio de comer a una multitud. Después que la gente se hubo saciado, dijo a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

Una vez que despidió a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.

DISCÍPULO1: ¿Dónde se habrá metido el Maestro?

DISCÍPULO2: Se ha ido y nos ha dejado solos en la barca.

NARRADOR: Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.

DISCÍPULO1: ¿Estáis viendo lo que yo veo?

DISCÍPULO2: ¡Maestro…! ¡Dónde estás!

DISCÍPULO3: Estoy muerto de miedo ¿Vosotros, no?

NARRADOR: Jesús les dijo enseguida:

JESÚS: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

PEDRO: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.

JESÚS: ¡Ven! Pedro.

NARRADOR: Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

PEDRO: ¡Señor, sálvame!

NARRADOR: En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

JESÚS: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?

NARRADOR: En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:

DISCÍPULOS: Realmente eres Hijo de Dios

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». El no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». El les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas: «Señor, socórreme». El le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!; que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Queridos hermanos:

En el corazón del discurso del Monte, el Maestro nos dejó el tesoro de la oración. La puerta se abre al comenzar diciendo: “Padre nuestro”. Qué preciosidad. Parémonos un poco en ello.

En el corazón de Dios ese “nuestro” es radicalmente, nítidamente, machaconamente “de todos”. Porque el corazón del Padre no conoce fronteras de raza, cultura, condición… Todos, absolutamente todos, son/somos sus hijos e hijas.

No hay creyente que se precie que no afirme: ¡claro, claro!, ¡así es! Pero esta declaración teórica y formal -de todo punto ortodoxa, digamos- no siempre se casa con la verdad de nuestra vida concreta, ni con la mentalidad que hemos tejido, ni con los sentimientos más espontáneos con los que reaccionamos. Y es que ese “nuestro” en la práctica puede que sea “de todos”, sí, pero de todos si piensan como nosotros, si viven a nuestro estilo, si respetan las normas que nosotros sostenemos como las “que Dios manda”…

Me pregunto por la razón de esa dificultad de ver y considerar a cada persona como hijo/hija de Dios y consecuentemente como hermano/hermana. ¿No será que hemos ido bebiendo ideas, valoraciones, conceptos que envenenan el alma (el deseo de imponerse, la necesidad de controlar, el querer tener razón, el posicionarse por encima, el competir para sobresalir…) y nos alejan de la fuente de donde brota el amor, especialista en suprimir diferencias, superar distancias, igualar personas, tender puentes…?

Por eso, creo yo, la madre cananea y su hija enferma nos están interrogando sobre algo esencial: ¿para quién es el pan de cada día?, ¿para quién es el pan de Dios?, ¿para quién es la salud de cada día?, ¿para quién es la salvación de Dios? Insisten: ¿para qué hijos, para qué hijas?, ¿para todos y todas?, ¿para los y las nuestras nada más?…

Mujer cananea, ayúdanos a creer que ya no hay razas, ya no hay color, sólo trigo, sólo necesidad de amor; sí, préstanos tu fe y tu osadía para reconocer que el mismo Pan que vemos tú y yo, es el Pan de todos porque es el Pan de Dios; que la misma dignidad inscrita en mis entrañas es la de cada ser humano, cada hijo e hija del Padre común.

Mujer cananea, que tu recuerdo sea antídoto ante los virus de la discriminación, de la segregación, del exclusivismo que nos pueden alcanzar a los que queremos rezar en verdad, a los que nos atrevemos a decir (a veces mecánicamente, sin que se nos conmuevan las entrañas): “Padre nuestro”.

Juan Carlos Rodríguez, cmf