Vísperas – La Transfiguración del Señor

VÍSPERAS

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que, si yo te viere,
veré mil jardines;
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento,
mi Jesús ausente,
pues todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Gloria, gloria al Padre,
gloria, gloria al Hijo,
gloria para siempre
igual al Espíritu.
Gloria de la tierra
suba hasta los cielos.
Véante mis ojos,
muérame yo luego. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía; «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía; «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

CÁNTICO 1 TIMOTEO:

Ant. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, contemplado por los ángeles,
predicado a los paganos.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, creído en el mundo,
llevado a la gloria.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

LECTURA: Rm 8, 16-17

El mismo Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
V/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

R/ Fuerza y esplendor están en su templo.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Aleluya.

PRECES

Dirijámonos confiados a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado en la montaña, delante de sus discípulos y digámosle:

¡Dios nuestro, alumbra nuestras tinieblas!

A ti, Cristo, que, transfigurado, revelaste la resurrección a tus discípulos antes de la pasión, te rogamos por tu Iglesia santa, que sufre y trabaja en el mundo,
— para que, en la tribulación, siempre se transfigure con el gozo de tu victoria.

A ti, Cristo, que tomaste a Pedro, a Santiago y a Juan, y te los llevaste aparte a una montaña alta, te pedimos por el papa Francisco y los obispos,
— para que sirvan a tu pueblo en la esperanza de la resurrección.

A ti, Cristo, que en la montaña irradiaste el esplendor de tu rostro sobre Moisés y Elías, te pedimos por los judíos, el pueblo antaño por ti elegido,
— a fin de que consigan llegar a la plenitud de la redención.

A ti, Cristo, que iluminaste la tierra cuando la gloria del Creador amaneció sobre ti, te pedimos por los hombres de buena voluntad,
— a fin de que caminen al resplandor de tu luz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A ti, Cristo, que transformarás nuestro cuerpo humilde según el modelo de tu cuerpo glorioso, te pedimos por nuestros hermanos difuntos,
— para que entren en tu gloria.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos, concédenos, te rogamos, que, escuchando siembre la palabra de tu Hijo, el predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – La Transfiguración del Señor

1) Oración inicial

Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 17,1-9
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

3) Reflexión

• Hoy es la fiesta de la Transfiguración de Jesús. La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la muerte de Jesús (Mt 16,21). Este anuncio transtorna la cabeza de los discípulos, sobretodo la de Pedro (Mt 16,22-23). Ellos tenían los pies en medio de los pobres, pero la cabeza estaba perdida en la ideología dominante de la época. Esperaban a un rey glorioso. La cruz era un impedimento para creer en Jesús. La Transfiguración, donde Jesús aparece gloriosoen lo alto de la montaña, era una ayuda para que ellos pudiesen superar el trauma de la Cruz y descubrir en Jesús al verdadero Mesías. Pero aún así, muchos años después, cuando la Buena Nueva ya estaba difundida por Asia Menor y por Grecia, la Cruz seguía siendo un gran impedimento para que los judíos y para que los paganos aceptaran a Jesús como Mesías. “’La cruz es una locura y un escándalo!”, así decían (1Cor 1,23). Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistió en ayudar a las personas a que percibiesen que la cruz no era escándalo ni locura, sino la expresión más preciosa del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de hoy contribuye en este esfuerzo. Muestra que Jesús vino a realizar las profecías y que la Cruz era el camino para la Gloria. No hay otro camino.
• Mateo 17,1-3: Jesús cambia aspecto. Jesús sube a una montaña alta. Lucas añade que subió allí para rezar (Lc 9,28). Allí encima, Jesús aparece en la gloriaante Pedro, Santiago y Juan. Junto con Jesús aparecen Moisés y Elías. La Montaña alta evoca el Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado su voluntad al pueblo, entregando las tablas de la ley. Los vestidos blancos recuerdan a Moisés que quedó fulgurante cuando conversaba con Dios en la Montaña y de él recibía la ley (cf. Ex 34,29-35). Elías y Moisés, las dos mayores autoridades del Antiguo Testamento, conversaban con Jesús. Moisés representa la Ley, Elías, la profecía. Lucas informa que la conversación fue sobre el “éxodo” (la muerte) de Jesús en Jerusalén (Lc 9,31). Así queda claro que el Antiguo Testamento, tanto la Ley como los Profetas, enseñaban ya que para el Mesías, el camino de la gloria tenía que pasar por la cruz.
• Mateo 17,4: A Pedro le gusta, pero no entiende. A Pedro le gusta y quiere asegurarse ese momento agradable en la Montaña. Se ofrece para construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba diciendo (Mc 9,6), y Lucas añade que los discípulos tenían sueño (Lc 9,32). Ellos son como nosotros: tienen dificultad en entender la Cruz.
• Mateo 17,5-8: La voz del cielo aclaró los hechos. Cuando Jesús es envuelto en la gloria, una voz del cielo dice: «Este es mi Hijo amado en quien me complazco; escuchadle». La expresión “Hijo amado” evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “Escuchadle” evoca la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15). En Jesús, las profecías del AT se están realizando. Los discípulos no pueden dubitar. Jesús es realmente el Mesías glorioso y el camino para la gloria pasa por la cruz, según había sido anunciado en la profecía del Mesías Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración lo comprueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre lo garantiza. Jesús lo acepta. Ante todo lo que estaba aconteciendo, los discípulos quedan con mucho miedo y caen rostro en tierra. Jesús se aproxima, los toca y dice: «Levántense y no tengan miedo.» Los discípulos levantan los ojos y ven sólo a Jesús y a nadie más. De aquí en adelante, Jesús es la única revelación de Dios para nosotros. Jesús, y solamente él, es la clave para poder entender la Escritura y la Vida.
• Mateo 17,9: Saber guardar el silencio. Jesús pidió a los discípulos que no dijeran nada a nadie hasta que él hubiese resucitado de los muertos. Marcos dice que ellos no sabían lo que significaba resurrección de los muertos (Mc 9,10). De hecho, no entiende el significado de la Cruz que no enlaza el sufrimiento con la resurrección. La Cruz de Jesús es la prueba de que la vida es más fuerte que la muerte. La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por medio de la instrucción teórica, pero sí por el compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén.

4) Para la reflexión personal

• Tu fe en Jesús, ¿te ha proporcionado algunos momentos de transfiguración y de intensa alegría? Estos momentos ¿cómo te han dado fuerza en la hora de las dificultades?
• ¿Cómo transfigurar, hoy, tanto la vida personal y familiar, como la vida comunitaria en nuestro barrio?

5) Oración final

Los montes se derriten como cera,
ante el Dueño de toda la tierra;
los cielos proclaman su justicia,
los pueblos todos ven su gloria. (Sal 97,5-6)

Todo se hace llevadero por amor a Dios (amor a Dios)

Pedro, ¿me amas? Apacienta mis ovejas. y esto por tres veces consecutivas. Se le preguntaba sobre el amor, y se le imponía una labor; porque, cuanto mayor es el amor, tanto menor es el trabajo (San Agustín, Sermón 340).

Quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por Él; el que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor (Santa Teresa, Camino de perfección, 32, 7).

El amor defiende de las adversidades. A quien lo tiene, nada adverso le puede resultar perjudicial, antes al contrario se le convierte en útil: Todo contribuye al bien de los que aman a Dios (Rm 8, 28). Hasta los reveses y dificultades son llevaderos para el que ama, como observamos a diario en el terreno meramente humano (Santo Tomás, Sobre la caridad, 1, c., p. 204).

Todo lo duro que puede haber en los mandamientos lo hace llevadero el amor… ¿Qué no hace el amor […]? Ved cómo trabajan los que aman; no sienten los que padecen, redoblando sus esfuerzos a tenor de las dificultades (San Agustín, Sermón 96).

Todas estas cosas, sin embargo, hállenlas difíciles los que no aman; los que aman, al revés, eso mismo les parece liviano. No hay padecimiento, por cruel y desaforado que sea, que no le haga llevadero y casi nulo el amor (San Agustín, Sermón 70).

Comentario – La Transfiguración del Señor

La Transfiguración del Señor fue un acontecimiento que tuvo testigos como Pedro, Santiago y Juan: un acontecimiento localizable, que se sitúa en lo alto de una montaña, pero de carácter místico, como esas experiencias inefables que sólo pueden expresarse en un lenguaje figurado: su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Pedro, uno de los testigos de aquel acontecimiento, nos habla de él como si se tratara de una teofanía, como de ese momento en que Jesús les mostró su grandeza o se puso de manifiesto la gloria de Dios, que se hacía presente en Cristo Jesús, aquel hombre a quien ellos tenían por maestro, profeta, enviado de Dios. Y con el resplandor de la gloria, la voz autorizada de lo Alto que le proclama el Hijo: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Dios le señalaba ante los testigos escogidos como su Hijo amado, no sólo con la palabra, sino también con el resplandor de su gloria. Así lo entendió Pedro. Por eso puede hablar del poder de Jesús y anunciar su última venida, porque ha sido testigo ocular de su grandeza. No se apoya, pues, en fantasías o conjeturas, en ilusiones nacidas de su deseo de inmortalidad, sino en una experiencia ocular y auditiva, en algo que él vio y oyó estando con Jesús y otros dos compañeros en la montaña sagrada.

San Lucas se atreve a describir esta experiencia con palabras similares a las empleadas por algunos profetas del Antiguo Testamento en sus visiones. Habla de un cambio de figura o de aspecto en Jesús ante los ojos asombrados y temerosos de los discípulos que le acompañan; de la aparición de dos personajes, Moisés y Elías, que representan la Ley y la profecía y aglutinan la Antigua Alianza; se permite incluso aludir al gozo experimentado por los testigos del suceso, recordando la exclamación jubilosa de Pedro: Maestro, ¡qué hermoso es estar aquí! Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Y finalmente, la voz: esa voz que sale de la nube (lugar de la presencia de Dios) como de una boca oculta y misteriosa y que delata al Transfigurado como su Hijo predilecto que, por lo mismo, debe ser escuchado. Para Pedro, aquella voz (y visión) significó la confirmación de la palabra de los profetas, esa palabra con la que él podía estar familiarizado. Jesús era realmente el enviado de Dios, más aún, su Hijo amado, su único Hijo. Por eso, debe ser escuchado, porque habla de parte del Padre. El imperativo de estar a su escucha brota de su condición de Hijo. ¿Qué otra persona puede merecer mayor atención que la venida de parte de Dios para comunicarnos su mensaje, su voluntad?

Cesada la visión, acabada la experiencia, bajaron de la montaña. Y Jesús les manda no contar a nadie lo que han visto y oído hasta que resucite de entre los muertos. Al parecer, aquellos testigos respetaron esta consigna; y sólo tras la resurrección de Jesús dieron a conocer al mundo su experiencia. Ya no había motivos para mantenerla oculta. Aquello había sido un anticipo de la misma resurrección: como en la Transfiguración también aquí se había producido la transformación de un cuerpo terreno y mortal en cuerpo glorioso, pero a diferencia de aquel cambio momentáneo de figura, aquí se había dado una transformación permanente y definitiva.

Pero no debemos alterar el orden de las cosas. La transfiguración es el marco en el que acontece la voz imperiosa salida del cielo: escuchadlo. En él hemos de fijar nuestra mirada, ante todo para escucharlo. Esto es lo que realmente importa. Sólo prestándole atención como a lámpara que brilla en lugar oscuro podremos dejarnos transformar (=transfigurar), empezando por la mente, capaz de captar el significado de las palabras, pasando por los sentimientos, que tanto contribuyen a modelar la personalidad de una persona, y acabando por el cuerpo que la muerte reduce a materia en descomposición, pero la resurrección transforma en soma glorioso.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

Las varias figuras de la Iglesia

6.- Del mismo modo que en el Antiguo Testamento la revelación del reino se propone frecuentemente en figuras, así ahora la naturaleza íntima de la Iglesia se nos manifiesta también mediante diversas imágenes tomadas de la vida pastoril, de la agricultura, de la edificación, como también de la familia y de los esponsales, las cuales están ya insinuadas en los libros de los profetas.

Así la Iglesia es un redil, cuya única y obligada puerta es Cristo (cf. Jn 10, 1-10). Es también una grey, de la que el mismo Dios se profetizó Pastor (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11 ss), y cuyas ovejas, aunque conducidas ciertamente por pastores humanos, son, no obstante, guiadas y alimentadas continuamente por el mismo Cristo, buen Pastor y Príncipe de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1P 5,4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15).

La Iglesia es labranza, o arada de Dios (cf. 1Co 3, 9). En ese campo crece el vetusto olivo, cuya raíz santa fueron los patriarcas, y en el cual se realizó y concluirá la reconciliación de los judíos y gentiles (cf. Rm 11, 13-26). El celestial Agricultor la plantó como viña escogida (cf. Mt 21, 33-34 par.; cf Is 5, 1 ss). La verdadera vid es Cristo, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer (cf. Jn 15, 1-5).

A veces también la Iglesia es designada como edificación de Dios (cf. 1Co 3, 9). El mismo Señor se comparó a la piedra que rechazaron los constructores, pero que fue puesta como piedra angular (cf. Mt 21, 42 par.; Hch 4, 11; 1P 2, 7; Sal 117, 22). Sobre este fundamento los Apóstoles levantan la Iglesia (cf. 1Co 3, 11) y de él recibe firmeza y cohesión. Esta edificación recibe diversos nombres: casa de Dios (cf. 1Tim 3, 15), en que habita su familia; habitación de Dios en el Espíritu (cf. Ef 2, 19-22), tienda de Dios entre los hombres (Ap 21, 3) y sobre todo templo santo, que los Santos Padres celebran como representado en los templos de piedra, y la liturgia, no sin razón, la compara a la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Efectivamente, en este mundo servimos, cual piedras vivas, para edificarla (cf. 1P 2, 5). San Juan contempla esta ciudad santa y bajando, en la renovación del mundo, de junto a Dios, ataviada como esposa engalanada para su esposo (Ap 21, 1 s).

La Iglesia, llamada «Jerusalén de arriba» y «madre nuestra» (Ga 4, 26; cf. Ap 12, 17), es también descrita como esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 19, 7; 21, 2 y 9; 22, 17), a la que Cristo «amó y se entregó por ella pasa santificarla» (Ef 5, 25-26), la unió consigo en pacto indisoluble e incesantemente la «alimenta y cuida» (Ef 5, 29); a ella, libre de toda mancha, la quiso unida a sí y sumisa por el amor y la fidelidad (cf. Ef 5, 24), y, en fin, la enriqueció perpetuamente con bienes celestiales, para que comprendiéramos la caridad de Dios y de Cristo hacia nosotros, que supera toda ciencia (cf. Ef 3, 19). Sin embargo, mientras la Iglesia camina en esta tierra lejos del Señor (cf. 2Co 5, 6), se considera como en destierro, buscando y saboreando las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios, donde la vida de la Iglesia está escondida con Cristo en Dios hasta que aparezca con su Esposo en la gloria (cf. Col 3, 1-4).

Un mensaje nunca impuesto

1.- El lenguaje de las Escrituras es un lenguaje con muchas claves para su correcta interpretación. Hay quienes desearían que el Mensaje se nos facilitase de un modo directo y no con el recurso a unos cánones de exposición que, por su misma naturaleza, reclaman interpretación y desciframiento. No es posible, sin embargo, avenirse a esta pretensión. No lo es porque el Mensaje ha sido dado para los hombres de todos los tiempos y de todas las diversas culturas; y una estrecha vinculación a una cultura determinada habría hecho el Mensaje una realidad incomprensible para los hombres de otra estructura cultural.

Además, las realidades que el Mensaje revela no son aprehensibles en su totalidad por cuanto no pertenecen al mundo de la experiencia contable y medible, sino al de la salvación, la promesa, la esperanza y, en definitiva, la fe. De ahí la necesidad de que el lenguaje de las Escrituras sea «sacramental», es decir, significativo de unos contenidos que van más allá de las culturas de cada momento y más allá de los datos susceptibles de ser sometidos a reiterada experiencia. Es un lenguaje de signos, de gestos, de mitos, de sugerencias y de insinuaciones, salvo en concretos puntos en los que el Mensaje es rotundo y terminante.

2.- La primera lectura –tomada del Libro primero de los Reyes– abunda en estas claves. Dios se revela al profeta Elías en un susurro. Otras teofanías o manifestaciones de Dios a los hombres habían recurrido a otros elementos de la naturaleza. En este caso, y por necesidad de una misión profética que Elías no acababa de comprender. Dios recurre para manifestarse, al leve susurro de un pequeño viento. Ya no es el Dios del huracán que agrieta montes y rompe los peñascos. No es el Dios del terremoto. Tampoco el Dios del fuego. Es el Dios del susurro. Elías, tempestuoso de condición, siente que no es comprendido por los hombres a los que ha sido enviado y desearía un Dios formidable, a la medida de sus ímpetus de carne y sangre; pero Dios quiere enseñar al profeta que ha de ser misericordioso con los pertinaces y manso con los soberbios. Por eso, en lugar de una revelación de fuerza, se manifiesta en un susurro de viento para que Elías aprenda de Él a contener su impaciencia apostólica.

3.- Hay aquí una lección importante para todo creyente. Dios no puede ser utilizado como fuerza contra los hombres. El recurso a las situaciones de poder, de prepotencia, de superioridad…, no es el estilo del creyente ni puede serlo el de la Iglesia El Mensaje de Dios, útil para los hombres, ha de ser ofrecido benignamente al mundo; nunca impuesto. A nadie se le puede forzar a amar a Dios ni a regular la existencia según determinados preceptos impuestos por la autoridad religiosa. El Mensaje es una convocatoria y la ley –cuando resulte imprescindible– una brújula que oriente y señale rutas.

4. – A Dios no se acerca nadie por los caminos de los miedos y de las angustias. Sólo por las andaduras hechas de confianza en su poder salvador. La página del evangelio de san Mateo lo subraya hoy muy punzantemente. Dios–se nos dice a través de los signos– es un poder sobre todo otro poder; pero el apóstol Pedro corre el riesgo de perder el acercamiento a Dios cuando teme la fuerza de otros poderes y desconfía de la salvación manifestado en Jesús. «¿Por qué has dudado?» es el interrogatorio tremendo de Cristo a Pedro. Y la salvación de Pedro y de sus compañeros se realiza cuando aquél y éstos confían en Dios y dice a su Cristo: «Realmente eres Hijo de Dios».

5.- ¿Aprenderemos de una vez que los miedos y las ordenanzas no sirven en nada para despertar en los hombres la fe que salva y que ésta es sólo –¡y todo eso!– la audacia del hombre que se confía en Dios y en el susurro de la conciencia que lo revela?

Antonio Díaz Tortajada

Mándame ir hacia ti andando sobre el agua

Después obligó a los discípulos a que se embarcaran y se le adelantaran rumbo a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y una vez que la despidió, subió al monte, a solas, para orar; al caer la tarde, estaba solo allí. Mientras, la barca se hallaba ya en medio del lago, batida por las olas, porque el viento era contrario. Hacia las tres de la madrugada se dirigió a ellos andando sobre el lago. Los discípulos, al verlo caminar sobre el lago, se asustaron y decían: «¡Es un fantasma!», y se pusieron a gritar llenos de miedo. Jesús les dijo: «Tranquilizaos. Soy yo, no tengáis miedo». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas». Él dijo: «Ven». Pedro saltó de la barca y fue hacia Jesús andando sobre las aguas. Pero, al ver la fuerza del viento, se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó: «¡Sálvame, Señor!». Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?». Cuando subieron a la barca, el viento se calmó. Y los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente tú eres el hijo de Dios». 
Mateo 14, 22-33

PARA MEDITAR

Todos comieron, nadie quedó con hambre. Jesús hace que obremos el milagro de que con poco, todos podamos comer y saciarnos, no pasar hambre. Cuando tenemos la voluntad de compartir, cuando vemos en los demás a personas con las que poner en común lo que tenemos, entonces todo es posible.
La generosidad, la capacidad de compartir es capaz de hacer milagros. Hay muchas personas en el mundo y muchas de ellas cristianas que se dedican a compartir todo lo que tienen..

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Piensa en alguna persona en la que tienes mucha confianza, con quien estarías dispuesto a ir al fin del mundo.
  • ¿Cuál es tu confianza en Jesús? ¿Cómo podemos crecer en nuestra confianza en Jesús?
  • Toma un compromiso para que esta semana puedas crecer en tu confianza en Jesús.

ORACIÓN

Se me mueve la barca, tengo miedo:
a todo lo que pueda ocurrir a los míos,
a que falle la salud y no tener fuerza,
a no tener nuestras necesidades cubiertas…
Tú me dices otra vez:
Soy Yo, no tengas miedo.
Se me mueve la barca,
me lleno de angustia:
por los temas laborales o domésticos,
por las personas que acompañan mi vivir,
por lo que dejo por hacer o por decir…
Tú me dices siempre:
Soy Yo, no tengas miedo.
Se me mueve la barca, estoy nervioso:
por exigirme tanto en todo momento,
por no aceptar mis fallos e incoherencias,
por no llegar a todo lo que debo,
por no tener un rato para Ti:
Tú me dices:
Soy Yo, estoy contigo. No tengas miedo.

Soy Yo, no tengáis miedo

Porque no estoy seguro, Señor,
de que estás conmigo.
Porque pienso que estoy solo
en todo momento.
Porque siento que la vida es difícil.
Porque no me creo del todo tus Palabras:
Tengo miedo, Señor.

Se me mueve la barca, mis cimientos y convicciones,
con las pequeñas dudas cotidianas,
con mis dificultades de la vida,
con la prisa, el agobio y las obligaciones.
Tú me dices:
Soy Yo, no tengas miedo.

Se me mueve la barca, tengo miedo:
a todo lo que pueda ocurrir a los míos,
a que falle la salud y no tener fuerza,
a no tener nuestras necesidades cubiertas…
Tú me dices otra vez:
Soy Yo, no tengas miedo.

Se me mueve la barca,
me lleno de angustia:
por los temas laborales o domésticos,
por las personas que acompañan mi vivir,
por lo que dejo por hacer o por decir…
Tú me dices siempre:
Soy Yo, no tengas miedo.

Se me mueve la barca, estoy nervioso:
por exigirme tanto en todo momento,
por no aceptar mis fallos e incoherencias,
por no llegar a todo lo que debo,
por no tener un rato para Ti:
Tú me dices:
Soy Yo, estoy contigo. No tengas miedo.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

• La tradición bíblica atribuía a Dios cualidades que el evangelista Mateo atribuye a Jesús. En la escena anterior a ésta, la de la multiplicación de los panes y de los peces (Mt 14,13- 21), lo veíamos en el hecho de alimentar al pueblo: Jesús hace lo que Dios había hecho en pleno desierto (Ex 16).

• En esta escena de hoy la intención del evangelista es dar respuesta a las preguntas que se hace la comunidad y que Mateo había recogido en la escena del rechazo al final del capítulo 13: ¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? (Mt 13,54- 56). Mateo responde teniendo en cuenta lo que la gente conoce del Antiguo Testamento y mostrando cómo Jesús lo actualiza. Unos ejemplos:

* En el Antiguo Testamento es Dios quien tiene el poder de caminar sobre las aguas. Y caminar sobre un lugar es lo mismo que dominar aquel lugar, ser su amo (Am 4,13). Lo encontramos en el salmo 77 [76], 20: Tu camino discurría por el mar, por aguas caudalosas tu sendero, y nadie descubría tus huellas; en Jb 9,8: Él solo despliega los cielos y camina sobre la espalda del mar, en Jb 38,16: ¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano?-, o, en Is 43,16: El Señor abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas. En todo esto resuenan los pasajes de la Liberación-Pascua (Ex 14,15ss) y de la Creación (Gn 1,9).

-> Ahora es Jesús quien camina sobre el agua (25), ejerciendo aquel poder que es propio de Dios. Nos lleva a pensar en el final del mismo Evangelio de Mt: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18).

* En el Antiguo Testamento Dios se manifiesta revelando su nombre (Ex 3,14).

-> Aquí encontramos que Jesús se presenta a los discípulos con la expresión que evoca aquella revelación del nombre de Dios: «yo soy» (27).

* La invocación «Señor», en el Antiguo Tes- tamento era reservada a Dios.

-> Mateo insiste en que Jesús es el «Señor» (28.30). Habla de él como el «Señor» que se ha de manifestar en el fin de los tiempos (Mt 21,3; 25,11.20.22.24.37.44;24,42), pero afirmando también que se manifiesta aquí y ahora, ya que es invocado por los discípulos, es decir, por la Iglesia (Mt 7,21 ;8,25). Y su poder se manifiesta sobre todo en las curaciones (Mt 8,26;9,28;15,22;17,15;20,30).

* Extender la mano: en los salmos encontramos que Dios tiende la mano para salvar a los necesitados: Lanzó su mano de lo alto y me agarró para sacarme de las aguas caudalosas (Sal 18[17],17); Extiende tus manos desde lo alto, líbrame de las aguas caudalosas (Sal 144[143],7). La misma idea la encontramos en Sal 32[31],6.

-> Aquí encontramos que Jesús extiende la mano a Pedro (31).

• El texto tiene algunos simbolismos, como el mar y la barca. El mar (aquí no mencionado con este nombre) es la designación habitual del lago de Galilea y en pasajes como el de Mt 8,23-27 (o Mc 4,35-41) el mar es considerado como el lugar donde residen las fuerzas maléficas y Jesús es presentado actuando como un exorcista (tan sólo Dios es capaz de dominarlo). La barca (24) ha sido vista a menudo como un símbolo de la Iglesia.

• El hecho de que Jesús disperse a los discípulos y la multitud (22-23) parece indicar que no quiere que nadie quede condicionado a los aspectos maravillosos de la multiplicación de panes y peces. Y nos hace dar cuenta de que la misa, en la que también Jesús nos alimenta con el pan de vida, acaba con la dispersión: no se nos permite, por así decirlo, quedar «pegados» al encuentro, a la celebración… sino que se nos envía, Jesús nos pone en medio del mundo (el mar), donde Él ya está (25-27), para «caminar» juntos con Él (28-29): si queremos, podemos: «ven» (29).

• Con Jesús en «la barca» -la Iglesia- «amainó el viento» (32). Su presencia trae el «coraje», aleja «el miedo» (27). Jesús está presente en la Iglesia misionera. La Iglesia es misionera cuando avanza en medio del mundo a pesar de las dificultades. La presencia de Jesús viene afirmada por el mismo evangelio de Mateo: Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

• La invocación «Señor, sálvame» (32) es propia del creyente en Jesucristo. Y Cristo es el único que puede dar respuesta. Él es el Salvador (Mt 1,21). Pedro representa a todos los que respondemos a Jesús que nos invita (29) a seguirle, a hacer como él. Nos representa en el atrevimiento (28), en la duda y en el miedo (30), en la confesión de fe, la propia (30) y la de la Iglesia (33).

Comentario al evangelio – La Transfiguración del Señor

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Queridos hermanos:

A Pedro, a Santiago y a Juan el Maestro les hace un estupendo regalo; ni más ni menos que un anticipo de gloria, un pregusto de eternidad, una revelación de la transparencia de su identidad como hijo del Dios Altísimo, Mesías Servidor.

Tuvo que ser una experiencia muy impactante. Seguro. Con todo, hasta después de la Pascua no parece que estuviera en ellos suficientemente digerido ni asimilado lo que en lo alto de la montaña habían vivido (eso parece).

A nosotros, los discípulos de esta hora, también se nos regalan, en ocasiones, experiencias, momentos densos e intensos que nos dejan “tocados” interiormente; son como fogonazos, brincos del alma que no atinamos a comprender, que nos cuesta narrar, y cuyo alcance no nos es dado en el momento. Experiencias de monte, experiencias de luz, aconteceres de transparencia… (algo así -más o menos- intentando ponerles nombre).

Bien conoce el Señor a sus discípulos; bien sabe Él que sin luz, sin dosis de luz, qué densa se torna la oscuridad de la cruz, cómo pesa la entrega, qué aterrador se hace el silencio de la ausencia… Y nos regala altura de monte para cuando haya que transitar oscuros caminos; y nos regala chispas de luz, para atravesar los valles de sombras de muerte… Y, sobre todo, graba en el centro de nuestros corazones la palabra imperecedera de su Hijo, que es brújula en la desorientación, lámpara en la oscuridad, sosiego en la inquietud, medicina en la flaqueza, perdón en la infidelidad…

Con palabras de la liturgia (de un himno de las horas), anhelemos ser transfigurados (en Él):

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de ti en tu gloria traspasado.

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Mas no a mí solo,
purifica también
a todos los hijos de tu Padre
que te rezan conmigo o te rezaron,
o que acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el Padrenuestro.

Transfigúranos, Señor, transfigúranos.
Si acaso no te saben, o te dudan
o te blasfeman, límpiales el rostro
como a ti la Verónica;
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, como te veo.

Transfigúralos, Señor, transfigúralos.
Que todos puedan, en la misma nube
que a ti te envuelve,
despojarse del mal y revestirse
de su figura vieja y en ti transfigurada.
Y a mí, con todos ellos, transfigúrame.

Transfigúranos, Señor, transfigúranos.

Juan Carlos Rodríguez, cmf