Comentario al evangelio – Asunción de la Virgen María

Hay algunas preguntas que nos rodean a lo largo de la vida: ¿Hay algo más allá de las fronteras de la vida, de nuestra existencia mortal? ¿Qué podemos dejar de nosotros a los que quedan? ¿Después de todo lo vivido aquí en la tierra, que pasará? Muchas personas estaban convencidas de que el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción como una respuesta a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos cuerpos fueron profanados.

La solemnidad de la Asunción fue celebrada en la Iglesia católica por muchos siglos sin una definición doctrinal formal. La doctrina de que María fue “asunta al cielo, en cuerpo y alma” es una proclamación oficial de la Iglesia del Papa Pío XII, con la Bula Munificentissimus Deus, en 1950.

Para muchas personas de nuestro tiempo este dogma de celebrar la asunción al cielo en cuerpo y alma de la Virgen María suena raro y hasta incomprensible. Podemos decir, más allá de la motivación del Papa Pío XII, que es una fiesta que dignifica el cuerpo y el alma, es decir, la persona en su integralidad, pues es un regalo dado por Dios que hay que cuidar.

Si existe algo que responde a los interrogantes más hondos de la vida es el amor. La Sagrada Escritura afirma que el amor es para siempre, que es semilla que da fruto al encontrar un corazón dispuesto a acogerle: un corazón no doblegado sobre uno mismo, sino disponible a dejar espacio a la presencia del Otro, al don que el Señor ofrece. Así fue la vida de María, que acogió, no sin temor, la palabra del Señor y su promesa de vida: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz a un hijo, a quien llamarás Jesús” (Lc 1,30-31).

María es capaz de exultarse por las maravillas que el Señor hizo en su existencia. Ella es capaz de contemplar las gracias que el Señor sigue ofreciendo al mundo, haciendo “grandes cosas” por nosotros. Ella es capaz de reconocer que la misericordia del Señor se extiende “de generación en generación”, es decir, por siempre. La fiesta de hoy del “bienaventurado tránsito” de María es una señal de que aquellas preguntas fundamentales tienen una respuesta en lo que Dios hizo con la Madre de Jesús, haciéndola partícipe de la resurrección de la carne, al concederle la gloria celestial. Que el sí de María, es un sí a la vida hecha donación, entrega a los planes de Dios.

Si un día María dijo sí a Dios, y acogió en su vida la Palabra, sin reservas, hoy celebramos el sí de Dios a la entrega de María, acogiéndola, en cuerpo y alma, es decir, integralmente, en su gloria. Somos invitados a leer esta fiesta a la luz de la resurrección, que celebra la humanidad acogida en Dios, a través de su Hijo Jesucristo y, con él, la Bienaventurada Virgen María.

Eguione Nogueira, cmf

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Meditación – La Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Hoy celebramos la solemnidad de La Asunción de la Bienaventurada Virgen María.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 1, 39-56):

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de Santa María en cuerpo y alma a los cielos. «Hoy —dice san Bernardo— sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes». Y añadirá estas preciosas palabras: «¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad —que es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está allí, de donde proceden los mejores regalos y los dones de más valor. Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los hombres».

El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio acogedor. Con esta Palabra en su espacio interior, engendrando la Vida para los hombres en su vientre, «se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40). La presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama Isabel.

Sobre todo, nos hace el don de su alabanza, su misma alegría hecha canto, su Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador…» (Lc 1,46-47). ¡Qué regalo más hermoso nos devuelve hoy el cielo con el canto de María, hecho Palabra de Dios! En este canto hallamos los indicios para aprender cómo se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, y llegar a responder como Ella al regalo que nos hace Dios en su Hijo, a través de su Santa Madre: para ser un regalo de Dios para el mundo, y mañana un regalo de nuestra humanidad a Dios, siguiendo el ejemplo de María, que nos precede en esta glorificación a la que estamos destinados.

P. Abad Dom Josep ALEGRE Abad de Santa Mª de Poblet

Liturgia – La Asunción de la Bienaventurada Virgen María

ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, solemnidad

Misa del día de la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria, Credo, Prefacio propio. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. IV

  • Ap 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab. Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies.
  • Sal 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
  • 1Cor 15, 20-27a. Primero Cristo, como primicia; después todo los que son de Cristo.
  • Lc 1, 39-56. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes.

Antífona de entrada          Cf. Ap 12, 1
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

     O bien:
Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de la Virgen María: de su Asunción se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.

Monición de entrada
Hoy nos hemos reunido para contemplar a la Santísima Virgen María, Madre de Cristo y Madre nuestra asunta a los cielos, glorificada con Dios y compartiendo la vida nueva de su Hijo Jesucristo.

Acto penitencial
Comencemos pues, la Eucaristía, dando gracias a Dios, que ha obrado maravillas en María, y la ha llamado a compartir para siempre su vida. Por ello, alegres y esperanzados, nos ponemos en la presencia de Dios, y conscientes de nuestra pequeñez y debilidad, nos confesamos culpables de nuestros pecados, invocando la ayuda de nuestra Señora, la Virgen María, refugio de pecadores, para que interceda por nosotros.

Yo confieso…

Se dice Gloria.

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
que has elevado en cuerpo y alma a la gloria del cielo
a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo,
concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas,
lleguemos a participar con ella de su misma gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Se dice Credo.

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, que en el día de hoy ha querido ensalzar a la Virgen María por encima de los coros de ángeles y de santos, y pidámosle que, por su intercesión, escuche nuestras súplicas y plegarias.

1.- Para que toda la Iglesia, unida a la gloriosa y santa Virgen María, Madre de Dios, proclame la grandeza del Señor y se alegre en Dios, su Salvador. Roguemos al Señor.

2.- Para que los jóvenes de nuestra diócesis descubran a Dios presente en sus vidas, imiten los ejemplos de vida de santa María, y muchos de ellos se decidan a entregar su vida a Dios en el ministerio sacerdotal. Roguemos al Señor.

3.- Para que la misericordia del Señor llegue a sus fieles de generación en generación, y todos los pueblos de la tierra feliciten a aquella en la cual Dios ha hecho obras grandes. Roguemos al Señor.

4.- Para que el Señor, con las proezas de su brazo, conceda su auxilio a los ancianos y enfermos, y los difuntos alcancen el don de la vida eterna. Roguemos al Señor.

5.- Para que Cristo, el rey que ha coronado a María como reina, cuando entregue la creación al Padre, nos conceda, como a María, la posesión del reino preparado desde la creación del mundo. Roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro, que constituiste a la Madre de tu Hijo Madre y Reina nuestra, escucha nuestra oración y haz que, ayudados por la intercesión de María, vivamos en constante actitud de servicio a nuestros hermanos mientras esperamos tu llegada en gloria y participemos un día de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SUBA a tu presencia, Señor,
la ofrenda de nuestra devoción,
y, por intercesión de la santísima Virgen María,
elevada al cielo,
haz que nuestros corazones,
encendidos en el fuego de tu amor,
tiendan constantemente hacia ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor. 

Prefacio
LA GLORIA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA

V/.   El Señor esté con vosotros. R/.

V/.   Levantemos el corazón. R/.

V/.   Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.

EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque hoy ha sido elevada a los cielos
la Virgen, Madre de Dios;
ella es figura y primicia de la Iglesia,
que un día será glorificada;
ella es ejemplo de esperanza segura
y consuelo del pueblo peregrino.

Con razón no quisiste, Señor,
que conociera la corrupción del sepulcro
la que, de modo admirable,
concibió en su seno al autor de la vida,
tu Hijo encarnado.

Por eso, unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que vienen en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Antífona de comunión          Lc 1, 48-49
Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.

Oración después de la comunión
DESPUÉS de recibir los sacramentos que nos salvan,
te rogamos, Señor,
por intercesión de santa María Virgen,
elevada al cielo,
llegar a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Inclinaos para recibir la bendición.

Dios que en su providencia amorosa
quiso salvar al género humano
por el fruto bendito del seno de la Virgen María,
os colme de sus bendiciones.
R/.  Amén.

Que os acompañe siempre la protección de la Virgen,
por quien habéis recibido al Autor de la vida.
R/.  Amén.

Y a todos vosotros,
reunidos hoy para celebrar con devoción esta fiesta de María,
el Señor os conceda la alegría del Espíritu
y los bienes de su reino.
R/.  Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo † y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R/.  Amén.

Santoral 15 de agosto

LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

«Al cielo vais, Señora; allá os reciben con alegre canto. ¡Oh quién pudiese agora, asirse a vuestro manto, para subir con Vos al Monte Santo! De ángeles sois llevada, de quien servida sois desde la cuna; de estrellas coronada, cuál reina habrá ninguna, pues por chapín lleváis la blanca luna…» Así cantó nuestro inmortal Fray Luis de León.

Y con el himno litúrgico de las primeras Vísperas le cantamos: «Albricias, Señora, reina soberana, que ha llegado el logro, de vuestra esperanza. Albricias, que tienen, término las ansias, que os causa la ausencia, del Hijo que os ama. Albricias, que al cielo, para siempre os llama, el que en el cielo y tierra, os llenó de gracia».

En estas dos poesías, o mejor, trozos de poesía, está sintetizado el dogma maravilloso de esta gracia otorgada a la Madre de Dios y nuestra, la Virgen María.

Para profundizar en el significado y contenido de este dogma nada mejor que leer y releer la encíclica Munifientissimus Deus por la cual el Papa Pío XII el día 1 de noviembre de 1950 declaraba este dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos.

Era una verdad católica admitida por todos los cristianos y propagada por el arte y la literatura desde los primeros siglos del cristianismo, así como por el Magisterio de la Iglesia, y era celebrado en las liturgias cristianas de todo el mundo. Pero no era dogma hasta este fecha.

El Papa en su Encíclica demuestra, con riqueza de argumentos teológicos y bíblicos y con una gran abundancia de textos patrísticos y literarios la veracidad de ésta hasta entonces pía creencia.

Desde hacía muchos siglos todos creían como verdad de fe los dogmas de la Maternidad Divina y de la Virginidad de María. El dogma sobre la Inmaculada Concepción no fue definido hasta el 8 de diciembre de 1844, por el Papa Pío IX, con la Bula Ineffabilis Deus. Las palabras más importantes de la Bula de Pío XII, después de traer toda clase de argumentos sacados de la Teología, Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Tradición, las Liturgias, etc… eran estas: «Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste» (AAS 42 (1950) 770).

Eramos muchos miles y cientos de miles los cristianos que aquella mañana romana batíamos palmas con gran emoción por esta nueva perla que el Vicario de Jesucristo engarzaba en la Corona de la Virgen María.

El Papa no menciona si la Virgen murió o no, o cómo fue esta muerte. Eso no entra en las verdades de fe. Lo que interesa es demostrar y creer que la Virgen María, acabado su tiempo de vivir en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a los cielos sin haberse corrompido aquel cuerpo que era la misma carne de Jesús «de la cual nació Jesús», y en cuyo seno quiso habitar durante nueve meses. No es este el lugar ni hay espacio para ello el probar con argumentos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento de donde arranca el Papa en su maravillosa Encíclica. Sigue el argumento de Tradición, tomado de los Santos Padres a través de toda la historia y de la Liturgia en todos los ritos que siempre celebraron esta creencia. Termina el Papa con el argumento de común asentimiento, es decir, la creencia de todos los cristianos y los millares de peticiones que llegaron a Roma para que este dogma fuera definido.

Este dogma nos estimula a pensar en las cosas de arriba, usando las de abajo en tanto en cuanto nos sirven para alcanzar aquellas.

Otros Santos de hoy: Alipio, Arnulfo, Tarsicio, Atanasia, Demetrio.

Justo y Rafael Mª López-Melús

Laudes – Asunción de la Bienaventurada Virgen María

LAUDES

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

La Asunción de María comienza en el «sí» a la palabra del ángel del Señor.

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Venid, adoremos al Rey de reyes, que hoy ha elevado a la Virgen Madre al cielo

SALMO 94: INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendición al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

¿A dónde va, cuando se va, la llama?
¿A dónde va, cuando se va, la rosa?
¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,
qué amor de Padre la alza y reclama?

Esta vez como aquella, aunque distinto;
el Hijo ascendió al Padre en pura flecha.
Hoy va la Madre al Hijo, va derecha
al Uno y Trino, al Trono en su recinto.

Por eso el aire, el cielo, rasga, horada,
profundiza en columna que no cesa,
se nos va, se nos pierde, pincelada
de espuma azul en el azul sorpresa.

No se nos pierde, no; se va y se queda.
Coronada de cielos, tierra añora
y baja en descensión de Mediadora,
rampa de amor, dulcísima vereda.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 62: EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Ant. Dichosa eres, María porque de ti vino la salvación del mundo; ahora vives ya en la gloria del Señor.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichosa eres, María porque de ti vino la salvación del mundo; ahora vives ya en la gloria del Señor.

CÁNTICO de DANIEL: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Ant. La Virgen María ha sido glorificada sobre los coros de los ángeles; alégrense todos los fieles y bendigan al Señor.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
Astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
Vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant. La Virgen María ha sido glorificada sobre los coros de los ángeles; alégrense todos los fieles y bendigan al Señor.

SALMO 149: ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Ant. El Señor ha glorificado tu nombre de tal modo, que tu alabanza está siempre en la boca de todos.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles,
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha glorificado tu nombre de tal modo, que tu alabanza está siempre en la boca de todos.

LECTURA: Is 61, 10

Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.

RESPONSORIO BREVE

R/ La Virgen María asciende hoy al cielo.
V/ La Virgen María asciende hoy al cielo.

R/ Y triunfa con Cristo para siempre.
V/ Asciende hoy al cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ La Virgen María asciende hoy al cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Es bella y hermosa la hija de Jerusalén; subió al cielo resplandeciente, como la aurora cuando amanece.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Es bella y hermosa la hija de Jerusalén; subió al cielo resplandeciente, como la aurora cuando amanece.

PRECES

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:

Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.

Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada,
— líbranos de la corrupción del pecado.

Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
— haz también de nosotros templos de tu Espíritu.

Rey de reyes, que elevaste contigo al cielo en cuerpo y alma a tu Madre,
— haz que aspiremos siempre a los bienes del cielo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
— danos un día el gozo de tener parte en la gloria.

Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Porque te has complicado, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronado en este día de gloria y esplendor; por su intercesión, te pedimos que a cuantos has salvado por el misterio de la redención nos concedas también el premio de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.