II Vísperas – Domingo XX de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XX de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como un luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo,
cuando, al mirar lo que quisimos,
lo vamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos,
cuando el Rey nos ame y nos mire,
para que nosotros le amemos,
y podamos hablar con él
sin palabras, cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando un suspiro de alegría
nos llene, sin cesar, el pecho,
entonces —siempre, siempre—, entonces
seremos bien lo que seremos.

Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria al Espíritu divino,
gloria en la tierra y en el cielo. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

PRECES

Alegrándonos en el Señor, de quien viene todo don, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado, desde donde sale el sol hasta el ocaso,
— fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haznos dóciles a la predicación de los apóstoles,
— y sumisos a la verdad de nuestra fe.

Tú que amas a los justos,
— haz justicia a los oprimidos.

Liberta a los cautivos, abre los ojos a los ciegos,
— endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los que duermen ya el sueño de la paz
— lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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¿Seguidores de un maestro que se deja cuestionar o repetidores inamovibles de «verdades»?

Nos encontramos con un pasaje del evangelio un tanto sorprendente que, sin embargo, al final nos deja un mensaje muy claro. Es su composición y los pasos que da para llegar a este mensaje final lo que puede chocarnos, o hacernos reflexionar para descubrir los matices que Mateo quiere dejar patentes a su comunidad y a nosotros.

El texto nos presenta a Jesús que abandona el territorio de Israel y se adentra en el país vecino de Siria y Fenicia, en las ciudades de Tiro y Sidón. Está por tanto en el extranjero, en tierra de impuros. Porque los contemporáneos de Jesús tienen muy afianzados los binomios: judío=creyente y gentiles (o extranjeros)=paganos. Y estos gentiles, paganos e impuros, están representados en una “mujer cananea”. Es significativa la elección de esta mujer como protagonista y rompe todos los esquemas vigentes. Es mujer, extranjera, pagana y además Mateo la llama cananea, a diferencia de Marcos que la llama sirio fenicia. Es decir procedente de Canaán, lugar que en la tradición judía es el símbolo de la irreligiosidad, del pecado….

Así situados, nos disponemos a caminar junto a Jesús como uno más de sus discípulos, por los caminos de nuestro mundo, en el que el concepto de extranjero, migrante, diferente… está tan presente. Y en el que todavía, veinte siglos después, ser mujer aporta ciertas connotaciones, no siempre favorables.

Oímos que se nos acerca una mujer extranjera que nos desestabiliza, rompe nuestra marcha rutinaria, nuestro vivir cotidiano, con su presencia y sus demandas, ante las que Jesús guarda silencio, en un primer momento y nos sorprende después con un diálogo que nunca hubiéramos imaginado. También ahora, muchas veces estamos tan tranquilos y llegan “otros” a alterar nuestras costumbres… ¿cómo nos situamos o reaccionamos ante los diferentes? ¿Ante los que no respetan nuestras costumbres de siempre? ¿Deseamos “despachar” a los intrusos como los apóstoles o entramos en un dialogo con ellos como Jesús?

Contemplamos y acogemos la escena y su mensaje. Nos acercamos a esta mujer pagana, extranjera, sin nombre, una mujer atrevida, libre, decidida… Va tras un hombre judío, a quien sin duda considera maestro, hombre de Dios. Y ella, que no es nadie, le dirige la palabra, rompiendo toda costumbre y “buena práctica”; las mujeres no se dirigen a los hombres y menos en público. Entiende que molesta a los discípulos pero sigue insistiendo.

Insiste con una oración confiada y perseverante que expresa su fe en Dios, un Dios al que, en la práctica, siente cómo Dios de todos, también suyo, de una mujer cananea. Una súplica que expresa su fe en Jesús mismo, a quien llama Señor e Hijo de David, títulos de gran significado en la comunidad de Mateo como expresión de fe en Jesús Resucitado. A Él le confía lo que embarga su corazón, su dolor y preocupación por su hija y su esperanza de una salvación-curación que le alcance también a ella, que no es “hija de Abraham”.

Una mujer osada y valiente que sigue clamando y buscando formas nuevas de hacerlo –se postra ante él, vuelve a pedir misericordia- cuando oye cómo la mandan callar de tantas formas… ¿No nos recuerda a otras muchas mujeres insistiendo en lo que “no es correcto”, en lo que a algunos molesta?

Una mujer que no se enreda, ni se deja dominar o paralizar por sus sentimientos, ni se va herida ante la dura frase de Jesús: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”; sino que entra al diálogo con él, se anima a ponerse a su altura. Quizá, acostumbrada a escuchar como los judíos llaman “perros” a los gentiles, saca incluso de esta imagen una razón, un argumento, para su insistencia: “Es verdad Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”…

Es impresionante su capacidad de argumentar en la lógica de Jesús, es impresionante su fe en Él, que pasa por encima de sus palabras. Tan impresionante que hace que Jesús cambie su tono y su mensaje. Después de haber pronunciado dos frases, de una dureza que a todos sin duda nos sorprenden, expresa una admiración incontenible. Admiración por la fe de esta mujer extranjera a la que reconoce admirado: ¡Mujer, grande es tu fe! No es la primera vez que Jesús ha reconocido la fe de los paganos, (Lc 7, 9) ahora añade al reconocimiento la expresión explicita de su ser mujer. Es como si la dijera: “¡Tienes razón! Tu fe está en lo cierto”, por ello: “Hágase como tú quieres” y la palabra de Jesús, en respuesta a su fe obra la salvación inmediata, “su hija sanó en ese momento”.

¿Podemos decir que esta mujer hace cambiar de opinión a Jesús o es un recurso narrativo de Mateo? En cualquier caso el texto nos deja constancia de un dialogo transformador y nos da un mensaje claro: Jesús y su salvación son para todos, el reino de Dios es universal. El recorrido que hace Jesús, en su dialogo con esta mujer, es el recorrido que toda persona que crea en Jesús debe hacer… ¿Y nosotros? ¿Consideramos la salvación, en la práctica, como algo para nosotros o para todos? ¿Cómo consideramos a los extranjeros, los no católicos, los no…? ¿Entramos en diálogo con los demás, acogiendo la salvación que puede venirnos de ellos o solo repetimos nuestras tesis sintiéndonos poseedores de la verdad?

El evangelio de este domingo nos invita a plantearnos nuestra fe. Ese don que hemos recibido de Dios y estamos llamados a cuidar. Solo la fe obtiene como respuesta la salvación de Dios, y esta salvación, no consiste en dogmas o verdades abstractas; cambia la vida. Da la salud, libra de los demonios, oscuridades y sufrimientos… da sentido a los sin sentidos. ¡Y esta salvación es para todos! Ese es el mensaje del evangelio de hoy. Cada uno de nosotros y nosotras, seamos de donde seamos, partamos de la situación de la que partamos, somos destinatarios de esta salvación, el reino de Dios ha venido para nosotros, por medio de Jesús. Solo hace falta que estemos dispuestos a creer en Él, a confiar plenamente. Que nos mantengamos atentos, que abramos nuestros ojos a toda persona, a todo acontecimiento… Dios se revela y se cuela en nuestras vidas por caminos insospechados, por las personas de las que menos lo esperamos… porque su amor ha llegado ya a todos y estamos invitados a descubrirlo, saborearlo y agradecerlo.

Mª Guadalupe Labrador Encinas. fmmdp

Un auténtico diálogo que enriquece a ambos

Hoy las tres lecturas y hasta el salmo van en la misma dirección: La salvación universal de Dios. El tema de la apertura a los gentiles fue de suma importancia para la primera comunidad. Muchos cristianos judíos pretendían mantener la pertenencia al judaísmo como la marca y seña de la nueva comunicad, conservando la fidelidad a la Ley. Esta postura originó no pocas discusiones entre los discípulos y no se vio nada claro hasta pasado casi un siglo de la muerte de Jesús. Por eso es tan importante este relato.

Mateo relata este episodio inmediatamente después de una violenta discusión de Jesús con los fariseos y letrados, acerca de los alimentos puros e impuros. Seguramente la retirada a territorio pagano esté motivada por esa oposición. Jesús viendo el cariz que toman los acontecimientos prefiere apartarse un tiempo de los lugares donde le estaban vigilando. El relato pretende romper con los esquemas estereotipados que algunos cristianos pretendían mantener: Judío=creyente y extranjero=pagano o ateo.

El evangelista no pretende satisfacer nuestra curiosidad sobre un acontecimiento más bien anodino. Quiere dejar claro, que si una persona tiene fe en Jesús, no se puede impedir su pertenencia a la comunidad aunque sea “pagana”. Es un relato magistral que plantea el problema desde las dos perspectivas posibles. En él se quiere insistir tanto en la actitud abierta de los cristianos como en la necesidad de que los paganos vivieran unas disposiciones adecuadas de reconocimiento y humildad.

Los perros son considerados impuros en muchas culturas. La idea que nosotros tenemos de hiena es lo que más se aproxima a la idea de perro inmundo. Pero hay gran diferencia entre los perros salvajes y los de compañía, que son considerados como familia. A esta diferencia se aferra la mujer para salir airosa. Jesús no podía prescindir de los prejuicios que el pueblo judío arrastraba. Jesús tenía motivos para no hacer caso a la Cananea; pero nos encontramos con un Jesús dispuesto a aprender, incluso de una mujer pagana.

En el AT hay chispazos que nos indican ya la apertura total por parte de Dios a todo aquel que le busca con sinceridad. La primera lectura nos lo confirma: «A los extranje­ros que se han dado a Señor les traeré a mi monte santo». No cabe duda de que Jesús participa de la mentalidad general de su pueblo, que hoy podíamos calificar de racista, pero que, en tiempo de Moisés, fue la única manera de garantizar su supervivencia.

Gracias a que, para Jesús, la religión no era una programación, fue capaz de responder vivencialmente ante situacio­nes nuevas. Su experiencia de Dios y las circunstancias le hicieron ver que uno solo puede estar con Dios si está con el hombre. Las enseñanzas de Jesús no son más que el intento de comunicarnos su experiencia personal de Dios. Pero para poder comunicar una experiencia, primero hay que vivirla. Jesús, como todo hombre, no tuvo más remedio que aprender de la experiencia.

Jesús toma en serio a la mujer Cananea; no como los discípulos. El texto oficial quiere suavizar la expresión de los discípulos y dice ‘atiéndela’. Pero el “apoluson” griego significa también despedir, rechazar; exactamente lo contrario. La respuesta de Jesús: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, no va dirigida a los apóstoles, sino a la Cananea. La dureza de la respuesta no desanima a la mujer, sino todo lo contrario. Le hace ver que el atenderla a ella no va en contra de la atención que merecen los suyos.

Por ser auténtico y sincero por ambas partes, el diálogo es fructífero. Jesús aprende y la cananea también aprende. Se produce el milagro del cambio en ambos. Lo que este relato resalta de Jesús es su capacidad de reacción. A pesar de su actitud inicial, sabe cambiar en un instante y descubrir lo que en aquella mujer había de auténtica creyente. Jesús descubre que esa mujer, aparentemente ajena al entorno de Jesús, tiene más confianza en él que los más íntimos que le siguen desde hace tiempo.

Jesús es capaz de cambiar su actitud porque la Cananea demuestra una sensibilidad mayor de la que muestra Jesús. De ella aprendió Jesús que debía superar sus prejuicios. Aprendió que hay que proteger ante todo a los débiles; una idea femenino-maternal. Le sorprendió la confianza absoluta que tenía la mujer en él; otro valor femenino. Lo que más maravilla en el relato es la capacidad de Jesús de aceptar, es decir, hacer suyos los valores femeninos que descubre en aquella mujer. Jesús descubre su «anima» y la integra.

La mujer representa a todos los que sufren por el dolor de un ser querido. La profunda relación entre ambas impide delimitar donde empieza el problema de su hija. La madre es también parte del problema; de hecho le dice: socórreme. La enfermedad de la hija no es ajena a la actitud de la madre. Curar a la madre supone curar a la hija. La enfermedad de la hija nos hace pensar en problemas de relación materno-filial. Cuando la madre se encuentra a sí misma con la ayuda de Jesús, se soluciona el problema de la hija.

Los cristianos hemos heredado del pueblo judío el sentimiento de pueblo elegido y privilegiado. Estamos tan seguros de que Dios es nuestro, que damos por sentado que el que quiera llegar a Dios tiene que contar con nosotros. Esta postura, que nos empeñamos en mantener, es tan absurda y está tan en contra del evangelio de Jesús, que me parece hasta ridículo tener que desmontarlo. Todos los seres humanos son iguales para Él.

Juzgar y condenar en nombre de Dios a todo el que no pensaba o actuaba como nosotros, ha sido una práctica constante en nuestra religión a través de sus dos mil años de existencia. Va siendo hora de que admitamos los tremendos errores cometidos por actuar de esa manera. Debemos reconocer que Dios nos ama a todos, no por lo que somos, sino por lo que Él es. Esta simple verdad bastaría para desmantelar todas nuestras pretensiones de superioridad y como consecuencia, todo atisbo de intolerancia y rechazo.

El texto nos enseña que ser cristiano es acercarse al otro, superando cualquier diferencia de edad, de sexo, cultura o religión. El prójimo es siempre el que me necesita. Los cristianos no hemos tenido, ni tenemos esto nada claro. Nos sigue costando demasiado aceptar a “otro”, y dejarle seguir siendo diferente; sobre todo al que es “otro” por su religión. Tenemos que aprender del relato, que el que me necesita es el débil, el que no tiene derechos, el que se ve excluido. También en este punto está la lección sin aprender.

Debemos aceptar, como la Cananea, que muchas de las carencias de los demás, se deben a nuestra falta de compromiso con ellos. Sobre todo en el ambiente familiar, una relación inadecuada entre padres e hijos es la causa de las tensiones y rechazo del otro. Muchas veces, la culpa de lo que son los hijos la tienen los padres por no ponerse en su lugar e intentar comprender sus puntos de vista. El acoger al otro con cariño y comprensión podía evitar muchísimas situaciones que pueden llegar a ser crónicas y por lo tanto enfermizas.

Meditación

La Cananea tiene una confianza ilimitada en Jesús.
Esa confianza no se fundamenta en lo que yo soy,
sino en lo que Dios es en mí
y para todos los seres humanos sin excepción.
Mi relación con un dios abstracto será siempre ilusoria.
El verdadero Dios está en mí y está en el otro.

Fray Marcos

Comentario – Domingo XX de Tiempo Ordinario

El Dios creador del Universo, infinitamente compasivo y misericordioso, no puede sino tener compasión de todos, incluso de los ‘en algún tiempo’ extraños o extranjeros, por no formar parte del pueblo elegido. En realidad, para Dios no hay extranjero. Ninguna creatura le puede ser extraña, aunque haya hombres que puedan extrañarse o alejarse de Él. Así lo anunciaba el profeta Isaías: A los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo, y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo.

Así lo confirma Jesucristo con sus obras, teniendo misericordia de aquella mujer cananea que le suplica hasta el extremo de soportar una gran humillación. Y así lo ratifica san Pablo con su doctrina: Dios nos encerró a todos (judíos y no judíos) en desobediencia, para tener misericordia de todos. Porque todos somos sus criaturas y todos estamos llamados a la salvación. Nadie es, por tanto, por principio, extraño a esta salvación. Nadie es excluido, salvo el que finalmente se quiera excluir. Es cuestión de una voluntad, la humana, que en su limitación actúa con una autonomía que merece el respeto su Creador. Dios salva porque quiere la salvación del hombre, pero no salva sin la voluntad de éste.

El pasaje evangélico ilustra bien esta idea: nadie es extraño a la misericordia divina, aunque a veces ésta se haga esperar; la tardanza en la respuesta no es sino una prueba que permite evaluar y, al mismo tiempo, incrementar la fe y la humildad del creyente. Jesús sale del escenario habitual de su actividad, quizá buscando descanso en un lugar donde podía ser más fácilmente ignorado. De hecho, el evangelista nos dice que se retiró al país de Tiro y Sidón.

Pero ni siquiera en este ‘lugar de retiro’ pasa desapercibido. Una mujer lugareña (cananea) le sale al encuentro, como solía suceder en Palestina, donde tantos enfermos y leprosos se presentaban a él en el momento más inoportuno, implorando su compasión. También esta mujer implora compasión para sí, aunque no es ella la que necesita el remedio, sino su hija, porque la enferma por la que ella implora es su hija. Pero el beneficio de la hija será su propio beneficio. Por eso, pide compasión para sí, pues ella sufre el sufrimiento de su propia hija; y la liberación (= curación) de su hija será su propia liberación.

La primera respuesta de Jesús es la indiferencia. Jesús se muestra aparentemente insensible. Hace como el que no oye. Pero ella insiste en su reclamo, hasta el punto de que sus discípulos, ya molestos, le dicen: Atiéndela, que viene detrás gritando. Y en este preciso momento sí hay respuesta por parte de Jesús, pero una respuesta displicente y excluyente: Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Pero ni él está en Israel ni esa mujer que viene detrás, gritando, es israelita. Ella, no obstante, les alcanza y se arrodilla ante él, suplicándole: Señor, socórreme. Y la displicencia de Jesús se hace ahora humillante y ofensiva. Les compara (en plural) con perros (el diminutivo perritos que comparece en la última traducción puede resultar menos ofensivo) que no tienen derecho al pan de los hijos. Y ella acepta el desafío y la humillación: «Está bien, podemos ser perros en relación con los hijos»; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Los perros no tienen derecho al pan de los hijos, pero pueden disfrutar al menos de las migajas que caen de su mesa. ¡Qué alarde de fe y de humildad el de esta mujer! Y Jesús se deja vencer por esta grandeza, la grandeza de una fe que no hubiese sido posible sin humildad: una humildad capaz de superar la prueba de la indiferencia, la displicencia y el desprecio. Porque lo que había hecho Jesús con su actitud es someterla a prueba para darle finalmente el premio que se otorga a los vencedores: que se cumpla lo que deseas.

Su deseo se vio cumplido porque había dado muestras de mucha fe: una fe sostenida en la dificultad gracias a la humildad. Sin esta humildad no hubiese sido capaz de mantener su fe, su confianza en Jesús. Quizá hubiera podido confiar en su poder, pero no en su bondad. Luego a pesar de su afirmación inicial (sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel), no era verdad que Jesús haya venido sólo para los judíos o que la misericordia de Dios se circunscriba a una región o parte de la humanidad, descartando al resto, o a un pueblo respecto del cual todos los demás son extranjeros. No; la misericordia de Dios es universal. También los extraños en otro tiempo podrán incorporarse a la alianza, y acceder al monte santo, y ofrecer sacrificios aceptos a Dios, y formar parte de esa casa (universal) de oración, así llamada por todos los pueblos, puesto que ninguno será excluido de antemano.

Esos eran los gentiles en tiempos de san Pablo, ajenos a la llamada de Dios en otro tiempo, pero ahora obedientes, en cierto modo gracias (o con ocasión de) a la desobediencia de los judíos. Sin embargo, tampoco los judíos que rechazaron a Jesús quedarán encerrados en su obstinación y desobediencia, puesto que los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Y Dios seguirá llamando a esos judíos desobedientes para traerlos a la obediencia de la salvación aportada por Cristo. Al final resulta que todos, judíos y gentiles, han vivido tiempos de desobediencia.

En este sentido, ninguno tiene ventaja sobre el otro. Al contrario, Dios hace de la desobediencia el medio para tener misericordia de todos. Pero ésta se hará efectiva en diferentes modos o por diferentes caminos: por el camino de la humillación (el más universal), que suele ir acompañado de sufrimiento, por el camino de la carencia o también de la abundancia (aunque éste sea el más equívoco); acudiendo de inmediato, haciéndose rogar y esperar, por la senda del descalabro del pecado y del perdón que pasa por el arrepentimiento.

En fin, se trata de traer a la obediencia de la fe, casi siempre desde las regiones tenebrosas o penumbrosas de la desobediencia. ¡Ojalá que también nosotros podamos oír de sus labios un día: Qué grande es tu fe!, porque más grande será nuestra recompensa.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

Los no cristianos

16. Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cf. Rm 9, 5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rm 11, 28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da todos la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Hch 17, 25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tim 2, 4). Pues los que incurablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres, para que al fin tenga la vida. Pero con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del Criador (cf. Rm 1, 24-25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: «Predicad el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos.

Lectio Divina – Domingo XX de Tiempo Ordinario

Acoger a los excluidos
La mujer cananea ayuda a Jesús
a descubrir la voluntad del Padre
Mateo 15, 21-28

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura:

En el texto de hoy Jesús encuentra a una mujer extranjera, cosa prohibida por la religión de aquel tiempo. Inicialmente Jesús no quería escucharla, pero la mujer insiste y obtiene lo que quería. Este texto ayuda a entender cómo Jesús hacía por conocer y poner en práctica la voluntad del Padre.

b) Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mt 15, 21-22: El grito dolorido de la mujer
Mt 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos
Mt 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús
Mt 15, 27-28: Al tercer intento la mujer obtiene la curación de la hija

c) El texto:

Mateo 15, 21-2821-22: Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»
23-24: Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Despídela, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» 

25-26: Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
27-28: «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la reflexión personal.

a) En este episodio ¿cuál es el punto que más ha llamado tu atención y cuál el que te ha gustado más?
b) Cuatro personajes aparecen en el texto: la mujer, la hija, los discípulos y Jesús. ¿Qué dice el texto sobre el comportamiento de cada uno?¿Con cuál de los cuatro te identificas más? ¿Por qué?
c) Jesús ha dicho que su misión no le permitía el quedarse a escuchar la petición de la mujer. Pero de pronto Él responde a la petición. ¿Cómo se explica este cambio repentino en el comportamiento de Jesús?
d) ¿De qué forma o manera la respuesta de la mujer sobre perrillos y migajas ha tenido influencia en Jesús?
e) ¿Por qué aquellas palabras revelan la grandeza de la fe de la mujer?
f) ¿Cómo las palabras de Jesús pueden ayudar a nuestra comunidad a tener una fe más profunda?

5. Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

a) El contexto en el cual Mateo conserva las Palabras de Jesús:

* El evangelio de Mateo, escrito alrededor del año 85 después de Cristo, está dirigido a una comunidad de judíos piadosos y observantes, convertidos a la fe de Jesús. Imitando el ejemplo de Jesús, ellos continuaron viviendo según la tradición del pueblo judaico, observando en todo la ley de Moisés. Pero ahora, en los años ochenta, se encuentran en una encrucijada. Después de la destrucción de Jerusalén ( 70 d.C.), los fariseos, sus hermanos de raza, habían comenzado a reorganizar el judaísmo y, en nombre de la fidelidad a la misma ley de Moisés, trataban de bloquear la difusión cada vez más fuerte del cristianismo. Llegaron al punto de expulsarlos de la sinagoga. Esta hostilidad no prevista hizo entrar en una crisis profunda de identidad a la comunidad de los judíos cristianos. Puesto que, tanto los fariseos como los cristianos afirmaban ser fieles a la ley de Dios. ¿Cuál de los dos estaban en la verdad? ¿Con quién estaba Dios? ¿La herencia del pueblo hebreo a quién pertenecía: a la sinagoga o a la ecclesia?

* Precisamente para animar a este grupo de judíos cristianos, Mateo escribe su evangelio. Escribe para confirmarlos en la fe, demostrando que Jesús, de hecho, es el Mesías, en el cual culmina toda la historia del Antiguo Testamento. Escribe para consolarlos en medio de tanta hostilidad, ayudándoles a superar el trauma de la rotura con los hermanos. Escribe para llamarlos a una nueva práctica de vida, mostrando cómo deben hacer para llegar a una nueva justicia, mejor que la justicia de los fariseos.

b) Comentario de las Palabras de Jesús, conservadas por Mateo:

Mateo 15, 21: Jesús se aleja del territorio judaico.
En la discusión sobre qué cosas eran puras y qué cosas impuras, Jesús había enseñado lo contrario de la tradición de los antiguos, declarando puro todos los alimentos y había ayudado al pueblo y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza (Ma 15, 1-20). Ahora, en este episodio de la mujer cananea, se aleja de la Galilea, sobrepasa las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenecía al pueblo y con la cual estaba prohibido hablar. El evangelio de Marcos informa que Jesús no quería ser reconocido. Quería permanecer de incógnito. Pero por lo que se ve, su fama ya lo había precedido (Mc 7,24). El pueblo llega a saberlo y una mujer empieza a hacer una petición a Jesús.

Mateo 15, 22: El grito angustiado de la mujer.
La mujer era de otra raza y de otra religión. Ella comienza a suplicar por la curación de su hija que estaba poseída de un espíritu inmundo. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos al contrario tenían problemas de convivencia con los paganos. A ellos les estaba prohibido entrar en contacto con una persona de otra religión o raza.

Mateo 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos.
La mujer grita, pero Jesús no responde. ¡Extraña conducta! Porque la certeza de la que está llena la Biblia en su totalidad es que Dios siempre escucha el grito de pueblo oprimido. Pero aquí Jesús no escucha. No quiere escuchar ¿Por qué? Hasta los discípulos se sorprenden por el comportamiento de Jesús y le piden que preste atención a la mujer. Ellos quieren librarse de aquel griterío: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros». Jesús explica su silencio: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». El silencio está en relación con la conciencia que Jesús tiene de su misión y con la fidelidad a la ley de Dios. La forma pasiva indica que el sujeto de la acción del verbo es el Padre. Es como si dijera: «El Padre no quiere que yo oiga a esta mujer, porque Él me ha enviado solamente a las ovejas perdidas de Israel». Por el mismo motivo, en la época en la cuál Mateo escribía su evangelio, los fariseos decían: «¡No podemos entrar en contacto con los paganos!

Mateo 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús.
La mujer no se preocupa del rechazo de Jesús: El amor de madre por la hija enferma no se preocupa de las normas religiosas, ni de las reacciones de los demás, sino que busca la curación allá donde su intuición le hace ver una solución: esto es, ¡en Jesús! Ella se pone más cerca y arrojándose a los pies de Jesús, comienza a suplicar: «¡Señor, ayúdame! Fiel a las normas de su religión, Jesús responde con una palabra y dice que no conviene tomar el pan de los hijos y darlos a los perrillos. La comparación está tomada de la vida familiar. Niños y perros son numerosos en las casas de los pobres aún hoy. Jesús dice que ninguna madre quita el pan de la boca a los propios hijos para darlos a los perrillos. En el caso concreto, los hijos serían el pueblo judaico y los perrillos los paganos. ¡Caso cerrado! Obediente al Padre, fiel a su misión, Jesús sigue su camino y ¡no atiende la petición de la mujer!

Mateo 15,27-28: El tercer intento de la mujer obtiene la curación de la hija.
La mujer no se da por vencida. Está de acuerdo con Jesús, pero alarga la comparación y lo aplica a su caso: «Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Ella lanza sencillamente la conclusión de aquella imagen, mostrando que en casa del pobre ( y por tanto también en la casa de Jesús) los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de los niños. Muy probablemente, Jesús mismo, cuando era pequeño, habría dado pedazos de pan a los perritos que giraban bajo la mesa donde el comía junto a sus padres. Y en «la casa de Jesús» o sea, en la comunidad cristiana del tiempo de Mateo, al final del primer siglo, había más de «doce canastas llenas» (Mt 14,20) para «los perrillos», o sea, ¡para los paganos!
La reacción de Jesús es inmediata: «¡Oh mujer, grande es tu fe! La mujer obtiene lo que pedía. A partir de aquel instante su hija quedó curada. Si Jesús respondió es porque comprendió que el Padre quería que Él acogiese la petición de la mujer. El encuentro con la mujer cananea le hace salir de la prisión de su raza y abrirse a toda la humanidad. Esto significa que Jesús descubría la voluntad del Padre oyendo las reacciones de las personas. La conducta de aquella mujer pagana abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús y lo ayudó a dar un paso importante en el cumplimiento del proyecto del Padre. El don de la vida y de la salvación es para todos los que buscan la vida y se esfuerzan en liberarse de las cadenas que aprisionan la energía vital. Este episodio nos ayuda a percibir algo del misterio que rodeaba la persona de Jesús, cómo estaba en comunión con su Padre y cómo descubría la voluntad de Padre en los acontecimientos de la vida.

6. Salmo 6

Unámonos al grito de todas las madres en favor de sus hijos e hijas

Yahvé, no me corrijas con tu cólera,
no me castigues con tu furor.
Piedad, Yahvé, que estoy baldado,
cura, Yahvé, mis huesos sin fuerza.
Me encuentro del todo abatido.
Y tú, Yahvé, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Yahvé, restablece mi vida,
ponme a salvo por tu misericordia.
Que después de morir nadie te recuerda,
y en el Seol ¿quién te alabará?
Estoy extenuado de gemir,
baño mi lecho cada noche,
inundo de lágrimas mi cama;
mis ojos se consumen de rabia.
La insolencia define a mis opresores,
¡apartaos de mí, malhechores!
Que Yahvé ha escuchado mi llanto;
Yahvé ha escuchado mi súplica,
Yahvé acepta mi oración.
¡Queden corridos, confusos mis enemigos,
retrocedan de inmediato, cubiertos de vergüenza!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

La mujer que calló a Jesús

A Jesús nadie era capaz de callarlo. Ni los sabihondos escribas, ni los piadosos fariseos, por no hablar de sacerdotes y políticos. La única persona que lo calló fue una mujer. Y encima, pagana.

Dos reacciones muy distintas ante un texto escandaloso

El evangelio de Marcos cuenta el encuentro de una mujer pagana con Jesús, en el que este responde a su petición de forma fría, casi insultante. Lucas, tan interesado por los paganos, omitió este pasaje en su evangelio. Mateo, igualmente defensor de los paganos, adoptó una postura muy distinta: en vez de omitir el episodio, lo amplió, haciéndolo mucho más dramático.

El Mesías antipático y la pagana insistente

Para entender la versión que ofrece Mateo de este episodio hay que conocer la de Marcos, que le sirve como punto de partida. Marcos cuenta una escena más sencilla. Jesús llega al territorio de Tiro, entra en una casa y se queda en ella. Una mujer que tiene a su hija enferma acude a Jesús, se postra ante él y le pide que la cure. Jesús le responde que no está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos. Ella le dice que tiene razón, pero que también los perritos comen de las migajas de los niños. Y Jesús: «Por eso que has dicho, ve, que el demonio ha salido de tu hija».

Mateo describe una escena más dramática cambiando el escenario y añadiendo detalles nuevos, todos los que aparece en cursiva y negrita en el texto siguiente.

«En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

― Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

― Atiéndela, que viene detrás gritando.

Él les contestó:

― Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

― Señor, socórreme.

Él le contestó:

― No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso:

― Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Jesús le respondió:

― Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

Los cambios que introduce Mateo

  • El encuentro no tiene lugar dentro de la casa, sino en el camino. Esto le permite presentar a Jesús y a los discípulos andando, y la cananea detrás de ellos.
  • La cananea no comienza postrándose ante Jesús, lo sigue gritándole: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Pero Jesús, que siempre muestra tanta compasión con los enfermos y los que sufren, no le dirige ni una palabra.
  • La mujer insiste tanto que los discípulos, muertos de vergüenza, le piden a Jesús que la atienda. Y él responde secamente: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
  • La cananea no se da por vencida. Se adelanta, se postra ante Jesús, obligándole a detenerse, y le pide: «Señor, socórreme». Vienen a la mente las palabras de Mt 6,7: «Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso». Esta pagana no es palabrera; pide como una cristiana. Imposible mayor sobriedad.
  • Sigue el mismo diálogo que en Marcos sobre el pan de los hijos y las migajas que comen los perritos.
  • Pero el final es muy distinto. Jesús, en vez de decirle que su hija está curada, le dice: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»

Estos cambios se resumen en la forma de presentar a Jesús y a la cananea.

1) A Jesús lo presenta de forma antipática: no responde una palabra a pesar de que la mujer va gritando detrás de él; parece un nacionalista furibundo al que le traen sin cuidado los paganos; es capaz de avergonzar a sus mismos discípulos.

2) En la mujer, acentúa su angustia y su constancia. Ella no se limita a exponer su caso (como en Marcos), sino que intenta conmover a Jesús con su sufrimiento: «Ten compasión de mí, Señor», «Señor, socórreme». Y lo hace de manera insistente, obstinada, llegando a cerrarle el paso a Jesús, forzándolo a detenerse y a escucharla.

Ni obstinación ni sabiduría, fe

Jesús podría haberle dicho: «¡Qué pesada eres! Vete ya, y que se cure tu hija». O también: «¡Qué lista eres!» Pero lo que alaba en la mujer no es su obstinación, ni su inteligencia, sino su fe. «¡Qué grande es tu fe!». Poco antes, a Pedro, cuando comienza a hundirse en el lago, le ha dicho que tiene poca fe. Más adelante dirá lo mismo al resto de los discípulos. En cambio, la pagana tiene gran fe. Y esto trae a la memoria otro pagano del que ha hablado antes Mateo: el centurión de Cafarnaúm, con una fe tan grande que también admira a Jesús.

Con algunas mujeres no puede ni Dios

El episodio de la cananea recuerda otro aparentemente muy distinto: las bodas de Caná. También allí encontramos a un Jesús antipático, que responde a su madre de mala manera cuando le pide un milagro (las palabras que le dirige siempre se usan en la Biblia en contexto de reproche), y que busca argumentos teológicos para no hacer nada: «Todavía no ha llegado mi hora». Sólo le interesa respetar el plan de Dios, no hacer nada antes de que él se lo ordene o lo permita.

En el caso de la cananea, Jesús también se refugia en la voluntad y el plan de Dios: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Yo no puedo hacer algo distinto de lo que me han mandado.

Sin embargo, ni a María ni a la cananea le convence este recurso al plan de Dios. En ambos casos, el plan de Dios se contrapone a algo beneficioso para el hombre, bien sea algo importante, como la salud de la hija, o aparentemente secundario, como la falta de vino. Ellas están convencidas de que el verdadero plan de Dios es el bien del ser humano, y las dos, cada una a su manera, consiguen de Jesús lo que pretenden.

Gracias a este conocimiento del plan de Dios a nivel profundo, no superficial, Isabel alaba a María «porque creíste» y Jesús a la cananea «por tu gran fe».

En realidad, el título de este apartado se presta a error. Sería más correcto: «Dios, a través de algunas mujeres, deja clara cuál es su voluntad». Pero resulta menos llamativo.

«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»

Con estas palabras pretende justificar Jesús su actitud con la cananea. Si los discípulos hubieran sido tan listos como la mujer, podrían haber puesto a Jesús en un apuro. Bastaba hacerle dos preguntas:

1) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué nos has traído hasta Tiro y Sidón, que llevamos ya un montón de días hartos de subir y bajar cuestas?»

2) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué curaste al hijo del centurión de Cafarnaúm, y encima lo pusiste como modelo diciendo que no habías encontrado en ningún israelita tanta fe?»

Como los discípulos no preguntaron, no sabemos lo que habría respondido Jesús. Pero en el evangelio de Mateo queda claro desde el comienzo que Jesús ha sido enviado a todos, judíos y paganos. Por eso, los primeros que van a adorarlo de niño son los magos de Oriente, que anticipan al centurión de Cafarnaúm, a la cananea, y a todos nosotros.

Primera lectura y evangelio

La primera lectura ofrece un punto de contacto con el evangelio (por su aceptación de los paganos), pero también una notable diferencia. En ella se habla de los paganos que se entregan al Señor para servirlo, observando el sábado y la alianza. Como premio, podrán ofrecer en el templo sus holocaustos y sacrificios y serán acogidos en esa casa de oración. La cananea no observa el sábado ni la alianza, no piensa ofrecer un novillo ni un cordero en acción de gracias. Experimenta la fe en Jesús de forma misteriosa, pero con una intensidad mayor que la que pueden expresar todas las acciones cultuales.

José Luis Sicre

Jesús nos llama a todos

1.- Hay en la definición litúrgica de la misa de cada domingo una enorme sabiduría y un gran sentido profético que, desde luego, nos sirve especialmente a nosotros hoy, en este domingo de agosto, igual que ya servía a los primeros fieles cristianos cuando leían con admiración y sorpresa a Isaías. La profecía es un asunto corriente y está en los textos sagrados y muchas veces en los hechos cotidianos. No hemos de considerarla como algo lejano o esotérico. Es una realidad constante. Y así la excesiva xenofobia de los líderes judíos de tiempo de Jesús no tenía sentido alguno. El profeta Isaías ya enseñaba el camino que después llevaría la expansión prodigiosa de la Palabra de Dios ante el anuncio que Jesús hizo de la Buena Nueva. La cuestión de afinidad con Dios no es la raza, ni la nacionalidad, es el cumplimiento de su voluntad y lo que lo hacen son pueblo elegido. De ahí surge la idea fundamental de la catequesis de este domingo: la salvación es para todos, para todos los pueblos de todas las épocas.

2.- Maravilla, sin duda, la extraordinaria conversación entre Jesús de Nazaret y la mujer cananea. Jesús, sin duda, ya sabía que iba a decir ella, pero quiere como en otros muchos casos, ejemplos y momentos producidos en su vida pública que la persona que tiene enfrente se manifieste. Y así, Jesús y la mujer cananea parece que tienen un enfrentamiento dialéctico. El Señor parece que no acepta la petición de la mujer y pone límites a su misión, pero es solo un planteamiento para que ella luche y se exprese en profundidad, con todo su corazón. Y en efecto, si los perrillos se comen las migajas que caen de las mesas de sus amos, ¿cómo no van a tener sitio en ellas los hijos de Dios?, pero hacía falta que eso se manifestara ante toda la multitud para que se produjera la enseñanza que Cristo deseaba. Y como en el caso de lo que dijo Isaías muchos años antes se descubre la universalidad del mensaje cristiano, que como decíamos antes es para todos y de todas las épocas.

3.- San Pablo nos ha dicho que finalmente sus hermanos de raza de salvaran por gracia de los gentiles, por los trabajos de los extranjeros seguidores del Evangelio. Y sobre ello podríamos plantear dos consideraciones de importancia. Hay autores de importancia –y entre ellos el teólogo Romano Guardini—que señalan que la dirección del trabajo salvador de Jesús pudo cambiar ante la resistencia del pueblo judío o de una parte de ello. Guardini afirma que Jesús de Nazaret inició su misión pensando que se podría llegar a la felicidad completa narrada por Isaías y en la que las lanzas se convertían en podaderas y el león y el cabrito pastaban juntos. Pero el Enemigo, el Malo, se interpuso y hubo que cambiar los planes. Por eso, podría suponerse que Jesús quiso, en principio, dejar su mensaje solo al Pueblo de Israel y que luego este, también como decía el profeta, expandiera la salvación de Dios a todos.

La otra consideración es el uso consciente de la paradoja por parte de Jesús. Es como si quisiera que esa disyuntiva trajese mejor la verdad a las almas de quienes le escuchaban. ¿No es cierto que supo desde mucho antes de producirse que la hemorroisa iba a curarse al tocar su manto? ¿No dejó gritar un poco más de la cuenta al ciego que le esperaba a la vera del camino? ¿Estaba verdaderamente dormido mientras la tempestad arreciaba contra la barca de los apóstoles? ¿No hace lo mismo con nosotros, en nuestra vida de ahora, en lo que nos ocurre cada día? ¿No está esperando que, mediante la paradoja, nosotros nos demos cuenta de que Él sigue a nuestro lado?

4.- Y sería bueno que no olvidemos una cosa principal. Las enseñanzas contenidas en la Palabra de Dios tienen, por supuesto, un destino comunitario, dirigida a toda la Asamblea del Pueblo de Dios, pero también son una llamada personal e individual a todos y cada uno de nosotros. Y así, hoy, podríamos pensar que las enseñanzas que Jesús nos ofrece en esta Eucaristía son solo para un grupito elegido, mientras que nos está diciendo que salgamos a evangelizar, a que nuestra base de conocimiento de la doctrina cristiana sea el principio de la conversión de todos los que están a nuestro alrededor y alejados de Cristo. Y es una llamada personal que el Señor nos hace. Tengámoslo en cuenta.

Ángel Gómez Escorial

Fe y oración

El teólogo franciscano Michael P. Moore escribió recientemente un artículo para profundizar en la presencia y el actuar de Dios en la crisis provocada por el coronavirus, y recogía una experiencia muy común: “En estos días en que nos vemos seriamente azotados por una pandemia, desde distintos sectores de la Iglesia se acude a cadenas de oración, pedidos de intercesión a santos, rezos ante imágenes (supuestamente) milagrosas, etc. para que, por su mediación, Dios intervenga y frene el flagelo, o, al menos, consuele a los desconsolados”. Seguro que muchos han recibido mensajes de este tipo por correo o mensajería instantánea. Pero el autor planteaba unas preguntas: “¿Si Dios puede evitar esta desgracia, por qué no lo hizo antes? ¿Es que Dios necesita que nosotros lo convenzamos para que haga algo?”. Y advertía del riesgo de infantilizar la fe, porque a veces tenemos la idea de que Dios es como “un Gran Mago que, desde “el cielo” y de vez en cuando interviene con golpes de varita mágica para interrumpir el curso de las leyes y de las libertades, y así evitar el sufrimiento de los hombres”.

Pero desde esta idea errónea de Dios, como, a nuestro parecer, no nos hace caso, nos desengañamos y concluimos pensando que o bien no existe, o que en realidad no le importamos. 

Hoy en el Evangelio hemos escuchado el encuentro de Jesús con una mujer cananea, un pasaje que suele provocar una reacción negativa al escucharlo: a Jesús parece que no le importa lo que le ocurre a la mujer, ya que no sólo no responde cuando le pide compasión, sino que a continuación le suelta una frase insultante y despreciativa: No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Sin embargo, la mujer cananea no se desalienta ante este aparente rechazo de Jesús y le responde: Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. Y esto hace que Jesús la elogie diciendo: Mujer, ¡qué grande es tu fe!

Nosotros podemos sentirnos identificados con la mujer cananea porque en muchas ocasiones nos encontramos con situaciones muy duras, y nuestra oración no obtiene nada, y parece que Dios nos rechaza. Pero a diferencia de ella, cuando vemos que no obtenemos lo que pedimos, desistimos de nuestras súplicas. Por eso Jesús “provoca” a esta mujer para mostrárnosla como ejemplo de fe, para que aprendamos a no desalentarnos ni siquiera en medio de las pruebas más duras de la vida.

La actitud inicial de Jesús con la mujer, que tan cuestionable nos parece, tiene como objetivo hacernos descubrir que, aunque no nos sea posible entender el llamado “silencio de Dios”, hemos de seguir perseverando en la oración, para que en su momento el Señor nos responda.

El encuentro de la mujer cananea con Jesús nos recuerda que fe y oración deben ir unidas en nuestra vida. Una fe madura, que no entiende la oración como una simple petición de favores a Dios, sino como un encuentro confiado con quien sabemos nos ama, incluso cuando parece callar. De ahí la necesidad de seguir una formación cristiana que nos ayude a madurar en nuestra fe, a desterrar infantilismos acerca de Dios, a entrar en su Misterio para no dudar de su presencia.

Y esta fe madura nos llevará a desear y necesitar la oración. Por eso, en medio de los quehaceres, de las preocupaciones, de los compromisos… necesitamos encontrarnos con el Señor en la oración. Pero no es fácil encontrar el lugar y el tiempo adecuados para orar; de ahí la importancia de las últimas palabras de la 1ª lectura: mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos. Podemos orar en cualquier parte, pero el templo parroquial, el Sagrario, es un espacio privilegiado para favorecer la oración, y es responsabilidad de todos crear y mantener el ambiente de silencio y recogimiento necesarios para que, quien se acerque a orar, pueda hacerlo sin impedimentos.  

Durante estos meses, ¿he seguido alguna de esas cadenas de oración? ¿Me he preguntado por qué Dios aparentemente no hace nada? ¿En alguna ocasión me he sentido rechazado por Dios? ¿Soy perseverante en la oración, o desisto cuando creo que no consigo nada? ¿Sigo una formación cristiana que me ayude a madurar en la fe? ¿Cuido el silencio en el templo, para poder orar?

A todos nos gustaría escuchar de los labios del mismo Señor: qué grande es tu fe. Busquemos el encuentro con Él en la formación y en la oración, perseveremos aunque nos parezca que no nos hace caso, para tener la certeza de que nunca nos abandona, como no abandonó a la mujer cananea. 

Comentario al evangelio – Domingo XX de Tiempo Ordinario

FRONTERAS, BARRERAS Y EXCLUSIONES 

§ EL CONTEXTO DE LA PRIMERA LECTURA

Comenzamos con la primera lectura.

      El pueblo de Dios pasó un largo periodo de exilio en Babilonia. Cuando por fin consiguen regresar a su tierra, toca reconstruir el país. Pero no todos están de acuerdo en cómo hay que hacerlo. Unos cuantos, entre los que se encuentran las autoridades religiosas, optaban por centrarse en las instituciones: había que levantar un Templo grandioso, rehacer el ejército, exigir el cumplimiento de las leyes, tradiciones y costumbres y la pureza de la raza.

  Otros, como Isaías, que hemos leído hoy, apostaban por una reconstrucción basada en valores pluralistas, universales y ecuménicos, donde lo fundamental no fueran tanto los ritos o las construcciones majestuosas… sino guardar el derecho y practicar la justicia y mantener la Alianza: «Observad el derecho, practicad la justicia… porque va a llegar mi salvación«. O sea: ¡la salvación de Dios se identifica con la justicia!

      Históricamente se impuso la primera opción, el nacionalismo extremo: se reconstruyó el Templo, se expulsó de la comunidad judía a los samaritanos por considerarlos herejes, y otras medidas excluyentes que algunos líderes y gran parte del pueblo aplaudieron en ese momento.

Esto suponía que sólo se consideraban «ciudadanos con derechos» a los que encajaban en el retrato de «judío» perfecto, tal como la habían diseñado sus dirigentes políticos y religiosos: Acceder al Templo con todas sus condiciones y reglas, y relacionarse con Dios (en cuyo nombre se tomaban todas estas decisiones) era ser ciudadanos de primera clase. Todos los demás, estaban dejados de la mano de Dios y no eran dignos de ser tenidos en cuenta («perros«). Tanto que, cuando se hablaba del primer mandamiento de la Ley de Dios, se ponía en duda si había que considerar «prójimos» a todos esos que se quedaban «fuera» del judío «de raza» y perfecto cumplidor de la Ley.

 § EL CONTEXTO ACTUAL

    Llevar todo esto a nuestro contexto actual no es muy difícil. Tanto en perspectiva social, como eclesial.

     La crisis económica en la que estamos inmersos, como consecuencia de la pandemia… nos ha dejado tan descolocados, asustados, polarizados, y afectados como aquel exilio que sufrió Israel. Y también es urgente reconstruir, regenerar, rehacer, revisar (y otras muchas palabras que empiezan por «re»)… Y hoy como entonces también hay diversas opciones y tendencias sobre el cómo salir adelante… Algunos dicen que hay que priorizar la economía, y para ello hay que«recortar» ayudas y sueldos,  «reducir» pensiones y personal, privatizar…  Y«repatriar», a los más débiles, y pobres, porque «no hay para todos»… Sin embargo, de sobresueldos, de incontables consejeros, de adjudicaciones a dedo, de corrupciones y negocios a cuenta de lo que está pasando, parece algo incuestioable, a la vez que bastante generalizado.

      Otros dicen que es una ocasión estupenda para corregir tantas cosas que estaban «tapadas» o «felizmente ignoradas», hasta que el cornavirus las ha dejado al descubierto. Y habría que empezar por atender a los que lo pasan peor, evitar la explotación de tantos temporeros y trabajadores de nivel bajo, cambiar este estilo de vida consumista que está destruyendo la naturaleza y facilitando la difusión de virus y plagas, el ingreso mínimo vital, los parados de larga duración…

      Yo no soy economista ni político, y no voy a entrar a hacer valoraciones discutibles. Pero sí considero importante invitar a los cristianos que tienen conocimientos y recursos a no dejarse enredar por las «desinformaciones» políticas y económicas… y a priorizar el «derecho y la justicia», como ha indicado Isaías, exigir responsabilidades, denunciar corrupciones, alejarse de los que pretenden salvarse ellos solos y lo suyo, aunque a tantos otros les vaya muy mal. Esto es lo humano y lo cristiano. No puede haber tantos que tienen que conformarse con las «migajas»  que caen de nuestras mesas… cuando a menudo estamos aprovechándonos de sus recursos naturales, vendiéndoles armas, ofreciendo crçeditos con intereses desmedidos, pagándoles en negro y sin contratos, desmantelando lo social en beneficio de las privatizaciones…

     En cuanto a la Iglesia…. también se ha visto envuelta en un montón de cambios vertiginosos en los últimos siglos, en tantos ámbitos: culturales, tecnológicos, científicos, políticos, éticos….ante los que a menudo no ha sabido reaccionar suficientemente, y que la han hecho perder prestigio y relevancia…

    A mediados del siglo pasado, la Iglesia se convocó a sí misma para revisarse, abrir puertas y ventanas, y dialogar con el mundo, «ponerse al día», estar más cerca del hombre, de sus gozos, esperanzas y sufrimientos, a discernir los signos de los tiempos Varticano II)…

    Pero una parte de esa Iglesia pensó (y piensa) que son los demás los que tienen que adaptarse, convertirse y volver, que no hay nada que cambiar, que sobran las voces discordantes que rompen con la «tradición» (con minúsculas, porque lo que no es esencial al Evangelio y a la fe -Tradición-, no tiene por qué mantenerse a toda costa). Para no perderse conviene cerrar filas y mantenerse firmes (cuando no «rígidos»)… sin adaptaciones ni reformas. 

 §  CONSECUENCIAS Y RETOS

      En distintos momentos de la historia de Israel (ya lo hemos comentado antes) y de la Iglesia, se ha optado por la opción de cerrar filas, cuidar la ortodoxia, subrayar los signos de identidad… El tiempo ha mostrado que todo esto no sirvió más que para alargar la crisis. Y al final tuvieron que llegar los cambios, las nuevas visiones, los nuevos caminos.

     Lo que hoy parece urgente y necesario es dialogar en todos los ámbitos y escuchar todas las voces. Como nos ha enseñado esta pandemia: «o nos salvamos todos juntos, o no se salva nadie«. Me parece que viene al caso la oración de Jesús en su Última Cena:  “Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal” (Jn. 17,15). Somos y debemos ser parte de este mundo, mojarnos y caminar con él, aportar humildemente lo que sepamos y podamos, tender puentes, unir fuerzas… La Iglesia nunca debe dejar de ser casa abierta, lugar de encuentro, espacio de acogida, servicio de comunión y diálogo, de atención a los descartados y sufrientes. Lo suyo (lo nuestro) son más las propuestas positivas, la justicia y el derecho, la multiculturalidad, que las descalificaciones y condenas (y menos aún las alianzas con el poder)… Una Iglesia «más humilde y evangélica», como tantas veces pide el Papa Francisco, para que algún día “todos los pueblos puedan llamarla y reconocerla como su propia casa”. Una Iglesia que no ofrezca «migajas», porque si hay un solo Padre de todos, «el pan de los hijos» ha de llegar a todos los hijos. Ni pretenda quitarse de encima (ni consentir que otros lo hagan) a los que «molestan» y gritan y sufren, como aquella mujer Siria, sino que reconozca y acoja y celebre la fe de los más sencillos, incluidos los paganos/inmigrantes (así tuvo que hacerlo el mismo Jesús, y de ese modo se ensanchó su horizonte misionero, más allá de «las ovejas de Israel«). ¡Los pobres tantas veces nos tiran abajo nuestras seguridades, esquemas y programas! No consta que aquella mujer guardara las tradiciones judías, o que fuera al Templo, o… Sólo un dolor de madre y la fe/confianza en que Jesús podía ayudarla. Y ayudar a identificar y echar lejos a tantos demonios que se nos cuelan dentro y nos destruyen a todos. Para ello habremos de contar con nuestra fe, nuestra misericordia, nuestra solidaridad, confiando e insistiendo al Señor para que nos salve: ¡Señor, ayúdame, ayúdanos!

La renovada conciencia de la dignidad de todo ser humano tiene serias implicaciones sociales, económicas y políticas, porque el creyente, al contemplar al prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Y contemplando el mundo a la luz de la fe, se esfuerza por desarrollar, con la ayuda de la gracia, su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas de la historia. (Papa Francisco, 5/08/’20)

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen de José María Morillo