Vísperas – Miércoles XX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XX DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Todo en estado de oración parece.
La santidad, que empapa todo el aire,
rebosa de los cielos como de ánfora,
y se filtra en las venas del deseo.

Todo sube en afán contemplativo,
como a través de transparencia angélica,
y lo más puro que hay en mí despierta,
sorbido por vorágine de altura.

Tiene alas la tarde, unción y llama.
Todo yo en la plegaria he naufragado;
se levantan mis manos como lámparas;
por el silencio, el corazón respira.

Se ha encendido el crepúsculo en mi frente,
y la lumbre de Dios transe mi carne.
Gloria al Padre, y al Hijo. y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 138: DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES Y LO VE TODO

Ant. Señor, tu saber me sobrepasa

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, tu saber me sobrepasa

SALMO 138

Ant. Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los dos por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA: 1Jn 2, 3-6

En esto sabemos que conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él.

RESPONSORIO BREVE

R/ Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
V/ Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

R/ A la sombra de tus alas escóndenos.
V/ Como a las niñas de tus ojos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

PRECES

Aclamemos, alegres, al Padre, cuya bondad para con su pueblo es más grande que los cielos, y digámosle:

Alégrense todos los que esperan en ti, Señor.

Acuérdate, Señor, que enviaste tu Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo;
— haz que su muerte gloriosa nos traiga la salvación.

Tú que hiciste a tus sacerdotes ministros de Cristo y dispensadores de tus misterios,
— concédeles un corazón leal, ciencia y caridad.

Haz que los que has llamado a la castidad perfecta por el reino de los cielos
— sigan con fidelidad a tu Hijo.

Tú que, en el principio, creaste hombre y mujer,
— guarda a todas las familias unidas en el verdadero amor.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que enviaste a Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores,
— concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Todos juntos, en familia, repitamos las palabras que nos enseñó Jesús y oremos al Padre, diciendo:
Padre nuestro…

ORACION

Acuérdate, Señor, de tu misericordia y, ya que a los hambrientos los colmas de bienes celestiales, socorre nuestra indigencia con la abundancia de tus riquezas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles XX de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 20,1-16
«En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: `Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.’ Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: `¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’ Dícenle: `Es que nadie nos ha contratado.’ Díceles: `Id también vosotros a la viña.’ Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: `Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.’ Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: `Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.’ Pero él contestó a uno de ellos: `Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy trae una parábola que encontramos sólo en Mateo. No la hay en los otros tres evangelios. Como en todas las parábolas, Jesús cuenta una historia hecha de elementos de la vida diaria de la gente. Retrata la situación social de su tiempo, en la que los oyentes se reconocían. Pero al mismo tiempo, en la historia de la parábola, acontecen cosas que nunca acontecen en la realidad de la vida de la gente. Al hablar del dueño, Jesús piensa en Dios, piensa en su Padre. Por esto, en la historia de la parábola, el dueño hizo cosas sorprendentes que no acontecen en el día a día de la vida de los oyentes. En esta actitud extraña del dueño hay que procurar encontrar la llave para comprender el mensaje de la parábola.
• Mateo 20,1-7: Las cinco veces que el propietario sale en busca de obreros. » El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.” Así empieza la historia que habla por sí y no precisaría de ningún comentario. En lo que sigue, el propietario sale otras cuatro veces para llamar a obreros a que vayan a su viña. Jesús alude al terrible desempleo de aquella época. Algunos detalles de la historia: (a) el dueño sale personalmente cinco veces para contratar a los obreros. (b) En la hora de contratar a los obreros, solamente con el primer grupo decide el salario: un denario por día. Con los de la hora nona dice: Os daré lo que es justo. Con los otros no concordó nada, sólo los contrató para que fueran a trabajar en la viña. (c) Al final del día, a la hora de hacer las cuentas con los obreros, el propietario manda que el administrador cumpla con este servicio.
• Mateo 20,8-10: La extraña manera de acertar las cuentas al final del día. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: `Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.’ Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Empieza por los últimos y termina por los primeros’. Aquí, a la hora de hacer cuentas, acontece algo extraño que no acontece en la vida común. Parece que las cosas se han invertido. El pago empieza con los que fueron contratados por último y que trabajaron apenas una hora. El pago es el mismo para todos: un denario, como había sido combinado con los que fueron contratados al comienzo del día. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. ¿Por qué el propietario hizo esto? ¿Tú harías así? La llave de la parábola está escondida en este gesto sorprendente del propietario.
• Mateo 20,11-12: La reacción normal de los obreros ante la extraña actitud del propietario. Los últimos en recibir el salario fueron los que habían sido contratados los primeros. Estos, así dice la historia, al recibir el mismo pago, empezaron a murmurar contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor!” Es la reacción normal de sentido común. Creo que todos nosotros tendríamos la misma reacción y diríamos la misma cosa al dueño. ¿O no?
• Mateo 20,13-16: La explicación sorprendente del propietario que proporciona la llave de la parábola. La respuesta del propietario es ésta: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti.¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” Estas palabras encierran la clave que explica la actitud del propietario y apunta hacia el mensaje que Jesús quiere comunicar: (a) El propietario no fue injusto, pues actuó de acuerdo con los que había sido combinado con el primer grupo de obreros: un denario al día. (b) Es decisión soberana del propietario dar a los últimos lo mismo que había sido combinado con los de la primera hora. Estos no tienen derecho a reclamar. (c) Actuando dentro de la justicia, el propietario tiene derecho a hacer el bien que quiere con las cosas que le pertenecen. El obrero, por su parte, tiene este mismo derecho. (d) La pregunta final toca el punto central: O ¿va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’ Dios es diferente. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos (Is 55,8-9).
• El trasfondo de la parábola es la coyuntura de aquella época, la de Jesús como la de Mateo. Los obreros de la primera hora son el pueblo judío, llamado por Jesús a trabajar en su viña. Ellos sostuvieron el peso del día, desde Abrahán y Moisés, más de mil años. Ahora, en la undécima hora, Jesús llama a los paganos para que vayan a trabajar en su viña y ellos llegan a tener la preferencia en el corazón de Dios: “Así, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”.

4) Para la reflexión personal

• Los de la undécima hora llegan, se aventajan y reciben prioridad en la fila de entrada en el Reino de Dios. Cuando tú esperas dos horas en una fila y llega alguien que, sin más, se coloca delante de ti, ¿lo aceptas? ¿Es posible comparar las dos situaciones?
• La acción de Dios supera nuestros cálculos y nuestra manera humana de actuar. Sorprende y a veces incomoda. ¿Ha ocurrido a veces en tu vida? ¿Qué lección saca?

5) Oración final

Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días. (Sal 23,6)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 66-70a

66Y, estando Pedro abajo en el patio, viene una de las siervas del sumo sacerdote, 67y al ver a Pedro calentándose, mirándole atentamente le dice: “También tú estabas con el nazareno, Jesús”.

68Pero él negó diciendo: “No sé ni entiendo lo que tú dices”. Y salió fuera, al patio delantero.

69Y la sierva, al verlo, comenzó a decir de nuevo a los presentes: “Este es uno de ellos”.

70Pero él negó de nuevo.

La descripción del juicio a Jesús (14,53-65) va seguida inmediatamente por el «proceso» informal a Pedro, que es lo contrario al de Jesús de varios modos. En verdad, parece que las dos escenas van revelando simultáneamente una especie de guión que se desarrolla arriba y abajo: mientras que en el nivel superior unos testigos falsos acusan a Jesús, que confiesa valientemente la verdad y paga con su vida por ello, en el nivel inferior unos testigos dignos de confianza acusan a Pedro de ser un seguidor de Jesús, cargo que niega vehementemente.

El pasaje puede dividirse en dos secciones de longitud casi igual: las dos identificaciones por parte de la sierva + las dos primeras negaciones de Pedro (14,66-70a); y la identificación por las personas presentes + la tercera negación de Pedro, el recuerdo de las palabras de Jesús y su arrepentimiento (14,70b-72).

14,66-70a: Cuando las luces bajan de intensidad en la escena en el gran recinto de la casa del sumo sacerdote, donde Jesús está siendo atormentado con escupitajos y bofetadas, aumentan en la de Pedro, que ha estado de pie, abajo, en el patio de la misma casa durante todo el interrogatorio de Jesús (cf. 14,54). Ahora, una de las siervas del sumo sacerdote mira detenidamente a Pedro y lo reconoce como un hombre que ha «estado» con Jesús (14,66-67). En las secciones primeras del evangelio esta observación habría sido positiva (cf. 3,14-15 y también Hch 4,13), pero ahora, debido a la condenación de Jesús por las autoridades, se ha convertido en algo cuya admisión es peligrosa. El tema del discipulado se muestra también en el pasaje por el modo como la sierva identifica a Pedro como alguien que ha estado «con el nazareno, Jesús» (14,67b). Los perseguidores de la iglesia primitiva preguntaban a veces a los sospechosos si también ellos eran seguidores de Jesús, y los ejecutaban si contestaban afirmativamente; así pues, la identificación inicial de Pedro era probablemente un eco de la propia experiencia de la comunidad marcana. El relato de Pedro en la casa del sumo sacerdote parece haber sido deliberadamente formado para inducir a los lectores marcanos a verse a sí mismos en la historia y preguntarse: «¿Qué habría hecho yo?». Una respuesta posible y serena podría ser: «Yo habría negado a Jesús, como hizo Pedro». El empleo por parte de Marcos del denso vocablo «negó» para describir la respuesta de Pedro a la primera acusación de la muchacha presagia de nuevo la experiencia de los cristianos posteriores, pues las autoridades requerían a menudo que «se negara» a Jesús públicamente para evitar el martirio.

Pedro temía probablemente también por su vida, pero el texto nunca especifica este motivo, y otras interpretaciones son posibles. Es una especie de «opacidad estratégica» deliberada que crea un mayor sentido de profundidad en el personaje y mayor participación en el lector. Este tipo de «opacidad estratégica» es común en Marcos; en puntos claves, ciertos personajes, Jesús incluido, hablan y actúan por motivos no completamente explicables y por esta misma razón insinúan tener una gran profundidad psicológica (cf., por ejemplo, 1,36.41; 4,12; 6,3.6.20.27; 8,17-21.30; 14,61; 15,5.34). No es accidental que Pedro, inmediatamente después de su primera negación, salga fuera, al patio delantero. Sin embargo, y a pesar de esta deriva hacia «el exterior», Pedro no se ha convertido aún en un apóstata; todavía permanece dentro del edificio donde Jesús sufre aunque parezca incapaz de correr en su ayuda, o de abandonarlo completamente. En este estado dividido, Pedro se ve enfrentado de nuevo con la sierva, que lo sigue hasta el patio delantero para verlo mejor, y luego lo acusa de nuevo de ser un seguidor de Jesús (14,69). Esta vez la acusación es pública, y sus palabras serían familiares de nuevo a los lectores ya veteranos de la persecución: «Este hombre es uno de ellos». Esta nota de hostilidad («uno de ellos») es palpable. Pedro niega a Jesús por segunda vez, pero no abandona la mansión; continúa siendo un hombre indeciso (14,70a).

Comentario – Miércoles XX de Tiempo Ordinario

Hablar del Reino de los cielos es siempre hablar de Dios y de su relación con nosotros. Ese propietario de la parábola que al amanecer sale a contratar jornaleros para su viña no puede ser otro que Dios, el Dios del Reino. Él es ese propietario que pide colaboración de sus criaturas y se compromete a pagar: un denario por jornada. Tal es el jornal ajustado previamente. Otros se incorporarán más tarde al trabajo: a media mañana, al mediodía, a media tarde y a la caída de la tarde. Y tras la jornada laboral llega el momento de la paga: Llama a los jornaleros –le dice el dueño al capataz- y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros, es decir, en orden inverso a los méritos contraídos o a las energías derrochadas.

Son precisamente los últimos, los que han trabajado menos en la viña, apenas un tercio de jornada o ni siquiera eso, los primeros en recibir el jornal. Este modo de proceder ya nos confunde y hasta nos parece injusto. ¿Por qué han de ser los primeros en recibir la paga los que se han incorporado más tarde al trabajo? Quizá porque pagando el jornal a los que menos lo merecen porque no han trabajado más que una reducida parte de la jornada, se pone más de manifiesto la bondad del dueño.

Pero este modo de actuar hace surgir de inmediato la protesta de los que no piensan como él y creen haber hecho más méritos que los que han sido recompensados con el jornal (el denario ajustado) de manera tan gratuita. Al recibir ellos también el denario con el que se habían ajustado, se sienten injustamente tratados y protestan: Estos últimos –dicen- han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y del bochorno. A pesar de haber recibido el precio convenido (un denario) se sienten injustamente tratados al compararse con aquellos jornaleros contratados a última hora que, con mucho menos esfuerzo, han conseguido el mismo premio. Se quejan, por tanto, de desigualdad en el trato. Su trabajo no ha sido valorado del mismo modo: unos, trabajando menos, han recibido la misma paga que ellos, que han aguantado el peso de la jornada completa.

Pero atendamos a las razones del propietario: ¿No nos ajustamos en un denario? Si la paga que recibes es lo convenido en el contrato –y eso es justo-, no te hago ninguna injusticiaToma lo tuyo y veteSi a este último quiero darle lo mismo que a ti¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿Vas a impedirme tú que yo haga regalos a quienes crea conveniente?

Es la respuesta que merece el que pretende juzgar la conducta de Dios desde sus mezquinos criterios de justicia, sin caer en la cuenta de que sus caminos y planes están en un nivel muy superior a los nuestros. Pero la protesta de aquellos jornaleros no estaba inspirada en motivos de justicia (una justicia alterada que había que restablecer), sino en la envidia: otros, con menor esfuerzo, habían conseguido lo mismo.

La envidia es la causante de muchas de nuestras protestas: No es justo –dice el estudiante- que éste, estudiando menos horas que yo, haya logrado la misma nota; no es justo que este compañero, por ser hijo de padres ricos, tenga más oportunidades que yo en la vida; no es justo que yo tenga que soportar esta enfermedad mientras que mi vecino rebosa de salud; no es justo que éste, que disfrutó de la vida cuanto pudo y se convirtió al final de sus días reciba de Dios la misma recompensa que yo que me he esforzado por serle fiel desde mi infancia; y así sucesivamente. Nuestras protestas se parecen mucho a la de los jornaleros de la viña y a la del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo.

El que así habla no ha descubierto aún el amor de Dios en su vida, no se siente hijo del mismo Padre y, por tanto, hermano de aquellos con los que se compara, no cree realmente en la bondad de Dios que se derrama sobre todos los vivientes. El que así protesta ha experimentado el trabajo por el Reino de los cielos, que es colaboración con el mismo Dios, sólo como fatiga y cansancio y no como gozosa y gratificante labor en beneficio del hombre, y no es capaz de advertir las penalidades y miserias soportadas por los que han vivido alejados del Señor en el vacío, la superficialidad, el libertinaje y la frustración.

Lo que no cuadra con nuestros mezquinos criterios de justicia lo calificamos enseguida de injusto, sin caer en la cuenta de que la justicia de Dios es más alta que la nuestra, tan alta que se confunde con su bondad. El salario con el que Dios se ajusta con nosotros es mucho más de lo que podemos merecer: el ciento por uno y mucho más que eso: la vida eterna. El que paga da también el trabajo, los medios y las fuerzas para trabajar; unos podrán incorporarse antes que otros; unos podrán trabajar más que otros, pero ninguno merece en estricta justicia la recompensa que recibe. No obstante, el hecho de trabajar nos permite conservar la conciencia de haber hecho algún mérito: una cierta dignidad ante el salario recibido. Pero no conviene olvidar nunca que semejante salario es en realidad regalo, gracia; porque hasta nuestros méritos son gracia, dado que de ella dependen.

Si queremos compartir los sentimientos de Cristo Jesús tenemos que alegrarnos con aquellos que son objeto de la bondad benéfica de Dios, sabiendo que también nosotros lo somos, porque la misericordia de Dios alcanza a todos los que colaboran mínimamente con Él.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

La institución de los Apóstoles

19. El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que Él quiso, eligió a los doce para que viviesen con Él y enviarlos a predicar el Reino de Dios (cf. Mc 3, 13-19; Mt 10, 1-42): a estos, Apóstoles (cf. Lc 6, 13) los fundó a modo de colegio, es decir, de grupo estable, y puso al frente de ellos, sacándolo de en medio de los mismos, a Pedro (cf. Jn 21, 15-17). A éstos envió Cristo, primero a los hijos de Israel, luego a todas las gentes (cf. Rm 1, 16), para que con la potestad que les entregaba, hiciesen discípulos suyos a todos los pueblos, los santificasen y gobernasen (cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15; Lc 24, 45-48; Jn 20, 21-23) y así dilatasen la Iglesia y la apacentasen, sirviéndola, bajo la dirección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos (cf. Mt 28, 20). En esta misión fueron confirmados plenamente el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-26), según la promesa del Señor: «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y SAmaría y hasta el último confín de la tierra» (Hch 1, 8). Los Apóstoles, pues, predicando en todas partes el Evangelio (cf. Mc 16, 20), que los oyentes recibían por influjo del Espíritu Santo, reúnen la Iglesia universal que el Señor fundó sobre los Apóstoles y edificó sobre el bienaventurado Pedro su cabeza, siendo la piedra angular del edificio Cristo Jesús (cf. Ap 21, 14; Mt 16, 18; Ef 2, 20).

Comentario Domingo XXI de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor Jesús, Maestro y Pastor de tu Iglesia, con fe te reconocemos y confesamos: ¡Realmente Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Ésta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar. Mantennos siempre en la comunión de tu Iglesia, y haz que ésta camine cada día hacia la plena realización de tu proyecto de amor y salvación universal. Cristo Jesús, sé Tú el único Señor de todos los que creemos en Ti. Tú, la Roca firme que nos sostiene en los desánimos. Tú, la mano fuerte y segura que nos agarra y levanta en nuestros hundimientos. Tú, el único Señor y Salvador. Reúnenos, Señor, a todos, según tu amorosa voluntad en la unidad de tu Iglesia y haz que se cumpla pronto tu gran anhelo: “un solo rebaño bajo un solo Pastor”. AMÉN.

 

Mt 16, 13-20

«13Yendo Jesús a la región de Cesarea de Felipe, preguntó a sus discípulos: ‘¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?’. 14Ellos dijeron: ‘Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas’.

15Les dice: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. 16Respondiendo Simón Pedro dijo: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’.

17Respondiendo Jesús dijo:
‘¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado la carne

ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

18Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del hades no serán más fuertes que ella.

19Te daré las llaves del reino de los cielos; así, lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’.

20Entonces les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo». ¡PALABRA DEL SEÑOR!

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Hemos dejado atrás el episodio de la mujer cananea, a la que sigue un nuevo sumario de curaciones de Jesús (15,29-31) y la segunda multiplicación de los panes (15,32-39). Ahora se le acercan a Jesús los fariseos y los saduceos para ponerle a prueba y Jesús alerta a sus discípulos de la doctrina errada de aquellos grupos religiosos (16,1-12). Cambia el escenario y nos encontramos a Jesús con sus discípulos en Cesarea de Filipo: el evangelio de hoy. Está estrechamente ligado a la perícopa siguiente (16,21-28), donde comienza la tercera parte del evangelio de Mateo (corte en 16,21 = 4,17) con el primer anuncio de la pasión y las condiciones para seguir a Jesús. En el texto de hoy, Pedro es “piedra”; en el siguiente será “escándalo”.

 

TEXTO

La perícopa se divide en tres partes: a) el diálogo de Jesús con los discípulos (vv. 13-16), articulado en torno a dos preguntas paralelas de Jesús sobre la opinión de la gente (v. 13) y la opinión de los discípulos (v. 15); b) un pequeño discurso de Jesús (vv. 17-19), ligado a lo anterior por la expresión “Tú eres…” y articulado en torno a 3 afirmaciones de Jesús que van del presente al futuro (vv. 17.18.19); c) el versículo final (v. 20) que retoma la confesión del v. 16, porque se habla de nuevo a todos los discípulos. Sorprendentemente, Jesús sólo hace referencia a uno de los títulos, el de Cristo (Mesías). Es un texto fundamental en el evangelio, como texto de revelación de la identidad de Jesús, y recuerda a 11,25-27, mirando hacia atrás, y a 26,61-64, mirando hacia adelante.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• La gente ve en Jesús un nuevo Juan Bautista, o Elías, o Jeremías, o uno de los varios profetas enviados por Dios para anunciar la salvación de Israel. En parte ven bien, porque reconocen en Jesús un hombre de Dios. Pero Jesús es más. Y no es percibido así por la gente. Quizá para nosotros, en nuestra vida, Jesús tiene su importancia y lo valoramos, pero no con la profundidad y radicalidad de quien es “Mesías e Hijo del Dios vivo”. ¿Quién es Jesús para ti?

• Los discípulos, y en su nombre Simón Pedro, responden acertadamente: Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios vivo (cf. 14,33); pero cuando ven el horizonte de pasión (cf. 16,21), entonces esa declaración no se sostiene, tiene el riesgo de ser una “declaración formal”. Quizá nosotros, en nuestra vida, podemos decir “de palabra” muchas cosas sobre Jesús, pero no surgen del corazón, de la experiencia de fe. ¿Quién es, de verdad, Jesús para ti?

• Pedro-piedra: es el fundamento de una iglesia presentada como una “construcción”, un “edificio”. Es claro que a Mateo le interesa de manera particular subrayar el papel “eclesial” del primero de los apóstoles, pero también debemos preguntar- nos por el trabajo que cada uno realiza en la construcción de la Iglesia: ¿somos corresponsables?

• Iglesia =/= puertas del hades (del lugar de los muertos): la traducción preferible no es la de un combate entre ellas, sino una comparación: la Iglesia, construida sobre roca, es y será más fuerte que las puertas del hades, porque su Señor la acompaña siempre (cf. 28,20). Esto nos lleva a la confianza plena en Dios pero también a nuestro pleno compromiso por vencer a “toda clase de muertes” mientras peregrinamos por esta vida.

.- Llaves – atar – desatar: la misión de Pedro es abrir a las personas el Reino de los cielos, exponer la voluntad de Dios a la luz de Jesús y sus preceptos (las llaves). Esta responsabilidad de Pedro será en 18,18 responsabilidad también de cada discípulo y de cada comunidad. ¿Sentimos esta responsabilidad en comunión con la del Papa?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis – Domingo XXI de Tiempo Ordinario

XXI Domingo de Tiempo Ordinario
23 de agosto 2020

Isaías 22, 19-23; Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20

Primado de Pedro

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan, el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

 

Reflexión

Jesús se encontraba en Cesarea de Filipo, un lugar apartado de la ciudad; quería estar lejos de la gente con sus discípulos. Jesús entonces les pregunta “Y ustedes “¿Quién dicen que soy yo? Jesús esperaba una respuesta precisa de los hombres que estaban siempre con él. ¿Quién fue el único discípulo que respondió de manera clara y sin titubeos? Simón Pedro fue quien tomó la palabra y le dijo que era el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús sabía que esa respuesta no venía de él mismo, sino de Dios (Espíritu Santo). Jesús entonces decide dar un nuevo nombre a Simón, ¿cuál es? Jesús le cambia de nombre de Simón a Pedro. Pedro quiere decir “Piedra”. Dios había cambiado los nombres de varios profetas como Abraham, Jacob, para otorgarles una misión. ¿Cuál es la misión que Jesús le da a Pedro? Jesús le dice a Pedro que será la Piedra sobre la que se edificará Su Iglesia. Pedro es la cabeza visible de una comunidad que quiere vivir con Jesús para siempre y tiene una especial característica: Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Es decir que esta comunidad (la Iglesia) triunfará siempre. ¿Qué otra cosa le entrega Jesús a Pedro? Le entrega las llaves del Reino Eterno de Jesús. Esto indica que Pedro recibe la autoridad de ayudar a las personas a entrar al Reino de los Cielos. Muerto Pedro estas llaves pasarán a otro sucesor. Hoy en día el sucesor de Pedro es el Papa, la cabeza de nuestra Iglesia, que vela por nuestra salvación, inspirado por el Espíritu Santo y ayudado de los Sacerdotes y Obispos del mundo entero. ¿Y para ti, quién es Jesús? ¿Dónde lo puedes encontrar? ¿Cómo podrías conocerle y amarle como Pedro lo hizo?

 

Actividad

En la siguiente página, une con una flecha la imagen que da respuesta a las preguntas ubicadas en la columna izquierda.

Oración

Oh, Jesús, que quisiste que tu Iglesia fuese construida sobre Pedro, el primer Papa, te pedimos por nuestro Papa Francisco, para que siempre sea guiado por El Espíritu Santo y nos guie al Cielo. Cuídalo y protégelo siempre. Amén

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Profesión de fe y primado de Pedro – Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: – ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?. Ellos le contestaron: – Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les preguntó: – Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: – Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: – ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Y les mandó a los discípulos que no dijeses a nadie que él era el Mesías.

Explicación

Estando en la región de Cesarea, preguntó Jesús a los apóstoles «¿Quién dice la gente que soy yo? ¿y vosotros quién decís que soy?». Entonces Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Jesús felicitó a Pedro y le nombró jefe de la Iglesia. Luego les ordenó que no dijeran a nadie que él era el Mesías

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

VIGESIMOPRIMER DOMINGO: TIEMPO ORDINARIO -“A” (Mt. 16, 13-20)

NARRADOR: En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

JESÚS: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

DISCÍPULO1: Unos que eres Juan Bautista…

DISCÍPULO2: Otros dicen que eres Elías…

DISCÍPULO3: Otros que Jeremías o uno de los profetas…

NARRADOR: Él les preguntó:

JESÚS: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

NARRADOR: Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

PEDRO: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

JESÚS: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

NARRADOR: Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XX de Tiempo Ordinario

Después de la caída de Jerusalén, el profeta Ezequiel asume la tarea de reencender la esperanza del pueblo, exhortándolo a la confianza y una fidelidad plena en Dios. El texto que leemos hoy está puesto en esta nueva perspectiva. El oráculo encuentra su punto culminante en la última frase: «Yo mismo en persona buscaré mis ovejas, siguiendo su rastro» (v. 11). ¡Este es el mensaje de esperanza!

Con la imagen de los pastores y las ovejas se describe la experiencia que ha vivido el pueblo de Israel con sus gobernantes (rey, sacerdotes, ancianos) que no han sido fieles a la misión que se les ha confiado. Su culpa principal ha sido el egoísmo, el abuso de poder, aprovecharse del pueblo y la búsqueda de sus propios intereses. El oráculo repite continuamente: se apacientan a sí mismos, en lugar de ofrecer su servicio al rebaño: defender las ovejas de las fieras, llevarlas a buenos pastos, buscar la que se pierde y cuidar las más débiles (vv.35). La tragedia de Israel se debe en gran parte a estos malos pastores. El profeta anuncia que el Señor pedirá cuentas de los daños que han causado y les quitará el poder sobre el pueblo.

Esta experiencia del Pueblo de Israel se sigue dando en nuestros tiempos. La historia se repite. Gran parte de nuestros países están gobernados por políticos que explotan, roban, se aprovechan al máximo del poder que tienen para sus propios intereses. Es escandalosa la corrupción en algunos de nuestros gobiernos también en esta situación de emergencia por el COVID. El grito de muchos pueblos es: ¿Dónde está el dinero? Que debió haber destinado para hospitales, medicinas, alimentos, seguridad para la población. En medio de esta situación el profeta Ezequiel nos anima porque nos sigue dando una buena noticia: El Señor prometió que Él mismo cuidará de su pueblo. Esa es la esperanza que sostiene a tantas personas: ¡Solo Dios con nosotros! Esta imagen de «Yahvé pastor» es familiar en la tradición de Israel. Esta imagen viene enriquecida en el Nuevo testamento cuando Jesús se la aplica a sí mismo: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11).

El Evangelio de hoy está en continuidad con el de los días anteriores. La parábola de los trabajadores de la viña, concluye con la afirmación: «Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos»; esta frase se conecta con las últimas palabras del Evangelio de ayer: «muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros» (19,30). Al joven rico Jesús le había hecho notar que: «Uno solo es el bueno», ahora en 20,15, las palabras finales del patrón frente al trabajador de la primera hora suenan así: «¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».

Esta parábola contada con vivacidad constituye un apelo no sólo al pueblo de Israel, llamado “primero” para que gozará de la libertad sorprendente del Señor, que mira primero a los últimos -paganos, publicanos, pecadores-; sino también a los creyentes cristianos. Para que estén siempre atentos y convertirse a los criterios de Dios, liberándose del orgullo del corazón, de las comparaciones egoístas y competitivas. Nuestra manera de pensar y de actuar se deben transformar; Dios hace entrar en su Reino primero al pobre y no al rico, da la precedencia a los últimos y no a los primeros, da gratuitamente sus dones no sobre la base de los méritos adquiridos con anterioridad.

Si al joven rico que siempre ha observado la ley, Jesús le pide un salto de calidad, lo mismo nos pide a todos sus seguidores, deshacernos de nuestros propios juicios fundados en cálculos exactos, para gozar de la bondad de Dios y de la sobreabundancia de su gracia. Dios entra en diálogo con el ser humano en largos espacios de amor, no en los angostos límites de los derechos y la contabilidad. «El amor no contradice la justicia, solo alarga sus límites». El Dios en quien creemos es un Dios de un gran corazón que solo puede ser acogido con un corazón grande.

Edgardo Guzmán, cmf