Vísperas – Martes XXI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MARTES XXI TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!…).
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.

SALMO 19: ORACIÓN POR LA VICTORIA DEL REY

Ant. El Señor da la victoria a su Ungido

Que te escuche el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.

Que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.

Que podamos celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.

Ahora reconozco que el Señor
da la victoria a su Ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.

Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.

Ellos cayeron derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.

Señor, da la victoria al rey
y escúchanos cuando te invocamos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor da la victoria a su Ungido.

SALMO 20: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA DEL REY

Ant. Al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuanto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al son de instrumentos cantaremos tu poder.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

LECTURA: 1Jn 3, 1a.2

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Queridos, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

RESPONSORIO BREVE

R/ Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.
V/ Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.

R/ Tu fidelidad de generación en generación.
V/ Más estable que el cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

PRECES

Alabemos a Cristo, que mora en medio de nosotros, el pueblo adquirido por él y supliquémosle, diciendo:

Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.

Dueño y Señor de los pueblos, acude en ayuda de todas las naciones y de los que las gobiernan:
— que todos los hombres sean fieles a tu voluntad y trabajen por el bien y la paz.

Tú que hiciste cautiva nuestra cautividad,
— devuelve la libertad de los hijos de Dios a todos aquellos hermanos nuestros que sufren esclavitud en el cuerpo o en el espíritu.

Concede, Señor, a los jóvenes la realización de sus esperanzas
— y que sepan responder a tus llamadas en el transcurso de su vida.

Que los niños imiten tu ejemplo
— y crezcan siempre en sabiduría y en gracia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge a los difuntos en tu reino,
— donde también nosotros esperamos reinar un día contigo.

Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, porque has permitido que llegáramos a esta noche; te pedimos quieras aceptar con agrado el alzar de nuestras manos como ofrenda de la tarde. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes XXI de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor. 

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 23,23-26
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura! 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy presenta dos otros ‘hay’ que Jesús pronuncia contra los líderes religiosos de su época. Los dos ‘ay’ de hoy denuncian la falta de coherencia entre palabra y actitud, entre el exterior y el interior. Repetimos hoy lo que afirmamos antes. Al meditar las palabras tan duras de Jesús, tengo que pensar no sólo en los doctores y en los fariseos de la época de Jesús., sino que también y sobre todo en el hipócrita que hay en mí, en nosotros, en nuestra familia, en la comunidad, en nuestra iglesia, en la sociedad de hoy. Vamos a mirar en el espejo del texto, para descubrir lo que hay de errado en nosotros.
• Mateo 23,23-24: El quinto ‘ay’ contra los que insisten en la observancia y olvidan la misericordia. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!”. Este quinto ‘ay’ de Jesús contra los líderes religiosos de aquella época puede ser repetido contra muchos líderes religiosos de los siglos siguientes, hasta hoy. Muchas veces, en nombre de Dios, insistimos en detalles y olvidamos la misericordia. Por ejemplo, el jansenismo volvió la vivencia de la fe árida, insistiendo en observancias y penitencias que desviaron al pueblo del camino del amor. La hermana carmelita Teresa de Lisieux creció en este ambiente jansenista, que marcaba la Francia del final del siglo XIX. Fue a partir de una dolorosa experiencia personal que ella supo recuperar la gratuidad del amor de Dios con la fuerza que debe animar por dentro la observancia de las normas. Pues, sin la experiencia del amor, las observancias hacen de Dios un ídolo.
• Mateo 23,25-26: El sexto ‘ay’ contra los que limpian las cosas por fuera y las ensucian por dentro. “«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!” En el Sermón de la Montaña, Jesús critica a los que observan la letra de la ley y transgreden el espíritu de la ley. Dice: » Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano `imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame `renegado’, será reo de la gehenna de fuego. «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt 5,21-22.27-28). No basta observar la letra de la ley. No basta no matar, no robar, no cometer adulterio, no jurar, para ser fiel a lo que Dios nos pide. Sólo observa plenamente la ley de Dios aquel que, más allá de la letra, va hasta la raíz y arranca dentro de sí “los deseos de robo y de codicia” que pueden llevar al asesinato, al robo, al adulterio. La plenitud de la ley se realiza en la práctica del amor. 

4) Para la reflexión personal

• Dos más ‘ay’, dos motivos más para recibir una crítica severa de parte de Jesús. ¿Cuál de los dos cabe en mí?
• Observancia y gratuidad: ¿cuál de las dos prevalece en mí? 

5) Oración final

Anunciad su salvación día a día,
contad su gloria a las naciones,
sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2-3)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

XIII. TENSIONES CON LOS FARISEOS

 

1.- CURACIÓN DE UN PARALÍTICO EN JERUSALÉN

Jn 5, 1-18

Cuando llegó Jesús a Galilea era ya el final del otoño o principios del invierno, muy probablemente del año 28, y faltaban todavía algunos meses para la Pascua. De este tiempo junto al lago, san Juan solo menciona su llegada a esta región y la curación del hijo del funcionario real en Caná. Según el plan de su evangelio, selecciona solo algunos sucesos, omitidos en general por los otros tres, y deja a un lado también los que ya han sido narrados. No olvidemos que, cuando san Juan escribe el suyo, a finales del siglo I, ya hace años que han sido redactados los demás evangelios. Él precisa y complementa en muchas ocasiones a los sinópticos.

Si hubiéramos seguido solamente el relato de Juan, tendríamos la impresión de que Jesús volvió a Jerusalén inmediatamente después del milagro de Caná. Pero no fue así. Es preciso intercalar los relatos que hemos comentado más arriba, que él omite.

Llegó Jesús a Jerusalén. Nos dice san Juan que había allí, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, o Bethesda, que tiene cinco pórticos. En estos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos[1]. La existencia de esta piscina tan singular fue negada por la crítica racionalista hasta que excavaciones de finales del siglo XIX y principios del XX la pusieron al descubierto, tal como la describe san Juan[2]. También se le llamaba Probática por estar situada junto a la puerta de las ovejas, en las afueras de Jerusalén, por la que entraba el ganado destinado a los sacrificios del Templo. Es una cavidad rectangular, rodeada de cuatro pórticos y dividida en dos cuadrados iguales por un quinto pórtico[3].

Jesús subió a Jerusalén para celebrar la Pascua de este segundo año de su ministerio. Allí, en una piscina de cinco pórticos, llamada de Siloé, curó a un paralítico.

La existencia de esta piscina fue negada durante mucho tiempo por los críticos. Las excavaciones la han sacado a la luz coincidente en todo con los datos transmitidos por san Juan. (En la ilustración, reconstrucción de la piscina según la maqueta existente en el Holy Land de Jerusalén).

Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. Jesús le vio tendido y supo –señala san Juan– que llevaba mucho tiempo. Entonces, le preguntó: ¿Quieres ser curado? El Señor le pregunta para mover su fe y su esperanza, pues ya sabía que deseaba su curación. Y el enfermo le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy, desciende otro antes que yo[4]. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

La piscina se halla situada el lado nororiental de Jerusalén, cerca del Templo. Se han encontrado incluso las escaleras de piedra que desde los pórticos permitían descender hasta la piscina inferior.

Aquel día era sábado, señala san Juan. Y los judíos le dijeron: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. No les importa el milagro grandioso que ha realizado el Señor, ¡les importan más sus prescripciones sobre el descanso sabático!; y les pasa inadvertida la obra que acaba de realizar Dios. Verdaderamente estaban ciegos.

Aquel hombre piensa que quien le ha curado en un instante también tiene poder para disponer lo que se debe o no hacer en sábado. Con sencillez, les dice: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. Pero le seguían preguntando: ¿Quién es el que te dijo: toma tu camilla y anda? Y aquel hombre no conocía a Jesús, que se había apartado de la gente congregada en el lugar con motivo del milagro.

Más tarde, quizá el mismo día, Jesús se hizo encontradizo en el Templo con él. Es posible que haya ido allí para dar gracias por su curación. El Señor le recuerda que más importante que la salud del cuerpo es la del alma: Mira, le dice, has sido curado; no peques más para que no te ocurra algo peor.

Aquel hombre, con toda sencillez, sin malicia, dijo a los judíos que era Jesús el autor del milagro. Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque había hecho esto en sábado. Y Jesús se defiende: Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo. Apela una vez más a su dominio sobre el mismo sábado, porque es igual al Padre. Jesús equipara su obrar al del Padre.

Por estas palabras, explica el evangelista, buscaban con más ahínco matarle, porque no solo quebrantaba el sábado, si no que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tiene siempre plena conciencia de su divinidad.

Los judíos entendieron bien el alcance de las palabras del Señor. Se atribuye una filiación única, que lo hace igual a Dios. Por eso ahora lo quieren matar por blasfemo.

Jesús se retiró y decidió de nuevo volver a Galilea.


[1] Jn 5, 2-9a. La edición Sixto Clementina de la Vulgata recoge, como segunda parte del v. 3 y constituyendo todo el v. 4, el siguiente pasaje: que aguardaban el movimiento del agua. Pues un ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina y movía el agua. El primero que se metiera en la piscina después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. La Neovulgata omite este pasaje, consignándolo a pie de página.

[2] Cfr. VIcent Y ABEL, Jerusalén, III, 4, 685 ss.

[3] La piscina era doble. Constaba de dos extensos estanques de planta ligeramente trapecial, separados entre sí por una estrecha franja de roca. Eran gemelos pero no estaban situados en el mismo plano: la piscina del norte se hallaba algo más elevada, para facilitar el trasvase de agua de esta a la de abajo. La profundidad de los estanques era de unos trece metros y sus paredes estaban revocadas de yeso, para evitar filtraciones del agua. Esta debía de proceder de la lluvia y de la captación en aquella zona de vaguada, pero las aguas de una de las piscinas solían tomar un color rojizo, según la observación de Eusebio de Cesarea en el siglo IV.

[4] Entre ambos estanques había un canal, situado a ocho metros de altura desde el fondo de la piscina alta, por el que solo pasaba el agua cuando el nivel de aquella excedía esa altura. Por eso a veces, de forma intermitente, el agua entraba repentinamente en la piscina inferior, provocando una cierta turbulencia. A este hecho debía de estar asociada la creencia popular de que entonces se ponía más de manifiesto la especial virtud curativa de las aguas. Se han hallado las escaleras de piedra que desde los pórticos permitían descender hasta el agua. Todo indica que se trataba de un antiguo lugar de baños. Además, la creencia de que el agua en ciertos estanques de Jerusalén poseía virtudes curativas estaba muy difundida (Ez 47, 8-9) (cfr. J. GONZÁ LEZ ECHEGARAY, Arqueología…, p. 188).

Comentario – Martes XXI de Tiempo Ordinario

La diatriba de Jesús contra los fariseos continua su curso: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.

Estas palabras nos descubren lo nuclear de la crítica de Jesús a la conducta de los fariseos: que descuidan aquello a lo que había que prestar más atención por ser lo más grave de la ley, a saber, el derecho (=lo que es conforme a la justicia), la compasión (que empuja a apiadarse de todo prójimo necesitado) y la sinceridad (que es lo más opuesto a la hipocresía). Sobre estos tres pilares tendría que apoyarse su entero comportamiento. En este capítulo es en el que tendrían que concentrar todos sus esfuerzos, aunque sin descuidar obligaciones como la del pago de los diezmos, que no deja de ser un asunto menor. Incurren, pues, en un error de valoración.

Ahí radica su ceguera. Y esto mismo les lleva a filtrar el mosquito y a tragarse el camello y a quedarse en el arreglo de lo exterior, olvidando que lo exterior depende de lo interior, y que para que lo exterior pueda aparecer ordenado y limpio es preciso ordenar y limpiar primero lo interior. ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

De nada sirven los lavados externos si no se atiende a la limpieza interior, porque dentro es donde se confeccionan las malas acciones, robos y desenfrenos, y si queremos obtener la limpieza es necesario llegar a ese punto donde se acumula la suciedad. De nuevo Jesús orienta nuestras miradas hacia el interior de nosotros mismos, donde se cuecen los buenos y los malos propósitos. Si no llegamos a purificar este ámbito de nuestra personalidad, de nada servirán las purificaciones externas por muy abundante que sea el detergente empleado.

Luego lo que Jesús critica en los fariseos es que no presten atención a lo realmente importante, a lo que es verdaderamente grave en la vida y, por eso, importa también al Dios justo, compasivo y fiel que reclama justicia, misericordia y sinceridad de sus hijos. También censura que se queden en puras exterioridades y no desciendan a ese subsuelo en el que acontecen los movimientos sobre los que pivotan nuestras acciones. ¿No sigue teniendo vigencia esta crítica en nuestros días? ¿No pone al descubierto también nuestras carencias y cegueras? ¿No nos obliga a replantearnos nuestras prioridades y atenciones? ¿No nos quedamos también nosotros en lo que carece de importancia o en puras exterioridades? ¿No filtramos también nosotros el mosquito y nos tragamos el camello?

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

El oficio de enseñar de los Obispos

25. Entre los principales oficios de los Obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque los Obispos son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida, y la ilustran bajo la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación cosas nuevas y viejas (cf. Mt 13, 52), la hacen fructificar y con vigilancia apartan de su grey los errores que la amenazan (cf. 2 Tm 4,1-4). Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, en materia de fe y costumbres, deben aceptar el juicio de su Obispo, dado en nombre de Cristo, y deben adherirse a él con religioso respeto. Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo.

Aunque cada uno de los Prelados no goce por si de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando, aun estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres, convienen en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo. Pero todo esto se realiza con mayor claridad cuando, reunidos en concilio ecuménico, son para la Iglesia universal los maestros y jueces de la fe y costumbres, a cuyas definiciones hay que adherirse con la sumisión de la fe.

Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese su Iglesia cuando define la doctrina de fe y costumbres, se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser custodiado santamente y expresado con fidelidad. El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta misma infalibilidad en razón de su oficio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32), proclama de una forma definitiva la doctrina de fe y costumbres. Por esto se afirma, con razón, que sus definiciones son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia, por haber sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona de San Pedro, y no necesitar de ninguna aprobación de otros ni admitir tampoco apelación a otro tribunal. Porque en esos casos, el Romano Pontífice no da una sentencia como persona privada, sino que, en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo de los Obispos cuando ejerce el supremo magisterio en unión con el sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Iglesia por la acción del mismo Espíritu Santo, en virtud de la cual la grey toda de Cristo se mantiene y progresa en la unidad de la fe.

Mas cuando el Romano Pontífice o el Cuerpo de los Obispos juntamente con él definen una doctrina, lo hacen siempre de acuerdo con la misma Revelación, a la cual deben atenerse y conformarse todos, y la cual es íntegramente transmitida por escrito o por tradición a través de la sucesión legítima de los Obispos, y especialmente por cuidado del mismo Romano Pontífice, y, bajo la luz del Espíritu de verdad, es santamente conservada y fielmente expuesta en la Iglesia. El Romano Pontífice y los Obispos, por razón de su oficio y la importancia del asunto, trabajan celosamente con los medios oportunos para investigar adecuadamente y para proponer de una manera apta esta Revelación; y no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe.

Recursos – Ofertorio Domingo XXII de Tiempo Ordinario

PRESENTACIÓN DE UNOS EVANGELIOS

(Lo pueden presentar una persona que se dedica a la tarea de la transmisión de la fe en la Comunidad, ya sea entre los adultos, entre los y las jóvenes o entre los niños o las niñas)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, te traigo y te ofrezco estos Evangelios y, con ellos, nuestra decisión firme de seguirlos y seguir los pasos de tu Hijo Jesucristo. Ellos son el libro de tus discípulos y discípulas, nuestro libro. De ellos dependen nuestras personas y nuestras vidas. Su cumplimiento lo queremos vivir como la ofrenda de nuestras personas, de nuestro ser y de nuestra existencia. Hoy, que le hemos escuchado a Jesús, invitándonos a seguirle cargando con la cruz, queremos unir nuestras vidas a la de tu Hijo. Seguro que Tú, así, nos las aceptas incondicionalmente, pues en tu Hijo se complementa lo que, por nuestra debilidad e infidelidad, somos incapaces de realizar. Lleva, Señor, nuestros deseos a la concreción de la realidad. Para ello te pedimos tu Espíritu, que será nuestra fortaleza.

PRESENTACIÓN DE UNA PARTIDA DE BAUTISMO

(La puede presentar una persona adulta de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor yo te traigo este documento que es la PARTIDA del BAUTISMO, con la que quiero mostrarte mi compromiso, y el de todos/as y cada uno/a, de vivir tal como Tú quieres que lo hagamos. Es decir, que no nos conformemos ni nos creamos salvados, salvadas porque estamos bautizados o bautizadas, o porque escuchamos tu Palabra, sino que nos empeñaremos en vivir el Evangelio como el camino de nuestras vidas, aceptando la propuesta de Jesús, tu Hijo amado, de cargar la cruz y de seguirle a él. Si Tú aceptas nuestro ofrecimiento y nuestro esfuerzo, ayúdanos, por favor, con tu gracia.

PRESENTACIÓN DE UNA COPA

(Un miembro cualquiera de la comunidad hace esta ofrenda, consistente en una copa de cristal bien limpia. Tras dársela al Presidente, dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy, en nombre de toda la comunidad y de cada uno-una de nosotros y de nosotras, esta copa bien limpia, que transparenta su fondo. Con ella va nuestro deseo de ser coherentes y rechazar cuanto signifique fariseísmo o apariencias, porque así reflejaremos mejor la VIDA NUEVA del Señor resucitado. Danos la fuerza de tu Espíritu para vivir de acuerdo con estos deseos.

PRESENTACIÓN DE UN PERIÓDICO

(Lleva el periódico uno de los miembros de la comunidad, mientras otro hace la ofrenda:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, nosotros y nosotras te traemos hoy un periódico. Es el resumen de la vida de una jornada a nivel local, provincial, regional, nacional e internacional. Son pocas las noticias buenas que nos ofrece. Es más numerosa la información de signo negativo; hay guerras, injusticias, corrupción, sucesos. Son un resumen de cómo somos los hombres y las mujeres. Pero son también un signo de TU PRESENCIA entre nosotros y entre nosotras, si somos capaces de agudizar nuestra vista y ver bajo la pesada realidad cómo Tú nos hablas. Señor, no permitas que se embote la sensibilidad de nuestra fe para reconocer tu presencia entre nosotros y entre nosotras.

Oración de los fieles – Domingo XXII de Tiempo Ordinario

Pedro, en su férreo esquema, no entiende la voluntad del Padre. A veces nosotros también elegimos alejándonos de Dios. Por eso, hoy nuestra súplica es:

R.- QUE NOS DEJEMOS SEDUCIR POR TI.

1. – Por el Papa, los obispos y sacerdotes, que un día sedujiste Señor, para que tu luz los ilumine y sepan discernir siempre tu voluntad. OREMOS

2. – Por los gobernantes para que en la toma de decisiones siempre favorezcan el bienestar y el desarrollo de su pueblo. OREMOS

3. – Por todos los que sufren algún mal de cuerpo o de espíritu, para que vean en ello una cruz que les afiance en el seguimiento de Cristo. OREMOS

4. – Por aquellos que están de vacaciones para que sea este un tiempo propicio para el encuentro con Dios. OREMOS

5. – Por todos aquellos que dejaron el seguimiento de Cristo al presentárseles una cruz, para que mirando al que padeció en ella, vean que la cruz es fuente de vida. OREMOS

6. – Por todos nosotros, para que, como nos pide Pablo, nos renovemos y sepamos discernir lo que agrada a Dios Padre. OREMOS

Padre atiende las súplicas de tu pueblo y haz que siempre hagamos tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.


Señor, Tú eres el libertador del hombre. Tú no lo salvas sólo por fuera sino por dentro. Por eso te pedimos llenos de confianza que escuches nuestra súplica.

R. – QUE TU PERDÓN NOS LIBERE, SEÑOR.

1. – Por la Iglesia y todos los que la formamos, para que busquemos siempre los intereses de los demás y no los nuestros. OREMOS

2. – Por todos los que luchan por la paz, para que se den cuenta que la paz sólo se consigue viviendo en el amor. OREMOS

3. – Por todos los que gastan sus vidas al servicio del Señor, para que sólo busquen el bien de los demás y vean en los hermanos a ese Dios que salva. OREMOS

4. – Por los padres de familia, para que sean fieles a su compromiso sin escatimar esfuerzos para hacer funcionar ese trozo de Iglesia que el Señor les ha encomendado. OREMOS

5. – Por los pobres, los que están solos, los carentes de amor; para que sientan profundamente que el Señor los ama y nosotros les ayudemos a experimentar ese amor. OREMOS

6. – Por todas las personas que el mundo tienen etiqueta con mala fama, para que nunca duden de ese Dios bueno y compasivo que espera siempre con los brazos abiertos a todos los que lo buscan. OREMOS

7. – Por los que estamos aquí reunidos en esta Eucaristía, para que el Señor nos escuche. OREMOS

Señor, enséñanos a ser humildes, reconociendo que todos los hombres y todas las mujeres somos iguales y que tú sólo quieres corazones arrepentidos, te lo pedimos todo por nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes XXI de Tiempo Ordinario

No acabo de acostumbrarme del todo a estas acusaciones tan duras que se ponen en boca de Jesús contra los hipócritas. Por cierto, Jesús habla con tanta dureza a los hipócritas, que en este caso son escribas y fariseos y no al revés; lo que le indigna hasta el punto de sacarle de sí no son los escribas y fariseos por sí mismos, sino que hayan hecho de la hipocresía su modo habitual de vivir.

De hecho, el contraste es mayor si releemos el agradecimiento y valoración amable que Pablo dedica a los cristianos de Tesalónica. ¿Qué le pasa a Jesús? ¿Por qué se pone así? Vamos a tener toda la semana para contemplar su “indignación”.

En estas pocas líneas Jesús les llama hasta tres veces “ciegos”. Parece que es lo que mejor describe el corazón del hipócrita: no ve y además no sabe que no ve. Por eso no hay coherencia en su vida: su mente por un lado, sus valores por otro, sus acciones por otro… Y así arrastra a quienes se dejen llevar por él. ¿Acaso hay mayor despropósito que estar ciego y querer guiar a los demás?

Y su indignación mueve dentro de mí otra pregunta: ¿qué me indigna a mí? ¿Qué cosas o personas me sacan de quicio? … Tendré que pensarlo más despacio… Intuyo que, a veces, en mí (y en la Iglesia) nos indignan cosas que bien poco tienen que ver con la indignación de Jesús. A Jesús le importa mucho más la gente que las cosas (por sagradas que sean).

En el fondo están poniendo al descubierto dónde tengo puesto el corazón, a qué doy valor y qué relativizo, por qué estoy dispuesta a “tener problemas” y con qué hago “pactos” (por santos que sean) y miro para otro lado, mientras tantos y tantos siguen dejándose guiar por guías necios y ciegos.