Vísperas – Miércoles XXIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XXIII de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia que apoya, que le nutre
y le enflora y verdea.

Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin tu amor, sin ti vacío,
en la noche te busca;
le siento que te busca, como un ciego
que extiende, al caminar, las manos llenas
de anchura y de alegría.

Gloria al padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 125: DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

SALMO 126: EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

LECTURA: Ef 3, 20-21

A Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Invoquemos a Dios, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:

Que tu pueblo te alabe, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias para la salvación;
— haz que sepamos corresponder, y así hagamos nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

Haz que todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad
— y vivan unidos por la caridad.

Creador del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus propias manos,
— acuérdate de los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de su frente.

Acuérdate, también, de todos los que viven entregados al servicio de los demás:
— que no se dejen vencer por el desánimo ante la incomprensión de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ten piedad de nuestros hermanos difuntos
— y líbranos del poder del Maligno.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Llegue a tus oídos, Señor, la voz suplicante de tu Iglesia, a fin de que, conseguido el perdón de nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y con tu protección vivamos confiados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Miércoles XXIII de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 6,20-26
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos presenta las cuatro bienaventuranzas y las cuatro maldiciones del Evangelio de Lucas. Hay una manera progresiva en la forma que Lucas tiene de presentar la enseñanza de Jesús. Hasta el 6,16, dice muchas veces que Jesús enseña a la gente, pero no llega a relatar el contenido de la enseñanza (Lc 4,15.31-32.44; 5,1.3.15.17; 6,6). Ahora, después de informar que Jesús vio la multitud deseosa de oír la palabra de Dios, Lucas trae el primer grande discurso que empieza con la exclamación:»¡Bienaventurados los pobres!» y «¡Ay de vosotros los ricos!», y ocupa todo el resto del capítulo (Lc 6,12-49). Algunos le llaman a este discurso el “Sermón de la planicie”, pues segundo Lucas, Jesús bajó de la montaña y se paró en un lugar de llanura donde hizo su discurso. En el evangelio de Mateo, este mismo discurso está hecho en el monte (Mt 5,1) y es el llamado «Sermón de la Montaña». En Mateo, el sermón tiene ocho bienaventuranzas, que tienen un programa de vida para las comunidades cristianas de origen judaica. En Lucas, el sermón es más breve y más radical. Contiene cuatro bienaventuranzas y cuatro maldiciones, dirigidas para las comunidades, constituidas de ricos y de pobres. Este discurso de Jesús va a ser meditado en el evangelio diario de los próximos días.
• Lucas 6,20: ¡Bienaventurados los pobres! Mirando hacia los discípulos, Jesús declara: «¡Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los cielos!» Esta declaración identifica la categoría social de los discípulos. ¡Ellos son pobres! Y a ellos Jesús promete: “¡Vuestro es el Reino de los Cielos!” No es una promesa para el futuro. El verbo está al presente. El Reino les pertenece ya. En el evangelio de Mateo, Jesús explicita el sentido y dice: «¡Bienaventurados los pobres de Espíritu!» (Mt 5,3). Son los pobres que tienen al Espíritu de Jesús. Pues hay pobres con cabeza o espíritu de rico. Los discípulos de Jesús son pobres con cabeza de pobre. Como Jesús no quieren acumular, pero asumen su pobreza y, como él, luchan por una convivencia más justa, donde haya fraternidad y puesta en común de los bienes, sin discriminación.
• Lucas 6,21-22: ¡Bienaventurados los que ahora tiene hambre y lloran! En la 2ª y 3ª bienaventuranza Jesús dice. «¡Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados! ¡Bienaventurados los que ahora lloráis porque reiréis!» Una parte de las frases está al presente y otra al futuro. Aquello que ahora vivimos y sufrimos no es lo definitivo. Lo definitivo es el Reino que estamos construyendo hoy con la fuerza del Espíritu de Jesús. Construir el Reino trae sufrimiento y persecución, pero una cosa es cierta: el Reino va a llegar y “¡seréis saciados y reiréis!”.
• Lucas 6,23: ¡Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien….! La bienaventuranza se refiere al futuro: «Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os expulsen, proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del Hombre. ¡Alegraos ese día porque grande será vuestra recompensa, porque así fueron tratados los profetas!» Con estas palabras de Jesús, Lucas anima a las comunidades de su tiempo, que estaban siendo perseguidas. El sufrimiento no es estertor de muerte, sino dolor de parto. ¡Fuente de esperanza! La persecución era una señal de que el futuro anunciado por Jesús estaba llegando para ellas. Iban por el justo camino
• Lucas 6,24-25: ¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros los que estáis hartos y os reís! Después de las cuatro bienaventuranzas a favor de los pobres y excluidos, siguen cuatro amenazas o maldiciones contra los ricos y los que se lo pasan bien y son elogiados por todos. Las cuatro amenazas tienen la misma forma literaria que las cuatro bienaventuranzas. La 1ª está al presente. La 2ª y la 3ª tienen una gran parte al presente y la otra al futuro. Y la 4ª se refiere enteramente al futuro. Estas amenazas sólo se encuentran en el evangelio de Lucas y no en el de Mateo. Lucas es más radical en la denuncia de la injusticia.
Delante de Jesús, en aquella planicie no había ricos. Sólo había gente pobre, venida de todos los lados (Lc 6,17-19). Asimismo, Jesús dice: «¡Ay de vosotros los ricos!» Y es que Lucas, al transmitir estas palabras de Jesús, estaba pensando más en las comunidades de su tiempo. En ellas había ricos y pobres, y había discriminación de los pobres por parte de los ricos, la misma que marcaba la estructura del Imperio Romano (cf. St 5,1-6; Ap 3,17-19). Jesús hace una crítica dura y directa a los ricos: ¡Vosotros los ricos, ya tenéis consolación! ¡Vosotros ya estáis hartos, pero pasaréis hambre! ¡Vosotros os estáis riendo, pero quedaréis afligidos y lloraréis! Señal de que para Jesús, la pobreza no es una fatalidad, ni es fruto de prejuicios, sino que es fruto de enriquecimiento injusto de los otros.
• Lucas 6,26: ¡Ay de vosotros cuando todos hablen bien de vosotros, porque así vuestros padres trataron a los falsos profetas!” Esta cuarta amenaza se refiere a los hijos de los que en el pasado elogiaban a los falsos profetas. Es que algunas autoridades de los judíos usaban su prestigio y su autoridad, para criticar a Jesús.

4) Para la reflexión personal

• ¿Miramos la vida de las personas con la misma mirada de Jesús? Dentro de tu corazón, ¿qué piensas de verdad: una persona pobre y hambrienta puede ser realmente feliz? Las telenovelas y la propaganda del comercio, ¿qué ideal de nos presentan?
• Diciendo “Felices los pobres”, Jesús ¿estaba queriendo decir que los pobres han de seguir en la pobreza?

5) Oración final

Yahvé es justo cuando actúa,
amoroso en todas sus obras.
Cerca está Yahvé de los que lo invocan,
de todos los que lo invocan con sinceridad. (Sal 145,17-18)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 15, 6-15

6 Pero durante la fiesta les liberaba un preso, el que ellos habían pedido. 7 Había un hombre llamado Barrabás, hecho prisionero con los insurrectos que habían cometido un asesinato en la insurrección.

8 Y subiendo la muchedumbre comenzó a pedirle como les solía hacer.

9 Pero Pilato les respondió diciendo: “¿Queréis que os libere al rey de los judíos?”. 10 Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.

11Pero los sumos sacerdotes incitaron a la muchedumbre para que más bien les liberara a Barrabás.

12Pero Pilato respondiéndoles de nuevo les decía: “Qué queréis que haga, pues, con el que llamáis rey de los judíos?”. 13Pero ellos de nuevo gritaron: “Crucifícalo”.

14Pero Pilato les decía: “Pues ¿qué mal ha hecho?”

Pero ellos gritaban más y más: “Crucifícalo”.

15Pero Pilato, queriendo satisfacer a la muchedumbre, les liberó a Barrabás, y entregó a Jesús, una vez azotado, para que lo crucificaran.

15,6-15: Esa victoria se conseguirá por la muerte del siervo sufriente, muerte que, según Isaías 52,13-53,12, es voluntad de Dios; y ningún poder humano, ni siquiera el de un gobernador comprensivo, puede oponerse en el camino del éxito de esa voluntad. Los esfuerzos de Pilato, pues, resultan inútiles, demostrando así la inanidad de la autoridad mundana, que gobierna solo en apariencia en este mundo (10,45). Por tanto, aunque el verbo «liberar» domine la segunda parte, más extensa, de nuestra perícopa, que siempre tiene a Pilato como sujeto (15,6.9.11.15), es justamente lo que Pilato no es capaz de hacer.

La carencia de control por parte de Pilato queda ya sugerida por el retorcido camino por el que intenta salvar a Jesús: utilizar una supuesta costumbre romana de liberar por la Pascua un preso escogido por la población judía (15,6). No tenemos ninguna otra prueba de una amnistía anual por la Pascua. Puede ser, más bien, que Marcos o su fuente hayan generalizado una práctica ocasional romana para explicar cómo un gobernador tan inclinado hacia Jesús terminó por ejecutarlo: solo podía perdonar a un hombre, pero la muchedumbre exigió que fuera Barrabás y no Jesús. Lo crucial para Marcos, sin embargo, no es la amnistía pascual, sino la comparación y el contraste entre Jesús y Barrabás, el líder revolucionario que termina siendo liberado. Tanto Jesús como Barrabás están atados (15,1.7), y la connotación militar del título «rey de los judíos» sugiere que Jesús, como Barrabás, están siendo presentados por sus enemigos como figuras revolucionarias. La comparación se hace aún más estrecha si los lectores de Marcos caen en la cuenta de que el nombre de Barrabás, que contiene la palabra «Abba», significa «el hijo del padre» y si ellos recuerdan que en un pasaje anterior Jesús oraba a su Padre, llamándolo «Abba». Pero Marcos quiere mostrar también que esta comparación es errónea: Barrabás es un insurrecto y un asesino, mientras que Jesús concede la salud y la vida, y no representa una amenaza para la pax romana. Así pues, uno de los «hijos del padre» ha tratado en vano de instaurar el reinado del Abba divino por la violencia revolucionaria contra los romanos; el otro tendrá éxito en esta empresa al morir en una cruz romana. Pilato, al menos, parece captar un tanto esta diferencia entre Barrabás y Jesús, y cuando la muchedumbre solicita que haga efectiva la amnistía pascual acostumbrada (15,8), aprovecha la oportunidad y propone que su objeto ese año sea aquel a quien llama «rey de los judíos» (15,9). Su motivación para querer la liberación de Jesús, y el estímulo de los sacerdotes para desear matarlo, quedan ahora explícitamente declarados: «Pues sabía que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia» (15,10). Esta envidia refleja al parecer la popularidad de Jesús entre el pueblo, que hasta este punto ha impedido a la élite moverse contra él (cf. 12,12; 14,2). Sin embargo, si se considera este apoyo previo a Jesús, es desconcertante que en este momento la muchedumbre sea tan fácilmente manipulable como para abandonarlo y exigir en cambio la libertad de Barrabás (15,11). Como en casos anteriores de oposición repentina e inexplicable (5,17; 6,2-3), en esta inversión radical puede detectarse el influjo de los espíritus malignos, que han aparecido de repente en otras partes del evangelio, que han surgido de no se sabe dónde, que agitan a la gente (cf. 1,26; 9,26) y hacen que se oponga a Jesús (cf. 1,23- 24; 5,6-7; 8,33).

Esta explicación demoníaca de la indiferencia repentina del populacho respecto al destino de Jesús se apoya en la conclusión de la historia, en la cual la plebe va más lejos y exige su crucifixión… esta vez sin la incitación de los sacerdotes. La primera expresión de esta demanda se precipita ante la pregunta de Pilato sobre qué desean que haga con el que la plebe misma llama «rey de los judíos» (15,12). El gobernador intenta explotar esta lealtad haciendo depender el destino de Jesús de un voto popular (procedimiento históricamente dudoso). Entonces aparece de nuevo la espantosa respuesta: «Crucifícalo» (15,13). Así, el odio demostrado por la muchedumbre en 15,13-14 es un signo de que la oscuridad de los últimos días está descendiendo ya en esta mañana de primavera en Jerusalén.

Pilato, desconcertado por la ferocidad del odio mostrado por la muchedumbre, formula la pregunta lógica: «¿Qué mal ha hecho?» (15,14a). Es significativo que esta pregunta no reciba respuesta alguna. No puede haber ninguna, ya que Jesús no ha hecho más que el bien; sin embargo, en un mundo sumido en la ignorancia, moralmente al revés, es esta precisamente la razón por la que hay que oponerse a él, difamarlo y finalmente matarlo. Está operando el mismo odio ciego y demoníaco que hizo que las generosas curaciones de Jesús fueran atribuidas al Diablo (3,22). La muchedumbre, por tanto, ignora la pregunta de Pilato y grita simplemente con más ferocidad aún: «Crucifícalo» (15,14b). Confrontado a este odio intenso, ilógico y persistente, Pilato se derrumba en un instante y, deseando apaciguar la muchedumbre, entrega a Jesús para que sea crucificado (15,15). Repite así el comportamiento de Herodes Antipas cuando Juan el Bautista se enfrentó con él: aunque sentía terror ante un preso sobrenatural (15,5; cf. 6,20), lo entregó a la muerte para satisfacer a otros (15,15ab; cf. 6,26). Una vez más, el derrumbamiento moral de Pilato se debe probablemente no solo a la debilidad de su carácter, sino a la acción de fuerzas sobrehumanas que hemos visto en acción en todo nuestro pasaje; un cambio tan repentino -de estar al lado de Dios y de Jesús a pasarse al lado de «las cosas de los seres humanos»- solo puede ser obra del Diablo (cf. 8,29-33).

En el siguiente pasaje del evangelio este rey será revestido con vestimentas reales (por los soldados que le insultan), coronado (de espinas) y aclamado como «rey de los judíos» (en son de burla) por un pueblo que «mira y mira, pero nunca ve, que oye y oye, pero nunca entiende» esa verdad que hay en lo que dicen y hacen (cf. 4,12).

Comentario – Miércoles XXIII de Tiempo Ordinario

El deseo de felicidad es quizá la aspiración más honda y persistente del ser humano. Ningún hombre se sustrae a él. Todos nuestros pensamientos, deseos y acciones están impregnados de este anhelo. Por eso encuentran resonancia en nuestro corazón palabras como éstas: Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor o dichosos vosotros los que ahora tenéis hambre…, cuando os excluyan.

Por eso somos tan fácilmente engañables; porque cualquier oferta (aún aparente o irreal) de felicidad nos atrae y nos seduce. Por eso sufrimos tantas decepciones en la vida. ¡Y cuántas ofertas de felicidad en esta sociedad de consumo! Pero la mayoría de las veces son «ofertas de placer», no de felicidad; porque con frecuencia se confunde la felicidad con el placer. El placer sacia momentáneamente, pero acrecienta el apetito y provoca una sensación de infelicidad que puede acabar produciendo hastío, el sentimiento del sin-sentido, la náusea de la que hablaron nuestros filósofos existencialistas. En realidad, tras el apetito sensible (visual, gustativo, táctil) se esconde un apetito de trascendencia (de vida, de amor) que nada de lo que vemos, gustamos, oímos o tocamos puede saciar por sí mismo.

La oferta de felicidad que hace Jesús es de otro género. Es compatible con las carencias que implican la pobreza, el hambre, el llanto y la exclusión. Vive del presente que otorga la confianza en Dios; pero se sustenta en el futuro al que nos abre la promesa del Señor y del que se espera la saciedad, la posesión incomparable del Reino, el consuelo, la recompensa celeste.

Las bienaventuranzas de Jesús (en parte, realidad dichosa; en parte promesa de dicha; porque si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos tan desgraciados como los demás hombres), ya habían sido anticipadas en cierto modo en Jeremías cuando dice: Bendito (=dichoso) quien confía en el Señor… será como un árbol plantado junto al agua… en año de sequía no deja de dar fruto; pues la confianza en el Señor le mantendrá fructíferoY su contrario: Maldito quien confía en el hombre… apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa… habitará la aridez del desierto.

Jesús proclamaba: Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de DiosDichosos los pobres, dichosos incluso en vuestra carencia de pan, de techo, de vestido, de cultura, de salud, etc., porque el Reino ha comenzado a ser vuestro (vuestros, los dones de Dios en el que habéis puesto vuestra confianza) y un día será enteramente vuestro. Es la gran recompensa del cielo que esperan a los odiados, excluidos, proscritos por causa del Hijo del hombre. Por eso, porque les espera esta recompensa deben alegrarse y saltar de gozo ese día, a saber, el día de la exclusión o de la persecución.

El que espera vive ya, en el presente, un anticipo de la realidad futura, esto es, de la libertad, de la felicidad, de la vida que se espera. Por eso, dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Pero ¡ay de vosotroslos que estáis saciados, o los que ahora reís, porque tendréis hambre y porque lloraréis! Tras esta imprecación se esconde una promesa de infelicidad (o malaventuranza) que tendría que generar alarma si somos sensibles a las palabras de Jesús.

A nosotros, los saciados de pan se nos encomienda la tarea de saciar el hambre de muchos hambrientos, anticipando así en el presente la bienaventuranza de Jesús: porque quedaréis saciados. A los pobres les podemos negar el dinero, amparándonos en el mal uso que pudieran hacer de él; lo que no podemos negarles es el pan (la comida) que a nosotros nos sobra.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

El Divino Maestro y modelo de toda perfección

40. El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que El es iniciador y consumador: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48) [122]. Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mt 12,30) y a amarse mutuamente como Cristo les amó (cf. Jn 13,34; 15,12). Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron. El Apóstol les amonesta a vivir «como conviene a los santos» (Ef 5, 3) y que como «elegidos de Dios, santos y amados, se revistan de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, modestia, paciencia» (Col 3, 12) y produzcan los frutos del Espíritu para la santificación (cf. Ga 5, 22; Rm 6, 22). Pero como todos caemos en muchas faltas (cf. St 3,2), continuamente necesitamos la misericordia de Dios y todos los días debemos orar: «Perdónanos nuestras deudas» (Mt 6, 12) [123].

Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad [124], y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la historia de la Iglesia con la vida de tantos santos.

Comentario Domingo XXIV de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor Jesús, trabaja nuestra intimidad y ayúdanos a descubrir nuestro propio pecado y debilidad, para aprender a ser compasivos y comprensivos con los errores y límites de nuestros hermanos. Señor Jesús, danos un espíritu disponible y ágil, a la hora de perdonar y olvidar las ofensas que nos hacen. Señor Jesús, danos generosidad y nobleza de ánimo cada vez que un hermano se acerque a pedirnos perdón. Señor Jesús, háblanos al corazón de un modo persuasivo y ayúdanos a optar radicalmente y permanentemente por la opción del perdón y la reconcilia- ción. Señor Jesús, capacítanos para ofrecer a cada hermano el don del perdón, con la misma dulzura y cariño con que Tú nos lo ofreces cada instante. AMÉN.

 

Mt 18, 21-35

«21Entonces acercándose Pedro le dijo [a Jesús]: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?”. 22Le dice Jesús: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

23Por eso es semejante el Reino de los cielos a un rey, que quiso ajustar las cuentas con sus siervos.

24Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. 25Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y que pagara así. 26El siervo, cayendo a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. 27Compadecido el señor de aquel siervo, le dejó marchar y le perdonó la deuda.

28Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: ‘Págame lo que me debes’. 29El compañero, cayendo a sus pies, le rogaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré’. 30Pero él no quería sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

31Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. 32Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. 33¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. 34Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

35Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si cada cual no perdona de corazón a su hermano”».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Continuación del evangelio del domingo pasado, nuestro evangelio es el final de todo el discurso comunitario o eclesial (cap. 18). Después comienza de nuevo una larga sección narrativa (capp. 19-22), con diversos temas que culminan con la entrada de Jesús en Jerusalén (21,1).

 

TEXTO

El texto consta de las dos últimas perícopas del capítulo 18. La primera es una breve perícopa que nos enseña el perdón sin límites (vv. 21-22). La segunda perícopa, la parábola del siervo sin entrañas, está relacionada con la precedente gracia al v. 35 (“perdonar”, “hermano”). Está narrada con precisión y maestría. El prólogo (v. 23) funciona a modo de título; la conclusión (v. 35) es el corolario, la enseñanza del relato. En medio, tres escenas con distintos escenarios y protagonistas: a) el diálogo entre el rey y su siervo (vv. 24-27); b) el diálogo entre el siervo y su colega (vv. 28-30); c) el diálogo final entre el rey y su siervo (vv. 31-34). La unidad del texto se basa en las continuas repeticiones de palabras.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• El fondo de la parábola trata de la conducta del “grande” frente al “pequeño”: un siervo común no tenía ninguna posibilidad de granjearse una deuda de 10.000 talentos aunque viviera cien vidas. La conducta del “grande” era corriente en la vida cotidiana de Israel, pero resulta intolerable a la luz del perdón desbordante del rey, de Dios. Ese perdón desbordante convierte en malvada una acción común. Porque el perdón de Dios no es algo meramente exterior, sino una fuerza que quiere apoderarse de la persona entera y transformarla.

• Si en nuestro encuentro con Jesús, hemos vivido también el perdón desbordante e inesperable de Dios, deberemos comportarnos de otro modo que el “siervo malvado”.

• La lección de Jesús es “interna”, es para la vida en comunidad. Si es tan importante el perdón de corazón es porque se da por hecho que surgirán muchos problemas dentro de esa vida comunitaria. Lo “cristiano” no es eludir los problemas que surjan, sino el modo de cómo afrontarlos y superarlos. Una gran cuestión para la vida espiritual se nos plantea con este evangelio: ¿sabemos perdonar de corazón? ¿a quién y qué tendríamos que perdonar?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis – Domingo XXIV de Tiempo Ordinario

XXIV Domingo de Tiempo Ordinario
13 de septiembre 2020

Eclesiastico 27, 30-29, 7; Salmo 103; Romanos 14, 7-9; Mateo 18, 21-35

Perdonar hasta setenta veces siete

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo queperdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano’’.

Reflexión

Pedro le pregunta a Jesús cuantas veces tiene que perdonar. ¿Qué le contesta Jesús? Jesús contesta setenta veces siete. El número siete en la biblia significa la perfección. Para ser perfecto hay que perdonar siempre. Jesús nos enseña la importancia de perdonar con una parábola sobre el Reino de los cielos (los que aceptan a Jesús como rey de su corazón). ¿Quién es el rey? Dios. ¿Quién es el servidor? El pecador. ¿Por qué le perdona sus deudas el rey? Le dio lástima cuando el servidor se postró y le suplicó que tuviera paciencia con él y que le pagaría. ¿Cuándo pecamos que debemos hacer para recibir el perdón de Dios? Arrepentirnos de corazón y pedirle perdón. ¿Qué hizo el servidor después que lo perdonaron? Mandó a un compañero que le debía un poco de dinero a la cárcel hasta que le pagara. ¿Cómo reaccionó el rey cuando se lo dijeron? Lo metió en la cárcel hasta que pagara su deuda por no tener la misma compasión con su compañero que el rey tuvo con él. ¿Qué quiere Dios de nosotros? Dios quiere que perdonemos a los que nos hieren siempre, igual que El siempre nos perdona cuando nos arrepentimos. No es fácil y podemos pedirle que nos ayude con Su gracia.

Actividad

En la siguiente página, poner número en cuadrado arriba de dibujo en orden que pasó. Hacer libro cortando, coloreando y pegando dibujos a un papel de color, doblado y cortado en cuatro.

Oración

Dios bueno, y misericordioso, que no puede ignorar un corazón arrepentido, ayúdame a siempre arrepentirme de mis ofensas; ayúdame a siempre perdonar, especialmente a _________________________.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Perdón de las ofensas – Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: – Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: – No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: – Se parece el Reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al entrar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: – Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: – Págame lo que me debes. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: – Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré. Pero él se negó, y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: – ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tu también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada uno no perdona de corazón a su hermano

Explicación

Un día Pedro preguntó a Jesús: -¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿hasta siete veces? Jesús le respondió: – Hasta setenta veces siete. Esto es, siempre. Jesús nos dice que perdonemos siempre, siempre… ¿Por qué? Porque cuando se persona nace el amor en nuestro corazón.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

VIGESIMOCUARTO DOMINGO: TIEMPO ORDINARIO “A” (Mt. 15, 21-28)

NARRADOR: En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:

PEDRO: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?

JESÚS: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

DISCÍPULO1: Maestro, no crees que te estás pasando. Moisés nos dice otra cosa.

JESÚS: Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil euros. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

DISCÍPULO2: Y qué pasó después… maestro.

JESÚS: El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

DISCÍPULO1: Y ¿qué hizo su señor?

JESÚS: El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.

DISCÍPULO2: Este sí que es un buen amo.

JESÚS: Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien euros y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: «Págame lo que me debes.

DISCÍPULO1: Supongo que le perdonaría, como hicieron con él ¿no?

JESÚS: El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

NARRADOR: Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron totalmente apenados y como no lo entendían fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

JESÚS: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?

DISCÍPULO2: Qué tío más desagradecido y canalla.

NARRADOR: Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

JESÚS: Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XXIII de Tiempo Ordinario

Las Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas, si no nos puede la rutina, son una revolución, ponen patas arriba la escala de valores que manejan los mortales. Ya no están en primera fila la violencia, la riqueza, el dominio, el prestigio y cosas así. Quedan sustituidos por la paz, la mansedumbre y la pobreza del Reino. Lo que era maldición se torna fuente de felicidad.

Hoy nos toca la versión de San Lucas. Ya sabemos que son más populares las de San Mateo. Lucas se queda sólo con cuatro, y tienen un tono más agresivo, menos matizado que Mateo y, en contrapunto, añade cuatro “ay”, a modo de malaventuranzas, hacia los satisfechos y llenos de sí mismos.

Es de rigor comparar las Bienaventuranzas con los Diez Mandamientos del Sinaí. Es el Viejo y el Nuevo Testamento frente a frente. Recordamos esas cosas elementales: el Decálogo está escrito en piedra; aquí, en el corazón del hombre, corazón que resulta nuevo. Allí, se trata de una ley de mínimos; cerca del lago, se pretende el máximo de la ley, que se hace amor y santidad. En el Sinaí, encontramos la ley por excelencia; en las Bienaventuranzas, la liberación o superación de la ley. En fin, donde había normas morales, Jesús coloca una realidad viva. Así, este espejo de vida moral es un ideal de vida abierto a todo el mundo. Los que se sienten muy buenos nunca lo podrán alcanzar en su plenitud; los que se sientan frágiles y pecadores sepan que tienen un camino por donde comenzar a andar.

El esquema de su formulación es tripartito: una llamada a la felicidad, los sujetos de esa felicidad y la razón de su felicidad. Jesús comienza llamándonos a la felicidad; todos buscan la felicidad, aun los que dicen que no la buscan. La novedad chocante radica en los sujetos de la misma: los pobres, los hambrientos, los que lloran, los despreciados a causa del Hijo del hombre. La luz aparece en la tercera parte, en la promesa de Jesús: porque el Reino les pertenece, porque será grande la recompensa en el cielo.

Nosotros podemos adoptar diversas actitudes. Algunas negativas. Por ejemplo, que, por repetir tantas veces las palabras de las Bienaventuranzas, se nos hayan quedado sin color y sin sabor; no nos hieren, no nos dicen. Otra cosa negativa sería pensar que son irreales; que no son manjar para todos. Y, acaso,  si no se piensa, se actúa como si así se pensara.  Esperemos que nosotros seamos de los cristianos que nos sintamos felices de verdad porque hemos encontrado la razón de esa felicidad. Dios nos ofrece un Reino nuevo, y nosotros vemos lo que no ven los ojos del mundo. La vida en Cristo, vivir en Cristo es vivir de los frutos de su Espíritu: paz, mansedumbre, justicia, pobreza. Es decir, las Bienaventuranzas.