Vísperas – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XXV TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.

Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!

Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.

Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.

 

SALMO 29: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«no vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi lengua sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

SALMO 31: ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso e hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

— Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: Rm 8, 28-30

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Mira a tus hijos, Señor.

Dios de amor, que has hecho alianza con tu pueblo,
— haz que recordemos siempre tus maravillas.

Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad
— y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

Haz que siempre edifiquemos la ciudad terrena unidos a ti,
— no sea que en vano se cansen los que la construyen.

Manda, Señor, trabajadores a tu mies,
— para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos
— y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora empieza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia, para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 9,7-9
Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba y estaba perplejo, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido, y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle. 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos presenta la reacción de Herodes ante la predicación de Jesús. Herodes no sabe situar a Jesús. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas.
• Lucas 9,7-8: ¿Quién es Jesús? El texto empieza con un balance de las opiniones de la gente y de Herodes sobre Jesús. Algunos asociaban a Jesús con Juan Bautista y Elías. Otros lo identificaban como Profeta, esto es, como alguien que habla en nombre de Dios, que tiene el valor de denunciar las injusticias de los poderosos y que sabe animar la esperanza de los pequeños. Es el profeta anunciado en el Antiguo Testamento como un nuevo Moisés (Dt 18,15). Son las misma opiniones que Jesús mismo recoge de los discípulos al preguntarle: «¿Quién dice los demás que o soy?» (Lc 9,18). Las personas trataban de comprender a Jesús desde lo que ellos mismos conocían pensaban y esperaban. Trataban de enmarcarle dentro de los criterios familiares del Antiguo Testamento, con sus profecías y esperanza, y de la Tradición de los Antiguos, con sus leyes. Pero eran criterios insuficientes. Jesús no cabía allí dentro, ¡era más grande!
• Lucas 9,9: Herodes quiere ver a Jesús. “Entonces Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?” Y buscaba verle”. Herodes, hombre supersticioso y sin escrúpulos, reconoce ser el asesino de Juan el Bautista. Ahora quiere ver a Jesús. Lucas sugiere así que hay amenazas que empiezan a despuntar en el horizonte. Herodes no tuvo miedo de matar a Juan Bautista. No lo tendrá tampoco a la hora de matar a Jesús. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a decirle: “«Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.” (Lc 13,32). Herodes no tiene poder sobre Jesús. Cuando en la hora de la pasión, Pilatos manda Jesús donde Herodes para que investigue sobre él, Jesús no le da ninguna respuesta (Lc 23,9). Herodes no merecía respuesta.
• De padre en hijo. Hay veces en que se confunden los tres Herodes que vivieron en aquella época, pues los tres aparecen en el Nuevo Testamento con el mismo nombre: a) Herodes, llamado el Grande, gobernó sobre Palestina del 37 al 4 antes de Cristo. Aparece en el nacimiento de Jesús (Mt 2,1). Mató a los niños de Belén (Mt 2,16). b) Herodes, llamado Antipas, gobernó sobre Galilea del 4 al 39 después de Cristo. Aparece en la muerte de Jesús (Lc 23,7). Mató a Juan Bautista (Mc 6,14-29). c) Herodes, llamado Agripa, gobernó sobre toda Palestina del 41 al 44 después de Cristo. Aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hec 12,1.20). Mató al apóstol Santiago (He 12,2).
Cuando Jesús tenía más o menos cuatro años, murió el rey Herodes. Aquel que mató a los niños de Belén (Mt 2,16). Su territorio fue dividido entre los hijos. Arquéalo, uno de sus dos hijos, recibió el gobierno sobre la Judea. Era menos inteligente que el padre, pero más violento. Solamente en su toma de posesión fueron masacradas casi 3000 personas, ¡en la plaza del Templo! El evangelio de Mateo informa que María y José, cuando supieron que este Arquéalo había asumido el gobierno de Judea, tuvieron miedo de volver por allá y fueron a morar en Nazaret, en Galilea (Mt 2,­22), gobernada por otro hijo de Herodes, llamado Herodes Antipas (Lc 3,1). Este Antipas quedó en el poder por más de 40 años. Durante los treinta y tres años que Jesús vivió nunca huno cambios en el gobierno de Galilea.
Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, había construido la ciudad de Cesaréa Marítima, inaugurada en el año 15 antes de Cristo. Era el nuevo puerto de desagüe de los productos de la región. Debía competir con el gran puerto de Tiro en el Norte, y así ayudar para el fomento del comercio en Samaria y en Galilea. Por esto, desde los tiempos de Herodes el Grande, la producción agrícola en Galilea empezaba a orientarse no más a partir de las necesidades de las familias, como era antes, sino desde las exigencias de mercado. Este proceso de cambio en la economía continuó durante todo el gobierno de Herodes Antipas, más de cuarenta años, y encontró en él a un organizador eficiente. Todos estos gobernantes estaban bajo dueño. Quien mandaba e Palestina, desde el 63 antes de Cristo, era Roma, el Imperio. 

4) Para la reflexión personal

• Tengo que preguntarme siempre: ¿quién es Jesús para mí?
• Herodes quiere ver a Jesús. Era curiosidad morbosa y supersticiosa. Otros quieren ver a Jesús, porque quieren encontrar un sentido a la vida. Y ¿qué motivación tengo que me empuja a ver y a encontrar a Jesús? 

5) Oración final

Sácianos de tu amor por la mañana,
y gozaremos y cantaremos de por vida.
Alégranos por los días que nos humillaste,
por los años en que conocimos la desdicha. (Sal 90,14-15)

«Quien no se arrepiente de verdad, no ama de veras» (amor a Dios)

Quien no se arrepiente de verdad, no ama de veras; es evidente que cuanto más queremos a un persona, tanto más nos duele haberla ofendido. Es, pues, éste uno más de los efectos del amor (Santo Tomás, Sobre la caridad, 1. c., 205).

Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella en donde el Amado nos ha limpiado de nuestras culpas, y en la cual da de balde el agua viva, de la cual, quien bebe, logra vida eterna en amor sin fin (R. Llull, Libro del Amigo y del Amado, 115).

Comentario – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

Desde que había mandado decapitar a Juan el Bautista puede que el virrey Herodes tuviera pesadillas por la noche. No es extraño que, cuando le llegan noticias de la actividad mesiánica de Jesús, empiece a hacerse preguntas y no sepa a qué atenerse. Tuvo que tener la impresión de que la desaparición del Bautista no había significado el cese de su actividad profética, porque otro, o él mismo redivivo, había tomado su relevo. De hecho circulaban todo tipo de rumores: que si Juan había resucitado, que si había reaparecido Elías, que si había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

El caso es que con la muerte de Juan no se había cercenado la corriente profética de Israel. El profetismo seguía vivo para continuar denunciando las erradas conductas de personajes como Herodes. La muerte del profeta no había significado en ningún caso la aniquilación del profetismo, porque otro había ocupado su lugar.

Herodes se repetía para sus adentros, como tratando de reforzar su propia convicción: A Juan lo mandé decapitar yo. Y efectivamente, él lo había mandado matar. No podía tratarse de Juan, a no ser que los muertos pudieran volver a la vida. ¿De quién se trataba entonces? ¿Quién es ese de quién oigo semejantes cosas? Si no era Juan, ¿quién era el que venía a continuar su misión con una actividad similar? Y tenía ganas de verlo.

Lo que había en su deseo de ver a Jesús era seguramente una curiosidad casi enfermiza. ¿Se parecería a Juan? ¿Hablaría con el mismo ardor? ¿Su palabra sería tan hiriente, pero tan veraz, como la del Bautista? ¿Tenía tanto poder que podía curar a un leproso o resucitar a un muerto? ¿Era real todo lo que se decía de él? El deseo de satisfacer esta curiosidad era lo que movía a este rey poderoso, pero temeroso e inseguro ante la más mínima manifestación de poder en un ser humano. Su poder era tan frágil que podía tambalearse ante la simple noticia de una actuación prodigiosa.

También nosotros tendríamos que tener ganas de ver a Jesús, pero no, como Herodes, para satisfacer la curiosidad despertada por la actividad enigmática de un personaje igualmente enigmático, sino para conocerlo mejor: para conocer mejor dónde radica su poder y su bondad. Y si ya lo conocemos suficientemente, verlo para poder disfrutar de su compañía y amistad, para poder gozarnos con la visión de su rostro, para poder imitarlo en su actuación. En realidad, el deseo de conocimiento sólo se sacia con la visión de la persona amada. Pero una vez visto, deseamos seguir conociendo las profundidades todavía desconocidas de la persona amada. Porque la visión en este mundo tampoco es saciativa, puesto que no se alcanza a ver el fondo de las cosas o de las personas.

Cristo Jesús nos ha incorporado a su lado como amigos. Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Nos hace amigos (confidentes) dándonos a conocer ciertas cosas que forman parte de su íntima relación con el Padre. Una muestra de esa confidencia es la oración del Padre nuestro. Por el conocimiento se llega al amor, y por el amor a un mejor conocimiento, hasta la plenitud de la visión esperada. Mientras tanto tendremos que refrenar nuestras ganas de ver a Jesús cara a cara, que son ganas de bienaventuranza. Porque semejante visión no es posible con los ojos de esta carne. Tendrá que ser transformada para que pueda ver a Jesús en su estado actual o glorioso.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Lumen Gentium – Documentos Concilio Vaticano II

II. Función de la Santísima Virgen en la economía de la salvación

La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento

55. Los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento y la Tradición venerable manifiestan de un modo cada vez más claro la función de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y vienen como a ponerla delante de los ojos. En efecto, los libros del Antiguo Testamento narran la historia de la salvación, en la que paso a paso se prepara la venida de Cristo al mundo Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y tal como se interpretan a la luz de una revelación ulterior y plena, evidencian poco a poco, de una forma cada vez más clara, la figura de la mujer Madre del Redentor. Bajo esta luz aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3, 15). Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; comp. con Mi 5, 2-3; Mt 1, 22-23). Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la salvación. Finalmente, con ella misma, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura la nueva economía, al tomar de ella la naturaleza humana el Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado mediante los misterios de su humanidad.

No pero sí

1.- Hoy es el mismo Jesús quien nos interpreta su parábola de los dos hijos: el del Sí pero No, el del No pero Sí. Jesús ataca una vez más a los fariseos, fieles cumplidores de la letra muerta de la ley. Ese es su Sí, pero que sabiéndose los buenos no necesitan conversión. Por eso oyen a Juan el Bautista con curiosidad y escuchan a Jesús con animosidad. Sin permitir que Dios entre en sus corazones. Ese es su No a Dios.

2.-. Cada uno de nosotros estamos representados en uno de los dos hijos. O, tal vez, tenemos algo de los dos. Del Sí pero No tenemos que recitamos y creemos el Credo, cuya formulación no es muchas veces clara y el que nos consideremos “practicantes” porque venimos a misa, confesamos y comulgamos. Éste es nuestro Sí a Dios.

Pero “obras son amores y no buenas razones o como lo ponía San Ignacio: “el amor se muestra más en obras que en palabras”. Y mucho antes y con mucha más fuerza lo había dicho San Juan: “Fe sin obras es Fe muerta”. ¿No nos convendría a cada uno de nosotros preguntarnos si esa Fe y esa práctica de los sacramentos son fuente de energía para nuestra vida ordinaria?

— ¿De qué nos vale creer que Dios es Padre de todos si vivimos desunidos, o no nos preocupan las necesidades de nuestros hermanos?

— ¿De qué nos sirve creer en la vida eterna, si estamos aferrados, con dientes y manos, a este mundo, al dinero, al bienestar, a pasarlo bien, a la salud, como si todo esto fuese eterno?

— ¿De qué nos sirve confesar que Jesús ha dado su vida por mí, si jamás me he preguntado en serio qué debo hacer yo por Cristo crucificado?

Todo esto es nuestro No farisaico

3. – Del otro hijo del No pero Sí tenemos tal vez más. Todos sentimos alguna vez rebeldía; muchas, cansancio y, siempre, debilidad. Nos falla la Fe, nos invade la tristeza y pesimismo. Nos sentimos absurdos en la sociedad que vivimos, payasos frente a los que viven amoralmente y, al parecer, son libres y felices.

Todo esto es nuestro No, que es la dificultad en arrancar el coche en una mañana fría de invierno, que al fin se pone en marcha entre humo explosiones.

¿Caemos en la cuenta de que no podemos estar mano sobre mano? ¿Qué el Señor no dijo en broma lo de que su mandamiento es que nos preocupemos unos por otros? ¿Qué la única manera digna de pasar por este mundo es haciendo el bien como pasó Jesús? ¿Y cuándo esto sucede empezamos a decir Sí a Dios aunque nos haya costado hacerlo?

Dios prefiere este Sí atormentado al Sí decidido y palabrero del otro hijo. Dios es muy humano. Sabe esperar nuestro Sí. Admite dilaciones. No se escandaliza de nuestras debilidades, pecados y rebeldías. Respeta nuestra libertad y prefiere un Sí libre y de hijo, aunque dilatado; que un Sí pronto y diligente, pero servil y farisaico.

José María Maruri

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; se acercó al primero y le dijo: Hijo, vete a trabajar hoy a la viña. Y él respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al otro hijo y le dijo lo mismo, y éste respondió: Voy, señor; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?». Le contestaron: «El primero». Jesús dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que vosotros. Porque Juan vino por el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas han creído en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis arrepentido ni creído en él». 

Mateo 21, 28-32

PARA MEDITAR

Como dice Jesús: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Todos tenían claro que el primero, el que dijo que no iba a hacer nada y luego lo hizo. Nuevamente, cuando nos presentan una parábola todo lo tenemos claro, pero cuando llega la realidad puede que no hagamos lo que decimos, que a veces estoy atento a los demás, pero a la hora de la verdad no hago nada por otras personas. Vamos a fijarnos hoy en esto, vamos a reflexionar si somos personas que digamos lo que digamos, estamos cercar de las personas que sufren o que nos necesitan.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Escribe una situación en la que hayas ayudado a otra persona que necesitaba tu ayuda.
  • ¿Eres al final de los que te comprometes o de decir una cosa y hacer otra?
  • Escribe un compromiso para que esta semana seas una persona más atenta a las cosas que te piden tus padres.

ORACIÓN

Para Ti, Señor,
los primeros serán los últimos.
Nosotros nos afanamos
en tener poder,
en brillar, en triunfar,
en ganar y en llegar.
Competimos en todo,
desde que somos niños,
y Tú, nos invitas,
a que nos relacionemos en igualdad.
Dices que sirva a todos
quien quiera ser el primero.
Nosotros, en cambio, queremos ser servidos ¡y bien!
Somos exigentes con las personas,
intentamos que nos hagan
lo más posible,
y Tú te echas al suelo
y lavas los pies a tus amigos.
Urge que cambiemos de código, de baremo, de estilo.
Tenemos que vivir a tu manera:
comenzar a bajar,
en lugar de trepar
y construir contigo
la gran fraternidad,
que es lo único que nos puede salvar.

Tú cambias el orden de las cosas

Para Ti, Señor,
los primeros serán los últimos.
Nosotros nos afanamos
en tener poder,
en brillar, en triunfar,
en ganar y en llegar.
Competimos en todo,
desde que somos niños,
y Tú, nos invitas,
a que nos relacionemos en igualdad.

Dices que sirva a todos
quien quiera ser el primero.
Nosotros, en cambio, queremos
ser servidos ¡y bien!
Somos exigentes con las personas,
intentamos que nos hagan lo más posible,
y Tú te echas al suelo
y lavas los pies a tus amigos.

Vivimos en una sociedad jerarquizada:
el que más tiene, el que más sabe,
el que más gana,
el que más puede, el que más hace,
el que más crea…
Pero Tú vienes a cambiar
el orden de las cosas.
Nos dices que las prostitutas
nos precederán en tu Reino.

Urge que cambiemos de código,
de baremo, de estilo.
Tenemos que vivir a tu manera:
comenzar a bajar,
en lugar de trepar
y construir contigo
la gran fraternidad,
que es lo único que nos puede salvar.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio – Domingo XXVI de Tiempo Ordinario

• Ya veíamos el domingo pasado que la imagen de «la viña» (28) era frecuente en el Antiguo Testamen­to para hablar de Israel como pueblo de Dios (Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 17,6-10; 19,10-14).

• En esta parábola de hoy adivi­namos, por tanto, que «el primer» hijo (28-29) es una referencia a los pecadores, los excluidos del pueblo, capaces de decir que sí con los hechos a la llamada de Dios, aunque sea tarde (Mt 20,1-16). Y «el segundo» hijo (30) es una referencia a los interlocutores de Jesús, los dirigentes del pueblo (Mt 21,23), aparentes cumplidores de la voluntad de Dios, pero cerrados a la novedad de Dios que llega en Jesucristo.

• Esta parábola sólo la encontra­mos en Mateo. Pero se parece mucho, tanto por los protagonis­tas -un padre y dos hijos- como por el contenido y mensaje, a otra que sólo recoge Lucas, la del hijo pródigo (Lc 15,11-32). Podemos leerlas en paralelo y quizás descubriremos novedades en una y otra.

• También puede sernos de inte­rés leer otros pasajes de Mateo en los que aparece el tema de «cumplir la voluntad de Dios» (32) o, más literalmente, cumplir toda justicia, como le dice Jesús al Bautista en el Jordán (Mt 3,15) -precisamente en este de­bate Jesús hace referencia al profetismo de Juan (Mt 21,25-26.32)-.

• El Evangelio según Mateo usa a menudo el término justicia para designar la fidelidad total a la voluntad de Dios (Mt 5,6.10.20; 6,1.33). Con la imagen de las casas sobre la roca o sobre la arena (Mt 7,24.27), Jesús ilustra le enseñanza sobre hacer lo que Dios quiere no diciendo Señor, Señor, sino con hechos (Mt 7,21-23). Y Jesús vincula a su persona a quien hace la voluntad de mi Padre del cielo con vínculos más fuertes que los vínculos familiares (Mt 12,50).

• Una vez más nos encontramos con que el evangelio nos hace dar cuenta de que   ser discípulo de Jesús y, por tanto, vivir como hijo o hija de Dios, pasa por la vida, por todos los aspectos de la vida (St 1, 19-27; 2, 14-26), no sólo -que también- por la confesión con los labios (Rm 10, 5ss). Y, sobre todo, encontramos que Él nos llama cada día, cada hora, a ser «la viña».page2image60373824 page2image60372864 page2image60372672 page2image60373056 page2image60373248 page2image60374400page2image60372480 page2image60373440 page2image60372096 page2image60372288

Comentario al evangelio – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

“Tenía ganas de ver a Jesús”, dice el Evangelio de Herodes. Nos recuerda lo de aquellos griegos que le pidieron a Felipe: “Queremos ver a Jesús”, o de Moisés: “Muéstranos, Señor, la gloria de tu rostro”, o el salmista: “Buscaré, Señor, tu rostro”. Qué buen deseo, ahora corrompido en Herodes, por el recelo y el cotilleo frívolo ante “los milagros” que contaban de Jesús. Se verán las caras en el momento de la Pasión, pero no se saldrá Herodes con sus pretensiones.

El miedo a la fuerza y poder que emanan de la vida misma de los profetas, Juan y Jesús, se apodera del virrey Herodes. Como siempre, el poder mundano pretende utilizar e instrumentalizar, en su provecho, la buena fama de los profetas. Antes, había matado a Juan, para quitarse la pesadilla de la competencia. Este Herodes, distinto del de la muerte de los Inocentes, nació el año cuatro, antes de Jesucristo y murió el año 39 después de Cristo. Abandonó a su mujer para juntarse a Herodías, la mujer de su hermano. Ahora, como antes de la muerte de Jesús, el virrey se empeñaba en calmar su curiosidad con una de esas acciones maravillosas que comentaban del Maestro de Nazaret. Jesús nunca se enfrentó con él, pero se mantuvo firme; incluso, en una ocasión llegó a llamarle “zorro”. La curiosidad de Herodes suscitó el misterio de la identidad de Jesús. Había opiniones para todos los gustos: si era Juan resucitado, o Elías, o alguno de los antiguos profetas. La dificultad venía de la dialéctica entre las esperanzas de un Mesías,  político y grandioso, y la sencillez del profeta de Nazaret. De hecho, no consiguieron acertar con su identidad. Pero Jesús nos ha enseñado dónde reconocerlo.

Hoy, la figura de Jesús sigue moviendo la curiosidad y el interés de muchos. Hace más de dos mil años que una losa cerró la entrada a su sepulcro. La mayoría, entonces,  creyó que todo había acabado para siempre. Y sigue vivo, y removiendo tantas vidas. Tantos han vivido y muerto por amor a él. También ahora sigue la frívola curiosidad, el despiste, el consumismo religioso fácil. El Cristo hippy o guerrillero, el Gospel, el Jesucristo Super Star, el Cristo de la camiseta, émulo del Che Guevara. Por no hablar del Cristo y sus mensajes terribles de ciertas revelaciones y apariciones que tanto furor, mágico y místico, despiertan. Lo tenemos tan fácil… Leamos, ahondemos, oremos el Evangelio; aquí está la fuente viva de la revelación de Dios a los hombres, aquí podemos dibujar exactamente al Cristo enviado por el Padre. Todo tan sencillo en sus parábolas y milagros, en su Muerte y Resurrección. Nos invitamos, pues, sus seguidores a confesarlo, a amarlo, a seguirlo, a imitarlo, a vivir y morir por él.