Meditación – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXX de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 13, 31-35):

En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.

»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

Hoy podemos admirar la firmeza de Jesús en el cumplimiento de la misión que le ha encomendado el Padre del cielo. Él no se va a detener por nada: «Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana» (Lc 13,32). Con esta actitud, el Señor marcó la pauta de conducta que a lo largo de los siglos seguirían los mensajeros del Evangelio ante las persecuciones: no doblegarse ante el poder temporal. San Agustín dice que, en tiempo de persecuciones, los pastores no deben abandonar a los fieles: ni a los que sufrirán el martirio ni a los que sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al ver venir al lobo, no abandona el rebaño, sino que lo defiende. Pero visto el fervor con que todos los pastores de la Iglesia se disponían a derramar su sangre, indica que lo mejor será echar a suertes quiénes de los clérigos se entregarán al martirio y quiénes se pondrán a salvo para luego cuidarse de los supervivientes.

En nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de persecuciones religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del Tercer Mundo. Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que abandonen la región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los misioneros y las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una traición abandonar a los “suyos” en momentos difíciles.

«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa» (Lc 13,34-35). Este lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos del siglo XXI, una tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre judíos y palestinos. Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra Santa, la tierra de Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los países debe ser más intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.

Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez(Barcelona, España)

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Liturgia – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA XXX SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común

Leccionario: Vol. III-par.

  • Ef 6, 10-20. Tomad las armas de Dios para poder manteneros firmes.
  • Sal 143. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
  • Lc 13, 31-35. No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

Antífona de entrada          Cf. Sal 27, 8-9
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad, sé su pastor por siempre.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy vamos a pedir la Eucaristía de un modo muy especial por las vocaciones sacerdotales. Es una gran necesidad de la Iglesia, y de un modo especial, de nuestra Iglesia particular, que necesita muchos sacerdotes para llevar a cabo la nueva evangelización de nuestro pueblo. Dispongámonos, por tanto, al comenzar estos sagrados misterios, a recibir el amor de Dios abriendo nuestros corazones para que los renueve, reconociendo con humildad que somos pecadores.

• Tú que nos llamas a seguirte. Señor, ten piedad.
• Tú que nunca abandonas a tu rebaño. Cristo, ten piedad.
• Tú que estás presente en tu Iglesia. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH Dios,
que quisiste dar pastores a tu pueblo,
derrama sobre tu Iglesia el Espíritu de piedad y fortaleza,
que suscite dignos ministros de tu altar
y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos, queridos hermanos, con toda confianza a Dios nuestro Señor, que quiere reunirnos a todos bajo su mano.

1.- Para que el Señor haga que el trabajo de los misioneros dé fruto abundante. Roguemos al Señor.

2.- Para que el Señor suscite vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada. Roguemos al Señor.

3.- Para que guíe y sostenga el trabajo de los que rigen los destinos del mundo. Roguemos al Señor.

4.- Para que todos los hombres de buena voluntad se sientan acompañados por el amor de Dios.  Roguemos al Señor.

5.- Para que todos y cada uno de nosotros seamos testigos del amor de Dios. Roguemos al Señor.

Atiende, Padre, la plegaria confiada de tu pueblo, y concédenos vivir de tal manera que nunca rechacemos la oferta de salvación que nos has hecho en tu Hijo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
este sacrificio de reconciliación y alabanza
y concédenos que, purificados por su eficacia,
te ofrezcamos el obsequio agradable de nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Sal 144, 15
Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú les das la comida a su tiempo.

Oración después de la comunión
SEÑOR,
alimentados con el pan de la mesa celestial te pedimos que,
por este sacramento de amor,
germinen las semillas que esparces generosamente en el campo de tu Iglesia,
de manera que sean cada vez más numerosos
los que elijan el camino de servirte en los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Santoral 29 de octubre

SAN LUIS, rey de Francia († 1270) (Su fiesta, el 25 de agosto)

Aunque su fiesta se celebra el 25 de agosto, la traemos aquí por la posibilidad de celebrarla aquel día en que se conmemora un gran santo español, San José de Calasanz.

“Luis, prefiero verte muerto antes que en desgracia de Dios por un pecado mortal”. Era su santa Madre, Doña Blanca de Castilla, quien así hablaba a su hijo. Ella era hija del rey de Castilla y Regente de Francia. Su hijo sería un gran rey, celoso impulsor de la reforma de la Iglesia, ardiente capitán de Cruzadas y, lo que más vale, un santo.

Muchas virtudes aprendió de su santa madre, pero quizá la más importante fue el amor a la Iglesia y a los pobres. Nació en Poissy el 25 de abril de 1214 y poco después allí mismo recibió el gran don del santo bautismo. Llegará a apreciar de tal modo lo que estar bautizado significa que en muchos documentos no se firmará como “Luis IX de Francia”, sino “Luis de Poissy”.

Doña Blanca, al quedar viuda, se hace cargo del gobierno de la nación. Lo hace con gran maestría. De ella va aprendiendo el futuro rey cómo se deben llevar las cuestiones de Estado y cómo hay que tratar a los súbditos, especialmente a los pobres. Siempre los amará con toda su alma y no faltará quien le acuse de ser demasiado generoso con ellos en detrimento de los bienes del Estado. Cuando él sea rey de Francia, querrá tener siempre a su lado a su madre y le pedirá consejo en cuantos asuntos trate de cierta gravedad. Su misma madre, en cuyo corazón ardía el deseo de la conquista de los Sagrados Lugares, animará a su hijo a que tome parte en una de aquellas Cruzadas y cuando se entere, estando en Oriente, de la muerte de su santa madre, llorará como un niño esta pérdida y dirá al Señor, como nos cuentan los Cronistas de su tiempo: «Te doy gracias, Padre Santo, por la madre que me diste. Ella me educó y formó. Págale, Señor, cuanto por mí hizo… Ahora te la has llevado a la Gloria. Bendito seas por los siglos de los siglos…».

En 1235 contrae matrimonio con la bella y cristiana Margarita, hija de D. Ramón de Berenguer, conde de Provenza. Fueron modelo para todos los príncipes, de unión y amor. La Reina se dedicaba más bien a la educación de los hijos y al gobierno de la casa. No influía en la marcha de la nación, como lo hiciera Doña Blanca. A pesar de ello cuando el sultán de Egipto propone unas condiciones a Luis IX, dicen que contestó el monarca galo: «Consultaremos a la Reina para conocer su parecer. Ella es mi dama y no puedo hacer nada sin su consentimiento».

Luis era un hombre de gran fe y gran piedad. Asistía a Misa todos los días y pasaba largas horas en oración. Alguien criticó que el rey pasara tanto tiempo entregado a obras de piedad. Llegó hasta los oídos del rey y éste se limitó a decir: «Seguro que nadie diría nada si emplease el doble de tiempo en jugar a los dados o en correr por los bosques tras los ciervos y las perdices».

En cierta ocasión alguien le animó a que fuera a visitar la Sangre de Cristo que estaba fresca, como premio a la fe de un sacerdote. Y contestó el piadoso rey: «Id vosotros, si os place, pues será que no creéis o creéis mal. Yo lo creo como lo enseña la Santa Madre Iglesia, y por eso, la Misa me basta».

Se preocupó de levantar iglesias, ayudar a los pobres, defender la justicia en todas partes. Era como el padre bueno al que podían ir sin miedos aunque fuera rey. Luchó contra la blasfemia, y a su hijo y heredero, Felipe, le dijo: «No sufras que se diga delante de ti alguna blasfemia contra Dios ni contra los Santos».

Por fin, lleno de buenas obras, mientras lucha en su segunda Cruzada, cerca de Túnez, el 25 de agosto de 1270, muere abatido por la peste, en un lecho de ceniza y pidiendo perdón de sus pecados.

 

Otros Santos de hoy: Narciso, Maximiliano, Feliciano, Eusebia, Teodoro.

Justo y Rafael Mª López-Melús

Laudes – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

LAUDES

JUEVES XXX TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Entrad en la presencia del Señor con vítores.

SALMO 94: INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendición al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
Tú, por la luz, el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

SALMO 79: VEN, SEÑOR, A VISITAR TU VIÑA

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

CÁNTICO de ISAÍAS: ACCIÓN DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.»»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

SALMO 80: SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza. +

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
+ dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

LECTURA: Rm 14, 17-19

No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.

RESPONSORIO BREVE

R/ Velando medito en ti, Señor.
V/ Velando medito en ti, Señor.

R/ Porque fuiste mi auxilio.
V/ Medito en ti, Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Velando medito en ti, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.

PRECES

Bendito sea Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas; digámosle con humildad:

Ilumina nuestros ojos, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque nos has alumbrado con la luz de Jesucristo;
— que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.

Que tu sabiduría nos guíe en nuestra jornada;
— así andaremos en una vida nueva.

Que tu amor nos haga superar con fortaleza las adversidades.
— para que te sirvamos con generosidad de espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras en este día,
— y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.

Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre, y digámosle:
Padre nuestro…

ORACION

Humildemente te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.