María, principio de la nueva humanidad

1. – Dios quiere seguir siendo amigo del hombre, pasear, dialogar familiarmente con él. Vivir en la presencia de Dios es el paraíso. No es Dios el que nos expulsa del edén, somos nosotros mismos los que nos desterramos, cuando nos alejamos de su presencia. Si huyes de Dios, vivirás en el destierro, la tierra te producirá cardos y espinas. Reinará la desarmonía y la división. No debes huir de Dios, búscale. Así no te sentirás nunca solo y siempre vencerás al mal, simbolizado en la serpiente. Conseguirás el don de la sabiduría, la ciencia del bien y del mal. Entonces brotarán en tu vida la paz y la alegría, entonces los hombres compartirán fraternalmente los dones que Dios les regala.

2. – María es la «nueva Eva». Eva es seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida, pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de confianza: «no temas». María». María, humilde y confiada, libre y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios.

María quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o engañosas.

María se contrapone a Eva, salva a Eva, la rehabilita. Eva transmite dolor y esclavitud, María ofrece liberación y gracia. La «llena de gracia» vence al mal y nos invita a nosotros a asociarnos con ella en la lucha. Sabemos que el Señor «está con nosotros».

3.- La Madre del salvador es también nuestra Madre porque su Hijo así lo quiso: «Ahí tienes a tu Madre». María no puede estar lejos de la mente y del corazón del cristiano, especialmente durante el tiempo de Adviento. La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo es un estímulo para nuestra «espera confiada». ¿Quién mejor que ella, que lo llevó en su seno, pudo esperar su venida? Ella, la Madre concebida sin pecado, nos invita a arrepentirnos, a desechar el mal y a hacer el bien para preparar el camino al Emmanuel. María tiene una misión importante en la Iglesia porque es Madre y modelo de la Iglesia. Nuestra devoción a María debe llevarnos a su Hijo Jesucristo: «Haced lo que El os diga». Todo lo que tiene, todo lo que es María le viene de Cristo. María es la primera cristiana, toda cristiana, hecha enteramente para Cristo. Por eso es la mujer del fututo, la humanidad del futuro, la nueva humanidad que siempre hemos soñado y que Dios mismo soñó. Pero esto sólo será posible si vivimos cerca de Dios, confiados y seducidos por su Amor, como María. Entonces reinará en todo el mundo otra vez la armonía y la paz.

José María Martín OSA

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I Vísperas – Inmaculada Concepción de María

I VÍSPERAS

INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Reina y Madre, Virgen pura,
que sol y cielo pisáis,
a vos sola no alcanzó
la triste herencia de Adán.

¿Cómo en vos, Reina de todos,
si llena de gracia estáis,
puede caber igual parte
de la culpa original?

De toda mancha estáis libre:
¿Y quién pudo imaginar
que vino a faltar la gracia
en donde la gracia está?

Si los hijos de sus padres
toman el fuero en que están,
¿cómo pudo ser cautiva
quien dio a luz la libertad? Amén.

SALMO 112: ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR

Ant. Establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya.

SALMO 147: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

Ant. El Señor me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.

LECTURA: Rm 8, 29-30

A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó.

RESPONSORIO BREVE

R/ Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V/ Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

R/ Y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
V/ Porque me has librado.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Aleluya.

PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre Todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle, diciendo:

Que la llena de gracia interceda por nosotros.

Oh Dios, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
— haz que todos tus hijos deseen esta misma gloria y caminen hacia ella.

Tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
— y a todos, abundancia de salud y paz.

Tu que hiciste de María la madre de misericordia,
— haz que los que viven en peligro o están tentados sienta su protección maternal.

Tu que encomendaste a María la misión de madre de familia en el hogar de Jesús y José,
— haz que, por su intercesión, todas las madres fomenten en sus hogares el amor y la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tu que coronaste a María como reina del cielo,
— haz que los difuntos puedan alcanzar, con todos los santos, la felicidad de tu reino.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos, por su intercesión, llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Lunes II de Adviento

1.-Introducción.

Señor, un día más vengo a pedirte que me envíes el Espíritu Santo para que me haga descubrir las maravillas que Tú obras en el corazón de tus fieles, en el interior de mi propio corazón. Haz que no me limite a admirar lo de fuera: lo visible, lo tangible, lo que puedo tocar con mis manos. El gran milagro que hizo Jesús al paralítico no fue el curarle su enfermedad física sino la sanación interior, el perdonarle todos sus pecados. Dame, Señor, en este día una mirada profunda para ver las maravillas que obras en el interior de mi corazón.

2.- Lectura reposada del evangelio, Lc. 5,17-26.

Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados». Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te quedan perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, – dijo al paralítico -: «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Nos quedamos con las últimas palabras del Evangelio: “Hoy hemos visto cosas admirables”. El evangelista Lucas nos habla de la importancia del “hoy”. “Hoy se cumple esta escritura”. “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.  Es hermoso pensar que todas las maravillas que Dios ha hecho en el pasado, se pueden realizar hoy en el corazón del creyente. Aparentemente no ocurre nada nuevo: sale el sol, por la mañana y se pone por la tarde. Los ríos siguen el mismo cauce, y por la noche brillan en el cielo las estrellas.  Y, sin embargo, hoy puede ser un bonito día para mí si dejo que Dios entre en mi vida. Todo puede cambiar, como cambió la vida de ese paralítico, curado por Jesús. También hoy yo puedo ser curado de mi parálisis interior. También yo hoy puedo dejar las muletas de mis esclavitudes y disfrutar caminando como una persona libre.

Palabra autorizada del Papa

“Jesucristo al comienzo le dice: «¡Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados!». Tal vez esta persona quedó un poco sorprendida porque quería sanarse físicamente. Es en Jesús en quien el mundo viene reconciliado con Dios, este es el milagro más profundo: Esta reconciliación es la recreación del mundo: se trata de la misión más profunda de Jesús. La redención de todos nosotros los pecadores; y Jesús hace esto no con palabras, no con gestos, no andando por el camino, ¡no! ¡Lo hace con su carne! Es Él mismo Dios, quien se convierte en uno de nosotros, hombre, para sanarnos desde el interior, a nosotros los pecadores. Jesús nos libera del pecado haciéndose Él mismo pecado, tomando sobre sí mismo todo el pecado y esto es la nueva creación. Jesús desciende de la gloria y se abaja, hasta la muerte, y una muerte de cruz, desde donde clama: Padre, ¡por qué me has abandonado! Tal es su gloria y esta es nuestra salvación”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 4 de julio de 2013, en Santa Marta).

4.- Qué me dice ahora a mí esta palabra ya meditada.  Guardo silencio.

5.-Propósito. Hoy voy a pensar en la cantidad de maravillas que Dios ha hecho en el interior de mi alma. Y le doy gracias.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, gracias por mostrarme en esta oración el tipo de fe que puede transformar mi vida. Una fe humilde que reconozca mi fragilidad y te busque. Una fe fuerte que me mantenga siempre unido a Ti. Una fe operante que me lleve a buscar los medios para soltar las ataduras del corazón y vivir ya como una persona libre que comienza a sentir el gozo de caminar en el amor.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Yo soy la voz que grita en el desierto

Hay un programa de televisión que se llama “La voz”. Ya sabéis en qué consiste:  dejarse conmover por una voz, una actuación que se trata sobre todo de escuchar. Este tercer domingo de adviento el evangelio tiene como protagonista “la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”.

La figura de Juan bautista nos predispone a escuchar la voz de Jesús.  Escuchando la voz de Dios, ¿cómo podemos mover y conmover el mundo en que vivimos? Sólo si esa voz nos ha enganchado y seducido, si su tono, su melodía, su cadencia nos acompaña en cada momento habremos sintonizado con El para mover y conmover el mundo junto a El.

La voz de Jesús es portadora de buenas noticias, de alegría para todos. Su voz y su palabra venda los corazones desgarrados, proclama la amnistía a los cautivos y esclavos, la libertad para proclamar el año de gracia del Señor. Esta es la canción que no deberíamos haber olvidado, con este programa tomado del profeta Isaías se presentó la voz de Jesús ante su pueblo en Nazaret. Conocemos qué sucedió, fue rechazado por la mayoría. Pero nosotros le escuchamos y estamos aquí. Nunca tenemos bastante y queremos seguir escuchando y viviendo de sus palabras de vida.

Cristo ha pasado el testigo a su Iglesia derramando sobre ella desde el Padre el Espíritu Santo. Desde entonces la Iglesia tiene que encarnar profecía y sabiduría siguiendo los pasos del Señor. En nuestros días, la Iglesia es más fiel al Señor cuando da voz a los que no tienen voz, como ha hecho últimamente para denunciar las esclavitudes de todo tipo y el negocio que esconden; como hace cuando se pone de parte del auxilio humanitario a tantos inmigrantes en las fronteras de Europa o en el mundo entero.

Estad siempre alegres

Al mundo le sigue faltando luz, por eso se necesitan personas incandescentes esto es, transformadas al calor del mismo Espíritu que habitaba en Jesús. Capaces de cobijar a quienes no ven luz al final del túnel de la pandemia, de las crisis humanitarias, se su situación personal o comunitaria. Estamos todos en la misma barca y nos necesitamos unos a otros para socorrernos y proveernos de motivos para la alegría y la confianza en el presente y el futuro. Dios necesita de todos para alumbrar un cielo nuevo y una tierra sin males. ¿A quién llamará? ¿a quién enviará? a nosotros. Al mundo le faltas tú…por eso escucha lo que te dice Dios por medio del apóstol Pablo: “Estate siempre alegre. Se constante en orar. En toda ocasión da gracias, se agradecido: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de ti. No apagues el Espíritu Santo, no desprecies el don de profecía: sino examinándolo todo, quédate con lo bueno. Guárdate de toda forma de maldad”.

Lo sabemos, como si fuera tan fácil. S. Pablo no habla por hablar puesto que tuvo una vida difícil a causa del Evangelio. Sabe y transmite por experiencia que la alegría no se debe confundir con la euforia. El verdadero gozo se asienta en el interior del discípulo cuando vive en la confianza de la fe, sabe perdonar y pedir perdón, practica la justicia y la compasión. Es el gozo de quienes navegan por la vida teniendo un “puerto” al que dirigirse, un rumbo, una identidad, un proyecto y un mundo de relaciones visibles e invisibles. Hay un gozo en quien lucha por mantenerse fiel a su proyecto de vida encajando desafíos y sacrificios. Es el gozo aprendido junto al pesebre y la cruz, alegría que no es nunca soledad sino comunión con el Dios vivo.

Jesús, la Voz que mueve el mundo cuenta contigo, no valen excusas, ni lamentos, ni jugar al escondite… conmuévete con su misericordia porque tienes que salir a buscar quien te conmueva para dedicar tiempo y energías en vendar corazones desgarrados y ser buena noticia para los que sufren. Dejémonos conmover y actuemos.

Para dar testimonio de la luz

El testimonio de Juan Bautista preparando la venida del Mesías nos confronta. ¿De qué manera nuestra vida puede adquirir una dimensión profética? Permaneciendo fieles a la causa que nos mueve; discerniendo con profundidad los acontecimientos; pronunciando una palabra lúcida que no pretenda ser en sí misma luz, sino testimonio de la luz que es Cristo Resucitado. Esa luz cuyos destellos brillan hoy como ayer, en el Evangelio leído con la Iglesia.

Dominicos y dominicas en todo el mundo estamos celebrando el Mes Dominicano para la Paz, con la mirada del corazón puesta sobre Ucrania, un país que sufre una guerra olvidada. El domingo próximo volveremos a conmemorar aquel sermón preparado por Antón Montesinos y su comunidad de frailes en La Española (Rep. Dominicana). Aquella homilía provocó entre conciencias adormecidas, un tsunami de luz evangélica que llega hasta nuestros días. Hoy como entonces, nuestra época precisa menos personajes “alumbrados” y más “testigos de la luz”, de la alegría, la fraternidad y la amistad social. La misión de la Familia Dominicana en Ucrania, comprometida con la rehabilitación de niñas y niños víctimas de la guerra y con la promoción de agentes de reconciliación en las zonas que más han sufrido, nos habla ya de cómo es posible atravesar los desiertos existenciales teniendo la Luz de la vida.

Fray Xabier Gómez García

Comentario – Lunes II de Adviento

(Lc 5, 17-26)

En este texto aparecen los fariseos y los escribas o doctores de la ley, que eran laicos de buena posición, con mucha autoridad en la sociedad judía. Gozaban del poder que tenían sobre el pueblo y les gustaba aparecer como santos y cumplidores de la Ley.

No significa que todos hayan sido así en aquella época; el evangelio se refiere a algunos de ellos que más permanentemente se dedicaban a recorrer los lugares públicos indicando lo que no se debía hacer, humillando a los que cometían algún error y presentándose como los especialistas en la ley de Dios. Sólo ellos podían decir lo que está bien y lo que está mal.

Pero Jesús era particularmente odioso para los fariseos porque comenzaba a tener autoridad moral y prestigio en el pueblo, y podía desplazarlos del centro de la atención pública. Entonces buscaban descubrirlo en algún incumplimiento de la Ley para humillarlo públicamente.

Le reprochaban, por ejemplo, que hiciera curaciones el día de descanso. Pero en este evangelio se los ve especialmente horrorizados, porque Jesús aparece perdonando pecados, y eso era exclusivo de Yavé.

De hecho, San Mateo dice que la multitud estaba asombrada “de que Dios hubiera dado semejante poder a un ser humano” (Mt 9, 7). Porque realmente es así; Dios ha querido dar el perdón a cada humano a través de otro ser humano, y por eso mismo Jesús dijo a sus apóstoles: “A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados” (Jn 20, 22).

Sin embargo, como en aquella época se daba mucha importancia a los milagros, Jesús tapa la boca a los fariseos realizando la curación del paralítico. Ante la admiración de la gente, los fariseos prefieren callar, pero seguirán intentando eliminar a Jesús. Sería bueno preguntarnos si a veces la envidia no nos lleva a actuar de una manera semejante, tratando de quitar a otros su buena fama, su prestigio, su lugar en el corazón de los demás.

Oración:

“Señor, concédeme un corazón humilde y compasivo, y líbrame del deseo de condenar a otros o de indicar permanentemente los errores ajenos. Dame un corazón sencillo que sepa dialogar y esté abierto a descubrirte en los demás, para que nunca busque eliminar a los que puedan dañar mis propios planes”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Homilía – Domingo III de Adviento

1

Invitación a la alegría

A este domingo se ha llamado durante siglos «domingo Gaudete», por la primera palabra del canto latino de entrada («Gaudete in Domino semper», alegraos siempre en el Señor), que, a su vez, está tomado de la carta de Pablo a los Filipenses.

Pero aunque no se cante esta antífona al principio de la celebración, también tienen el mismo sentido las lecturas bíblicas de hoy, así como la oración colecta, en la que le pedimos a Dios: «concédenos celebrar la Navidad con alegría desbordante». También el salmo responsorial, que esta vez es el Magníficat de María, impregnado de alegría.

El motivo de esta alegría es muy profundo: Dios está cerca, Dios viene a nuestra vida a cumplir sus promesas de salvación. Al encender hoy la tercera vela de la Corona de Adviento, aumenta nuestra esperanza y alegría, porque se nos anuncia la cercanía del Señor.

 

Isaías 61, 1-2.10-11. Desbordo de gozo con el Señor

Esta página de Isaías (o del «Tercer Isaías») es la que le tocó leer a Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y que él, en su primera «homilía», declaró que se cumplía en su propia persona (Lucas 4).

Con razón prorrumpe el profeta en un grito de alegría: «desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios», después de enumerar el proyecto de Dios para su pueblo: anunciar la buena noticia a los que sufren, vendar los corazones desgarrados, asegurar la amnistía y la liberación a los cautivos, proclamar el año de gracia del Señor… Dios quiere que todos estén alegres y que los campos broten y den fruto, y que haya justicia en el mundo.

Esta vez el salmo responsorial no está tomado del AT, sino del evangelio. Es el Magníficat de la Virgen María, que hace eco al anuncio del profeta: «se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador».

 

1 Tesalonicenses 5, 16-24. Que vuestro espíritu entero, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor

También este pasaje de Pablo empieza con la consigna «estad siempre alegres».

En seguida se ve que para Pablo esta alegría es profunda, porque quiere a sus cristianos constantes en la oración y en la acción de gracias, y con una actitud positiva en la vida, apreciando lo bueno y los valores que nos ofrece el mundo y rechazando toda forma de maldad. De modo que puedan presentarse sin reproche ante la venida del Señor.

 

Juan 1, 6-8.19-28. En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis

De nuevo aparece Juan, el Precursor, como protagonista del evangelio de hoy. Ante las preguntas, un poco nerviosas, que le dirigen las autoridades de su época, Juan contesta claramente que él no es el Mesías esperado, sino la voz que anuncia su llegada. No es la luz, sino testigo de la luz, que ha sido enviado a preparar el camino al Mesías.

Juan es honesto: no se apropia en beneficio propio su misión profética, sino que orienta a todos hacia el verdadero Salvador, Jesús: «en medio de vosotros hay uno que no conocéis…».

 

2

Pregón de alegría para un mundo triste y preocupado

En un mundo con bastantes quebraderos de cabeza, no está mal que los cristianos escuchemos esta invitación a la esperanza y a la alegría, basadas en la buena noticia de que Dios ha querido entrar en nuestra historia para siempre, aunque no nos resulte fácil adivinar su presencia.

Vale la pena que resuenen hoy en nuestro ánimo estas llamadas a la alegría verdadera, en vísperas de la Navidad:

«desbordo de gozo con mi Señor… me ha vestido un traje de gala… como novio que se pone la corona, como novia que se adorna con sus joyas»,

«como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia»,

«se alegra mi espíritu en Dios mi salvador»,

«estad siempre alegres… que el Dios de la paz os consagre totalmente»,

«el que nos ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas»…

Las comparaciones no pueden ser más optimistas: la alegría de los liberados, de los novios que preparan su boda (luego, Jesús se comparará a sí mismo con el Novio), de los campos que abundan en brotes y frutos, y de la Virgen María que se alegra de ser elegida como Madre del Mesías.

Vale la pena que nos preguntemos: ¿estoy yo alegre por dentro, como Isaías o como María de Nazaret? Y si no es así, ¿no será porque no acabo de creerme esas palabras bonitas que decimos y que cantamos en el Adviento?

 

Claves positivas para la vida

Esta Buena Noticia nos lleva también, según el programa que ofrece Pablo a los suyos, a una actitud positiva en la vida.

Además de invitarnos a la alegría, nos dice que seamos constantes en la oración, que sepamos dar gracias a Dios en toda ocasión, sabiendo, por tanto, descubrir continuamente los favores que nos ha hecho en Cristo Jesús y que nos sigue haciendo en nuestra vida de cada día.

El programa sigue con unas consignas más concretas. Ante todo, que no «apaguemos el espíritu», o sea, que no tengamos miedo a que el Espíritu de Dios suscite nuevos cansinas en el mundo y en la Iglesia. Ya el profeta Isaías (Is 42) anunciaba que el Siervo de Yahvé no iba a «apagar el pábilo vacilante, o a acabar de romper la caña resquebrajada», sino que iba a hacer lo posible para que se recompusieran. Así nosotros somos invitados a mirar con buenos ojos todo «lo nuevo» que aparezca. Cuando desde Jerusalén enviaron a Bernabé a que viese qué sucedía en la comunidad de Antioquía, donde se estaban abriendo caminos no acostumbrados hasta entonces, él no adoptó una actitud de cerrazón y de suspicacia ante «todo lo nuevo», sino «hombre lleno de Espíritu» como era, bendijo lo que él creyó que era obra del Espíritu. Así tal vez cambió el futuro de la Iglesia. Si Pedro hubiera sido más cobarde y no hubiera captado que era el Espíritu quien le movía a admitir a la fe a la familia del centurión Cornelio, se hubiera retrasado indebidamente el progreso de maduración universalista de la primera comunidad.

Tampoco tenemos que «despreciar el don de profecía»: a veces somos tentados de mirar con suspicacia las ideas e iniciativas de otros, o el «éxito» que otros pueden tener en su misión. Nos tendríamos que alegrar igual del bien hecho por otros como del hecho por nosotros mismos.

Eso sí, Pablo nos da otra consigna que él mismo tuvo que poner en práctica con frecuencia en su itinerario por las comunidades: «examinadlo todo, quedándoos con lo bueno». Un cristiano tiene las antenas desplegadas para saber captar todo lo que hay de bueno en este mundo, los valores que aprecian los jóvenes o nuestros contemporáneos en general. Pero con discernimiento. No todo son contravalores, pero tampoco todo son valores en lo que aplaude este mundo nuestro. El cristiano, guiado por la sabiduría de Dios y el sentido de la Iglesia -porque el discernimiento es muy peligroso hacerlo por cuenta propia-, tiene que saber distinguir entre lo bueno y lo menos bueno y actuar en consecuencia.

Esto nos traerá equilibrio y hará que «el Dios de la paz nos consagre totalmente».

 

Es una alegría exigente, la del cristiano

No todo es alegría, al menos no todo es alegría como a veces se puede entender superficialmente. Una buena noticia es también exigente. No hay en el fondo nada más exigente que el amor y la amistad.

Isaías nos ha dicho que Dios quiere hacer brotar la justicia en nuestro mundo: no puede haber alegría verdadera si no trabajamos por mejorar las cosas, la sociedad, la suerte de tantas personas que sufren.

Pablo nos ha propuesto como lema: «guardaos de toda forma de maldad». Precisamente porque entendemos como noticia festiva la venida de Cristo, eso nos obliga a aceptar su programa de vida, a rechazar todo lo que es anti-cristiano y a luchar contra el pecado: que «vuestro ser entero, cuerpo y alma, sea custodiado sin reproche hasta la venida del Señor».

Lo mismo el Bautista, que nos repite hoy la consigna que ya el domingo pasado le escuchábamos: «allanad el camino del Señor». Todos sabemos que preparar el camino al que viene es una actitud comprometida y activa.

 

Testigos de la Luz

Como los profetas fueron portavoces de la salvación de Dios en el AT, y como Juan el Precursor fue la voz que preparaba la venida del Mesías, así ahora la Iglesia, o sea, nosotros, somos llamados a ser testigos de la Luz que es Cristo. Y como Juan no se presentó a sí mismo como el salvador, así la comunidad cristiana no tiene la misión de defenderse ni de absolutizarse a sí misma, sino la de anunciar a este mundo que la verdadera Luz está en Cristo Jesús.

A los cristianos se nos encarga la misión de ser testigos de la luz en medio de la noche, en medio del desierto, en medio de un mundo que no ve o no quiere ver esa luz, un mundo a veces desconcertado y que camina inseguro, palpando en las tinieblas o en la penumbra. En la sociedad en la que vivimos se puede decir también hoy con mucha razón, como en el caso del Bautista: «en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis», porque el mundo no sabe descubrir los signos de la presencia del Salvador en su historia.

El auténtico «ungido» que anunciaba el profeta, y que iba a proclamar el «año de gracia» de la salvación de Dios, fue Cristo Jesús. «Ungido» es lo mismo que «Cristo» en griego y que «Mesías» en hebreo. Ahora somos nosotros, los «cristianos», «los que pertenecen al Ungido, a Cristo», los que tenemos que seguir proclamando ese mismo mensaje lleno de esperanza.

Eso sí, tenemos la convicción de que ser testigos de otra Luz distinta de la que se busca en este mundo puede resultar incómodo para la sociedad y que fácilmente provoca suspicacias. A Juan no sólo le interrogaron las autoridades del tiempo, sino que, finalmente, se deshicieron de él y le eliminaron. Los cristianos no se tienen que dejar «domesticar» ni por los poderosos ni por las modas ni por las estadísticas, sino anunciar a Cristo y, a veces, denunciar lo que vean contrario a los derechos humanos y al proyecto salvador de Dios.

En concreto, ¿cómo lograremos los cristianos ser testigos eficaces de la Luz de Cristo en nuestra familia, en nuestro medio de trabajo, en nuestra sociedad? Sobre todo con nuestras obras, con nuestro estilo de vida. Seremos convincentes si también nosotros, como anunciaba el profeta, animamos a los que sufren, vendamos los corazones desgarrados, concedemos por nuestra parte la amnistía y la liberación a los cautivos y prisioneros, y proclamamos, no una fe cristiana triste y angustiosa, sino positiva y esperanzadora, centrada en el mensaje del amor y de la gracia de Dios.

Entonces sí podremos convencer a alguien que es posible otro mundo mejor, con más justicia y esperanza para todos. Por una parte, constantes en la oración y en la acción de gracias, pero también atentos a trabajar por la justicia y a luchar contra toda forma de maldad, en nosotros y en la sociedad.

Siempre que celebramos la Eucaristía, en la que se condensan de alguna manera las varias presencias del Enviado de Dios, tenemos motivos para cantar nuestra alegría, para dar gracias a Dios por su salvación, y para comprometernos a que esta celebración sea luego motor de un estilo de vida coherente que invite a otros a creer que los planes de Dios son liberadores y que vale la pena trabajar por conseguir un mundo mejor. La Eucaristía debe ayudarnos a crecer en alegría y también en compromiso cristiano.

Los hombres de nuestro tiempo no ven ya a Jesús por las calles de la ciudad.

Nos ven a nosotros, los cristianos. ¿Nos verán como profetas y trabajadores de más esperanza, de más luz, de más amor, de más justicia? ¿Verán que nuestras preferencias, como anunciaba el profeta, están por los pobres, por los que sufren, por los corazones desgarrados, por los cautivos y prisioneros? Entonces sí merecerá la pena el Adviento y la Navidad.

José Aldazábal
Domingos Ciclo B

Jn 1, 6-8. 19-28 (Evangelio Domingo III de Adviento)

Dar testimonio de la luz

El evangelio de hoy, como ya hemos apuntado , es una confesión de Juan el Bautista sobre Jesús. El testimonio de Marcos sobre Juan el Bautista es muy escueto. Por ello, en la liturgia se recurre a otras tradiciones cristianas. Los primeros versos de esta lectura evangélica podrían pertenecer con todo derecho al «prólogo» del evangelio, aunque literariamente surgen dificultades para que así sea. Es como el proemio a la narración del evangelio joánico que,  no obstante sus altos vuelos, no  prescinde de lo que parece históricamente adquirido: Jesús viene después del Bautista, quizás estuvo con él, pero su camino era otro bien distinto. Con Juan se cierra el AT y lo cierra el mismo Jesús anunciando el evangelio, no simplemente penitencia.

El Logos, la Palabra de Dios que se hizo carne por nosotros, que vino a los suyos, recibió el testimonio del profeta último del AT, pero los suyos no quisieron recibir la luz, porque esta luz iba a poner de manifiesto muchas cosas sobre el proyecto verdadero de la salvación. La luz es un término muy profundo en la teología joánica. El Bautista no era la luz, como algunos discípulos suyos pretendieron (y la polémica es manifiesta en el texto), sino que venía como “precursor”, como amigo del esposo. La segunda parte de esta lectura nos sitúa ya en la historia del Precursor que tuvo que aclarar que no era él quien había de venir para salvar, para iluminar, para dar la vida. El era la voz que gritaba en el desierto.

Está latente en el evangelio de Juan como un juicio entre la luz y las tinieblas, y el autor quiere partir del testimonio del Bautista para que su argumentación sea más decisiva. Su bautismo no era más que un rito penitencial de agua. «El que había de venir» traería algo definitivo que no quedaría solamente en penitencia, sino que llevaría a cabo el cumplimiento de lo que se anuncia en Is 61,1-10, como se nos ha leído previamente. No es otro el sentido que debe tener la reinterpretación que la liturgia de hoy nos brinda del texto profético y del evangelio joánico.

1Tes 5, 16-24 (2ª lectura Domingo III de Adviento)

Semper gaudete (¡siempre alegres!)

La Primera carta a los Tesalonicenses, en este final que leemos  este domingo, insiste en la alegría como motivo predominante de la liturgia de hoy. El v. 16, “semper gaudete” ha dado nombre a este tercer domingo de Adviento. La Navidad está a las puertas y la alegría, como impulso del Adviento, siempre ha sido el perfil de identidad de este domingo. Pablo anima a la comunidad de Tesalónica a que no le falte el «espíritu» que es el soplo de la profecía y sirve para discernir lo bueno de lo malo, las noticias de esperanza frente a las noticias de augurios tenebrosos. La «parusía», la venida del Señor, debe sorprendernos en estas actitudes.

Pablo ha escrito gran parte de esta carta para aclarar algunas cosas sobre ese momento de la venida del Señor. Para nosotros, la venida del Señor es un acontecimiento de gracia que hemos de vivir en la Navidad que ya está cerca. Debemos preparar todo nuestro ser, como dice el Apóstol, para que el misterio de la encarnación, que aconteció por nosotros, no sea en vano.  Pablo pone de manifiesto, en un proceso bien construido, las actitudes fundamentales ante estas cosas importantes: estad siempre alegres (pántote jaírete – semper gaudete), acción de gracias a Dios, no apagar el Espíritu para poder discernir lo malo de lo bueno.

Debemos destacar esto último que Pablo pide a la comunidad de Tesalónica: no apagar el Espíritu. En el contexto de aquella comunidad, que tuvo que padecer mucho y ser perseguida por aceptar el evangelio, es más relevante, si cabe. Porque no hay evangelio, buenas noticias, si no se anuncia proféticamente. Incluso en la adversidad hay que experimentar que Dios está de parte de la humanidad. Para ello se necesita tener el Espíritu, no apagarlo, como motivo de alegría.

Is 61, 1-2. 10-11 (1ª lectura Domingo III de Adviento)

Nuestro futuro está en las manos de Dios

La primera lectura pertenece a la tercera parte del profeta Isaías (cc. 56-66) que refleja una época distinta de las dos anteriores del libro, aunque no hay posturas unánimes sobre cuándo y cómo surgieron estos textos. En todo caso, el de hoy, es uno de los más conocidos, ya que el evangelista Lucas lo ha aplicado con  acierto  a lo que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16ss). ¿Para qué? Para describir la actividad del profeta definitivo que Dios había de enviar a anunciar la salvación a todos los hombres que sufren, a los corazones atribulados, la amnistía y la libertad a los encarcelados. En nuestra lectura, como sucede con la cita de Lucas en la sinagoga de Nazaret, se descarta la “venganza” de Dios y solamente se anuncia el “shenat ratsón”, el año o el tiempo favorable. En el futuro, que está en las manos de Dios, no caben venganzas ni calamidades. Hasta las ideas proféticas del AT deben serán corregidas por Jesús.

Por lo mismo, el que se haya elegido este texto como pórtico de la liturgia de la palabra, denota que el Adviento ha de tener el perfil de los grandes anuncios que crean esperanza y servirá para apoyar la confesión que Juan el Bautista -según el evangelio de Juan- nos ofrece en la lectura evangélica de hoy para describir a Jesús, el que ha de venir. Si el evangelio, si el Adviento en este caso, no es una buena noticia para los pobres, los ciegos, los que sufren, entonces no es un verdadero Adviento cristiano. El profeta se adueña de los sentimientos divinos, sentimientos de alegría, como novio y como novia en el día más grande de su amor, porque percibe ese día como un día de justicia para todos los pueblos.