Vísperas – Martes III de Adviento

VÍSPERAS

MARTES III DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

SALMO 124: EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

SALMO 130: ABANDONO CONFIADO EN LOS BRAZOS DE DIOS

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

LECTURA: 1Co 1, 7b-9

Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él nos mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusarnos en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

RESPONSORIO BREVE

R/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.

R/ Que brille tu rostro y nos salve.
V/ Señor Dios de los ejércitos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Antes de vivir juntos resultó que María esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Antes de vivir juntos resultó que María esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. Aleluya.

PRECES

Cristo, Palabra eterna, ha inaugurado un camino nuevo y vivo, a través del velo de su propia carne, para entrar en el santuario. Pidámosle, pues, con humildad:

Ven, Señor, y sálvanos

Oh Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos,
— ven a revelarnos que somos estirpe tuya.

Tú que no estás lejos de ninguno de nosotros,
— muéstrate en seguida a todos los que te buscan.

Padre de los pobres y consuelo de los afligidos,
— da la libertad a los cautivos y la alegría a los tristes.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que destruyes la muerte y haces brillar la vida,
— líbranos a nosotros y a todos los difuntos de la muerte eterna.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Señor y Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has transformado en nuevas criaturas, mira con amor esta obra de tus manos y, por la venida de Cristo, tu Unigénito, límpianos de las huellas de nuestra antigua vida de pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes III de Adviento

1.- Oración introductoria.

Señor, yo sé que te caía muy bien tu primo Juan. Era sincero, auténtico, austero, comprometido. Tú le regalaste el mejor de los piropos: “Nadie de los nacidos de mujer es mayor que Juan”. Pero Juan pertenecía al Antiguo Testamento que era sólo preparación para el Nuevo. Por eso dijiste: “El último en el Reino es mayor que Juan”. (Mt. 11,11). Tú traías la novedad, la sorpresa, el regalo, la caricia de tu Padre Dios. Por eso iniciaste un camino nuevo. Y en este camino lo decisivo no es la soledad, la austeridad, el rigor, sino el amor. Gracias, Señor, por vivir en esta etapa final.

2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 7, 19-23

Juan envió a sus discípulos a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no se halle defraudado en mí!»

3.-Qué dice la palabra de Dios.

Meditación-reflexión

Juan el Bautista está a caballo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En él todavía se albergan ideas del Mesías que no corresponden con la manera de obrar de Jesús. Según la mentalidad del A.T. el Mesías sería gracia y bondad para los buenos, pero venganza y desquite para los que no cumplen la ley. Las palabras de Juan, encaminadas a la conversión son duras: “Raza de víboras…ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé fruto será talado” (Mt. 3, 7-10). El Bautista está en la cárcel. Desde su calabozo ha oído de Jesús que habla de gracia, de perdón, de amor…y sufre una crisis de fe. Por eso Juan envía a sus discípulos a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir?» Jesús se limita a contestar: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí!» Jesús dice que los pobres reciben Buenas Noticias. ¿Y hay alguien más pobre que él, que está en la cárcel? Es una invitación a la esperanza tan necesaria para él en esas circunstancias. Y Jesús invita a Juan a que no se sienta defraudado por un Mesías que es todo amor, ternura y misericordia.

Palabra autorizada del Papa

“Su vida [la de Juan el Bautista] comenzó a abajarse, a disminuir para que creciera el Señor, hasta anularse a sí mismo. Esta ha sido la etapa difícil de Juan, porque el Señor tenía un estilo que él no había imaginado, hasta tal punto que en el cárcel -porque estaba en la cárcel en este momento- sufrió no solo la oscuridad de la celda, sino la oscuridad del corazón: ¿será Éste? ¿No me habré equivocado? Porque el Mesías tiene un estilo tan a mano… No se entiende… Y como era hombre de Dios, pide a sus discípulos ir donde Él a preguntar: “¿eres Tú realmente o debemos esperar a otro?” La humillación de Juan es doble: la humillación de su muerte como precio de un capricho pero también la humillación de la oscuridad del alma. Juan ha sabido esperar a Jesús, que ha sabido discernir, ahora ve a Jesús lejos. Esa promesa se ha alejado. Y termina solo. En la oscuridad, en la humillación. Se queda solo porque se ha destruido mucho para que el Señor creciera. Juan ve que el Señor está lejos y él humillado, pero con el corazón en paz. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 24 de junio de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice ahora a mí este texto que acabo de meditar. Guardo silencio.

5.- Propósito:  No decepcionarme nunca de Jesús, aunque, como Juan, a veces no lo entienda.

6.- Dios me ha hablado hoy a m í a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy quiero darte gracias porque, a pesar de los lazos familiares, no te dejaste guiar por la doctrina de Juan: dura, ascética, condenatoria. Tú tuviste como Maestro al Padre celestial. Tu doctrina la aprendiste cerca de su corazón de Padre cariñoso. Todo lo que decían tus labios era expresión de las vivencias íntimas que tenías con Él. Tú eres su mejor “icono”, su “parábola viviente”. ¡Gracias, Señor!

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

6.- EXIGENCIAS DE LA VOCACIÓN

Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62

Muchos pequeños acontecimientos, preguntas, respuestas, etc, tuvieron lugar mientras caminaban. A veces eran comentarios de los discípulos (mira, Señor, ¡qué edificios y qué construcciones!), o discusiones entre ellos (¿qué es eso que veníais hablando por el camino?), que el Maestro aprovecha para enseñar y formar a los suyos; en ocasiones impartía su doctrina según las circunstancias: las peticiones de las gentes, la peregrinación a una fiesta… Muchas veces, nos dicen los evangelistas, Jesús estaba de camino. En Cafarnaún, después de un tiempo, dirá a sus discípulos: Vayamos a otra parte. Su casa era con frecuencia el camino, la cima de un monte, la popa de una barca o la sombra de un árbol.

San Lucas nos presenta aquí a tres personas que quieren seguir a Jesús como discípulos suyos. El primero se acerca a Él precisamente mientras iban de camino. San Mateo nos dice que era un escriba, un hombre culto[1]. Su disposición parece muy buena: Te seguiré dondequiera que vayas, le dice. Pero el Maestro le expone el género de vida que le espera si le sigue, para que luego no se llame a engaños. La misión de Cristo es un ir y venir constante, predicando el evangelio y dando la vida eterna, y no tiene donde reclinar su cabeza. Así ha de ser la vida de sus discípulos: desprendidos de las cosas y con una disponibilidad completa. Han de vivir como el que está siempre de camino, sin instalarse en la comodidad. La Carta a los Hebreos lo recordará a los primeros cristianos: puesto que no tenemos ciudad estable y buscamos la ciudad futura[2], hemos de vivir como peregrinos y huéspedes sobre la tierra[3]. El Señor lo advirtió a sus íntimos en la última noche antes de su muerte: en el mundo, pero no del mundo. Amando las cosas de esta tierra, pero como el que está de paso y luego ha de dejarlas.

A otro discípulo es el mismo Jesús quien le invita diciéndole: Sígueme. Y este quiere, pero no inmediatamente; no se le ve del todo decidido, piensa en un tiempo más oportuno, porque le retiene un asunto familiar. No comprende que, cuando el Señor llama, ese es el momento más oportuno, aunque aparentemente, miradas las cosas con ojos humanos, puedan aparecer razones que dilaten la entrega para más adelante. Dios tiene unos planes más altos para el discípulo y para los que, al parecer, saldrían perjudicados por su marcha. Tiene dispuestas desde la eternidad las cosas para que de ello resulte el bien de todos.

El tercero (solo Lucas lo menciona) quiere volver atrás para despedirse. Quizá quiere estar un tiempo más, el último, con su familia. Pero la llamada del Maestro urge, porque la mies es mucha y los operarios, pocos. Y hay mieses que se pierden porque no hay quien las recoja. Entretenerse, mirar atrás, poner «peros» a la entrega, todo es lo mismo.

Además, la nueva labor del llamado es como la del arado palestino[4], que es difícil de guiar y todavía más en la tierra dura del lago de Genesaret, y exigía una gran atención. La faena de arar, como la del discípulo, exige una plena dedicación a la tarea. No se puede mirar atrás después de haber puesto la mano en el arado, después de la llamada del Señor[5].

Mirar atrás, con nostalgia o tristeza, puede significar en muchos casos romper el arado contra una piedra, o por lo menos que el surco salga torcido.

Nada nos ha dejado escrito el evangelista sobre la respuesta que estos dieron al Señor. Ha querido dejarnos sobre todo estas enseñanzas, aplicables a toda llamada de Dios.


[1] Este evangelista sitúa la escena en otro contexto (Mt 8, 18), pero parece preferible seguir aquí a san Lucas (Lc 9, 61-62).

[2] Hb 3, 14.

[3] Hb 11, 13.

[4] Se trata del arado primitivo, reducido a sus elementos más sencillos: la esteva, madero curvo, en una de cuyas extremidades se encaja la reja de hierro, mientras que la otra está provista de una empuñadura (DEB, p. 100).

[5] Enseña san Atanasio que mirar atrás no es sino «tener pesares y volver a tomarle el gusto a las cosas del mundo» (Vida de san Antonio, 3).

Comentario – Martes III de Adviento

La intención de Jesús al pedir opinión a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo sobre la respuesta de aquellos hijos al mandato del padre es manifiesta. Vosotros –les viene a decir- sois como el hijo que le dice a su padre: Voy, Señor, pero luego no va. En cambio, hay quienes dijeron: No quiero, pero después se arrepintieron y fueron.

Esos son los publicanos y las prostitutas, que os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios; y no por ser publicanos y prostitutas, que eso no da ventaja en el camino del Reino, sino por haber creído en el que venía de parte de Dios enseñando el camino de la justicia; éste no era otro que Juan el Bautista.

Lo decisivo en este camino que conduce al Reino es, por tanto, creer en esa justicia (=santidad) que muestra la voluntad de Dios y aplicarse a su cumplimiento. Si antes dijimos que no, plantando cara a esa voluntad y mandato, no importa si somos capaces de rectificar, arrepentirnos y disponernos a hacer lo que Dios quiere.

Y para esto no bastan las palabras. Es preciso ir ponerse a trabajar en el trabajo que Dios quiere, pues hace lo que el padre quiere el hijo que va finalmente a trabajar a la viña. Asumir un trabajo implica incorporarse a un lugar, entrar en relación con unas personas, adquirir unas competencias, contraer unos compromisos, enfrentar las dificultades, hacer uso de las fuerzas disponibles.

Para llevar a cabo este encargo no debemos esperar a otro momento o situación más propicios. Aprovechemos el momento (el kairós) para decir sin dilación: Voy, Señor, y vayamos. Si hemos dicho: No quiero, siempre hay posibilidad de rectificar. Si decimos: Quiero, pero me faltan fuerzas, el Señor nos dirá: Me tienes a mí; tienes mis fuerzas; eres perfectamente idóneo para la tarea que yo te encomiendo. Pero si decimos: Voy, y luego no vamos, estamos defraudando al Señor, no hacemos lo que Él quiere, nos estamos engañando a nosotros mismos y otros nos llevarán la delantera en el camino del Reino de Dios.

En esta viña que es la Iglesia de Cristo hay muchas tareas para las que nuestros sacerdotes nos pueden pedir colaboración. De ordinario este es el cauce por el que Dios nos pide trabajar en su viña. No rehuyamos el compromiso escudándonos en nuestra corta o larga edad, en nuestra falta de preparación, en nuestra escasez de tiempo y de medios, en nuestros complejos o impedimentos emocionales, etc.

El amor generoso y gratuito no repara en estos obstáculos. Tampoco nos limitemos a evocar los tiempos gloriosos de nuestra antigua militancia en la acción católica como tiempos ya pasados que sólo pueden aportarnos una estela de nostalgia; es preciso seguir militando en la acción apostólica o misionera con los recursos y los medios de que dispongamos en la actualidad. No hay edad o enfermedad que nos incapacite del todo para este trabajo.

Confiemos en la capacidad de conversión del corazón humano o en la fuerza persuasiva de la gracia de Dios, capaz de transformar los corazones más gélidos o endurecidos. Y cuando os dispongáis a prestar vuestra colaboración, dejad a un lado envidias, ostentaciones y temores. Todos estamos en el mismo barco, todos pertenecemos a la misma familia; la labor convergente de todos redundará en beneficio de la Iglesia entera y en la edificación del Cuerpo de Cristo.

Por tanto, colaboración, pero colaboración humilde y desinteresada, buscando el interés de los demás y no el propio, persiguiendo el bien de la Iglesia que es nuestra propia salvación. Si tenemos los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús, todo esto será posible. De momento hemos dicho: Voy, Señor, y hemos venido a su convocación y a su mesa; es preciso que sigamos diciendo: voy, Señor, y vayamos a esos lugares y personas a los que Él nos manda ir. Estemos a su escucha.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Comentario – Martes III de Adviento

(Mt 21, 28-32)

En este texto Jesús muestra de una manera breve y directa las dos actitudes que puede haber ante la voluntad de Dios: la del que hace alarde de su entrega, de su perfección y de su generosidad, pero que cuando llega el momento no sabe reconocer ni cumplir lo que Dios concretamente le pide; y la del que reconoce su incapacidad, su fragilidad y su imperfección, pero que finalmente abre su corazón y se entrega.

Dios siempre prefiere al que dice no, pero después va, antes que al que dice sí, pero luego no va.

Pero Jesús muestra también cómo se concretizaban en su época esas dos actitudes, y se detiene a ejemplificarlo precisamente con los pecadores y prostitutas; porque ellos con sólo escuchar el anuncio de Juan el Bautista se habían convertido, mientras las personas consagradas a Dios que veían y escuchaban nada menos que al Mesías, eran incapaces de abrir el corazón; se creían profundamente religiosos y servían a Dios, pero al Dios que se adaptaba a sus ideas y tradiciones, un Dios creado por ellos a la medida de sus propias estructuras y costumbres.

Muchas veces nos detenemos más a contemplar las estructuras y tradiciones que la acción de Dios en la vida de las personas.

Por eso a veces nos conviene tratar de descubrir sinceramente cuáles son las cosas que nos apasionan para ver si nuestras opciones son las de Dios. A Jesús le apasiona sobre todo el corazón humano, mucho más que todo lo que pueda rodear al hombre, mucho más que las apariencias mundanas y religiosas.

Oración:

“Ayúdame Señor, para que valore lo maravilloso que es conocerte, escuchar tu Palabra, recibirte en la Eucaristía, de manera que no me sienta tan perfecto en mi respuesta, que experimenten mi pequeñez ante un don tan grande. Dame tu gracia, para que no te responda con promesas, sino que tu mismo poder oriente mi vida a una respuesta generosa y a una conversión real”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Sacrosanctum Concilium – Documentos Vaticano II

V) FOMENTO DE LA ACCIÓN PASTORAL LITÚRGICA

Signo de Dios sobre nuestro tiempo

43. El celo por promover y reformar la sagrada Liturgia se considera, con razón, como un signo de las disposiciones providenciales de Dios en nuestro tiempo, como el paso del Espíritu Santo por su Iglesia, y da un sello característico a su vida, e inclusive a todo el pensamiento y a la acción religiosa de nuestra época.

En consecuencia, para fomentar todavía más esta acción pastoral litúrgica en la Iglesia, el sacrosanto Concilio decreta:

Música – Domingo IV de Adviento

Entrada: A ti Señor. CLN (Apéndice); Ven Salvador CLN 27; Cielos lloved (Liturgia de las Horas)
Adviento-Nº 11    
 Tiempo de esperanza CLN 13    
Introito en Latín: Rorate coeli
Misa: de Adviento
Corona de Adviento: Ven Señor. CLN 15
Acto Penitenciál: Señor ten piedad. CLN B 15
Salmo Responsorial y Aleluya. Cantaré eternamente las misericodirdias del Señor  (Propio)
Ofertorio: Rorate Coeli;  CLN 32
Santo: Gregoriano. CLN 1
Comunión: El Dios de paz. CLN 1; Marana tha (Liturgia de las horas) Adviento- Nº  2;  Madre de los pobres CLN 318;
Final: Alma redemptoris (Canto gregoriano) La  Virgen sueña caminos CLN 16

Recursos – Ofertorio Domingo IV de Adviento

PRESENTACIÓN Y ENCENDIDO DE LA CUARTA VELA DE LA CORONA DE ADVIENTO

(El propio presidente de la celebración de hoy será el encargado de encender la cuarta vela de la Corona, que ha de estar situada delante del altar o en sitio bien visible para todos y todas, y como único adorno y las únicas luces que están encendidas)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Ya están, Señor, las cuatro velas del Adviento encendidas. Y la luz habita entre nosotros y entre nosotras, como lo hizo históricamente un día, gracias a una mujer sencilla que oyó la Palabra de Dios, confió en Él y lo alumbró para ofrecernos la nueva vida como don de Dios. La Navidad está tan cerca que la podemos tocar. La esperanza está ya tan madura que ya es casi una realidad.

Y ahí, Señor, entre la realidad y la esperanza, queremos poner nuestros corazones, a imagen de María, para que Tú los llenes de la luz que refleja tu presencia en el mundo. Y, con ellos, queremos ofrecerte nuestros deseos de vivir una Navidad alejada del consumo y del materialismo.

PRESENTACIÓN DE UN CUENCO

(Puede hacer la ofrenda uno de los o las jóvenes de la comunidad. Con él queremos expresar la disponibilidad del creyente)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este cuenco, símbolo de mi receptividad, como la de cualquier creyente. A imagen de María, queremos ser como este cuenco, dispuestos y dispuestas a recibir tu Palabra y tu gracia. Sin ellas, nosotros y nosotras no somos nada o, si lo somos, es pura autosuficiencia y alejamiento de ti. No dejes de llenar nuestros corazones con tu gracia, Señor.

PRESENTACIÓN DE LA FIRMA

(Otro/a joven de la comunidad hace esta ofrenda. Si la anterior la hizo un chico, ahora es ocasión para que lo haga una chica, o a la inversa. Ofrece un folio en blanco, sobre el que, y en la mesa del altar, estampará su firma. Inmediatamente después expresa la ofrenda:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Con esa firma que acabo de estampar sobre ese folio quiero expresar mi compromiso y aceptación de tu Palabra y tu gracia. Quiero que sea como el «fiat» que pronunció María y, gracias al cual, fue posible la Encarnación de tu Hijo entre nosotros y nosotras. Conmigo se compromete toda la comunidad, y te pedimos esa energía que necesitamos para dar la respuesta a lo que Tú nos propones.

PRESENTACIÓN DE LA CUNA VACÍA DEL NACIMIENTO DE LA COMUNIDAD

(Puede hacer esta ofrenda uno de los niños o niñas)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, la cuna, aunque vacía, que va a presidir el nacimiento que montamos en nuestra comunidad. Ella espera el momento de concluir el montaje para recibir al Niño pequeño de Belén. Pero, con ella, queremos simbolizar hoy la disponibilidad de nuestros corazones para recibir a tu Hijo Jesucristo. Haz, Señor, que nazca de verdad en cada uno de nosotros y de nosotras.

PRESENTACIÓN DE LOS «NIÑO JESÚS» DE LAS FAMILIAS Y DE LA COMUNIDAD

(Se inicia ahora una procesión de de todas las personas que han acudido a la celebración con el Niño Jesús que va a presidir el belén en cada una de las casas de la comunidad. Abre la procesión quien preside la celebración, con el Niño de la Comunidad parroquial. Acto seguido, se sitúa ante el altar y va recogiendo cada uno de los Niños que le presentan, y los va depositando sobre el altar o una mesa cercana, colocada a tal efecto)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Al finalizar el Adviento, y ya tan cercana la Navidad, hemos querido, Señor, traerte todas estas estatuillas que van a presidir los Belenes familiares y el de nuestra propia comunidad parroquial. Con ellos, queremos simbolizar las ganas que tenemos de tu presencia en medio de lo más cotidiano de nuestro existir.

Este año queremos que nuestros Belenes sean algo más que un adorno tradicional en nuestras casas. Con ellos, deseamos expresar nuestro compromiso de buscarte y adorarte en los y en las que nos rodean. Que no haya necesidad que nos sea ajena, ni esperanza y alegría que no seamos capaces de descubrir y compartir.

PRESENTACIÓN DEL DINERO RECOGIDO PARA CARITAS

(Mientras se canta un canto apropiado, varias personas de la Comunidad realizan la COLECTA a favor de Cáritas y que en las próximas fechas se va a repartir entre los más necesitadosy necesitadas. Terminada la recogida del dinero, una de las personas y en nombre de todos dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor y Padre nuestro, Tú fuiste solidario con nosotros y nosotras hasta el punto de darnos lo que más querías, que era tu propio Hijo amado. Siguiendo tu ejemplo, nosotros y nosotras, hoy, te ofrecemos lo que nos privamos nosotros y nuestras familias para compartir con los más necesitados y necesitadas de nuestro entorno. Acepta, Padre, esta ofrenda y haznos cada día más generosos y generosas, y más solidarios y solidarias.

Oración de los fieles – Domingo IV de Adviento

Ya, clarea el día, ya se nota en la tierra que nos viene el Mesías, ya está todo preparado. Padre, confiados en tu bondad hacia tus hijos te pedimos que acojas estas súplicas:

R.- VEN A NUESTRO CORAZÓN, SEÑOR.

1.- Padre sigue animando a tu siervo el Papa Francisco para que continúe invitando al mundo a volver su rostro hacia Ti. OREMOS

2.- Padre, te pedimos que en estas fechas consueles todos los corazones afligidos, que todos los que sufren tengan el apoyo de una mano tendida. OREMOS

3.- Padre, te pedimos por la paz en Belén y todos los territorios de Oriente Medio para que el amor que nació en el pesebre inunde los corazones llenos de odio. OREMOS

4.- Padre, te pedimos que estas fiestas sean familiares y llenas de comprensión y amor entre todos sus miembros. OREMOS

5.- Padre, te pedimos por todos los niños del mundo, especialmente por los más desfavorecidos, que encuentren el amor que tu les tienes, en la mirada de los que le rodean. OREMOS

6.- Padre, te pedimos por tu pueblo que espera, para que la llegada de tu Hijo, les llene de Amor que compartir con los demás. OREMOS

Ayuda, Padre a tu Pueblo para que viviendo el Misterio del próximo nacimiento de tu Hijo, lleve a la plenitud la semilla del Reino que el nos trajo.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.


Junto con María vamos a proclamar las grandezas de Dios, y por su mediación ponemos en sus manos nuestras súplicas, con la seguridad de ser escuchados.

R.- MADRE DEL ADVIENTO, AYÚDANOS A ESPERAR A TU HIJO.

1.- Tú, María, que dijiste Sí a Dios desde lo más profundo de tu corazón, haz que tu Iglesia renueve su sí de fidelidad cada día sin importarle las consecuencias que de ello puedan derivarse. OREMOS

2.- Tú, María, que en silencio llevaste el peso de tu maternidad ante los juicios y las críticas de tus allegados, envía tu protección a los que sufren, a los que no se sienten comprendidos, a los que son objeto de malos entendidos para que se aclare su problema y vuelva a ellos la confianza perdida. OREMOS

3.- Tú, María, que anduviste un camino incierto por un mandato de Roma, ayúdanos en nuestro caminar con tantas piedras, tantos baches, tantas caídas, para que seamos fuertes y sigamos adelante sin desfallecer. OREMOS.

4.- Tú, María, que fuiste madre en unas condiciones tan precarias, ayuda a todas las madres que se sienten solas y desprotegidas en ese momento tan especial, para que encuentren unos brazos abiertos que les ayuden a salir de esa situación. OREMOS

5.- Tú, María que ayudaste a salvar al mundo desde la más férrea pobreza, ayúdanos a ser generosos y cariñosos con los pobres, los parados, los marginados de la sociedad y todos los que de una u otra forma se encuentran en una situación desafortunada y dolorosa. OREMOS

6.- Tú, María, para que contigo sintamos la cercanía del Señor que viene a salvarnos, a liberarnos y a consolarnos para que vivamos llenos de alegría. OREMOS

Recibe nuestro agradecimiento, Señor Padre Nuestro, junto con María, la Madre de Tu Hijo, por la generosidad que has tenido mandando al mundo a tu propio Hijo para salvarnos. Queremos colaborar con Él en la tarea de la salvación.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.