Unas actitudes permanentes

El relato de la anunciación –como todos los relativos a la infancia de Jesús– presenta un marcado carácter simbólico-teológico. Más que una crónica de lo sucedido, parece ser una construcción del evangelista con la que, a través de imágenes míticas, busca transmitir el contenido nuclear de la fe de aquellas primeras comunidades en Jesús como “Hijo de Dios”.

Posteriormente, la piedad popular y el arte cristiano harían de esta “escena”, entendida a la letra, un icono del cristianismo y de la devoción a María.

En cualquier caso, transcendiendo la literalidad del relato, emergen en él unas actitudes luminosas que, coloreando toda la escena, le otorgan una verdad profunda y una actualidad permanente.

Todo el texto es una invitación a la alegría, a la confianza (“no temas”), al reconocimiento de la “presencia divina” en todo y a la rendición, como actitud sabia ante la vida.

Tal invitación se apoya en la certeza de que, en lo profundo, todo está bien. Todo se halla transido de la “presencia divina”, es decir, del Fondo último de lo real, como fuente de gozo y de confianza. Tanto los miedos como la tristeza aparecen cuando nos reducimos al impermanente mundo de las formas. Sin embargo, cuando somos capaces de ver más allá, cuando entramos en conexión vivencial con lo profundo, encontramos un océano de quietud y de alegría.

Ante esa comprensión, la actitud adecuada solo puede ser una: la aceptación profunda que se plasma en rendición: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

La rendición no es justificación de lo que ocurre, ni aprobación de lo que sucede, ni claudicación ciega ni resignación fatalista… Es la actitud sabia que consiste en alinearse con la vida y que, por ello, permite que la vida se exprese en libertad. Resulta significativo el hecho de que la acción adecuada, constructiva y eficaz no nace del “no” a lo que es –de una resistencia que se apoya en una consciencia de separatividad–, sino de la aceptación profunda.

La “esclava del Señor” –quien se rinde a la vida– no es una persona pusilánime, indolente o fatalmente resignada. Porque la aceptación –cuando es tal– va siempre acompañada de un dinamismo interno que se traduce en acción adecuada y eficaz.

Una persona teísta cristiana, el jesuita José María Rubio, expresaba esa actitud con estas palabras: El secreto de la sabiduría consiste en “hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y otra persona, atea y crítica con la religión, el filósofo Friedrich Nietzsche lo hacía de este modo: “Quiero ser, un día, alguien que solo dice sí”. Uno y otro, más allá de las referencias mentales de cada cual, estaban diciendo lo mismo.

¿Qué hay en mí de alegría, confianza, presencia divina y rendición a la vida?

Enrique Martínez Lozano

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II Vísperas – Domingo IV de Adviento

II VÍSPERAS

DOMINGO IV de ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ven, ven, Señor, no tardes.
Ven, ven, que te esperamos.
Ven, ven, Señor, no tardes,
ven pronto, Señor.

El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor,
los hombres no son hermanos,
el mundo no tiene amor.

Envuelto en sombría noche,
el mundo, sin paz, no ve;
buscando va una esperanza,
buscando, Señor, tu fe.

Al mundo le falta vida,
al mundo le falta luz,
al mundo le falta el cielo,
al mundo le faltas tú. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Contemplad cuán glorioso es el que viene a salvar a todos los pueblos.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Contemplad cuán glorioso es el que viene a salvar a todos los pueblos.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. Lo torcido se endereza, lo escabroso se iguala: ven, Señor, y no tardes más. Aleluya.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Lo torcido se endereza, lo escabroso se iguala: ven, Señor, y no tardes más. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Se dilatará su principado con una paz sin límites. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Se dilatará su principado con una paz sin límites. Aleluya.

LECTURA: Flp 4, 4-5

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. el Señor está cerca.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos Señor, tu misericordia.
V/ Muéstranos Señor, tu misericordia.

R/ Danos tu salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

PRECES

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que viene a salvar a todos los hombres y digámosle confiadamente:

Ven, Señor, Jesús

Señor Jesucristo, que por el misterio de la encarnación manifestaste al mundo la gloria de tu divinidad,
— vivifica al mundo con tu venida.

Tú que participaste de nuestra debilidad,
— concédenos tu misericordia.

Tú que viniste humildemente para salvar al mundo de sus pecados,
— cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad, absuélvenos de todas las culpas.

Tú que lo gobiernas todo con tu poder,
— ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar la herencia eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
— alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro…

ORACION

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Llamados/as a vivir a la sombra del Espíritu

Como otras muchas veces nos encontramos hoy con un texto evangélico muy conocido, un texto que hemos oído explicar muchas veces referido exclusivamente a María. Es verdad, el texto nos habla de  esta mujer, toda de Dios que bajo la acción del Espíritu Santo consiente, da su SI incondicional al Creador y, así, por su medio, el hijo de Dios se hace hombre, persona humana como nosotros. Esta reflexión nos ha ayudado, sin duda, a conocer y admirar a María. A considerarla realmente la madre de Jesús por obra del Espíritu Santo.

Pero este evangelio, no habla solo de María. No está escrito solo para que la conozcamos, o conozcamos su historia. Estamos ante una catequesis que busca ayudarnos a crecer en la fe. La palabra catequesis significa “resonar, hacer eco”, es decir, una catequesis es la resonancia de una palabra ya dicha. En este caso la resonancia de la Palabra de Dios en nosotros.

Por eso, ante este evangelio, hoy, en este final del adviento de 2020, en las circunstancias que estamos viviendo es bueno que nos preguntemos:

¿Qué resuena en mí al escuchar esta Palabra de Dios? ¿Qué eco queda en mi corazón de lo escuchado en profundidad?

También podemos preguntarnos, ¿qué nos quiere decir Lucas en este texto? ¿Cuál era el mensaje o el propósito de escribir este texto, esta catequesis, que forma parte de los que llamamos evangelios de la infancia de Jesús y que solo él nos narra?

En primer lugar, desvelar o explicar de algún modo los orígenes de Jesús. Este Jesús que ha vivido entre nosotros, al que hemos visto morir a manos de los romanos y del que tenemos la “experiencia” de que está vivo y camina a nuestro lado, aunque de otra forma, ¿Quién es realmente? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su origen? Y Lucas contesta inequívocamente: viene de Dios, es obra de su Espíritu; pero a la vez su gestación y nacimiento se realizan a través de una mujer, como el de cada uno de vosotros.

Por eso Jesús es hijo de Dios e hijo de María, una mujer sencilla del pueblo, totalmente disponible ante Dios. María, la esposa de José, por quien Jesús entra a formar parte del pueblo judío, en la tribu de David, y de la humanidad entera (Lc. 3, 23)

Pero también hay un segundo objetivo. Si, como dice Dolores Aleixandre, de todo texto evangélico puedo decir: “esta historia es mi historia”, ¿qué dice de mí y que me dice a mí este evangelio? Si miramos en profundidad dejando un poquito de lado lo que tantas veces hemos oído, podemos descubrir que este texto habla de nosotros. Nos dice a qué estamos llamados todos los seguidores y seguidoras de Jesús, nos habla de nuestra común vocación, poniéndonos como referente a María.

Como a ella, también a cada uno de nosotros nos llega la palabra de Dios, que “entrando donde estamos” allí, en nuestra vida habitual, en nuestras familias y tareas… irrumpe con un saludo que nos paraliza y nos choca. No entraba en nuestros planes, posiblemente. Y como ella nos preguntamos, ¿Qué saludo es este? ¿De qué nos hablas, Señor? Nuestra vida, como la de ella, ya está organizada y planificada aunque ahora el COVID lo líe todo… Ya somos cristianos, medianamente buenos, vamos a misa, rezamos, ayudamos a los pobres… ¿Qué quieres de nosotros ahora?

Nuestra vida, como la de María, está llamada a ser lugar de encuentro con Dios. ¿Nos permite nuestra forma de vivir “enterarnos” de la presencia de Dios, allí donde estamos?

También nosotros nos llenamos de temor, nos da  miedo… Porque intuimos que la llamada de Dios, todas sus llamadas, nos sacan de lo habitual, de lo de todos, de lo que pensábamos… pero con infinito amor y comprensión, en vez de regañar nuestra falta de fe (motivos tendría) nos dice: NO TENGAS MIEDO. No temas María, no temas José, no temas Carmen, Antonio…  “Has encontrado gracias ante mí” Te miro con amor, te he elegido… para que tu vida sea fecunda, y sea una vida que viene de Dios, para que hagas presente a mi hijo en la tierra.

Y nos toca contestar. Arriesgar desde la fe, dejar que sea la fuerza del Espíritu la que nos cubra con su sombra y que lo que nazca de nosotros sea “hijo de Dios, vida de Dios” o… callarnos, o decir que no, o darnos la vuelta y seguir con lo de siempre, con los  cumplimientos que controlamos y nos hacen sentirnos seguros. Quizá hasta justificándonos, “Yo no conozco varón, yo no tengo fuerza, yo no…”

Ojalá que poco a poco, como María, cada uno de nosotros y nosotras, como todas las personas “llamadas” de la Biblia, vayamos descubriendo que el protagonismo y la fuerza vienen de Dios, de su Espíritu, que “nos cubrirá con su sombra”, expresión repetida en el AT tiene un sentido muy profundo. Desde esta experiencia también descubriremos que la inmensidad de la encomienda no es proporcional a nuestras posibilidades de personas creyentes pero débiles. Y entonces, lúcida y confiadamente, respondamos SI a este deseo, voluntad, sueño de Dios. “Si tú lo vas a hacer, por mí no hay problema”. En luz y en oscuridad… pero en confianza y cariño.

En la medida en la que experimentemos que el Espíritu nos habita y nos cubre con su sombra, tomaremos conciencia, con más fuerza, de la necesidad de hacer un mundo más al estilo de Dios, de reconstruir esta sociedad desde otras claves: trabajando para que haya vacuna para todos los pueblos y todas las personas, tejiendo nuevas redes de solidaridad y fraternidad, relativizando estructuras eclesiales, etc.

En definitiva, la experiencia de que Dios le “anuncia” no solo es de María, nos anuncia a cada uno y cada una de nosotras que hemos encontrado gracia ante Él, que gratuitamente nos quiere y quiere hacerse presente, nacer en el mundo por medio nuestro…

Ojalá, aun en medio de pequeños o grandes temores, encontremos la confianza y el amor suficiente, aunque sea para balbucir tan solo: Si, hágase en mí…  El resto es cosa del Espíritu.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

La encarnación de Dios es la clave

Los textos que vamos a leer estos días están tomados del “evangelio de la infancia”. Debemos tomar conciencia del sentido “no histórico” de los textos. El anuncio del nacimiento de un hijo de dios, el nacimiento de madre virgen, el nacimiento en una gruta, los pastores adorando al niño, el intento de matar al niño, la huída después de un aviso, la muerte de los inocentes, el anuncio por medio de una estrella, la adoración de unos magos, etc.; todos son relatos míticos ancestrales y ninguno es original del cristianismo.

El decir “mítico” no quiere decir “mentira”. Este es el primer error a superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad radical que atañe al hombre entero, y que no se puede explicar por medio de discursos racionales. Al decir que estos relatos son míticos, no estamos devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a descubrir el significado profundo y vital que tienen. Lo nefasto es haber considerado los relatos míticos como crónicas de sucesos sin mayor alcance vital.

Todo esto lo ha descubierto la exégesis hace muchas décadas. No acabo de comprender por qué existe tanto miedo a que el pueblo conozca la verdad. ¿No nos dice el mismo evangelio que la verdad os hará libres? ¿O es que lo que nos asusta es esa libertad? Es verdad que la explicación del sentido profundo de estos textos no es sencilla, pero es precisamente esa dificultad la que debía espolearnos. He visto a la gente abrir ojos como platos cuando han comprendido la profundidad del mensaje.

En las lecturas de hoy destaca el contraste entre la actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara: Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él quien lo hace todo por nosotros. Ni siquiera tenemos que comprar su voluntad con sacrificios y oraciones.

Lo que Lucas nos propone es la teología de la encarnación entendida desde el AT. Todas las palabras del relato hacen referencia a situaciones bíblicas. El evangelista acaba de narrar la concepción de Juan que tiene como modelo la de Isaac. Para la concepción de Jesús, Lucas toma como modelo la creación de Adán. Como Adán, Jesús nace de Dios sin intermediarios; y como él, va a ser el comienzo de una nueva humanidad. No es uno más de los grandes personajes de la historia de Israel. Esta es la clave de todo el relato.

Ángel=mensajero no tiene, en el AT, la misma connotación que tiene para nosotros. No debemos pensar en unos seres al servicio de Dios, sino en la presencia de Dios de una manera humana para que el hombre pueda soportarla. El pueblo de Nazaret no es nombrado en todo el AT; es algo completamente nuevo. Galilea era la provincia alejada del centro de la religiosidad oficial. La intervención divina en Jesús rompe con el pasado y va a constituir una auténtica novedad. Todo sucede lejos del templo y de la oficialidad.

La escena se desarrolla en una casa sencilla de un pueblecito desconocido. A una virgen= doncella, no ligada a la institución sino completamente anónima. Ni tiene ascendencia ni cualidad alguna excepcional. De los padres de Juan acaba de hacer grandes elogios, de María, ninguno. Virgen no debemos entenderla según nuestro concepto actual. Se trata de una niña aun no casada. Alude a la absoluta fidelidad a Dios, por oposición a la imagen del pueblo rebelde, tantas veces representado por los profetas como la adúltera o prostituta. María representa al pueblo humilde, sin relieve social alguno, pero fiel.

Alégrate, agraciada, el Señor está de tu parte. Alusión también a los profetas: “Alégrate hija de Sión, canta de júbilo hija de Jerusalén”. Es un saludo de alegría en ambiente de salvación. Cercanía de Dios a los israelitas fieles. Dios se ha volcado sobre ella con su favor. La traducción oficial, “llena de gracia”, nos despista, porque el concepto que nosotros ponemos detrás de la palabra “gracia”, se inventó muchos siglos después. No se trata de la gracia, (un ser divino) sino de afirmar que le ha caído en gracia a Dios.

Al contrario que en Mateo, José, descendiente de David, no tiene papel alguno en el plan de salvación anunciado en Lucas; María misma impondrá el nombre a Jesús (Salvado). No será hijo de David, sino del Altísimo. Ser Hijo, para un judío, no significa generación biológica, sino heredar la manera de ser del padre, y tener por modelo al Padre. No será David ni cualquier otro ser humano, el modelo para Jesús, sino Dios. Jesús no puede tener padre humano, porque en ese caso tendría la obligación de obedecerle e imitarle.

El Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo son lo mismo. Cubrir con su sombra hace referencia a la gloria de Dios, que en el Génesis se representaba por una nube que cubría el campamento. Santo=Consagrado, Hijo de Dios, son designaciones mesiánicas. Consagrado hace referencia siempre a una misión. El rey ungido era, desde ese instante, hijo de Dios. El Espíritu no actúa sobre el cuerpo, sino sobre el ser de Jesús, dándole calidad divina. “De la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu”, dice Juan. No es la carne de Jesús la que procede del Espíritu, sino su verdadero ser. Claro que Jesús fue ‘engendrado’ por obra del Espíritu, pero de un modo más profundo de lo que pensamos.

Aquí esta la esclava del Señor. Hemos insistido tanto en los privilegios de María que hemos convertido en impensable la encarnación de Dios en alguien que no sea perfecto. Pablo nos habla del misterio escondido y revelado. El misterio mantenido en secreto, por generaciones, es que Dios es encarnación. Dios salva desde dentro de cada persona, no desde fuera con actos espectaculares. La buena noticia es una salvación que alcanza a todos. Misterio que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios realice la salvación en un momento determinado; Dios no tiene momentos.

Cambia el concepto de Dios para el evangelista. El Dios que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los hombres. Ese formidable cambio en la manera de concebir a Dios no es fácil de comprender. Una y otra vez, hemos vuelto al Júpiter tonante, que está a nuestro favor y en contra de nuestros enemigos, pero estará también contra nosotros si fallamos.

Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado. Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario en cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. Pascal dijo: “Toda religión que no predique un Dios escondido, es falsa”. Los budistas repiten: “Si te encuentras al Buda, mátalo”. Todo dios que percibimos viniendo de fuera es un ídolo.

Meditación

La disponibilidad de María es la clave del mensaje.
Dejar hacer a Dios es descubrir lo que está haciendo.
Él lo está haciendo todo en cada instante.
Descubrir esta presencia activa
es la esencia de toda vida espiritual auténtica.
No tienes que hacer nada ni conseguir nada.
En ti está ya la plenitud que quieres alcanzar.

Fray Marcos

Comentario – IV Domingo de Adviento

(Lc 1, 26-38)

Nada es imposible para Dios. Y este texto nos habla del poder de Dios que se manifestó en el seno de María cuando concibió a Jesús. Momento sublime en que el Hijo de Dios tomó un minúsculo pedacito de este mundo y se hizo verdaderamente hombre. Nosotros, que celebramos con fe el nacimiento de Jesús, tenemos que detenernos a celebrar también el momento en que el Hijo infinito de Dios entró en este mundo humano haciéndose carne en el seno de María, el instante en que lo divino se unió más que nunca con lo humano.

Y en este texto bíblico se destaca la figura de la mujer, ya que el Padre Dios no quiso prescindir de su maternidad para realizar su plan de salvación, y en el diálogo del ángel con María se muestra la delicadeza de Dios con María, su criatura elegida para hacer presente en este mundo al Hijo amado. Dios quiso necesitar del “sí” de una mujer.

En la primera respuesta de María se advierte que había en ella una opción por la virginidad (v. 34). En la segunda respuesta (v. 38), donde María no dice “cumpliré” sino “que se cumpla”, se ve la convicción de que todo depende de la iniciativa divina, de su plan y de su poder, ya que el niño que nacerá estará por excelencia “consagrado” a los planes del Padre.

Cuando el ángel saluda a María llamándola “llena de gracia” (kejaritomene), se trata de una palabra griega que no aparece en ninguna parte, lo cual significa que la gracia de Dios se hizo presente en María de un modo particular, único. Porque si leemos Hechos 6, 8, allí se dice que el diácono Esteban estaba “lleno de gracia”, pero para eso se usa una expresión griega más común (pléres járitos). Cuando decimos que María estaba llena de gracia nos referimos a algo superior, y por eso se usa una expresión exclusiva que podríamos traducir más bien “la que está poseída por la gracia”. La que tenía el privilegio único y exclusivo de engendrar a Jesús había sido tomada por la gracia para ser una morada digna de tanta grandeza.

Oración:

“Señor, déjame admirar el momento de tu encarnación, el instante en que tú elevaste este mundo cuando tomaste nuestra carne humana. Y permite Señor, que mi corazón te adore por esa admirable pequeñez que hiciste tuya”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Sacrosanctum Concilium – Documentos Vaticano II

Participación activa de los fieles

48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.

Lectio Divina – Domingo IV de Adviento

INTRODUCCIÓN

“He mirado asombrado a María que amamanta a Aquel que alimenta a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha Aquel que llena de sí el mundo. Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida.  Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquel que ha creado al hombre y al mundo. Ella llevaba un niño a quien acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras. Y, sobre todo, lo adoraba con un misterioso silencio” (San Efrén).

LECTURAS BÍBLICAS

1ª Lectura: 2Sam. 7,1-5.8b-12.     2ª Lectura: Ro. 16.25-27

EVANGELIO

Santo evangelio según san Lucas (1.26-38):

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

Destacamos algunos aspectos de este texto tan antiguo y siempre nuevo.  Y hacemos silencio dentro de nuestro corazón.

1.– ALÉGRATE, LA LLENA DE GRACIA. Dios es amor y sólo tiene una preocupación:  el hacernos plenamente felices. Es lo primero que hace Dios: llamarnos a la alegría. En este caso es la alegría mesiánica, el gozo de tantos personajes famosos en la historia de Israel que “quisieron ver este día y no lo vieron”.  El nombre de la Virgen era MARIA. Pero el nombre que le da el Ángel es “la llena de gracia”.  Lo que define el ser más genuino de María es el “estar llena de Dios”. María rezuma a Dios, rebosa de Dios. Si Dios nos quisiera poner a nosotros un nombre ¿Qué nos pondría? ¿Los llenos de Dios?  ¿O tal vez los “vacíos de Dios”, “los mediocres de Dios”, los “vulgares de Dios?  María es una llamada constante a la plenitud.

2.– ELLA SE TURBÓ. Y no era para menos. Lo que el Ángel le anunciaba era tan enorme que no lo podía digerir. Siente esa especie de “escalofrío” que suscita el Misterio. Y se da siempre que lo finito se topa con lo INFINITO, la nada con el TODO, o como dirá Santa Teresa “el ser que no es con el ser que nunca acaba”. Dice R. Tagore: cuando un pájaro ha cantado sobre la rama de un árbol, al marchar, la rama queda estremecida. No un pájaro cualquiera, ni siquiera un ruiseñor, sino un ángel de Dios ha cantado el más bello canto sobre la rama tierna del viejo árbol de Israel. La rama llamada María “quedó estremecida”.  Las palabras de María en el Magníficat es el himno de agradecimiento cantado por María con esa alma estremecida. 

3.– HAGASE EN MÍ.  En la vida es bonito decir sí. Es bonito estar atentos a las necesidades de los demás. Cuando una joven pareja se presenta ante el Altar para decirse que sí, que se quieren, Dios les regala un Sacramento. Si ha habido un sí famoso en la historia de la humanidad ha sido el sí de María.  Nadie ha recogido tan bien como San Bernardo ese momento único y trascendental. “El ángel espera tu respuesta, Oh María. También nosotros estamos esperando. En tus manos está el precio de nuestro rescate: responde pronto, Oh Virgen. Pronuncia la palabra que el cielo, la tierra y hasta los infiernos esperan de ti.… Mira, es el deseo de todas las gentes el que está ahí fuera y llama a tu puerta…Levántate, corre, abre. Levántate con la fe, corre con tu afecto, abre con tu consentimiento”.  María tuvo la osadía de decir sí al Misterio de Dios. Como otro Abrahán, salió de su tierra, salió de sí misma y se dirigió a la tierra de Dios “sin saber adónde iba”. María cargó con el Misterio de Dios durante toda su vida. No pretendió abrirlo, entenderlo, porque lo hubiera estropeado. María “no entendió a Dios” (Lc. 2,50), pero hizo algo mucho más importante: se fió plenamente de Él. 

PREGUNTAS.

1.- ¿Estoy contento con Dios? ¿Me llena Dios por dentro? ¿Me hace feliz?  Y si lo soy, ¿Me preocupo de hacer felices a los demás?

2.- ¿Siento necesidad de admirar a Dios, adorarle, alabarle, y estremecerme ante sus palabras?

3.– El sí que doy a Dios, ¿lo doy también a los demás? 

Este evangelio, en verso, suena así:

Con gran gozo los cristianos
celebramos esta Fiesta
de “María Inmaculada”,
gloria, honor de nuestra Iglesia.
Nos encanta contemplar
su hermosura, su belleza:
“Sin pecado concebida”,
pura, libre y sin cadenas.
Ella no heredó la mancha
de nuestra naturaleza.
Por ser madre de Jesús,
fue “una flor limpia de tierra”.
Eva dijo a Dios que “No”
con orgullosa soberbia.
María, llena de gracia,
dijo “Sí” y le abrió la puerta.
En su vientre floreció
su “fruto de vida eterna”.
ninguna hortelana tuvo
fruto más dulce en su huerta.
¡Felicidades, María!,
Novia de Dios, primavera
de amor, de paz y de vida,
cariñosa “Madre nuestra

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Tres mensajeros, tres promesas y un misterio

Primer mensajero (Natán) y primera promesa (a David)

Al final de numerosas aventuras, David se ha convertido en rey del Norte y del Sur, de Israel y Judá. Ha conquistado una ciudad, Jebús (Jerusalén) que le servirá de capital. Se ha construido un palacio. Y ahí es donde comienzan los problemas. Mientras se aloja cómodamente en sus salas, le avergüenza ver que el arca de Dios, símbolo de la presencia del Señor, está al aire libre, protegida por una simple tienda de campaña. Decide entonces construirle una casa, un templo. El profeta Natán está de acuerdo. Dios, no. Será Él quien le construya a David una casa, una dinastía. A su heredero lo tratará como un padre a su hijo. «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre».

En esta antigua promesa se basa la esperanza mesiánica. Vendrán crisis políticas, morirán reyes judíos asesinados, terminará desapareciendo la monarquía cuando los babilonios deporten a los últimos reyes. Pero algunos grupos siempre mantendrán la certeza de que Dios no ha abandonado a David y le suscitará un descendiente, concebido con rasgos cada vez más grandiosos.

Segundo mensajero (Gabriel) y segunda promesa (a Israel)

El anuncio de Gabriel a María es como un cuadro que solo comprendemos bien cuando lo comparamos con otro situado a su izquierda: el anuncio de Gabriel a Zacarías. Contemplando las diferencias captamos mejor su mensaje.

1) El anuncio a Zacarías tiene lugar en el espacio sagrado del templo, el de María, en un pueblecillo desconocido de Galilea, de doscientos habitantes.

2) Gabriel se aparece a un anciano venerable, casado con una mujer muy piadosa, los dos israelitas modélicos; luego Dios lo envía a una pareja joven, todavía sin casar, de los que no se menciona ninguna virtud.

3) En el primer caso, el protagonista es un varón (Zacarías); en el segundo, una muchacha (María).

4) A Zacarías se le aparece provocándole un miedo sagrado; a María la saluda con palabras tan elogiosas que se siente turbada y sorprendida.

5) En ambos casos se anuncia el nacimiento de un niño, pero con enormes diferencias entre ellos: Juan será un profeta, al estilo de Elías, y su misión consistirá en preparar al pueblo; Jesús será un rey que gobernará en la Casa de David eternamente. A menudo se pasa por alto el fuerte contenido político de las palabras relativas a Jesús: «Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Si tenemos en cuenta que «Hijo del Altísimo» no significa «Segunda persona de la Santísima Trinidad», sino que es un título del rey de Israel, las palabras de Gabriel repiten insistentemente la idea de la realeza de Jesús. Pero su reino no es universal, se limita a «la casa de Jacob».

6) En ambos casos, el nacimiento parece imposible: Zacarías e Isabel son ancianos; María no ha tenido relaciones con José. [La traducción habitual: “no conozco varón” se presta a malentendido, ya que María conoce a José, es su novio; lo que quiere decir es «no he tenido relaciones sexuales con ningún hombre».]

7) Ante esa dificultad, Zacarías pide una garantía de que eso pueda ocurrir [algo que solo se percibe claramente en el texto griego: kata. ti, gnw,somai tou/toÈ]; María se limita a formular una pregunta: «¿Cómo puedo quedarme embarazada si no he tenido relaciones con un hombre?» [pw/j e;stai tou/to( evpei. a;ndra ouv ginw,skwÈ].

8) En consecuencia, mientras Zacarías queda mudo hasta el día del nacimiento de Juan, María es la que pronuncia la última palabra: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Esta frase sintetiza la actitud de María en toda su vida y, al mismo tiempo, la presenta al cristiano como modelo de disponibilidad absoluta.

Tercer mensajero (Pablo) y tercera promesa (al mundo entero)

Pablo no ha visitado todavía Roma cuando escribe su carta a los romanos. Pero tiene una larga experiencia de apostolado y de reflexión. Sobre todo, ha tenido una experiencia fundamental en el momento de su vocación: el Mesías Jesús no ha sido destinado por Dios solo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones.

El misterio

Desde David hasta Pablo se recorre un largo camino y la perspectiva se abre de modo asombroso: lo que comenzó siendo la promesa a un rey, más tarde a un pueblo, termina siendo la promesa al mundo entero. Como dice la segunda lectura, esta es «la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos».

Tres reacciones a tres mensajeros

¿Cómo reaccionan los interesados antes los mensajes que reciben?

La respuesta de David no la recoge la lectura, pero es una extensa oración de alabanza y acción de gracias por la promesa que Dios le hace (2 Samuel 7,18-29).

María reacciona con aceptación y fe. No imagina los momentos tan duros que tendrá que aceptar por causa de Jesús («una espada te atravesará el alma») ni la cantidad de fe que necesitaría cuando vea a su hijo criticado y condenado por terrorista y blasfemo.

La reacción de Pablo, la que desea inculcar a sus lectores romanos, es cantar la sabiduría y la gloria de Dios a través de Jesucristo.

Estas tres reacciones nos sirven para vivir estos días previos a la Navidad.

José Luis Sicre

La Anunciación

1.- Hay que advertir sobre una cuestión. Los pintores buenos pintan bien, los que son malos, lo hacen mal. No es esto lo que importa hoy. Lo que preocupa es que muchas veces se inventan las cosas a su manera, y las escenas que pintan no corresponden a la realidad. Hay que olvidarse de habitaciones elegantes y vestidos de fantasía. La escena del evangelio de hoy está enmarcada en una casita pegada a la ladera de una colina, todavía hoy se conserva la parte que se adentraba formando una cueva y que servía para dormir. Los protagonistas están en la estancia exterior, sin otros componentes que un pequeño horno adosado al muro y un sencillo agujero, donde atan el borrico. Los personajes visten de una manera muy sencilla. Ella es una chica que tendrá poco más de 12 años, aunque aparenta ser una joven actual de 20. Él es un joven de una edad indeterminada, de buena presencia, pero sin sobresalir en nada.

Quien saluda, nada más entrar en la estancia, es él. Pero antes de explicar lo que se dicen hay que dar algunas explicaciones. En los tiempos del evangelio la vida de los jóvenes transcurría de una manera diferente a la de los de hoy. No existía lo que llamamos adolescencia, esa etapa en que las chicas tontean, usan mucho el móvil, se ríen y miran de reojo, la “edad del pavo”. En aquel tiempo, de la niñez un poco larga, se pasaba de inmediato a la juventud. Aunque parezca extraño lo que voy a decir, no hay que ocultarlo. Las chicas y los chicos no se enamoraban, tampoco ellas, ni la mayor parte de ellos, iban a la escuela. Los padres se preocupaban de enseñar a sus hijos a amar y a ser fieles al amor, de aquí que cuando una chica llegaba a la pubertad sus padres se preocupaban de buscarle un marido, como ahora le buscan un buen colegio. Se encontraban las familias, hacían proyectos para el futuro y en esto consistía el matrimonio. La boda vendría algo más tarde. Un tal proceder daba buenos resultados, es decir felicidad a ambos. En esta situación estamos y ahora la narración va muy en serio.

2.- Había en Nazaret una chica llamada Maria, un día se encontró con un joven que inmediatamente se dio cuenta de que era un enviado de Dios, lo que nosotros llamamos un ángel. Explican por aquellas tierras, que esto le ocurrió cuando estaba en la fuente y que ella se asustó un poco, o le dio vergüenza hablar con él y se fue a su cercana casa. Al entrar observó que la había seguido y que quería hablar con ella. Lo que va a continuación ya es seguro, está en el evangelio. Como la saludó con amabilidad no le dio miedo, pero si que se azaró un poco, sobre todo cuando empezó a hablarle diciéndole de parte del Señor palabras muy bonitas, que ella no había escuchado nunca. El ángel le dijo que era muy atractiva a los ojos del Altísimo, que estaba llena de bondad y que le proponía de su parte ser la madre de un niño muy importante, que sería santo e hijo de Dios.

3.- Ella era incapaz de entender estas cosas, le costaba, como a todos nos cuesta, creer y aceptar los planes de Dios. Preguntó humildemente y amablemente le respondió el ángel. Continuaba sin entender, pero se dio cuenta de que no era necesario. Era suficiente saber que Dios le pedía una cosa para que ella, que no se sentía otra cosa que una criada suya, dijese que sí y punto. Pasase lo que fuera después. Sin poner condiciones ni dejarlo para otro día, aunque le resultase un poco incomodo.

Y en este momento empezó su gran aventura. La suya y la nuestra, pues, al decir que sí a Dios, empezó a existir en su seno el que sería nuestro salvador, nuestro socorrista, nuestro redentor. La aceptación de los proyectos divinos por parte de esta jovencita tan modesta, cambió la historia de la humanidad. Y es que, no lo olvidéis: lo importante es decir sí a Dios, cada uno a su manera.

Pedrojosé Ynaraja

¿Contará o no contará?

A principios de diciembre, coincidiendo con la primera semana de Adviento, se estaba debatiendo si, para Navidad, se permitirían los desplazamientos entre comunidades autónomas. Y también se debatía el número máximo de familiares que se podrían reunir. Y, dentro de este tema, uno de los grandes puntos de discusión y preocupación era si los niños iban a contar para el número máximo de personas que podrían reunirse. Algunos opinaban que sí deberían contar; otros que, si eran menores de cierta edad, no tendrían que contar; y otros decían que, si se sentaban aparte, no deberían contar, pero que si se sentaban en la misma mesa, sí que debían contar. Mucha gente se pregunta cómo se van a organizar, cómo hacer los preparativos, pero más allá de lo que finalmente quede establecido por las autoridades, hay algo en lo que todos coinciden: en la necesidad de ser responsables a la hora de participar en las celebraciones.                       

La mayoría de familias está pendiente de lo que finalmente se determine, pero este debate no debe hacernos perder de vista que estamos en el cuarto domingo de Adviento, a las puertas de la Navidad, de celebrar que el Hijo de Dios hecho hombre nace entre nosotros, porque esto es el núcleo, el fundamento y el sentido de la Navidad y de todo lo que la Navidad conlleva.

Y, como cristianos, junto con esa preocupación por los temas de carácter familiar y social, también debemos pensar si el Niño Dios va a contar o no en lo que celebremos estos días, si le vamos a hacer sitio o no. Y hoy el Evangelio nos pone a la Virgen María, una vez más, como modelo.

Nosotros nos sentimos agobiados por la incertidumbre, porque todo es diferente este año, pero lo primero que el ángel dice a María es: Alégrate… el Señor está contigo. No temas… María nos enseña a descubrir algo que, más allá de las circunstancias externas, está en la esencia de la Navidad: que el Señor está con nosotros y, por tanto, no debemos temer, ni sentirnos agobiados, porque aunque las circunstancias externas cambien, el Señor es el Único que permanece y está ahí.

Quizá estamos preocupados por la organización, por las compras… Pero deberíamos recordar lo que dijo Santa Teresa de Jesús: “Entre los pucheros anda el Señor”, y en medio de los “pucheros” propios de estos días, aprendamos de María a llevar todo esto a la oración y preguntar: ¿Cómo será eso…? para que el Señor pueda indicarnos cómo vivir esta Navidad especial.

Quizá somos de los que pensamos en poner a los niños en un lugar aparte durante las celebraciones familiares y así “que no cuenten” en el cómputo final. Y esto, lamentablemente, también se traslada a la fe: a veces “nos viene mal” participar en
las celebraciones eucarísticas y “ponemos aparte” al Señor, lo dejamos en un lugar secundario para podernos dedicar a preparar las reuniones familiares. También son muchos los que estos días “apartan” completamente al Niño Dios, hacen reuniones, comidas, regalos… pero en realidad este Niño no cuenta para nada y se celebra una Navidad meramente familiar o social, pero sin Dios.

También en María tenemos el modelo a seguir para que el Niño Dios no esté aparte estos días: Concebirás en tu vientre… El Espíritu Santo vendrá sobre ti… Nosotros, por el Bautismo y la Confirmación, hemos recibido ese mismo Espíritu, y Él es quien hace que al Niño Dios lo llevemos dentro de nosotros igual que una madre, haga lo que haga, lleva a su hijo en su vientre. Este Niño no es un estorbo, es precisamente quien nos da el sentido a lo que celebramos.

A las puertas de la Navidad, ¿me preocupa el número máximo de familiares, si los niños cuentan o no…? ¿El Niño Dios está contando para mí estos días? ¿Siento que “está conmigo”, sean cuales sean las circunstancias externas? ¿Qué voy a hacer para darle el sitio que le corresponde?

Más allá de lo que se establezca por las autoridades, estos días hay que ser responsables. También en lo referente a la fe debemos ser responsables y no “poner aparte” al Niño Dios, sino hacer que este Niño cuente en todo lo que vamos a celebrar. Que la Virgen María nos ayude a decir como Ella: Hágase en mí según tu palabra, para que esta Navidad especial la podamos vivir con alegría cristiana, porque para Dios nada hay imposible y Él, pase lo que pase, está con nosotros.