I Vísperas – Santa María, Madre de Dios

I VÍSPERAS

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Señor Jesús, el hombre en este suelo
cantar quiere tu amor,
y, junto con los ángeles del cielo,
te ofrece su loor.

Este Jesús en brazos de María
es nuestra redención;
cielos y tierra con su brazo unía
de paz y de perdón.

Tú eres el Rey de paz, de ti recibe
su luz el porvenir;
Ángel del gran Consejo, por ti vive
cuanto llega a existir.

A ti, Señor, y al Padre la alabanza,
y de ambos el Amor.
Contigo al mundo llega la esperanza;
a ti gloria y honor. Amén.

SALMO 112

Ant. ¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad.

SALMO 147

Ant. Cuando naciste inefablemente de la Virgen, se cumplieron las Escrituras: descendiste como el rocío sobre el vellón para salvar a los hombres. Te alabamos, Dios nuestro.

Glorifica al Señor, Jerusalén:
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando naciste inefablemente de la Virgen, se cumplieron las Escrituras: descendiste como el rocío sobre el vellón para salvar a los hombres. Te alabamos, Dios nuestro.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse, reconocemos tu virginidad admirablemente conservada. Madre de Dios, intercede por nosotros.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse, reconocemos tu virginidad admirablemente conservada. Madre de Dios, intercede por nosotros.

LECTURA: Ga 4, 4-5

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

RESPONSORIO BREVE

R/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

R/ Y acampó entre nosotros.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya.

PRECES

Bendito sea el Señor Jesús, nuestra paz, que ha venido para hacer de dos pueblos uno solo. Supliquémosle, diciendo:

Concede, Señor, tu paz a todos los hombres.

Tú que al nacer has revelado la bondad de Dios y su amor al hombre,
— ayúdanos a vivir siempre en acción de gracias por todos tus beneficios.

Tú que hiciste a María, tu madre, llena de gracia,
— concede también la abundancia de tu gracia a todos los hombres.

Tú que viniste a anunciar la Buena Noticia de Dios al mundo,
— multiplica los ministros y los oyentes de tu mensaje.

Tú que has querido nacer de la Virgen María para ser nuestro hermano,
— haz que todos los hombres sepamos amarnos como hermanos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que apareciste en el mundo como el sol que nace de lo alto,
— revela la claridad de tu presencia a los difuntos y haz que puedan contemplarte cara a cara.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Día VII de la Octava de Navidad

1.-Oración introductoria.

Gracias, Señor, por la Navidad. Creo que te hiciste niño para redimirnos y mostrarnos el amor de Dios Padre. Hoy, como lo hiciste un día a los pastores de Belén, nos anuncias la gran noticia: «Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor». Haz que ni la rutina, ni la indiferencia, ni el paso del tiempo, logren desdibujar este maravilloso misterio de amor. Haz que tu Palabra siga viva y eficaz entre nosotros.

2.- Lectura reposada del Evangelio. Juan 1, 1-18

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

“En el principio existía la Palabra”. Y esa Palabra era Dios. Un Dios que se comunicaba internamente a través de tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se trata de un diálogo eterno, inefable y maravilloso. Un “éxtasis de amor”. Para explicar esta realidad los griegos acuden a una palabra muy sugestiva. “perijoresis”, que significa “danza”. Hay un libro que yo me lo compré sin ojearlo, sólo por el título: “DIOS ES MUSICA” En definitiva, quiere decir lo mismo: Dios es música, danza, gozo, fiesta. Y este Dios tan bueno y tan alegre quiso un día compartir esta fiesta con nosotros, pobres hombres perdidos en un pequeño e insignificante planeta. Y esto lo realizó a través de su Palabra. Y desde entonces este mundo se convirtió en un Paraíso.

Después vino la insensatez humana al decir NO a este Proyecto maravilloso. Pero Dios, terco en su comunicación de amor, llevó adelante su plan de salvación. Y reanudó su diálogo roto por el pecado, a través de su Palabra. Esta maravilla de amor lo expresó bellísimamente el Concilio Vaticano II. “En los libros sagrados, el Padre que está en los cielos, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (D.V. 21). “Esa misma Palabra que existía desde el principio, se hace presente hoy en nuestras vidas para entablar con nosotros un “diálogo de amor”.

Palabra autorizada por el Papa

“La Palabra de Dios, precede y excede a la Biblia. Es por ello que nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y sobre todo a una Per­sona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza y se extiende más allá de la Escri­tura, para comprenderla adecuadamente es necesaria la constante presencia del Espíritu Santo que nos «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). (Pontificia Comisión Bíblica. 12-4-13).

4.- Qué me dice a mí este texto ya meditado.  (Guardo silencio)

5.- Propósito: En un momento del día o de la noche, tomo este texto del prólogo de Juan y, en silencio, me dejo desbordar por el Misterio de la Encarnación.

5.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Jesús, contemplando el misterio de la Navidad caigo en la cuenta del gran amor que nos tienes a cada uno de nosotros. Has dejado el trono del cielo y has puesto en nuestro mundo “tu tienda de campaña”. Estás a nuestro lado, tan cerca de nosotros que hasta te oímos respirar. Si te pregunto por qué has hecho esto, me respondes: El amor hace verdaderas locuras. Ama y haz tú lo mismo.  

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

La primera puerta, María

1.- Comenzamos este año 2006 y, en su antesala, nos espera María. Parece como si, después del gran acontecimiento de la Navidad que hemos vivido, María, se convirtiese en la mejor puerta para entrar en los aledaños de este Año Nuevo y conocer más y mejor a Jesús.

Hoy parece que un aire nuevo recorre el mundo dándole frescura y felicidad. El Nuevo Año provoca diversas manifestaciones espontáneas que, desgraciadamente, pueden quedar en simples deseos si no se vive esta jornada con intensidad y con profundidad.

¡Quién sino María para indicarnos ese camino!

¡Quién sino María para descubrirnos esos aires que nos oxigenan y alientan!

¡Quién sino María, en Año Nuevo, para procurar de verdad hacerlo en nuestra vida todo nuevo!

¿No lo es para los que hemos vivido con emoción estas jornadas de la Navidad, contemplar a María como Madre de Dios? Y, precisamente por ello, en el inicio de este Nuevo Año, ponemos ante ella los más vivos deseos de la paz.

2.- La paz, además de ser un clamor mundial, debe nacer desde dos claves: perdón y justicia. No podemos llenarnos la boca de simples palabras y, dejar, que las cosas continúen igual. La paz es posible cuando la mentalidad del hombre se abre a otras coordenadas que no sean las del egoísmo personal o el materialismo que todo lo invade y todo lo somete.

La paz, por ser fruto del perdón y de la justicia, nos exige mirar a los demás con temple misericordioso y con afán de trabajar en pro de un mundo donde sea posible el vivir, o por lo menos estar, como hermanos.

3.- La primera puerta que podemos coger para alcanzar esa paz firme y duradera es María. Ella, desde esa experiencia profunda de Dios, hizo de sí misma y de los lugares por donde pasaba. Un remanso de fraternidad, de dulzura, de amor y de comprensión.

Celebrar la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, es pedirle a María:

-Que se cierren tantas heridas por las que el mundo se desangra

-Que cicatricen aquellas otras que, el pasado o el presente, las mantienen sensibles

-Que la paz sea, además de una palabra desgastada, una pronta realidad por la forma de regir y de servir los gobernantes

-Que la justicia sea garantía de una sociedad sana y no enferma

-Que Jesús, además de ser de Nazaret, se convierta en el motor y en el modo de vivir de los cristianos

-Que los nubarrones que asolan a la familia y a la convivencia mundial se disipen con la sensatez y el gobierno equitativo y recto

-Que los pobres, especialmente los países subdesarrollados, encuentren en sí mismos y con la ayuda de los demás motivos suficientes para superarse

Ojala, Ella, en este primer día del Año Nuevo, nos ayude para lograr ese nuevo orden internacional al que el Papa Benedicto nos alentaba en su mensaje de Navidad.

Javier Leoz

Comentario – Día VII de la Octava de Navidad

(Jn 1, 1-18)

Este sublime himno a la Palabra hecha carne nos introduce en lo más profundo del misterio de la Navidad, para que podamos mirar más allá de la sencillez del pesebre, y es una solemne introducción a todo el cuarto evangelio.

Si el Génesis decía que “al principio creó Dios el cielo y la tierra”, este himno sostiene que la Palabra, el Hijo de Dios, existía antes de ese principio (v. 1); y sin embargo nosotros hemos podido contemplar su gloria porque se hizo carne como nosotros y quiso vivir en medio de nosotros ( v. 14). Ese es Jesús, el que caminó por nuestra tierra y fue presentado por Juan el Bautista (v. 15).

El nombre de “Palabra” indica que Jesús es el reflejo del Padre Dios, el que ha venido a manifestarlo, mostrarlo tal cual es, el que vino a decirle al mundo la inmensidad de su amor (v. 18). Gracias a él podemos llegar a conocer los íntimos y preciosos secretos que hay en la intimidad de Dios, cosas que nuestra pequeña mente humana jamás podría alcanzar con sus propias luces, si Jesús, la Palabra, no se las dijera.

Jesús nos hace descubrir a un Dios que “nadie ha visto jamás” (v. 18). Mirando a Jesús, escuchándolo, se nos manifiesta cómo es realmente el Dios en quien creemos: un Padre que ama y lo da todo, un Padre que busca, que dialoga con sus criaturas, que quiere decirles lo que más necesitan escuchar.

Si él es la Palabra, afinemos el oído interior para escuchar lo que tiene para decirnos, quizás sin palabras; hagamos silencio interior y liberémonos de las palabras inútiles que distraen nuestro corazón para que él reine con toda su potencia.

Oración:

“Jesús, te pido que me concedas admirarme y alabarte por el misterio de tu Persona, remontarme más allá del tiempo para reconocerte como Hijo eterno del Padre, pero adorarte al mismo tiempo en tu verdadera humanidad, que fue frágil como la mía, pero que reflejó en su pequeñez el amor y la gloria del Padre”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Sacrosanctum Concilium – Documentos Vaticano II

CAPÍTULO III 

LOS DEMÁS SACRAMENTOS
Y LOS SACRAMENTALES 

Sacramentos

59. Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la «fe». Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a dios y practicar la caridad.

Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana.

Sabiduría es más que ciencia

1.- Muchas veces empleamos estas dos palabras indistintamente, pero no significan lo mismo. La ciencia es el conjunto de conocimientos adquiridos mediante la observación y el estudio, en cambio la palabra “sabiduría” hace referencia a un conocimiento más profundo de la realidad, tiene más que ver con la conducta y el comportamiento, con una sabia manera de relacionarnos con Dios y con el prójimo. Una persona puede ser sabia, aunque sea inculta. Todos hemos conocido a personas con poca cultura, pero con una gran capacidad de discernimiento y de consejo, personas a las que no hemos tenido inconveniente en llamar sabias. La ciencia la podemos adquirir con esfuerzo y constancia, la sabiduría es un don de Dios. Debemos pedirle todos los días al Señor que nos conceda el don de la sabiduría, para saber comportarnos como auténticas criaturas e hijos de Dios y como auténticos hermanos de todas las personas.

2.- En la primera lectura, del libro del Eclesiástico, la sabiduría está personificada en una criatura a la que Dios creó antes de todos los siglos. Es una criatura que abre su boca en la mismísima asamblea del Altísimo, a la que el Creador del Universo ordenó que habitara en el pueblo de su heredad, en Israel. Los cristianos siempre hemos identificado la Sabiduría con Cristo, al que el Padre envió a nuestro mundo para que residiera en su Iglesia y en el corazón de cada uno de los creyentes. Y ese es ahora el privilegio y la responsabilidad de la Iglesia de Cristo y de cada uno de nosotros, los cristianos. Si Cristo no es el alma de nuestra Iglesia, si no nos dejamos dirigir y gobernar por el Espíritu de Cristo, no somos Iglesia de Cristo, aunque seamos personas muy cultas y sabihondas. La Iglesia es sabia cuando habla por boca de la Sabiduría, por boca de Cristo. En estos días de adviento, debemos a pedir al Señor que la Sabiduría viva y eche raíces en cada uno de nosotros, para que podamos comprender y hacer realidad el mensaje de conversión y esperanza, propio de este tiempo litúrgico. Tenemos que saber comprender y discernir en cada momento cuál debe ser nuestro comportamiento cristiano en cada una de las circunstancias y momentos de nuestra vida. Sólo así podremos ser, en verdad, porción y heredad del Señor.

3.- Esta segunda lectura, de la carta a los Efesios, ya la hemos comentado en otras ocasiones. Leámosla hoy, una vez más, con humildad y sabiduría. Debemos creer, y actuar en consecuencia, que Dios nos llama a la santidad y que a la santidad sólo llegaremos a través del amor. De un amor echo de humildad, de fortaleza, de generosidad, de conversión, como predicaba a las gentes Juan el Bautista. De un amor, en definitiva, que quiere ser una copia lo más exacta posible del amor de Cristo.

4.- También hemos comentado ya, en el día de Navidad, este texto del prólogo del evangelio de San Juan. Aunque lo leamos y lo meditemos mil veces no vamos a agotar la verdad y la profundidad teológica que este texto encierra. Cristo es la Palabra encarnada de Dios, es vida, es luz. Nosotros somos la casa a la que Cristo quiere entrar y en la que Cristo quiere quedarse a vivir. Cristo quiere ser la Vida de nuestra vida, quiere ser la Luz que guíe nuestro caminar, quiere acampar entre nosotros, los cristianos, en su Iglesia. ¿Estamos dispuestos nosotros a recibirle de verdad, con todas las consecuencias?

Gabriel González del Estal

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él y sin él nada se hizo. Cuanto ha sido hecho en él es vida, y la vida es la luz de los hombres; la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron. Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz. Existía la luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre.

Estaba en el mundo; el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. A todos los que lo reciben, a los que creen en su nombre, les da el ser hijos de Dios; él, que no nació ni de sangre ni de carne, ni por deseo de hombre sino de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan daba testimonio de él y proclamaba: «Éste es del que yo dije: El que viene detrás de mí ha sido antepuesto a mí, porque era antes que yo». De su plenitud, en efecto, todos nosotros hemos recibido, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la fidelidad vinieron por Cristo Jesús. A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer.

Juan 1, 1-18

Comentario del Evangelio

Acampó entre nosotros”, dice el Evangelio. Jesús, siendo Dios, se hace hombre y vive como uno más. Vive con su familia en Nazaret, aprende a amar y a rezar, comparte el trabajo con María y José… y hay muchos que le conocen como el “hijo del carpintero”.

¿Quién no ha ido alguna vez a un campamento? Cuando llega el momento de repartirse en las tiendas de campaña… nos ponemos con nuestros mejores amigos. Dormimos juntos, hablamos de nuestras cosas, algunas veces nos enfadamos, pasamos el rato en la tienda…

Jesús, también ha acampado entre nosotros. Y quiere que le hagas un hueco en tu tienda de campaña… y que le abras tu corazón. Quiere ser tu mejor amigo y ayudarte en tu vida diaria… en casa, en el colegio, en la parroquia…

Y además… aunque algunas veces no le hagas mucho caso, Jesús promete no abandonarte. Él no va a dejar de ser tu amigo.

 

Para hacer vida el Evangelio

• Jesús también fue pequeño ¿Cómo te imaginas que fue su vida? ¿Cómo sería la relación con sus padres?

• ¿Qué es lo que más te gusta de tus amigos? ¿Por qué son importantes para ti? ¿Qué haces para cuidar la relación con tus amigos?

• ¿Jesús es tu amigo? ¿Qué podrías hacer para ser más amigo de Jesús?

Oración

Tú estas con nosotros, Jesús.
Te encontramos en el amigo y el hermano,
en la gente que nos quiere y que nos cuida.
En nuestros padres, en los maestros,
en todos los que hacen el bien, en los pobres…
Te encontramos todos los días cuando vemos el amanecer,
y cuando cerramos los ojos al dormir.
Tú estás con nosotros, porque estás presente
en el mundo, ayudando para que cada
día haya más alegría, más justicia
y más esperanza.
Ayúdanos a descubrir tu presencia,
Señor, y que colaboremos para
que muchos más puedan descubrirte,
conocerte y ser felices.
¡Que así sea, Señor!

Dios nos ha tomado la delantera

Hay que tener confianza en Dios, hermano,
pues Él ha confiado en nosotros.
Hay que tener fe en Dios,
pues Él ha creído en nosotras.
Hay que dar crédito a Dios,
que nos ha dado crédito a nosotros.
¡Y qué crédito! ¡Todo el crédito!
Hay que poner nuestra esperanza en Dios
puesto que Él la ha puesto en nosotras.

Singular misterio, el más misterioso:
¡Dios nos ha cogido la delantera!

Así es Él, hermana, así es Él.
Se le desborda la ternura por los poros,
nos alza hasta sus ojos, nos besa,
nos hace mimos, cosquillas y guiños,
y sueña utopías para nosotros
más que las madres más buenas y apasionadas.

Dios ha puesto su esperanza en nosotras.
Él comenzó, ya en los orígenes, y no se cansa.
Él espera que el más pecador de nosotros trabaje,
al menos un poco, por sus hermanas.
Él espera en nosotros más que nosotros mismos,
¿y nosotras no vamos a esperar en Él?

Dios nos dio su Palabra,
nos confió a su Hijo amado
que vino a nuestro mundo y casa;
nos confió su hacienda,
su Buena Noticia,
y aún su esperanza misma,
¿y no vamos a poner nosotros
nuestra esperanza en Él?

Hay que tener confianza en la vida
a pesar de lo mal que dicen que está todo.
Hay que tener esperanza en las personas,
¡en todas!
Sólo en algunas hasta los fariseos y necios la tienen…
Hay que confiar más en Dios
y echarnos en sus brazos
y descansar en su regazo.

Hay que esperar en Dios.
Mejor: hay que esperar a Dios.
Y si todo esto ya lo hacemos,
una cosa nos falta todavía:
¡Hay que esperar con Dios
a que su Palabra se haga Buena Nueva
en nuestras entrañas,
en su casa, que es nuestra casa.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el evangelio

• San Juan parece que quiera empezar la Biblia: Al principio creó Dos el cielo y la tierra (Gn 1,1).

• Al final del prólogo se dice que la Palabra es Jesucristo (17-18). Y a lo largo de todo el Evangelio de Juan (3,13; 6,62; 8,58; 17,5.24) se irá repitiendo que ya «al principio», «estaba junto a Dios» y «era Dios».

• La «Palabra» tiene que ver con la realidad creada. Lo cantaba el libro de la Sabiduría: Dios de mis padres, Señor de misericordia, que todo lo creaste con tu palabra (Sa 9,1); y lo proclaman los Apóstoles: No hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo (1Co 8,6) (Col 1,16- 17; Heb 1,2-3; Ap 3,14). De manera que podemos hablar, con san Pablo, de una «creatura nueva» en aquellos que se dejan tocar por Jesucristo: el que vive con Cristo es una creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha lle- gado lo nuevo (2Co 5,17).

• Por otro lado, hablar de Jesucristo como «Palabra» y de que Dios nos ha creado «con su palabra» nos hace caer en la cuenta de que Dios se comunica y de que estamos hechos para la comunicación: comunicación / diálogo / apertura de corazón / decir bien y comunicación de bienes.

• A Jesucristo, a quien Juan ha definido como «Palabra» y «Palabra creadora», también lo define como «luz» (4.5.9). Más adelante abunda en el tema (Jn 8,12; todo el capítulo 9; 11,9; 12,46). Es «la luz» que viene al mundo y alumbra a todo hombre (9) que se le acerca.

• La palabra «mundo» (10), sobre todo en los capítulos 13-17 del Evangelio según Juan, representa una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27; 15,18.19; 16,8.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni Jesús es del mundo (Jn 8,23) ni los discípulos lo son (Jn 17,14.16). Pero Dios ama mucho al mundo y le envía a su Hijo (Jn 3,16). También los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17,18).

• Jesucristo «vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (11); según algunos se trata de una referencia a Israel, el pueblo que rechazó a su Mesías; pero otros dicen que es una referencia al conjunto de la humanidad que, como tal, no ha aceptado la Palabra hecha carne, persona humana (14). En cualquier caso, nos cuestiona a todos. Y nos anuncia la Buena Noticia: Él nos hace «hijos de Dios» (12). Sólo hay que acogerlo, dejar que nos re-cree, que haga de nosotros una «creatura nueva» (2Co 5,17).

• Esta cuestión de acoger o no acoger a Jesucristo nos da la pista sobre qué es, en el Evangelio, creer y no creer en Él. Ciertamente no vale un criterio grupal, étnico, familiar…: precisamente «los suyos no lo recibieron» (11).

• La palabra «carne» (14) traduce el vocablo griego «sarx», que aquí significa la condición humana en su vertiente de debilidad y de limitación. Éste es un tema central de los escritos de san Juan (Jn 6,53-55; 1Jn 4,2; 2Jn 7).

• Decir que «acampó entre nosotros» (14), o sea, que «plantó la tienda», es una alusión al templo o tabernáculo donde Dios se manifestaba en el Antiguo Testamento (Ex 40,34-35; 1Re 8,10-13). Ahora Dios se manifiesta en la «carne» de este hombre, Jesús de Nazaret, el nuevo templo (2,21).

• La palabra «gloria» (14) acentúa el tema de la presencia de Dios (Ex 34,29- 35; Is 60,1-2). Por otro lado, este texto es un reflejo de la fe que profesa la comunidad de creyentes («hemos contemplado»). La gloria de Dios la contemplamos en la vida de las personas.

• En Jesucristo, que se ha hecho como nosotros, podemos conocer a Dios (18). Y dejándonos tocar -re-crear- por Él, volveremos a ser «imagen y semejanza de Di- os» (Gn 1,26), tal como nos creó al principio de la arcilla de esta tierra creada por Él (Gn 2,7).

Comentario al evangelio – Día VII de la Octava de Navidad

En el último día del año, terminando la octava de Navidad, se nos recuerda el prólogo de Juan, que condensa esa historia del Dios-con-nosotros que recordamos y actualizamos en estos días.

Terminar un año es tiempo de balances y de esperanzas.

Miramos atrás para ver lo que fue, desde la distancia que dan los días, en perspectiva. Y en esa mirada, podemos distinguir lo que fue realmente importante de lo que no dejó de ser intranscendente, por mucho que pareciera otra cosa. Y se puede abrir el corazón para dar gracias, profundamente, por todo lo recibido en esos días vividos. Quizá primero por conservar la vida, que no conviene dar por supuesta, y que este tiempo de pandemia nos está ayudando a recordar. Y por la fe. Y por las personas queridas. Y por las dificultades que nos pueden ayudar a crecer…

Miramos adelante para esperar lo que está por venir. Con una espera activa, que se predispone a hacer algo bueno con lo que se nos regale de ahora en adelante. ¿Qué será? ¿Cómo vendrá? ¿Qué podré hacer con esto… o con aquello…? Quizá hoy es un buen día para pedir, y para confiar.

Junto con la plegaria que viene a continuación, te invito a preguntarte: ¿qué agradezco y qué pido hoy?

Gracias, Señor, por este año que termina.
Gracias porque, en medio de la vida de cada día,
Tú te has hecho presente… También en la dificultad.
Dame tu mirada para agradecer todo lo recibido…
Y sobre todo, gracias por ser Dios-con-nosotros,
de quien recibimos “gracia tras gracia”.

Luis Manuel Suárez CMF