Amar apasionadamente la verdad

En su evangelio, Marcos recurre a la figura de los “demonios”, haciéndoles ocupar un lugar destacado, con dos objetivos: por un lado, para proclamar la identidad de Jesús, que ellos conocen, a diferencia de los humanos que la ignoran; por otro, para mostrar el poder de Jesús sobre ellos.

Más allá de esa figura mítica –en la que algunas culturas personificaron la fuerza del mal–, al evangelista le interesa subrayar la “autoridad” –la fuerza de verdad– que posee la palabra del Maestro de Nazaret.

Los letrados (o doctores) eran personas expertas en el estudio y la explicación de la Torá (la Ley de Moisés). Dedicaban a ello toda su vida y eran famosos por su erudición y sus disputas interpretativas. Pero –dice Marcos– la gente se da cuenta de que Jesús no habla como ellos, sino “con autoridad”.

Las personas eruditas suelen hablar tomando como referencia lo que han oído, estudiado o aprendido. Quien las escucha no puede evitar la sensación de que están hablando “de memoria”, perdiéndose en infinidad de construcciones mentales más o menos ingeniosas, carentes de auténtica novedad y de frescor.

Hablar “con autoridad” significa hablar desde la propia experiencia, a partir de lo que se ha “visto” o experimentado en primera persona. Cuando escuchamos a quien habla así, nuestros corazones vibran, produciendo ecos o resonancias: aquello que estamos oyendo conecta y despierta lo que ya estaba en nosotros, aunque todavía dormido o apagado.

Vivimos en una cultura que ha pecado de academicismo y en una época que parece acostumbrarse demasiado dócilmente a la posverdad, en un intento narcisista de “convertir en verdad” aquello que nos interesa: lo ocurrido recientemente en Estados Unidos, con Trump a la cabeza, me parece una muestra palmaria de lo que vengo diciendo.

En medio de toda esa espesa jungla de palabrería (academicismo) y de “fake news”, echamos de menos palabras que nos lleguen al corazón porque transmiten verdad. 

Si las “fake news” constituyen una argucia más del ego para alimentarse y sostener su visión egocentrada y el academicismo refleja el afán de la mente por llevar el control y erigirse en protagonista, la búsqueda honesta se caracteriza por el amor a la verdad.

La persona genuinamente espiritual no busca otra cosa que la verdad. Y no tarda en descubrir que la verdad desnuda absolutamente de todo lo demás: intereses, expectativas, creencias, egocentrismo… Porque la verdad no es un concepto, una creencia, una idea a la que nos hemos acostumbrado. La verdad es lo que queda cuando todo eso cae.

Y es justo en la medida en que permitimos que caiga todo aquello a lo que nos habíamos aferrado, cuando se muestra la verdad desnuda, sin asideros ni refugios. Emerge aquello que queda cuando no ponemos pensamiento, cuando no hay apropiación. Por ese motivo, aquí se impone la pregunta:

Si dejo de lado todo lo que me han enseñado, he leído, he aprendido… sobre la vida y sobre el ser humano, ¿qué puedo decir por mí mismo/a?

Enrique Martínez Lozano

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Un Dios que libera y humaniza

En los evangelios sinópticos el comienzo de la predicación de Jesús coincide con las primeras curaciones. Lo cual parece sugerirnos que es el inicio de un camino o itinerario personal que cada uno/a debe realizar. Se trata de poner en orden nuestro propio mundo interior: las falsas imágenes de Dios que hemos heredado o reforzado en determinados momentos de nuestra vida por simple comodidad, un Dios que nos agobia con leyes, normas y cumplimientos poniéndonos difícil el acceso a la auténtica vivencia humana tejida de dignidad y verdad, un Dios controlador que impone “cosas” a sus súbditos, que no hijos/as y, además, condena a quienes osan desobedecerle. Asimismo, ¿qué visión del ser humano tengo que cambiar o renovar?

Esos son nuestros propios demonios que debemos desenmascarar en nuestro interior para poder abrirnos y descubrir un Dios que es Presencia íntima, Amigo incondicional que nos invita a vivir de forma creativa y libre, amarnos a nosotros mismos/as tal como somos no como nos gustaría ser, amar a los demás y a toda la creación secularmente maltratada por la ambición desmedida del ser humano. Lo estamos viviendo con esta pandemia, el cambio climático, los refugiados, las guerras olvidadas… Una historia de la humanidad beligerante, tremendamente injusta.  

Jesús empieza a curar liberando de un dios opresor y dominador. Sus palabras resuenan radicalmente diferentes a las de los rabinos, y la gente, reunida en la sinagoga, queda sorprendida al escucharle. Habla con autoridad, desde su experiencia interior, no de oídas; despierta la confianza no el miedo, el amor a Dios-Abbá no el sometimiento a la ley que ignora al ser humano; su venida acrecienta la libertad no la servidumbre y, sobre todo, suscita el perdón no el rencor o el resentimiento siempre presente. Anuncia con libertad y valentía un Dios Bueno, Abbá, que reconstruye a la persona con compasión y misericordia una y otra vez.

Dicho de otro modo, tendremos que soltar “lastre”, incluso de las tradiciones religiosas, de las falsas interpretaciones de las Escrituras, de las consignas de los letrados de todos los tiempos, si queremos acceder a un nivel más hondo y gozoso de nuestra propia existencia. Ese es el primer paso o marco imprescindible para superar nuestra propia división interna, aquejada, las más de las veces, de “yoes” que nos impiden el acceso a la Verdad hasta encontrar esa revelación o manifestación íntima que será la guía del proceso personal que cada uno/a debe realizar con decisión y confianza.

¿Cuántas creencias, conceptos, imágenes, normas, culpabilidades… a lo largo de los siglos, han ido cargando las religiones, los poderosos y nosotros mismos sobre las personas como una losa asfixiante e inamovible (Mt 11,28-30), sin buscar por encima de todo el bien de éstas? Esos “yoes” son los demonios que nos impiden darnos cuenta de la Luz y la Vida escondida que habita en cada ser humano.

Llama la atención que Jesús, cuando se acerca a los endemoniados, no los toca como luego hará con otro tipo de enfermos: leprosos, ciegos, paralíticos. Se mantiene a distancia y ordena con su voz que abandonen a la persona poseída, esclavizada. Con un tajante, “cállate y sal de él” Jesús provoca la reacción personal para liberarnos de nuestros “egos”, algo que nadie puede hacer por nosotros/as. Sólo dos cosas son necesarias para cumplir la voluntad de su Abba-Dios: “que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la Verdad y amaos los unos a los otros como yo os he amado”. (1 Tim 2,4; Jn 13,34-35). Una ardua tarea que nos ocupará toda la vida.

Desplazar y alejar a ese yo/ego y acoger con firmeza y comprensión el Yo profundo, hará desvanecer cualquier demonio que pretenda entrometerse o manipular nuestra existencia. Lo mismo haremos si los percibimos en otras personas; esto es, “aléjate de quien pretende des-humanizarte o separarte de Dios”. No caer en la ingenuidad de nuestro poder de convicción o entablar un diálogo estéril respecto a ellas. Se trata de despertar en nosotros un “yo” fiel, que sea capaz de expulsar las trampas de esos egos que pululan en nuestra mente. Un “yo” que recibe la Luz y la fuerza del Cristo interno oculto en el Fondo de todo ser humano.

También la Iglesia debe cuestionarse si ha contribuido a lo largo de su historia o sigue manteniendo cualquier tipo de servidumbre u opresión que impide a la persona ser ella misma, alcanzar la plena humanidad. De hecho, el rechazo que tuvo Jesús con las autoridades religiosas de su tiempo, los problemas que tienen los/as místicos/as y los/as profetas de cualquier época con los dirigentes revelan el mismo planteamiento.

Asimismo, nosotros como personas, como comunidad, como Iglesia podemos hacer mal uso de la autoridad, creernos superiores a los demás, someterlos a nuestros intereses, incluso bajo el pretexto de hacer la voluntad de Dios o buscar el bien de los demás.

Podríamos preguntarnos, como la gente que escuchaba a Jesús, “¿qué es esto?”. ¿No va siendo hora de dejar los “yoes” que arrastramos desde hace siglos y empezar a poner orden en el interior de las instituciones, abandonar el clericalismo y el patriarcado en las antípodas del evangelio como denuncia Francisco insistentemente, y desplegar la autoridad verdadera que Dios nos concede, de la que nos habla hoy el evangelio, la única que viene de Dios?

Tenemos la capacidad de acceder a la Verdad, conocerle, amar como Él ama y liberar como Él libera. También hoy pedimos a Jesús que nos libere: ¡Líbranos, Abbá, de los espíritus que nos deshumanizan!

Buen comienzo. ¡Shalom!

Mª Luisa Paret García

II Vísperas – Domingo IV de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO IV de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como una luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo,
cuando, al mirar lo que quisimos,
lo vamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos,
cuando el Rey nos ame y nos mire,
para que nosotros le amemos,
y podamos hablar con él
sin palabras, cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando un suspiro de alegría
nos llene, sin cesar, el pecho,
entonces —siempre, siempre—, entonces
seremos bien lo que seremos.

Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria al Espíritu divino,
gloria en la tierra y en el cielo. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. La fama de Jesús se extendió por toda Galilea, y todos glorificaban a Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La fama de Jesús se extendió por toda Galilea, y todos glorificaban a Dios.

PRECES

Alegrándonos en el Señor, de quien viene todo don, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado, desde donde sale el sol hasta el ocaso,
— fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haznos dóciles a la predicación de los apóstoles,
— y sumisos a la verdad de nuestra fe.

Tú que amas a los justos,
— haz justicia a los oprimidos.

Liberta a los cautivos, abre los ojos a los ciegos,
— endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los que duermen ya el sueño de la paz
— lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Las enseñanzas de Jesús liberado nos marcan el camino de la liberación

Marcos nos narra el primer día de actividad de Jesús. Como veremos entre este domingo y el siguiente, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, emplazamiento donde se desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. Tanto la relación con Dios como la relación con las autoridades religiosas no liberaban, sino que esclavizaban.

Por dos veces en el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que enseñaba la buena noticia de parte de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda opresión por medio de su enseñanza. La institución no da la libertad, sino que somete a la gente por una interpretación de la Ley literal. Se habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor. Jesús libera cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza opresora de la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo del evangelio será la respuesta.

Enseñaba como quien tiene autoridad. La palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Debemos distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en un ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. Otra característica de la “exousía” es que la persona la puede tener por sí misma o recibirla de otro que se la otorga.

¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios “Todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.

Jesús no va a potenciar la autoridad de la Ley sino a enseñar con su propia autoridad. No se limita a interpretar lo dicho por otros sino a decir algo nuevo. Jesús enseñaba con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús, (y los de todo tiempo) enseñaban lo que habían aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto, y tenían explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los preceptos era que le dieran gloria a Él, no al hombre. 

Les llamó la atención ver que Jesús hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios, tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica responden al mismo planteamiento.

Cállate y sal de él. Jesús despierta la voz de los sometidos que antes estaban en silencio. La expulsión del “espíritu inmundo” refleja el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal. “Mal” es toda clase de esclavitud que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación. Lo que acaban de ver les suscita la pregunta: ¿Qué es esto?

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no puede funcionar. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se transmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es la razón también de que los jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les hablamos de Dios.

Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Para los rabinos, impuro es el que no cumple la Ley, para Jesús impuro es el que está oprimido. Fijaos hasta qué punto estamos todos poseídos por un espíritu inhumano. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. Una de las tareas más acuciantes del ser humano es descubrir sus propios demonios; porque solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de vencerla. Muchas de las fuerzas que actúan en nombre de Dios también oprimen, reprimen, comprimen y deprimen al ser humano.

Una importante tarea en el culto sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que debiéramos ser. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que tratan por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le permitiría lograr su plena humanidad. En el lugar más sagrado para los judíos, Jesús descubre la impureza. No en el mercado, no en las plazas púbicas. Es muy clara la intención del evangelista al poner de manifiesto la realidad de la religión.

Nuestra vida debía ser no un acopio de poder sino de autoridad para ayudar al hombre al liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó Jesús sino la que nos permite creernos superiores a los demás. Si utilizamos esa autoridad para someterlos a nuestro capricho, aunque sea bajo pretexto de hacer la voluntad de Dios o de buscar el bien de los demás, estamos en la antípoda del evangelio.

Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestros demonios, y todos podemos ayudar a los demás a superarlos. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero debíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Soportar el dolor antes de que alcance la categoría de sufrimiento sería la tarea decisiva de cada ser humano. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de ayuda a los demás. Estoy seguro de que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

Meditación

Toda autoridad que se ejerce desde el poder viene del diablo.
Solo la autoridad que da el servicio viene de Dios.
Tu tarea primera como ser humano
es liberarte de todo lo que te impide ser tú.
La segunda, es ayudar a los demás a liberarse.

La liberación nunca está realizada del todo. Si crees que eres libre y no buscas la libertad es que no tienes conciencia de tus ataduras y vives engañado. Dar por supuesto que Jesús nos salvó por su muerte en la cruz es engañarnos.

El hombre siempre será limitación, finitud y carencia. Es en esa perspectiva donde tiene que desarrollar su existencia. Ni Jesús ni Dios pueden curarnos de nuestra finitud. Es en ella y a pesar de ella donde tenemos de desplegar nuestra libertad.

La salvación que Jesús nos ofrece no es una receta mágica que nos cura de todo mal, sino una energía que nos ayuda a afrontar la vida desde una perspectiva realista.

Jesús nos libra de Dios, de la religión de toda idolatría que nos lleve a esperar una liberación material y exterior de nuestras limitaciones.

Jesús nos libera de todo mesianismo materialista que pueda saciar nuestra necesidad de seguridades. Jesús no nos libra de nada, sino que nos invita a liberarnos, no a ser objetos pasivos de una liberación.

Antes que Marx, Jesús advirtió que una religión mal entendida era el opio del pueblo.

Fray Marcos

La anticipación del Reino en la victoria sobre los espíritus inmundos

Marcos ha presentado a Jesús recorriendo Galilea para anunciar la buena noticia del reinado de Dios. Pero no ha dicho nada de cómo reaccionaba la gente. Sabemos que cuatro muchachos, atraídos por su persona, lo dejan todo para seguirlo. ¿Y el resto? El evangelio de hoy constata dos reacciones opuestas: la mayoría de la gente se asombra de la autoridad de Jesús y de su poder sobre los espíritus inmundos; pero estos se rebelan inútilmente contra él.

El asombro de la gente

Marcos nos sitúa en uno de los pueblos más importantes de Galilea, Cafarnaúm, nudo de comunicaciones con Damasco. Un sábado, Jesús entra en la sinagoga y enseña. Marcos no se detiene a concretar su enseñanza. Lo que le interesa es la reacción del auditorio.

La gente se admira de que habla «con autoridad, no como los escribas». La idea es curiosa, porque los escribas no eran gente impreparada e ignorante, que decían cualquier tontería para salir del paso. Tenían una larga y profunda formación. Pero, en opinión de la gente, enseñaban sin autoridad, incapaces de tener una idea propia, de aportar algo nuevo. Jesús, en cambio, los asombra por esa autoridad. ¿Qué dijo para suscitar esa impresión? Marcos no lo concreta, porque su táctica consiste en despertar la curiosidad del lector y animarlo a seguir leyendo.

El rechazo de un pobre diablo

No todos están de acuerdo con lo escuchado. Hay uno que reacciona en contra: un endemoniado. En realidad, se trata de un pobre diablo. No opone resistencia. Sólo puede protestar, reconocer que los suyos están derrotados y abandonar, retorciéndose y huyendo, el campo de batalla.

Espíritus inmundos y demonios forman, en la concepción dramática de Mc, el ejército de Satanás. ¿Existe diferencia entre ellos? En el conjunto del evangelio, tenemos la impresión de que los demonios tienen menos categoría que los espíritus inmundos. Los demonios esclavizan al hombre con todo tipo de enfermedades y desgracias. Los espíritus inmundos resultan más peligrosos, en la línea de lo que llamaríamos «endemoniados»; hacen sufrir más al poseído, y se atreven a enfrentarse a Jesús, aunque siempre terminan perdiendo la batalla. En este caso, no dice Mc qué tipo de enfermo era. Parece un lunático o un poseso.

Las palabras que pronuncia condensan el misterio de Jesús y de su actividad. El que aparentemente es solo un hombre natural de Nazaret llamado Jesús, es en realidad «el Santo de Dios». Este título es muy raro. Solo se encuentra aquí, en el texto paralelo de Lucas, y en el evangelio de Juan, cuando Pedro, después de que muchos abandonen a Jesús, afirma: «Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,69). Lo que Pedro y los demás discípulos han terminado creyendo, superando una gran prueba de fe, el endemoniado lo sabe de entrada. Descubrir el misterio de Jesús será una de las misiones del lector del evangelio.

En cuanto a su actividad, la pregunta del endemoniado la deja claro: ha venido a acabar con los demonios y con el poder de Satanás. Al lector moderno puede resultarle un lenguaje extraño. Prefiere hablar de lucha contra el mal, de victoria del bien sobre las fuerzas del mal. Pero Marcos se mueve en otras coordenadas culturales y religiosas.

Aparece por primera vez, en este contexto, una idea que se repetirá muchos en Mc: Jesús impone silencio al espíritu, prohibiéndole hacer pública su verdadera identidad.       

Admiración final

Tras la huida del demonio, el protagonismo pasa a los presentes en la sinagoga. Antes se admiraron de la autoridad con la que enseña Jesús. Ahora se quedan estupefactos al ver que, además, tiene también poder sobre los espíritus inmundos. Y se preguntan: “¿Qué es esto?” ¿Qué está ocurriendo aquí?

¿Cuál será nuestra reacción?

Marcos ha presentado dos reacciones muy opuestas ante la persona y la actividad de Jesús: admiración y rechazo. Con ello queda claro lo que espera de cada uno de sus lectores. Decía Platón que «el asombro llevó a los hombres a filosofar». Marcos, de forma parecida, sugiere que la admiración es el punto de partida para creer en Jesús. Poco a poco, la pregunta de la gente «¿qué es esto?» se convertirá en «¿quién es éste?»,

¿Un profeta como Moisés? (Deuteronomio 18,15-20)

Jesús, en el evangelio de hoy, no se presenta como profeta, ni su auditorio lo reconoce como tal. Sin embargo, como primera lectura se ha elegido un texto del Deuteronomio en el que Dios promete que, tras la muerte de Moisés, no dejará de comunicarse al pueblo, sino que le suscitará a un profeta como él. Aunque el texto hable de «un profeta», en realidad se refiere a una serie de ellos, a todos los profetas que, a lo largo de la historia de Israel, le transmitirán la palabra de Dios. Sin embargo, la tradición cristiana vio en este profeta a Jesús.

Buscando una relación con el evangelio, podríamos verla especialmente en las palabras «Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre», aplicadas al personaje poseído de un espíritu inmundo que rechaza a Jesús.

«No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 94)

Aunque el salmo ha sido elegido por su relación con la primera lectura, en la que Dios exige escuchar al profeta que hable en su nombre, es fácil relacionarlo también con el evangelio. El poseído por el espíritu inmundo endurece su corazón, rechaza a Jesús. Nosotros debemos aclamar al que nos salva, darle gracias y escuchar su voz.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo IV de Tiempo Ordinario

(Mt 1, 21-28)

Cafarnaúm era el pueblo adoptivo de Jesús. Allí se instaló cuando comenzó a predicar, y desde allí se movía hasta que llegó la hora de morir en Jerusalén.

Según los estudios arqueológicos, Cafarnaúm era un pequeño pueblo de poco más de 300 metros de largo, y por eso todo lo que Jesús hacía o decía inmediatamente era sabido por todos, nada podía quedar en el secreto. A eso se debe que Jesús pagara el impuesto al templo y evitara todo lo que pudiera escandalizar o confundir a la gente de esa población.

Este episodio nos narra la expulsión de un espíritu inmundo que sucedió en una de las visitas de Jesús a la sinagoga de Cafarnaúm. En este hombre poseído, dominado por el mal, se simbolizan todos los males que arruinan y degradan la vida del hombre, y Jesús aparece con poder frente a esos males, liberando y renovando al hombre.

Difícilmente cualquiera de nosotros podrá pensar que sus males son peores que los de este hombre destruido. Por eso cada uno de nosotros puede presentarle a Jesús, con confianza, sus propios males. Pidiéndole a Jesús que nos auxilie y nos restaure con su gracia, podemos hacer un camino que nos permita superarlos.

Dos veces en este texto se dice que Jesús enseñaba con autoridad, porque él no sólo decía las cosas con su Palabra, sino que con sus acciones mostraba que poseía el dominio y la autoridad para expulsar todo lo que pueda poseer al hombre y hacerle daño. Pero eso mismo nos hace ver que su Palabra es viva y eficaz, que si la dejamos actuar tiene el poder para producir frutos de paz y libertad en nuestras vidas.

Oración:

“Señor, ayúdame a descubrir que mi vida sin ti se convierte en miseria, que sin tu presencia se apoderan de mí muchos males que escapan a mi control, pero contigo vuelve la armonía y la calma”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Sacrosanctum Concilium – Documentos Vaticano II

Fuente de piedad

90. El Oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es, además, fuente de piedad y alimento de la oración personal. por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para conseguirlo mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos.

Al realizar la reforma, adáptese el tesoro venerable del Oficio romano de manera que puedan disfrutar de él con mayor amplitud y facilidad todos aquellos a quienes se les confía.

Lectio Divina – Domingo IV de Tiempo Ordinario

INTRODUCCIÓN

No somos «escribas», que explican lo aprendido en los viejos libros de la tradición. sino discípulos de Jesús, que enseñamos lo aprendido estando a solas con Él. Hemos de comunicar su mensaje, no nuestras tradiciones. Hemos de enseñar curando la vida, no adoctrinando las mentes. Hemos de anunciar su Espíritu, no nuestras teologías, ni nuestras ideologías.  Si nuestra predicación no atrae, no seduce, no hace cambiar a las personas, no hemos predicado bien el Evangelio de Jesús.

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Dt. 18,10-20.    2ª lectura: 1Cor. 7,32-35.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea

REFLEXIÓN

1.– LA SINAGOGA. Sinagoga, en hebreo, significa punto de reunión, cita, asamblea.  Allí no se podía celebrar sacrificios. Éstos se conservaban para el templo de Jerusalén. En Cafarnaúm, Jesús se presenta en la casa de oración insertándose así en la vida religiosa del pueblo. La sinagoga era el lugar de culto que, después del exilio, se habían difundido por los centros y aldeas. Eran suficiente 10 miembros para construir legalmente una sinagoga. Lo curioso del caso es que allí en la sinagoga “estaba un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar”.  Sin duda que este hombre se les “coló” a los judíos ya que les distraía en la oración. Al que no molestaba era a Jesús, que no podía ver sufrir a nadie. En este evangelio de Marcos, y puesto en el capítulo uno, este episodio tiene una fuerte carga simbólica. Las instituciones religiosas: Sinagoga, Ley, doctores…no son capaces de liberar al hombre de sus esclavitudes más profundas.  El hecho de que aquel hombre “se retuerce, “grita”, “increpa”, significa el poder terrible del mal. En el hombre, en todo hombre, el poder del mal es tan fuerte que no le deja al hombre ser hombre. Pero Jesús es más fuerte que el fuerte. Por eso, con Jesús las fuerzas del mal tienen que ceder. No olvidemos que estamos en la Sinagoga, lugar de oración. De ahí precisamente nos debe venir la fuerza para erradicar de nosotros nuestras esclavitudes y poder gozar de la libertad de los hijos de Dios. 

2.– SE QUEDARON ASOMBRADOS. Sin capacidad de admiración, de estupor, de asombro, no puede calar en nosotros la “buena noticia de Jesús”. Cada día escuchamos la Palabra del Señor, cada día celebramos la Eucaristía, pero lo hacemos con tanta rutina, con tanta frivolidad, que no sucede nada en nosotros. Y pasan días, meses, años y no notamos ningún avance espiritual. La sorpresa de aquellas gentes sencillas les venía de que Jesús hablaba con “autoridad”. Siempre ponía la vida por delante. Jamás hablaba de lo que antes Él no había experimentado. Primero hacía, practicaba, vivía… y después hablaba. Por eso sus palabras eran, como decía Santa Teresa, “palabras heridoras”. O, como decían los discípulos de Emaús: “llevaban fuego”. Debemos aprender de Jesús a hablar con “autoridad”, con la fuerza del testimonio.

3.- ¿QUÉ ES ESTO? En el evangelio de Marcos, tan pronto como Jesús inicia su ministerio público, la gente se pregunta: ¿Qué es esto? ¿Qué doctrina es ésta? ¿Quién es éste? Jesús es alguien que, por donde pasa, levanta preguntas entre la gente. Unos le odiarán de muerte, pero otros le seguirán entusiasmados.  A nadie dejará indiferente. ¡Qué importante es esto en nuestros días! Para muchos de nuestros contemporáneos no sólo ha muerto Dios para ellos, sino que ha muerto en ellos la pregunta sobre Dios. Y se cumple lo que ya decía A. Machado: “Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber. Lo peor es que no sabemos para qué sirve la sed”. Esa sed de verdad, de amor, de infinito, de trascendencia, que Dios ha puesto en el corazón humano, ya no sirve para despertar en nosotros el deseo de Dios. La Catequesis de hoy tiene que cambiar. Hace falta que los cristianos vivamos de tal manera que levantemos preguntas entre la gente apartada. Y cuando nos pregunten, podremos contestar desde nuestra experiencia. Con humildad, con todo respeto, pero también con toda verdad, podremos decir: «A mí con Dios la vida me parece fantástica. Vivo con ilusión, con alegría, no me hundo ante los problemas, la vida tiene para mí otro color y otro sabor. Es mi experiencia personal. ¿Y tú, por qué no pruebas?  ¿De verdad que así te sientes feliz?

PREGUNTAS

1.- ¿He descubierto la fuerza de la oración para hacer el bien a mis hermanos que lo necesitan?

2.- ¿Es Jesús para mí Alguien que me sorprende, me fascina, me seduce y me ayuda a ser cada día más persona?

3.– Mi vida, mi vida concreta, mi vida tal y como la estoy viviendo, ¿es capaz de levantar preguntas entre la gente?  Y si no, ¿Por qué será?

Este evangelio, en verso, suena así:

Señor, por las sinagogas
paseaban los Letrados,
siempre en plan de prepotentes
y con la Ley en la mano.
En los hombros de la gente
cargaban pesados fardos.
Sin compasión, convertían
a tus hijos en esclavos.
Tú, en cambio, Señor, bebías
tu enseñanza en otro vaso.
Más que tus dichos, tus obras
provocaban entusiasmo.
En los hombros de la gente
cargaban pesados fardos.
Sin compasión, convertían
a tus hijos en esclavos.
Tú, en cambio, Señor, bebías
tu enseñanza en otro vaso.
Más que tus dichos, tus obras
provocaban entusiasmo.
Líbranos de todo mal,
Danos tu Espíritu Santo.
Así podremos, Señor,
Salvar a nuestros hermanos.

(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Sabiondos

1.- Cafarnaún no era una población de rancio abolengo, pero era importante por su posición estratégica. Siria, Alta Galilea, Baja Galilea…las comunicaciones con estas comarcas se entrecruzaban en este lugar. Había una guarnición romana y cobradores de impuestos. Pero los lugareños eran simples pescadores que seguramente venderían lo que no era indispensable para su sustento, a la vecina Mágdala, sitio donde elaboraban pescado salado que exportaban a la mismísima Roma. A este variopinto lugar vino a parar Jesús y lo convirtió en su base de operaciones. Había aprendido el oficio que hoy llamaríamos de “autónomo de la construcción”. Seguramente alternó su trabajo con madera en la población vecina de su Nazaret familiar, la próspera Séforis que estaba por aquel entonces en el apogeo de su ornamentación urbanística. Allí, mientras trabajaba, aprovecharía para aprender a leer, que muy pocos sabían, se adentraría en el estudio de la Sagrada Escritura y hasta empezaría algún conocimiento del griego, lengua que hasta los mismos romanos hablaban. Claro que a estos conocimientos se le añadirían después otros, mientras trabajaba en la nueva población que edificaban y que dedicaban al emperador: Tiberias. Pero esta última población a Jesús no le hacía gracia, era demasiado pagana. En Cafarnaún, con la gente ruda del mar, se encontraba mejor. Es que hasta el mismo jefe de las tropas romanas, el centurión, les era favorable a los judíos y sin abandonar su profesión militar y su religión dirigida a los dioses de su Ciudad, les edificó una sinagoga. Hoy lo que serían cimientos y pavimento yacen ocultos bajo una sinagoga posterior. Cuando nos paseamos por las ruinas de la población, cuando nos acercamos al edificio religioso, los que recordamos lo que explica el evangelio, sonreímos por dentro.

2.- En una sinagoga se predicaba y se rezaba. Como en todos los lugares la gente hablaba como le parecía o como podía o como creía iba a tener más éxito. Ya lo sabéis muchos ahora se aprovechan de su atractivo, van de guaperas, de su gracia, de su juventud, de que son campeones, de que salen en televisión o de que han grabado un CD. Entonces como ahora, muchos querían exhibirse en sus discursos, demostrar que sabían mucho, pero todo eran conocimientos superficiales, adquiridos para satisfacer y satisfacerse a sí mismos.

En el caso de Jesús su proceder sorprendía. Predicaba convencido, expresaba su seguridad interior, más que sus conocimientos. Pocas veces habló de su secreto interior, pocas veces y sólo a sus más íntimos, contó que todo lo que decía provenía del Padre Dios, que con Él era una sola cosa. No lo explicaba a la gente pero la gente se daba cuenta de que hablaba de una manera distinta, con convencimiento, con seguridad, sin pretender tener éxito.

3.- Hoy en día ocurre algo semejante. Muchos se aprovechan de su apariencia. Está de moda ser joven y se aprovechan de ello. Pero a medida que vayáis haciéndoos mayores iréis viendo que mucha gente tiene éxito, que se atreve a decir que hasta que él llegó, todo estaba equivocado, que trae palabras definitivas… ¡tantas cosas dicen para causar sensación y poder presumir! Y muchos se las creen, simplemente porque el que las dice es joven, o porque les gusta oírlo. Pero pasa el tiempo y van pasando los personajes y van desapareciendo tantas cosas que parecían que iban a cambiar el mundo… No os alarméis, las teorías pasan de moda, muchos líderes son totalmente olvidados al poco de hacerse famosos, pero Jesús no engaña, ni defrauda, lo que enseñó entonces, todavía hoy da buenos resultados. Meditáis el evangelio de jóvenes y veréis que os hacéis mayores y todavía lo que aprendisteis tiene valor. Jesucristo siempre es actual, es una manera de decir que predica con autoridad, que no es lo mismo que ser autoritario.

Pedrojosé Ynaraja

La existencia del demonio

1.- El Evangelio y la Epístola –la carta a los Corintios– nos plantean –creo– dos temas difíciles para los no creyentes o, incluso, para los que creen. En la sinagoga de Cafarnaún los demonios reconocen a Jesús y lo interrogan. El los expulsa. Para salir, agitan al poseído prueba palpable que estaban dentro de él. Pablo habla del celibato. Y –parece– sitúa en un segundo plano al matrimonio.

La lectura del Evangelio de San Marcos insiste sobre todo en la autoridad que emana Jesús a la hora de enseñar. Y tal autoridad produce asombro a los oyentes. En el fondo, casi es mas difícil representarse esa emergente autoridad que el hecho «mágico» del dialogo con los demonios. La fuerza de Jesús, su convencimiento pleno en torno a lo que dice y, sobre todo, la representación física de que una fuerza divina acompaña a sus palabras no parece fácil de imaginar. Los casos de autoridad humana casi siempre vienen acompañados de unos ciertos escenarios de poder. Y es esa autoridad, que representa su divinidad, es que la que solivianta a los demonios.

Hay también una tendencia a no aceptar la existencia del Demonio. Asimismo es muy difícil su representación. Pero el comportamiento de algunos hombres -incluso sus gestos más inmediatos en materia de maldad: asesinatos, crueldad, soberbia irredenta, insolidaridad criminal, etc. nos aproximan a la idea de la posesión y de la existencia de un mal sobrehumano. Y es posible que el choque entre esos comportamientos terribles y la conciencia tienda a producir enfermedad. Lo psicosomático es eso. También lo vamos a explicitar un poco más adelante.

Ángeles y demonios aparecen continuamente en la Escritura. En los últimos tiempos hemos asistido a una revalorización de los ángeles, en libros, películas, etc. Aunque fuera del ámbito del cristianismo se ha querido dar los ángeles un contenido esotérico que no es el verdadero. De todas formas –y como ha reflejado Betania muchas veces en su sección de libros— escritores católicos han puntualizado muy bien este asunto. Con el demonio hay otra “marcha” diferente. Por un lado se incrementan los seguidores de este poder. Es decir, hay más sectas satánicas, o, simplemente, hay, cada vez, más adoradores –fuertes o ligeros— de la parafernalia demoníaca. Y a su vez, hay cada día más gente cercana a la religión –y, por supuesto a la católica—que niega la existencia del demonio. Antes de seguir con esto, interesa profundizar en el relato evangélico de la misa de este domingo. Y luego comentaremos la fuerza y la oportunidad de las otras lecturas.

2.- En la sinagoga de Cafarnaún los demonios reconocen a Jesús y lo interrogan. Él los expulsa. Para salir agitan al poseído prueba palpable que estaban dentro de él. La lectura del Evangelio de San Marcos insiste sobre todo en la autoridad que emana Jesús a la hora de enseñar. Y tal autoridad produce asombro a los oyentes. En el fondo, como ya queda dicho, casi es más difícil representarse esa emergente autoridad que el hecho «mágico» del dialogo con los demonios. La fuerza de Jesús, su –llamémoslo así– convencimiento pleno en torno a lo que dice y, sobre todo, la representación física de que una fuerza divina acompaña a sus palabras, no resultan fácil de imaginar. Los casos de autoridad humana casi siempre vienen acompañados de unos ciertos escenarios bien dispuestos de poder: desfiles militares, grandes cortejos. Pero la autoridad de Jesús es una autoridad tranquila, reposada, suave, que representa su divinidad. Y es precisamente la clase de autoridad que solivianta a los demonios.

Volvamos a la tendencia a no aceptar la existencia del demonio. Asimismo es muy difícil su representación. Pero el comportamiento de algunos hombres –incluso sus gestos más inmediatos– en materia de maldad: asesinatos, crueldad, soberbia irredenta, insolidaridad criminal, etc. nos aproximan a la idea de la posesión y de la existencia de un mal sobrehumano. Y es posible que el choque entre esos comportamientos terribles tienda también a producir la enfermedad. Lo psicosomático es eso. El avance la ciencia produce el “descarte” de cualquier influencia demoníaca en la enfermedad. Y en, sobre todo, la enfermedad psicológica. En la mayoría de los casos ese avance científico es un éxito para la capacidad intelectual humana y, por supuesto, un avance en su libertad, la cual –como se sabe— es un don de Dios. Pero, sin embargo, hay que reconocer que muchas veces la enfermedad produce un abandono negativo, una degeneración del intelecto, una tendencia a la autodestrucción. Y eso no es ya tan normal, ni natural. Eso es un mal demoníaco

3.- Es obvio que negar la existencia del demonio es como darle más posibilidades. Si no aceptamos que la gripe es una enfermedad, no buscaremos remedios para terminar con ella. Y si no conocemos exactamente los mecanismos de cómo se genera la enfermedad, difícilmente podremos luchar contra ella. Con el demonio pasa lo mismo. Al negarle le damos una especia de camuflaje para que actúe con más impunidad. Es verdad que de las grandes realidades espirituales nos convence la fe. Esa es nuestra limitación y servidumbre como hombres que somos. Pero también es cierto que tenemos muchas veces aproximaciones al hecho espiritual que no son simples casualidades o alucinaciones. Todo creyente ha sentido la cercanía de Dios en muchas cosas. Y aunque suele ser más difícil, también ese mismo creyente habrá intuido en su interior, la cercanía de otra fuerza que le separa del mejor camino.

La mentira, el engaño, el autoengaño, una inesperada distorsión de la realidad, la imprevista justificación de lo injustificable, son los síntomas del demonio está cerca. San Ignacio de Loyola hizo una concreción genial de las influencias del bien y del mal en el terreno de la vida espiritual. Habla de consolación y desolación. La consolación es la influencia en cercanía del mismo Dios que regala alegría y perspicacia espiritual. La desolación es un tiempo espeso, equívoco, en el que viejos hábitos o tendencias se presentan como lógicos y a los que tenemos derecho. Un caso muy frecuente en las personas espirituales son los escrúpulos. El demonio utiliza la conciencia exigente del creyente fiel para exagerar sus faltas y no aceptar el perdón recibido, pareciendo que todos los pecados pasados están todavía vigentes. Hay casos terribles de escrúpulos que afectan tanto a ciertas personas que les sitúan al borde la demencia. Y por ahí, claro está, se ligan las dos posibilidades que hacen fehaciente la idea del demonio y que ya han sido planteadas más arriba.

Decía también que es difícil la representación “física” del demonio. Ha habido una iconografía terrible, horripilante, que da susto… y se ha utilizado de tal manera que ha terminado produciendo hilaridad, risa, y, por tanto, un efecto contrario. La fealdad del demonio está en la intrínseca fealdad del mal. Aunque curiosamente hay quienes son capaces en la “imaginería” de los cuernos y de los rabos, sacar una cierta estética. Ahí están los “satánicos” de diferentes valoraciones. Es posible que estos “imagineros” sean solo una derivación “inocente” de las viejas estampas horripilantes. Sin embargo, esto no debe confundirnos, porque hay adoradores del demonio, que lo son y lo viven en contra de Dios. Se lo plantean como un negativo, como una fuerza contraria a la divinidad. Son estos los que –a modo del tópico maniqueo— colocan en un mismo plano de fuerza a Dios y al demonio. Y esto sí es un gran error. Dios tiene más autoridad que cualquier cosa del mundo. Es lo que hoy nos relata el Evangelio. Y, también, dicha autoridad está confirmada por el oráculo de Moisés que anuncia la llegada de un Gran Profeta que contará con el beneplácito y apoyo de Dios. Moisés, ahí, por su dimensión humana se quedó corto, pues, en realidad, estaba anunciando la llegada de la suprema autoridad divina en la forma de un Dios compasivo que se hace Hombre para salvar al género humano.

4.- Pero lo fundamental de la enseñanza de la escritura en este domingo es la autoridad con la que Jesús de Nazaret enseña y revela. La cuestión de los demonios es una más dentro de esa suprema autoridad que le da su condición divina. Se le someten los demonios, pero también los vientos y las tormentas. Se le somete, asimismo, la “normalidad” de la naturaleza al, por ejemplo, poder caminar por las aguas. Lo mejor para todos nosotros en este domingo es que añadiéramos un paso más en nuestro conocimiento de Jesús, nuestro Maestro y Amigo.

Y en cuanto a las recomendaciones de Pablo de Tarso a favor del celibato pues también hay que entenderlo dentro del contexto en que se produce la redacción de la Primera Carta a los Corintios. San Pablo esperaba entonces la muy cercana segunda llegada del Señor –la Parusía—y así recomienda el no cambiar, cuanto todo parece más próximo. De todos modos, la doctrina del celibato eclesial está basado en ese principio de mayor atención a las cosas de Dios y que la Iglesia mantiene. Dentro de ella hay además una apuesta nupcial de los consagrados. Jesús es el Esposo y el enamoramiento del Profeta de Nazaret llena –y ha llenado—muchas vidas.

Ángel Gómez Escorial