Comentario – Jueves II de Tiempo Ordinario

(Mc 3, 7-12)

Después de mostrarnos la ceguera y la obstinación de los fariseos, el evangelio nos muestra un pueblo que se deja seducir por la irresistible atracción de Jesús. Los pobres no tenían motivos para envidiar a Jesús o tenerle miedo. Sólo sabían que lo necesitaban, y se le echaban encima llenos de confianza.

Este texto muestra que no eran los miembros del pueblo sencillo, sino las autoridades celosas de su poder y de sus costumbres, los que buscaban la muerte de Cristo y rechazaban su misión. Eran fanáticos religiosos que en realidad usaban la religión para sus fines, como un instrumento de dominio social, y no querían abrir el corazón a la novedad de Dios.

Este  texto, rebosante de fervor popular y de confianza en Jesús, puede leerse junto con Juan 7, 44-49. Allí vemos que las autoridades religiosas mandan a sus guardias para que tomen preso a Jesús. Pero los guardias no lo toman preso y en cambio vuelven fascinados, y cuentan que la gente está maravillada con Jesús. Las autoridades responden entonces que esa multitud ignorante es la que cree en Jesús, pero que ninguna de las autoridades religiosas ha creído en él.

Si bien en la Pasión estas autoridades utilizaron a un grupo de gente para pedir la muerte de Jesús, el pueblo indefenso no acompañaba esta decisión, y sentía que perdía una vez más, a alguien podía devolverle la esperanza.

Oración:

“Dios mío, dame un corazón sencillo, abierto a tus planes siempre nuevos y muchas veces desconcertantes. No quiero aferrarme a mis planes, a mis costumbres, a mis decisiones, sino que Tú me ilumines y me guíes por tu camino con las manos abiertas a los hermanos. Libérame de encerrarme en mis esquemas, Espíritu Santo”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día