Meditación – Sábado III de Tiempo Ordinario

Hoy es sábado III de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 4, 35-41):

Un día (…), se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza (…).

Hoy contemplamos la «barca» con los Apóstoles, símbolo de la Iglesia, zarandeada por el «mar», símbolo del «mundo». Los Apóstoles no deben temer las amenazas: Cristo —aunque silencioso— está en la barca y, por eso mismo, nunca se ha hundido. 

La Iglesia pronto fue una «Iglesia perseguida», incluso «a causa de la justicia»: por los judíos, que la perseguían por «fidelidad a la Ley»; por el Imperio, pues consideraba a los «cristianos» como seguidores de un criminal; por los que han perseguido a Dios… Además, puesto que la aspiración del hombre tiende siempre a emanciparse de la voluntad de Dios, la fe aparecerá como algo que se contrapone al «mundo», y por eso habrá persecución a causa de la justicia en todos los períodos de la historia. 

—Cristo crucificado es el justo perseguido del que hablan las profecías del Antiguo Testamento. Él mismo es la llegada del Reino de Dios: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos».

REDACCIÓN evangeli.net

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