Hoy es miércoles IV de Tiempo Ordinario.
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 6, 1-6):
En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él (…).
Hoy sobresale la «controversia» alrededor de Jesús de Nazaret. En otros lugares del Evangelio vemos cómo polemizan y se «escandalizan» los fariseos y escribas… Ahora también sus propios paisanos y familiares: creen conocerle, pero en realidad no le conocen. Para conocerle es necesaria la fe: ¡no bastan los milagros.
El «Yo» de Jesús («Yo os digo…») causa en sus oyentes un «conflicto». Sus interlocutores captan que Jesús no quita nada de la sagrada «Ley»; todo lo contrario, añade. ¡Pero se añade a sí mismo!: Él es la «Torá», Él es mayor que el Templo y Señor del Sábado… He ahí el núcleo del «espanto» de los judíos: la centralidad del Yo de Jesús en su mensaje, que da a todo una nueva orientación. La perfección (ser santo como lo es Dios) exigida por la «Torá» consiste ahora en seguir a Jesús.
—Esta misteriosa equiparación de Jesús con Dios que se refleja en sus palabras es, justamente, el centro de la fe cristiana: ¡Jesús, Tú eres el Hijo de Dios!
REDACCIÓN evangeli.net