Impermanecia y plenitud

En este breve relato, cargado de simbolismo, resaltan los contrastes: Espíritu-Satanás, alimañas-ángeles, huida-buena noticia. La polaridad es una característica del mundo fenoménico o de las formas y, por tanto, de nuestra propia realidad cotidiana.

La polaridad, a su vez, va de la mano de la impermanencia: los dos polos de la realidad manifiesta se hallan en cambio constante. Y donde hay impermanencia son inevitables los altibajos y el dolor. Porque el cambio significa que, para que algo nazca, algo tiene que morir. El constante nacimiento/muerte parece ser la ley que rige nuestro mundo.

De acuerdo con esa ley inexorable, la sabiduría consiste en aprender a vivir, de manera consciente y lúcida, esa dinámica, reconociendo que en nuestra existencia todo es una permanente impermanencia: nosotros mismos estamos naciendo/muriendo de manera constante.

Con lo cual, la cuestión que marca la diferencia es el modo como asumimos y vivimos tal proceso. Sin embargo, con frecuencia, nos situamos como si la vida “debiera” acomodarse a nuestras expectativas, tuviera que ser “justa” con nosotros o responder a nuestras demandas. Y cuando eso no ocurre, quedamos atrapados en la frustración, el enfado o el resentimiento.

Sin embargo, la vida no es lo que se supone que debe ser. Es lo que es.

La comprensión es lo que hace la diferencia. La comprensión nos regala un doble fruto: por un lado, nos hace alinearnos con la vida –no con la “idea” que nos habíamos hecho de ella–; por otro, nos libera de nuestra reducción a la impermanencia.

La ignorancia consiste en identificarse con el mundo de las formas o de los objetos y, por tanto, en reducirse a lo impermanente. La comprensión nos muestra que, más allá de la forma (persona) en la que nos estamos experimentando, somos “Aquello” que está más allá de las formas, Aquello –dijera José Saramago– “que no tiene nombre”, pero que saboreamos en cuanto salimos de la hipnosis generada por el hecho de habernos identificado con la mente.

De la comprensión brotan dos actitudes fundamentales: confianza –somos plenitud– y aceptación: dejamos de estar en lucha con la vida y vivimos diciendo sí a lo que es. Y es entonces cuando, de manera admirable, se nos hace patente que el resultado no es la resignación ni la indiferencia, sino la acción adecuada y creativa que, brotando de la misma vida, fluye a través de nosotros. Esta es la “Buena Noticia” y la realización del “Reino de Dios”.

¿Cómo vivo las frustraciones?

Enrique Martínez Lozano

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II Vísperas – Domingo I de Cuaresma

II VÍSPERAS

DOMINGO I DE CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

CÁNTICO de PEDRO: LA PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, EL SIERVO DE DIOS

Ant. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se va a cumplir todo lo que está escrito acerca del Hijo del hombre.

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se va a cumplir todo lo que está escrito acerca del Hijo del hombre.

LECTURA: 1Co 9, 24-25

En el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

R/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

R/ Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
V/ Porque hemos pecado contra ti.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno, sé tú nuestro protector; que no nos sorprenda el tentador astuto.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno, sé tú nuestro protector; que no nos sorprenda el tentador astuto.

PRECES

Demos gloria y alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, la Palabra encarnada, nos hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle, diciendo:

Señor, ten piedad de tu pueblo.

Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos en favor de tu pueblo
— y concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.

Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de todas las razas,
— y a trabajar por su bien y por la concordia mutua.

Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo
— y haz de ellos piedras vivas y templo espiritual en tu honor.

Tú que, por la predicación de Jonás, exhortaste a los ninivitas a la penitencia,
— haz que tu palabra llame a los pecadores a la conversión.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez,
— y gocen eternamente de tu presencia.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Las tentaciones en tiempos de pandemia

En aquellos tiempos, se extendió una peste por Israel. Jesús reunió al grupo de discípul@s y los envió de dos en dos, diciéndoles:

– He oído que en esta pandemia la gente experimenta grandes tentaciones. Id por los caminos, con los ojos y los oídos bien abiertos. Dentro de unos días, cuando nos reunamos de nuevo, compartiremos el sufrimiento de nuestro pueblo.

Se pusieron en camino. Observaron. Dialogaron. Tocaron de muchas formas el dolor ajeno. A la vuelta, compartieron lo que habían visto y oído.

– Maestro, unos sabios han preparado un ungüento que evita la peste, pero hay gente poderosa que lo está comprando en grandes cantidades y no llega a los pueblos más pobres. Incluso algunas familias del sanedrín se han saltado las normas para poder recibir el ungüento, antes que los ancianos y los enfermos.

– Hay mercaderes que se están enriqueciendo de manera escandalosa. Traen productos de primera necesidad de otros países, sirviéndose de esclavos; la peste ha traído nuevas formas de esclavitud.

– Las meretrices están abandonadas a su suerte. Los clientes las han rechazado, como si fueran animales contagiosos. Ellos están confortablemente en sus casas y ellas están a las afueras de las ciudades, intentando sobrevivir.

– Los políticos de Roma y los de Jerusalén se enfrentan continuamente, porque quieren atribuirse los logros en el control de la peste. Les ahoga la vanagloria y olvidan el bien común.

– Hay jóvenes que siguen organizando bacanales. No hacen caso de las leyes, solo piensan en divertirse y honrar al dios Baco y están extendiendo la peste, incluso entre su propia familia.

– Muchos paganos, extranjeros y proscritos se han movilizado para atender a los apestados. Pero hay gente que no valora su trabajo porque dice que “no son de los nuestros”.

– Algunos que cantaban salmos en la sinagoga cada sábado, parece que han olvidado lo que cantaban y rezaban y se comportan como si no tuvieran esperanza, como si Yahvé se hubiera alejado de nosotros.

Y así, de dos en dos, fueron compartiendo estas y muchas otras tentaciones que habían descubierto en la pandemia.

Jesús les dijo…

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Han pasado 2.000 años y seguimos experimentando las mismas tentaciones, las mismas pruebas que tuvo Jesús en el desierto, antes de comenzar la vida púbica. Nuestro ego reclama: ser l@s primer@s (incluso para recibir la vacuna); que nuestra gloria se expanda (aunque sea vana-gloria y nos ahogue); que las piedras del camino desaparezcan por obra de los enchufes, el amiguismo o la traición…

Cada uno, cada una, y cada comunidad podemos nombrar las tentaciones, especialmente las que han cobrado fuerza en la pandemia.  Además:

a) El evangelio nos pone sobre aviso de que tenemos “fieras” y “ángeles”, en nuestro interior y alrededor, que forman parte de esta lucha.

b) El telediario nos muestra a quienes vencen y a quienes sucumben.

c) Nuestra conciencia nos recuerda las oportunidades de crecimiento que nos ha brindado cada prueba/tentación. Tenemos una valiosa experiencia acumulada.

El evangelista Marcos nos ofrece una vacuna, que no nos impide tener tentaciones, pero nos inocula anticuerpos para enfrentarnos a ellas y vencer: “¡Convertíos y creed en el Evangelio!”

¿Qué llamadas a la conversión estamos descubriendo en plena pandemia?

Marifé Ramos

Jesús no fue al desierto a hacer penitencia sino a meditar

Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basa en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistirá en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otras explicaciones. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando.  

El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de fallo y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.

El primer objetivo de todo ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. La visión miope tiene que ser superada por un nuevo conocimiento.

Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás, con las cosas. La calidad humana del hombre depende de la calidad de sus relaciones. Si no sobrepasan lo puramente instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz, buscando el provecho biológico inmediato. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los seres.

El hecho de que Marcos sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que en Mateo y Lucas, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte del primero. También pudiera ser que Mateo y Lucas encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Marcos. En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es muy distinto en cada uno de los sinópticos. Marcos no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En él no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Marcos no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor.

Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. Este Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que se desarrolló en los siglos VI y V; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El Espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.

Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, es lugar del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se convirtieran los ninivitas. 40 días caminó Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mateo y Lucas las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Marcos no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Marcos no nos habla de penitencia, sino de lucha por comprenderse en Dios.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de “alimañas” condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras). Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera será total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô” que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio de los seguidores de Jesús. Su primer significado era “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que en vez de ayunar era alimentado por los ángeles. Podría significar las fuerzas del bien, o expresar que Dios estaba de su parte. 

Nadie ni nada puede malearnos sustancialmente, ni el pecado de Adán ni nuestros propios pecados. Nuestra tarea consiste en ir descubriendo lo que nos deteriora como seres humanos y lo que nos va construyendo como personas.

 

Meditación

La tentación fundamental es hacer un dios a mi medida,
dejándome llevar por una cómoda idolatría.
El antídoto es el Dios de Jesús,
El Abbá que me hace vivir su misma Vida.
Si descubro mi verdadero ser,
surgirá dentro de mí la armonía y la capacidad de amar.

 

Fray Marcos

Comentario – Domingo I de Cuaresma

(Mc 1, 12-15)

Este texto de Marcos, escueto como siempre, menciona muy brevemente el paso de Jesús por el desierto donde sufrió la tentación de Satanás, cuarenta días que lo prepararon para comenzar a predicar. De allí toma la Iglesia la práctica anual de la cuaresma, un tiempo sagrado en que todos nos unimos en una especie de “desierto”, porque tratamos de compartir las incomodidades que Jesús vivió en esa soledad, y tratamos de apartarnos un poco más para orar, de renunciar a ciertos placeres, y de compartir nuestros bienes con los necesitados. Así también intentamos prepararnos para unirnos más a Jesús resucitado y así, con su poder, cumplir mejor con nuestra misión en esta tierra.

Luego el texto menciona escuetamente el arresto de Juan, y describe el comienzo de la predicación de Jesús en Galilea.

La predicación del Señor se resume en el anuncio de la cercanía del Reino de Dios y en una invitación al arrepentimiento y a recibir la novedad que Jesús trae, la “buena noticia”. Pero la buena noticia es precisamente que Dios viene a reinar, pero no como un monarca despótico, sino como una presencia salvadora, porque donde reina Dios hay amor, justicia, paz, alegría, fecundidad; el hombre es liberado de sus males y la vida se vive como debe ser vivida. Jesús, el Mesías, viene a traer al hombre la verdadera posibilidad de vivir de esa manera.

Cada vez que intentamos purificar nuestra vida y entregarle algo más a Dios, no lo hacemos simplemente para alcanzar un estado espiritual que nos haga sentirnos bien. Así lo hacen quienes practican ejercicios esotéricos, técnicas de relajación, yoga, etc. Nosotros nos apartamos, oramos, y ofrecemos ciertas renuncias, como si entráramos con Jesús en el desierto, pero para tratar de ser instrumentos más dóciles en las manos de Jesús y cooperar para que el Reino de Dios se haga cada día más presente en esta tierra y el mundo alcance su perfección.

Oración:

“Señor Jesús, quiero entrar contigo en el desierto, dejar un poco de lado mis distracciones y regalarte algo más de mi tiempo y de mi vida. Purifícame, Jesús, libérame de todo lo que me estorba, para que pueda trabajar contigo en la construcción de tu Reino”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Sacrosanctum Concilium – Documentos Vaticano II

Fiestas de los santos

111. De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles.

Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación, déjese la celebración de muchas de ellas a las Iglesias particulares, naciones o familias religiosas, extendiendo a toda la Iglesia sólo aquellas que recuerdan a santos de importancia realmente universal.

Lectio Divina – Domingo I Cuaresma

INTRODUCCIÓN

“Que un corazón de hombre pueda amar a Dios como un hijo, que un cuerpo de carne encuentre fuerza para vivir para Dios; que el hijo de una raza pecadora, en un mundo dominado por    la riqueza, por la astucia, por la violencia, tenga el coraje de escoger la debilidad, la pobreza, la inocencia, he ahí el testimonio supremo que Cristo ha ofrecido al Padre en el desierto” (J. Guillet).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Gn. 9,8-15  –   2ª Lectura: 1Ped. 3,18-22

EVANGELIO

Marcos 1,12-15:

Inmediatamente, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

REFLEXIÓN

Una nota aclaratoria.

En los tres ciclos litúrgicos, se lee, el primer domingo de cuaresma, el relato de las tentaciones. Este año leemos a Marcos. Es tan breve, que los liturgistas han tenido que añadir unos versículos de relleno, con otro tema totalmente distinto.  Sin embargo, la concisión de Marcos no vacía de contenido la narración, sino todo lo contrario. Es impresionante la riqueza del mensaje. Veamos.

1.– INMEDIATAMENTE. EL ESPÍRITU EMPUJÓ A JESÚS AL DESIERTO.

Para entender este texto hay que ir al contexto anterior donde Jesús ha sido bautizado y, al final, se ha abierto el cielo y ha descendido una voz del Padre: “Este es mi Hijo Amado, en Él me complazco” (v.11). Jesús se siente inundado, desbordado por el cariño infinito del Padre, experimentado ahora en forma “creatural” y siente necesidad de silencio y soledad. Por eso, es el mismo Espíritu Santo el que le empuja al desierto donde va a ser probado. Poco puede hacer el espíritu del mal a uno que está lleno de Dios, lleno de la ternura de Dios. Notemos que así como hay un espíritu “malo” que nos impulsa al mal, también hay un Espíritu bueno que nos empuja al bien. Y, como dice San Pablo: “La mejor manera de vencer el mal es a fuerza de bien”. (Ro. 12,21).   En Marcos no hay tentaciones como en Mt y Lc. En Marcos toda la vida es prueba. Y esa prueba la vence fácilmente aquel que se siente “amado y querido” inmensamente por Dios. 

2.– CUARENTA DIAS.

El número 40 tiene resonancias en la Biblia: 40 años estuvo Israel por el desierto. 40 días estuvo Moisés en la montaña (Ex. 34,28). 40 días estuvo Elías en el desierto (1Reg. 19,1-8). En nuestro caso se llega más atrás. Se llega al primer hombre que también fue tentado en el paraíso. Jesús es el Hijo de Dios, pero también es el hombre verdadero que va a repetir la historia de Adán “para invertirla”. Será el iniciador positivo de la historia.  Con Jesús retorna el “jardín de Dios”, un Dios que pasea con nuestros primeros padres “a la brisa de la tarde”. Con Jesús se reinicia el Proyecto Original de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. A Jesús le acompañan fieras, los animales que hizo Dios para Adán (Gn. 2,19-20). “La expresión griega expresa la convivencia “pacífica” con los animales. Se llega a la conclusión de que el tentador ha sido vencido para restablecer la paz en la creación universal de Dios” (E. Fascher). Esa pacificación que ya estaba en Is. 11,6s. “Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito” Los animales domésticos amansarán a las fieras y nadie hará daño a nadie” Y el hombre dejará de ser “lobo para otro hombre”. 

3.– Y LOS ANGELES LE SERVÏAN. 

Jesús es el Nuevo Adán que asume y vence la prueba de Satanás que amenazaba por destruir nuestra historia.  En Gn. 3,24 Dios puso delante del jardín querubines, con una espada vibrante, para guardar el árbol de la vida. Ahora hay ángeles que le sirven a Jesús en la restauración de la nueva historia. Jesús nos llama a vencer la prueba en la que sucumbieron nuestros primeros padres. Nos invita a volver con Él al Paraíso y disfrutar de esa paz paradisiaca donde estaban nuestros primeros padres antes de la prueba: en paz con Dios, en paz consigo mismo y en paz con toda la creación.  En Jesús, también nosotros nos podemos convertir en “ángeles servidores de la paz”.

PREGUNTAS

1.- Sé que hay un espíritu malo que me empuja al mal; pero ¿estoy convencido del Espíritu bueno que hay en mí y me empujar al bien?   ¿Rezo por mantenerlo? 

2.– Con Jesús yo puedo volver al paraíso si venzo la prueba. ¿Acostumbro a cultivar en mí ese jardín interior?  ¿Lo cuido? ¿Lo protejo? 

3.- ¿Me apasiona y entusiasma el poder convertirme con Jesús en un “ángel” servidor de amor, de alegría y de paz? 

Este Evangelio, en verso, suena así:

Hoy admiramos, Señor,
tus lecciones de Maestro.
Sobre Ti baja el Espíritu
y te empuja hasta el desierto.
Prescindes de tu egoísmo,
comodidades y apegos.
Tú dejas que Dios actúe
en tu corazón de “siervo”.
Satanás quiere apartarte
de tus divinos proyectos,
y te ofrece otros valores
contrarios a los del Reino.
Tú vences las tentaciones,
“alimañas” que dan miedo.
En recompensa te sirven
los “ángeles” del consuelo.
Tras tu victoria, Señor,
proclamas con gozo al pueblo:
“Llegó el Reino, convertíos
y creed el Evangelio”.
Señor, en nuestro interior
se baten en mortal duelo:
un “Satanás” que nos tienta
y un “ángel”, la voz del cielo.
Para nosotros, Señor,
Tú serás nuestro modelo.
Tu Palabra nos da vida
y es luz en nuestro sendero.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Tentación sin tentaciones

LAS LECTURAS DE LOS DOMINGOS DE CUARESMA

Las lecturas del Antiguo Testamento recogen momentos capitales de la historia de la salvación: alianza con Noé y sus hijos (I), sacrificio de Abrahán (II), decálogo (III), deportación a Babilonia y liberación (IV), nueva alianza (V). Cumplen una importante función con vistas a la catequesis cuaresmal, pero no tienen especial relación con el evangelio.

Las lecturas de las cartas destacan los tres primeros domingos la muerte y triunfo de Jesús. «Cristo sufrió su pasión… pero está sentado a la derecha de Dios» (I). «Cristo Jesús murió, resucitó y está a la derecha de Dios» (II). «Cristo crucificado… que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (III). En los dos últimos domingos ponen de relieve el beneficio que esto supone para nosotros. «Estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo» (IV). «Cristo, llevado a la consumación, se convirtió en autor de salvación eterna» (V). Este tema adquiere especial relieve el tercer domingo: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?»

Las lecturas del evangelio comienzan con el episodio de las tentaciones (I) y los otros cuatro recogen pasajes que se refieren, de distinto modo, a la muerte y resurrección de Jesús: Transfiguración (II); «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (III); «Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él» (IV); «Si el grano de trigo muere da mucho fruto» (V). Como ocurre en las segundas lecturas, los dos últimos domingos subrayan el beneficio que la muerte y resurrección de Jesús tienen para todos nosotros.

Domingo I de Cuaresma

Volver a empezar

El primer domingo de Cuaresma, en cualquiera de los tres ciclos, se dedica a recordar las tentaciones de Jesús. Eso supone que debemos dar marcha atrás, olvidarnos de que ya estaba recorriendo Galilea con sus discípulos y volver a empezar. Jesús acaba de ser bautizado, ha recibido una misión de Dios. Pero, antes de lanzarse a una actividad pública, el Espíritu lo impulsa al desierto. Con este relato, muy simbólico, y que no se presta a conclusiones piadosas, Marcos quiere plantearnos desde el comienzo el misterio de la persona de Jesús.

Un relato sin tentaciones (Marcos 1,12-13)

Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús (suponiendo que hayan oído hablar de Jesús y de las tentaciones) algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso. Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar.

El Espíritu. En la tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto.

El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado para ver si era fiel. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación.

Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.).

Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Mc. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, de anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos.

Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas… Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles:

«A sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en todos tus caminos;
te llevarán en sus palmas
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre chacales y víboras,
pisotearás leones y dragones». 

Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe en todos los peligros.

Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera.

Primera actividad de Jesús y síntesis de su predicación (Marcos 1,14-15)

El relato de las tentaciones en Mc es tan breve que la liturgia ha añadido las frases siguientes. Aunque tratan un tema muy distinto (el comienzo de la actividad de Jesús), la invitación a la conversión encaja muy bien al comienzo de la Cuaresma.

Esas palabras ya las leímos el domingo 3º del Tiempo Ordinario. Recuerdo lo que comenté a propósito de ellas. Marcos ofrece tres datos: 1) momento en el que Jesús comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: «Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur», comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: «Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta» (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio («Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios») y una invitación («convertíos y creed en el Evangelio»).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que «está cerca».

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús.

Pero Jesús invita también a «creer en la buena noticia» del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

El recuerdo del bautismo (dos primeras lecturas)

Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas. Ya la primera carta de Pedro ve en la salvación de ocho personas del diluvio atravesando el agua un símbolo del bautismo que ahora nos salva. Este texto se recoge en la segunda lectura. La primera, como es lógico, recuerda el relato del Génesis (9,8-15).

La primera carta de Pedro 3,18-22 (llamada así, aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal.

Jesús y nuestro bautismo

La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos.

José Luis Sicre

El desierto

1.- En la antigüedad nada se sabía de la refracción de la luz cuando atraviesa una barrera de lluvia, que es lo que nos enseñan ahora, el Arco Iris, pues, les resultaba misterioso y acudían a la imaginación para interpretarlo. Decían, pensaban, imaginaban, que era el arco que tensaban los dioses guerreros con furor, para enviar sus flechas mortíferas. Eso es lo que ellos, los más antiguos, idearon y Dios no podía interferir en la historia de los hombres que Él mismo había creado y había sometido a su ritmo. Así que el Creador reinterpretó el fenómeno, para darle un valor positivo. El Arco Iris sería un símbolo, una imagen, una parábola, de una realidad profunda: el Señor está, y estará siempre, a favor de la vida humana, nunca colaborará en su destrucción. Es el mensaje de la primera lectura.

Siempre nos lo han contado y en las fotografías lo hemos visto: un desierto es una gran extensión ondulada y monótona, de arena. Sí, así deben de ser las grandes extensiones del continente africano. Pero el desierto de Judea es un territorio de unos 35 kilómetros, que va del Mar Muerto, a 400 metros bajo el nivel del mar, a Jerusalén, a 700 metros por encima del Mediterráneo. Es pues inclinado y además montañoso. El fondo de los valles, allí les llaman wadis, está lleno de guijarros y no faltan plantas carnosas y espinosas, semejantes algunas a nuestras aliagas. El desierto, aun tratándose de este que tiene poca extensión, está dotado siempre de grandiosidad. El hombre resulta como un granito de arena, minúsculo, a punto de ser devorado por la feroz y arisca naturaleza. En un lugar así es fácil meditar, reflexionar, rezar. Lo es más fácil si además el hombre ayuna. ¿Por qué se fue Jesús a un lugar así?

2.- Todos sabéis que los deportistas, además de ser fornidos, necesitan entrenarse. Seguramente habréis visto como los futbolistas se preparan para una gran competición. El mister les obliga a saltar, doblarse, correr, de una manera que no harán en el momento del partido, pero que les proporciona la agilidad que necesitarán en la competición. Los esquiadores profesionales, cuando carecen de nieve, para no perder facultades, se entrenan caminando y corriendo descalzos sobre la arena de la playa. En fin: no hay buen deportista sin un buen entrenamiento previo.

Jesús iba a iniciar la etapa culminante de su vida. Correrías, ajetreo, sermones, prodigios, eran actividades que hasta entonces no había practicado. Debía someterse a un intenso y enérgico entreno. El desierto es el lugar del combate interior que fortalece la voluntad y dota de facultades para enfrentarse a los más grandes combates. Acudió allí para dirigirse después a sus tierras de origen, a la Galilea. Se enfrentó a las multitudes que habían perdido a su gran líder. Juan el bautista había sido hecho prisionero. Jesús toma el relevo y como el Precursor grita: convertíos para ser capaces de recibir la gran noticia y vivir de acuerdo con ella: el reino de Dios está cerca.

Hoy la gente se entrena para los campeonatos y sacrifica su apetito para lucir buena figura. ¿Qué hacemos nosotros para estar preparados, para vivir con Él y colaborar en sus planes, los que tiene pensados para este año, para esta Semana Santa, para la próxima Pascua? ¿No sabéis que prepara para esos días? Si os encuentra entrenados, preparados, ansiosos, con seguridad será una gran sorpresa y un gran momento cuando os lo manifieste. No os olvidéis de entrenar vuestra voluntad, para ser hombres dignos, para ser cristianos consecuentes con su Fe. Es preciso tener fuerza de voluntad. Tal vez no os hablen de ello en la escuela, ni en los lugares donde tenéis actividades juveniles. La fuerza de voluntad no facilita el consumo, tal vez lo restringe, no sirve para fardar, pero es imprescindible para ser un buen cristiano amigo de Jesucristo. El evangelio de hoy nos lo recuerda.

Pedrojosé Ynaraja

¿Quién nos empuja?

De vez en cuando nos sorprenden algunas noticias: unas veces son atrocidades cometidas por alguien; otras veces, personas que “lo tienen todo” se dejan arrastrar por actividades fraudulentas; otras veces, alguien lleva una vida “normal” pero da un giro inesperado y, abandonándolo todo, inicia una vida de servicio y entrega en la Iglesia o en organizaciones humanitarias. Cuando vemos que alguien hace algo que se sale de lo común, para bien o para mal, nos sorprende y nos preguntamos qué le ha empujado a hacerlo, porque nosotros no lo haríamos.

Empujar es mover algo o a alguien con fuerza, pero también es motivar o influir para que alguien lleve a cabo una decisión, una iniciativa, una acción. Y este primer domingo de Cuaresma hemos visto que el Espíritu empujó a Jesús. El Espíritu Santo siempre está presente en la vida de Jesús, desde su concepción (El ángel dijo a María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti…), pasando por su Bautismo (el Espíritu bajó sobre Él) hasta su resurrección, como hemos escuchado en la 2ª lectura: Como era hombre lo mataron, pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Y como también hemos escuchado, con este Espíritu fue a proclamar su mensaje…

Jesús, ya adulto, comienza su “vida pública”. Lo lógico, lo esperable, hubiera sido que Jesús empezase cuanto antes a proclamar el Evangelio a la gente, convocando a multitudes. Pero sorprendentemente el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días.

¿Por qué el Espíritu empujó a Jesús al desierto? El desierto es una zona inhóspita y muy poco habitada, pero en la Biblia también es lugar de prueba, de corrección, de reflexión y de encuentro con Dios. Todavía podríamos admitir que Jesús se había tomado un tiempo de retiro y tranquilidad antes de iniciar su vida pública, pero de nuevo nos sorprende: se quedó en el desierto dejándose tentar por Satanás. Y de nuevo nos preguntamos: ¿Por qué, qué le empujó a eso?

La tentación es una prueba para comprobar la calidad de nuestra fe, y Satanás es lo opuesto a Dios. Precisamente en los “desiertos” de la vida, en las dificultades, en las circunstancias y ambientes opuestos a Dios, es donde se pone a prueba nuestra fe. Y ante la tentación, ante la prueba, podemos salir fortalecidos, o sucumbir a la tentación.

Jesús se quedó en el desierto dejándose tentar porque así, como diremos después en el Prefacio, “al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado”. Jesús se dejó empujar por el Espíritu a la tentación para que, como Él, con la fuerza del Espíritu, sepamos cómo vencerla y salir fortalecidos.

Entonces estaremos en condiciones de proclamar el Evangelio de Dios de forma creíble: porque sabemos lo que es la tentación, lo opuesto a Dios, pero cuando quien nos empuja es el Espíritu, podemos superar las pruebas.

Este primer domingo de Cuaresma, para iniciar la conversión a la que Jesús nos llama, nos invita a preguntarnos: ¿Qué o quién nos empuja en nuestra vida, qué o quién nos mueve, nos motiva? ¿Es conforme al Evangelio, o contrario a él? ¿Me dejo empujar por el Espíritu a la hora de tomar decisiones? ¿Qué tentaciones, qué pruebas he tenido? ¿Supe rechazarlas desde la fe?

La Cuaresma es una oportunidad para dar un giro a nuestra vida, no porque cambien nuestras circunstancias externas, sino porque estamos convirtiéndonos mejor al Evangelio y eso se nos nota en el día a día. Y, como dijo el Papa San Pablo VI en Evangelii nuntiandi 21: “A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?”. Así tendremos ocasión de mostrar que Quien nos empuja es el Espíritu Santo que hemos recibido en el Bautismo y la Confirmación.

Esta Cuaresma el Señor nos llama de nuevo a convertirnos mejor al Evangelio y a proclamarlo. Dejémonos empujar por el Espíritu con confianza, como Jesús, aunque sea en medio de desiertos y tentaciones, porque “el Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca”. (EG 280)