(Lc 16, 19-31)
Este episodio del rico y el pobre Lázaro es uno de los textos típicos del evangelio de Lucas, con un fuerte acento en la misericordia, donde aparece también la predilección de Dios ir los pobres.
De hecho, el único motivo que se da para que Lázaro sea llevado por los ángeles a un lugar de consuelo son los males que soportó durante su pobre vida, es decir, simplemente su pobreza.
El evangelio invita a prestar atención a esas personas sumisas en la miseria y la angustia mientras estamos felices en nuestras comodidades y tratamos de no dejarnos cuestionar por su presencia. Y este texto nos muestra el lugar peculiar de la ayuda al hermano pobre en el camino de purificación y crecimiento. Aunque todo parezca estar bien, la indiferencia ante las necesidades del pobre nos coloca en un camino que lleva a la oscuridad y a la ruina.
También es detestable en ese texto la importancia que se da a la Palabra de Dios, ya que si no le prestamos atención a sus exigencias, ni siquiera la resurrección de un muerto nos hará renunciar a nuestros apegos y a nuestra indiferencia. No se trata entonces de esperar que Dios haga algo prodigioso para que cambiemos de vida. Se trata de detenerse a ver la realidad: la propia vida, el sentido de lo que estamos haciendo, las necesidades que hay a nuestro alrededor. De ese modo podremos reconocer que la vida cómoda y egoísta que llevamos es verdaderamente desagradable. De hecho, hay personas que luego de disfrutar varios días de comodidad y de confort, comienzan a recordar el sufrimiento de los demás y entonces surge en sus corazones la pregunta: “¿Para qué estoy viviendo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida?” De esa manera, el corazón se abre a la Palabra de Dios que le pide un compromiso de amor. Pero la persona que se evade en las distracciones y escapa de las preguntas y de su propio corazón, no cambia de vida aunque vea resucitar a un muerto.
Oración:
“Ilumíname Señor y toca mi corazón para que pueda descubrirte en aquellos que pasan a mi lado y sólo se encuentran con mi indiferencia. Purifícame del egoísmo y de la comodidad que me encierran en mi pequeño mundo”.
VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día