Vísperas – Viernes III de Cuaresma

VÍSPERAS

VIERNES III CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!…).
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.

SALMO 134: HIMNO A DIOS, REALIZADOR DE MARAVILLAS

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

SALMO 134

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas;
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: St 5, 16. 19-20

Confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis. Mucho puede hacer la oración intensa del justo. Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Yo dije: Señor, ten misericordia.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

R/ Sáname, porque he pecado contra ti.
V/ Señor, ten misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

PRECES

Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y digámosle:

Compadécete, Señor, de tu pueblo

Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para mortificar sus cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su esperanza,
— para que se dispongan a celebrar santamente tu resurrección.

Haz que los cristianos cumplan con su misión profética anunciando al mundo tu Evangelio;
— y dando testimonio de el por su fe, esperanza y caridad.

Conforta, Señor, a los que están tristes,
— y danos a nosotros el deseo de consolar a nuestros hermanos.

Haz que tus fieles aprendan a participar en tu pasión con sus propios sufrimientos,
— para que sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que eres autor de la vida, acuérdate de los difuntos
— y dales parte en tu gloriosa resurrección.

Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Infunde bondadosamente, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes III de Cuaresma

1.- Oración introductoria.

Señor, cada día me encuentro más feliz de poder conversar contigo. Y el tema de hoy es apasionante: el tema del amor. Acertar en este tema es acertar en la vida y no acertar es “no dar en la diana”. Por eso, ya desde el principio, vengo a pedirte que me aclares bien las cosas, que no me deje llevar por amores teóricos o amores falsos.

2.- Lectura reposada del Evangelio Marcos 12, 28-34

En aquel tiempo, uno de los letrados se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos. Le dijo el escriba: Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Un escriba pregunta a Jesús por el mandamiento principal. Esto no nos debe extrañar porque, en tiempo de Jesús, había más de 600 mandamientos que se debían cumplir. Un fardo demasiado pesado sobre los hombros de los hombres. Y Jesús lo aligera al resumirlos todos en dos. Y con eso ya les hace un gran favor. Pero no está ahí lo original de Jesús. Estos dos mandamientos, el del amor a Dios y al hombre, en el A.T estaban separados, incluso en libros distintos. El del amor a Dios está en el libro del  Deuteronomio 6,4-5) Es el famoso Semá: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El otro está en el Levítico 19,18”Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos no sólo estaban separados en los libros, sino en la vida. Uno podía amar al próximo, al que estaba cerca, pero no estaba obligado a amar los de fuera, a los extranjeros. La genialidad de Jesús está en juntarlos. Ya no se podrá decir que uno ama a Dios si no ama al hombre. Son como dos vasos comunicantes: ¿Crece el amor a Dios? Crece también el amor al hermano. Y al contrario. Lo más maravilloso de todo es que Jesús cumplió los dos mandamientos sin estridencias, como la cosa más normal.  Por eso, antes de morir, como su mejor testamento, nos dijo: “Esto os mando: que os améis unos a otros como Yo os he amado”.

Palabra del Papa

“Para conocer a Dios nuestro intelecto, la razón es insuficiente. Dios se conoce totalmente en el encuentro con Él, y para el encuentro la razón no basta. Hace falta algo más: ¡Dios es amor! Y sólo por el camino del amor puedes conocer a Dios. Amor razonable, acompañado de la razón. ¡Pero amor! ‘¿Pero cómo puedo amar lo que no conozco?’; ‘Ama a los que tienes cerca’. Y esta es la doctrina de los dos mandamientos: El más importante es amar a Dios, porque Él es amor; Pero el segundo es amar al prójimo, pero para llegar al primero debemos subir los escalones del segundo: es decir, a través del amor al prójimo llegamos a conocer a Dios, que es amor. Sólo amando razonablemente, pero amando, podemos llegar a este amor. Es por eso que debemos amarnos los unos a los otros, porque el amor es de Dios y quien ama ha sido engendrado por Dios. Para conocer a Dios hay que amar”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 8 de enero de 2015, en Santa Marta).

4.- ¿Qué me dice hoy a mí este texto? (Guardo silencio)

5.-Propósito: Intentaré ver a Dios en el rostro de mis hermanos con quienes hoy voy a compartir este día.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy quiero darte gracias porque para ti el amor a Dios y el amor a los hermanos es un mismo amor. Y esto es exigente, pero grandioso. Si lo que nos realiza en la vida es el amor, si lo que más anhelamos es amar y ser amados, sabemos que siempre que esto lo hacemos con nuestros hermanos es como si se lo hiciéramos a Jesús. Durante todo el día yo puedo tener una cita con Dios en mis hermanos.

ORACIÓN MIENTRA DURA LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Viernes III de Cuaresma

(Mc 12, 28-34)

Un especialista en la Ley judía pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más importante. Porque las costumbres religiosas se habían complicado excesivamente a causa de la multitud de normas que exigían las tradiciones, y ni siquiera era posible recordar todas esas normas (los rabinos tenían 613 preceptos).

Era una pregunta sincera, porque muchos maestros de la Ley de Dios estaban preocupados por simplificar sus vidas, y querían agradar a Dios; por eso eran capaces de consultar a todo nuevo maestro que aparecía. Querían llegar a descubrir qué era verdaderamente lo más importante, para no perderse en la multitud de preceptos y obligaciones descuidando lo más valioso. También nosotros, cuando estamos abrumados por muchas obligaciones y sentimos que las fuerzas no nos dan para cumplir bien con todo, en algún momento nos detenemos a preguntarnos si estamos haciendo las cosas correctamente y qué es lo que no tendríamos que descuidar.

La pregunta le sirve a Jesús para mostrar dónde debe estar nuestro principal empeño; y su respuesta es clara y directa: en el amor, que es al mismo tiempo amor a Dios con todo el ser y amor al prójimo como a uno mismo. Jesús resalta esta síntesis al decir que «no hay mandamiento mayor que éstos», y el maestro de la Ley le da la razón diciendo que así lo confirma la Palabra de Dios, porque el amor «vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (Cf. Is 1, 10-20; Eclo 34, 18-35, 12; Os 6, 6).

Por lo tanto, donde más deberíamos poner nuestras fuerzas y nuestras preocupaciones es en el permanente intento de amar. En el amor es donde principalmente cumplimos la voluntad de Dios y le agradamos. En esta Cuaresma, el texto nos lleva a replantearnos cómo estamos orientando el empeño para convertirnos y para crecer, dónde estamos poniendo el acento. Es mejor ponerlo donde Dios nos indica, porque él no se equivoca.

Oración:

Señor, infunde en mi corazón el ideal del amor, que mi sueño y mi anhelo principal sea amarte y expresar ese amor en el amor a los demás como me amo a mí mismo. Ayúdame a colocar todos mis proyectos por debajo de este ideal y dame tu gracia para vivirlo cada día más».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Misa del domingo: misa con niños

DOMINGO IV DE CUARESMA

1.- ACOGIDA

  Hermanos y hermanas:

Bienvenidos a la celebración de la Eucaristía, la gran fiesta semanal de los que seguimos a Jesús. Estamos en Cuaresma haciendo un camino de cinco semanas de preparación para la celebración de la Semana Santa. Llegamos ya a la cuarta etapa. Hoy nos vamos a fijar en los tramos de la vida en que hay un poco de oscuridad y no sabemos mucho por donde tirar. Jesús es la luz que nos indica el camino para que no tropecemos ni nos perdamos. Nos trajo la luz del amor de Dios que no nos falta nunca y siempre está dispuesto a salvarnos del pecado y de cualquier mal.

 (Se podrían colocar en el presbiterio el cirio pascual encendido –Cristo resucitado- rodeado de velas apagadas y esta frase: “En Cuaresma abandona la oscuridad del mal y prende la mecha en la luz de Jesús).

   -En el nombre… Dios que nos ama tanto que nos ha dado a Jesús, nuestra luz, nuestro salvador, esté con vosotros.

2.- PERDÓN

Ante Cristo crucificado, que murió por nosotros, nos arrepentimos de nuestros pecados.

  • Porque no seguimos la luz de Jesús y vivimos en la oscuridad del pecado. Señor, ten piedad.
  • Porque no siempre obramos bien y nos olvidamos de Dios. Cristo, ten piedad.
  • Porque con nuestro egoísmo, pereza y orgullo no somos luz para los que nos rodea. Señor, ten piedad.

Dios nuestro Padre tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.

 

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

En la primera lectura seguimos recordando las principales etapas del Antiguo Testamento; hoy recordamos un momento triste, el final de los años gobernados por los reyes descendientes de David, pero también uno alegre: el rey Ciro libera a los judíos de la esclavitud de Babilonia dejándoles regresar a su tierra. En la carta a los Efesios escuchamos el anuncio de la salvación que nos trae Cristo y que nos invita a vivir.  En el evangelio, se nos cuenta como el fariseo Nicodemo acudía de noche a Jesús para encontrar la luz que iluminara todas las zonas oscuras de su vida.

 

4.- PETICIONES

Porque confiamos en el amor misericordioso del Padre, le decimos:

R.-Enciende en nosotros tu luz, Señor.

1.- Por la Iglesia. Que haya muchas personas que nos ayuden a descubrir el amor de Dios. Oremos.

2.- Por los que se alejaron de Jesús. Que le descubran como amigo y le sigan. Oremos.

3.- Por los que sufren o tiene alguna cruz: el paro, la miseria, el hambre, los maltratos. Oremos.

4.- Por los creyentes. Que miren más a la cruz de Jesús para dar sentido a todas sus cruces. Oremos.

5.- Por nosotros y por los que se preparan para recibir el bautismo o la confirmación. Que como Nicodemo descubramos en Jesús, la luz que nos guía y nuestro salvador. Oremos.

6.- Por las mujeres. Que haya igualdad de oportunidades y respeto. Oremos.

7.- Por los seminaristas y jóvenes. Que escuchen la llamada de Jesús a seguirle y aumenten las vocaciones. Oremos.

Aumenta, Señor, nuestra fe y haz que sepamos llevar a todos la luz del  amor y de la misericordia que nos regalas. Por JCNS…

5.- OFRENDAS

  • UN FOCO O LÁMPARA: A veces andamos a oscuras por la vida, y tropezamos, corremos peligro, no descubrimos los tesoros que hay a nuestro alrededor. Con esta lámpara expresamos nuestro deseo de dejar que Jesús prenda en mí la mecha de la fe, de la verdad, de la esperanza, porque si él está cerca su luz nos inunda.
  • VELAS PEQUEÑAS: Al presentarte estas velas pequeñas quiero expresar mi agradecimiento por tantas personas que son luz para nosotros: los educadores, los que nos llevan por el buen camino. Y por tantos momentos que irradian luz en nuestra vidas: el sol de una aventura vivida con los compañeros, el arco iris de una tarde con los amigos, el destello de un acierto en un partido de fútbol. ¡Gracias, Señor, por estas luces que iluminan nuestros días!.
  • PAN Y VINO: Finalmente ofrecemos el pan y el vino, para que nos den fuerza para acercarnos al sacramento de la penitencia y de la eucaristía para eliminar las zonas oscuras de pecado de nuestras vidas.

SUGERENCIAS

  • Se podrían colocar en el presbiterio el cirio pascual encendido –Cristo resucitado- rodeado de velas apagadas y esta frase: “En Cuaresma abandona la oscuridad del mal y prende la mecha en la luz de Jesús.
  • Se pondría poner un panel cerca del altar en forma de carta donde con letras grandes  y bonitas ponemos: “Jesús, nosotros también te queremos mucho y te querremos siempre”. Y cada niño escribe su nombre en una pegatina con su firma y lo pega al sobre. La homilía podía ser una carta de Jesús explicando lo que Dios quiere a los niños, más que los padres y que lo que se puedan imaginar. Que a pesar de nuestros fallos nos quiere siempre. Y termina enviándonos un beso del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Puedes fabricar tus propias gotas
…o puedes dejarte empapar por la lluvia.
Puedes tratar de fabricar tus propias lucecitas
…o puedes dejarte iluminar,
…o puedes dejarte querer,
…o puedes dejarte perdonar,
…o puedes dejarte SALVAR.
“Dios envió al mundo a su hijo
para que se salve por él”.

Misa del domingo

La primera lectura presenta la destrucción del templo en Jerusalén y la deportación del pueblo judío a Babilonia, en el siglo VI antes de Cristo, como consecuencia de la infidelidad del pueblo a Dios y a la Alianza sellada con Él. A pesar de las continuas advertencias de los profetas, Israel no quiso convertirse de su mala conducta y volverse al Señor nuevamente.

Pero no debe entenderse que se trate de un “castigo de Dios”, Dios no quiso el mal para su criatura humana. Dios «creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen» (Sab 2, 23-24).

Creado por Dios para la vida plena, es el propio ser humano quien al pecar introduce en el mundo la ruptura, el mal, la muerte, el sufrimiento, el temor. La desobediencia a Dios, en vez de elevar al hombre a “ser como Dios”, lo hunde en la miseria y lo despoja de su dignidad de hijo de Dios. El deseo de alcanzar una “vida autónoma gloriosa” en contra de Dios termina siendo un “acto suicida”, un acto de auto destrucción: «el que peca, a sí mismo se hace daño» (Eclo 19, 4). Por eso, en realidad no es Dios quien castiga al pecador con la muerte, sino el pecador y rebelde que al separarse de Dios y rechazar sus orientaciones trae sobre sí mismo la muerte, el daño, la destrucción y la desolación.

A pesar del rechazo de su criatura humana Dios permanece fiel a su amor. Él ama siempre, ama como sólo Él puede amar: Él «es Amor» (Jn 4, 8). Por ese amor siempre fiel quiso rescatar y reconciliar nuevamente consigo a quien de Él se había apartado, a quien por su desobediencia se había hundido en el polvo de la muerte. A tanto llega su amor que el Padre envía a su propio Hijo al mundo, para que todo aquel que crea en Él tenga acceso nuevamente a la vida eterna, por la comunión con Dios.

En un diálogo con Nicodemo (Evangelio), el Señor Jesús anuncia que esta reconciliación con Dios la ha de realizar Él por su crucifixión y glorificación.

Nicodemo era un fariseo, magistrado judío, sinceramente interesado en este Maestro, abierto a su mensaje y a sus milagros, pero temeroso de manifestarse así ante los demás fariseos: «Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: “Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con Él”» (Jn 3, 2).

Para anunciar su crucifixión establece una analogía con un antiguo episodio: «como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre». Las serpientes venenosas mordieron a los hijos del pueblo elegido en su marcha por el desierto como consecuencia de su rebeldía: «El pueblo se impacientó por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés» (Núm 21, 4-5). Por intercesión de Moisés y ante el arrepentimiento de los israelitas, Dios ofreció a los mordidos por las serpientes un extraño remedio: «dijo Dios a Moisés: “Hazte una serpiente venenosa [de bronce] y ponla sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá”» (Núm 21, 8).

Importante es la precisión que hace el inspirado autor del libro de la Sabiduría: «El que a ella se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, Salvador de todos» (Sab 16, 7). De allí que el mismo autor llame a aquella serpiente de bronce «señal de salvación» (Sab 16, 6).

En aquel diálogo nocturno el Señor Jesús anuncia a Nicodemo que en Él se va a realizar plenamente lo que Dios había querido prefigurar mediante aquel episodio. El mismo Hijo es quien, cual nuevo Moisés, intercederá ante su Padre por toda la humanidad caída, y al mismo tiempo será Él quien como aquella serpiente de bronce será “elevado” «para que todo el que cree en Él tenga vida eterna». En la Cruz reconciliadora de Jesucristo la salvación que anunciaba aquél signo se hace realidad plena: el Señor Jesús, elevado en la Cruz, es la plena y universal «señal de salvación» para todos los hombres de todos los tiempos. Por Él Dios ofrece la salvación a la humanidad entera, salvación de la muerte que es fruto de la “mordedura” de la antigua serpiente (ver Gén 3,1ss), fruto de la seducción diabólica y de la rebeldía del hombre frente a Dios.

En el pasaje del Evangelio el Señor Jesús se presenta a sí mismo como fuente de vida eterna. La calificación “eterna” indica que la vida que Dios promete al hombre va más allá de la vida temporal, una vida que luego de la muerte física se abre a la eternidad de Dios.

Para acoger el don de la vida eterna es necesaria la mirada de la fe: la alcanzará quien cree en Él. Quedará curado de la mordedura venenosa de la antigua serpiente quien mira a Cristo elevado en la Cruz. No basta, sin embargo, tan sólo posar los ojos sobre Él. Para San Juan “ver” y “creer” son sinónimos. Al Señor Jesús hay que “verle” como Hijo de Dios, como Salvador, como Dios mismo que salva y reconcilia mediante la Cruz: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8,28). A la “visión” de la serpiente de bronce corresponde ahora otro modo de visión, la mirada profunda de la fe que permite ver más allá de la apariencia y reconocer en el Señor alzado en la Cruz al Mesías e Hijo de Dios.

Esta fe no exime de las obras, sino que implica actuar en consecuencia y coherencia con la fe que se profesa con los labios. La fe auténtica es una fe integral, es fe en la mente y fe en el corazón que se vuelca en la acción.

 

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

«Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre», le dice el Señor Jesús a Nicodemo. El episodio al que hace referencia es aquel en que los israelitas en su marcha por el desierto fueron mordidos por serpientes venenosas a causa de su rebeldía frente a Dios (ver Núm 21, 4-9). El pueblo vio en ello un castigo divino. Una visión antropomorfizadora hace que muchas veces veamos como “castigo divino” lo que en realidad no es sino consecuencia del mismo pecado del ser humano. En cambio, Dios no quiere el castigo ni la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva (ver Ez 18, 23), Él «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1Tim 2, 3-4).

En aquella ocasión Moisés intercedió a favor de su pueblo y suplicó a Dios que liberase a los israelitas del fruto de su rebeldía. Dios respondió: «Hazte una serpiente [de bronce] y ponla sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá».

El Señor Jesús da a entender que aquello no era sino una figura de lo que en Él se habría de realizar plenamente. Como aquella serpiente de bronce, también Él sería elevado en un madero. Quien lo mira es liberado del efecto mortífero del veneno del pecado: no morirá para siempre, sino que tendrá una nueva vida y tendrá la vida eterna.

Pero, ¿de qué mirada se trata? No ciertamente de una mirada superficial y retenida por la incredulidad o las dudas, sino de la mirada profunda y penetrante de la fe, aquella mirada que nos permite reconocer en el Crucificado al Reconciliador y Salvador del mundo, al Hijo de Dios mismo.

Sólo esa mirada de fe nos abre al mismo tiempo a la comprensión del amor inaudito que Dios nos tiene: «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 15). ¿Es posible comprender o intuir el amor que Dios nos tiene y su magnitud? ¡Cuánto debe amarnos Dios, para habernos llamado a la vida, para invitarnos a participar de su misma comunión de amor divina! ¡Cuánto debe amarnos Dios que a pesar de nuestras rebeldías, rechazos e infidelidades, no nos trata como merecen nuestras culpas (ver Sal 103[102], 10) sino que en cambio nos ha entregado a su propio Hijo para nuestra reconciliación y salvación! En verdad, «por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo y con Él nos resucitó» (Ef 2, 4-6).

Dios nos invita hoy a mirar con fe a Aquel que por nosotros ha sido clavado y elevado en el Altar de la Reconciliación. Al mirar al Señor crucificado con la mirada penetrante de la fe, encontramos en Él el perdón de los pecados, la reconciliación, la curación de nuestras heridas más profundas, la liberación del odio, el aliento para ponernos de pie si caemos, la fuerza interior para seguir avanzando en medio de las dificultades cotidianas así como para perseverar firmes en medio de las pruebas más duras. Al mirarlo con fe se nutre nuestra esperanza de participar con Él algún día en su misma victoria, de alcanzar la vida eterna por la participación en su misma resurrección. Al mirarlo con fe nos experimentamos inundados de su amor, despertando en nosotros el deseo y propósito de amar como Él a Dios, a Santa María su Madre y a todos los seres humanos.

Dirijamos esa mirada de fe cada día al Señor elevado y glorificado en la Cruz, glorificado y elevado a la derecha del Padre por su gloriosa resurrección, y que nuestra mirada jamás se aparte de Él. Y que esa mirada nos lleve a la obediencia de la fe, a siempre y en todo a hacer lo que Él nos diga (ver Jn 2, 5).

La Humanidad está a oscuras

Dios es la luz que ilumina nuestras oscuridades,
Él conoce aquello que nos preocupa y nos ocupa,
Él sabe bien los duelos que vivimos cada uno,
Él está al tanto de todo el que sufre, llora y no puede más.

Dios sabe bien del dolor de la enfermedad y de la soledad,
conoce hasta el último rincón de nuestros miedos,
nos envuelve cuando nos duele el corazón,
nos acompaña cuando nos rasga la nostalgia.

Él sabe de los niños de la calle y de las mujeres de la esquina,
de los parados, las madres cansadas, los drogadictos,
los tristes, los sosos, los que no saben decir el amor,
los que viven en la rutina de un sindios cotidiano.

Jesús conoció el dolor en la cruz y el abandono,
pero resucitó para decirnos que está a nuestro lado
y con Él podemos con todas las dificultades,
pues viene a iluminar nuestras pequeñas oscuridades
y apagones tremendos que parecen eternos.

Hoy es la fiesta de los que se sienten solos y perdidos,
de los serios, los cansados y los desanimados,
de los incurables y de los moribundos,
de los que están muertos por dentro.                        
Viene a resucitarnos.

Dios viene a traer luz, calor y Vida abundante.
Él quiere que vivamos con amor desbordante.
Alegrémonos que Él camina la vida a nuestro lado.

Mari Patxi Ayerra

Comentario al evangelio – Viernes III de Cuaresma

Estamos en el corazón de la Cuaresma. Es el tiempo en que la Iglesia nos invita con más insistencia a profundizar la vivencia de nuestra fe cristiana. Y en concreto los días viernes se dedican a meditar la Pasión de Nuestro Señor con el rezo de las estaciones del “Vía Crucis”.

Además el viernes es el día en que más se recomienda el ayuno y la práctica de la caridad como fruto del ayuno. Otro compromiso importante para vivir la Cuaresma es no descuidar la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Cuando somos tentados sólo la Palabra de Dios nos salva, porque pone al descubierto al tentador. Jesús nos insiste: “Vigilad y orad para no caer en tentación”. Es el camino de la victoria.

En el evangelio de hoy S. Marcos presenta a Jesús dialogando con un persona muy sincera y, además, entendida en la Ley de Dios. El fundamentalismo religioso de los fariseos había multiplicado los mandamientos en aproximadamente seiscientos treinta, algo asombroso. Fue entonces cuando el escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»  Jesús, fundamentándose en las Escrituras, responde que el mandamiento principal no es uno sino dos: el amor a Dios y el amor al prójimo. La respuesta de Jesús se caracteriza por la seguridad soberana con que une el amor a Dios y el amor al prójimo. El escriba admirado replica: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Sólo el amor a Dios hace posible el amor al prójimo, que a su vez  hace auténtico el amor que sentimos por Dios.