¿Qué nos salva?

Los niños esperan la “salvación” de fuera y la conciben, además, de forma mágica. La humanidad en su conjunto ha conocido también esa forma de entender su propia salvación. La imagen de la serpiente de bronce elevada por Moisés en el desierto (Num 21,4-9), capaz de curar a quien la mirara, es el paradigma de la salvación entendida de aquel modo.

Con el tiempo, las religiones han podido cambiar la referencia –no se habla ya de una serpiente–, pero han seguido manteniendo el mismo esquema: seríamos salvados, desde fuera, por un Dios que envía a su Hijo como emisario divino y salvador.

De la misma manera que nos entiende como seres carenciados que necesitan ser “completados” por algo exterior, una lectura mental nos ve como “pecadores” que necesitan ser “salvados” desde fuera.

Sin embargo, así como ahora vemos inasumible la literalidad del mito –aun respetando su valor o significado simbólico–, a cada vez más personas la lectura que hace la mente nos resulta igualmente inapropiada.

Más allá de la forma concreta con la que nuestra mente nos identifica, somos plenitud. Más allá de lo que pensamos, sentimos y hacemos, hay “Algo” en lo que nos reconocemos y que permanece estable en medio de todos los cambios que afectan a nuestra persona. Eso es lo que somos. Y eso es “completo”. Descubrirlo es sentirse “salvados”.

Estamos ya salvados –siempre lo hemos estado–. Pero no en nuestro pequeño yo –en una supuesta actitud de orgullo religioso que suelen criticar quienes malinterpretan aquella afirmación primera–, sino en esa Realidad profunda que constituye nuestra identidad. El yo no puede presumir de estar salvado, pero lo que somos no necesita salvación alguna. Lo único que realmente necesitamos es reconocerlo.

En lenguaje cristiano, una vez superado el mito, podría llegar a decirse que Jesús no nos salva desde fuera ni nos salva de nada. Nos “salva” porque nos muestra, en él mismo, que somos ya plenitud. Que, como él, cuando no nos reducimos al ego, podemos decir con toda razón: “Yo soy la vida”. Como todas las personas sabias, nos ayuda a ver.

¿Qué ideas tengo acerca de la “salvación”?

Enrique Martínez Lozano

Vida eterna y eternizar la vida

Avanza el tiempo de Cuaresma y, en este cuarto domingo, nos encontramos con un discurso de Jesús esencial para comprender su recorrido hacia la Pascua. Este texto forma parte del diálogo tan profundo que mantuvieron Jesús y Nicodemo. Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín, pero con una concepción del judaísmo más abierta y con el convencimiento de que Jesús era un enviado del Dios de Israel.

El diálogo con Nicodemo tiene un momento central en el que Jesús le dice que es necesario nacer de nuevo para ver el Reino de Dios. Los escritos joánicos suelen referirse al Reino de Dios y a la Vida eterna como realidades similares; por eso, en este texto, el Hijo juega un rol fundamental, no de condena o juicio sino para despertar en el corazón de la humanidad esa vida que trasciende nuestro paso por este mundo, una realidad que forma parte de lo que somos. Moisés levantó la serpiente de bronce para que los Israelitas siguieran con vida, ahora es el mismo Dios hecho humano quien va a mantener con Vida Eterna a toda la humanidad.  

En la primera parte del texto, parece que Jesús hace un claro alegato al tema de la Salvación, cuestión fundamental para el judaísmo y que basan en una liberación de los sufrimientos esclavitudes, situaciones visibles necesitadas de redención y de perdón. Para ello, son necesarios mediadores, profetas, enviados por el Dios de Israel que recordarán la tensión que han de vivir entre el cumplimiento de la Ley y la salvación definitiva con la llegada del Mesías. Los más conservadores exigirán un estricto cumplimiento de normas y mandatos, signos que, si no son cumplidos o creídos, si no se da un apego a los mandatos de su Dios, la persona quedará en manos de un juicio y un triste final. Supongo que ya no arrastramos esta visión de la salvación ¿verdad?

Ahora bien, Jesús deconstruye esta concepción farisaica de la Salvación al referirse no al cumplimiento de signos externos sino a la consciencia de una nueva dimensión del ser humano que sostiene las profundidades de su existencia: la Vida Eterna. La Vida Eterna está asociada al Hijo, a ese nuevo referente y espejo del ser humano que, desde la libertad, elige conectar con la LUZ y dejarse inspirar por ella: “para que aparezca con toda claridad que es Dios quien inspira sus acciones”.

La primera acción y palabra de Dios en el relato de la Creación del Génesis es precisamente dar existencia a la LUZ, la Luz que es la consciencia y la capacidad de comprender, de dar sentido a la realidad creada. Separa la LUZ de las tinieblas y el texto de hoy nos recuerda que vivir en la LUZ nos encamina hacia la verdad de lo que somos. Podemos elegir entre vivir desde el poder de la Luz, que nos mueve a hacer el bien, a realizar acciones inspiradas por el Dios-Amor, a co-crear una nueva humanidad, o vivir desde la tiranía de las tinieblas que nos enredan en la oscuridad de las trampas, justificaciones y la supremacía de nuestros egos. Camino complejo, de avances y retrocesos, pero si nos ponemos bajo la influencia de la LUZ podremos avanzar sin perder el horizonte de la Vida Eterna, eternizando la Vida, como plenitud de lo que ya somos, pero todavía no.

¡¡FELIZ DOMINGO!!

Rosario Ramos

II Vísperas – Domingo IV de Cuaresma

II VÍSPERAS

DOMINGO IV CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. Dichoso el que se apiada en el Señor; jamás vacilará.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichoso el que se apiada en el Señor; jamás vacilará.

CÁNTICO de PEDRO: LA PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, EL SIERVO DE DIOS

Ant. Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

LECTURA: 1Co 9, 24-25

En el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

R/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

R/ Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
V/ Porque hemos pecado contra ti.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Hijo del hombre tiene que ser elevado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Hijo del hombre tiene que ser elevado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

PRECES

Demos siempre gracias a Cristo, nuestra cabeza y nuestro maestro, que vino a servir y a hacer el bien a todos, y digámosle humilde y confiadamente:

Atiende, Señor, a tu Iglesia.

Asiste, Señor, a los obispos y presbíteros de la Iglesia y haz que cumplan bien su misión de ser instrumentos tuyos, cabeza y pastor de la Iglesia,
— para que por medio de ti conduzcan a todos los hombres al Padre.

Que tus ángeles sean compañeros de camino de los que están de viaje,
— para que se vean libres de todo peligro de cuerpo y de alma.

Enséñanos, Señor, a servir a todos los hombres,
— imitándote a ti, que viniste a servir y no a ser servido.

Haz que en toda comunidad humana reine un espíritu fraternal,
— para que, estando tú en medio de ella, sea como una plaza fuerte.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Sé misericordioso, Señor, con todos los difuntos
— y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que le mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de modo admirable la reconciliación del género humano, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Nadie tiene que venir a salvarme desde fuera

Estamos en el c. III. Este evangelio es un esquema teológico. Cada capítulo tiene identidad por sí mismo, aunque éste es el que menos unidad interna muestra. El punto de partida es el diálogo con Nicodemo: “Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le responde: “Eso es imposible”. Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. ¿Cómo puede ser eso? Comienza el discurso que hemos leído.

El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (que es lo que busca Nicodemo), sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo. No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del s. I.

Lo mismo que Moisés levantó la serpiente. Lo que hizo Moisés es recordar al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). Su Dios le manda construir la imagen de otro dios. Es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez muerte y vida, humillación y exaltación. Al decir “levantado”, va más allá de una alusión a la serpiente. La cruz es manifestación de la lealtad de Dios. Es la exaltación de Jesús.

Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión, (crea) tenga Vida definitiva.«Vida definitiva» denota la calidad de vida propia del estadio definitivo. Traducir por «eterna» empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es alcanzar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará, será la fuente de verdadera Vida para todos los que le acepten.

Demostró Dios su amor al mundo. El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. «Dar a su Hijo» no se refiere aquí sólo a la encarnación, sino a la crucifixión. Para Juan, Jesús es enviado al mundo. Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. A finales del s. I. el cristianismo era ya una religión universal.

El que le presta adhesión no tendrá sentencia. El que se la niega, ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferen­cia. La sentencia negativa o positiva, no es consecuencia de un acto de Dios. Es el resultado de una actitud por parte del hombre. Si comprendiéramos bien este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de ver sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba, si eran contrarias a la Ley, los condenaba. Dios es justicia. Todo está siempre en equilibrio. Cada acto del hombre le coloca en su sitio.

Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. «Su modo de obrar» denota el proceder habitual, no un acto puntual.     En el prólogo se nos había dicho: «Y la Vida era la luz de los hombres». No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz. Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús exige salir de la situación de opresión.

El que obra con bajeza… El que practica la lealtad. «Obrar con bajeza” (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. «Hacer la verdad» es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es «hacer la falsedad». El que es cómplice de la muerte no puede aguantar la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (Luz), las que separan de Dios, sino la conduc­ta (Vida). Quien daña al hombre con su modo de obrar, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto.

Practicar la lealtad es lo contrario de obrar con bajeza. Equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear «lealtad» nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. La Vida es anterior a la luz. El acercamiento a la luz se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras «realizadas en unión con Dios». No obras hechas según Dios, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando su gloria-amor. Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las malas.

En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica.

Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestro desarrollo. Hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación es siempre positiva. Sería llevarnos a una plenitud de ser, llevando al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser.

La salvación no me viene de fuera. La salvación surge de lo hondo de mí ser. Desde ahí, Dios-presencia posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti» (Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación depende solo de mí.

La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es prueba de que esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas sin limitacio­nes. Buscar la salvación por ahí es un error garrafal. La salvación tiene que realizarse a pesar de mis limitaciones.

La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy y vivir en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”.

Meditación

Hay que nacer de nuevo.
Somos fruto de la evolución de la carne.
No he nacido como ser espiritual ya realizado.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.

Fray Marcos

Amor de Dios y respuesta humana

Una lectura rápida de las tres lecturas de este domingo revela una relación clara entre ellas: el amor de Dios. En la primera, provoca la liberación de los judíos desterrados en Babilonia. En la segunda afirma Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó…” En el evangelio, Juan escribe la famosa frase: “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”.

Si leemos los textos más tranquilamente, advertimos algo más profundo: ese amor se manifiesta perdonando en distintas circunstancias y por diversos motivos. Al mismo tiempo, requiere una respuesta de parte nuestra. Es preferible leer los textos en el orden cronológico en que fueron escritos. Por eso dejo para el final la carta a los Efesios.

Perdón para los judíos basado en la fidelidad a la palabra dada. ¿Encontrará respuesta? (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23)

La primera lectura nos traslada a Babilonia, en el año 539 a.C., donde los judíos llevan medio siglo deportados. La ciudad cae en manos de Ciro, rey de Persia, y Dios lo mueve a liberarlos. Para justificar el medio siglo de esclavitud, la lectura comienza hablando del pecado de los israelitas, que no se limita a un hecho concreto, se prolonga en una larga historia.

A la idolatría e infidelidades del comienzo respondió Dios con paciencia, enviando a sus mensajeros para invitarlos a la conversión. Pero los judíos los despreciaron y se burlaron de ellos. Entonces, la compasión de Dios dio paso a la ira, y los babilonios incendiaron el templo, arrasaron las murallas de Jerusalén, deportaron a la población. Años más tarde, la actitud de Dios cambia de nuevo y mueve a Ciro de Persia a liberar a los judíos. ¿A qué se debe este cambio? De acuerdo con la mentalidad más difundida en el Antiguo Testamento, el pueblo, tras sufrir el castigo, se convierte y Dios lo perdona. Igual que el niño que hace algo malo: su madre le riñe, pide perdón, la madre lo perdona.

Sin embargo, en esta primera lectura no aparece la idea del arrepentimiento del pueblo. El único motivo por el que Dios perdona y mueve a Ciro a liberar al pueblo es por ser fiel a lo que había prometido. Volviendo al ejemplo de la madre, como si ella le hubiera dicho al niño: “Hagas lo que hagas, terminaré perdonándote”. Y lo perdona, sin que el niño se arrepienta, para cumplir su palabra. ¿Cómo reaccionan los judíos ante la noticia? El texto no lo dice, pero lo sabemos: unos pocos volvieron a Judá, arriesgándolo todo, sin saber lo que iban a encontrar; otros prefirieron quedarse en Babilonia. (¿Cuántos afroamericanos estarían dispuestos a volver de Estados Unidos a los países de origen de sus antepasados?)

Perdón universal basado en el amor, que puede ser aceptado o rechazado (evangelio)

El evangelio enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal. No habla del amor de Dios al pueblo de Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un amor que no le resulta fácil ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de veces, pero quizá no hemos captado que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres cosas:

a) Que soy pecador, algo que nunca resulta agradable;

b) Que no puedo salvarme a mí mismo, cosa que choca con nuestro orgullo;

c) Que es otro, Jesús, quien me salva; alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo fue una buena persona o un gran profeta.

Usando la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad e impotencia. No todos están dispuestos a este triple acto de humildad. Prefieren escapar del foco, mantenerse a oscuras, engañándose a sí mismos como el avestruz que esconde la cabeza en tierra. Pero otros prefieren acudir a la luz, buscando en ella la salvación y un sentido a su vida.

Perdón para los paganos basado en la compasión. Respuesta: fe y buenas obras (carta a los Efesios, 2,4-10)

La salvación universal de la que habla el evangelio la concreta la carta a los Efesios en una comunidad concreta de origen pagano: la de la ciudad de Éfeso (situada en la actual Turquía).

Antes de convertirse, estaban muertos por los pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona. ¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que nos amó”, “por pura gracia”.

Esto es lo que san Pablo llama en otro contexto “el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los paganos son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.

Reflexión final

En el contexto de la cuaresma, que se presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, de los corintios, de los tesalonicenses, debemos reconocer, como ellos, que todo es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo IV de Cuaresma

(Jn 3, 14-21)

Tenemos aquí una de las más grandes declaraciones de amor de la Palabra de Dios: amor del Padre a su Hijo, y sobre todo una declaración de amor a nosotros, ya que tanto nos amó que por nosotros entregó a su Hijo.

Ese Hijo entregado es salvación, no es juicio. Ese Hijo entregado hasta el fin es un insuperable espectáculo de amor, es la gloria del amor divino que se manifiesta en la entrega total y definitiva.

Basta mirarlo para ser salvado, así como Moisés levantaba la serpiente en el desierto para que con sólo mirarla se alcanzara la liberación.

Mirarlo, sacar los ojos por un instante de nuestra maraña de cansancios, resentimientos, orgullos lastimados, insatisfacciones. Mirarlo, levantando los ojos más allá de la miseria sabiendo que hay algo más, que existe la luz de sus ojos que quiere bañar y transformar las tinieblas donde estamos sumergidos. Sólo levantar los ojos, para descubrir que no todo es negro y oscuro, que existe la luz.

Pero nuestros ojos no se levantan por su propio poder. Es mucha la fuerza del pecado que nos ha ido lastimando y debilitando, como para pensar que con nuestro esfuerzo podemos levantar los ojos. Además, es tan grande la luz del amor de Dios, que los ojos del corazón humano no pueden percibirla si ese corazón no es elevado por la gracia de Dios.

Por eso, en medio de la oscuridad, podemos reconocer el secreto impulso del Espíritu que nos invita a clamar: «Señor, ayúdame con tu gracia, para que pueda levantar mis ojos y verte».

Podemos preferir la oscuridad antes que su luz, cuando queremos ser los únicos señores de nuestra vida, cuando confiamos absolutamente en nuestra propia claridad y creemos conocer solos, sin ayuda de nadie, el camino que nos conviene para ser felices. Entonces sentimos que no necesitamos un salvador, y ni siquiera queremos levantar los ojos verlo. Por eso no podemos ser liberados por la fuerza sanadora de su inmenso amor.

Oración:

Señor Jesús, levanto mis ojos a ti para adorarte en tu entrega total, para contemplar el misterio deslumbrante de tu amor que se da hasta el fin. Y mirándote Señor, puedo saber que estoy ante un Dios que no juzga, sino que salva».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

PROEMIO

Unión íntima de la Iglesia con la familia humana universal

1. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.

Lectio Divina – Domingo IV de Cuaresma

INTRODUCCIÓN

“A veces unos catequistas mal informados han transmitido la imagen de un Dios justiciero, inquisidor, vigilante, fiscal y presto al castigo. Esta imagen de Dios infunde más miedo y temor que amor y confianza. A lo largo de la historia Dios ha hecho todo lo posible por manifestar que es un Dios de amor. En el colmo de esos esfuerzos envió a su propio Hijo, para demostrar su amor a los hombres. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo, no para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por él” (Jn.3,16).  Amor con amor se paga. Aceptar esa imagen de Dios, es abrirse a la luz” (Felicísimo Martínez).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: 2Cro. 36,14-16.19-23      2ª Lectura: Ef. 2,4-10

EVANGELIO

Santo evangelio según san Juan (3,14-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

REFLEXIÓN

El domingo anterior San Juan nos hablaba de la renovación del Templo. Hoy nos habla de la renovación de la ley. El verdadero Templo es Jesucristo Resucitado. Y la verdadera ley es la ley del amor, un amor que sólo el Hijo del Hombre nos puede dar.

1.- «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”.

En este mundo, la palabra más gastada y desgastada es la palabra “amor”. A cualquier cosa llamamos amor. Por eso, lo mismo que existen monedas auténticas y monedas falsas, el auténtico crisol para distinguir el verdadero amor es aquel que “está dispuesto a sacrificarse por la persona amada”. Lo dijo Jesús: “Nadie ama más al amigo que el que da la vida por él” (Jn. 15,13).  A través de la historia se han escrito obras bellísimas sobre el amor. Pero la CARTA MAGNA del amor es la que escribió Jesús en la Cruz sin letras ni palabras. Así, en el Monte Calvario Jesús elevó el amor a la cima más alta. Nosotros los hombres no podemos hacer otra cosa que “serpentear por tierra, incapaces de elevar el vuelo” (S. Juan Crisóstomo). Al final del evangelio, San Juan, en una escena majestuosa nos presenta a Jesús muerto en una Cruz, con esta inscripción de la Biblia:” mirarán al que traspasaron” (Zac, 12,10). En Él y sólo en Él debemos ya clavar nuestra mirada contemplativa.

2.- “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único… para que tengan vida en plenitud” 

Dios Padre no puede entregar al Hijo sin entregarse en ese Hijo. Por eso este Hijo herido, maltratado, clavado, y despreciado es LA PARABOLA MAS BELLA DEL PADRE. Lo que Cristo nos está diciendo desde la Cruz es esto: Así es el Padre. Así de escandaloso es el amor del Padre. Por eso, cuando Jesús ya no puede abrazarnos físicamente porque tiene los brazos clavados, nos está diciendo: El Padre os está abrazando a todos. Cuando Jesús ya no puede caminar por las calles de Palestina o Jerusalén, el Padre sale a buscarnos a todos por los caminos del mundo. Cuando muere Jesús y se queda solo y ya no puede hablar; cuando la misma tierra se cubre de tinieblas, entonces el Padre no sólo habla sino grita, resucitando a Jesús y llenándolo de vida.  Y al resucitarle nos dice que no estaba de acuerdo con aquella muerte ni con tantas muertes y tantos sufrimientos de los hombres y mujeres de este mundo. La última palabra la tiene el AMOR. Y con ese amor aprendido de Jesús podemos tener vida en plenitud. No la vida de Nicodemo ni de tantos hombres religiosos que se han esforzado en buscar la verdad por su cuenta y se han sentido decepcionados. Sólo la vida de Jesús, EL VIVIENTE, nos llena del todo y   nos hace personas plenamente realizadas.

3.– “Dios no ha mandado a su Hijo al mundo para juzgarlo ni condenarlo, sino para salvarlo”. 

No estamos en la vida para juzgar a nadie ni condenar a nadie. Los cristianos estamos en la vida para agradecer al Padre el regalo de su Hijo y para llevar adelante el proyecto de Jesús de hacer “una nueva humanidad” donde nadie se crea más que nadie, donde todos nos amemos como verdaderos hermanos. El día en que experimentemos el amor que el Padre nos tiene, todo puede cambiar. No es que vaya a salir otro sol o va a cambiar el cauce de los ríos. Va a cambiar nuestra visión sobre el hombre y sobre el mundo. Nuestro corazón se convertirá en jardín donde florezca el árbol de la vida, es decir del cariño y la ternura. Y nuestra vida se llenará de plenitud porque ese corazón, libre de cosas ajenas, se dedicará a cumplir la tarea que le ha sido encomendada: amar y ser amado.

PREGUNTAS

1.- ¿A qué altura estoy viviendo el amor? ¿A ras de tierra?  ¿O desde la montaña del Calvario?  Mi amor, ¿se parece en algo al de Jesús?

2.- ¿Soy consciente de que mi gran pecado consiste en no creerme lo que Dios me quiere?

3.- Me pregunto: Además de juzgar, condenar, criticar… ¿qué hago? ¿Pienso que así puedo llenar mi vida? ¿Por qué no me dedico a hacer el bien?

Este evangelio, en verso, suena así:

Amó tanto Dios al mundo”

que nos enseñó sus cartas,

mandándonos desde el cielo,

al Hijo de sus entrañas.

Jesús, muriendo en la cruz,

nos salvó “por pura gracia”.

Sólo nos pide la fe

y el amor de una “mirada”.

Si creemos en Jesús,

nuestra vida está salvada.

El mundo marcha en tinieblas,

“porque sus obras son malas”

La sociedad nos ofrece

manzanas envenenadas:

Dejad el cielo a las aves;

la vida hay que “disfrutarla”

Nos habla de “libertad”

y ella vive siempre “esclava”.

No sabe lo que es “amor”

y lo disfraza con máscaras.

Los amigos de Jesús

escuchamos su “Palabra”.

Es camino, luz, verdad,

pan de vida, vino y agua.

Que se nos sequen las manos,

el corazón, la garganta,

si no ponemos, Señor,

en Jesús nuestra esperanza

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Conversar

1.- La gente de hoy envía mensajes breves con su móvil, ha aprendido a expresarse con pocas palabras y hasta sabe reducir éstas a muy pocas letras, para que quepan en el aparatito telefónico. Organizar fiestas ya no es privativo de gente influyente, hasta los párvulos, aunque sea obra de las mamás, tienen ruidosas y animadas veladas. Hay quien escoge salir lejos, a comer con amigos. Comen, riegan con buen vino el plato y vuelven a su casa, pues las carreteras van muy llenas y hay que levantarse temprano al día siguiente. Entre tantas actividades, el hombre, si es sincero, reconoce que tiene compañeros, pero no auténticos amigos. Si un día, de repente, se hiciera total silencio, muchos constatarían que no tienen nada que decirse. Que no saben decirse nada. Que aun conociéndose de antiguo, son, en realidad, unos auténticos desconocidos. Se ha perdido el hábito del diálogo. En las relaciones personales abundan las palabras y conversaciones frívolas, y nadie se preocupa de cultivar la amistad.

No es este el sentir de Dios. En la primera lectura de la misa de hoy, se nos presenta al Señor de Israel como aquel que pretende ser su amigo Y se queja de que ha sido olvidado y traicionado. Los males que le vendrán al pueblo se derivarán de este abandono. Pero al final se nos dice que Dios, después de ver las desgracias que ha sufrido su pueblo, se decide a actuar de nuevo, a preocuparse por el bien de sus amigos, aunque ellos le hubiesen olvidado.

2.- Nicodemo, un maestro, que estudiaba y enseñaba, se interesa por Jesús y acude a su encuentro. Va de noche. No se trata, pues, de un fortuito encuentro, rápido y fugaz. Están los dos tranquilos, conversando largamente. Pregunta él y Jesús responde, y hasta le trata, en algún momento, con amable ironía.

Se adapta Jesús al lenguaje de Nicodemo, que no es el nuestro. Le habla de una serpiente, que para nosotros es enigmática. Resulta que muchos años antes, cuando los israelitas vagaban por el desierto, se rebelaron, hicieron una manifestación con violencia y algaradas, diríamos hoy. Moisés se disgustó y Dios también. El pueblo recibió el castigo de la mordedura de reptiles venenosos. Moisés intercedió y Dios se adaptó, para que pudiesen curarse, a la mentalidad de aquellos tiempos, que atribuía a las ofidios poderes mágicos. Le mandó que hiciese una serpiente de cobre, es un metal que abunda por aquella región y fácil de fundir, y que la pusiera en lo alto de una pértiga, y así todo el mundo la podría ver. Le prometió el Señor que aquellos que hubieran caído en la enfermedad y se fijaran en ella, se curarían.

3.- En el párrafo leído en la misa de hoy Jesús recuerda este episodio y le dice a Nicodemo que él también será levantado (se refería a que pronto lo crucificarían, pero en aquel momento Nicodemo no lo entendió) y que aquel que le mire con piedad será salvado. También se refiere a aquellos que obran a escondidas, que huyen de Dios, que rechazan a Dios, aquellos cuyo comportamiento es oscuro, que son fantasmas, tal vez diríamos en argot de ahora. Y les recuerda lo que les espera. Nos toca pues, examinarnos si somos como ellos, nos toca ser diáfanos, de mirada limpia, de inocente e ingenuo proceder.

Le impresionó tanto a Nicodemo esta conversación, esta acogida por el Maestro, como a un amigo fue recibido, que cuando al cabo de un tiempo sus compañeros, sus colegas, tramaban prender a Jesús, salió en su defensa, aunque no consiguió convencerles. Pero nunca olvidó el encuentro y, cuando llevaban a enterrar al Señor, se preocupó de aportar perfumes para embalsamar su cuerpo. Cuando uno se hace verdadero amigo de alguien, nunca se olvida de él. En este caso se trataba nada más y nada menos que el Hijo de Dios y, aunque él no le entendía, su amor no lo había olvidado.

Pedrojosé Ynaraja

Los caminos de Dios

Es importante la primera lectura de hoy para determinar que, muchas veces, los planes de Dios no coinciden con los del género humano. Por el contrario, muchos de nosotros, alguna vez, hemos intentado que Dios se ponga de nuestra parte y que nos ayude a sacar adelante cuestiones que, probablemente, no tienen la idoneidad que el Señor busca para nosotros. Y así en el Segundo Libro de las Crónicas se habla como un rey extranjero, Ciro será el elegido para reconstruir el Templo de Jerusalén y dar nuevos bríos al culto que Dios quiere. Las continuas traiciones del pueblo de Israel crean esa nueva situación. Es posible que muchos judíos, incluso de buena voluntad, no entendiesen ese giro que el Señor estaba dando a la historia, les parecería inconcebible por sentirse pueblo elegido de Dios.

Si contemplamos, asimismo, la posición de Jesús de Nazaret frente a la religión oficial de saduceos, fariseos, senadores y doctores de la ley vemos que la cuestión es parecida. Jesús se opone a sus prácticas monopolistas, a la institucionalización negativa de la religión a favor de unos intereses concretos que están en contra de los mandatos de Dios y en contra, también, de lo que anhela el pueblo. El resultado será que tras la muerte y resurrección de Cristo Jesús el pueblo elegido será otro. Este se conformará en torno a la Iglesia naciente que es esposa de Cristo y albergue de todos los que –con palabras de Jesús—comienzan a llamar a Dios, Abba (papaíto). La revelación de Jesús sobre el Padre modifica la concepción de Dios que los hombres tenían. No su realidad intrínseca, porque Jesús viene a mostrar la verdadera cara de Dios Padre, la misma de siempre, pero que los humanos habían modificado en función de sus intereses.

2.- Y si la primera lectura marca un horizonte de gran importancia respecto al conocimiento de Dios, es Pablo de Tarso en su carta a los Efesios quien contribuye con otro aspecto capital para el cristiano. Es el renacer a la nueva vida por efecto de la gracia de Jesucristo. Se muere al pecado para resucitar a una vida más limpia, más entregada, más luminosa. El bautismo es nuestra entrada en la gracia de Jesucristo, pero el seguimiento del Maestro produce de manera sensible y consciente los beneficios que San Pablo nos cuenta. Las palabras del apóstol de los gentiles dan idea de una nueva creación, de una nueva naturaleza del género humano gracias al sacrificio de Cristo. Y si recapacitamos un poco en ello veremos que hay pruebas objetivas en nosotros mismos de ese renacer a una nueva vida. Quien ha descubierto el camino de seguimiento de Jesús se siente transformado, renacido. Los viejos tiempos ya no cuentan y una nueva vida se abre ante los ojos de los creyentes.

3.- El Evangelio de Juan nos habla de una charla de Jesús con Nicodemo. Aparece en escena este personaje singular, miembro del Sanedrín, convertido a Cristo y que fue, junto con José de Arimatea, quien fue a pedir al Gobernador Pilato el cuerpo de Jesús, ya muerto. La escena que hemos escuchado debe ser de los primeros momentos en los que Nicodemo se acercaba a Jesús y lo visitaba por la noche para no ser visto. Después, y ante su muerte y con la dispersión de los discípulos más cercanos, sería él quien diera la cara ante las autoridades, lo cual, sin duda, fue un peligro para él.

La catequesis que Jesús despliega ante Nicodemo es la del hombre nuevo. La de renacer a una vida de luz, alejada de la tiniebla. Pero el Salvador enseña a Nicodemo que el episodio de la Cruz es necesario y que forma parte de una realidad salvadora como lo fue la serpiente de bronce que Moisés se construyó para salvar al pueblo errante en el desierto de las mordeduras venenosas de las serpientes. Una vez elevado en la Cruz, una simple mirada servirá para salvarse. Y es cierto –nadie lo puede negar—que una mirada angustiada dirigida a un crucifijo ha traído la salvación y la paz a muchos a lo largo de más de dos mil años de historia. La profecía de Jesús sigue funcionando.

No sabemos lo que Nicodemo dijo a Jesús. Tal vez, le recomendaba moderación y paciencia frente a sus enemigos del Templo y del Sanedrín. Sería el consejo lógico de alguien de tanta altura. Sin embargo, Jesús, una vez más, y como ocurrió con Pedro, no acepta variación alguna en su misión. Y explica que es necesario el sacrificio de la Cruz para que sus hermanos no mueran por las picaduras venenosas del Mal.

4.- Hemos recorrido ya más de la mitad del camino de la Cuaresma. Tras el próximo domingo, el Quinto, ya llegaremos al inicio de la Semana Santa con el Domingo de Ramos. Este tiempo de preparación debe dar sus frutos y, además, hemos de considerar que siempre estamos a tiempo. Tal vez, deberíamos mirar a este Jesús que está subido en lo alto de la Cruz para salvarnos. Siempre hay un momento de quietud para “enfrentarse” a la mirada de un crucifijo que nos espera. Y ello dará elementos para seguir el camino o reiniciarse en una vida más limpia y de mayor servicio a los hermanos. No debemos desdibujar la esencia de la cuaresma que no es otra cosa que tiempo de reconocimiento de que Dios nos busca y nos quiere. Y que por eso mandó al mundo a su Hijo Único. Según los plazos se van terminando es bueno reflexionar sobre el tiempo que nos queda: Dios nos espera a la vera del camino. Siempre esta disponible.

Ángel Gómez Escorial