I Vísperas – Solemnidad de San José

I VÍSPERAS

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA, Solemnidad

Fiesta de gran tradición en los calendarios litúrgicos

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

HIMNO

Porque fue varón justo,
le amó el Señor,
y dio el ciento por uno
su labor.

Humilde magisterio
bajó el que Dios aprende:
¡Que diga, si lo entiende,
quien sepa de misterio!
Si Dios es cautiverio
se queda en aprendiz,
¡aprende aquí la casa de David!

Sencillo, sin historia,
de espalda a los laureles,
escalas los niveles
más altos de la gloria.
¡Qué asombroso, hacer memoria,
y hallarle a tu ascensión
tu hogar, tu oficio y Dios con razón!

Y, pues que el mundo entero
te mira y se pregunta,
di tú como se junta
ser santo y carpintero,
la gloria y el madero,
la gracia y el afán,
tener propicio a Dios y escaso el pan.

 

SALMO 112: ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR

Ant. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

 

SALMO 145

Ant. El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuando hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

 

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. María, la madre de Jesús, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. María, la madre de Jesús, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

 

LECTURA: Col 3, 23-24

Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid al Señor.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ El justo germinará como una azucena.
V/ El justo germinará como una azucena.

R/ Y florecerá eternamente ante el Señor.
V/ Como una azucena.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El justo germinará como una azucena.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Este es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Este es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia.

 

PRECES

Invoquemos a Dios, el Padre de quien toma nombre toda familia en el cielo y la tierra, diciéndole:

Padre nuestro, que estás en los cielos, escúchanos.

Padre santo, que revelaste al justo José el misterio de Cristo, mantenido en secreto durante siglos eternos,
— haz que conozcamos mejor a tu Hijo, Dios y hombre.

Padre celestial, que alimentas a las aves del cielo y engalanas la hierba del campo,
— da a todos los hombres el pan de cada día y el pan espiritual.

Creador de todas las cosas, que nos has encomendado tu obra,
— concede a los trabajadores disfrutar dignamente del fruto de su trabajo.

Dios de toda justicia, que quieres que los hombres sean santos,
— haz que, por la intercesión de san José, recorramos nuestro camino tratando de complacerte.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede propicio a los moribundos y difuntos, por medio de tu Hijo, con María, su madre, y san José,
— alcanzar tu misericordia.

 

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:
Padre nuestro…

 

ORACION

Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Jueves IV de Cuaresma

1.- Oración introductoria.

Señor, en este momento de oración que yo voy a tener contigo, te suplico que me descubras el sentido profundo de las Escrituras. Nos dices que Moisés escribió de ti. A veces me aburren las lecturas del A.T. Hoy quiero leerlas con esta nueva luz que tú me das. Voy a verte a ti en ellas. Así su lectura me resultará no sólo interesante sino apasionante. Me acercaré a los profetas y te leeré a ti. Me acercaré a los salmistas y te escucharé a Ti. Me acercaré al Cantar de los Cantares y me enamoraré de Ti.  

2.- Lectura reposada del evangelio Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado. Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

Qué bonitas las palabras que dedica Jesús a su primo Juan: “Lámpara que arde y alumbra”. Sólo el que arde puede alumbrar. Sólo cuando las lámparas están llenas de aceite, están aptas para recibir al esposo. Las lámparas sin aceite brillan un momento y se apagan. Son como fuegos artificiales. Sólo el que arde puede alumbrar. Sólo el que arde puede incendiar. Los apóstoles en el día de Pentecostés llevaban “lenguas de fuego”. Y salieron del Cenáculo dispuestos a incendiar el mundo con el fuego del amor.

“Moisés escribió de mí”. Es una bonita clave para leer todo el Antiguo Testamento. Escribieron de ti Moisés, los Profetas, los Sabios, los Salmistas. Por eso dirá San Agustín: “Si leo el A.T y no descubro en él a Cristo, su lectura me parece sosa y aburrida. Pero si descubro en ella a Cristo, su lectura se me hace sabrosa y embriagadora”.  El A.T. es como la madre fecunda que lleva a Cristo en sus entrañas. Es curioso que en este trocito de evangelio salga “nueve veces” la palabra “testimonio”.  Hoy la gente no busca maestros sino “testigos”. Los maestros enseñan de lo que han aprendido en los libros; los “testigos” narran lo que han visto y oído. Son viajeros que cuentan lo que han descubierto en ese Océano infinito de Dios.

Palabra del Papa

“La convicción, la fe en que Dios existe, no es una información como otras. Muchas informaciones no nos importan si son verdaderas o falsas, pues no cambian nuestra vida. Pero, si Dios no existe, la vida es vacía, el futuro es vacío. En cambio, si Dios existe, todo cambia, la vida es luz, nuestro futuro es luz y tenemos una orientación para saber cómo vivir. Por eso, creer constituye la orientación fundamental de nuestra vida. Creer es decir: «Sí, creo que tú eres Dios, creo que en el Hijo encarnado estás presente entre nosotros», orienta mi vida, me impulsa a adherirme a Dios, a unirme a Dios y a encontrar así el lugar donde vivir, y el modo como debo vivir. Y creer no es sólo una forma de pensamiento, una idea; como he dicho, es una acción, una forma de vivir. Creer quiere decir seguir la senda señalada por la palabra de Dios”. (Homilía Benedicto XVI 15 de agosto de 2006). 

4.- Qué me dice este texto hoy a mí. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Hacer un rato de lectura del A.T en clave cristiana.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Te quiero agradecer, de todo corazón, las nuevas enseñanzas que hoy me has dado. Te buscaré en el Antiguo Testamento como aquel que busca con ansiedad tesoros escondidos. Beberé en las dos copas: la del A.T y la del N.T. sabiendo que en ambas copas yo beberé a Cristo.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

El amor no conoce límite (Amor)

Cuanto más amo, me siento todavía más deudor (SAN AGUSTÍN, Epístola 192).

La fuerza del amor no mide las posibilidades. Ignora las fronteras. El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no se resigna ante la imposibilidad, no se intimida ante ninguna dificultad (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón 147).

Todo amor auténtico vuelve a proponer en cierta medida la valoración primigenia de Dios, repitiendo con el Creador, en referencia a cada individuo humano concreto, que su existencia es «algo muy bueno» (Gn 1, 31). ¿Cómo no recordar, a este respecto, la insistencia con que San Pablo retorna sobre la dimensión universal de la caridad? El afirma que se ha hecho esclavo de todos (cfr. 1Co 9, 19), que se ha hecho todo para todos (1Co 9, 22), que se esfuerza por «agradar a todos en todo» (1Co 10, 33); y exhorta: «mientras hay tiempo, hagamos bien a todos» (Ga 6, 10) (JUAN PABLO II, Alocución 13/IV/1980).

Comentario – Jueves IV de Cuaresma

(Jn 5, 31-47)

Jesús quiere mostrar que él no es un loco perdido, uno que exige que todos lo escuchen y lo sigan sin motivo. Por eso dice: «Si yo diera testimonio de mí mismo mi testimonio no sería válido» (v. 31). Y entonces explica cuáles son los testimonios que muestran que su misión es auténtica, para que vean que no es irracional aceptar su Palabra y creer en él.

El «testimonio» es un tema muy presente en todo el evangelio de Juan.

El primer testimonio que presenta Jesús a su favor es el de Juan el Bautista, que había sido un profeta reconocido y admirado por todo el pueblo. El segundo testimonio son sus obras, los prodigios que realiza y que son signos de la obra más grande que él viene a cumplir. Y el tercer testimonio es lo que el Padre ha enseñado en las Sagradas Escrituras, porque todo lo que había sido anunciado se estaba cumpliendo en su persona.

Sin embargo, estos testimonios no son suficientes para los incrédulos, porque el testimonio no obliga a creer, no avasalla, no exige; es sólo una invitación respetuosa y delicada. Los corazones cerrados sólo aceptaban alabanzas y reconocimientos, pero no desafíos: «¿Cómo pueden creer si están rindiéndose honores unos a otros y ya no buscan la gloria que sólo viene de Dios?» (v. 44).

En esos corazones, enfermos de vanidad, ningún testimonio era suficiente, porque en el fondo no les interesaba lo que Dios pudiera decir, sino lo que sirviera para acariciar esa vanidad enfermiza. Por eso Jesús reprocha: «ustedes no tienen el amor de Dios» (v. 42).

Este texto nos invita a preguntarnos qué es lo que estamos buscando en la vida, qué es lo que queremos conseguir, qué es lo que nos preocupa desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos vamos a dormir, cuáles son nuestros verdaderos intereses. ¿Nos mueve el amor de Dios o nos mueve el orgullo, la vanidad o el egoísmo?

Oración:

«Dios mío, toca mi corazón con tu amor para que deje de preocuparme por cosas vanas y superficiales; sácame de los intereses torcidos, de las vanidades que me llevan a estar pendiente sólo de mí mismo. Habita en mí con la fuerza de tu amor, y enséñame a vivir por ese amor».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Cambios profundos

5. La turbación actual de los espíritus y la transformación de las condiciones de vida están vinculadas a una revolución global más amplia, que da creciente importancia, en la formación del pensamiento, a las ciencias matemáticas y naturales y a las que tratan del propio hombre; y, en el orden práctico, a la técnica y a las ciencias de ella derivadas. El espíritu científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra e intenta ya la conquista de los espacios interplanetarios.

También sobre el tiempo aumenta su imperio la inteligencia humana, ya en cuanto al pasado, por el conocimiento de la historia; ya en cuanto al futuro, por la técnica prospectiva y la planificación. Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aun influir directamente sobre la vida de las sociedades por medio de métodos técnicos. Al mismo tiempo, la humanidad presta cada vez mayor atención a la previsión y ordenación de la expansión demográfica.

La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis.

Dejadme ir

1. «A su manera, muchos hombres y mujeres que hoy se sienten alejados de la Iglesia, nos están diciendo: «Queremos ver a Jesús». A todos ha de ser anunciada la Buena Nueva de Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte, reconciliador de la humanidad con el Padre, esperanza única de salvación para cuantos creen en él» (Juan Pablo II, Mensaje al Congreso español sobre Evangelización, 3 de septiembre de 1985).

Recogemos este texto (alusivo al evangelio de este V domingo de cuaresma) recordando la figura del Papa Juan Pablo II y, lo que ella (en toda su consistencia humana, eclesial, espiritual e intelectual) ha supuesto para la Iglesia Católica y para el mundo entero.

-Una gran factura permanece al pie de la cruz, por aquel hombre, sacerdote, obispo y Papa que, contemplándola se perdía en ella. Supo, además, peregrinar con ella, por ella y llamándonos a una incesante búsqueda y encuentro con Jesús.

-Una larga cuenta subsiste delante del sagrario, por aquel Papa que vino del frío, pero que supo calentar su existencia, y también la de los demás, durante más de 25 años animándonos a vibrar con la fuerza de la Eucaristía; con la seguridad de la Palabra de Dios; emplazándonos a la esperanza de creer, vivir y renovar la presencia de Jesús en nuestra Iglesia.

-Una gran deuda queda delante del Señor, por aquel que intentó servirle con valentía, coherencia, incomprensión, atentados, enfermedad, lucha, pasión, decisión, contracorriente y convencido de lo que hacía y decía.

Aquella frase “dejadme ir”, al atardecer del sábado de hace un año, sigue resonando en nuestros oídos y manifestándonos la alegría máxima de todo cristiano y del Papa Juan Pablo II: encontrarse con el Señor.

2.- Camino de la Pascua, también nosotros, queremos ver al Señor. No podemos permitir que el fenómeno de las vacaciones, disipe lo esencial de estos días: pasará el Señor. No sería bueno que, lo secundario, enturbiara esa gran verdad que fue el eje existencial de un Jesús de Nazaret en su modo de ser, vivir, obedecer y obrar: todo por su Dios en pro del hombre. Nos amará con tal locura que, por nosotros, subirá a la cruz. Y, en la cruz, dará ese toque especial de “dolor” como prueba determinante de la autenticidad de lo que dice y hace.

¿Queremos ver al Señor? ¿Buscamos sentir su presencia? ¿Tenemos ganas de una Semana Santa o de una semana pagana? ¿Haremos de esta próxima Semana Santa un tiempo para buscar, orar y adentrarnos en el Misterio de la vida de Jesús de Nazaret?

“Ha llegado la hora”. Hemos estado disponiendo, aún lo estamos haciendo, el corazón y la vida personal de cada uno porque, precisamente, queremos ver al Señor. Dentro de no muchos días reviviremos diversos gestos, ritos, símbolos y manifestaciones religiosas que denotarán, en parte, que estamos en esa “hora” para la que el Señor nació, murió y luego resucitó.

3.- Pero, como siempre, surgirá la pregunta del millón ¿Qué nos impide ver a Jesús? Hay muchas almas agitadas, y no precisamente por las aguas de Cristo, sino por las turbulencias del mundo: por la fiebre del simple disfrute; por el poderoso caballero don dinero; por la ausencia de Dios en el día a día; por el alejamiento y olvido sistemático de aquellas coordenadas que Jesús nos marca para encontrarnos con Dios, y convertirlo en el centro de nuestra fiesta, de nuestra vida o de nuestra existencia.

Pidamos al Señor que, de aquí al Domingo de Ramos, pensemos cómo vamos a celebrar la Semana Santa. Si la queremos santa o mediocre, con Palabra de Dios o con simple slogan publicitario, en referencia a Cristo o totalmente descafeinada, en oración o con ruidos ensordecedores.

LA ATRACCIÓN DEL SEÑOR

Atráeme, Señor, para que me libere de lo que me esclaviza
Atráeme, Señor, y pueda vivir más contigo
Atráeme, Señor, y que escuche tu voz con más nitidez
Atráeme, Señor, para sumergirme en la Pascua
Atráeme, Señor, y comparta yo contigo tu hora
Atráeme, Señor, así descubra la grandeza de tu obra
Atráeme, Señor, y que seas Tú, mi imán y mi fuerza
Atráeme, Señor, y que vuelva de aquello que me debilita
Atráeme, Señor, y sienta el calor de tu Palabra
Atráeme, Señor, y comprenda la necesidad de ser salvado
Atráeme, Señor, y sácame del lodo que me arrastra
Atráeme, Señor, y empújame para subir contigo a Jerusalén
Atráeme, Señor, y así no quede perdido
Atráeme, Señor, quiero algo de tu vida
Atráeme, Señor, necesito más fe y mayor esperanza
Atráeme, Señor, y hazme descubrir el rostro de Dios
Atráeme, Señor, y si me escapo –no lo dudes- soy recuperable:
Torpe para las cosas del Padre
rápido para las que el mundo me ofrece
Frágil para retenerte como al mejor amigo
confiado con aquellos que no lo son tanto.
Y, si ves que me resisto, Señor –que te cuesta atraerme-
no me pierdas de vista, aunque me vaya lejos
pues, por muy remotamente que yo me encuentre,
sigo creyendo que tu ojo lo alcanza todo
y todo lo invade.
Amén

Javier Leoz

Si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto

Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces dijo una voz del cielo: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo».

La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Otros decían que le había hablado un ángel.

Jesús replicó: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí». Decía esto indicando de qué muerte iba a morir.

Juan 12, 20-33

 

COMENTARIO AL EVANGELIO

¿Has visto alguna vez cómo crece el trigo?
¿Y sabes cuántos granos de trigo se pueden obtener al sembrar solo uno en la tierra??

Vamos a escuchar lo que nos dice Jesús con su Palabra: Jn 12, 20-33.
• Fíjate en la parte en la que habla del grano de trigo. Para dar fruto, hay que dar la vida, como le pasa al grano de trigo y como le pasó a Jesús.

• ¿Sabes qué significa eso?

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Esta semana piensa qué puedes dar de ti a los que tienes al lado.
  • Descubre y decora la palabra clave de hoy (Descargar). Después colócala en tu RINCÓN DE ORACIÓN

ORACIÓN

Señor, al final de la Cuaresma
te doy gracias por tu amor
y por haber dado tu vida por todos.

Me has enseñado
que lo importante es ser bueno,
compartir mi tiempo y mis cosas,
agradecer todo lo que tengo,
escuchar a las personas de mi parroquia,
obedecer a mis padres y profesores
y querer a todas las personas.
Gracias por todo, Señor.

Así es mi vida

Como copo de nieve
que se derrite en el cuenco de otras manos,
así es mi vida

cuando Tú la alientas.

Como grano de trigo sembrado en tierra
que revienta al amparo

de la humedad y el calor,
así es mi vida
cuando Tú la acunas.

Como levadura insignificante a la vista
que se mezcla con la masa

y toda ella fermenta,
así es mi vida
cuando Tú la amasas.

Cómo árbol seco tras el invierno
que florece en primavera dando vida,
así es mi vida

cuando tu savia me renueva.

Como libro de estantería olvidado
que se convierte en buena noticia
cuando se usa,

así es mi vida
cuando Tú la tomas.

Como arcilla en manos de alfarero.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Los «gentiles» (20) son, probablemente, no judíos que simpatizan con el judaísmo y que han subido a Jerusalén para celebrar la Pascua. Representan a todos los pueblos que se abren al Evangelio.

• Quieren ver a Jesús (21). «Ver» es la mirada de la fe: creer.

• Los apóstoles (Felipe, Andrés… los de entonces y los de hoy) (21-22) tienen esta misión: son «enviados» a los pueblos para que puedan «ver» (creer) a Jesús. El Jesús a quien podrán «ver» es el Jesús de la Pascua, muerto y resucitado -«cae en tierra y muere» para dar «mucho fruto» (24)-. No podemos creer («ver») si no es en el misterio de la cruz, donde se manifiesta la gloria de Dios – «elevado» (32)-.

• «La hora» (23) no es un momento cronológico. Todo el Evangelio de Juan se mueve entre la hora de Jesús que todavía tiene que llegar (Jn 2,4; 7,30; 8,20) y la llegada de dicha hora (Jn 12,23; 13,1; 17,1). En este caso, un signo de su gloria futura, como es la venida de los «gentiles» a la comunidad de Jesús, marca que ya «ha llegado la hora» (23).

• La venida a Jesús de los «gentiles» (20), es decir, de los otros pueblos, es presentada aquí como un objetivo importante de la misión de Jesús: marca su «hora» (23). La muerte y la resurrección «da mucho fruto» (24), «atrae a todos» (32). Este «atrae a todos» se opone al «queda infecundo». El fruto de la Pascua de Jesús es éste: la reunión de «todos» en la unidad.

• Con la imagen del grano que tiene que morir para poder dar fruto (24), Jesús quiere decir a los Discípulos que tendrá que sufrir la pasión y muerte. Pero la pasión conducirá a una resurrección fecunda. En esta imagen es importante el contraste entre «queda infecundo» y «da mucho fruto».

• El mensaje sobre la pasión-muerte-resurrección de Jesús viene acompañado de un mensaje sobre la «vida» (25) del discípulo. Equivale a otra frase evangélica: el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt 10,39).

• Lo que se dice de Jesús con la parábola del grano de trigo (24) se aplica del mismo modo al creyente (25): el desprendimiento de sí mismo, el dar la vida, fructificará en vida eterna. Seguir a Jesús para «ver» (26) es seguirlo hasta la cruz-glorificación (25). Sólo desde ahí podemos creer: Dichosos los que crean sin haber visto (Jn 20,29).

• Con la expresión «donde esté yo, allí también estará mi servidor» (26) no se indica un espacio físico, sino una relación personal (Jn 8,29) con Jesús (Jn 14,3; 17,24).

• Los versículos 27 y 28 son equivalentes a lo que los otros tres Evangelios (los llamados sinópticos) sitúan en Getsemaní (Mt 26,38-39; Mc 14,35-36; Lc 22,42).

• «Glorifica tu nombre» (28): el nombre, en la Biblia, expresa y manifiesta la persona. Jesús pide que Dios acabe su obra de amor entre los hombres mediante la muerte y la resurrección que Él mismo experimentará. Esta expresión de Jesús nos recuerda la del Padre-nuestro: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre (Mt 6,9).

• Aquí «mundo» (31) se tiene que entender como lugar donde se manifiestan los poderes hostiles a la soberanía de Dios: el diablo (Jn 6,70; 8,44).

Comentario al evangelio – Jueves IV de Cuaresma

El pueblo de Israel tuvo muchas ocasiones, a lo largo de su historia, de comprobar la acción de Dios en su vida. Más de una vez estuvo al borde de la desaparición (consúltese la historia en Egipto o la vida de la reina Ester) y se vieron salvados de forma milagrosa. Dicho con otras palabras, podían haber sido más fieles a la Alianza que Dios, de forma puramente graciosa, concertó con ellos.

Y, sin embargo, nada de eso. Al faltar Moisés, todo se torció. Se hicieron un becerro de oro, y se inclinaron para adorarlo. Desagradecidos. Una vez más, estuvieron al borde de la destrucción. Menos mal que Moisés era hábil en el arte del diálogo. Sobre todo, sabía que Dios era fiel, aunque el pueblo no lo fuera tanto. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”». Y Dios se arrepiente.

Nuestra vida es como la del pueblo de Israel. Momentos de mucha cercanía a Dios nuestro Padre, y ocasiones en las que otros ídolos (poder, dinero, trabajo, envidias, pornografía…) entran en nuestras vidas, llenan nuestros corazones y no dejan hueco para Dios. Es lo que hay.

¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene el único Dios? Es la crítica, muy dura, de Jesús. Es que la salvación no está nunca garantizada. Aunque seamos de los de “Moisés”, de los de la vieja guardia, de los de toda la vida en la parroquia. Creer o no creer. Ésa es la cuestión. Ahí nos jugamos todos mucho. No es como empieza nuestra historia, sino como acaba.

Seguramente, en nuestra vida hemos sido agraciados con muchos dones por parte de Dios. Y, con mucha probabilidad, no siempre lo hemos agradecido lo suficiente. O, incluso, le hemos dado la espalda, nos hemos negado a aceptar esos dones, o los hemos desaprovechado. El que esté libre de estos pecados, que tire la primera piedra. Jesús nos recuerda que ya tenemos todo lo necesario para salvarnos. Moisés, los profetas, y su mismo testimonio. Así que hay que revisarnos, ajustar lo ajustable, y seguir siempre buscando la voluntad del Padre. Que así sea.

Alejandro Carbajo, C.M.F.