II Vísperas – Solemnidad de San José

II VÍSPERAS

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA, Solemnidad

Fiesta de gran tradición en los calendarios litúrgicos

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Porque fue varón justo,
le amó el Señor,
y dio el ciento por uno
su labor.

Humilde magisterio
bajó el que Dios aprende:
¡Que diga, si lo entiende,
quien sepa de misterio!
Si Dios es cautiverio
se queda en aprendiz,
¡aprende aquí la casa de David!

Sencillo, sin historia,
de espalda a los laureles,
escalas los niveles
más altos de la gloria.
¡Qué asombroso, hacer memoria,
y hallarle a tu ascensión
tu hogar, tu oficio y Dios con razón!

Y, pues que el mundo entero
te mira y se pregunta,
di tú como se junta
ser santo y carpintero,
la gloria y el madero,
la gracia y el afán,
tener propicio a Dios y escaso el pan.

SALMO 14

Ant. Los padres de Jesús lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente
y práctica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.

el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,

el que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los padres de Jesús lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

SALMO 111

Ant. Le dijo su madre a Jesús: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

.Ant. Le dijo su madre a Jesús: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados».

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

LECTURA: Col 3, 23-24

Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor.

RESPONSORIO BREVE

R/ El justo germinará como una azucena.
V/ El justo germinará como una azucena.

R/ Y florecerá eternamente ante el Señor.
V/ Como una azucena.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El justo germinará como una azucena.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y se pensaba que era hijo de José.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y se pensaba que era hijo de José.

PRECES

Invoquemos a Dios, el Padre de quien toma nombre toda familia en el cielo y la tierra, diciéndole:

Padre nuestro, que estás en los cielos, escúchanos.

Padre santo, que revelaste al Justo José el misterio de Cristo, mantenido en secreto durante siglos eternos,
— haz que conozcamos mejor a tu Hijo, Dios y hombre.

Padre celestial, que alimentas a las aves del cielo y engalanas la hierba del campo,
— da a todos los hombres el pan de cada día y el pan espiritual.

Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo,
— guárdanos en tu nombre, para que todos seamos uno.

Creador de todas las cosas, que nos has encomendado tu obra,
— haz que, por la intercesión de san José, recorramos nuestro camino tratando de complacerte.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede propicio a los moribundos y difuntos, por medio de tu Hijo, con María, su madre y san José,
— alcanzar tu misericordia.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común de todos:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Solemnidad de San José

Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia.

1.- Oración introductoria.

Oh Dios, Padre bueno, no dejes que me desanime ante los problemas y angustias de la vida. Haz que aprenda de la Sagrada Familia a peregrinar en el claro-oscuro de la fe. Que la fe sea la que me ilumine en los momentos de dificultad y la que me fortalezca en los momentos de dolor. Como fortaleció a María y a José.

2.- Lectura reposada de la Palabra del Señor. Lucas 2, 41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca. Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia». Él les respondió: «¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Las palabras de María a Jesús suenan como un reproche cariñoso: ¿Por qué has hecho esto con nosotros? Nosotros que sólo pensamos en Ti y vivimos para Ti. Nosotros que no tenemos otra ocupación ni preocupación que la de atenderte, cuidarte, mimarte, estar siempre pendiente de Ti. ¿Tan mal lo estamos haciendo? Aquí descubrimos a María muy mujer y muy madre. “Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos”. Tu padre y yo, yo lo pondría en admiración. ¡TU PADRE Y YO! A través de estas palabras de María se asoma uno al misterio de ternura que envolvió la vida de María y José. Cuando alguien se acercaba al taller de José y preguntaba por su esposa, ¿qué respondería José? María es un encanto de mujer, María es un cielo para mí. Es una mujer tan maravillosa que yo no la merezco. Es demasiado para mí. Pero cuando alguna vecina se asomaba a casa de María y preguntaba por José ¿Qué diría María? José es un esposo tan bueno, tan dulce, tan servicial, tan trabajador, y tan delicado y atento conmigo que, con sólo pronunciar su nombre, me lleno de emoción. Él es callado, silencioso. Es como si llevara dentro un jardín interior.  Sólo es feliz viéndonos felices a Jesús y a mí. ¡Tu padre y yo!… Es verdad que la figura de José apenas aparece en los evangelios. Y aquí María tiene interés en meterlo. Y lo pone delante de ella. Normalmente, ante un descuido sobre un hijo la tendencia es de echarse la culpa el uno al otro. Aquí, todo lo contrario. Son como un solo corazón y una sola alma. Angustiados. Si para unos padres perder un hijo es como enfermar, para José y María, perder a este Hijo era morir. Los dos se mueren a chorros y no comen, ni beben, ni descansan hasta que lo encuentran. ¿Buscamos así nosotros a Jesús cuando lo perdemos?

Palabra autorizada del Papa

Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía “sujeto a sus padres”. Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su “aventura”, probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos aquí con el Señor se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia. También forman parte de la peregrinación de la familia. No perdamos la confianza en la familia. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de diciembre de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. Silencio.

5.- Propósito. Pedir hoy, en una oración especial, la intercesión de san José para imitar su sencillez y humildad para cumplir la voluntad de Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, Tú que viviste treinta años ocultos en Nazaret, viviendo bajo la custodia de María y de José, ayúdame a imitar a José en su obediencia pronta y alegre. Que san José, a quien celebramos hoy como patrono de la Iglesia universal, de la familia y de la buena muerte, interceda por todos nosotros para que sepamos imitarle en el respeto, el cariño, el apoyo y el servicio que él vivió con Jesús y con María en Nazaret.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Viernes IV de Cuaresma

(Jn 7, 1-2.10.25-30)

Los judíos creían saber de dónde venía Jesús, porque sabían que procedía de Galilea. Pero según sus tradiciones el Mesías vendría de un lugar secreto, nadie conocería su origen. Y con este argumento negaban que Jesús fuera el Mesías.

En realidad el origen de Jesús está más allá de Galilea, porque está más allá de este mundo. Jesús procede del Padre Dios, él es su Hijo único que desde toda la eternidad recibe su vida del Padre, que comparte todo con el Padre amado.

Por eso es Jesús el único que conoce al Padre, él único que capta toda la riqueza infinita del Padre Dios, el único que ha entrado en lo más profundo del Padre. Y por eso mismo, sólo Jesús puede revelarnos al Padre. Nosotros podemos conocer al Padre en la medida en que Cristo, el Hijo único, lo revela.

Pero hay que tener en cuenta también que en la Biblia la palabra «conocer» no indica sólo un conocimiento intelectual, sino una experiencia personal, un encuentro profundo, una intimidad. Jesús no quiere revelarnos datos sobre el Padre para satisfacer nuestra curiosidad, sino para llevarnos a un encuentro personal con el Padre amado, para que nos dejemos atraer por él y entremos en su abismo de misericordia y poder.

Y Jesús no nos revela al Padre solamente con sus palabras. Toda la vida de Jesús, todos sus gestos, todas sus acciones son un reflejo del amor del Padre, ese Padre que amó tanto al mundo que le entregó a su propio Hijo.

Es bueno recordar esta santa obsesión de Jesús: mostrarnos al Padre, llevarnos al Padre, compartir con nosotros la intimidad que él tiene con el Padre. Y es bello advertir que somos invitados a eso, a un encuentro íntimo y profundo, a entrar en las profundidades de Dios.

Oración:

Señor Jesús, que vienes de la intimidad con el Padre, tú que lo conoces profundamente, llévanos al Padre. Enséñanos a conocerlo, muéstranos su amor, llévanos contigo a su presencia para que podamos descansar en sus brazos de amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Cambios en el orden social

6. Por todo ello, son cada día más profundos los cambios que experimentan las comunidades locales tradicionales, como la familia patriarcal, el clan, la tribu, la aldea, otros diferentes grupos, y las mismas relaciones de la convivencia social.

El tipo de sociedad industrial se extiende paulatinamente, llevando a algunos países a una economía de opulencia y transformando profundamente concepciones y condiciones milenarias de la vida social. La civilización urbana tiende a un predominio análogo por el aumento de las ciudades y de su población y por la tendencia a la urbanización, que se extiende a las zonas rurales.

Nuevos y mejores medios de comunicación social contribuyen al conocimiento de los hechos y a difundir con rapidez y expansión máximas los modos de pensar y de sentir, provocando con ello muchas repercusiones simultáneas.

Y no debe subestimarse el que tantos hombres, obligados a emigrar por varios motivos, cambien su manera de vida.

De esta manera, las relaciones humanas se multiplican sin cesar y el mismo tiempo la propia socialización crea nuevas relaciones, sin que ello promueva siempre, sin embargo, el adecuado proceso de maduración de la persona y las relaciones auténticamente personales (personalización).

Esta evolución se manifiesta sobre todo en las naciones que se benefician ya de los progresos económicos y técnicos; pero también actúa en los pueblos en vías de desarrollo, que aspiran a obtener para sí las ventajas de la industrialización y de la urbanización. Estos últimos, sobre todo los que poseen tradiciones más antiguas, sienten también la tendencia a un ejercicio más perfecto y personal de la libertad.

Misa del domingo: misa con niños

DOMINGO V DE CUARESMA

1.- ACOGIDA

  Hermanos y hermanas:

Estamos ya en el domingo último de cuaresma cerca ya de Ramos. Seguimos caminando hacia la pascua. Hos nos detenemos en un sembrado lleno de espigas de trigo. En este último domingo, el 5º de Cuaresma, el Evangelio nos habla de que Jesús se aproxima a Jerusalén y siente, y sabe, que está cercana su muerte en la Cruz. Su corazón se desborda y salen fuera sus sentimientos: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Con estas palabras, Jesús está anunciando su muerte próxima y el fruto de ella: nuestra salvación. Y nos invita a ser como el grano que se entrega, se desvive por los demás. Es lo que él hizo él en la cruz.

 (Se podrían colocar en el presbiterio una maceta de espigas de trigo, o un tarro con granos. Y junto al presbiterio un panel donde cada niño clavará en algún momento su corazón rojo de papel con su nombre diciendo la conocida oración: “Por eso te quiero tanto que te doy mi corazón, tómalo, tuyo es, mío no”. Luego, al final de la misa, los desclavan, cada uno coge el suyo y lo intercambia con a otro diciendo: “Jesús quiere que nuestro cariño también lo repartamos con los demás”).

  -En el nombre… La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, que se entrega por nosotros hasta dar la vida y nos llama a la conversión, esté con todos vosotros.

2.- PERDÓN

Ante la Cruz que preside nuestra celebración, donde Cristo sigue crucificado por los pecados de los hombres, nos arrepentimos de nuestros pecados.

  • Por nuestras comodidades y por nuestras faltas de generosidad que te siguen clavando en la Cruz. Señor, ten piedad.
  • Por nuestra insolidaridad y por nuestras discriminaciones, que te siguen clavando en la Cruz. Cristo, ten piedad.
  • Por nuestro conformismo y por nuestras cobardías que te siguen clavando en la Cruz. Señor, ten piedad.

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

El libro de Jeremías nos recuerda que el Señor va a realizar una nueva alianza con su pueblo grabando sus palabras en los corazones. La carta a los Hebreos nos trae a la memoria que Jesús, sufriendo en la cruz, nos ha logrado la salvación. El evangelio anuncia explícitamente su muerte en la cruz enseñándonos el camino del cristiano, un camino de servicio, de entrega, de salvación a través de la cruz.

4.- PETICIONES

Porque confiamos en el amor misericordioso del Padre, le decimos: R.-Conviértenos a ti, Señor

1.- Para que el Espíritu renueve a su Iglesia. Oremos.

2.- Para que no malgastemos la vida, viviendo sólo para nosotros mismos. Oremos.

3.- Para que sembremos alegría, esperanza y entrega Oremos.

4.- Para que llevemos los golpes de la vida con esperanza. Oremos.

5.- Para que en las pruebas nos sintamos acompañados por Jesús. Oremos.

6.- Para que estemos al lado de los que sufren y de los enfermos. Oremos.

7.- Para que vivamos la Semana Santa participando en los oficios en familia y  cerca de Jesús. Oremos.

8.- Para que llevemos a Jesús a los que se nos acerquen con el deseo de verle y que le sigan. Oremos.

Ayúdanos, Señor, a morir a nosotros mismos para producir los frutos abundantes de amor.

5.- OFRENDAS

-GRANOS DE TRIGO: Te ofrecemos  Señor, estos granos de trigo. Te pedimos que igual que ellos van a morir para dar frutos, nosotros, también demos frutos de buenas obras, de servicio, de generosidad, como Jesús.

CRUZ SIN CRISTO: También ofrecemos esta cruz, en ella murió Jesús por nosotros para quitarnos las barreras que nos atan y hacernos libres, con ella queremos ofrecer nuestro compromiso de seguirle

PAN Y VINO: Y te ofrecemos también  este  pan y vino, con ellos tu nos regalas la salvación, obra de tu amor entregado por nosotros.

6.- VÍDEOS O PPW PARA ESTE DOMINGO: 5º domingo de Cuaresma-B.

-El grano de trigo, canción: https://www.youtube.com/watch?v=ffe9XSXFNZY

-Jesús anuncia su muerte, película: https://www.youtube.com/watch?v=P4EV1atOM68

-Ha llegado la hora: https://www.youtube.com/watch?v=yW8eo9OWPsE

-Si el grano de trigo: https://www.youtube.com/watch?v=7MkLYwdCBGg

– La enfermedad, reflexión: https://www.youtube.com/watch?v=m-tcrUsjc6A

-¡Sorpréndete!, reflexión:

https://www.youtube.com/watch?v=9PFuuiNGrqc&feature=autoshare

7.- SUGERENCIAS:

  • Seguimos cantando con gestos la canción Cuarenta días caminando del Grupo Ixcis:  https://www.youtube.com/watch?v=WiSWRZkem5Q
  • Enviad a vuestros compañeros por whatsapp el dibujo de al lado.
  • Se podrían colocar en el presbiterio el cirio pascual encendido –Cristo resucitado- rodeado de velas apagadas y esta frase: “En Cuaresma abandona la oscuridad del mal y prende la mecha en la luz de Jesús.
  • Se pondría colocar en el presbiterio una maceta de espigas de trigo, o un tarro con granos. Y junto al presbiterio un panel donde cada niño clavará en algún momento su corazón rojo de papel con su nombre diciendo la conocida oración: “Por eso te quiero tanto que te doy mi corazón, tómalo, tuyo es, mío no”. Luego, al final de la misa, los desclavan, cada uno coge el suyo y lo intercambia con a otro diciendo: “Jesús quiere que nuestro cariño también lo repartamos con los demás”.
  • También se podría colocar granos de trigo, lentejas o semillas de flores en un poco de tierra o de algodón en un lugar que le dé el sol o tengan calor. Riega un poco. Después siémbralos, sigue regándolos y cuando comiencen a brotar recuerda lo que Jesús decía antes de su muerte.
  • Preparad algo para el día del padre: postal, oración, poesía. Mejor hecho que comprado.
  • Visitar el seminario.

Misa del domingo

Seis días antes de aquella Pascua judía el Señor Jesús pasó por Betania. Allí vivían sus amigos Marta, María y Lázaro. Muchos judíos al tener noticia de que estaba allí fueron para verlo. También iban a ver a Lázaro, a quien el Señor poco antes había revivificado de un modo impactante. Los sumos sacerdotes para entonces habían decidido dar muerte al Señor Jesús (Jn 11,53) así como también a Lázaro, «porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús» (Jn 12,10-11).

Luego de su estancia en Betania el Señor Jesús se encamina a Jerusalén. Estando ya cerca se monta en un pollino que había mandado traer a dos de sus discípulos (ver Mc 11,1ss). La muchedumbre por su parte organizó su entrada triunfal en la ciudad santa: «tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el Rey de Israel!”» (Jn 12,13).

En la ciudad de Jerusalén «había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta» (Jn 12,20). El término helenés, “griegos”, tiene un sentido amplio: se refiere no necesariamente a griegos de nacionalidad sino a cualquier persona no judía, influenciada por los usos y costumbres helénicas. Estos “griegos” practicaban el judaísmo, no especifica el evangelista si en calidad de prosélitos o tan sólo como simpatizantes de la religión judía. Acaso impresionados por su entrada triunfal en Jerusalén, o por las cosas que se decían de Él, aquellos hombres se acercan a Felipe, uno de los apóstoles del Señor, para expresarle un deseo profundo: «queremos ver a Jesús». ¿Los mueve solamente la curiosidad? ¿O hay que pensar más bien que son hombres en búsqueda de la verdad, en búsqueda de la salvación ofrecida por el Dios de Israel? En realidad, sólo así tiene sentido la respuesta que el Señor da a Felipe y Andrés que se acercan al Maestro para transmitirle el pedido de aquellos representantes de los pueblos gentiles que lo buscan, que quieren verlo, que quieren “creer” en Él: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre» (Jn 12,23ss).

“La hora” de Jesús es el momento en que Él tiene que ser elevado para atraer a todos hacia sí (ver Jn 12,32). Al ser crucificado el Señor podrá ser “visto” por todos aquellos que lo “buscan”. He allí la respuesta al pedido de aquellos gentiles: ha llegado el momento de mostrarse a todos, judíos y gentiles, el momento de ofrecer el “signo” por excelencia por el cual todos podrán creer que Él es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador y Reconciliador del mundo.

Es “la hora” de su muerte reconciliadora, tantas veces anunciada por el Señor (ver Jn 2,4; 7,30; 8,20; 13,1; 17,1). En efecto, por su muerte en Cruz, por su plena obediencia al Padre y a sus amorosos designios (ver Jn 19,30), el Hijo del Padre triunfa sobre el pecado y sus terribles consecuencias, abriendo de ese modo las fuentes de la redención y de la reconciliación para la humanidad entera (ver 2ª lectura).

Aquella “hora” es al mismo tiempo la hora de su “pascua”, de su “paso” o “tránsito” por la muerte hacia su victoria gloriosa: por su Resurrección será nuevamente “glorificado” por el Padre. En el Señor Jesús la muerte llevará al triunfo definitivo de la Vida, triunfo del que hace partícipes a todos aquellos que creen en Él.

Para hablar de su muerte fecunda el Señor se compara a sí mismo con un grano de trigo: es necesario que para dar fruto Él se entregue a sí mismo, que “caiga en tierra” y que “reviente” como el grano. Sólo así podrá dar paso a una nueva vida, podrá producir “fruto abundante”, fruto de redención para la humanidad entera, fruto de vida eterna para todos los que crean en Él.

Quienes quieran beneficiarse de este fruto de redención y vida eterna han de “seguirlo”, es decir, han de participar ellos mismos de este dinamismo cruciforme que implica necesariamente un “morir para vivir”: «El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se desprecia a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna».

Por su Hijo, por su Sangre derramada para el perdón de los pecados, Dios ha realizado ya la nueva y eterna Alianza prometida a su pueblo a través de los profetas, de manera particular por Jeremías (1ª. lectura).

 

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Si te pregunto: “¿Quieres ser feliz?” Me dirás: “¡claro que sí! ¡Es lo que más quiero!”

Yo si te vuelvo a preguntar: “¿Con qué fuerza anhelas esa felicidad? ¿Cuánto estás dispuesto a dar para ser feliz? ¿Qué precio estás dispuesto a pagar? ¿Estarías dispuesto a sacrificar todo lo que sea necesario con tal de alcanzar esa felicidad?”. ¿Cuál sería entonces tu respuesta?

Quizá serías un poco más cauto en tu respuesta y te preguntarías primero qué significa aquello de “Todo lo que sea necesario”. ¿Cuánto es “todo”? Cuando ese todo implica renuncias, sacrificios, dolor, sufrimiento, muerte, uno experimenta automáticamente una fuerte resistencia interior. ¿No es una locura ponerle la cruz delante a quien busca la felicidad? ¿No es un contrasentido decirle: he allí el camino que conduce a tu plena realización? Sin embargo, allí están las tremendas y exigentes palabras del Señor: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se desprecia a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna». Morir para vivir. El que gana, pierde, y el que pierde según los criterios del mundo, en realidad gana la vida eterna.

Esta exigencia choca en nosotros con una especie de “ley de la mezquindad”, de la mínima exigencia en todo lo que se refiere a la vida cristiana, al seguimiento del Señor Jesús. Nos cuesta dar más, “darlo todo”, tenemos miedo de “morir a nosotros mismos”, es decir, a todo lo que en realidad nos lleva a la muerte para de allí emprender el camino que conduce a la Vida mediante la conformación con Cristo, aspirando así al horizonte de una vida plena, auténtica, intensa, santa. Bajo el imperio de esta “ley” reducimos las exigencias de la vida cristiana al mínimo, lo suficiente como para mantener la conciencia “tranquila”, adormecida. Nos creemos lo suficientemente buenos como para no ver por qué tengo que ser mejor.

La ley de la mezquindad nos lleva a querer alcanzar el Infinito sin tener que renunciar a lo que es tan fugaz, a querer revestirnos de Gloria sin tener que presentar la dura batalla y sin tener que subir a la Cruz. Cuando en nosotros domina esta ley somos como barcos que quieren alcanzar el ansiado puerto de la felicidad pero sin tener que soltar las amarras de sus inmediatas y palpables seguridades. O también como águilas que anhelan volar muy alto, que sueñan con conquistar el infinito cielo azul pero sin tener que romper las cadenas o cortar los finos hilos de seda que le impiden alzar el vuelo. Finalmente, por la ley de la mezquindad somos como granos de trigo que querrían dar muchísimo fruto pero sin antes tener que hundirse en la tierra y reventar para dar paso a una nueva vida.

Tras las huellas de nuestro Señor, en la “sequela Christi”, entendemos que el generoso sacrificio y el don de sí mismo son ineludibles para todo aquel o aquella que quiera guardar su vida y estar con Cristo por toda la eternidad: no hay cristianismo sin cruz. Pero ojo: no es que la visión que el Señor nos presenta sea una visión negativa. El cristianismo no es una religión negadora del ser humano, de todo lo que hay en él de grandioso, de auténtico, de verdaderamente humano, ¡todo lo contrario! Se trata de la lógica del “gana-pierde”: sólo quien muere a todo lo que es muerte, conquista la vida verdadera. El creyente que muere a todo lo que en sí lo lleva a la destruirse a sí mismo, a sus vicios y pecados, al hombre viejo y a sus obras de muerte, renace y florece a una vida nueva, verdadera y plenamente humana. En cambio, quien en ese aferrarse tercamente a sus vanas seguridades se resiste o se niega a morir a sí mismo, queda solo, se vuelve estéril, no dará finalmente fruto ni para sí mismo ni para los demás.

Dios, que ha impreso ese deseo de felicidad en nuestros corazones para que lo busquemos (ver Catecismo de la Iglesia Católica, 27), quiere tanto la felicidad para nosotros que Él mismo se ha hecho hombre para enseñarnos el camino. El Señor Jesús, a quienes andan en búsqueda y no se han dejado vencer aún por el desengaño y escepticismo, nos ofrece la felicidad verdadera, auténtica. Él conoce al ser humano, conoce nuestros anhelos más profundos y, lo más importante, sabe qué tenemos que hacer para saciarlos (ver Jn 4,10.14; Jn 15,9-11).

Y ahora se presenta ante cada uno de nosotros esta ineludible pregunta: ¿de verdad le creo al Señor Jesús? ¿De verdad creo que Tú, Señor, tienes para mí esa felicidad que tanto ando buscando? ¿Te creo tanto que estoy dispuesto a darlo todo para recorrer ese sendero exigente que Tú mismo seguiste, el sendero de la Cruz que lleva a la gloria, el sendero del grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto abundante?

Creerle al Señor es esencial. Debemos tener absoluta certeza de que las cosas son como Él dice, de modo que toda nuestra vida, nuestras cotidianas decisiones y acciones se orienten en la dirección que Él nos señala. El creyente que en concurso con la gracia divina y en obediencia amorosa al Plan de Dios se dona continuamente a sí mismo en el servicio evangelizador y solidario a los demás, entregando generosamente su tiempo, sus energías, sus dones e incluso su vida misma, tiene la certeza y garantía de que no quedará solo jamás y de que su entrega florecerá en una cosecha abundante, tanto para esta vida como para la vida eterna.

¡Confiemos en el Señor! ¡Hagamos lo que Él nos dice! (ver Jn 2,5) ¡Vivamos una vida cristiana radical, intensa y comprometida! Y si el Señor acaso te pide alguna renuncia o sacrificio para liberarte de esas ataduras que te impiden avanzar en el camino hacia la plenitud, ¡abrázate a la cruz con fuerza, con decisión y coraje! ¡Reza intensamente! ¡Sé paciente! Aunque te cueste, aunque te duela, ofrece ese sacrificio al Señor confiado de que el fruto que de ello verás brotar en el futuro será abundante y el gozo infinito.

¡Queremos ver a Jesús!

Hoy me adhiero, Señor,
al grupo de los que quieren verte
-saludarte, presentarse,
escucharte, hablarte…-.
Como a aquellos griegos gentiles,
pero curiosos e inquietos,
que acudieron a Felipe para conocerte,
también a mí me has tocado y despertado
abriéndome el horizonte
con tu presencia, mirada y mensaje.

Pero, ¿quién me acercará hasta ti?
¿Quién me llevará a tu presencia?
¿Quién me ayudará a superar las murallas
-culturales, religiosas, personales-
que nos separan y me retienen?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
¿Quién se hará cargo de este deseo
que surge de lo más hondo de mi ser
y me acompaña noche y día
desde la primera vez?

¿Tu Iglesia que se dice católica?
¿Sus vicarios, obispos, presbíteros…
y demás padres  señores y dignidades
tan seguros e inflexibles en sus verdades?
¿La Curia Vaticana y sus jefes?
¿Los monseñores y cardenales?
¿Los guardianes de la doctrina y creadores de leyes?
¿Los teólogos que hablan y escriben en otro lenguaje?
¿Los liturgos que no sintonizan con la gente?
¿Los nuevos grupos y comunidades que emergen?…

¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?

Entre tus discípulos y apóstoles
siempre hubo, y seguro que las hay hoy,
personas cercanas y humildes,
con los pies en la tierra, en el «humus»,
y los ojos fijos en ti;
hermanos atentos y sin ambiciones;
pastores que huelen a lo que deben oler;
pobres despojados hasta de su ser;
creyentes que se siembran sin temor a desaparecer;
hombres y mujeres que gozan al estar junto a ti…

¡Ojalá tenga la suerte
de toparme con ellos hoy,
aquí, en casa, o en los caminos,
o en las plazas, o en las fiestas, o en el templo…
o en cualquier lugar,
sea espacio sagrado o profano;
…o en el reverso de la historia
tan olvidado y arrinconado,
pero que tanto te preocupa a ti
y a todos los que siguen tus huellas!

¡Que llegue esa hora
para estar en tu compañía, Jesús!

Comentario al evangelio – Viernes IV de Cuaresma

Jesús sabe lo que tiene que hacer. Jesús lo hace. Jesús sabe que le van a matar por ello. Hoy leemos que no había llegado su hora. Llegará. Nosotros también sabemos lo que tenemos que hacer. ¿Lo hacemos?  No es fácil la vida del profeta, como no fue fácil la vida de Jesús. Estuvo predicando a diestro y siniestro, hasta que llegó su hora. La “hora de Jesús” Jesús hablaba de cumplir la voluntad de su Padre Abba. Siempre teniendo la sensación de ser guiado por Su voluntad y deseando cumplirla. ¿Has tenido alguna vez la sensación de ser guiado por la voluntad de Dios? ¿Cuándo he respondido a esto y cuándo no? Sería buen hablar con el buen Jesús acerca de esto.

¿Quiero ser guiado, con todo lo que eso puede implicar? Hay que saber adónde nos lleva eso. A mí me ha traído hasta Múrmansk, en el norte de Rusia. Hacer la voluntad del Padre no siempre coincide con lo que nos gusta o nos resulta más fácil. A veces hay que estudiar idiomas para llevarla a cabo.

Si nos dejamos guiar, acabaremos viviendo como Jesús. Él nos pide que amemos, como Él nos amó y nos ama; hasta el final. Además, la forma de actuar de Jesús es muy especial. A nosotros nos gusta ponernos en el centro, que se oiga nuestra palabra, y no la Palabra. Jesús nunca se colocó en el centro. Estaba siempre mostrando al Padre. Por eso “trataron de arrestarlo…” En su horizonte estaba el día cuando “iba a llegar su hora”, la hora de su muerte, la hora de su gloria. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final.”(Juan 3: 16)

Hay muchos motivos para reflexionar. Si nos parece difícil, si estamos cansados, que no se nos olvide nunca el salmo de hoy: el Señor está cerca de los atribulados. Acércate a Él cuando creas que no puedes hacer lo que te pide. Y pídele que el Espíritu te vaya llevando, a veces, donde quieras, y otras, donde no quieras.

Alejandro Carbajo, C.M.F.