Domingo de Ramos

Al atardecer se juntaron a cenar. Alguien les devolvió la dignidad perdida, robada. El silencio se tornó Luz, Vida, Presencia. Ayer. Hoy.

Se ha ido corriendo la voz. Viene Jesús, el galileo, el Maestro. Le acompaña mucha gente, bueno, no tanta, pero lo importante es que está presente. Viene a celebrar la fiesta de la Pascua con sus amigos, con las mujeres que iban con él desde el principio, con su familia. Y ahí entramos todos los que le seguimos desde hace tiempo. La entrada en Jerusalén resulta chocante, viene montado en un borriquillo rodeado por toda la gente que le quiere; él parece feliz. ¡Hosanna! ¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Buen Dios! El burro lo encontraron en el pueblo atado a una puerta. El dueño, de lejos, nos hizo señas para que nos lo lleváramos; estaba preparado para que lo montara. ¡Hosanna! ¡Viva!

– ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

– El dueño os enseñará una sala grande en el piso de arriba.

– Al atardecer se juntaron a cenar. Tomad. Esto es mi cuerpo. Luego, cogió una copa y todos bebieron.

Era la última de muchas comidas/cenas. Jesús intuye lo que va a pasar. En ningún momento se escondió ni dio marcha atrás en su denuncia ante los sacerdotes corruptos del templo, ni ante las trampas de la Ley que siempre recaían sobre los mismos, los más débiles, ni ante los jerarcas del poderoso Imperio romano. Mas en esa noche especial, cargada de tensión, de temor, quería recordarles una sola cosa: debéis ser pan y haceros pan para los demás, como yo os he enseñado.

Así pues, en la vida cotidiana y en cualquier circunstancia, ser pan, buscar el bien, ser pacientes, pacificar conflictos, desencuentros, malentendidos, ponerse en lugar del otro, dejar a un lado la hipocresía y el egoísmo disfrazado y justificado tantas veces, rechazar todo aquello que provoque violencia, injusticia, opresión, cerrazón.

Otros cumplían condena por haber cometido delito. Pero algún día saldrían. Vosotros plantearos la vida de otra forma: traficantes, falsificadores, mujeres prostituidas, ladrones, acusados de violencia machista, asesinos… malas compañías, familias rotas, o quizá, todo lo tuvieron en contra desde que nacieron hasta llegar allí. También ellos encontraron un trocito de pan donde agarrarse: talleres, ayuda psicológica, educación a distancia, “proyecto hombre”, alcohólicos anónimos o el reencuentro casi olvidado de la “misa” del sábado. Algunos decidieron pedir perdón y en cuanto se lo permitieran, regresarían a su casa para comenzar una nueva etapa de sus vidas. Ese día, comieron algo especial. Alguien, aún sin conocerle, les había devuelto su dignidad, la certeza y la consciencia de que era posible empezar de nuevo, pasar página y adaptarse a nuevas oportunidades…

Familias, gente en paro, madres solteras, personas excluidas por ser diferentes, extranjeros, personas sin hogar, enfermos, comunidades cristianas, hermanos y hermanas de familias religiosas, alejados, minorías étnicas, jóvenes, mayores, niños, comparten el pan partido, la vida entregada, que rescata a los crucificados de la sociedad.

Jesús Nazareno, de familia humilde, descubrió que era Hijo amado de Dios, al que llamó Abba; recorrió pueblos y aldeas anunciando una buena noticia para todos los que malvivían, viudas, niños, pobres y oprimidos, comió con todos, se saltó las normas de la ley y los ritos poniendo por encima a las personas, hablaba con autoridad, desde su experiencia de Dios, no de oídas, denunció el abuso de impuestos que llevaba a las personas a perder su tierra, convirtiéndose en esclavos, malhechores o prostitutas. Se granjeó la antipatía y la enemistad de los sacerdotes del templo y de los romanos porque el Reino de Dios que predicaba chocaba frontalmente con ellos.

Su vida y sus obras fueron el detonante que hizo estallar la hipocresía y la opresión de unos y otros. Su condena a muerte fue la consecuencia de su vida. Él no la buscó pero tampoco la evitó. La fidelidad y la confianza en su Abba revelaron su plena humanidad. Jesús, Dios hecho hombre, se nos desvela como la Palabra y la revelación más plena de Dios. El Espíritu estaba en Él.

No sabemos explicar la raíz última de tanta maldad. El odio, las guerras, el sufrimiento de los inocentes, la explotación infantil, el hambre, la persecución y la tortura, la violencia, la injusticia, la pandemia del Covid, el maltrato a la tierra, los océanos, los ríos, la contaminación, el cambio climático, el peligro nuclear.

Nosotros también hemos levantado esas cruces y hemos crucificado a muchos inocentes como Jesús Nazareno. Él desenmascara nuestras mentiras y cobardías. En la soledad de la cruz, nos cuestiona nuestra fe, nuestra complicidad e indiferencia ante las víctimas. Celebrar la semana santa es contemplar al Crucificado en el Misterio de su muerte y acercarse a los crucificados de todos los tiempos.

Llama la atención en ese largo proceso del juicio y posterior condena, el silencio de Jesús. Excepto unas pocas palabras, él calla. Ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Han visto sus obras y a la gente que le seguía. No necesita convencer a nadie. No hay marcha atrás. Sólo le queda un último paso: la aceptación final hasta sus últimas consecuencias. Un estado de consciencia lúcida en la que se abre un vacío lleno de Luz aun en la noche más oscura, en el dolor más insoportable, en el total abandono, en la desolación más absoluta.

Quizá, cada uno/a lo experimenta de forma distinta o se prepara para ese encuentro definitivo de diversas maneras, si es que es posible… Luego, será/es la Vida, la Luz, el Amor, la Presencia, el abrazo, el beso, la plenitud, la gloria, la resurrección, el reencuentro…

¡Shalom!

 

Mª Luisa Paret

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La contradicción de los hombres

1. Cuando vamos a comenzar a revivir la Semana Santa, la Iglesia, como que nos previene: Todo esto va a tener un final feliz, la Resurrección. Por eso con la Procesión de los Ramos celebrada con ritmo festivo, al aclamar a Cristo como el Hijo de David que viene en el nombre del Señor, adelantamos su Resurrección, proyectando sobre la Pasión la luz profética de la esperanza de la victoria…

2 «Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti humilde, montado en un asno» Mateo 21,1. En contraposición a los reyes victoriosos que hacían su entrada apoteósica en las ciudades conquistadas montando a caballo, Jesús entra como rey en la ciudad santa humildemente, montado en un asno, signo de que es manso y humilde de corazón, según la profecía de Zacarías (11,11).

3 Lucas completa la narración de Mateo, contándonos el llanto de Jesús: «Al ver la ciudad, lloró por ella». A medida que va avanzando hacia la muerte, se aprecia más la sensibilidad de Jesús, lamentando la desgracia de su patria, manifestando la ternura por sus discípulos.

4 «Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído para que escuche» Isaías 50,4. Escuchar y hablar. Para poder dar vida y ser fuerte, para soportar insultos y salivazos, para ofrecer la espalda a sus golpes, para seguir a Cristo, necesitamos escuchar la palabra. Sólo ella nos dará la fuerza necesaria. Sin ella reaccionaremos al vaivén de nuestros sentimientos.

5. «Se burlan de mí, me acorrala una jauría de mastines, me taladran las manos y pies, se pueden contar mis huesos, se reparten mi ropa, se sortean mi túnica. Fuerza mía, ven corriendo a ayudarme» Salmo 21. ¿Lo hemos experimentado alguna vez?

6. La lectura hoy de la Pasión despliega ante nuestros ojos un tapiz en el que se mueve la vida toda y podemos estudiar uno a uno a todos los numerosos personajes que participan en el drama, y sacar lecciones para todas las situaciones de nuestra propia vida humana y cristiana. Proyectaremos el foco de nuestra atención en los principales protagonistas: Jesús, Judas, Pedro y Pilato.

«Se ajustaron con él en treinta monedas» Mateo 26,14, ¡Hasta ahí llega la ingratitud del pueblo de Israel, hasta vender a su Pastor por treinta monedas (unos veinte euros), que era el precio que se pagaba por un esclavo! Que lo haya profetizado Zacarías (11,12), es la prueba de que la pasión y muerte de Jesús estaba perfectamente prevista y diseñada. Judas, hombre mezquino y ambicioso, fue el instrumento, capaz de traicionar y entregar a su Maestro y desencadenar una tragedia tan enorme por unas monedas, para se cumpliera la Escritura.

Su deseo de grandeza le impulsa, al sentirse fracasado en sus ambiciones y deseos y desilusionado por Jesús, a actuar amargado y resentido contra El. No sólo no se separa como hacen los mediocres, sino, resentido y frustrado, quiere hacer daño al que lo ha hecho fracasar. Quiere vengarse. Siempre dispuesto a criticar. Criticó a María cuando derramó el perfume en casa de Lázaro, porque pudo haberse repartido su producto entre los pobres. Consiguió que los demás apóstoles secundaran la crítica, pero como Jesús la cortó alabando a la mujer que había hecho una obra buena, le supo mal que el Maestro le riñera delante de todos. Y le guardó rencor. Era otro de sus defectos: no podía recibir ni un sólo reproche. Se apagaba de inmediato. Al menor roce, al instante plegaba las hojas como una pequeña sensitiva. Su convivencia era muy difícil. A veces, insoportable, porque a su lado en ocasiones se enrarecía el ambiente. Los demás sufrían y él se sentía raro y extraño, rechazado. El corazón no era limpio y vivía más fuera que dentro. Se escapaba en cuanto podía de la compañía del colegio. Cualquier motivo era suficiente para la huída. No asimiló nunca el espíritu de la familia escogida. Juan dice claramente que era ladrón (Jn 12,6). La oportunidad se la daba la bolsa que administraba sin dar cuentas a nadie. ¿En qué gastaba el dinero que robaba? Y por dentro le recomía la estafa que le había hecho el Rabí al dificultarle que se casara, quien encima, les predecía odios y persecuciones (Mt 26,6; Mc 14,3).

Así funciona Judas y por eso entrega y vende a su Maestro. Dominado por la avaricia, les propone a los sacerdotes: «¿Qué me dais si os lo entrego?» (Mt 26,15) ¿A cuántos habrá entregado antes? Esa es su personalidad y su modo de actuar. Es un hombre que va almacenando rencor. Desde entonces se va endureciendo más y más «y andaba buscando ocasión propicia para entregarlo». Mientras sus planes le salieron bien, siguió al lado de Jesús. El nombramiento de Pedro, Piedra de la Comunidad, el afecto evidente con que Jesús distingue a Juan, el discípulo amado, le reconcomían. Tuvo altibajos. Era inestable. Temporadas de cogerte en brazos y otras, por el detalle más mínimo en el que se sintiera menos estimado o valorado, cerraba la boca, mostraba un semblante sombrío, violento y agresivo y bajaba allá abajo su tono, que no parecía el mismo. Su hipersensibilidad patológica y su psicología psicótica, causaron el cumplimiento de la Escritura.

El había de ser él solo. Y él había de estar solo. Y las cosas se habían de hacer a su manera. Cuando se desilusionó de Jesús, no tuvo ni un sólo gesto de magnanimidad, ni de comprensión, bajo el carné de humilde y estafado, se escondía una persona soberbia e insolidaria, incapaz de humillarse pidiendo perdón, antes se ahorcará. Sabe que ha cometido un grave pecado, entregando la sangre inocente; está despechado y arroja las monedas a los sacerdotes en el templo. Ni un momento de sensatez buscando a quien le puede salvar. No ha comprendido ni pizca a Jesús. Su vida y comportamiento iba por otros derroteros. Y se ahorcó. Fue llamado, tuvo un tiempo de felicidad, fue perdiendo gas en cosas pequeñas, hasta llegar a la monstruosidad. No era un hombre fuera de serie. Todos somos capaces de seguir el mismo camino.

Se escandalizó de la debilidad de Dios. Venía hace tiempo pensando que Jesús había sido un gran farsante; su vida y su misión un enorme fraude. ¿Cómo podía Dios estar con Jesús, si todo le salía mal? ¿Si sólo iba de fracaso en fracaso? ¿Buscó infectar su maldad a alguno de sus compañeros? Lo intentó, como se demuestra en la crítica de la unción en Betania, pero por suerte, no encontró a nadie tan cicatero y rastrero como él, pese a la debilidad y cobardía generalizada. Su cinismo es patente: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar»: -«¿Soy yo, acaso, Maestro?». Y con villanía monstruosa le dio un beso en el Huerto. Hasta se manchó los labios de sangre. Y Jesús, deja libre a Judas. Como nos deja libres a todos. El no esclaviza ni fuerza, ni violenta la libertad de nadie.

6. ¿Se ha extinguido ya la raza de Judas? La traición y la deslealtad son semillas humanas y no anacrónicas. Hoy sigue habiendo Judas, que cuando pierden la ilusión, cuando se desengañan, cuando están amargados, se convierten en resentidos, y cuando se sienten postergados, reaccionan irracionalmente, sacan consecuencias falsas y son capaces de traicionar la amistad, tanto a nivel familiar, como social.

7. «Entonces Jesús dijo: «Me muero de tristeza»… Padre mío, si es posible que se aleje de mí ese trago»… Al encontrar a los discípulos dormidos, «dijo a Pedro: ¿De modo que no habéis podido velar una hora conmigo?». «Velad y orad para no caer en la tentación». Estad en vela y pedid no ceder en la prueba». Le vieron demacrado y pálido, cubierto de sangre y desencajado. Yo no tengo palabras para resaltar éstas de Jesús tan amargas y trascendentales. Lo mejor que podremos hacer es dejarlas resonar en nuestro interior en profundo silencio: Morir de tristeza. No habéis podido orar conmigo una hora… Sin oración seremos vencidos. Acompañemos a Jesús con cariño y ternura que está sufriendo fuera de todo encarecimiento por nosotros. Y tomemos nota de cuál es en este momento cumbre de su vida, la recomendación que nos hace: «Orar». No les dice a los discípulos: Convenced a Judas de que no lo haga. Id a hablar con Anás y con Caifás. Moveos. Ayudadme. Haced algo. Todo lo que les dice, lo que nos dice, es orad, estad conmigo y con el Padre. Dejad que el Padre disponga y haga su Voluntad. Y hacedlo con sencillez, con simplicidad: «Pase de mí este cáliz». Ni grandes discursos, ni muchas palabras: «repitiendo las mismas palabras», anota Marcos. Hemos vivido unos años de verdadera algarabía en torno a la oración. Y no sólo en la Iglesia Católica, sino también en las separadas. Sobre la oración primero fue el silencio. Después la calumnia. Luego la omisión. Y ahora que se habla más de ella, creo que se habla más que se ejerce. Mientras, avanza el desierto. Con la teología radical de la muerte de Dios, no había posibilidad de diálogo con un Dios muerto. Con la crisis y falta de fe Dios no interesaba al hombre. La autonomía del hombre descartaba el trato con el Ser trascendente. Con la secularización y la desacralización, el trato con Dios era una forma alienante de la personalidad. La escasa coherencia de los orantes profesionales, daba origen a acusar a la oración de evasión y desencarnación de la vida. Y Jesús ha comenzado la Redención del género humano, orando y diciéndonos que oremos.

8. Vamos a ver en seguida los efectos de la omisión de la oración: «No conozco a ese hombre». Pedro no ha podido velar una hora con el Maestro y la falta de oración causa su caída y la caída de todo aquel que no vela. Y así sucedió: «Todos los discípulos le abandonaron y huyeron». Pedro ha negado al Maestro hasta con juramento, cobardemente ante las criadas, confiando presuntuosamente en sí mismo, y poniéndose en la ocasión. Pero tiene más corazón que Judas. Llora y pide perdón a Jesús con la mirada. Probablemente fue a buscar a María, la madre de Jesús, para contárselo a ella y eso le salvó. «Soy inocente de esta sangre». ¡Allá vosotros!» E intenta acallar sus remordimientos, «lavándose las manos». Pilato es el hombre que quiere tener contentos a todos: Al Emperador de Roma, a los sacerdotes, al pueblo, y a su conciencia. Se desespera y se irrita forcejeando tratando de contemporizar con todos. Lo único que le preocupa y le interesa es no perder ni su prestigio ni su cargo. Es esclavo de su propia situación. Yo no puedo crucificarle.

Pilato está de moda. Cuando se vive una vida tan materialista como la actual, el pueblo se traga el quebrantamiento de todas las leyes morales: sólo reacciona ante la pérdida del pan, del puesto de trabajo, del cargo de prestigio, de la reacción que ciertas medidas o el cumplimiento de la justicia en casos concretos, puedan producir en los electores. Pilato es esclavo de la opinión, de la ambición. Además, es un figurón, por eso ambicionó e hizo los imposibles y se sometió a las bajezas mayores para conseguirlo. ¡Y lo que tanto le costó no está dispuesto a perderlo ahora! Le preguntaron al caracol cómo había subido tan alto y contestó: «Lamiendo y arrastrándome».

9. Entre tanta miseria, la lectura de la Pasión nos presenta a Cristo moribundo de amor: «Jesús dio un fuerte grito y exhaló el espíritu». Es la fulgurante manifestación del amor de Jesús, que entrega su vida por la Verdad, y para que sus discípulos tengan vida y se vean siempre libres de todo género de esclavitud.

10. Reconciliémonos con Dios en estos días de Semana Santa. A ello nos exhorta el Catecismo: «El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda, tras examinar cuidadosamente la conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia».

Jesús Martí Ballester

I Vísperas – Domingo de Ramos

I VÍSPERAS

DOMINGO DE RAMOS

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto con su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su Elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

SALMO 118: HIMNO A LA LEY DIVINA

Ant. A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis; ahora, flagelado, me lleváis para ser crucificado.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis; ahora, flagelado, me lleváis para ser crucificado.

SALMO 15: EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD

Ant. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. El Señor Jesús se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor Jesús se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

LECTURA: 1Pe 1, 18-21

Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

RESPONSORIO BREVE

R/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu cruz has redimido al mundo.
V/ Y te bendecimos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Y gritaban: «¡Hosanna en el cielo!»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Y gritaban: «¡Hosanna en el cielo!»

PRECES
Adoremos a Cristo, quien, próximo ya a su pasión, al contemplar a Jerusalén, lloró por ella, porque no había aceptado el tiempo de gracia; arrepintiéndonos, pues, de nuestros pecados, supliquémosle, diciendo:

Ten piedad de tu pueblo, Señor.

Tú que quisiste reunir a los hijos de Jerusalén, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas,
— enséñanos a reconocer el tiempo de gracia.

No abandones a los fieles que te abandonaron,
— antes concédenos la gracia de la conversión, y volveremos a ti, Señor, Dios nuestro.

Tú que, por tu pasión, has dado con largueza la gracia al mundo,
— concédenos que, fieles a nuestro bautismo, vivamos constantemente de tu Espíritu.

Que tu pasión nos estimule a vivir renunciando al pecado,
— para que, libres de toda esclavitud, podamos celebrar santamente tu resurrección.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que reinas en la gloria del Padre,
— acuérdate de los que hoy han muerto.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Sábado V de Cuaresma

1.- Oración introductoria.

Señor, si me permites, hoy quiero estar contigo porque te veo muy solo. Tienes a las autoridades civiles y religiosas en contra, hasta el punto de que determinan matarte. Eras demasiado bueno, demasiado noble, demasiado libre. No caes en la cuenta de que estorbas en un mundo tan hipócrita, tan violento, tan rastrero y tan mezquino. Hoy Jesús quiero estar cerca para decirte: que  yo te quiero, yo te necesito, yo no quiero separarme de ti porque el estar contigo constituye la verdadera fiesta de mi vida.

2.- Lectura reposada de la palabra.

Del santo Evangelio según san Juan 11 45-56

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde este día, decidieron darle muerte. Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Jesús cautivaba, Jesús convencía, Jesús se llevaba detrás a la gente sencilla. Y esto no lo podían consentir las autoridades religiosas: fariseos y sacerdotes.  Los que llevaban la ley cerca de las manos pero lejos del corazón;  los que acudían al Templo a rezar y salían del Templo con el propósito de robar, mentir, y apedrear en nombre de la Ley;  aquellos que eran sepulcros blanqueados, que se entretenían en limpiar los platos y vasos antes de comer, pero por dentro  estaban llenos de podredumbre; esos determinan acabar con Jesús. Y acabar con Jesús es acabar con la verdad, con la belleza, con el amor, con la ilusión, con la esperanza. Hoy también en nuestra vieja Europa está de moda eso de “acabar con Jesús y con todo signo religioso”. Y esto trae graves consecuencias. Nunca el mundo ha tenido tantos medios y nunca ha estado tan vacío. A este mundo no lo salvará la técnica, los aparatos sofisticados, los coches eléctricos o los viajes espaciales. A este mundo lo salvará el amor. Personas que, como Jesús, estén dispuestas a amar a los demás más que a sí mismos. Jesús pasará por todo, incluso por el sufrimiento y la muerte en Cruz. Pero jamás pasará de estar cerca de los que sufren, de los que lo están pasando mal. Y nunca dejará de acudir a la gran fiesta del amor, a la verdadera fiesta de la vida”.

Palabra del Papa.

Hemos dicho que Jesús, en su anuncio y en toda su obra, había inaugurado un reino no político del Mesías y comenzado a deslindar los dos ámbitos hasta ahora inseparables. Pero esta separación entre política y fe, entre pueblo de Dios y política, que forma parte esencial de su mensaje, sólo era posible en última instancia a través de la cruz: sólo mediante la pérdida verdaderamente absoluta de todo poder externo, del ser despojado radicalmente en la cruz, la novedad se hacía realidad. Sólo mediante la fe en el Crucificado, en Aquel que es desposeído de todo poder terrenal, y por eso enaltecido, aparece también la nueva comunidad, el modo nuevo en que Dios domina en el mundo. Pero eso significa que la cruz respondía a una “necesidad” divina y que Caifás, con su decisión, fue en último análisis el ejecutor de la voluntad de Dios, aun cuando su motivación personal fuera impura y no respondiera a la voluntad de Dios, sino a sus propias miras egoístas» ( Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 66).

4.-Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).

5.-Propósito: ¿Verdad que sería bonito vivir un día tal y como lo vivió Jesús? Intentaré vivirlo yo hoy,

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, al acabar este rato de oración siento necesidad de darte gracias por ser como eres, por no haber torcido nunca tus pies hacia la mentira, hacia la vida fácil, hacia el egoísmo. Y te doy muchas gracias porque el programa que nos has dejado a los cristianos no es algo teórico, sino que Tú ya lo has cumplido. Con tu gracia, haz que todos nosotros lo llevemos a la realidad y construyamos un mundo más justo y más humano.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Siempre como el árbol

1- En el «Siervo de Yahvé» los judíos veían representado al pueblo de Israel perseguido e incomprendido por los otros pueblos. Los cristianos vemos en el «Siervo» la prefiguración del Mesías sufriente, que en la cruz recibe insultos y salivazos, que ofrece la espalda a los que le golpean. No es un loco ni un necio, sino alguien que se fía de Dios y cumple su voluntad. Por eso, no se acobarda ni se echa atrás ante el sufrimiento o la misma muerte. Sabe que el Señor le ayuda y que no quedará avergonzado. A pesar de la sensación de abandono y hasta desesperación que refleja el salmo 21 –¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?– implora la ayuda de Dios y sabe de quien se ha fiado.

2. – El anonadamiento de Cristo, cantado en el himno cristológico de la Carta a los Filipenses, es la puerta que conduce la glorificación. Por la cruz se llega a la luz. El centurión desvela todo el enigma que Marcos ha mantenido en secreto durante todo su evangelio. Sólo en la cruz se desvela el misterio. Ese Jesús crucificado es «verdaderamente el Hijo de Dios», es el Cristo, Mesías Ungido y esperado por el pueblo. Este himno nos introduce en el misterio pascual -muerte y resurrección de Cristo- que vamos a celebrar en el Triduo Santo. Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por aquellos que después van a quitarle de en medio. Todo esto ocurre porque Jesús se mete en el mundo, asume el dolor de todos los hombres que hoy son «crucificados» o mueren destrozados por las bombas en Irak. Jesús se empeña en estar en todos los líos, se sitúa en las entrañas de la vida, allí donde se juega el futuro de la humanidad. El mundo es su sitio. No le va la muerte ni la marginación -siempre injusta- . Lucha por acabar con todo aquello que degrada al hombre, que le humilla y hunde en el abismo. Fue valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso. Pero Jesús sigue muriendo hoy día… Nosotros seguimos crucificando a muchos «cristos» y gritando: «¡Crucifícalo!».

3. – Hoy nos atrevemos a pedirle a Jesucristo que nos ayude a ser como él, generosos y entregados. El se «desvivió» por nosotros, fue como un árbol que da sombra al cansado y al que está castigado por el sol, que es refugio de la lluvia al viajero exhausto. El árbol presta sus ramas para que las aves aniden y las criaturas encuentren refugio. Da siempre fruto en el momento oportuno. Echa hondas raíces y se afirma para no ser movido de donde le han encomendado estar. Con sus hojas caídas se abona a sí mismo para crecer más aún. Queremos ser como el árbol, que toma lo poco que necesita y devuelve muchas veces más. Incluso cuando es cortado sirve para un sin fin de usos como leña para dar calor. Pasados los años se derrumba por su antigüedad, pero incluso así se convierte en abono para que otros continúen viviendo. Jesús es ese árbol del que todos hemos recibido vida plena, que se entrega por nosotros hasta la muerte, y una muerte de cruz. El mundo sería diferente, muy diferente, si todos fuéramos como el árbol, como Jesús que entrega su vida por amor.

José María Martín, OSA

Comentario – Sábado V de Cuaresma

(Jn 11, 45-57)

Mientras las autoridades judías creen que es conveniente poner un freno a Jesús para evitar problemas, uno de ellos, que era sumo sacerdote, dice que Jesús tiene que morir por todos. El evangelio aclara que esas palabras proféticas no las dijo «por cuenta propia», sino que el Señor lo había inspirado para decir esas palabras porque era el sumo sacerdote.

Esto nos hace pensar cómo Dios puede utilizar como instrumento a la autoridad de la comunidad más allá de sus capacidades humanas, más allá de su sabiduría o de su santidad, e incluso más allá de sus intenciones, buenas o malas.

Y esto no debería llamar la atención si vemos que un apóstol, el sucesor de Judas, fue elegido echando suertes (Hech 1, 26). Dios tiene sus caminos, actúa como él quiere, siempre puede sorprendernos y hablarnos de maneras insólitas.

Nosotros preferiríamos que los sacerdotes y todos los instrumentos que Dios utiliza sean santos o ángeles, personas que reflejen en todos sus actos la santidad de Dios. Pero Dios actúa utilizando los instrumentos que él quiere, a veces imperfectos, débiles y poco atractivos. De esa manera se muestra que la luz y la gracia proceden de Dios y no tanto de las capacidades del instrumento humano. Por eso cuanta san Pablo que él tenía una especie de «espina», algo que lo humillaba, y que pidió tres veces al Señor que lo liberara; pero el Señor le respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad» (2 Cor 12, 8). Y concluye diciendo que él se complace en sus debilidades, «porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (12, 10). Y Pablo también nos habla de algunos que predican a Cristo con malas intenciones; y sin embargo dice que él igualmente se alegra porque predican a Cristo (Flp 1, 18). Más allá de las intenciones de estos instrumentos deshonestos, Dios igualmente puede hacer el bien a través de su predicación. Porque Dios es libre y poderoso, siempre nos desconcierta, y tiene mil caminos para manifestar su gloria y su amor.

Oración:

“Señor, ayúdame a valorar los instrumentos humanos que tú eliges, más allá de las capacidades humanas que puedan tener; ayúdame a descubrir tu voz que también me habla a través de ellos».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Constitución del hombre

14. En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado, experimenta, sin embargo, la rebelión del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón.

No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad.

¿Viaje feliz con un final triste?

Siempre que celebramos el Domingo de Ramos, se entrecruzan dos sentimientos bien diferentes; por un lado la alegría de recibir a Jesús en el pórtico de la Semana Santa y, por otro lado, la visión que tenemos de que, la pasión, es lo que al final le espera.

Es como aquel turista que iba felizmente en un viaje pero, en la última etapa, veía que existía un muro ante el cual, tenía que detenerse. Un final de viaje, triste.

Pero la Pasión de Jesús, no será un muro infranqueable. Lo recibimos con palmas los mismos que, en Viernes Santo, gritaremos ¡crucifícale! ¡crucifícale!

La vida está sembrada de contradicciones. Alimentada por adhesiones y deserciones. Probada por fidelidades e infidelidades. Y, nosotros, en el Domingo de Ramos, manifestamos que ciertamente, la Pasión, sólo la puede retar alguien como Jesucristo. Alguien que, como El, esté dispuesto a perdonar, olvidar ofensas, cobardías y falsos juicios.

En un mundo en el que vivimos como reyes (por lo menos parte de él) resulta un desafío (o incluso para algunos algo sin sentido) un Jesús montado en un pollino y aclamado, ¡para más INRI! como rey.

Lo cierto es que, el Domingo de Ramos, es el ascenso hacia la Pascua. Aquel que viene en el nombre del Señor, incita muchos sentimientos en aquellos que le acompañamos con ramos y palmas en esta mañana.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Y, es verdad. La Semana Santa, si algo tiene, es que sigue cristalizando los deseos de un Dios que en Jesús, quiere acercarse y donarse por los hombres.

¡Pero qué ingenuo! Pensarían algunos de los que contemplaron el auténtico cortejo que se dio en la Jerusalén de entonces. ¿Un rey en pollino? Así es Dios. Nos desconcierta. Habla desde el camino de la sencillez. Nos aturde cuando de, una forma casi provocadora, empuja a Jesús a iniciar un viaje feliz a Jerusalén, con un final triste: con un amigo usurero, de la mano de otro que le niega y, sentándose con algunos más, que le abandonan en las horas de más angustia y de soledad.

Interviene Dios, en el Domingo de Ramos, desde la alegría que nos debe de producir un Jesús que sabe lo que le aguarda, a la vuelta de la esquina, por haber apostado por la salvación del hombre.

Habla Dios, en el Domingo de Ramos, para los que tenemos fragilidad e incoherencia: hoy decimos que sí, pero mañana diremos que no.

Se hace presente Dios, en el Domingo de Ramos, como lo hizo desde el mismo nacimiento de Jesús en Belén: con pobreza y sin miedo al ridículo. Fue adorado por los pobres en la gruta de Belén, y es aclamado por el pueblo sencillo y llano, en su entrada a Jerusalén.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Y la Iglesia, sigue adentrándose en este tercer milenio, en ciudades y conciencias porque sabe que viene y habla en el nombre del Señor. Su sola presencia a unos dejará indiferentes, en otros acarreará aplausos y en otros más, enojo.

La historia se repite. La sociedad, a veces dominada no precisamente por el bien común, se resiente en sus cimientos cuando alguien le recuerda una instancia superior o un bien supremo; una fuerza poderosa, más definitiva y eterna que otorgue un poco más de orden y de solera a la realidad tan enrevesada que padecemos.

Por ello mismo, en el Domingo de Ramos, la iglesia debe de recuperar la fuerza para seguir caminando con ilusión, convencimiento y fortaleza hacia la mañana de resurrección. Siendo consciente de que, por medio, está la cruz, la persecución, las traiciones desde dentro de casa, la blandura de algunos de sus miembros y la incomprensión de otros tantos que tan pronto le aplauden como la apedrean.

Y es que, la vida cristiana, en algunos momentos puede ser así: un encantador viaje con un triste final. Eso sí, la última Palabra por ser de Dios, pondrá a esa tristeza un choque: la resurrección de Cristo. Y, eso, ya no es final triste. Es una traca con destellos de eternidad y de felicidad eterna.

ENTRA, AMIGO Y REY

Remonta, Rey y Señor, a Jerusalén,
porque si no lo haces, tampoco, nosotros,
podremos ascender a la gloria que nos prometes.
Déjate aclamar, aunque suenen a hueco y flameen estériles
muchos de nuestros ramos y palmas
Adéntrate camino de la Pasión, porque sin ella,
estaríamos descorazonados y sin posibilidad de billete con vuelta.
No mires, Señor, a la tiniebla que mañana te espera,
pues necesitamos de Ti para que, la nuestra, no sea eterna
Te esperábamos, Señor,
aunque, hoy te digamos ¡viva! y, mañana gritemos ¡muera!
Hoy nos adherimos a Ti, Señor,
para luego, aún siendo los mismos, decir no conocerte
Entra, Rey, amigo y Señor,
y si te escandaliza este triunfo, cuando tanta sangre espera,
perdónanos, Señor.
Somos así, incluso los que más te queremos
los que en la intimidad, más hemos convivido contigo:
No entendemos esta entrada en humillante pollino
no comprendemos el por qué una cruz al mejor hombre
nos resistimos al triunfo si ha de pasar primero por la muerte
Avanza, Rey, amigo y Señor
Porque si te detienes fuera de los muros de la ciudad
el hombre quedará definitivamente sumido en su mala suerte
o el cielo puede que se cierre definitivamente
la cruz quedará sin nadie que la domine sobre sus hombros
sin poder salvar, así, a toda la humanidad de la incertidumbre que le
asola.
¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!
Si eres Palabra cumplida al detalle
Esperanza de los profetas
Manos apropiadas para el madero
Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar
Palabras que, en Viernes Santo, estremecerán todavía más nuestro llanto
¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!
Cuando sabemos, que al final,
después de las espinas y del dolor
del vértigo y de la muerte
gritaremos lo que Tú, tantas veces nos repetiste:
hay que morir para dar abundante fruto.
Y, si algo tienes Tú, Señor, es mucho para darte
y otro tanto para exigirte.
Amén.

Javier Leoz

Jesús entrega todo su ser

1 Jesús, el Hijo de Dios, sin dejar de serlo, por amor nuestro se rebaja, se vacía de sí mismo y toma la condición de esclavo. Entrega todo su ser, entrega toda su vida hasta la muerte y muerte de Cruz. Así cantaba el himno cristológico de la carta de Pablo a los cristianos de Éfeso. Cristo sin dejar de ser Dios se hace obediente hasta la muerte; por eso Dios lo exaltó. Es un descendimiento hasta nosotros tomando forma de siervo, y una vuelta a donde salió, una vuelta a su origen, una exaltación junto a la diestra del Padre: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre».

2. En este domingo, la liturgia nos invita a que contemplemos a Jesús en su dolor, pasión y muerte de cruz que se entrega por nosotros; a que descubramos ese misterio de amor de Dios por cada uno y por toda la humanidad.

Cristo salva al hombre, a todo hombre, incluso aunque él no lo sepa. Cristo ha traído la salvación al género humano, a los hombres de todos los tiempos. «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará», dice el texto bíblico. Nosotros profesamos nuestra fe y nuestro amor a Jesucristo. Nuestra fe como nuestro único Salvador y Señor, que nos salva con su muerte y resurrección. Esa es la gran noticia y la gran victoria de Cristo, la gran noticia para todo hombre, la gran gesta que el Hijo de Dios ha realizado para todos nosotros.

3. La Pascua para los judíos era sinónimo de fiesta, de alegría, de celebración de la liberación de Israel al salir de Egipto, de gozo por la liberación de la esclavitud; incluso una anticipación de la liberación futura escatológica. El texto de Marcos nos presenta la última Cena, la última Pascua judía celebrada por Jesús con sus discípulos. Para Él esa Pascua es preludio de su Pascua real; para Él esa Pascua es una Pascua de entrega, de renuncia, de traición por parte de sus amigos, de rechazo homicida por parte de los demás. Los mismos sumos sacerdotes y los escribas lo buscaban para prenderlo y matarlo. La Pascua es el paso: Cristo pasa de la muerte a la vida, de la muerte a la resurrección.

4. En vísperas de la Pascua, en una comida que se hace en Betania, en casa de Simón el leproso, una mujer unge a Jesús con un frasco perfumado carísimo. Y este gesto, que es un preludio de la Pascua, este gesto que es una unción de quien es el «ungido», el Mesías, este gesto es mal interpretado. Los mismos discípulos que están allí, Judas el traidor y también los que no creen, piensan que es un gesto superfluo y protestan porque creen que es un derroche derramar este frasco. Ese dinero se podía haber gastado con los pobres, dicen.

Tal vez para nosotros un gesto de tal género hubiera sido también motivo de crítica. Nosotros medimos mucho el tiempo y las energías que damos a Dios y a los demás; buscamos la utilidad y la eficacia; nos cuesta darnos más allá de lo que pide la ley, o de lo que nos parece razonable; nos cuesta entregarnos y solemos dar, a veces, a Dios y a los demás los mínimos. Sin embargo, hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios Creador, cuyo amor se ha prodigado infinitamente a todas las criaturas. El amor que una madre tiene por su hijo no ahorra esfuerzos, no se da bajo mínimos, no es calculador. La madre se da totalmente a su hijo. ¡Cuánto más Dios, que es amor se da totalmente a nosotros! La cruz de Cristo es el derroche más absoluto y más santo de su amor. El gesto que podía ser un derroche simboliza el gran derroche de amor de Cristo por nosotros.

5. Jesús interpreta el gesto de la mujer, el frasco de perfume derramado, como es un gesto que anticipa su sepultura y les da a sus amigos tres advertencias: Primera, a los pobres los tendréis siempre con vosotros, a mí no siempre me tendréis. Segunda, esta mujer ha hecho lo que podía, se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura, es un gesto profético, un gesto de futuro. Y tercera advertencia, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio se recordará también lo que ésta ha hecho.

El cuerpo de Cristo no puede quedar enterrado en la sepultura, no puede quedar corrupto en la tierra; tiene que resucitar. Este gesto de la mujer está expresando el mismo gesto de derroche de amor de Cristo en la cruz, cuyo misterio hemos contemplado. Este gesto está pidiendo de nosotros que muramos con Cristo; que nos demos a él y a los demás, no bajo mínimos, no lo que nos pide la ley, no sólo lo que nos parece razonable, sino en medida absoluta, total, que muramos con Él. Por ello mismo nos invita también a resucitar con Él. Con este gesto de la cruz nos invita el Señor a servir al prójimo.

6. «Pobres los tendréis siempre entre vosotros» y son imagen mía, nos dice Jesús: «Lo que hagáis a uno de estos pequeñuelos a mí lo hacéis». La mujer derrama un precioso perfume sobre la cabeza de Cristo, porque Cristo es cabeza de la humanidad, Cristo es cabeza de la Iglesia, Cristo es nuestra cabeza y nosotros miembros de su cuerpo. Por tanto, atender a un miembro, a los miembros, es hacerlo a la cabeza; cuidar de los pequeñuelos, cuidar de los necesitados, es cuidar de la cabeza. Todo lo que hagamos a los demás es hacerlo al mismo Cristo. Y Él nos invita a realizar obras de misericordia y de amor al prójimo.

Finalmente, Cristo nos invita a ser testigos de su evangelio. Donde se proclame el evangelio se proclamará lo que esta mujer ha hecho. El Señor nos invita a ser testigos de su evangelio, a proclamar al mundo la buena noticia de que Cristo ha resucitado, de que la muerte no tiene ya dominio sobre el hombre, de que no temamos ante la muerte, porque es el último enemigo que Cristo ha vencido; que no nos asuste, pues, la muerte. Ya no es nuestra enemiga. Alguien ha podido con ella.

Profesar la fe en Cristo, en su muerte y en su resurrección, es tener la alegría del triunfo sobre el pecado, sobre la enfermedad, sobre la muerte. La fe no puede quedar celebrada y cerrada dentro de un templo. Debemos vivirla fuera en la vida social, en la vida pública, en el trabajo, en la familia. Seamos testigos de que Cristo ha muerto, pero de que Cristo ha resucitado y vive por nosotros.

Antonio Díaz Tortajada

Serenidad y señorío

1.- En la narración de San Marcos de los hechos de la Pasión reluce serenidad en la narración, sin tratar de excitar la compasión.

El señorío de Jesús está siempre sobre todos los acontecimientos, en la cena, en el prendimiento, en los diversos juicios y tribunales.

Es el señorío del Mesías, como Él mismo se presenta ante el Sanedrín y un centurión pagano que reconoce que en realidad “era Hijo de Dios”

Reluce la soledad y el abandono de Jesús por parte de todos los discípulos, de su pueblo y aún de su mismo Padre. Y los sentimientos internos de Jesús no nos los deja entrever el evangelista más que en dos momentos: en el Huerto y en la Cruz.

2.- Valgan estas palabras de homilía, que después de una narración tan maravillosa y serena del evangelista Marcos, creo que mis palabras no servirían sino para desenfocar la palabra de Dios.

Os ruego que hagáis como vuestra, como no ajeno a cada uno. Cada uno somos un personaje importante en esa narración, porque por cada uno se ofreció Jesús a la muerte. Vivámosla con el respeto de quien oye la narración de cuando mi gran amigo dio su vida por mí.

José María Maruri, SJ