Vísperas – Martes Santo

VÍSPERAS

MARTES SANTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!»
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

SALMO 48: VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Ant. Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno.» Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado.

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, 
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno.» Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado.

SALMO 48

Ant. Sé tú mi fiador ante ti mismo, pues, ¿quién, si no, será mi garante?

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaban:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Sé tú mi fiador ante ti mismo, pues, ¿quién, si no, será mi garante?

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Fuiste degollado, Señor, y con tu sangre nos compraste para Dios.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Fuiste degollado, Señor, y con tu sangre nos compraste para Dios.

LECTURA: 1Co 1, 27b-30

Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.

RESPONSORIO BREVE

R/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu cruz has redimido al mundo.
V/ Y te bendecimos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla.

PRECES

Adoremos al Salvador de los hombres, que, muriendo, destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida, y digámosle humildemente:

Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a tu pasión,
— para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
— para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
— para que se manifiesten en ellos los frutos de tu salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz,
— enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
— y a nosotros danos un día parte en su felicidad.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común de todos:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes Santo

1.- Oración introductoria

Señor, acabo de leer el evangelio que va a ser objeto de mi oración hoy. Hay cosas tan tiernas, tan hermosas y, al mismo tiempo, tan duras, tan dolorosas, que necesito que me envíes el Espíritu Santo para que me ilumine y esto que leo, pura letra, se convierta en mí en experiencia de vida. No quiero hacer del amor una bonita teoría. Quiero hacer de mi amor el fundamento de mi vida.

2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 13, 21-33.36-38

Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto». «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».

3.- Lo que dice el texto.

Meditación-reflexión

Es impresionante la reacción de Jesús ante la traición de un discípulo: “Se turbó”. Y no es para menos. Jesús tuvo con Judas gestos de especial  cercanía. Le ha lavado los pies como a los demás y se los ha secado. En la cena le ha dado el bocado “untado en salsa”,  signo de una amistad íntima. Y en el huerto, en el mismo “beso de traición” le ha dicho: “Amigo, ¿a qué has venido?”  Amigo no porque lo seas sino porque, por mi parte,  todavía puedes serlo. Frente a la iniquidad del discípulo “traidor” y en paralelo, aparece otro discípulo que no tiene nombre. Si el nombre para un judío expresa la esencia de la persona, el verdadero nombre de este discípulo ya no puede ser Juan sino “el discípulo que Jesús tanto quería”. Eso es lo verdaderamente importante que ha ocurrido en su vida. Desde ahora se llamará “el discípulo amado”. Nos preguntamos, ¿se puede subsanar una traición? Sí, a base de amor. Y el amor desbordante de este discípulo va a compensar con creces la ingratitud del “traidor”. Como la triple negación de Pedro va a quedar enterrada  y olvidada por la triple profesión de fe. Para Jesús poco importa lo que hayamos sido. Lo importante es lo que todavía podemos ser. Me emocionan estas palabras de Jesús: “Hijos míos qué poco me queda de estar con vosotros”. Nunca ha llamado a los discípulos hijos. Y el evangelista que ha sido testigo ocular, dice “hijitos” No hay diminutivos en la lengua que pronunció Jesús esta palabra. Pero Juan no sólo recogió la palabra sino el modo de decirla., el sentimiento que puso. Y para ser fiel a todo esto, la puso en diminutivo, en tono emotivo y cariñoso. Le costaba arrancarse de aquellos discípulos a los que tanto quería.

Palabra del Papa

La oración que Jesús hace por sí mismo es la petición de su propia glorificación, de la propia «elevación» en su «hora». En realidad, es más una declaración de plena disposición a entrar, libre y generosamente, en el diseño de Dios Padre que se cumple al ser entregado, y en la muerte y resurrección. La «hora» se inició con la traición de Jesús y culminará con la subida de Jesús resucitado al Padre. La salida de Judas del cenáculo es comentada por Jesús con estas palabras: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él». No es casual que comience la oración sacerdotal diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti». La glorificación que Jesús pide para sí mismo como Sumo Sacerdote, es la entrada en la plena obediencia al Padre, una obediencia que lleva a la más plena condición filial: «Y ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes de que el mundo fuese». Es esta disponibilidad y esta petición es el primer acto del nuevo sacerdocio de Jesús, que es un donarse por completo en la cruz, y justamente sobre la cruz -el supremo acto de amor-, Él es glorificado, porque el amor es la verdadera gloria, la gloria divina.(Benedicto XVI, 25 de noviembre de 2011).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).

5.- Propósito. Trato de cubrir mis errores del pasado con un cariño especial a Jesucristo.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, salgo impresionado por este evangelio donde, en medio de la más negra ingratitud de Judas, aparece el amor más tierno de otro discípulo que se ha cambiado el nombre porque quiere hacer de su vida una auténtica profesión de amor a Ti y a los hermanos. Gracias porque todavía tengo tiempo para emplearlo en lo que únicamente merece la pena: amar. Amarte a Ti, fuente del verdadero amor, y amar a mis hermanos.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Martes Santo

(Jn 13, 21-33.36-38)

En este texto ya nos encontramos con la pasión interior de Jesús, porque el Señor «se estremeció por dentro» al hablar de la traición de Judas. Eso significa que antes de sufrir la pasión en su cuerpo ya comenzaba a vivir íntimamente la angustia de la traición y el abandono de sus discípulos. Por eso el v. 31 dice que Jesús ya comienza a ser glorificado. Por eso nosotros no nos unimos a la pasión de Cristo sólo cuando tenemos dolores físicos, sino también cuando sufrimos todo tipo de angustias interiores, desilusiones, fracasos, etc.

El texto también nos cuenta que Pedro, que hace alarde de dar la vida por el Señor, terminará negándolo, agregando un nuevo dolor al corazón de Jesús.

Sólo mitiga la oscuridad de estas infidelidades la presencia del discípulo amado, que estará firme con Jesús hasta el fin, también acompañándolo junto a la cruz, sostenido por la fuerza del amor.

Cuando Jesús pide a Judas que haga pronto lo que tiene planeado, lo invita a decidirse claramente, ya que no se puede estar «con Dios y con el diablo». Judas entonces cierra su corazón y decide firmemente traicionar al Señor. Así, comienza a reinar la noche en su vida derrochada.

Y a partir del v. 31 comienzan los discursos de despedida de Jesús, que llegan hasta el capítulo 17. Son palabras llenas de expresiones de aliento y de motivos consoladores para hacer ver a los discípulos que la ausencia sería sólo pasajera, porque volverían a encontrarse con él de un modo nuevo: «No puedes seguirme por ahora, pero me seguirás más tarde»(v. 36). Eso se cumplirá después de la resurrección, cuando Pedro ya estará purificado y se someterá humildemente al Señor resucitado (21, 17).

Oración:

Perdona Señor mis propias traiciones, mi incapacidad de serte fiel y seguirte siempre, las veces que me avergüenzo de tu Palabra y no soy capaz de jugarme por mi fe. Fortaléceme Señor, para que pueda estar firme junto a la cruz como tu discípulo amado».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Grandeza de la libertad

17. La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar cuanta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya observado.

Misa de la familia

El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, esté con todos vosotros.

Monición de entrada y aspersión con el agua bendita:

Queridos este Domingo de Pascua, en el que recordamos llenos de gozo la resurrección de Jesucristo, el Señor, vamos a comenzar la celebración de la Eucaristía recordando como Dios, por medio del Bautismo, nos injertó simbólicamente en la muerte y resurrección de su Hijo y, como con ello, nos otorgó el perdón de los pecados y nos adoptó como hijos suyos. Pidamos, pues, al Señor, que el agua que vamos a (bendecir y) derramar sobre nosotros reavive la gracia que aquel día recibimos.

Si se ha de bendecir el agua, un ministro acerca el recipiente con el agua, y el celebrante, con las manos juntas, dice la siguiente oración.

SEÑOR, Dios todopoderoso, escucha las oraciones de tu pueblo, ahora que recordamos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla, aún más grande, de nuestra redención; dígnate bendecir ✠ esta agua. La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con la frescura y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la revelaste como signo de la nueva Alianza que quisiste sellar con los hombres. Y, cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora en el baño del nuevo nacimiento. Que esta agua, Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos bautizados en la Pascua. Por Jesucristo, nuestro Señor.

(Aspersión con el agua bendita por el templo, o bien todos pasan por la pila bautismal y toman el agua santiguándose)

Que Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta Eucaristía, nos haga dignos de participar del banquete de su Reino.

Oración Colecta:

Oh, Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, que, renovados por su Espíritu, resucitemos a la luz de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

Renovación de las promesas bautismales:

El día de nuestro Bautismo participamos de una manera misteriosa y sacramental de la muerte y la resurrección de Cristo. Ahora, en esta Eucaristía de Pascua, renovemos nuestro sí a Dios y confesemos con los labios y el corazón nuestra fe, que es la fe de la Iglesia, haciendo el firme propósito de renunciar al pecado con la gracia de Dios y nuestro esfuerzo, y afirmando nuestra fe, que nos pone en comunión con los apóstoles, los primeros testigos de la resurrección de Cristo.

– ¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
– ¿Renunciáis a todas las seducciones del mal, para que no domine en vosotros el pecado?
– ¿Renunciáis a Satanás, padre y príncipe del pecado?

Prosigue el sacerdote: Y confesad abiertamente:

–  ¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

–  ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

–  ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna?

Concluye el sacerdote: Que Dios todopoderoso. Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo y que nos concedió la remisión de los pecados, nos guarde en su gracia, en el mismo Jesucristo nuestro Señor, para la vida eterna. Amén.

Oración de los fieles:

En este día santísimo en que la fuerza del Espíritu nos crea como hombres nuevos a imagen de Cristo resucitado, y hace de todos nosotros un pueblo santo, elevemos nuestras plegarias para que la alegría pascual se extienda por todo el mundo.

1.- Por la Iglesia; para que cada día sea más consciente de ser la comunidad pascual generada por Cristo, humillado en la cruz y glorificado en la resurrección. Roguemos al Señor.

2.- Por todos los bautizados; para que en la aspersión de la sangre y del agua que brotan del costado abierto de Cristo, el Redentor, renueven la gracia de su nacimiento en el Espíritu. Roguemos al Señor.

3.- Por toda la humanidad; para que se extienda por el mundo el alegre anuncio de que en Cristo se han hecho las paces del hombre con Dios, del hombre consigo mismo y del hombre con sus hermanos. Roguemos al Señor

4.- Por todos los difuntos; para que sean comensales del reino eterno, mientras esperan la resurrección de sus cuerpos al final de los tiempos. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros y nuestras familias; para que celebremos el acontecimiento pascual en sinceridad y verdad, y compartamos el don de la fe con los pobres y los que sufren. Roguemos al Señor.

Padre, que en la resurrección de Cristo, tu Hijo, ahuyentas todos los miedos y haces posible lo que nuestro corazón no se atreve a esperar; escucha nuestras oraciones y concede a todos los cristianos renovarse en el pensamiento y en las obras, con la fe de quien se siente resucitado en el Bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Ofrendas:

Rebosantes de gozo pascual, ofrecemos, Señor, este sacrificio en el que tan maravillosamente renace y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Poscomunión:

Protege, oh Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua, para que, renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne :

  • Que os bendiga Dios Todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
  • El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme con el premio de la inmortalidad.
  • Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
  • Y la bendición de Dios todopoderoso…

Despedida:

Hermanos, anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.

Música – Domingo de Resurrección

Entrada: En la mañana de Resurreción. CLN. 213; Nuestra Pascua inmolada. CLN 203;
Cristo resucitó, Aleluya (Apéndice) Cristo alegría del mundo CLN 761
En Latín: Resurrexi (Canto Gregoriano)
Aspersión del agua: Vida Aquam. CLN. A82  Canto Gregoriano
Misa: Tiempo pascual. Lux et origo.
Salmo responsorial y Aleluya. Propio Este es el dia en….
Secuencia: Victimae Paschali. CLN. 233
Ofertorio: O filii et filiae. CLN. 232
Comunión: «Aleluya, el Señor es nuestro Rey. CLN. 515;
 Resucitó el Señor. CLN.205; Aleluya, es la fiesta del Señor.  CLN. 214
Final: Regina coeli. CLN. 303; Resucitó, resucitó.CLN. 208

Recursos – Ofertorio Domingo de Resurrección

PRESENTACIÓN DE UN RAMO DE FLORES SILVESTRES

(Probablemente la primavera ha hecho brotar ya las primeras flores en el campo o en los primeros árboles. Ésas son las que queremos ofrecer hoy al Señor. Lo puede hacer cualquier miembro de la comunidad, a ser posible una mujer)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, este ramo de flores, signo de que la primavera está estallando entre nosotros. Es la nueva vida que brota, como Tú lo hiciste en tu Hijo Jesucristo, resucitándole de la muerte y el sepulcro. Que estas flores y sus aromas sean símbolo de que Tú también nos haces renacer a nosotros y nosotras y nos impulsas a hacer presente esta nueva vida en el mundo y entre las personas.

PRESENTACIÓN DE UNA BUENA NOTICIA

(Debe haberse recogido en los últimos días de la prensa o los medios de comunicación social. La lee uno de los miembros adultos de la comunidad, ahora un varón)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, te traigo esta buena noticia reciente. Mira, Señor, las personas no sólo somos capaces de hacer el mal. También, y por tu gracia, hacemos cosas positivas, como ésa. Señor, que no sea una excepción. Que nos empeñemos en realizarlas continuamente, porque sólo así es como transformaremos este mundo y esta sociedad, y ellos serán un buen campo para la nueva vida de la resurrección.

PRESENTACIÓN DE UNA CESTA DE FRUTOS

(Sería bueno preparar una cesta con frutos variados y frescos y que tengan una presencia hermosa y atrayente)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, te traemos hoy esta bella y repleta cesta de frutos, primicia de lo que está produciendo el campo. Simbolizan, por una parte, nuestros esfuerzos y trabajos, y los de todas las personas, para arrancárselos a la naturaleza. Pero también, lo que unos tenemos para nuestra alimentación y lo que les falta a tantos y tantas. Sabemos que tu generosidad para con nosotros y nosotras es en orden a que seamos generosos y generosas con los demás. Por eso, hoy, con estos frutos, te ofrecemos nuestro compromiso de compartir, exigencia y síntoma que vivió tu primera Iglesia, la nacida de la Resurrección y el envío de tu Espíritu, a la cual nosotros y nosotras nos queremos parecer.

PRESENTACIÓN DE UN VASO DE ACEITE

(Esta ofrenda la debe realizar uno de los miembros del equipo de Pastoral Sanitaria o, en su defecto, alguien que cuide en su familia de un enfermo o enferma, un anciano o anciana o un minusválido o minusválida.)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, por mi parte, este vaso de aceite. Y va con él, no solo mi compromiso sino también el de todos y cada uno y todas y cada una de los miembros de la comunidad, de que nuestro testimonio de la Resurrección de tu Hijo lo hemos de realizar a través de la palabra y también de nuestra solidaridad para con todas las personas y, de forma especial, para con los más necesitados y necesitadas. Señor, queremos ser bálsamo que palíe los dolores de todas las personas y medicina que les cure de todos sus males.

PRESENTACIÓN DEL ÚLTIMO RECUPERADO DE UNA OPERACIÓN O UNA ENFERMEDAD

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Aquí me tienes, Señor, porque Tú lo has querido así y has iluminado a un buen número de hombres y mujeres que me han atendido y curado. Te doy gracias por la salud recuperada, pero también quiero ofrecértela, y lo quiero hacer en nombre de todos y de todas cuantos formamos esta comunidad, comprometiéndonos a ser testigos de la vida que Tú nos regalas. Danos fuerzas para luchar siempre a favor de la vida y en contra de toda enfermedad, de todo mal, de toda injusticia y de toda expresión de muerte.

Oración de los fieles – Domingo de Resurrección

Hoy es un día de fiesta. El desconcierto que nos produjo tu pasión y muerte recobra un sentido nuevo ante el misterio de tu resurrección. Nuestra oración en este momento es:

RESUCÍTANOS CONTIGO, SEÑOR.

1. – Por el Papa Francisco, obispos, sacerdotes y diáconos para que sigan siendo constantes en la alegría de la predicación de Cristo resucitado. OREMOS

2. – Por los que dirigen las naciones para que sus esfuerzos vayan a favor de la construcción de tu Reino. OREMOS

3. – Por los judíos que celebraron la pascua como Jesús pero que aún no han entendido la resurrección. OREMOS

4. – Por los que vacilan en su fe, para que la celebración de estos misterios les ilumine y redescubran el camino. OREMOS

5. – Por los desamparados y los que viven en la necesidad para que encuentren en nosotros una mano que les atienda. OREMOS

6. – Por los que celebramos la alegría de tu resurrección, para que nuestra vida refleje lo que hoy hemos visto. OREMOS

Señor, que la visión del sepulcro vacío remueva nuestro interior y lo dirija hacia la alegría de la resurrección. Y que esta alegría inunde cada una de los días de nuestra vida.

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen.


Con una gran fe en el Resucitado elevamos al Padre nuestras oraciones.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVO.

1.- Jesús salió al encuentro y les dijo: ¡Alegraos!

Para que la Iglesia, nos enseñe que la verdadera alegría no está en el tener, en el triunfar, en el aplauso, en el sobresalir… sino en amar y servir. OREMOS

2.- Estando en el Cenáculo con las puertas cerradas, Jesús aparece en medio de ellos y les dice: “La paz sea con vosotros”

Para que el Señor nos ayude a quitarnos los miedos, los apegos, las comodidades, el lujo,… que nos atan y nos quitan la paz, y nos ayude a vivir cerca de los necesitados. OREMOS

3.- Jesús aparece en medio de sus discípulos y les hace contemplar sus llagas.

Para que Cristo nos dé la gracia de reconocernos pobres, pecadores, necesitados de su perdón y nos dé la valentía de mirar sin miedo esas llagas que nos salvaron. OREMOS

4.- Iban de camino, Jesús se hace el encontradizo y les acompaña.

Pedimos a Jesucristo que nos acompañe en este camino de la vida lleno de decepciones, de desesperanzas, de tropiezos… para que nos ayude a superarlos. OREMOS

5.- Ven a lo lejos brasas y asándose un pescado. Pedro dice: “Es el Señor”

Para que reconozcamos en todas nuestras Eucaristías a Cristo, Señor de nuestra vida, y nos comprometamos a seguirle en el servicio y en la entrega. OREMOS

Oh Padre, que la resurrección de Cristo nos haga hombres nuevos capaces de llevar su mensaje a todos los hombres.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes Santo

      Lo primero que escucho en el Evangelio de hoy es esa voz que se oye a veces tanto entre los niños: “Yo no he sido”. Los discípulos de Jesús reaccionan como niños ante la afirmación de Jesús de que “uno de vosotros me va a entregar”. Todos querían quedar bien, quedar como niños buenos que no habían roto un plato en su vida. 

      Pero la realidad no es siempre como nos gusta que sea. ¿Quién no ha roto un plato o muchos platos en su vida? ¿Quién puede decir que es puro y bueno y que todas sus obras son rectas y que nunca ha obrado por egoísmo y que sus intenciones son siempre buenas? Podríamos empezar a echar una mirada a los mismos Evangelios y al comportamiento de los discípulos en ellos. ¿Habían sido siempre fieles? ¿Estaban claras las razones por las que seguían a Jesús? Oí decir a un sacerdote que Pedro se chuleaba mucho de haberlo dejado todo para seguir a Jesús pero que en realidad quizá no había dejado más que unas redes mil veces remendadas y una barca que hacía agua por todas partes. Quizá habían seguido a Jesús pensando que, cuando hablaba del Reino de Dios, se refería a que iba a echar a los romanos y a instaurar un reino terrenal donde ellos podrían ser los ministros y, por qué no, se iban a poder aprovechar de los súbditos del reino como los jefes y capitostes de entonces y de casi siempre se han aprovechado de sus súbditos. 

      Y de los apóstoles podemos venir a nosotros. ¿Somos puros y buenos? ¿No tenemos nada de que avergonzarnos? ¿Lo hemos hecho todo bien? Y aunque hayamos hecho cosas buenas, ¿no ha habido en nuestro corazón alguna intención espúrea que haya manchado la obra buena?  

      Vamos a ser realistas. Por pura honestidad no podemos decir eso de “yo no he sido”. Al final, ¿cuál es la diferencia entre el mayor traidor y nosotros? La diferencia puede ser de cantidad pero no de calidad. Nos ayudaría a ser mejores comenzar reconociendo nuestras propias limitaciones y miserias. No somos diferentes de aquellos a los que apostrofamos como malos. Todos estamos necesitados de misericordia, perdón y comprensión. Judas no es peor que nosotros. Y echándole la culpa a él, no nos liberamos de la nuestra. Nos conviene un poco más de humildad, de andar en verdad, como decía santa Teresa de Jesús, para poder acoger en nuestro corazón el misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, en su muerte y resurrección que vamos a recordar y celebrar una vez más en estos días. 

Fernando Torres, cmf