Vísperas – Miércoles Santo

VÍSPERAS

MIÉRCOLES SANTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Victoria!, tú reinarás.
¡Oh cruz, tú nos salvarás!

El Verbo en ti clavado, muriendo nos rescató;
de ti, madero santo, nos viene la redención.

Extiende por el mundo tu reino de salvación.
¡Oh cruz fecunda, fuente de vida y bendición!

Impere sobre el odio tu reino de caridad;
alcancen las naciones el gozo de la unidad.

Aumenta en nuestras almas tu reino de santidad;
el río de la gracia apague la iniquidad.

La gloria por los siglos a Cristo libertador,
su cruz nos lleva al cielo, la tierra de promisión.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Dijeron los impíos: «Atropellemos al justo, que se opone a nuestras acciones».

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dijeron los impíos: «Atropellemos al justo, que se opone a nuestras acciones».

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

LECTURA: Ef 4, 32-5, 2

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

RESPONSORIO BREVE

R/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu cruz has redimido al mundo.
V/ Y te bendecimos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Maestro dice: «Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Maestro dice: «Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.»

PRECES

Aclamemos al Salvador de los hombres, que, muriendo, destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida, y digámosle humildemente:

Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a tu pasión,
— para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
— para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
— para que se manifiesten en ellos los frutos de su salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
— enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
— y a nosotros danos un día parte en su felicidad.

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles Santo

1.- Oración introductoria.

En la oración de este miércoles santo quiero pensar en la traición de Judas. Y me horroriza lo que dice el evangelio: “Uno de los doce”. Uno que había comido y bebido contigo tantas veces. Uno que había escuchado de tus labios las palabras más dulces, más bondadosas, más misericordiosas. Y ahora te vende y te traiciona tan mezquinamente. Me pongo a temblar al pensar que también yo, a pesar de ser discípulo tuyo toda la vida, puedo acabar mal. ¡No lo permitas, Señor!

2.- Lectura reposada del evangelio.  Mateo 26, 14-25

Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, se presentó a los jefes de los sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Ellos prometieron darle treinta monedas de plata. Y a partir de ese momento, Judas andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la Fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que preparemos la comida de la Pascua?» Jesús contestó: «Vayan a la ciudad, a casa de tal hombre, y díganle: El Maestro te manda decir: Mi hora se acerca y quiero celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa.» Los discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, Jesús se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, les dijo: «En verdad les digo: uno de ustedes me va a traicionar.» Se sintieron profundamente afligidos, y uno a uno comenzaron a preguntarle: «¿Seré yo, Señor?» Él contestó: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato. El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido!» Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó también: «¿Seré yo acaso, Maestro?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho.»

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

A los evangelistas les debió costar mucho el poner en el evangelio que aquel que traicionó a Jesús era “uno de los doce”. A pesar de ir en contra de “su grupo” lo pusieron. Es cierto que el “colegio apostólico” quedó manchado con ese pecado de traición, pero no quisieron ocultarlo ni taparlo. Que sirva de ejemplo para las comunidades cristianas posteriores. Una lección que nos está dando el Papa Francisco todos los días. Dentro de la Iglesia hay traidores que venden a Jesús a precio de dinero, de poder o de búsqueda de privilegios o dignidades.

¿Cuánto me queréis dar? Judas ni siquiera pone precio. El precio lo ponen los compradores. Jesús en el mercado vale muy poco. Y sin embargo nosotros para él valemos mucho. “No nos ha comprado con oro ni plata sino con su preciosa sangre”. (I Pedro 1,19). Dios nos ha hecho libres y sabía bien a qué se arriesgaba. Y, sin embargo, prefirió ir a la cruz, antes de cercenar nuestra libertad. Si tanto valora Dios nuestra libertad que nos deja libres para hacer el mal, ¿hemos pensado en la alegría que podemos dar a Dios haciendo el bien libremente, porque queremos, porque nos gusta, porque nos apetece, porque nos encanta el agradarle? Jesús hacía uso de su libertad de esta manera: “hago siempre lo que le agrada al Padre” (Juan 8,29).

Palabra del Papa

Este acto dramático marca el inicio de la Pasión de Cristo, un doloroso camino que Él elige con libertad absoluta. Él mismo lo dice claramente: «Yo doy mi vida. Nadie me la quita: la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla». Y así comienza el camino de la humillación, del despojo, con esta traición. Es como si Jesús estuviera en el mercado. ‘Este cuesta treinta denarios’. Y Jesús recorre este camino de la humillación y el despojo hasta el final. Jesús alcanza la humillación completa con la «muerte en la cruz». Se trata de la peor de las muertes, la destinada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Mirando a Jesús en su pasión, vemos como en un espejo también el sufrimiento de toda la humanidad y encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte […] Esta semana nos hará bien a todos nosotros mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, besarlas en el crucifijo. Él ha tomado sobre sí el sufrimiento humano, se ha endosado todo ese sufrimiento.» (Catequesis, S.S. Francisco, 16 de abril de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Todo lo que haga en este día lo haré sólo por agradar a Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, quiero darte gracias por haber comprendido un poco más lo grande que es nuestra libertad. Tú la respetas tanto que has preferido ir a la muerte por defenderla. Y la mejor manera de defenderla es haciendo buen uso de ella. Haz, Señor, que yo siempre la emplee para el bien.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Miércoles Santo

(Mt 26, 14-25)

Otra vez nos encontramos con la traición de Judas; pero en este texto vemos que es Judas quien tiene la iniciativa de traicionar a Jesús y que su móvil es fundamentalmente el dinero: ¿Qué me dan si lo entrego en sus manos? (v. 15). La oferta de los sumos sacerdotes, treinta monedas de plata, le parece suficiente, y comienza a buscar la ocasión para entregarlo.

Podemos recordar aquí que «el amor al dinero es una raíz de todos los males» (1 Tim 6, 10), y vemos que en este caso el amor al dinero puede ser también la raíz de un mal tremendo, de la traición al mismo Redentor. 

Ese mismo móvil estaba presente en los aliados de Judas, los sumos sacerdotes. Pensemos que la expulsión de los vendedores del templo, que eran empleados de ellos, significaba una perturbación para la economía de los sumos sacerdotes, y entonces podemos ver que el deseo que ellos tenían de eliminar a Jesús también tenía que ver con su seguridad económica. De hecho, en Mc 11,18 vemos que a partir de ese episodio los sumos sacerdotes buscaban acabar con él. Sin embargo, vemos que a este motivo se unen también los celos, la envidia, los miedos, la obsesión por salvar sus estructuras intocables, etc. 

Pero en este texto sobre Judas llama la atención la falsedad, la hipocresía. Judas, con la decisión de entregar a Jesús, se hace presente en la mesa compartida, que es el lugar de la intimidad, de la amistad, del cariño. Por eso Jesús no deja de decir que el que lo entregará es precisamente uno de los que se sirven de su misma fuente. 

<p value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80">Este texto no deja de ser una advertencia para los creyentes, para los que se alimentan en la mesa de Jesús. Porque esa posibilidad tan grosera de negar a Jesús, siendo sus discípulos, suele estar más presente de lo que quisiéramos reconocer. Este texto no deja de ser una advertencia para los creyentes, para los que se alimentan en la mesa de Jesús. Porque esa posibilidad tan grosera de negar a Jesús, siendo sus discípulos, suele estar más presente de lo que quisiéramos reconocer. 

Oración:

<p value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80"><em>“S</em><em>eñor, ayúdame a descubrir cuáles son mis obsesiones, esas esclavitudes que me enceguecen y me llevan a cometer errores. Libérame para que no me deje absorber por el afán del dinero, por las cosas, por las seguridades mundanas". </em>“Señor, ayúdame a descubrir cuáles son mis obsesiones, esas esclavitudes que me enceguecen y me llevan a cometer errores. Libérame para que no me deje absorber por el afán del dinero, por las cosas, por las seguridades mundanas». 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

El misterio de la muerte

18. El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por se irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sea, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.

Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera.

Comentario Domingo de Resurrección

Oración preparatoria

Gracias, Padre, porque has resucitado al que de verdad no merecía morir y quedar para siempre bajo la losa de la muerte y del olvido. Gracias, Padre, porque en este Jesús resucitado, Tú nos das todo: en los lugares de nuestra vida gris y anodina, Tú introduces luz y sentido; en los días de nuestros fracasos, Tú nos dices “Yo puedo dar eficacia a lo que no la tiene”; en los momentos de nuestra esperanza cuarteada, Tú, en la iglesia, nos traes a nuestro recuerdo una y otra vez a tu Hijo, y así, vuelves a darnos vida y aliento para vivir y luchar. En los sepulcros de nuestros seres amados, tus ángeles nos dicen: no están aquí, han sido resucitados como Jesús; cuando nos reunimos, tu Hijo Jesús, el Viviente, nos promete una y otra vez: YO ESTARÉ SIEMPRE CON VOSOTROS. GRACIAS, PADRE.

 
Jn 20, 1-9

«1El primer día de la semana María Magdalena va de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, al sepulcro, y ve la losa quitada del sepulcro. 2Así que echa a correr y va a donde Simón Pedro y el otro discípulo al que quería Jesús, y les dice: “Han quitado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto”.

34 Así que salieron Pedro y el otro discípulo, e iban al sepulcro. Pero corrían los dos juntos, y el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro y llegó 5primero al sepulcro. E, inclinándose, ve en el suelo los lienzos; pero no entró.

6Así que llega también Simón Pedro siguiéndolo y entró en el sepulcro y contempla los lienzos en el suelo, 7y el sudario que estaba sobre su cabeza, no con los lienzos en el suelo, sino plegado en un lugar aparte.

8Así que entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó, 9(Porque hasta entonces no habían comprendido la Escritura: que él debía resucitar de entre los muertos.

[10Así que fueron de nuevo los discípulos a donde los suyos]».

PALABRA DE DIOS 

 

CONTEXTO

Con el capítulo 20 comienza un nuevo día, el día de la Resurrección. La escena anterior corresponde a la sepultura de Jesús (Jn 19,38-42), momento final de la Pasión y Muerte de Jesús, que en Juan tiene unas características muy particulares. El primer relato para tratar la Resurrección es este que consideramos hoy: el relato del sepulcro vacío (20,1-10). Después, vendrán dos relatos de apariciones: a María Magdalena (20,11-18) y a los discípulos (20,19-29). En ningún evangelio se nos narra la Resurrección en cuanto tal, pero cuentan con dos tradiciones (la del sepulcro vacío y la de apariciones) para expresar un hecho tan absolutamente nuevo y trascendental.

 
TEXTO

El evangelio pascual recoge prácticamente toda la perícopa (deja el v. 10), que tiene una parte introductoria (vv. 1-2), el cuerpo del texto, su parte central (vv. 3-9) y el versículo final (v. 10). En el cuerpo central podemos advertir tres movimientos: el que culmina con la llegada al sepulcro de Juan, sin entrar (vv. 3- 5); la llegada y entrada al sepulcro de Pedro (vv. 6-7); la entrada de Juan, que termina el proceso ver-creer (vv. 8-9). La comunidad joánica reconoce la primacía de la petrina (aunque Juan llega primero, espera a que “entre” Pedro), pero se reserva para sí el paso primero a la fe pascual. La “cámara” del narrador se centra en el sepulcro (vv. 1.2.3.4.6.8), en los lienzos por el suelo (vv. 5.6.7), para que comprendamos que la historia de la pasión ha quedado definitivamente atrás y así del ver pasemos al creer (vv. 1.5.6.8).

 
ELEMENTOS A DESTACAR

• María Magdalena había visto la losa quitada pero no sabe interpretar: en vez de anunciar que estaba quitada la losa, anuncia que han quitado al Señor. Lo que era señal de vida lo interpreta como signo de muerte. Por otra parte, el texto fija nuestra mirada en el sepulcro y en las señales de muerte (lienzos y sudario). Pedro las contempla pero no interpreta. Solo “el otro discípulo” ve e interpreta bien, cree. Tenemos que ser conscientes del proceso de fe, de nuestras (posibles) falsas interpretaciones para comprender la Resurrección y las nuevas huellas del Resucitado entre nosotros, de nuestra (posible) superficialidad a la hora de “leer” los acontecimientos. ¿Eres consciente de esto? ¿Eres un creyente pasivo o superficial, o te preocupas por entender bien el misterio de la fe y sus consecuencias para tu vida?

• El texto insiste en la premura, en el correr (todos los personajes corren). ¿Qué te sugiere esto? ¿Vives una fe y un compromiso “amodorrados”? ¿En qué aspectos has de poner más prisa para llegar a Jesús?

• Entrar/no entrar: el discípulo que llega primero no entra hasta que llega el segundo, Simón Pedro. Es muestra de deferencia y educación, pero, conocidas las negaciones de Pedro (18,15-17.25), es también un gesto de aceptación y reconciliación. La verdadera finura espiritual no presume ni se engríe, sino que sabe esperar al que va por detrás; es más un apoyo que un rival. Pero no se conforma “a la baja”: Juan pone en contraste a los dos discípulos al señalar solamente la fe del discípulo amado, que siempre había “precedido” a Pedro (13,23.25; 21,7).

• La perícopa concluye en el versículo 10. Los discípulos vuelven a los suyos (a su casa). No anuncian lo sucedido. Para dar testimonio no basta saber que Jesús está vivo, hay que experimentarlo presente.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis – Domingo de Resurrección

Domingo de Pascua de Resurrección

Hechos 10: 34a 37-43; Sal. 117: 1-2. 16ab-17. 22-23; Colosenses 3: 1-4; Juan 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión

Jesús resucitó porque Dios, por amor a su pueblo, prometió salvarlos de la muerte. ¿Quien introdujo la muerte en el mundo y cómo? Adam y Eva desobedecieron a Dios comiendo del árbol prohibido y por eso tuvieron que salir del Paraíso donde vivían en eterna comunión con Dios y morirían. ¿Cómo fue que Jesús venció a la muerte y nos abrió las puertas del Paraíso de nuevo? Jesús obedeció a Dios hasta la muerte en la Cruz, así abriéndonos las puertas del Cielo. ¿Quién descubrió la Resurrección primero? Una mujer, Maria de Magdala, que criticaban y maltrataban por ser pecadora antes de su conversión, es la que recibe la noticia de la resurrección. Ella agradecía la misericordia de Jesús y lo quería mucho, por eso lo fue a buscar, a pesar de los peligros que corría, ya que los amigos de Jesús eran perseguidos. Jesús vino para salvar a los pecadores como Maria de Magdala. ¿Estás agradecido de lo que hizo Jesús por ti? ¿Cómo lo demuestras? ¿Buscas a Jesús en tu vida todos los días, aunque tus amigos no lo busquen o se burlen de ti? Compartir.

Actividad

En la página siguiente, hagan la manualidad de la tumba y la Resurrección y narren el evangelio de la Resurrección.

Oración

Señor, hoy celebramos con alegría tu resurrección. Que nuestros corazones estén siempre llenos de alegría porque tenemos fe y esperanza en que, así como tú has vencido a la muerte, nosotros también resucitaremos contigo. Amen

¿Qué me quiere hoy decir Jesús?

El sepulcro vacío – Marcos 16, 1-8

En aquel tiempo María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: – ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. El les dijo: – No os asusteís. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. HA RESUCITADO. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: El va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo. Salieron corriendo del sepulcro, temblando de espanto. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían-

Explicación

El domingo, al amanecer, unas mujeres fueron al sepulcro donde habían puesto a Jesús. Al llegar vieron que la piedra que tapaba la entrada estaba movida y el cuerpo de Jesús había desaparecido. Asustadas fueron corriendo a decírselo a Pedro y Juan. Cuando ellos llegaron y vieron, recordaron que Jesús les había dicho que resucitaría. Y creyeron a Jesús

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles Santo

     En el Evangelio de hoy la traición, como asunto central, oculta un hecho importante: la preparación de la cena. No es una cena cualquiera. Es la última cena y da la impresión de que todos los protagonistas los saben. 

      Los discípulos han vivido con Jesús durante los últimos años. No ha sido solo su maestro sino algo más. Le han seguido por los caminos polvorientos de Judea, Samaría y Galilea. Han escuchado sus palabras. No han entendido todo lo que ha dicho pero saben que Jesús no es un predicador más. Hay algo diferente en él. Más allá de sus palabras han visto su forma de estar, de relacionarse con los que sufren, con los oprimidos por el mal y la enfermedad. Se han dado cuenta de que su presencia era sanadora y que abría caminos de esperanza para los que sólo tenían un futuro negro, oscuro e incierto por delante.  

      Ahora saben, aunque no se atrevan a decirlo, que esa historia está a punto de terminar. Y que la cena de Pascua que se avecina no va a ser una mas de las que han venido celebrando todos los años. No va a ser diferente por la comida sino porque saben que algo se va a romper para siempre. La cercanía con Jesús, su maestro y señor, se va a quebrar. Hay nubes de tormenta en el horizonte. El que ha sido creador de esperanza y vida para tantos, tiene la muerte acechando en su propio horizonte. Por eso la cena que van a preparar no es normal. 

      También Judas sabe que va a ser la última cena. Él se va a encargar de cortar esa historia, de romper las esperanzas y el futuro. Quizá porque no ha entendido nada. Lo que él esperaba ve que no se va a hacer realidad. No tiene sentido ni seguir a Jesús ni seguir con Jesús. Judas es el hombre sin esperanza que en su desesperación en lugar de agarrarse al que le puede salvar decide abandonarle, traicionarle. Si no hay salvación para él, que no la haya para nadie. ¡Qué error más grande!

      Nosotros sabemos ahora que esa última cena culminará en la resurrección, en el amanecer de una nueva vida y de una nueva esperanza. Pero hay muchos que viven en la desesperación más absoluta. Hoy es un buen día para acordarnos de ellos en nuestra oración. Y si a alguno conocemos, de acercarnos a él o ella y, con nuestra presencia, abrir un hueco para la luz y la esperanza en medio de su noche. No se trata de acusar y condenar sino de tender la mano y salvar.

Fernando Torres, cmf