Oración preparatoria
Gracias, Padre, porque has resucitado al que de verdad no merecía morir y quedar para siempre bajo la losa de la muerte y del olvido. Gracias, Padre, porque en este Jesús resucitado, Tú nos das todo: en los lugares de nuestra vida gris y anodina, Tú introduces luz y sentido; en los días de nuestros fracasos, Tú nos dices “Yo puedo dar eficacia a lo que no la tiene”; en los momentos de nuestra esperanza cuarteada, Tú, en la iglesia, nos traes a nuestro recuerdo una y otra vez a tu Hijo, y así, vuelves a darnos vida y aliento para vivir y luchar. En los sepulcros de nuestros seres amados, tus ángeles nos dicen: no están aquí, han sido resucitados como Jesús; cuando nos reunimos, tu Hijo Jesús, el Viviente, nos promete una y otra vez: YO ESTARÉ SIEMPRE CON VOSOTROS. GRACIAS, PADRE.
«1El primer día de la semana María Magdalena va de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, al sepulcro, y ve la losa quitada del sepulcro. 2Así que echa a correr y va a donde Simón Pedro y el otro discípulo al que quería Jesús, y les dice: “Han quitado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto”.
34 Así que salieron Pedro y el otro discípulo, e iban al sepulcro. Pero corrían los dos juntos, y el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro y llegó 5primero al sepulcro. E, inclinándose, ve en el suelo los lienzos; pero no entró.
6Así que llega también Simón Pedro siguiéndolo y entró en el sepulcro y contempla los lienzos en el suelo, 7y el sudario que estaba sobre su cabeza, no con los lienzos en el suelo, sino plegado en un lugar aparte.
8Así que entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó, 9(Porque hasta entonces no habían comprendido la Escritura: que él debía resucitar de entre los muertos.
[10Así que fueron de nuevo los discípulos a donde los suyos]».
CONTEXTO
Con el capítulo 20 comienza un nuevo día, el día de la Resurrección. La escena anterior corresponde a la sepultura de Jesús (Jn 19,38-42), momento final de la Pasión y Muerte de Jesús, que en Juan tiene unas características muy particulares. El primer relato para tratar la Resurrección es este que consideramos hoy: el relato del sepulcro vacío (20,1-10). Después, vendrán dos relatos de apariciones: a María Magdalena (20,11-18) y a los discípulos (20,19-29). En ningún evangelio se nos narra la Resurrección en cuanto tal, pero cuentan con dos tradiciones (la del sepulcro vacío y la de apariciones) para expresar un hecho tan absolutamente nuevo y trascendental.
El evangelio pascual recoge prácticamente toda la perícopa (deja el v. 10), que tiene una parte introductoria (vv. 1-2), el cuerpo del texto, su parte central (vv. 3-9) y el versículo final (v. 10). En el cuerpo central podemos advertir tres movimientos: el que culmina con la llegada al sepulcro de Juan, sin entrar (vv. 3- 5); la llegada y entrada al sepulcro de Pedro (vv. 6-7); la entrada de Juan, que termina el proceso ver-creer (vv. 8-9). La comunidad joánica reconoce la primacía de la petrina (aunque Juan llega primero, espera a que “entre” Pedro), pero se reserva para sí el paso primero a la fe pascual. La “cámara” del narrador se centra en el sepulcro (vv. 1.2.3.4.6.8), en los lienzos por el suelo (vv. 5.6.7), para que comprendamos que la historia de la pasión ha quedado definitivamente atrás y así del ver pasemos al creer (vv. 1.5.6.8).
• María Magdalena había visto la losa quitada pero no sabe interpretar: en vez de anunciar que estaba quitada la losa, anuncia que han quitado al Señor. Lo que era señal de vida lo interpreta como signo de muerte. Por otra parte, el texto fija nuestra mirada en el sepulcro y en las señales de muerte (lienzos y sudario). Pedro las contempla pero no interpreta. Solo “el otro discípulo” ve e interpreta bien, cree. Tenemos que ser conscientes del proceso de fe, de nuestras (posibles) falsas interpretaciones para comprender la Resurrección y las nuevas huellas del Resucitado entre nosotros, de nuestra (posible) superficialidad a la hora de “leer” los acontecimientos. ¿Eres consciente de esto? ¿Eres un creyente pasivo o superficial, o te preocupas por entender bien el misterio de la fe y sus consecuencias para tu vida?
• El texto insiste en la premura, en el correr (todos los personajes corren). ¿Qué te sugiere esto? ¿Vives una fe y un compromiso “amodorrados”? ¿En qué aspectos has de poner más prisa para llegar a Jesús?
• Entrar/no entrar: el discípulo que llega primero no entra hasta que llega el segundo, Simón Pedro. Es muestra de deferencia y educación, pero, conocidas las negaciones de Pedro (18,15-17.25), es también un gesto de aceptación y reconciliación. La verdadera finura espiritual no presume ni se engríe, sino que sabe esperar al que va por detrás; es más un apoyo que un rival. Pero no se conforma “a la baja”: Juan pone en contraste a los dos discípulos al señalar solamente la fe del discípulo amado, que siempre había “precedido” a Pedro (13,23.25; 21,7).
• La perícopa concluye en el versículo 10. Los discípulos vuelven a los suyos (a su casa). No anuncian lo sucedido. Para dar testimonio no basta saber que Jesús está vivo, hay que experimentarlo presente.
Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.
Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…
Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?