Vísperas – Jueves V de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES V DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.

SALMO 29: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Ant. Cambiaste mi luto en danzas. Aleluya.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«no vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi lengua sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cambiaste mi luto en danzas. Aleluya.

SALMO 31: ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Ant. Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Aleluya.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

— Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18. 22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle, diciendo:

Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
— que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos creen en ti.

Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
— visítanos con tu amor y sálvanos.

Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria,
— levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.

Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
— libra a los prisioneros y oprimidos, y da pan a los hambrientos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
 — concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Oh, Dios, que, por tu gracia, nos ha hecho pasar de pecadores a justos y de infelices a dichosos, hazte presente con tus obras y dones, para que no nos falte la fuerza de la perseverancia a quienes hemos sido justificados por la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves V de Pascua

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy sólo te pido, al iniciar mi oración, que se hagan realidad en mí las palabras de tu evangelio: Que sigas amándome a mí como el Padre te está amando a ti. Yo, pobre criatura, no hubiera podido ni pensar ni soñar tanto.  El amor infinito de Dios se hace presente en Jesús y este mismo amor corre ahora por mis venas. Dame, Señor, capacidad de admiración, de asombro, de estremecimiento.

2.- Lectura reposada del evangelio Juan 15, 9-11

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

A veces sucede que el amor de dos enamorados es tan fuerte que “estalla”. Ya no se puede contener. Es lo que sucede a Jesús. Lo que afirma Jesús en este evangelio es inmenso, inefable, inaudito. Yo ahora soy amado con el mismo amor con que el Padre ama a Jesús. No me extraña que Jesús diga que nuestro gozo puede llegar a plenitud. Sólo en la plenitud del amor puede darse un amor de plenitud; sólo viviendo ese amor infinito de Dios puedo llegar a un gozo colmado, rebosante, sin medida. Esto es tan grande que no cabe dentro de un corazón tan limitado como el nuestro. Es el mismo Dios el que debe “ensanchar la tienda de nuestro pobre y pequeño corazón”. Llama poderosamente la atención que, en estos tres versículos, salga tres veces el verbo “permanecer”. Una de las características de los jóvenes de nuestro tiempo es el miedo “a los compromisos de por vida”. Y eso vale tanto para los novios como para los novicios, novicias y seminaristas.  Y esto, ¿para siempre?  Y, sin embargo, es lo que da seriedad a la vida. Lo que Jesús nos dice con este verbo “permanecer” es que no nos cansemos, que vivamos cada uno nuestra vocación, pero con un amor sin desmayos, sin desganas, sin aburrimiento. Permanecer significa vivir toda la vida con un amor lleno de ilusión, de alegría, de emoción, tanto si se trata del amor a Dios como del amor a nuestros hermanos. En este colectivo está prohibido el “cansarse”. ¿Cómo es posible cansarse de amar y ser amado?  “El amor ni cansa ni se cansa” (San Juan de la Cruz)

Palabra del Papa

“En cualquier necesidad y aridez, Él es la fuente de agua viva, que nos nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado, el miedo y el sufrimiento y, en definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en vino bueno. En esos momentos de necesidad nos sentimos a veces aplastados bajo una prensa, como los racimos de uvas que son exprimidos completamente. Pero sabemos que, unidos a Cristo, nos convertimos en vino de solera. Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que «permanezcamos» en la vid, en Cristo. En esta breve pericona, el evangelista usa la palabra «permanecer» una docena de veces. Este «permanecer-en-Cristo» caracteriza todo el discurso. En nuestro tiempo de inquietudes e indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que la fidelidad del amor en el matrimonio y en la amistad es frágil y efímera; en el que desearíamos gritar, en medio de nuestras necesidades, como los discípulos de Emaús: «Señor, quédate con nosotros, porque anochece, porque las tinieblas nos rodean»; el Señor resucitado nos ofrece aquí un refugio, un lugar de luz, de esperanza y confianza, de paz y seguridad. Benedicto XVI, 22 de septiembre de 2011.

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Durante este día no me voy a limitar a dar gracias a Dios, sino que quiero “ser” una ofrenda de alabanza.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Por eso yo ahora le respondo con mi oración.

Señor, mi respuesta hoy a tu palabra sólo puede ser de agradecimiento. Gracias, sobre todo, por habernos dado a Jesucristo. Sin El no sabríamos nada del Padre ni del Espíritu. Sin Él nunca podríamos haber disfrutado tanto con el amor del Padre y del Espíritu. Al decirnos que Tú eras la Puerta, querías decirnos que eras la puerta del verdadero amor, de la verdadera alegría, de la plena felicidad. Gracias, Señor

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Los Ángeles Custodios (Ángeles Custodios)

La devoción a los Ángeles Custodios tiene profundas raíces en el pueblo cristiano. La Iglesia estableció desde muy antiguo una fiesta en su honor y consagró así esta doctrina tradicional de los Santos Padres, fundada por otra parte en abundantes textos de la Sagrada Escritura. 

Es doctrina común que todos y cada uno de los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte. Dice Santo Tomás que el hombre se encuentra en la vida como en un camino por el que ha de caminar hacia su patria definitiva. En este camino le amenazan muchos peligros, interiores y exteriores, y de la misma manera que a quienes van por caminos inseguros se les da escolta, así también a cada hombre, mientras camina por este mundo, se le da un Ángel que le guarde. Cuando haya llegado al término del camino ya no tendrá Ángel Custodio (cfr. Suma Teológica, 12, q. 113), porque éste habrá cumplido su misión. 

En la Sagrada Escritura se les atribuye un papel excepcional en la realización de los designios de Dios. Son innumerables los pasajes en los que se hace mención de los ángeles en esta misión específica de custodios del hombre: He aquí que enviaré mi ángel que vaya delante de ti y te guarde (Ex 23, 20). Te encomendaré a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos y ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces en piedra alguna (Sal 90, 1112). Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre celestial (Mt 18, 10). ¿No Son todos ellos espíritus administradores enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salud? (Heb 1, 14). 

Toda la vida y enseñanza de Jesús está poblada de esa presencia ministerial de los ángeles. El ángel del Señor, Gabriel, comunica a María que va a ser madre del Salvador (cfr. Lc 1, 2638). Un ángel revela a José que María ha concebido por obra del Espíritu Santo (cfr. Mt 1, 20-25). También hay ángeles que anuncian la encarnación a los pastores en los campos de Belén (cfr. Lc 2, 9-15). 

La huida a Egipto (cfr. Mt 2, 13), las tentaciones de Jesús en el desierto (cfr. Mt 4, 11), los temores de Getsemaní (cfr. Lc 22, 43), la Resurrección (cfr. Jn 20, 12) y la Ascensión (cfr. hech 1, 10), son presenciadas igualmente por ángeles que, a su vez, velan constantemente por la Iglesia y por cada uno de nosotros, sus miembros, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles y la Tradición posterior. 

Los primeros cristianos vivieron muy especialmente esta devoción al Ángel Custodio. El episodio de San Pedro, preso por Herodes Agripa, vigilado por cuatro escuadras de soldados, y liberado prodigiosamente por un ángel, mientras la Iglesia oraba incesantemente por él (Hech 12, 4 -ss.), es una muestra de la ayuda que experimentaron por parte de estos mensajeros de Dios y amigos del hombre. Los Ángeles Custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar el fin sobrenatural a que ha sido llamado por Dios: Yo mandaré un ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto (Ex 23, 20; cfr. Sal 110, 11). Misión, por tanto, de los Ángeles Custodios es auxiliar al hombre contra todas las tentaciones y peligros, y traer a su corazón buenas inspiraciones; además, cuando es necesario o conveniente para el alma, prestan también toda clase de ayudas materiales. 2 

En concreto, la Sagrada Escritura atribuye a los ángeles la misión de transmitir a los hombres las inspiraciones de Dios y de protegerlos (cfr. Gen 24, 7), y hacer llegar hasta Dios las oraciones de los fieles (cfr. Tob 12, 12; Apoc 8, 24). 

Al Ángel Custodio se debe nuestra veneración, como a quien está siempre en la presencia de Dios, contemplándole cara a cara, y, a la vez, junto a nosotros. También se le debe nuestra confianza, por el poder que tiene para protegernos y custodiarnos. Debemos invocarle en cualquier necesidad, especialmente en las tentaciones (conoce bien al enemigo). También podemos dirigirnos al Angel Custodio de los demás. Debemos darle también nuestra amistad; es nuestro amigo, que nos ha prestado, nos presta y nos prestará inestimables ayudas. Nunca estamos solos en la tentación o en la necesidad, nuestro Ángel nos acompaña; estará a nuestro lado hasta el mismo momento en que abandonemos este mundo. 

A pesar de la gran perfección de su naturaleza, los ángeles no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita, de modo que no pueden leer en el interior de las conciencias. Por tanto, debemos darles a conocer nuestras necesidades de alguna manera. Basta con que les hablemos mentalmente para que nos entiendan, e incluso para que lleguen a deducir de nuestro interior más de lo que nosotros mismos somos capaces. Por eso es tan importante tener un trato de amistad con el Ángel de la Guarda. 

Muy especialmente debemos acudir a ellos en las tentaciones, y hemos de llenarnos de aliento ya que la gracia del Señor no nos faltará, porque Dios estará a nuestro lado y enviará a sus Ángeles, para que sean nuestros compañeros de viaje, nuestros prudentes consejeros a lo largo del camino, nuestros colaboradores en todas nuestras empresas. In manibus portabunt te, ne forte offendas ad lapidem pedem tuum (Sal 90, 12)…: Los Ángeles te llevarán con sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna

(J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 63). 

Comentario – Jueves V de Pascua

Decía Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

«Permanecer en el amor» de alguien es permanecer amando o haciendo permanentemente presente el amor que se tiene a esa persona; es, por tanto, dar continuidad o durabilidad a ese amor. Para eso se requiere voluntad: el empeño constante por mantener vivo ese amor; una vigilancia similar a la que precisa el mantenimiento de una hoguera. Para mantener encendido un fuego es necesario estar suministrando combustible constantemente. Eso mismo requiere también el amor o la permanencia en el amor. Pero Jesús añade algo más: para «permanecer en su amor» es requisito imprescindible «guardar sus mandamientos».

El mandamiento es en su origen expresión de una voluntad, la voluntad del que manda. Todo mandamiento expresa el ‘querer’ de alguien. Si este querer es el de alguien que sabe lo que quiere y que nos quiere bien y, por consiguiente, quiere nuestro bien, no hemos de tener ningún recelo hacia su mandamiento. Al contrario, hemos de recibirlo como una manifestación más de su amor. Su voluntad amorosa se expresa en sus mandamientos.

Desear corresponder a esta voluntad ‘guardando’ sus mandamientos, es decir, confiando en ellos como guías seguros para conducirse en la vida y esforzándose por ajustarse a ellos, es también una expresión de amor, o mejor, una respuesta agradecida al amor con el que hemos sido obsequiados. «Guardar» sus mandamientos puede ser algo más que «cumplir» sus mandamientos. La acción de ‘guardar’ connota aprecio por aquello que se guarda. Guardar sus mandamientos es tenerlos custodiados como un tesoro o como un regalo por el que sentimos gran estima o como una reliquia de la persona amada.

Este empeño por cumplir y guardar su voluntad –algo que requiere conocimiento de la misma-, este deseo de agradarle en todo, esta disposición a acoger con gratitud cuanto procede de él, nos permitirá permanecer en su amor, no simplemente haberle amado o amarle alguna vez, sino permanecer en su amor, permanecer en-amorados, que es un mutuo permanecer de él en nosotros y de nosotros en él.

¿Para qué toda esta locución? Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. No hay alegría más rica en nutrientes que la alegría que se vive en el amor y que procede de él. Es la experiencia del amor la que proporciona alegría. No hay nada más triste que la sensación de desamor, la sensación de no sentirse amado. Y nada proporciona más alegría que sentirse amado. Pero cuando al amor no se corresponde con amor, éste se puede agotar. Sólo el amor de Dios es inagotable como su propia infinitud.

Pero hasta ese amor puede revelarse finalmente infructuoso si no logra captar nuestra correspondencia amorosa. Jesús nos ha revelado este misterio de amor que brota incesantemente en la cima más alta, porque quiere transmitirnos la alegría que él mismo experimenta al acogerlo, porque quiere que esa alegría que está en él esté también en nosotros y un día no muy lejano llegue a su plenitud; porque durante el tránsito por esta vida nada tiene plenitud, todo está en camino de realización.

No obstante, la plenitud aguarda a las cosas más hermosas de nuestra existencia, y hemos de esperarla. Y mientras la esperamos, vivirla en su incompleción o con sus deficiencias. Que el Señor nos conceda vivir y alcanzar esta alegría que es fruto maduro del amor.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Comentario – Jueves V de Pascua

(Jn 15, 9-11)

Al igual que la paz, la alegría que Jesús ofrece brota del amor, del amor que llega a transformar la vida, que produce obras de amor, que hace nacer una vida de acuerdo a los mandamientos.

Aquí queda claro que la fecundidad que obtiene el hombre si permanece unido a Cristo no se busca con un interés utilitarista o vanidoso. Es una realidad de diálogo y de amor, y los frutos son una respuesta de amor.

De hecho, pocas veces Jesús declara su amor con tanta ternura como en este capítulo: «Como el Padre me amó, yo también los amé» (15, 9). El amor de Jesús hacia sus discípulos es inmenso, como el amor que el Padre le tiene a él. El amor de Jesús hacia nosotros es una prolongación del amor divino que viene del Padre Dios; por lo tanto es plenitud total de amor, desbordante, inimaginable.

Y este amor de Jesús que se hace fecundo, que llega a producir fruto en nuestra vida, es la fuente de la verdadera alegría, una alegría que por ser espiritual no es menos intensa, porque es participar de la alegría de Jesús. Y él quiere que esa alegría sea plena, completa: «Les he dicho esto para que participen de mi alegría, y la alegría de ustedes sea colmada» (15, 11).

¡Qué hermoso es saber que estamos llamados a una alegría siempre más grande, a una alegría que no se desgasta sino que se agranda con los años, hasta que nos inundemos en la alegría celestial que nos desbordará por todas partes. El Concilio Vaticano II dijo que «La Iglesia es la verdadera juventud del mundo; posee lo que hace la fuerza y el encanto de la

juventud: la capacidad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo hacia nuevas conquistas…».

Oración:

«Dame tu alegría Señor, porque en ti está la alegría más perfecta del corazón humano, ese corazón que creaste para ti. Lléname de tu amor, para que ese amor se convierta en vida desbordante, en fecundidad, en gozo».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Sección I.- La situación de la cultura en el mundo actual

Nuevos estilos de vida

54. Las circunstancia de vida del hombre moderno en el aspecto social y cultural han cambiado profundamente, tanto que se puede hablar con razón de una nueva época de la historia humana. Por ello, nuevos caminos se han abierto para perfeccionar la cultura y darle una mayor expansión. Caminos que han sido preparados por el ingente progreso de las ciencias naturales y de las humanas, incluidas las sociales; por el desarrollo de la técnica, y también por los avances en el uso y recta organización de los medios que ponen al hombre en comunicación con los demás. De aquí provienen ciertas notas características de la cultura actual: Las ciencias exactas cultivan al máximo el juicio crítico; los más recientes estudios de la psicología explican con mayor profundidad la actividad humana; las ciencias históricas contribuyen mucho a que las cosas se vean bajo el aspecto de su mutabilidad y evolución; los hábitos de vid ay las costumbres tienden a uniformarse más y más; la industrialización, la urbanización y los demás agentes que promueven la vida comunitaria crean nuevas formas de cultura (cultura de masas), de las que nacen nuevos modos de sentir, actuar y descansar; al mismo tiempo, el creciente intercambio entre las diversas naciones y grupos sociales descubre a todos y a cada uno con creciente amplitud los tesoros de las diferentes formas de cultura, y así poco a poco se va gestando una forma más universal de cultura, que tanto más promueve y expresa la unidad del género humano cuanto mejor sabe respetar las particularidades de las diversas culturas.

Amaos unos a otros como yo os he amado

1.- No sabemos como será su justicia, ni su misericordia, lo que sí sabemos es que nuestro Padre Dios cuando se trata de amar no es prudente, no es sensato, como nosotros sus hijos lo somos.

Nuestro Padre Dios tenía una viña y unos viñadores a los que realmente quería. Llegó la hora de cobrar el alquiler y envió unos criados a cobrar lo estipulado y los viñadores los mataron. Nuestro Padre Dios volvió a enviar otros, y los mataron. Y entonces envió a su Hijo y también lo mataron. Todo porque nuestro Padre Dios amaba a su viña y a los viñadores. Eso no es prudencia, ni sensatez. Eso raya en la locura. Nosotros, a la primera hubiéramos enviado a la Policía Nacional.

2.- ¿Y el Primogénito de nuestro Padre Dios? Pues como dice el dicho castellano “de tal palo tal astilla”, amó tanto a los hombres que se hace hombre y por enseñarles la verdad tal cual es, acaba dando su vida por nosotros. Cuánto mas fácil hubiera sido borrarnos del mapa para siempre.

3.- Este amor imprudente, alocado, de Dios Padre y de Dios Hijo nos debe intranquilizar a nosotros. Porque Jesús, en el Evangelio de hoy, nos resume todo lo que nos ha venido a enseñar. Nos dice con toda tranquilidad y sin inmutarse, como la cosa más natural del mundo: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, COMO YO OS HE AMADO.

Si queréis lo tomáis y si no lo dejáis. Pero si queréis ser mis discípulos yo exijo que OS AMÉIS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO. Si no es va, dejadlo para otros, no seréis mis discípulos.

Y este –con mayúsculas—COMO YO OS HE AMADO viene del padre: “como el Padre os ha amado yo os he amado. Y como puede verse, lo alocado de su amor le viene de la herencia de su Padre.

4.- Hermanos, este modo de amar no va con nosotros: amar hasta hacer el tonto. Amar hasta que abusen de nosotros. Amar hasta que nos engañen repetidas veces.

Ante eso, nosotros diremos aquello de: “¡A mí me la pegan una vez, pero dos, no!” Nos gusta tener el derecho a elegir a quien tengo que amar, quien tiene derecho a mi amistad y quien no. Nos reservamos el derecho de decretar quien es mi prójimo y un prójimo a quien no nos cueste amar, limpio, educado, agradecido, que me cueste poco o nada.

En el “amaos como yo” el prójimo se presenta cuando quiere, en el momento más inoportuno, en la situación más indiscreta, con el talante más exigente.

5.- El Hijo de Dios, que está al corriente de todos los secretos del Padre, nos dice hoy “os llamo amigos, confidentes, porque todo lo que he oído al Padre os lo he dado a conocer”.

Este papel de confidente del Hijo de Dios si nos gusta. Esto si que nos gusta porque es sentirnos amigos de Dios, pertenecer a la élite de los que conocen los misterios recónditos de Dios. Eso si nos fascina. Dinos, Señor ese “todo” que tu Padre te ha confiado y que Tú confías a nosotros, tus “confidentes más íntimos. Te escuchamos con ansía. Dinos ese TODO que has captado del Padre.

Y Jesús vuelve a repetir: “Esto os mando: que os améis unos a otros”.
El más recóndito secreto de Dios esta ahí. Todo lo de Dios queda ahí, como era natural, porque Dios es amor.
Jesús no ha oído de su Padre Dios más que esto. Jesús ya no tiene más que decirnos. Una única cosa
La única cosa que no sé.
La única cosa que no hago.
La única cosa que descubre que soy un analfabeto en amor.
La única cosa por la que merece la pena vivir:
“Amaos unos a otros como yo os he amado”

José María Maruri S. J.

Nadie tiene el amor más grande que el que da la vida por sus amigos

Como el Padre me ama a mí, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa». «Éste es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no sabe qué hace su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros; y os designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: amaos unos a otros». 

Juan 15, 9-17

COMENTARIO AL EVANGELIO

Nadie tiene el amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Hoy, de nuevo, Jesús nos habla muy claro. Nos habla del amor de la amistad, de esos amigos con los que sabemos que podemos contar con ellos en cualquier situación. Los amigos de verdad, solemos llamarlos.

Y Jesús nos dice que nos ama a todos como el mismo Dios le ama a Él, que es su Hijo. Si la fe cristiana fuera una peli, deberíamos decir que esta peli va de amor. No se puede entender y vivir la fe si no es desde el amor, si no sabemos amar a los demás. Es nuestra gran misión, nuestra gran tarea. El mundo nos espera.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Escribe el nombre de dos o tres de tus mejores amigos o amigas.
  • ¿Por qué son tus mejores amigos? ¿Qué nos dice Jesús sobre el amor de Dios y sobre como debemos amar a las personas?
  • Esta semana vamos a pensar en alguna persona con la que hayamos tenido algún enfado o algún problema en estos días y vamos a ver que podemos hacer para solucionar los problemas desde el amor a los demás.

ORACIÓN

Amaos
como yo os he amado y amo;
éste es mi deseo más íntimo
y mi único mandato;
es mi testamento y evangelio
porque quiero que seáis mis amigos
y hermanos con los que comparto todo,
y no siervos, pedigüeños y esclavos.
Amaos,
y os sentiréis vivos,
y vuestro gozo se desbordará a raudales, y os pondréis en camino sin miedo,
y daréis un fruto duradero,
y la tristeza quedará desterrada de vuestras entrañas,
y compartiréis mi alegría con todos,
y viviréis con plenitud día a día.

Amaos

Amaos
como yo os he amado y amo;
éste es mi deseo más íntimo
y mi único mandato;
es mi testamento y evangelio
porque quiero que seáis mis amigos
y hermanos con los que comparto todo,
y no siervos, pedigüeños y esclavos.

Amaos,
y os sentiréis vivos,
y vuestro gozo se desbordará a raudales,
y os pondréis en camino sin miedo,
y daréis un fruto duradero,
y la tristeza quedará desterrada de vuestras entrañas,
y compartiréis mi alegría con todos,
y viviréis con plenitud día a día.

Amaos:
alzad la vista,
otead el horizonte,
fijaos en los detalles,
descubrid vuestros tesoros,
penetrad el misterio,
ved los signos nuevos,
¡miraos a los ojos!

Amaos:
respetad vuestras diferencias,
gozad vuestras riquezas,
abrid vuestro corazón,
daos;
no os retengáis,
no os adueñéis,
no os esclavicéis.

Amaos:
sed arco iris de color y vida,
de diversidad y unidad
de paz y compromiso,
de pluralidad y respeto,
de luz y solidaridad,
de esperanza y liberación,
de buenas noticias y liberación.

¡Amaos como yo os he amado y amo!
¡Y gozaros!

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el evangelio

* Este Evangelio de hoy es la continuación del domingo pasado (Jn 15,1-8). Continúa la alegoría de la vid y el sarmiento.

* Hay como dos partes con una frase central que las une y que es una referencia a la Pascua de Cristo: el amor más grande es el de Jesús, que “da la vida por sus amigos” (13).

* Antes de este versículo, las palabras de Jesús insisten en decir que los discípulos tienen que “permanecer en su amor” (9) del mismo modo que Él “permanece en el amor del Padre” (10), que es la fuente del amor. Enraizados en este amor, podrán “amarse unos a otros como Cristo los ha amado” (12).

* Lo que sigue al versículo central (13) gira alrededor de la palabra «amigos» (13. 14. 15) y tiene su punto culminante en el «fruto que dure» (16) y la oración que el Padre escucha (16).

* “Permanecer en el amor” no es una cuestión reducida al mundo de los sentimientos. Está íntimamente ligado a hacer la voluntad de aquel que ama. Es decir: Jesús es amado por el Padre y hace su voluntad, “guarda sus mandamientos” (10); los discípulos somos amados por Jesús y hacemos —lo podemos hacer porque tenemos este amor— su voluntad (14), “guardamos sus mandamientos” (9). Por tanto, “guardar los mandamientos” (9.10) sólo es posible desde la actitud de acoger el amor de aquel que los da; y esta voluntad, estos “mandamientos”, consisten en amar, “dar la vida” (13).

* La palabra “mandamiento” (12, 14 y 17) en la Biblia no tiene un sentido legal, jurídico. Significa lo que hace llegar a la perfección. Por tanto, el mandamiento del amor no es algo que se imponga. El amor no se puede imponer. Sólo se puede ofrecer.

* Jesús ha recibido del Padre un mandamiento (Jn 10,17- 18; 12,49; 14,31; 15,9-10) que le indica lo que tiene que decir, lo que tiene que hacer y cómo tiene que dar la vida. En una palabra, el mandamiento es la voluntad de Dios sobre Jesús, que lo lleva a dar la vida. El mandamiento que Jesús dejará a sus discípulos será el mismo (Jn 15,9- 10.13).

* “Dar la vida” (13) es dar vida a los demás, empezando por los más débiles y por los que uno tiene al lado. Quizá hay que aclararlo en este tiempo en que hay tantos suicidas que dan la vida matándose y matando a otras personas. El caso de Jesús es claro, como lo dice el libro de los Hechos: “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, Dios estaba con Él” (Hch 10,38). Su muerte en cruz es la culmina nación de esa vida que da vida paso a paso, una vida que se da del todo, por amor, no por otra causa que el amor gratuito, el amor que no pide nada a cambio.

* La afirmación de que Jesús “da la vida” es frecuente en el Evangelio y las cartas de Juan (Jn 10,11.15.17.18; 15,13; 1Jn 3,16). Ese “dar la vida” de Jesús tiene como consecuencia que los creyentes dan la vida los unos por los otros (Jn 15,13; 1Jn 3,16).

* Sobre el dilema “siervos”-”amigos” (15) hay que tener en cuenta que el “siervo” ejecuta y que el “amigo” cono- ce las intenciones. De todos modos, la palabra “siervo”, que Jesús desestima para identifica sus discípulos, es una palabra que en la Biblia tiene un sentido positivo: cuando a relación es con Dios es un título de nobleza que implica fidelidad sin reservas,

* Pero Jesús da a los discípulos el título de amigos, hasta ahora reservado a Abrahán y Moisés, a quienes Dios no sólo confió la ejecución de sus mandamientos, sino que les comunicó cara a cara el conocimiento de su designio. Jesús nos comunica su intimidad (15).

* Jesús lleva la iniciativa sobre nosotros, nos ha elegido (16). Quiere que seamos su presencia —»dar fruto»— en medio del mundo. Y ello será posible si nos amamos unos  otros.

* “Pedir en su nombre” (16) no se puede hacer si no es en comunión, en íntima unión de unos con otros en Él.

* “Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (11). Esa “alegría” la da la comunión de amor, la comunión de voluntades. No es algo superficial. Es fruto de haberse puesto en esa dinámica del amor del Padre.

* Sugerencia: podemos hacer un estudio de Evangelio con los textos en los que sale “la alegría”: Jn 3,29; 15,11; 16,24; 17,13; Mt 13,44; Lc 1,14.44; 10,21.