Meditación – Jueves VI de Pascua

Hoy es jueves VI de Pascua.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 16, 16-20):

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».

Hoy día —a la vista de las desgracias que ocurren en nuestro mundo— es frecuente la pregunta: «¿Dónde está Dios?». Jesús, de un modo misterioso, afirma que le volveremos a ver, y que eso nos causará gozo. Además, nos ha desvelado el rostro de Dios: Él es Padre.

A Dios no se le escapa el mundo de las manos. Él no ejerce un «gobierno policial» (como solemos hacer nosotros), sino providencial. Dios no es un «árbitro». Como Padre providente, Dios «deja hacer», pero «no nos deja». Es decir, respeta los dinamismos de este mundo (las leyes de la naturaleza y las decisiones de nuestra libertad, incluso las erróneas), pero —en su infinita bondad y sabiduría— lo reconduce todo hacia la salvación de la humanidad. Ejemplos: César Augusto, Herodes, Poncio Pilatos, aun actuando erróneamente, fueron instrumentos providenciales al servicio de nuestra redención…

—Jesús, quisiera decir a todos: no nos inventemos «dioses»; dejemos que Dios sea Dios, y confiémonos con gozo a sus «brazos» de Padre.

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – Jueves VI de Pascua

JUEVES VI DE PASCUA, feria

Misa de feria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias; Prefacio Pascual

Leccionario: Vol. II

  • Hch 18, 1-8. Se quedó a vivir y trabajar en su casa, y discutía en la sinagoga.
  • Sal 97.El Señor revela a las naciones su salvación.
  • Jn 16, 16-20. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

Antífona de entrada          Cf. Sal 67, 8-9
Oh, Dios, cuando salías al frente de tu pueblo, guiándolos y acampando con ellos, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya.

Monición de entrada y acto penitencial
Comencemos la celebración de los sagrados misterios poniéndonos en presencia de Dios y pidiendo la intercesión de la Virgen María, refugio de pecadores, para que interceda por nosotros.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios, que das parte a tu pueblo
en tu obra redentora,
concédenos vivir siempre
la alegría de la resurrección del Señor.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Renovados en nuestra esperanza, como los discípulos que contemplaron al Señor, presentemos a Dios nuestras peticiones y pidamos que la alegría pascual se extienda al mundo entero.

1.- Para que el Papa y todos los obispos den en su vida y magisterio testimonio de Cristo muerto y resucitado para vida del mundo. Roguemos al Señor.

2.- Para que el Señor suscite en el seno de la Iglesia vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras que den fe de la salvación universal. Roguemos al Señor.

3.- Para que nuestros gobernantes y políticos trabajen a favor de la paz, la justicia y el bien de los más necesitados. Roguemos al Señor.

4.- Para que cuantos se esfuerzan para que nazca un mundo nuevo sientan el gozo de ser comprendidos y ayudados por los hombres. Roguemos al Señor.

5.- Para que los que ven acercarse el fin de sus días no se sientan abandonados y solos, sino que experimenten la alegría de la esperanza futura. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, las oraciones de tu Iglesia, y haz que pueda alegrarse de ver realizadas sus peticiones. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SUBAN hasta ti, Señor, nuestras súplicas
con la ofrenda del sacrificio,
para que, purificados por tu bondad,
nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio pascual

Antífona de comunión          Mt 28, 20
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos. Aleluya.

Oración después de la comunión
D
IOS todopoderoso y eterno,

que en la resurrección de Jesucristo
nos has renovado para la vida eterna,
multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual
e infunde en nuestros corazones
la fortaleza del alimento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
C
ONCEDE, Señor

tu amor al pueblo que te suplica,
para que obtenga la salvación por tu gracia continua,
quien por ti fue creado y por ti fue redimido.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Santoral 13 de mayo

LA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA EN FÁTIMA (1917 d.C)

Era el año de 1916. La guerra se había extendido sobre Europa y, hacía apenas unos meses que Portugal se hallaba mezclado también en la lucha, cuando tres pequeños campesinos portugueses del interior se encontraron de pronto, en una de las colinas áridas que rodean a Fátima, con una figura resplandeciente que les dijo: «Soy el Ángel de la Paz». Durante aquel mismo año, vieron otras dos veces la misma aparición. Los exhortó a «ofrecer constantes plegarias y sacrificios». «Sobre todo, les dijo, aceptad y soportad con sumisión los sufrimientos que el Señor os envíe». Los pastores: Lucía de 9 años, Francisco de 8, y Jacinta de 6, guardaron silencio respecto a estas visiones. No sospechaban que eran como la preparación para un encuentro más importante. La presencia del ángel, aunque los llenaba de gozo, los dejaba azorados, llenos de confusión: «Me gusta mucho ver al Ángel, comentó un día Francisco, pero lo malo es que, después no podemos hacer nada. Yo no puedo ni andar, no sé lo que me sucede».

El 13 de mayo de 1917, fue distinto el estado de ánimo que les produjo la aparición de una «Señora toda de blanco, más brillante que el sol», a cuya aparición habían precedido dos relámpagos, y que resplandecía en lo alto de un arbusto de la sierra. «¿De dónde viene Vuestra Merced?», preguntó Lucía. «Vengo del cielo». Les pidió en seguida que regresaran al mismo lugar durante seis meses seguidos, los días trece.

«¿Deseáis ofreceros a Dios para soportar todo el sufrimiento que a El plazca enviaros, como un acto de reparación por los pecados con que El es ofendido y para pedir por la conversión de los pecadores?», inquirió la aparición posteriormente. «Sí queremos». Los niños quedaron llenos de una «paz y una alegría expansiva», cuando la Señora se alejó. «Ai, que Senhora too bonita» repetía Jacinta. Lucía les recomendó a sus primos que no dijeran lo que habían visto; pero Jacinta, la más alegre y comunicativa de los tres, no pudo ocultar su alegría y lo contó a su madre. Cuando los rumores llegaron a casa de Lucía, la madre y los hermanos de ésta se mostraron totalmente escépticos. Pensaron que todo era un invento de los tres niños. Para el 15 de junio de 1917, los tres niños habían comprendido rápidamente el sentido redentor del sufrimiento. La Señora les había pedido sacrificios y ellos, durante ese mes, se dedicaron a buscarlos con empeñoso entusiasmo. La comida que recibían en sus casas para llevar al campo, la entregaban a los pobres y se contentaban después con raíces y frutas silvestres. El hambre, la sed, las burlas de los que no creían en la aparición, los ofrecían, como la Señora lo había pedido, por la conversión de los pecadores. Ese 13 de junio, mientras Fátima celebraba a San Antonio, el patrono de su iglesia, unas 50 personas se reunieron alrededor de los niños en Cova da Iría a esperar la llegada de la Señora. Al mediodía, dijo Lucía con voz fuerte: «Jacinta, allá viene nuestra Señora. Ahí está la luz». A los asistentes les pareció oír «como una voz muy apagada», pero nada pudieron entender. La Señora dijo que Jacinta y Francisco irían pronto al cielo, que Lucía permanecería más tiempo aquí abajo para ayudar a establecer la devoción al Corazón de María. Como lo había hecho en la primera ocasión, al despedirse, la Señora abrió las manos, de ellas brotaron rayos de luz que rodearon a los niños. En esa luz «nos veíamos como sumergidos en Dios», escribió después Lucía.

Era el 13 de julio de 1917. Lucía estuvo a punto de no acudir a la cita. El padre Ferreira, párroco de Fátima, había aventurado la opinión de que se trataba, tal vez, de un engaño diabólico. Además, continuaba la oposición en casa de la niña. Pero, aquella mañana, sus primos lograron persuadirla y fue con ellos a la que sería una de las más largas conversaciones con la Señora. Les fue prometido que en octubre se realizaría un milagro para demostrar la verdad de las apariciones. Cuando la Señora extendió sus manos y los niños se sintieron rodeados del resplandor celestial, vieron abierta la tierra y dentro, «un mar de fuego… los demonios y las almas como si fueran carbones al rojo vivo.» La Señora les pidió la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María y la Comunión de reparación, cinco primeros sábados en otros tantos meses. Añadió: «cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: ¡Oh Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego del infierno! Atrae todas las almas al cielo especialmente las más necesitadas». Al terminar, les comunicó un secreto que no ha sido revelado todavía. La multitud que los rodeaba sólo había visto descender una especie de nubécula sobre la carrasca, el arbolillo de las apariciones, y escuchado un murmullo sordo, durante la visión.

Así llegó el 13 de agosto de 1917. La visión del infierno que les fue concedida a los niños había despertado en ellos un anhelo incontenible de oración y penitencia. El anticlerical administrador de Ourem, empeñado en combatir la fama creciente de las apariciones, les brindó una oportunidad de ofrecer padecimientos. Con engaños, los alejó de Fátima y logró impedir que asistieran a la cita del 13 de agosto. Viendo que los interrogatorios no daban resultado, los encerró en una celda común con los malhechores de la cárcel. Y, en un último esfuerzo dramático por atemorizarlos, afirmó que los haría hervir en aceite, uno por uno. Se llevaron a Jacinta, luego a Francisco y, cuando Lucía esperaba ser arrojada en un caldero, se encontró con sus primos, a quienes creía muertos. No habiendo obtenido ni una retractación, ni la confesión del secreto, el administrador acabó por soltarlos. Una muchedumbre numerosa había esperado inútilmente la aparición de aquel mes. Pero, los niños pudieron ver a la Señora, cuando se les apareció y renovó sus advertencias y peticiones.

Gran parte de la prensa de Portugal se había lanzado contra las apariciones, antes del 13 de septiembre de 1917, sin embargo, para esta ocasión se reunió una muchedumbre mucho mayor, con peregrinos venidos de todas las partes del país. Iba a ser la más breve de todas las apariciones. Apenas un momento de conversación: «…continuad rezando el Rosario…» insistió nuestra Señora.

El 13 de octubre de 1917: Nuestra Señora había dicho que en ese día se llevaría a cabo un milagro para demostrar la veracidad de las apariciones y los niños así lo habían anunciado. A pesar del frío y de la lluvia, que desde la tarde anterior comenzó a caer, a través de los caminos enlodados de la sierra llegaron más y más peregrinos hasta aquel rincón casi incomunicado del resto de Portugal. Aproximadamente 70,000 personas habían venido a presenciar el milagro de Fátima.

Los familiares y vecinos de Lucía estaban atemorizados. Si el milagro no se verificaba, ¿cómo iba a reaccionar aquella multitud defraudada? Al mediodía, después de una espera tensa por parte de la multitud arrodillada bajo la lluvia, la Señora se presentó ante los niños: «Quiero decirte que construyan aquí, en mi honor, una capilla. Soy la Virgen del Rosario. Que continúen rezando el rosario todos los días…» La multitud no vio a la Señora, pero asistió a un espectáculo sobrecogedor: oyó a Lucía gritar: «mirad el sol». Las nubes se abrieron de pronto y apareció el sol como un gran disco de plata al que, aunque brillante como cualquier sol, se podía mirar directamente sin cerrar los ojos y con una satisfacción única y deliciosa. Esto sólo duró un momento. Mientras lo contemplaban, la gigantesca bola comenzó a «danzar»: esta fue la palabra que todos los observadores aplicaron al fenómeno. Giró rápidamente. Se detuvo. Volvió a girar con más fuerza. Como un prisma gigantesco cubrió el cielo y la tierra con franjas de colores. «Girando locamente bajo esta apariencia, por tres veces, la ígnea esfera pareció temblar, estremecerse y después arrojarse precipitadamente en zigzag hacia la multitud». Cuando todo terminó, la muchedumbre estaba conmovida y convencida por completo de la verdad de las apariciones. Antes de que pasaran tres años, Francisco y Jacinta habían muerto y a , como se los había dicho la Señora y ellos lo habían dado a conocer. Lucía es religiosa con las Hermanas de Santa Dorotea desde 1925.
La carrasca, el humilde arbolillo de la sierra sobre el que Nuestra Señora se mostró, ha desaparecido: los fieles lo cortaron, rama a rama, para llevarlas como reliquia. En su lugar, en la tierra reseca de la colina, ha brotado una basílica enorme a la «Señora Blanca» que vino a este rincón portugués a pedir oraciones y sacrificios para la conversión de los pecadores, a la Señora que insistió una y otra vez en el rezo del Rosario y pidió que consagraran a su Corazón Inmaculado a esa potencia misteriosa que en 1917 apenas surgía: Rusia.

Un libro que ofrece una narración completa, interesante de estas apariciones, es el de William Thomas Walsh: Nuestra Señora de Fátima. Compendia las principales obras, anteriores a 1946: Jacinta: episodios inéditos das aparigdes de Nossa Senhora, del P . José Galamba de Oliveira; Le Meraviglie di Fatima, del P . Luis Gonzaga Aires da Fonseca S.J.; Era una Senhora mais brilhante que o Sol, del P. J. Joso de Marchi, IMC.

Alban Butler

Laudes – Jueves VI de Pascua

LAUDES

JUEVES VI DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

SALMO 94: INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendición al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

La noche y el alba, con su estrella fiel,
se gozan con Cristo, Señor de Israel,
con Cristo aliviado en el amanecer.

La vida y la muerte luchándose están.
Oh, qué maravilla de juego mortal,
Señor Jesucristo, qué buen capitán.

En él se redimen todos los pecados,
el árbol caído devuelve su flor,
oh santa mañana de resurrección.

Qué gozo de tierra, de aire y de mar,
qué muerte, qué vida, qué fiel despertar,
qué gran romería de la cristiandad. Amén.

SALMO 79: VEN, SEÑOR, A VISITAR TU VIÑA

Ant. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Aleluya.

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Aleluya.

CÁNTICO de ISAÍAS: ACCIÓN DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO

Ant. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Aleluya.

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.»»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Aleluya.

SALMO 80: SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
+ dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según su antojo

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.

LECTURA: Rm 8, 10-11

Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V/ El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

R/ El que por nosotros colgó del madero.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Dentro de poco ya no me veréis —dice el Señor, pero poco más tarde me volveréis a ver, porque me voy al Padre». Aleluya.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Dentro de poco ya no me veréis —dice el Señor, pero poco más tarde me volveréis a ver, porque me voy al Padre». Aleluya.

PRECES

Oremos confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo fuera la primicia de la resurrección de los hombres, y aclamémosle, diciendo:

Que el Señor Jesús sea nuestra vida.

Tú que con la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto,
— ilumina hoy con la resurrección de Cristo el día que empezamos.

Tú que por la voz de Moisés adoctrinaste a tu pueblo en el Sinaí,
— por la resurrección de Cristo sé hoy palabra de vida para nosotros.

Tú que con el maná alimentaste a tu pueblo peregrino en el desierto,
— por la resurrección de Cristo danos hoy el pan de vida.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que por el agua que manó de la roca diste de beber a tu pueblo en el desierto,
— por la resurrección de tu Hijo danos hoy parte en tu Espíritu de vida.

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que nos haces partícipes de la redención, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.