Proselitismo y verdad

 

En la historia de la humanidad ha sido recurrente el afán por llevar a los otros la propia “verdad”, en la convicción de que se trataba de la verdad absoluta. A partir de la creencia de estar en posesión de la verdad -incluso de ser depositarios de la verdad divina o revelada por el mismo Dios-, se embarcaban en la tarea de extenderla por todo el mundo, creyendo hacer el mejor servicio a la humanidad.

Esa creencia -característica del nivel mítico de consciencia-, que identifica el “mapa mental” del grupo propio con la verdad absoluta, se halla en el origen del proselitismo en cualquiera de sus formas. A lo largo de la historia, la actitud proselitista se ha movido desde una cierta tolerancia -particularmente, mientras el grupo se hallaba en minoría con respecto a la sociedad general- hasta la condena y la persecución de quienes, resistiéndose a adoptar la creencia “oficial”, eran tachados de “herejes” o “blasfemos”. Y todo ello se hacía desde la “buena fe” de quienes, como los inquisidores, ordenaban quemarlos, con el fin de “salvar sus almas”.

El error de base no era otro que la absolutización de la propia creencia -recogida en afirmaciones del tipo: “la nuestra es la única religión verdadera”, o “fuera de la iglesia no hay salvación”-, que confundía la verdad con un concepto, sobre la idea de que la mente era capaz de contenerla.

Hoy somos más conscientes de que la mente solo puede operar con objetos, por lo que únicamente se mueve en el mundo de sus propias construcciones mentales. Somos más conscientes de que la mente no puede atrapar ni poseer la verdad. Desechada su pretensión de poseer la verdad, caemos en la cuenta de que no puede tener sino perspectivas y opiniones, con las cuales elabora conceptos y “mapas mentales” con los que se maneja. Lo menos inadecuado que puede suceder es que tales mapas “apunten” hacia la verdad de la manera menos engañosa.

La verdad no es un concepto ni una creencia. No puede ser poseída. Nadie la “tiene”. Lo cual no significa que no exista. Esta “nueva” creencia, particularmente extendida en muchos ámbitos de la postmodernidad, ha dado como resultado la cultura de la posverdad, poblada de fake news y de mentiras, cuyo único objetivo es sostener los intereses de quienes las propagan. Todo esto no conduce -tal como estamos padeciendo en la actualidad- sino al narcisismo, al relativismo vulgar y, más tarde, al nihilismo extremo.

La verdad es. No puede ser poseída, pero nos sostiene. De hecho, todos nosotros estamos habitados por un “anhelo de verdad”. Pero la verdad no es un concepto ni una creencia -como pensaban nuestros antepasados-; la verdad es una con la realidad; la verdad es lo que es.

¿Qué es, para mí, la verdad?

Enrique Martínez Lozano

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El Señor sigue cooperando hoy. ¿Nos quedamos mirando el decorado, o nos conmueve el mensaje?

Hace tiempo, una familia invitó a un buen hombre de pueblo, al que le gustaba mucho el teatro, a ver una obra en el mejor teatro de la ciudad. El edificio era grandioso y la puesta en escena extraordinaria. El hombre estaba emocionado.

A la salida le preguntaron qué le había parecido la obra, y dijo:

– A decir verdad, casi no me he enterado de qué trataba la obra, porque me he quedado embelesado mirando el decorado.

Algo similar puede ocurrirnos con el evangelio de este domingo. Nos imaginamos a Jesús como un superhéroe que atraviesa las nubes y asciende al cielo. Quizá recordemos a Elías, que fue arrebatado al cielo y a otros seres mitológicos. En el mejor de los casos, pensaremos que también nosotr@s subiremos al cielo y, como el buen hombre del pueblo, nos habremos quedado tan content@s con el decorado.

¿Nos mueve y conmueve el mensaje?

a) Somos enviad@s a proclamar el evangelio a todo el mundo. Eso también implica denunciar las malas noticias que se abren paso actualmente y ocultan la Buena Noticia. Por ejemplo: se bendice a los animales, y a las fieras (sobre todo el día de san Antón), se bendicen edificios, empresas, automóviles, campos, etc., y está prohibido bendecir el amor que se profesa una pareja homosexual. ¿Qué evangelio se está predicando con esta actitud?

b) La fe, aunque sea pequeña como una semilla, tiene tal fuerza y vitalidad que nos empuja a enfrentarnos al mal y vencerlo. Un mal que hace tanto daño como las serpientes o el veneno. A diario constatamos la fuerza que tienen las comunidades cristianas, movidas por la fe, cuando luchan contra el mal. Pero, muchas veces, la fe es un potencial adormecido incluso en las comunidades.

c) La fe nos ayuda a desarrollar la capacidad de comunicación con quienes enmudecen por el dolor, o les han callado a golpes; nos empuja a dialogar con quienes no saben expresarse por falta de autoestima, o se han quedado mudos de espanto. Aunque no sepamos otros idiomas, la Ruah nos ayuda a hablar lenguas nuevas, por ejemplo, la lengua de la mirada que acoge sin juzgar, la lengua de las manos que sostienen y dan fuerza o la lengua de los pies que acompañan, aunque sea en silencio, cuando hablamos idiomas distintos.

d) Echar demonios, en el nombre de Jesús, es creer firmemente que vivimos procesosen los que tomamos conciencia de “los demonios” que nos habitan y aprisionan, los nombramos y descubrimos que tenemos fuerza y herramientas para vencerlos,porque somos personas únicas, preciosas y amadas incondicionalmente por el buen Dios. Además, formamos parte de redes humanas que nos sostienen y con las que sostenemos.

Jesús pasó haciendo el bien y tocando a los intocables de su tiempo. ¿De qué sirve celebrar la fiesta de la Ascensión si pedimos que se levanten muros para que los migrantes no compartan nuestro bienestar? ¿Cómo podemos ir a la Eucaristía si no queremos que “toquen” nuestra vida las personas que son, piensan o viven de modo diferente? ¿De qué sirve hablar de la Ascensión de Jesús si no ayudamos a quienes están tirados en el barro, para que tengan unas condiciones que les permitan “ascender” a la condición de seres humanos con todos sus derechos?

¿De qué sirve que hoy pongamos el acento en lo importante que es ir a evangelizar otros países si muchas de nuestras iglesias están casi vacías y dentro de poco tendrán telarañas, por no cambiar todo lo necesario para que vuelvan a ser hogares de puertas abiertas, como lo fueron antaño?

Acaba el evangelio de hoy diciendo que el Señor cooperaba con señales, es decir, colaboraba con quienes se fueron a predicar la Buena Noticia, cuando Jesús ya no estaba físicamente entre ellos. Así lo experimentaron las primeras comunidades y así nos lo transmite el evangelista Marcos.

Hoy, Jesús sigue enviándonos, cooperando y ofreciéndonos señales. ¿Las percibimos o estamos embobad@s contemplando el decorado?

Marifé Ramos

II Vísperas – La Ascensión del Señor

II VÍSPERAS

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

HIMNO

¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dónde volverán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos?
Quién gustó tu dulzura.
¿Qué no tendrá por llanto y amargura?

Y a este mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?

Ay, nube envidiosa
aún de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas! Amén.

 

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre.

 

SALMO 46

Ant. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Aleluya.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Aleluya.

 

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Aleluya.

 

LECTURA: 1P 3, 18. 21b-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ Subo al padre mío y Padre vuestro. Aleluya, aleluya.
V/ Subo al padre mío y Padre vuestro. Aleluya, aleluya.

R/ Y se ha aparecido a Simón
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Subo al padre mío y Padre vuestro. Aleluya, aleluya.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh Rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo, no nos dejes huérfanos, envíanos desde el Padre tu promesa, el Espíritu de la verdad. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oh Rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo, no nos dejes huérfanos, envíanos desde el Padre tu promesa, el Espíritu de la verdad. Aleluya.

 

PRECES

Aclamemos, alegres a Jesucristo, que se ha sentado hoy a la derecha del Padre, y digámosle:

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo

Oh Rey de la gloria, que has querido glorificar en tu cuerpo la pequeñez de nuestra carne, elevándola hasta las alturas del cielo,
— purifícanos de toda mancha y devuélvenos nuestra antigua dignidad.

Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros,
— haz que nosotros, por el mismo camino, ascendamos hasta ti.

Tú que prometiste atraer a todos hacia ti,
— no permitas que ninguno de nosotros viva alejado de tu cuerpo.

Que con nuestro corazón y nuestro deseo vivamos ya en el cielo,
— donde ha sido glorificada tu humanidad, semejante a la nuestra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ya que te esperamos como Dios, Juez de todos los hombres,
— haz que un día podamos contemplarte misericordioso en tu majestad, junto con nuestros hermanos difuntos.

 

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

 

ORACION

Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Una vez muerto, Jesús está fuera del tiempo y el espacio

¿Qué estamos celebrando? Es la pregunta que debemos hacernos hoy. Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: confundir la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorifica­ción, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, por lo tanto no hay en ella acontecimientos, es eterna, plena e inmutable. Solo teniendo en cuenta estas sencillas verdades, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mateo no sabe nada de una ascensión. Juan no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Marcos, que leemos hoy y fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús sentó a la derecha de Dios. Solo Lucas nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. En Hechos nos cuenta, con todo lujo de detalles, la subida de Jesús al cielo.

Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Tenemos otros ejemplos: Heracles, Empédocles, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Todos siguen el mismo esquema.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los hombres que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo bajo el sol.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y de todo el Oriente Medio. La complejidad de las concepciones del mundo físico en aquella época explica los innumerables matices que encontramos en el “cielo” teológico. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y lo divino bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo se rompe para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en él.

Un dato muy interesante, que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorifica­ción, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos abundantes textos que hablan del siervo doliente, machacado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta fue la base de la idea de glorificación con la que se quiso expresarse la experiencia pascual.

Lo que celebramos no está en el tiempo, pertenece al hoy como al ayer, no hace referencia a un pasado. Son realidades que están hoy en nuestra propia vida. Puedo vivirlas como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamen­te, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico.

La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: «consumatum est». Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Pero había llegado a la plenitud total en Dios, precisamen­te por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo de Jesús: despegarnos de nuestro ego.

La experiencia pascual consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él, el haber escuchado lo que decía y visto lo que hacía, no les llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces ven al verdadero Jesús. Seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús que nos impide descubrir su verdadero ser.

Para comprender la ascensión debemos tener en cuenta el descenso. Jesús bajo a los infiernos, “descendit ad ínferos” es decir a lo más bajo. Solo desde ahí su puede hacer el ascenso total y definitivo. Desde lo más bajo a lo más alto. Pero no recuperando el estado anterior sino permaneciendo en la Nada identificado con el Todo. No aceptamos ese descenso definitivo porque no está de acuerdo con las pretensiones de nuestro ego. Es la experiencia de todos los místicos. Para llegar a serlo todo debes convertirte en Nada.

Jesús no bajó a los infiernos como triunfador. Esa es la imagen mítica que se tenía de muchos personajes antiguos. Jesús bajó realmente a lo más bajo con su muerte. La muerte en la cruz no era una forma más de deshacerse de una persona que molesta. Era un intento en toda regla no solo de matar a la persona sino de hacerla desaparecer. Se trataba de aniquilarlo en el sentido etimológico de la palabra. Convertirle en nada. Era un castigo tan rotundo que eliminaba todo recuerdo del ajusticiado.

No tiene ningún sentido pensar que después de condenarlo a la cruz, se permitiera enterrarlo con todos los honores. Ni embalsamamiento ni sepulcro nuevo ni guardas custodiando el sepulcro tienen ningún sentido. No hubo ningún sepulcro ni vacío ni lleno. A los crucificados se les echaba en una fosa común sin enterrarlos para que los comieran las aves y los animales carroñeros. No dejaban ninguna posibilidad para que el muerto fuera recordado, mucho menos honrado y agasajado. Ese descenso es la culminación de su ser. No fue una estrategia sino el signo de su aniquilamiento e identificación absoluta con Dios.

Meditación

Hoy nos fijamos en la meta a la que Jesús llegó,
que es, al mismo tiempo, el punto del que partió.
Todos hemos salido del Padre y hemos llegado al mundo.
Todos tenemos que dejar el mundo y volver al Padre.
Ese Padre está en lo más hondo de nuestro ser.
Si me empeño en buscarlo en otra parte, encontraré al ídolo.

Fray Marcos

Ascensión del Señor

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

La imagen de Jesús subiendo al cielo ha sido bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos.

Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.

La comida de despedida. Se centra en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo. Algo parecido había escrito Lucas en el evangelio: «Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de Pentecostés.

La expansión del evangelio frente a la preocupación política. Se supone que el grupo se pone en marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía, Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran «el confín del mundo»). Apenas terminado de decir esto, Jesús es arrebatado e, igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Mientras los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

La ascensión. Con respecto al relato del evangelio se advierten notables diferencias.

En el evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos predicadores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

Las dos primeras lecturas han usado dos imágenes distintas para hablar de la glorificación de Jesús: ser llevado al cielo y sentarse a la derecha de Dios. Aquí, en el penúltimo párrafo, se unen ambas: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

José Luis Sicre

Comentario – Ascensión del Señor

(Mc 16, 15-20)

En el evangelio de Marcos el anuncio de la buena noticia va dirigido a toda la creación, porque la presencia de Jesús resucitado tiene dimensiones cósmicas. Todo el universo goza de su presencia luminosa. De hecho, el texto quiere mostrar que la resurrección de Jesús debe transfigurar todo lo creado, pero sobre todo debe llevarnos a nosotros a un nuevo modo de relacionarnos con la creación.

Los detalles del texto, que parecen demasiado maravillosos al lado de la cruda realidad que vivimos, están tomados de profecías antiguas que anunciaban la llegada del tiempo mesiánico como una época maravillosa de armonía y de paz.

Y nosotros creemos que estamos en esa época maravillosa aunque todavía la humanidad y su relación con el mundo no hayan llegado a esa armonía. Jesús resucitado no se ha ido, no subió al cielo para desaparecer, sino para hacerse presente en lo más íntimo de la realidad y para darnos la posibilidad de lograr un mundo nuevo con su poder de resucitado.

En la medida en que podamos desterrar el pecado de la humanidad y demos más espacio a la acción del Señor, el mundo irá alcanzando una mayor armonía, y entonces sí podremos tomar serpientes en nuestras manos, beber veneno y liberarnos de la enfermedad y del dolor.

Pero como el rechazo del hombre limita la acción de Dios, el poder de Cristo presente en el mundo no puede desplegarse plenamente y sufrimos en medio de la desarmonía y las angustias.

Podemos entender la pregunta que hacen los judíos: «Si el Mesías ya llegó ¿en qué se nota? ¿qué ha cambiado en el mundo? Y nosotros respondemos que Jesús está; está ofreciéndonos su amistad, su fuerza, su luz, para que podamos mejorar este mundo. ¿Lo estamos haciendo? Pero la renovación total de este mundo sólo se realizará cuando él vuelva. Y por eso podemos decir que nosotros también estamos esperando al Mesías.

Oración:

«Convierte nuestros corazones Señor, para que podamos ser instrumentos de ese maravilloso poder que haces presente en nuestras vidas, y así el mundo pueda alcanzar la libertad y la verdadera paz».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Sección I.- El desarrollo económico

Ley fundamental del desarrollo: el servicio del hombre

64. Hoy más que nunca, para hacer frente al aumento de población y responder a las aspiraciones más amplias del género humano, se tiende con razón a un aumento en la producción agrícola e industrial y en la prestación de los servicios. Por ello hay que favorecer el progreso técnico, el espíritu de innovación, el afán por crear y ampliar nuevas empresas, la adaptación de los métodos productivos, el esfuerzo sostenido de cuantos participan en la producción; en una palabra, todo cuanto puede contribuir a dicho progreso. La finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuanta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre.

Lectio Divina – La Ascensión del Señor

INTRODUCCIÓN

Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación». Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo (J.A. Pagola).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Hech. 1,1-11.      2ª Lectura: Ef. 1,17-23.

EVANGELIO

Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, los acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

REFLEXIÓN

Este texto (Mc. 16,15-20) no pertenecía al evangelio original (que acabaría en 16,8), sino que se trata de un «apéndice» posterior para, a imitación de los otros dos sinópticos, y de una forma estereotipada, terminar el evangelio con el relato de la misión (como Mateo) y de la ascensión (como Lucas). Hay que agradecer a Marcos su insistencia en «la misión». Eso nos caracteriza: dedicar la vida al proyecto de Dios, el Reino, como Jesús. ¿Cómo hay que entender esta misión?

1.– Como una necesidad apremiante.

Lo esencial es “hacer discípulos”. Hombres y mujeres que, guiados por el Espíritu Santo, tomen el aire, el talante, el estilo de vida que llevó Jesús. Hubo un tiempo en que se creía con fuerza que la parusía estaba ya cerca. Y se deseaba: “Ven, Señor, Jesús”. Era la exclamación más común en sus celebraciones. Fue San Lucas el que, escribiendo los Hechos de los apóstoles, nos dice que la historia de Jesús continúa en la Iglesia. Y eso va para rato. Entonces la Iglesia se convierte en misión: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos confines del mundo (1ª Lectura).  Hay mucha tarea. Hay que cristianizar el mundo e impregnarlo del evangelio.  Y esto no se consigue quedándose como los apóstoles “plantados mirando al cielo”.  Hacen falta profetas y apóstoles “desde el vientre de la madre”. Y esta expresión no significa que nacen personas y se les da una misión; sino porque hay una misión nacen estas personas. La misión es la razón de su vivir. Por eso podía decir el Apóstol Pablo: ¡Hay de mí si no evangelizo! (1Cor. 9,16). El apóstol descubre que si no evangeliza pierde el sentido de su vida. 

2.– La misión está estrechamente unida a la Pascua.

Antes de la experiencia pascual, los apóstoles estaban en el cenáculo, tristes, llenos de miedo, y con las puertas bien cerradas. Esto significa: a) Objetivamente, que no tenían perspectiva, no tenían horizonte, su fe estaba “vacía de contenido”. Y b) Subjetivamente, estaban desmoralizados, abatidos por el miedo. ¿Se puede evangelizar así? Cuando no tenemos una experiencia viva de Jesús Resucitado, ¿Tenemos derecho a predicar, a catequizar? San Pablo decía: «Creí y por eso hablé” (2Cor. 4,13) Sabemos por el contexto que aquello que ha creído es que Cristo ha resucitado y se le ha aparecido.  Cuando tanto nos cuesta aceptar: “Una Iglesia en salida” ¿No será que no estamos en condiciones de salir? Lo que tenemos que predicar es que Jesús Resucitado ha llevado la historia a la plenitud. Lo que con fuerza debemos anunciar con nuestra vida es que con Jesús vivo y resucitado dentro de mí, mi vida ha cambiado: Estoy alegre, no me hundo ante nada ni ante nadie, tengo unas ganas enormes de contar mi vida a otros y gritarles: ¡Es verdad! Cristo ha resucitado y yo soy testigo de todo eso. Yo respeto tu vida, pero ¿Te vas a perder esta experiencia maravillosa que yo estoy viviendo?  ¿Por qué no pruebas? Dios te está llamando.

3.– El Cristo que se va, no huye del mundo; se queda siempre con nosotros (Mt. 28, 20).

Son bellas las palabras del Papa Benedicto: “La ascensión no quiere decir que el Señor se ha ido a un lugar alejado de los hombres y del mundo. No es un viaje en el espacio hacia los astros más remotos. Significa que Él pertenece ya totalmente a Dios. Él, el Hijo eterno, ha conducido nuestro ser humano a la presencia de Dios. Su humanidad (y en ella estamos también nosotros) ha entrado en la vida trinitaria. Todo lo humano (la creación, el trabajo, el cariño), en Cristo Resucitado, llega a su destino definitivo. Y termina el Papa Benedicto:” Nosotros podemos alejarnos interiormente de Él, podemos vivir dándole la espalda, pero Él nos espera siempre y está siempre cerca de nosotros”. Por eso tenemos que mirar al cielo como la “exaltación de la humanidad”. Esta nuestra vida frágil, maltrecha, vulnerable, ha llegado a plenitud. Este Cristo ya Resucitado y ascendido a los cielos, tira de nosotros, nos anima y nos seduce.

PREGUNTAS

1.– La misión nace del encuentro con el Resucitado. ¿Busco una experiencia fuerte con Jesús, para poder anunciarle?

2.- ¿Me da gozo el pensar que todo lo que vivo aquí en este mundo (amistad, familia, trabajo, solidaridad) lo voy a encontrar allá en plenitud?

Este evangelio, en verso, suena así:

Al festejar tu Ascensión
celebramos tu victoria,
tu vuelta al Padre, Señor,
vestido de luz y gloria.
Tu Ascensión es colofón,
una preciosa corona
a tu vida de servicio,
de amor y misericordia.
Tu fiesta, Señor, nos llena
de esperanza jubilosa.
Subes como  novio al cielo
para esperar a la esposa.
Mientras tanto, nos encargas
una misión salvadora:
anunciar la Buena Nueva
con palabras y con obras.
Quieres que, con fe y amor,
sigamos tu trayectoria:
quitar los cardos del mal,
sembrar el mundo de rosas.
Con tu Espíritu seremos
“luz, Señor, entre las sombras,
en vez de murallas, “puentes”,
frente a las armas, “palomas”.
Que impregnemos nuestras manos
del frescor de tus aromas.
Así, Señor, sanaremos
las llagas de las personas.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Se fue, pero no nos dejó solos

1.- A poco más de media hora de las murallas de Jerusalén, al final de una empinada cuesta, se encuentra un recinto, limitado por una muralla octogonal, sin techo alguno. En el centro del área hay una especie de templete, que quiere ser el último espacio pisado por el Señor, antes de ascender a los cielos. El lugar no está decentemente arreglado y, para colmo, quieren hacernos ver los guardianes del recinto, que allí se ve la postrera huella de Jesús. Siendo propiedad musulmana, falto de limpieza y elegancia, debe uno pagar para poder entrar. No obstante lo desapacible que resulta, el hecho de estar viendo el firmamento, ayuda a meditar en el misterio que allí se conmemora desde antiguo.

2.- Subir al Cielo Jesús no fue huir de la Tierra, escaparse de la comunidad, desentenderse de los hombres. Aquella última aparición tendría dos consecuencias. En primer lugar la que proclama el mismo recinto. El cristiano debe vivir, firmes los pies en el suelo, sus manos a punto de saludar, ayudar o abrazar, su mirada puesta en el Cielo. No debe olvidar ni lo uno, ni lo otro. No somos ángeles. Desde el nacer nos anclamos en un espacio y en un tiempo determinado, del que no podemos prescindir. Tampoco podemos perder de vista nuestro destino eterno. Algo de esto nos dice el texto de la primera lectura.

La segunda consecuencia es que Jesús en el Cielo es asequible a todos. Hace años, unos señores desearon conocer a la Madre Teresa de Calcuta. Solicitaron la ayuda de una buena misionera que les facilitara la entrevista. Hubieron de pagar el desplazamiento de las tres personas y la permanencia en India. Afortunadamente lo consiguieron, pero una tal gesta no está al alcance del bolsillo de cualquier hijo de vecino. Encontrarse con Cristo sí y es mucho más barato y sencillo. Entrar en contacto íntimo con Él es cosa fácil, basta comulgar con debida y adecuada disposición. Pero es que además, si los encuentros con el Señor fueran sensoriales podrían quedarse en lo anecdótico, en lo visible. Y es que Jesús es mucho más que un hombre famoso al que se le puede solicitar un autógrafo o que se deje fotografiar a nuestro lado. Se trata de que el encuentro íntimo transforme nuestro interior y así, a partir de entonces, se iluminen los ojos de nuestro corazón para que aprendamos “cual es la esperanza a la que nos llama, la riqueza de la herencia que nos da y la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros” (2ª lectura)

3.- En una de las apariciones, la que nos recuerda el evangelio de la misa de hoy, el Maestro invitó a los suyos a que se olvidaran de las fronteras geográficas, que su mensaje debía llegar hasta los confines del mundo. Si este deseo supuso viajes, traslados y peligros, que ellos los Apóstoles, aceptaron, pero que tal vez nosotros no nos atreveríamos arrostrar, este encargo ahora, la última voluntad expresada por Cristo, nos resulta más fácil de cumplir. La correspondencia, las publicaciones, la misma red de Internet, nos permiten, tal vez nos exigen, que cumplamos su ilusión.

Pero para que tengamos la osadía, el coraje y la fuerza de voluntad para cumplirlo, necesitamos la infusión de la fuerza de Pentecostés. La fiesta de hoy nos debe dejar con hambre del Espíritu Santo, para en acabar la misa marchar ansiosos esperando ilusionados que llegue el domingo y volvernos a encontrar para vivir íntimamente unidos enriqueciéndonos con sus dones.

Pedrojosé Ynaraja

Corriendo hacia la meta

1.- El VII Domingo de Pascua acoge, desde hace algún tiempo, a la Solemnidad de la Ascensión. Es obvio que en algunos lugares esta gran fiesta litúrgica sigue situada en el jueves de la VI Semana. Pero parece oportuna su posición en la Asamblea Dominical pues, sin duda, engrandece al domingo, pero también el domingo –el día del Señor– universaliza la celebración. Contamos en los textos de hoy con un principio y un final. Se leen los primeros versículos del Libro de los Hechos de los Apóstoles y los últimos del Evangelio de Marcos. En los Hechos se va a narrar de manera muy plástica la subida de Jesús a los Cielos y en el texto de Marcos se lee la despedida de Jesús que, sin duda, es impresionante: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Es el mandato de Jesús a sus discípulos y el ofrecimiento de si mismo, de su cercanía, hasta el final de los tiempos. Interesa ahora referirse, por un momento, a la Segunda Lectura, al texto paulino de la Carta a los Efesios donde se explica la herencia de Cristo recibida por la Iglesia. Dice San Pablo: «Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos». Es, pues, la confirmación del mandato de Jesucristo

2.- Vamos a volver al texto del Libro de los Hechos porque aparece un detalle de mucho interés que expone, por otro lado, cual era la posición de los discípulos el mismo día en el que Jesús se marcha, va a ascender al cielo: esperaban todavía la construcción del reino temporal de Israel. Parecía que la maravilla de la Resurrección, que ni siquiera la cercanía del Cuerpo Glorioso del Señor, les inspiraba para entender la verdadera naturaleza del Reino que Jesús predicaba. Y es que faltaba el Espíritu Santo. Va a ser en Pentecostés –que celebramos el próximo domingo– cuando la Iglesia inicie su camino activo y coherente con lo que va a ser después. Tras la venida del Espíritu ya no esperan reino alguno porque el Reino de Dios estaba ya en ellos. Y así se lo anuncia también: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo».

3.- Para nosotros, hoy, esa cercanía del Espíritu nos debe servir como colofón de todo el venturoso tiempo de Pascua. La Resurrección nos ha ofrecido el testimonio de la divinidad del Señor Jesús. Pero, al igual que ocurrió con los Apóstoles, nos falta todavía algo para entender mejor al Salvador. Sabemos que ha resucitado y «que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama», como dice San Pablo. Pero este Dios Padre, además, «desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro». Es muy necesario, leer y meditar, todo esto para sentirnos más cerca de Jesús y de su Iglesia.

4.- La Ascensión no es un puro simbolismo. Se trata del final de una etapa y es la que Jesús quiso pasar en la tierra para construir la Redención y poner en marcha el camino hacia al Reino. Bajó primero y volvió, luego, al Padre. Y de acuerdo con su promesa sigue entre nosotros. Su presencia en el Pan y el Vino, en la Eucaristía, es un acto de amor supremo. Y nadie que reciba con sinceridad el Sacramento del Altar puede dejar de sentir una fuerza especial que ayude a seguir junto a Jesús y a consolidar el perdón de los pecados. Hoy debemos reflexionar sobre como ha sido nuestro camino en la Pascua, de como hemos reconocido en el mundo, en la vida, en la naturaleza, el cuerpo de Jesús Resucitado. Y de como, asimismo, nosotros hemos subido un peldaño más en la escala de la vida espiritual. Pero, nos faltaran motivos y fuerzas. Y esas nos las va a dar el Espíritu de Dios, pero conviene que analicemos nuestro propio sentir y talante al respecto, para que nos aproveche más y mejor esa llegada del Espíritu. Probablemente, seguimos pensando en el reino temporal, en las preocupaciones de la vida cotidiana: el trabajo, en el dinero, en el éxito, en nuestros rencores y miedos. Pues si es así, no importa porque definiremos la esencia de dicho reino temporal. Una vez conocido, será más fácil de arreglar. Y será el Espíritu quien nos haga ver lo verdaderamente importante. Esperemos, pues. Con alegría y emoción. Solo nos queda una semana de espera. Hemos corrido hacia la meta y ojalá estemos haciendo bien nuestra carrera como decía Pablo. Hemos pasado la cuaresma y la Pascua con la esperanza de ser mejores de alcanzar esa meta de paz y amor que es la sintonía total con ese Jesús, amigo y maestro que hoy asciende entre aclamaciones al son de trompetas.

Ángel Gómez Escorial