Vísperas – Jueves VII de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES VII DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

SALMO 113

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

LECTURA: 1Co 6, 19-20

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

RESPONSORIO BREVE

R/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

R/ Será quien os lo enseñe todo.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y os comunicará lo que está por venir. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y os comunicará lo que está por venir. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, bendito por los siglos, y, pidiéndole que envíe el Espíritu Santo a los que ha redimido con su muerte y resurrección, digamos:

Salva, Señor, a los que has redimido.

Envía a la Iglesia el Espíritu de la unidad,
— para que desaparezcan todas las disensiones, odios y divisiones.

Tú que libraste a los hombres del dominio de Satanás,
— libra también al mundo de los males que lo afligen.

Tú que, dócil al Espíritu, diste cumplimiento a tu misión,
— haz que los sacerdotes hallen en la oración la fuerza y la luz del Espíritu para ser fieles a su ministerio.

Que tu Espíritu guíe a los gobernantes,
— para que busquen y realicen el bien común.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que vives en la gloria del Padre,
— acoge a los difuntos en tu reino.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves VII de Pascua

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy necesito la fuerza del Espíritu porque mi oración, basada en tu palabra, me lleva a alturas de vértigo, a cimas insospechadas. Me pides que viva “en unidad con mis hermanos” pero no con una unidad cualquiera sino con la que Tú tienes con el Padre. Sólo si antes me envías tu Espíritu Santo podré conseguir algo tan sublime.

2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 17, 20-26

No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

Las palabras del evangelio de hoy son escalofriantes, sublimes, estremecedoras. Jesús ha pedido al Padre que caigamos en la cuenta del amor que ese Padre nos tiene. Y este amor es tan inefable que es el mismo con que el Padre ama a Jesús. Personalmente me parece que, además de todos los pecados que tenemos, el gran pecado es que pasamos la vida “sin enterarnos de todo lo que el Padre nos ama”. Y esto trae serias consecuencias: si no arrancamos de esta raíz, no podemos amarnos como hermanos, no podemos tener unidad entre nosotros y, lo que es más grave, nos quedamos sin argumentos convincentes a la hora de expresar nuestra verdadera fe al mundo. Si los cristianos no estamos unidos, no sólo no revelamos sino que “velamos”, “ocultamos”, “desfiguramos” el verdadero rostro de Dios. Jesús es realista y sabe que la unidad entre nosotros es difícil, más aún, es imposible sin la ayuda del Señor. Por eso Jesús ha rezado al Padre para que esto se pueda cumplir.  Cuando el mismo amor de Dios “manifestado a través de su Espíritu” venga a nosotros e inunde nuestros corazones, podremos convertir “el desierto en vergel”, “la tierra en cielo”, y “el infierno en paraíso”.  Es el milagro del amor.

Palabra del Papa

“En el Evangelio de hoy, Jesús reza al Padre con estas palabras: “Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos”. La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraíza, tienen su raíz, en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida diaria. […] ¿Cómo es mi fidelidad a Cristo? ¿Soy capaz de “hacer ver” mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Me percato del que padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas a los que debo amar? Por intercesión de la Santísima Virgen María y de los santos, pidamos que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor. Así sea. (Homilía de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2013).

4,- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Una oración especial para que me entere, de una vez, lo que el Padre me ama.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración

Al acabar esta oración, me siento desbordado al manifestarnos Jesús lo que el Padre nos ama. Nos ama tanto como a su hijo Predilecto. Por eso hoy me uno a la misma oración de Jesús al Padre: que el amor con que Tú me has amado a mí esté en ellos. Sí, que el amor del Padre corra por nuestras venas y así seremos hermanos de verdad. A veces los cristianos jugamos con palabras bonitas, incluso con palabras sacadas del evangelio. Pero cuando las palabras son sólo palabras, nos estamos engañando. Dame, Señor, tu amor para que pueda amar; dame tu Palabra, para que pueda hablar; dame tu verdad, para ser auténtico, para ser verdadero.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Fe constante de la Iglesia en la existencia y misión de los Ángeles Custodios (Ángeles Custodios)

Siempre creyó la Iglesia que los apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre, nos están más íntimamente unidos en Cristo; les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada Virgen y los santos ángeles, e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión (CONC. VAT. 11, Const. Lumen gentium, 50).

Conocemos por la fe que existen los ángeles y leemos que se aparecieron a muchos, de forma que no es lícito dudarlo (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo 103).

Casi todas las páginas de los libros sagrados testifican que existen ángeles y arcángeles (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).

Todos los hombres tienen junto a sí dos ángeles: uno bueno y otro malo. Así nos lo atestigua Escritura. Respecto a los ángeles buenos, el Salvador nos dice:
No despreciéis a ninguno de estos pequeñuelos: yo os digo que sus ángeles ven constantemente la faz de mi Padre que está en los cielos (Mt 18, 10). A ellos se refiere asimismo esta palabra: Enviará al ángel del Señor junto a los que le temen y les salvará (Sal 33, 8). Y en los Actos de los Apóstoles, a propósito de Pedro. Porque es su ángel (Hech 12, 15) (CASIANO, Colaciones, 8, 17).

Es probable que congregados legítimamente muchos para dar gloria a Dios, esté el Angel de cada cual en derredor de quienes sirven al Señor, junto con aquella persona cuya guarda y custodia se le ha confiado; de suerte que se puede hablar de una doble asamblea de santos: una de hombres y otra de ángeles (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 30, 5).

La Providencia de Dios ha dado a los Angeles la misión de guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre […]. Han sido designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de los hombres (CATECISMO ROMANO, parte IV, cap. IX, nn. 4 y 6).

En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cfr. DS 3891) e inmortales (cfr. Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cfr. Dn 10, 10, 9-12) (CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA n. 330).

Comentario – Jueves VII de Pascua

(Jn 17, 20-26)

Jesús aclara que él no ruega sólo por sus discípulos, sino por todos los que lleguen a creer en él. Por eso podemos decir que todos los creyentes estábamos presentes en ese amor y en esa preocupación de Jesús. El tam­bién oró por mí.

Pero en esta oración se destaca especialmente una súplica. Jesús ruega que sus discípulos sean uno. Jesús dice que para eso les ha comunicado su gloria. Eso significa que la unidad de los creyentes se explica por la ac­ción misteriosa de Jesús que se hace presente en ellos.

Y ya que Jesús está siempre unido al Padre, cuando la comunidad vive en el amor, entra en el ámbito divino de la Trinidad, se inserta en la comu­nión de las Personas divinas, en la intimidad trinitaria.

Pero como el modelo de la unidad comunitaria es la unidad perfecta de la Trinidad, la comunidad está llamada a una unidad siempre más plena, ya que nunca alcanza esa inimitable unidad que hay entre el Padre y el Hijo.

A esa unidad se le atribuye un efecto sobrenatural: «para que el mundo crea». La comunidad unida es el mejor signo para el mundo, una fuerza de atracción que invita a entrar en esa unidad sublime.

En los momentos en que peligra la unidad de la comunidad, cuando comienzan a asomar divisiones que obstaculizan la tarea evangelizadora, más que buscar la unidad con los propios esfuerzos y proyectos, habría que confiar en la oración de Jesús y decir al Padre: «Escucha la oración de tu propio Hijo, que se consagró por nuestra unidad. Padre, que seamos uno».

 

Oración:

«Jesús, que amaste nuestra unidad cuando se la pediste al Pa­dre, que quieres complacerte cuando nos ves unidos, derrama el Espíritu de la unidad para que él nos haga uno como tú y el Pa­dre son uno».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Participación en la empresa y en la organización
general de la economía.
Conflictos laborales

68. En las empresas económicas son personas las que se asocian, es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios. Por ello, teniendo en cuanta las funciones de cada uno, propietarios, administradores, técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad necesaria en la dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en niveles institucionales superiores, donde se toman las decisiones económicas y sociales de las que depende el porvenir de los trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores participar también en semejantes decisiones por sí mismos o por medio de representantes libremente elegidos.

Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de represalias. Por medio de esta ordenada participación, que está unida al progreso en la formación económica y social, crecerá más y más entre todos el sentido de la responsabilidad propia, el cual les llevará a sentirse colaboradores, según sus medios y aptitudes propias, en la tarea total del desarrollo económico y social y del logro del bien común universal.

En caso de conflictos económico-sociales, hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero diálogo entre las partes, sin embargo, en la situación presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores. Búsquense, con todo, cuanto antes, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio.

¡No estamos solos!

1.- “Echa leña, sopla y el fuego jamás se apagará”. Dice el viejo proverbio. La culminación de la Pascua no es la Ascensión del Señor. Se marcho y nos dejó un sugerente y difícil encargo: “id por el mundo”.

Y el tesoro de la fe, llevado en nuestras manos de barro (como dice San Pablo) necesita de una fuerza que lo sostenga; un ánimo que lo empuje; una presencia que lo haga más vigoroso y fuerte.

Aquel testigo, que Jesús dejó a sus apóstoles, ha ido pasando de mano en mano, de continente en continente, de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, a través de los siglos.

Y, un buen día, llegó hasta nosotros (parroquia, ciudad, comunidad). ¡Cómo no agradecer en este día del Espíritu Santo, esa acogida, a nuestros antepasados! Lo que, Cristo confío a aquellos primeros seguidores, nuestros padres lo adoptaron, lo vivieron y…nos lo dejaron como el mejor testamento para nuestra existencia: ¡Vivid según Dios y no os faltara su espíritu!

Hoy, no podemos quedarnos absortos en un Cristo crucificado; no podemos complacernos por haber cumplido –más o menos- con la Pascua. El Espíritu Santo baja, viene y se mete en el meollo de lo que somos y realizamos para que nuestra fe, lejos de debilitarse, se fortalezca y sea más auténtica.

2.- ¿Quién es esa fuerza misteriosa- invisible pero sensible- que habla en el corazón? Es el Espíritu Santo quien, con soplo del cielo, nos estimula para no renunciar a lo que bebimos en la fuente del Bautismo: la gracia de ser Hijos de Dios.

–¿Quién es Ese que, como fuerza transformadora, muda un pedazo de pan en cuerpo de Cristo; una copa de vino en sangre de Jesús?

–¿Quién es Ese que, para asombro de todos nosotros, nos hace Hijos de Dios por el Bautismo; sacerdotes al desparramarse en nuestras cabezas y manos; limpios cuando necesitamos volver al buen camino; saludables cuando estamos enfermos; sólidos y convencidos en la confirmación; fieles en el amor, cuando dos personas, delante del altar, se dicen “te quiero”?

Es el Espíritu Santo que, en un acto de confianza por parte de Dios, viene para que no desfallezcamos y caminemos con la cabeza bien alta proclamando: ¡Somos cristianos, el Espíritu nos acompaña!

3.- Hoy, es Pentecostés. ¡Todos los días son Pentecostés! Cuando cantamos y celebramos la alegría de pertenecer al Pueblo de Dios. Cuando anunciamos sin temblor ni vergüenza que Dios sigue siendo el tejedor de nuestra vida. Cuando revisamos nuestros caminos y, de ellos, vamos vedando las piedras que nos impiden alcanzar los dones que, Dios, desde el cielo tantas veces nos consigna.

Hoy, es Pentecostés. ¡Todos los días son Pentecostés! Cuando trabajamos por la paz en nuestras propias casas; cuando damos y recibimos el perdón de los que nos rodean; cuando contribuimos –con palabra y obra- a una realidad más pacífica, serena y habitable.

Y hoy, PENTECOSTÉS, es el día de la Iglesia. Un momento en el que, lejos de sentir miedo, sabemos que hay una fuerza poderosa que nunca le faltará ni le fallará hasta la vuelta definitiva de Jesús.

Si, el Espíritu Santo acampa entre nosotros, ¡adelante! El futuro, aunque sea incierto, seguirá contando con hombres y mujeres que propongan, vivan y anuncien lo que Jesús nos dejó: ¡Id y anunciad!

4.- VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU SANTO

Vivir según el Espíritu Santo, es difícil.
Vivir con el Espíritu Santo, no lo es tanto.
Es bueno pensar que, El,
nos acompaña aunque no nos demos cuenta;
nos habla, aunque no lo escuchemos;
nos conduce, aunque acabemos eligiendo el camino contrario;
nos transforma, aunque pensemos que, todo, es obra nuestra.

Vivir PENTECOSTES
es pedirle a Dios, que nos ayude a construir la gran familia de la Iglesia
es orar a Dios, para sacar de cada uno lo mejor de nosotros mismos
es leer la Palabra y pensar “esto lo dice Jesús para mí”
es comer la Eucaristía, y sentir el milagro de la presencia real de Cristo
es rezar, y palpar –con escalofríos- el rostro de un Dios que nos ama.

¡PENTECOSTES ES EL DIOS INVISIBLE!
El Dios que camina hasta el día en que nos llame a su presencia
El Dios que nos da nuevos bríos e ilusiones
El Dios que nos levanta, cuando caemos
El Dios que nos une, cuando estamos dispersos
El Dios que nos atrae, cuando nos divorciamos de El

¡PENTECOSTES ES EL DIOS DE LA BRISA!
El Dios que nos rodea con su silencio
El Dios que nos indica con su consejo
El Dios que nos alza con su fortaleza
El Dios que nos hace grandes con su sabiduría
El Dios que nos hace felices con su entendimiento
El Dios que nos hace reflexivos con su santo temor
El Dios que nos hace comprometidos, con el don de piedad
El Dios que nos hace expertos, por el don de la ciencia
Pentecostés, entre otras cosas, es valorar, vivir, comprender y estar orgullosos de
todo lo que nos prometió Jesús de Nazaret. ¿Cómo? Dejándonos guiar por su
Espíritu.

Javier Leoz

Recibid el Espíritu Santo

En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos». 

Juan 20, 19-23

COMENTARIO AL EVANGELIO

Hoy es Pentecostés. Hoy celebramos que Jesús no nos dejó solos. Nos dejó el Espíritu Santo que siempre nos acompaña y está con nosotros.

Pero Jesús siempre nos recuerda que no debemos tener miedo y que la paz debe reinar en nosotros y entre nosotros. Debemos estar en paz con los demás y con nosotros mismos. Los cristianos debemos ser sembradores de la paz.

Y debemos ser conscientes que Jesús nos envía a anunciar la fe a los demás. Él nos envía a los demás de la misma forma que Dios envió a Jesús para estar con nosotros y cambiar para siempre la forma en que los creyentes nos relacionamos con Dios.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Hoy es la fiesta del Espíritu Santo, que nos acompaña siempre. Escribe alguna experiencia donde hayas sido consciente que Dios te ha ayudado, te ha acompañado en tu vida.
  • ¿Por qué es importante el Espíritu Santo para los cristianos? ¿Qué pasaría si Dios dejara solos a los creyentes?
  • Escribe un compromiso para que esta semana, en tu parroquia, se pueda tener muy presente la importancia del Espíritu Santo para todos los cristianos.

ORACIÓN

Espíritu Santo,
queremos vivir como Jesús,
dando nuestro amor a todos,
compartiendo con los que necesitan,
brindando alegría a los demás,
ofreciendo nuestro tiempo
y nuestro esfuerzo
para hacer el bien
a los que nos rodean.
Sí, Santo Espíritu de Dios,
queremos vivir como Jesús,
por eso te pedimos
que llegues a nosotros
y llenes nuestros corazones,
para darnos la fuerza
para vivir como verdaderos
discípulos y discípulas
de nuestro Amigo Jesús.

No entristezcáis al Espíritu

Tú, Santa Ruah, Espíritu de Dios, estás triste.
El maravilloso tapiz de la creación,
que con tanta sabiduría y amor habías tejido,
está desgarrado, hecho jirones, destrozado:
su belleza devastada por la violencia,

su armonía rota por la explotación,
sus hilos contaminados por el odio,
sus colores oscurecidos por el olvido…

Pero he aquí que Tú, Espíritu creador,
te dispones a recrear tu obra con ternura:
reúnes los hilos y jirones dispersos

para tejerlos de nuevo con paciencia infinita;
acoges en tu regazo nuestras penas y tristezas,
las lágrimas, las frustraciones, el dolor,

los fracasos, los golpes, las cicatrices,
la ignorancia, las violaciones, la muerte…

Y reúnes también, en tu taller,
el trabajo de tantas personas generosas,
la compasión de muchos corazones,

las iniciativas de paz, los ríos de solidaridad,
las luchas contra la injusticia y el odio,
las flores débiles y vivas de la diversidad,
los cantos de esperanza y utopía

y los mimbres de la fraternidad…

Y nos invitas a sentarnos a tu lado,
y a recrear el tapiz de la creación,
empezando por nuestra casa,
Iglesia y sociedad,

con ternura, paciencia y sabiduría;
a tomar parte en tu tarea y afán,
a pesar de nuestra pequeñez y debilidad,
y a rehacer así tu obra , trabajando en red,
para que surja la nueva creación anhelada.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

* Jesús “exhaló su aliento sobre ellos”(22):esta expresión nos lleva a los orígenes, a aquello que Dios hizo por dar vida al hombre a quien modeló del polvo de la tierra (Gn 2,7). De esta manera el Evangelio nos dice que Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, es el Creador de la Humanidad Nueva.

* El don del Espíritu Santo es fruto de la resurrección de Jesús. Es el Resucitado quien lo da (19). Don del Espíritu y Resurrección de Jesús no se pueden separar. El Espíritu Santo nos ha sido dado para la nueva presencia de Dios entre nosotros (Jn 14,16-26; 15,26; 16,7-15).

* Es por el Espíritu Santo como Cristo – el único Cristo– vive en medio de nosotros y en cada uno de nosotros. Es por el Espíritu Santo que Cristo nos comunica su vida de resucitado.

* Es por el Espíritu Santo que podemos amar (alguien ha formulado que quien no ama no tiene el Espíritu Santo).

* Es por el Espíritu Santo que podemos “ver” (20) al Señor (Jn 3,3; 14,19; 20,24.29) –es “el ver” de la fe, el “ver” que llena de alegría (20)– y que podemos acoger sus presencias: en la Iglesia reunida (Mt 18,20), en la Escritura proclamada como Palabra viva (Rm 10,17), en los Sacramentos (1Co 11,24-25) y en la vida, en las personas –empezando por los más pobres– y los acontecimientos (Mt 25,40.45; Lc 12,54-13,5; 17,21).

* Es por el Espíritu Santo como podemos pasar a la acción y dar la vida por los demás como ha hecho Cristo (Jn 15,13), abiertos a la esperanza del Reino de Dios (Mc 4,26-29).

* En la celebración de la Eucaristía expresamos el reconocimiento de estas cuatro presencias del Señor: la primera, en la Reunión; la segunda, en la Palabra que se nos proclama; la tercera, en el Sacramento; y la cuarta, en el envío del final, que nos recuerda que Él está en la vida, fuera, cuando estamos en la familia dispersos en medio del mundo y de la sociedad (en el centro de trabajo o de estudio o en la plaza o en las asociaciones…), durante toda la semana, hasta la reunión del domingo siguiente.

* El evangelista Juan habla de “discípulos”, no de apóstoles, (19) refiriéndose a quienes estaban reunidos en un mismo lugar: así acentúa la adhesión a Jesús, el seguimiento. La identidad del apóstol –enviado (21)–, por lo tanto, pasa por ser, primero, discípulo.

* No se es discípulo ni se es apóstol si no es en Iglesia: reunidos en un mismo lugar (19) y reunidos con Él, en su presencia.

* Es enviado –apóstol– aquel discípulo a quien el Resucitado envía, del mismo modo que Jesús era enviado por el Padre (21). Por tanto, el apóstol, nunca parte de la propia iniciativa sino de la iniciativa de Otro.

* Siempre se refiere al proyecte de Otro: el proyecto de Dios que ha amado tanto al mundo que le quiere dar la vida (Jn 3,16) dándose a conocer (Jn 7,26).

* El apóstol –el militante cristiano– es la persona que da a conocer, con la palabra y la acción, a ese Dios que ha manifestado su amor y ha dado la vida en el hombre Jesús de Nazaret (Rm 1,5; 15,18).

Comentario al evangelio – Jueves VII de Pascua

En la tercera parte de su «Oración sacerdotal» Jesús extiende el horizonte. Después de haber suplicado al Padre por él y por la comunidad de discípulos, ahora pide por todos los que creerán en él (vv. 20-26). Pide al Padre el don de la fe y del amor para todos los creyentes: «Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en tí». La máxima petición de Jesús. La fraternidad es el signo por excelencia de un cristianismo auténtico.

Esta fraternidad que Jesús pide no es uniformidad. No se trata de que todos debamos pasar por un mismo modelo. La fraternidad cristiana es una invitación permanente para saber integrar las diferencias de los demás, no verlas como una amenaza, sino como una posibilidad de enriquecimiento mutuo. No es una tarea fácil, es un desafío constante. Por instinto natural tendemos a asociarnos con personas de nuestra misma cultura, que hablan nuestra propia lengua o comparten nuestra sensibilidad. En el peor de los casos tendemos a ver al que es diferente como un enemigo. Por eso, nuestro mundo está tan dividido, enfrentado, en guerras, ensangrentado.

Las palabras de Jesús son claras y asocian la credibilidad del cristianismo a su capacidad de fomentar la fraternidad. Allí donde los cristianos se esfuerzan en vivir como hermanos y hermanas, allí donde se tiene como ideal supremo aceptar al otro como es para crear la unidad, allí donde no se busca sobresalir, imponerse, competir, relucir, sino que se busca ayudar, comprenderse, apoyarse, allí donde la misericordia y la compasión son un programa prioritario, allí se ponen las bases de la recuperación de credibilidad del cristianismo. Con facilidad olvidamos esta invitación de Jesús a la unidad, que es el signo creíble de su mensaje.

La fraternidad cristiana encuentra su fundamento y modelo en la comunión profunda que se manifiesta en la Trinidad. No es algo que viene impuesto. Es un don que se recibe y se cultiva. Es un fruto del Espíritu Santo que estamos esperando. Jesús concluye su oración pidiendo que todos nos amemos en la intimidad del misterio, donde existe desde siempre la comunión de vida en el amor entre el Padre y el Hijo. Esta unidad con el Padre, fuente del amor, se realiza en el creyente por medio de la presencia interior del Espíritu de Jesús.

Oración al Creador

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas.
Amén.
(Papa Francisco, Fratelli tutti)

Edgardo Guzmán, cmf.