Con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, conmemorando la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente, hoy celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar y, como todos los años, la Comisión de Laicos de la Conferencia Episcopal Española ha publicado unos materiales que nos invitan a descubrir la riqueza del laicado en la vida del Pueblo de Dios. Además, esta Solemnidad la celebramos impulsados por el Congreso Nacional de Laicos que se celebró en Madrid en febrero de 2020, y que fue vivido como un renovado Pentecostés. En aquel encuentro hubo dos “claves de fondo” destacadas: el discernimiento, es decir, la actividad y actitud para descubrir, por el Espíritu, la presencia y voluntad de Dios en nuestra vida; y la sinodalidad, es decir, caminar juntos.
La realidad mundial está toda ella dominada por la pandemia de la covid-19, que ha invadido todos los planteamientos sobre los que se asentaba una sociedad que creíamos indestructible. Y surgen preguntas: ¿Qué repercusiones está teniendo en nuestra manera de ver la vida y de conectarla con la fe? ¿Cómo nos ha afectado en el campo personal, familiar, laboral, relacional, eclesial, etc.? ¿Cómo descubrir la presencia de Dios en esta situación, cómo ha afectado a las seguridades y actitudes en un modo de ser Iglesia acostumbrada a un contexto de cristianismo sociológico?
Para encontrar cauces de respuesta a estas preguntas, necesitamos el discernimiento y la sinodalidad, porque solos no vamos a hallar respuestas. Como indican los Obispos en su mensaje, citando al Papa Francisco, ante un mundo roto, herido, en el que tantas personas son descartadas y en el que cunde la desesperanza, “se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante” (FT 8) Porque “un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros puede generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos”. (FT 180).
Si queremos encontrar caminos eficaces para la fraternidad y la amistad social, necesitamos discernimiento para elegir lo que es justo, lo humano. La fe cristiana, tal como Jesús nos la enseñó en su Evangelio, va en la línea de humanizar la vida. Y lo más humano es lo más divino, y lo más divino es lo más humano, pues la fe cristiana se fundamenta en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. El discernimiento nos pide amar, mirar la realidad, valorarla y responder en ella con misericordia, como la mira, valora y actúa Dios.
Y el discernimiento nos pide crecer en sinodalidad, ser una comunidad eclesial más corresponsable, caminando juntos. Todos los que somos y formamos la Iglesia debemos caminar juntos hacia la renovación y la creatividad que se nos exige a los cristianos para enraizar la fe en estos nuevos tiempos y así dar a la vida un sentido humano y trascendente. Y la sinodalidad nos exige pensar en una Iglesia en la que los laicos no son “actores de repa-to” o secundarios, sino protagonistas, junto con los pastores y la vida consagrada, en la misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo.
En estos tiempos de incertidumbre hay que ser fermento en la Iglesia y en la sociedad, como herramientas de transformación social, y ésta es la vocación y misión de los laicos. Pero nos falta mucha experiencia de discernimiento y sinodalidad para construir una Iglesia más participativa.
Todavía tenemos una Iglesia muy clericalizada y laicos poco formados para tener una presencia transformadora en el mundo y en la Iglesia. Por eso, es imprescindible que evitemos caer en la tentación del clericalismo, en el que late la falsa idea de que los laicos son cristianos de segunda, confundiendo la promoción del laicado con su implicación sólo en tareas intraeclesiales y de organización de la pastoral. Y es imprescindible que apoyemos las iniciativas que hay, a nivel parroquial y diocesano, para hacer surgir el laicado formado que hoy necesita la Iglesia y el mundo.
En esta Solemnidad de Pentecostés, el Señor nos envía su Espíritu para que todos en su Iglesia seamos artífices de transformación de la realidad. Demos gracias a Dios por el trabajo de las Delegaciones Diocesanas de Apostolado Seglar, por la Acción Católica General y especializada, por los movimientos y asociaciones laicales, por el Consejo Asesor de Laicos recientemente creado, y por el testimonio silencioso de tantos laicos de nuestras parroquias que se esfuerzan cada día por vivir su vocación propia en la Iglesia y en el mundo, desde el discernimiento y la sinodalidad.