Vísperas – Viernes VIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES VIII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Cantadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 144: HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Ant. Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandezas acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

SALMO 144

Ant. Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

LECTURA: Rm 8, 1-2

Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.
V/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

R/ Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
V/ Para conducirnos a Dios.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

PRECES

Invoquemos a Cristo, en quien confían los que conocen su nombre, diciendo:

Señor, ten piedad.

Señor Jesucristo, consuelo de los humildes,
— dígnate sostener con tu gracia nuestra fragilidad, siempre inclinada al pecado.

Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal
— por tu misericordia obtengamos el perdón.

Señor, a quien ofrece el pecado y aplaca la penitencia,
— aparta de nosotros el azote de tu ira, merecido por nuestros pecados.

Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja descarriada,
— no apartes de nosotros tu misericordia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
— abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.

Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, digamos al Padre celestial:
Padre nuestro…

ORACION

Dios omnipotente y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como hostia viva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes VIII de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

Señor, me impresiona esa maldición tuya sobre la higuera seca. Y pienso que, a veces, yo también soy como esa higuera. Vivo de apariencias, de fachada, pero por dentro no doy fruto. Pasan los días, pasan los años y sigo siempre igual. No hay en mí ningún avance ni progreso. Para la gente soy buena persona, incluso me piden oraciones porque creen que estoy más cerca de Ti. Pero yo no estoy conforme conmigo mismo. Ni me gusta la vida que llevo. Quiero cambiar, necesito cambiar. Dame tu gracia para que te siga a Ti solo y a nadie más.

 2.- Lectura reposada del evangelio: Marcos, 11, 11-26

Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: Que nadie más coma de tus frutos». Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: ¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones. Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: «Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado». Jesús respondió: «Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: Retírate de ahí y arrójate al mar», sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas. Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

Jesús viene de Betania, con los doce, y se dirige al Templo de Jerusalén. Betania es el lugar donde Jesús se retira a descansar, incluso con sus discípulos. En Betania hay tres hermanos: Lázaro, Marta y María donde se vive con gozo la fraternidad. Allí se come, se descansa, y, sobre todo, se escucha a Jesús y se le ama. A esta casa “de la fraternidad” invita Jesús a los doce. Allí se está gestando “la nueva Iglesia”. Una Iglesia doméstica donde se viven los valores del Evangelio con alegría, con sencillez, con amor, con mucho amor. Y de allí Jesús llega al Templo de Jerusalén donde se negocia con lo más sagrado. Todo se compra y se vende. No hay lugar para la gratuidad. “Los escribas y los fariseos”, es decir, los profesionales del culto están vendidos y sólo buscan el negocio. Jesús no puede tolerar que la casa de su Padre se haya convertido en “cueva de bandidos”.  Y quiere purificar el templo. Los escribas y fariseos son los que más se oponen porque les quitan el negocio. Por eso quieren acabar con Jesús. Jesús no soporta tanta hipocresía. Esa higuera que tiene hermosas hojas y flores y que no produce frutos, es el símbolo del pueblo de Israel. Religión vacía, estéril, de apariencia, de pura fachada, pero sin frutos de amor y de justicia.  Por eso hay que dejar Jerusalén y volver a Betania, al verdadero templo “en espíritu y en verdad”, la casa que verdaderamente agrada al Padre.

Palabra del Papa

“La liturgia del día propone el Evangelio en el que Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, porque han transformado la casa de oración en una cueva de ladrones. Y lo que hace Jesús es un gesto de purificación, el templo había sido profanado y con el Templo, el pueblo de Dios. Profanado con el pecado tan grave que es el escándalo. La gente es buena, la gente iba al Templo, no miraba estas cosas; buscaba a Dios, rezaba… pero debía cambiar las monedas para las ofrendas. El pueblo de Dios no iba al Templo por esta gente, por los que vendían, pero iban al tempo de Dios y allí había corrupción que escandalizaba al pueblo. Por eso yo pienso en el escándalo que podemos causar a la gente con nuestra actitud, con nuestras costumbres no sacerdotales en el Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuántas veces vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está ahí la lista de los precios, para el bautismo, la bendición, las intenciones para la misa. Y de todo esto el pueblo se escandaliza”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto bíblico ya meditado. (Silencio)

5.-Propósito: Hacer de mi corazónuna pequeña Betania donde Jesús pueda descansar.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, me encanta esa “Iglesia doméstica de Betania” donde Tú entrabas a descansar, a rezar, a crear fraternidad. Allí llevabas también a tus discípulos a vivir, a experimentar la auténtica y verdadera fraternidad. Tú eras el centro de todos. Todos te querían y te admiraban. Y cuando tu amor se derramaba sobre el corazón de cada uno, no les costaba ya nada el quererse los unos a los otros. ¡Qué bonito es amarse con el mismo amor que Tú nos amas!

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Viernes VIII de Tiempo Ordinario

(Mc 11, 11-26)

No era la estación de los higos, pero sí la estación de las brevas (que aparecen antes que los higos propiamente dichos). Sin embargo, la higuera era sólo follaje, apariencia estéril. La higuera representaba al pueblo (Jer 8, 13; Os 9, 10), y una expresión de esa situación del pueblo es la que aparece a continuación: un templo donde nadie ora y donde todos se dedican al comercio, una casa de Dios donde no hay frutos de piedad sino sólo apariencia religiosa, porque en realidad era una cueva de ladrones preocupados por el dinero y transportando mercancías por el templo.

Los sumos sacerdotes seguramente se beneficiaban con este comercio, porque cuando Jesús expresa su rechazo comienzan a buscar cómo acabar con él. Aquí también se advierte que el verdadero enemigo de Jesús no era tanto el pueblo sencillo, que se admiraba de su enseñanza, sino las autoridades religiosas que explotaban al pueblo a través de la devoción.

Los discípulos se admiran al ver que la higuera que Jesús había maldecido estaba seca. Pero Jesús les dice que ellos mismos, si tienen fe, pueden hacer cosas mucho más admirables todavía. Para eso deben cumplirse dos condiciones: orar con confianza y asegurarse de haber perdonado a los demás antes de comenzar a orar.

Oración:

«Señor, no permitas que mi devoción sea sólo apariencia, y muéstrame mis intenciones reales, las que verdaderamente reinan en mi corazón. Sana mis proyectos torcidos, mis proyectos vanos, y purifica mi corazón para que te regale frutos de amor sincero».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

La comunidad política y la Iglesia

76. Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralística, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores.

La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana.

La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuesta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.

Cuando los apóstoles y sus sucesores y los cooperadores de éstos son enviados para anunciar a los hombres a Cristo, Salvador del mundo, en el ejercicio de su apostolado se apoyan sobre el poder de Dios, el cual muchas veces manifiesta la fuerza del Evangelio en la debilidad de sus testigos. Es preciso que cuantos se consagran al ministerio de la palabra de Dios utilicen los caminos y medios propios del Evangelio, los cuales se diferencian en muchas cosas de los medios que la ciudad terrena utiliza.

Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige. No pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones.

Con su fiel adhesión al Evangelio y el ejercicio de su misión en el mundo, la Iglesia, cuya misión es fomentar y elevar todo cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana, consolida la paz en la humanidad para gloria de Dios

La misa del domingo: misa con niños

1. ACOGIDA

   Bienvenidos Hermanos y hermanas:

Hoy estamos celebrando la Fiesta de la Santísima Trinidad. Los cristianos creemos en UN solo Dios Verdadero que son tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En un gran Misterio que está iluminado por el Amor. Ya Jesús nos hace la promesa de este Dios Comunidad de Amor que está con nosotros todos los días de nuestra vida. Es la mejor compañía; ¡dejémonos acompañar por Él! Sobre todo en la Eucaristía que es cumbre y fuente de su presencia, de su compañía. Comencemos.

2.- PERDÓN

Nos ponemos ante la misericordia de Dios y le pedimos que ensanche nuestro corazón para darle más capacidad de amar, de personar, de comprender, de escuchar y valorar a los demás.

– Porque muchas veces vivimos ignorando la presencia amorosa de Dios: Señor, ten piedad.

– Porque en ocasiones no vivimos en unidad de amor como Dios nos enseña en la Trinidad. Cristo, ten piedad.

– Porque a veces no aceptamos que Dios es nuestra mejor compañía: Señor, ten piedad

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

Las lecturas  de este domingo nos hablan de la elección que Dios ha tenido con su pueblo para revelarse como el Único Dios verdadero, confesión que el Espíritu Santo ha reafirmado cuando San Pablo nos dice que no hemos recibido un espíritu de esclavos, sino de hijos adoptivos. En el Evangelio Jesús envía a sus discípulos a predicar el Evangelio y a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con la certeza de que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

4.- ORACIÓN DE LA COMUNIDAD

(Sacerdote) Pidamos a Dios, Comunidad de amor, que nos llene de sus Dones y acudamos confiadamente diciendo:

Quédate con nosotros todos los días.

1.- Para que la Iglesia universal viva la unidad del amor de Dios. Oremos

2.- Para que los jóvenes que están recibiendo el sacramento de la confirmación en estos días sean en adelante testigos fieles de la presencia de Jesús en sus ambientes y en el mundo. Oremos

3.- Para que la parroquia y nuestras familias seamos reflejo y expresión  unos con otros del Amor de la Santísima Trinidad. Oremos.

4.- Para que los niños y niñas que están recibiendo su primera comunión estos días, en adelante se dejen acompañar por Jesús participando en la eucaristía, domingo tras domingo, toda su vida. Oremos.

5.- Para que seamos constructores en la familia, parroquia y  sociedad de actitudes de solidaridad, compromiso, reconciliación y paz. Oremos.

5.- POSIBLE PRESENTACIÓN DE OFRENDAS

TRES ANILLOS/AROS:

Con estos tres anillos entrelazados queremos representar la UNIDAD Y EL AMOR que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Sólo el amor es capaz de explicar tan enorme misterio. Sólo el amor crea familia, construye verdadera humanidad.

CALENDARIO:

Con este calendario expresamos la certeza de que Dios está con nosotros todos los días de nuestra vida para compartir nuestras alegrías y tristezas. Para darnos su Espíritu de Paz, Fortaleza y Sabiduría. Él es la mejor compañía. Queremos dejarnos acompañar por él, día tras día. Este calendario lo expresa.

PAN Y VINO:

Tenemos presente, ya desde ahora, la gran fiesta del Corpus Christi que celebraremos el próximo domingo. Damos gracias a Dios porque, la Eucaristía, nos da la luz y fuerza para vivir en comunión con Dios y, luego, con los demás. Gracias por el pan y el vino que por la fuerza del Espíritu habrán de convertirse para nosotros en Cuerpo y Sangre de Cristo.

6.- ORACIÓN

TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  distintas
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  pensáis de igual manera
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero vais  por el mismo camino
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  miráis en la misma dirección
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  amáis de la misma manera
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  vivís en familia
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero un  mismo DIOS
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas pero  unidos en todo y por todo
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU
Sois tres personas y unidos  en el amor
TU  ERES PADRE, HIJO Y ESPIRITU

La misa del domingo

Creemos, como verdad revelada, que Dios es uno y único, que fuera de Él no hay otros dioses (1ª lectura). Como verdad revelada creemos también que Dios, siendo uno, es comunión de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tres personas distintas, no tres dioses distintos. Son un solo Dios, porque poseen la misma naturaleza divina.

Dios en sí mismo no es, por tanto, un ser solitario ni inmóvil: es Comunión divina de Amor; el Padre desde toda la eternidad se entrega al Hijo, el Hijo desde toda la eternidad acoge al Padre y se entrega también a Él en un dinamismo de mutua entrega y acogida que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

Pero, ¿cómo llegó a nuestro conocimiento este profundo Misterio, imposible de ser conocido y plenamente comprendido por la sola razón humana? Es el Hijo quien lo ha revelado: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18). El Señor Jesús, el Hijo que por nuestra reconciliación se hizo hombre, ha revelado al Padre y al Espíritu Santo, ha revelado la unidad y comunión existente entre ellos.

En el Evangelio de este Domingo vemos al Señor Jesús que, antes de volver definitivamente al Padre, encarga a sus Apóstoles una misión muy específica: «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado».

Bautizar, del griego baptizein, significa literalmente “sumergir”, “introducir dentro del agua”. También el Señor fue bautizado por Juan, sumergido en las aguas del Jordán. El de Juan era un “bautismo de penitencia”, ofrecido a aquellos que arrepentidos de sus pecados querían sumergir o sepultar en el agua su vida antigua para, purificados, renacer y resurgir a una nueva vida. El Señor insistió en ser bautizado por Juan, aún cuando en Él no había pecado alguno (ver Mt 3, 14-15).

En aquella ocasión el Bautista anunciaba que a diferencia de él, que bautizaba con agua, el Señor bautizaría «con Espíritu Santo» (Mc 1, 78). En efecto, el Bautismo ofrecido por el Señor Jesús es muy superior al bautismo de Juan, puesto que ya no es tan sólo un símbolo, sino que realiza verdaderamente aquello que simboliza: libera al hombre de la culpa original y perdona sus pecados, lo rescata de la esclavitud del mal y marca su renacimiento espiritual, comunicándole una vida nueva que es participación en la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Bautismo que el Señor manda conferir a los que crean en Él sumerge no sólo en agua (gesto simplificado y sustituido en la Iglesia latina con el gesto de la triple infusión con agua en la cabeza del candidato), sino en aquel otro “Bautismo” de Cristo, el de su Muerte y Resurrección (ver Lc 12, 50; Mc 10, 38). Por ello su valor trasciende absolutamente al de los antiguos ritos bautismales, tanto judíos como también paganos, que, aunque significaban una purificación interior y un cambio de vida, no eran más que abluciones incapaces de borrar realmente los pecados y, menos aún, de obrar una transformación radical del pecador. En cambio el Bautismo cristiano, por el poder de Cristo Resucitado conferido por el Señor a sus Apóstoles (ver Mt 28, 18-19), es un signo eficaz que a su vez comunica realmente el perdón de los pecados y confiere una vida nueva por el Espíritu Santo. Por una real transformación interior los «bautizados en Cristo» (Gál 3, 27) llegan a ser verdaderamente «hijos de Dios» (ver 1 Jn 3, 2).

El Señor manda a sus Apóstoles bautizar “en el nombre de…”. Esto quiere decir no sólo “en lugar de”, “en representación de”. En la mentalidad hebrea, el nombre de alguien sustituía a la persona misma. Al ser pronunciado o invocado el nombre de alguien sobre una cosa, ésta quedaba íntimamente ligada con la persona nombrada, pasaba a ser propiedad suya. Lo mismo sucedía con el nombre de Dios. Bautizar «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» significa, por tanto, consagrar a la persona a Dios, hacerla pertenecer a Él totalmente, incorporándola a Aquel cuyo nombre era pronunciado, incorporándola a Dios, uno y trino. Verdaderamente el Bautismo cristiano «significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima Trinidad a través de la configuración con el misterio pascual de Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1239).

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Llama la atención que el ser humano, para ser feliz, necesite de los demás, de otros “tú” humanos como él. Nadie puede hallar la felicidad en la soledad. Antes bien, es a quedarnos solos a lo que tanto tememos, lo que menos queremos, pues una profunda tristeza y desolación inunda a quien carece de alguien que lo ame y a quien pueda amar.

Mientras que la tristeza inunda a quien se halla existencialmente solo, la alegría y la felicidad rebosan del corazón de quien experimenta el amor y la comunión con sus seres amados. Sí, el más auténtico y profundo gozo procede de la comunión de las personas, comunión que es fruto del mutuo conocimiento y amor. Sin el otro, y sin el Otro por excelencia, la criatura humana no puede llegar a ser feliz, porque es imposible que se realice como persona humana.

Sin duda parece muy contradictorio que la propia felicidad la encuentre uno no en sí mismo, sino “fuera de sí”, es decir, en el otro, en la comunión con el otro, mientras que la opción por la autosuficiencia, por la independencia de los demás, por no amar a nadie para no sufrir, por el propio egoísmo, aparta cada vez más del corazón humano la felicidad que tanto busca y está llamado a vivir. Quienes por cualquier razón optan por cerrarse a los demás terminan frustrados y amargados en su búsqueda de la felicidad, concluyendo equivocadamente que ésta en realidad no existe, que es una bella aunque inalcanzable ilusión para el ser humano. El fracaso en la búsqueda se debe no a que no exista, sino a que han equivocado el camino.

¿Y por qué el Señor Jesús quiso hablarnos de la intimidad de Dios? ¿Por qué es tan importante que el ser humano comprenda algo que es tan incomprensible para la mente humana? ¿Dios uno, y al mismo tiempo tres personas? Sin duda podemos encontrar una razón poderosa en la afirmación de Santa Catalina de Siena: «En tu naturaleza, deidad eterna, conoceré mi naturaleza». El ser humano es un misterio para sí mismo, y «para conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre integral, es necesario conocer a Dios» (S.S. Pablo VI). Conocer a Dios, el Misterio de la Santísima Trinidad, es conocer mi origen, es comprender el misterio que soy yo mismo, es entender que yo he sido creado persona humana por Dios-Comunión de Amor para participar de su misma vida y comunión, para participar de la misma felicidad que Él vive en sí mismo.

Así pues, lo que el Señor Jesús nos ha revelado del misterio de Dios echa una luz poderosa sobre nuestra propia naturaleza, sobre las necesidades profundas que experimentamos, sobre la necesidad que tenemos de vivir el amor de Cristo y la comunión con otras personas semejantes a nosotros para realizarnos plenamente. En efecto, creados a imagen y semejanza de Dios, creados por quien es Amor y para el amor, necesitamos vivir la mutua entrega y acogida que viven las Personas divinas entre sí para llegar a ser verdaderamente felices. Y el camino concreto para vivir eso no es otro que el que Jesucristo nos ha mostrado, el de la entrega a los demás, del amor que se hace don de sí mismo en el servicio a los hermanos humanos y en la reverente acogida del otro: «ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 15,12).

Nuestra Iglesia necesita calor de hogar

Nos hace falta calor, Señor.
Los hogares, si no son calientes, no son hogares.
Tenemos que hacer «glorietas»,
como los canales de ladrillo, debajo de las habitaciones,
que hacían antiguamente en los lugares fríos.
y así, en ese recinto estaremos “en la gloria”,
aunque fuera reine el infierno frío.

Nuestro mundo es frío, Señor.
Mucha producción, mucha prisa,
mucho progreso y… mucho frío.
Hace frío en nuestras ciudades,
incluso en el trópico.
Necesitamos comunidades cálidas,
en una Iglesia caliente.

Señor, hagamos un hogar,
como el que hiciste Tú con tus discípulos.
Hagamos un hogar para caldeamos nosotros
y muchos más.
¡Pobrecitos los fríos, Señor!
Ellos mismos son los primeros que se congelan.

Ayúdame a dar calor a todos mis hermanos,
para que ellos me lo den después a mí.
No basta que yo dé calor si los otros no me lo dan a mí,
 aunque yo deba ser el primero en empezar.

El hogar exige el sacrificio de todos.
Los leños se tienen que quemar todos
para hacer un solo fuego.

Comentario al evangelio – Viernes VIII de Tiempo Ordinario

Marcos presenta dos signos para expresar la sequedad y la esterilidad de la religiosidad del pueblo de Israel; signos que expresan la infidelidad del pueblo elegido a la Alianza con su Dios. Estos signos son: -la higuera que no tenía frutos cuando Jesús “sintió hambre” y fue a buscar en ella higos para comer; -la expulsión de los vendedores del templo, que expresa la destrucción de los ritos vacíos y materialistas del culto judío. Ambos signos ponen de relieve la falta de fe y verdadera religiosidad. Ya los Profetas habían denunciado el culto ”vacío” y estéril cuando decían “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”. Y Jesús incluso “maldice” la higuera para expresar la sequedad y esterilidad radical de este pueblo elegido para llevar adelante los planes de Dios.

San Juan dice: “quien dice que ama a Dios y no cumple sus mandamientos es un mentiroso”; Santiago “la fe sin obras está muerta”, y “la religión verdadera a los ojos de Dios es ayudar a las viudas y los huérfanos”. Mateo “por su obras los conoceréis; un árbol bueno no da frutos malos”. No sirve una religión de solos rezos, de devociones, de asociaciones religiosas, de movimientos apostólicos… si no contribuyen a solucionar los problemas de los pobres y marginados. No basta tampoco dar pan al hambriento, bebida al sediento y vestido al desnudo, sino trabajamos por la dignificación de estas personas. Como dice el slogan “no dar solo el pescado, sino enseñar a pescar”. No es suficiente una caridad asistencial, si no va acompañada de una caridad promocional y de desarrollo. La verdadera caridad es la que ayuda a las personas a sentirse y ser personas y miembros activos de la sociedad.

Jesús curaba, sanaba, perdonaba, defendía a los pobres, es decir practicó una solidaridad efectiva y eficaz, no de palabras y mero consuelo. Para Jesús recuperar la dignidad de las personas era lo prioritario y fundamental. Así es como damos verdadero fruto y ofrecemos un culto agradable a Dios, “en espíritu y verdad”.

Para no caer en la sequedad y esterilidad Marcos nos recomienda: la fe sin reservas en Dios Padre, la oración confiada y el perdón que favorece la comunidad fraterna, es decir la unión vital con Jesús (“sin mí ustedes no pueden hacer nada”) y la comunión en la comunidad cristiana (“tenían todos un solo corazón y un alma sola, y pensaban y sentían todos lo mismo”) y así “entre ellos no había necesitados porque lo compartían todo”.