Comentario – Lunes IX de Tiempo Ordinario

(Mc 12, 1-12)

La viña, como de costumbre, simboliza al pueblo, y los cuidadores representan a las autoridades políticas y sobre todo religiosas. Los enviados son los distintos profetas que Dios ha suscitado en el pueblo para invitar a la conversión, pero que fueron despreciados.

Finalmente, el propio hijo representa al mismo Jesús, que de este modo anuncia su propio fin.

Las autoridades, al escuchar a Jesús, se dan cuenta que esta comparación iba dirigida a ellos, que estaban planeando la muerte de Jesús, pero no pueden arrestarlo por temor a la gente.

Una vez más se ve que el problema de Jesús no era con el pueblo, sino con las autoridades. Y así vemos que el corazón de la gente sencilla suele estar más abierto a las novedades de Dios, pero los que tienen poder económico, intelectual o político suelen poner su seguridad en ese poder y se aferran tanto a esa seguridad falsa que no aceptan un cambio de planes aunque el mismo Dios lo esté proponiendo.

Recordamos así que quien no tiene nada humano o terreno donde apoyarse, aprende más fácilmente a sostenerse en Dios, a sentirse firme en él, y sienten profunda y espontáneamente lo que en realidad vale para todos: que lo único firme que tenemos es el amor de Dios.

Oración:

«Señor, libérame de mis falsas seguridades, no dejes que me quede envuelto y asfixiado en mis propios proyectos que no me dejan ver tu luz, que no me permiten escuchar esa palabra que me llama a la entrega, al cambio, a la vida nueva. No permitas que te elimine de mi vida para que no perturbes mis estructuras y mis planes».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día