Mateo 6, 1-6
61«Cuidad de no hacer vuestra justicia delante de la gente para ser vistos por ella. Si no, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
2Así que, cuando hagas limosna, no lo anuncies a toque de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por la gente. En verdad os digo que ya reciben su recompensa.
3Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4así, tu limosnaquedará en secreto y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
5Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por la gente. En verdad os digo que ya reciben su recompensa.
6Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto y cierra tu puerta, para orar a tu Padre que está en lo secreto y tuPadre, que ve lo secreto, te recompensará.
Las expresiones «justicia» (6,1), «delante de la gente» (6,1) y «Padre celestial» (6,1) unen la perícopa con 5,16 y 20, y el verbo «aparecer» (6,16.19) con 6,20-24. Se comprueba otra vez que el evangelista combina las secciones entre sí. Se prolonga el tema de la «justicia» propuesto en 5,20. Además, la palabra «hipócrita» y especialmente la expresión «para ser vistos por ellos» (6,1) constituyen una «señal» que apunta al capítulo 23: ahí se producirá el ajuste de cuentas definitivo con los hipócritas. Los versículos 2-4, 5-6 y 16-18 forman una composición cerrada que consta de tres estrofas. Cada estrofa contiene una parte negativa y otra positiva. La parte negativa y positiva incluyen cada una: 1) la referencia a una situación (limosna, oración, ayuno), 2) una prohibición o un mandato, 3) una indicación de intenciones, y 4) la promesa divina o la frase con «amén» que la rechaza. Cada advertencia (parte negativa) incluye una comparación con los «hipócritas»; por eso es siempre algo más extensa que la correlativa positiva. El lenguaje es una prosa rigurosamente articulada, sin ningún elemento poético; solo encontramos correspondencias. La última exhortación, referida al ayuno rectamente entendido, es algo más extensa, como corresponde a una conclusión. Las tres estrofas aparecen marcadas por los mismos contrastes: público-secreto; la gente-el Padre; recompensa actual («reciben su recompensa») y recompensa futura («el Padre… recompensará). La fuerza lingüística es impresionante: la metáfora extrema de la trompeta (v. 2), el juego de palabras «aparentar-aparecer» en v. 16, o la incisiva fórmula «reciben su recompensa» delatan a un verdadero maestro. Varias expresiones proverbiales han pasado de este texto a nuestro lenguaje cotidiano: también esto revela su fuerza lingüística.
- El versículo introductorio es un título sintético. Su función es doble. Primero, generalizar. Limosna, oración y ayuno son ejemplos que expresan la relación adecuada con Dios. «Justicia» significa de nuevo el obrar humano acorde con lo que Dios, el Padre celestial, quiere. Se puede traducir aquí por «religiosidad» o «piedad». Segundo, inserta la sección en su contexto. Apunta a 23,5 y asegura de antemano la dimensión exhortativa del gran discurso contra fariseos y escribas. Pero remite sobre todo a 5,20, de donde retoma el término «vuestra justicia». Los lectores recuerdan aún, por 5,20, a los fariseos y escribas. Los incluirán entre los «hipócritas». Así, dentro del macrotexto del evangelio de Mateo nuestro texto es una pieza básica en la gran polémica con la parte principal del judaísmo, dominada por los fariseos y escribas.
- Siguen tres ejemplos: se trata de formas expresivas de religiosidad judía que fueron también fundamentales en las comunidades cristianas. La primera estrofa trata de la limosna privada. «Limosna» tiene el significado general de «misericordia» y el específico de «beneficencia». En aquella época no existía aún en la sinagoga la asistencia a los pobres organizada a nivel comunitario, sino que la ayuda a los pobres se hacía según el criterio de cada uno. Por eso se insistía en recomendar la beneficencia. Así se llegó a abusar de la práctica de la limosna, instrumentalizándola para favorecer la propia imagen pública, pero no se tocaba la trompeta en las sinagogas o en las calles: el texto emplea una fórmula irónica, recurriendo a una metáfora frecuente. El texto califica de hipocresía este tipo de beneficencia caricaturizada hiperbólicamente. «Hipócrita» es un término neutro en griego y significa «actor teatral». En el ámbito de la ética, adquiere un sentido negativo; designa a la persona que es o hace cosas distintas de lo que dice. El texto no ataca la conducta sino la actitud: reprocha a los que dan limosna el no hacerlo por amor al prójimo o por Dios, sino por amor a sí mismos. Ellos ya han recibido su paga… con el honor que se les tributa. En los vv. 3-4, se formula la posición contraria en términos igualmente extremos e hiperbólicos: la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha. Esta imagen, convertida en frase hecha, significa que nadie, ni el familiar más próximo, necesita enterarse de tu limosna. La beneficencia se hace delante de Dios, ante quien nada se oculta y que -de nuevo un pensamiento judío- manifestará, premiará o castigará en el juicio final las obras ocultas. La perspectiva es la del juicio escatológico conforme a las obras realizadas.
- La segunda estrofa versa sobre cómo orar correctamente. En el judaísmo el lugar para orar es preferentemente la sinagoga. Pero se puede orar, en principio, en cualquier lugar. El texto se refiere a las oraciones periódicas: oración de la mañana, del mediodía y de la noche. Los momentos de oración no estaban fijados con exactitud, por eso llamaban la atención los orantes que se dejaban ver en las esquinas de las calles. La instrucción positiva aparece de nuevo en lenguaje figurado y expresivo: «entra en tu cuarto». «Cuarto» (tameion) es propiamente la despensa que existía en la casa de labranza palestina; pero designa en un sentido más amplio una habitación oculta, una alcoba, que no es visible desde la calle. Lo que se intenta aquí es extremar con hipérboles la actitud correcta en la oración, ya que ésta puede convertirse en recurso para una auto-exhibición religiosa. La oración debe dirigirse a Dios, al que designa de nuevo como Padre, el Dios de Jesús. Es muy desorientadora la afirmación de que él recompensará la oración correcta, afirmación que «debemos» a la simetría de las estrofas. El texto versa sobre el orante y no sobre la oración; por eso no ataca ningún tipo de oración comunitaria. En la perspectiva de este texto concreto y ejemplar cabe afirmar que la oración nunca debe estar al servicio de otros fines que el de hablar con Dios.
- La tercera estrofa sobre el ayuno esboza con rasgos extremos al contramodelo: el hipócrita. El término que traducimos por «que desfiguran su rostro» significa literalmente «de mirada sombría» y es una palabra que suele aplicarse en la literatura helenística a practicantes de cultos extraños y llamativos. Sugiere vestir un sayal burdo, dejar de perfumarse y esparcir ceniza en la cabeza, usos que se practicaban en casos de ayuno público solo en situaciones extremas; por ejemplo, en tiempo de sequía. Pero nuestro texto se refiere al ayuno individual como expresión de tristeza, de arrepentimiento, como acto de humildad o para el reforzamiento de la oración, y por eso era bastante popular. Cuando se practicaba el ayuno privado de modo tan extremo, el sujeto podía adquirir fama de santo. Frente a esa actitud, el texto enseña a lavarse la cara y perfumarse durante el período de ayuno. No es tan importante saber si esta recomendación tiene un sentido hiperbólico, como en las estrofas anteriores o se refiere simplemente a la higiene diaria: al igual que en las estrofas anteriores, no se trata tanto de una instrucción concreta, sino de la actitud fundamental de discreción y reserva en prácticas religiosas. El oyente mismo tiene que indagar el sentido concreto de ese «lavarse y perfumarse». Tales «fórmulas cruciales» y sorprendentes apelan de nuevo a su fantasía creativa y a su libertad. En este sentido se ajustan al estilo de Jesús, no sólo formalmente, sino en el contenido.
- En el conjunto de las estrofas es donde más ahonda el evangelista en su noción de justicia. La justicia cristiana debe ser superior a la de los escribas y fariseos (5,20) no sólo en el aspecto cuantitativo de cumplimiento de la ley (5,20) ni sólo en la radicalidad de la obediencia (5,21- 48), sino también en la dimensión interna, en la intención y la actitud básica. Después de haber expuesto en el capítulo 5 cuál es la voluntad de Dios, el capítulo 6 trata de preservar a aquel que hace la voluntad divina de un peligro que le acecha precisamente a él. Dicho en palabras de D. Bonhoeffer: el capítulo 6 «conecta… directamente con esta “sobreabundancia” (5,20.47) y la desvela en su ambigüedad… La llamada a lo extraordinario es el grande, el inevitable peligro del seguimiento». Mateo fue muy consciente del peligro que acecha a las buenas obras. En este sentido, el capítulo 6 no pasa a otro tema, como sería la piedad o las prácticas religiosas, sino que aborda la cara interna de la misma justicia que expuso en las antítesis. En este mismo sentido, Mt 6,1-18, con el Padrenuestro en el centro, y no 5,21-48, constituye el punto culminante del sermón de la montaña. Este centro del sermón de la montaña supone un gran acercamiento de posiciones entre Mateo y Pablo. También en Mateo encontramos la idea de que una obra humana no se califica por su coincidencia con las exigencias de Dios, sino únicamente por la rectitud del corazón. Es clara la analogía con la idea paulina de que la justicia en cuanto justicia propia puede ser pecado delante de Dios (Rm 9,30- 10,3). Para la comprensión del evangelio de Mateo es de la máxima importancia el hecho de que el evangelista, preocupado por la cuestión de la obediencia integral y no sólo externa a la voluntad de Dios, reflexione sobre el tema de la recta orientación del corazón como problema decisivo de la justicia «sobreabundante». Más importante aún es que Mateo destaque precisamente en este contexto la oración como núcleo decisivo de la obediencia y de la justicia. Si la tradición que recibió Mateo yuxtaponía con razón la limosna, la oración y el ayuno, el propio Mateo destaca la oración como centro de la vida cristiana.