Vísperas – Viernes IX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES IX TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.

SALMO 40: ORACIÓN DE UN ENFERMO

Ant. Sáname, señor, porque he pecado contra ti.

Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.

El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.

Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»

Mis enemigos me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido.»

El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.

Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse.»

Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.

Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.

En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.

A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.

Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

SALMO 45: DIOS, REFUGIO Y FORTALEZA DE SU PUEBLO

Ant. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.

Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.

Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:

Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: Rm 15, 1-3

Nosotros, los robustos, debemos cargar con los achaques de los endebles y no buscar lo que nos agrada. Procuremos cada uno dar satisfacción al prójimo en lo bueno, mirando a lo constructivo. Tampoco Cristo buscó su propia satisfacción; al contrario, como dice la Escritura: «Las afrentas con que te afrentaban cayeron sobre mí.»

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

R/ Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
V/ Por su sangre.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

PRECES

Bendigamos a Dios, que mira propicio los deseos de los necesitados y a los hambrientos los colma de bienes; digámosle confiados:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Señor, Padre lleno de amor, te pedimos por todos los miembros de la Iglesia que sufren:
— acuérdate que, por ellos, Cristo, cabeza de la Iglesia, ofreció en la cruz el verdadero sacrificio vespertino.

Libra a los encarcelados, ilumina a los que viven en tinieblas, sé la ayuda de las viudas y de los huérfanos,
— y haz que todos nos preocupemos de los que sufren.

Concede a tus hijos la fuerza necesaria,
— para resistir las tentaciones del Maligno.

Acude en nuestro auxilio, Señor, cuando llegue la hora de nuestra muerte:
— para que puedan contemplarte eternamente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Conduce a los difuntos a la luz donde tú habitas,
— para que puedan contemplarte eternamente.

Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor, que los que hemos sido aleccionados con los ejemplos de la pasión de tu Hijo estemos siempre dispuestos a cargar con su yugo llevadero y con su carga ligera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes IX de Tiempo Ordinario

1.- Introducción.

Señor, yo quiero darte gracias porque Tú me caes muy bien y te siento muy cercano. Esos personajes famosos que tanto interesaban a los escribas y fariseos de entonces: un David… un Salomón,… ¡Qué lejos me caen! En cambio, Tú estás ahí, estás cerca, te siento a mi lado y, cuando entras a mí en la comunión, hasta te puedo tocar… Por eso, en este encuentro contigo, te quiero agradecer esa presencia tuya tan cercana, tan intensa, tan gratificante, tan arrolladora.

2.- Lectura reposada de tu evangelio. Marcos 12, 35 – 37

En aquel tiempo mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo? La muchedumbre le oía con agrado.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

A aquellos escribas, siempre con el rollo de la ley en la mano, sólo les interesaba la relación que pudiera tener Jesús con David, o los grandes personajes del A.T. Se habían quedado anclados en el pasado y no podían entender que lo mejor faltaba por llegar. Jesús no es grande con su relación con David sino que David es grande por su relación con Jesús. Por eso le llama: “Mi Señor”. Jesús es grande porque nos habla de Dios-Padre. Nos mete en intimidad con ese Padre, nos hace descubrir su inmensa ternura, y nos hace felices porque podemos hablar con Él diciéndole: Abbá-papá. Jesús nos dice que podemos disfrutar con nuestro Padre Dios como un niño pequeño que juega con su papá, le besa, le abraza, le acaricia y le lleva a pasear. Jesús estaba tan lleno de la ternura del PADRE que esa palabra no caía de sus labios.

También me entusiasma lo que dice de Jesús el evangelio de hoy: la gente sencilla le escuchaba con gusto. En las palabras de Jesús había algo especial que hacía pensar, algo que transportaba a otro mundo maravilloso, el mundo de Dios, tan distinto de nuestro mundo. La gente sencilla “se comía”, se “bebía” las palabras de Jesús. Y se alimentaba de ellas. Por eso se explica que, en el desierto, hasta se olvidaron de comer.

Palabra del Papa.

“El Papa Francisco en su homilía de la misa de hoy en la capilla Santa Marta nos dice que Dios se manifiesta en las cosas sencillas. En los dos textos que la Liturgia nos hace meditar hoy, hay una actitud que atrae la atención, una actitud humana, pero no de buen espíritu: la indignación. Esta gente de Nazaret comenzó a escuchar a Jesús, les gustaba como hablaba, pero entonces alguien dijo: «Pero ¿este, en qué universidad ha estudiado? ¡Este es el hijo de María y José, este era carpintero! (16-Marzo-2020)

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Disfrutar un rato con Jesús leyendo un trozo del evangelio.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, he disfrutado mucho meditando esas palabras del evangelio de hoy: “La muchedumbre le oía con agrado”.  ¿Qué tenían tus palabras que tanto encandilaban a la gente? ¿Qué tenían tus palabras que el pueblo te seguía con tanto gusto? Tus palabras eran para ellos la mejor música, el mejor poema, el manjar más exquisito. En tus palabras siempre se hacía presente el puro aliento de Dios.  Ojalá yo hoy disfrute con tus palabras como aquellos humildes campesinos y pescadores de Galilea.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Viernes IX de Tiempo Ordinario

(Mc 12, 35-37)

En este texto Jesús utiliza a su favor la tradición judía según la cual los salmos habían sido compuestos por David, bajo el impulso del Espíritu Santo.

En el salmo 110 David llama al Mesías «mi Señor», y eso significa que el Mesías es más que un descendiente de David; no es alguien que simplemente heredaría las prerrogativas de David y sería un gran rey, porque si así fuera David no le llamaría «mi Señor». Jesús quiere indicar así que él es mucho más que un nuevo David.

El título de «Señor», aplicado tanto a Dios como al Mesías, indica que el Mesías tiene una cercanía particular a Dios Padre, sentado a su derecha para dominarlo todo junto con él. El Mesías participa del dominio que tiene el Padre por sobre todas las cosas.

Es importante esta aclaración, porque el título de «Mesías» (ungido) destacaba más bien la humanidad de Jesús, sus lazos con la dinastía de David, con su linaje real. Jesús, con este uso del salmo, muestra que el Mesías es algo más, algo que rompe con los moldes y esquemas de la monarquía y los supera. El Mesías es también «el Señor».

Es importante preguntarse entonces si es él quien está dominando nuestra vida, si es él quien tiene el poder en nuestros corazones, si él es realmente el Señor en nuestra existencia concreta.

Oración:

«Jesús, tú eres el elegido, pero no para reinar en un territorio, sino para ser el Señor de todo lo que existe y tener dominio en nuestros corazones. Domina Señor, para que reinen el amor, el gozo, la verdad».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Sección 2.- Edificar la comunidad internacional

Causas y remedios de las discordias

83. Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas de discordia entre los hombres, que son las que alimentan las guerras. Entre esas causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de éstas provienen de las excesivas desigualdades económicas y de la lentitud en la aplicación de las soluciones necesarias. Otras nacen del deseo de dominio y del desprecio por las personas, y, si ahondamos en los motivos más profundos, brotan de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y demás pasiones egoístas. Como el hombre no puede soportar tantas deficiencias en el orden, éstas hacen que, aun sin haber guerras, el mundo esté plagado sin cesar de luchas y violencias entre los hombres. Como, además, existen los mismos males en las relaciones internacionales, es totalmente necesario que, para vencer y prevenir semejantes males y para reprimir las violencias desenfrenadas, las instituciones internacionales cooperen y se coordinen mejor y más firmemente y se estimule sin descanso la creación de organismos que promuevan la paz.

Misa del domingo: misa con niños

CORPUS CHRISTI

1.- ACOGIDA

Bienvenidos, hermanos y hermanas, a la celebración de nuestra fe en esta fiesta grande del Corpus Christi. Qué grande es Jesús que se quiso quedar con nosotros para siempre. El domingo, al repetir sus palabras en la última Cena, él se hace presente entre nosotros en su Palabra y en su Pan. ¡Menuda fiesta! Nos encontramos con Jesús cada domingo para llenar nuestro corazón de amor y de fuerza para ser sus testigos hoy. Pero ese amor que recibimos, el quiere que lo repartamos a tantos pobres y necesitados, que nuestra vida sea como la de Él, darnos, compartir, servir. Los pobres son hoy la cara de Cristo. Y Jesús nos invita en la Campaña de Cáritas a reconocerle, custodiarle y adorarle en los pobres y así mejorar el mundo.

(El Cartel de Fano de este domingo o el de la Campaña de Cáritas).

En el nombre… El Señor Jesús, que por amor se ha hecho Pan para ser nuestro alimento, esté con vosotros.

 

2.- PETICIONES DE PERDÓN

Disponemos nuestro corazón para participar en esta Eucaristía con atención y limpios de todo pecado.

-Porque comulgamos el Cuerpo de Cristo, pero nos cuesta comulgar con los hermanos. Señor, ten piedad.

-Porque comemos el Cuerpo entregado de Cristo, pero no crecemos en amor y en entrega. Cristo, ten piedad.

-Porque compartimos la mesa del Señor, pero no compartimos nuestro ser y lo que tenemos. Señor, ten piedad.

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

En la 1ª lectura escucharemos  un rito que quería significar la alianza de Dios con el pueblo de Israel. Aquel rito era una metáfora de lo que celebramos nosotros en la eucaristía. En la segunda lectura  nos cuenta que antes de Jesús el pueblo judío se acercaba a Dios por ritos y  sacrificios de animales, mientras que nosotros lo hacemos gracias a Jesucristo. En el evangelio, Marcos nos narra la institución de la Eucaristía en la última cena.

 

4.- ORACIÓN DE LA COMUNIDAD

(Sacerdote) Al Padre que en Jesús quiere celebrar su fiesta con nosotros le decimos:

-Quédate con nosotros, Señor.

  1. Por la Iglesia, la familia de los hijos de Dios, para que nos queramos como hermanos. Oremos.
  2. Por los sacerdotes, por las religiosas, por las vocaciones. Oremos.
  3. Por el mundo para que sea un mundo de paz, de amor y de fraternidad. Oremos.
  4. Por los que seguimos a Jesús para que seamos como él pan que se parte y se da. Oremos.
  5. Por nuestra parroquia (o comunidad) para que seamos cercanos a los pobres. Oremos.
  6. Por los que venimos a misa para que descubramos a Jesús en los pobres. Oremos.
  7. Por los que adoramos a Cristo en la misa para que le adoremos y sirvamos en sus pobres. Oremos.
  8. Por los voluntarios de Cáritas, la mano generosa y tendida a los pobres de nuestras parroquias. Oremos.

(Sacerdote) Padre nuestro, que sepamos hacer tu voluntad y seamos constructores de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

5.- PRESENTACIÓN DE OFRENDAS

COLECTA DE CÁRITAS: te ofrecemos la colecta que acabamos de hacer para Cáritas. Es el mejor reflejo de nuestros buenos deseos de compartir y solidaridad con los más pobres y necesitados de nuestra comunidad. En ella va nuestro amor, aunque sólo sea un pequeño reflejo del amor que le llevó a tu Hijo a entregar su vida por nosotros. Al comer tu Cuerpo, haznos, Señor, capaces de darnos y adorar a Jesús en los hermanos más pequeños.

GRANOS DE TRIGO Y RACIMO DE UVAS: Señor, yo te traigo y te ofrezco uno de tus más maravillosos regalos para con nosotros: estos granos de trigo y este racimo de uvas. Con el sudor de su frente los arrancan los agricultores de la tierra. Y, transformados en pan y vino, son el alimento y la bebida más básica, que sacia el hambre y la sed. Tu hijo los eligió como signo de su Cuerpo y de su Sangre, y nos recuerdan, día a día, tu amor incondicional y su entrega por nosotros. Que valoremos más la Eucaristía, Señor.

6.- PROCESIÓN CON EL SANTÍSIMO O MOMENTO DE ORACIÓN

-En algunos lugares se hace procesión con el santísimo. Se pueden decorar las calles con flores, o hacer algún altar en algunas calles… Suelen participar los niños que ese hacen la comunión.

Tratemos al menos de hacer un momento de oración después de la comunión. Dejamos el copón encima del altar o ponemos la forma en la custodia y entonamos “Cantemos al amor de los amores” o “No adoréis a nadie más que a Él” y luego hacemos la oración de poscomunión y damos la bendición con el Santísimo. También se puede poner una de estas canciones de fondo:

-Estás aquí, Jesed (Canto a la Eucaristía): https://www.youtube.com/watch?v=hwRGk-f1mIs

-Vengo aquí mi Señor, Brotes de Olivo.: https://www.youtube.com/watch?v=LQ37HwOZUes

-Tú estás aquí, Jesús Adrián Romero y Marcela Gándara, canto:  https://www.youtube.com/watch?v=-ALOwx-RHm4

-Vine a adorarte: https://www.youtube.com/watch?v=aLDhRZQJ2QM

Mi luz Consuelo y esperanza, Jésed: https://www.youtube.com/watch?v=3FEYf7mcNjk

Misa del domingo

En la sinagoga de Cafarnaúm el Señor Jesús hace una afirmación tremenda: «Yo soy La primera lectura recuerda la Antigua Alianza, que Dios estableció con Israel mediante «sangre de machos cabríos y de toros» (Heb 9, 13). Con la sangre de los novillos Moisés «roció al pueblo, diciendo: “Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes”» (Ex 24, 8).

Durante la última Cena, el Señor «tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”» (Mc 14, 2224).

De este modo el Señor Jesús concluyó la tradición de aquellos sacrificios «de machos cabríos y de novillos» (Heb 9, 12), ofreciéndose Él mismo como víctima sacrificial y su sangre purificadora como signo de una nueva y definitiva Alianza, que llevaría a su plenitud la antigua Alianza. En efecto, durante la primera Alianza la sangre de los machos cabríos y de los toros significaba la reconciliación entre Dios y su pueblo, pero no podía realizarla verdaderamente. Es por ello que el Hijo del Padre se encarnó de María Virgen, por obra del Espíritu Santo: «es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados. Por eso, al entrar en este mundo, dice (el Hijo): Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo —pues de mí está escrito en el rollo del libro— a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Heb 10, 4-7; ver 10, 11).

El Señor Jesús llevó a su cumplimiento aquello que el antiguo sacerdocio y continuos sacrificios no hacían sino prefigurar y preparar (ver Heb 9, 9): la Alianza eterna con Dios realizada mediante el sacrificio redentor supremo (ver Heb 9, 12), ofrecido por el único Mediador entre Dios y los hombres (Ver Heb 9, 15; Rom 5, 15-19; 1 Tim 2, 5). El Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de reconciliación «de una vez para siempre» (Heb 10, 10). Él ha «ofrecido por los pecados un solo sacrificio» (Heb 10, 12), cuyo valor es infinito, que permanece inmutable y perenne en el centro de la economía de la salvación (ver Heb 7, 24-28).

Es durante la última Cena cuando el Señor Jesús preparó a los Apóstoles y discípulos para el momento de este sacrificio redentor. Por eso habló de su cuerpo que sería entregado, de su sangre que sellaría una Nueva Alianza, sangre derramada para el perdón de los pecados, para la reconciliación de todos los hombres con Dios. En aquella Cena estaba ya contenida la realidad del sacrificio que estaba próximo a ofrecer en el Altar de la Cruz.

Aquella Cena y cada Eucaristía celebrada desde entonces como memorial de la Pascua del Señor es sacramento de aquél sacrificio cruento realizado en el Altar de la Cruz el Viernes de Pasión. En cada Eucaristía se actualiza, de modo incruento, el mismo sacrificio que el Señor Jesús inauguró la noche de la Última Cena y realizó en el Altar de la Cruz. En cada Misa asistimos a un inaudito milagro del Amor divino: cuando el sacerdote “en persona de Cristo” pronuncia las mismas palabras que Él pronunció la noche de la Última Cena, el pan en sus manos se transforma por virtud del Espíritu Santo en su Cuerpo, y el vino, en su Sangre. Entonces, aunque de modo invisible o imperceptible a los sentidos, el Señor Jesús se hace verdadera y realmente presente bajo el velo de las especies eucarísticas. Es decir, la apariencia sigue siendo la de pan y vino, mas por la fe sabemos que ahora son «verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo» (Concilio de Trento, 13-1).

Gracias a este magno Sacramento es como desde entonces el Señor Jesús, en su Cuerpo y Sangre, bajo las especies del pan y del vino, se entrega a todo hombre, como alimento y bebida de salvación. De este modo llegó a cumplir aquello que, aun a riesgo de ser causa de escándalo para muchos, había anunciado en la sinagoga de Cafarnaúm: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 51).

Y aunque este milagro de Amor se realiza en cada Eucaristía, existe un día al año en el que la Iglesia invita a celebrar la presencia real del Señor en la Eucaristía con expresa y pública adoración y veneración. Esto sucede precisamente en la fiesta del Corpus Christi.

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

¿Creo que el Señor Jesús está verdadera y realmente presente en el pan y vino consagrados por su sacerdote en la Santa Misa? Ensayemos un cuestionamiento que bien podrían lanzarnos los que no creen en la presencia de Cristo en la Eucaristía a los que creemos en este Magno Milagro: «si ustedes afirman y sostienen que ese pan consagrado que adoran es Cristo, Dios que hace dos mil años se encarnó de una Virgen, nació de parto virginal, anunció la salvación a todos los hombres y por amor se dejó clavar como un malhechor en una Cruz; si sostienen y afirman que Él resucitó al tercer día y subió a los Cielos para sentarse a la derecha del Padre, y que lo que ahora adoran es ese mismo Dios-hecho-hombre que murió y resucitó, en su Cuerpo y en su Sangre, entonces ¿porqué su vida refleja tan pobremente eso que dicen creer? ¿Cuántos de ustedes viven como nosotros, como los que no creemos? Aunque van a Misa los Domingos y comulgan —incluso cuando están en pecado grave, sin antes confesarse—, en la vida cotidiana olvidan a su Dios y se hincan ante nuestros ídolos del dinero y las riquezas, de los placeres y las vanidades, del poder y del dominio, se impacientan con facilidad y maltratan a sus semejantes, se dejan llevar por odios y se niegan a perdonar a quienes los ofenden, se oponen a las enseñanzas de la Iglesia que no les acomodan, incluso le hacen la vida imposible a sus hijos cuando —cuestionando vuestra mediocridad con su generosidad— quieren seguir al Señor con “demasiado fanatismo”… ¿Viven así y afirman que Dios está en la Hostia? ¿Por qué creer lo que afirman, si con su conducta niegan lo que con sus labios enseñan? Bien se podría decir lo que Dios reprochaba a Israel, por medio de su profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto” (Mt 15, 8-9)».

Este duro cuestionamiento es también una invitación a preguntarme yo mismo: ¿Dejo que el encuentro con el Señor, verdaderamente presente en la Eucaristía, toque y transforme mi existencia? Nutrido del Señor, de su amor y de su gracia, ¿procuro que mi vida entera, pensamientos, sentimientos y actitudes, sea un fiel reflejo de la Presencia de Cristo en mí? ¿Encuentro en cada Comunión o visita al Señor en el Santísimo Sacramento un impulso para reflejar al Señor Jesús con una conducta virtuosa, para vivir más la caridad, para rechazar con más firmeza y radicalidad el mal y la tentación que se presentan en mi camino, para anunciar al Señor y su Evangelio?

Si de verdad creo que el Señor está presente en la Eucaristía y que como alimento se entrega a mí en su Cuerpo y Sangre, ¿puedo después de comulgar seguir siendo el mismo o la misma? ¿No tengo que cambiar, y fortalecido por su presencia en mí, procurar reflejarlo en mi conducta? El auténtico encuentro con el Señor necesariamente produce un cambio, una transformación interior, un crecimiento en el amor, lleva a asemejarnos cada vez más a Él en todos nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes. Si eso no sucede, la Comunión más que un verdadero Encuentro con Cristo, es un desprecio a quien nuevamente se entrega a mí en el sacramento de la Comunión.

Así pues, que se vea en mi conducta que estoy en comunión con el Señor, que me lleno de Él, de su amor y de su gracia, cada vez que lo recibo en la Santa Eucaristía. De ese modo muchos más creerán en el Señor y en su presencia real en la Eucaristía. De ese modo muchos más le abrirán las puertas de su corazón y se dejarán tocar y transformar por su amor.

Haced nuevas eucaristías

He ido de aldea en aldea,
anunciando la buena nueva
curando enfermedades,
liberando a la gente de sus demonios
personales y grupales
y acercando tu amor de Padre
a todas las personas necesitadas
y con las entrañas abiertas…

El Reino ha llenado mi vida,
día a día, plenamente.
He deseado tanto que todos comenzaran
a vivir y caminar en la tierra
como hijos y hermanos,
con la paz en las manos
la justicia en el corazón,
la mirada serena y limpia,
el rostro sonriente
y sus bienes y dones en común…

Y sigo creyendo, hoy como el primer día,
que el Reino es posible para todos,
aunque la semilla apenas haya surgido
y sea todavía tan débil,
y el fruto no tenga garantía,
y este momento me turbe
y rompa mis quereres y expectativas…

Al principio, cuando era primavera,
quise alegrar el corazón de todos
los que se aman y lo celebran
convirtiendo el agua en vino.
Pero nadie lo entendió,
ni el maestresala,
ni los invitados,
ni los que se casaban…

He vivido minuto a minuto,
procurando que esta tierra sea el lugar
donde Tú, Padre, y todas las personas
se encuentren y se quieran.
Algunas veces se ha realizado el milagro
y ha brotado con fuerza la vida.
Pero la mayoría de las veces
los hombres y mujeres no acuden a su cita…

La muerte me acecha, no hacen falta profecías.
Los que mandan me la tienen jurada
pues no les gusta mi manera.
Quizá ya lo hayan previsto todo.
Pero antes de que ocurra nada,
quiero partir y entregar mi persona
en el pan y el vino, fruto de la cosecha,
para que todos tengan vida
y puedan sentarse en la mesa del Reino,
y sepan que mi entrega por ellos
siempre ha sido auténtica y que voy a llegar
hasta las últimas consecuencias…

Hoy mismo quiero que tengan una tierra nueva,
primicia de sus sueños y mis promesas,
donde no haya hambre ni tristeza,
a menos que queden transformadas en esperanza.
¡Cuánto deseo que el universo entero se recree
y adquiera la bondad de la primera hora,
y encuentre la luz recién amanecida!

¡Qué distinto sería todo, ya desde ahora,
si hombres y mujeres descubrieran,
en su pequeñez su grandeza,
en su libertad su fuerza creadora
y en su amor la unidad y la vida florecida!
También ellos vivirían en pascua continua
y serían capaces de soñar estas cosas…

Por eso, hoy, tomo de la tierra su esfuerzo,
su sudor y fruto, su canto y grito.
Tomo el pan como mi propio cuerpo,
y lo parto y entrego a cada uno en esta mesa
porque es mesa de esperanzas compartidas…

Los que comieron conmigo otras veces
el pan de cada día
en la mesa de los pecadores,
en los caminos polvorientos,
en los descampados yermos y sedientos,
entenderán mi gesto…

Y alzo, de nuevo, la copa de vino
para crear una nueva alianza
que sacie a todos los sedientos,
que quite los miedos más íntimos
y comparta los secretos.
Quiero hacer nuevas todas las cosas.
Voy a hacerme yo mismo vino
para recorran la vida
y entiendan y gocen sus caminos.

No puedo más, ni alcanzo a llegar a otros sitios,
mas quiero que mi entrega y muerte sea por todos,
presentes y ausentes, creyentes e indiferentes…

… … …

Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
Tomad y bebed, es el vino de la vida nueva.

Y aprended que no es tan dura ni oscura
la vida que os espera.
Ponedle canto, banquete y un poco de fiesta,
y haced nuevas eucaristías.

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes IX de Tiempo Ordinario

Los ojos de Tobit se abren, por fin, gracias al remedio del arcángel san Gabriel. Y Sara llega a su nuevo hogar, con su marido (vivo) y con todas las bendiciones. La historia (casi) llega al final. Queda mañana la revelación del arcángel, pero lo sustancial de la historia ya lo sabemos. Es que no se puede perder nunca la esperanza.

“Alaba, alma mía, al Señor”, dice el salmo. Alábalo siempre, podríamos añadir. Cuando nos va bien, sobre todo, pero también cuando las cosas se tuercen, o no van como nos gustaría a nosotros. Que Dios sabe lo que se hace, mejor que nosotros.

Sobre el Evangelio. Envidio a Jesús en muchas cosas (envidia sana), pero hoy, sobre todo, en lo que disfrutaba la gente escuchándolo. No es fácil hoy lograr captar la atención de la gente, y menos que disfruten con lo que oyen. Hay mucha dispersión, nos llegan cada día miles de estímulos, y no sabemos cómo procesarlos. Todo nos cansa muy rápido. Cada domingo, los sacerdotes nos ponemos delante de los parroquianos, e intentamos que no se duerman, por lo menos, si no pueden disfrutar.

El estilo de Jesús es muy sencillo, muy claro, sacando ejemplos de la vida diaria. Todos lo captan sin esfuerzo, y ven que habla con autoridad. Todo nace de su profundo conocimiento del ser humano, porque Él mismo era hombre, y de su profunda unión con Dios, gracias a la cual puede ver qué quiere Dios de Él.

Hoy es Jesús el que hace la pregunta, no espera a que le pregunten a Él. Hay que saber de qué Mesías y de qué Hijo de Dios estamos hablando. Porque detrás de esos términos hay una concepción, para unos política, para otros, espiritual, de la vida. Cristo se reivindica como el único Salvador, el único que puede darnos la vida eterna. Él es el que viene a nosotros, para sanarnos.

Dios se acerca a nosotros, cuando estamos ciegos (Tobías), cuando estamos desesperados (Sara), cuando nos sentimos pecadores. A veces, incluso sin que nos demos cuenta. O sin quererlo. Dios es muy “pesado”, no para hasta que caemos en la cuenta de que se puede vivir mejor, de que podemos ser felices, también cuando la vida no nos trata demasiado bien. Porque Él está siempre cerca.

Que podamos sentir su presencia. Que sepamos ser agradecidos por todas las veces que, en el sacramento de la Reconciliación, Dios nos ha sanado. Por todo lo que ha hecho en nuestras vidas. Por los ángeles que nos han mostrado el camino. Por todos sus dones, por todas sus maravillas. Amén.

Alejandro, C.M.F.