Vísperas – Miércoles X de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES X TIEMPO ORDINARIO

V/.Dios mío, ven en mi auxilio.
R/.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor.

Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.

Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.

Por cuanto soy
gracias te doy:
por el milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.

Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.

Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer.
dame, Señor,
hondo soñar.
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

SALMODIA

Ant. 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

 

Ant. 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

 

Ant. 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

CÁNTICO Col 1, 12-20: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA BREVE

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. (1P 5,5b-7)

RESPONSORIO BREVE

V/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
R/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

V/. A la sombra de tus alas escóndenos.
R/. Como a las niñas de tus ojos.

V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

 

Magníficat, ant.: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55 ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Magníficat, ant.: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

 

PRECES

Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;
— ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.

Alimenta a tu pueblo con el maná, para que no perezca de hambre,
— y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.

Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,
— y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.

Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,
— para que la tierra dé fruto abundante.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACIÓN

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles X de Tiempo Ordinario

1.-Oración introductoria.      

Señor, tu enseñanza en este evangelio, lejos de abrumarme por el cumplimiento exhaustivo de las leyes, me relaja al condensar todas las leyes en la ley suprema del amor. Las cosas hechas sin amor, esclavizan, pero todo lo que hacemos desde el amor nos libera. Por eso hoy, al iniciar mi oración, te pido que me deje guiar siempre por esa ley que Tú mismo has dejado impresa en mi corazón.

2.- Lectura reposada del Evangelio. Mateo 5, 17-19

«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

Jesús ha venido a dar cumplimiento a todo lo establecido por la ley y los profetas. Dar cumplimiento es “llevar a plenitud” una cosa. En concreto, llevar a plenitud las leyes y normas del A.T. Significa orientarlas al núcleo fundamental del mensaje de Jesús: Dios es Amor. Dios es Padre que ama apasionadamente a sus hijos y éstos al sentirse inundados de este amor, se sienten obligados a crear comunidades vivas de amor. Las leyes que son vehículo o manifestación del amor, están bien situadas en la Iglesia y. tratándose del amor, todo es importante: “hasta la más pequeña letra o coma de la ley”. Por eso decía San Francisco de Sales: “No son nuestras acciones como el oro que, el que más vale es el que más pesa, sino como la llama que la más limpia y pura es la que más dista de la materia”. Las acciones liberadas del amor posesivo, del amor egoísta, del amor calculado, son las que más agradan a Dios. Por eso no se trata de hacer muchas cosas para agradar a Dios sino de ofrecerle las obras que han llegado a “cumplimiento”, que han llegado a la perfección, que son expresión del amor.

Palabra del Papa.

“Integración: Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud, declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión. Jesús declara que Dios no se complace en la observancia del Sábado que desprecia al hombre y lo condena. Jesús, ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés. Jesús revoluciona también las conciencias en el Discurso de la montaña abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios. La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, “que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. “Misericordia quiero y no sacrificio”» (Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto evangélico ya meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Me comprometo a examinar esta noche las acciones del día. Y comprobaré mis motivaciones internas: si he obrado por rutina, por interés personal o por amor.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

         Señor, al terminar hoy mi oración, te doy gracias porque he caído en la cuenta de la cantidad de obras que hago a lo largo del día sin preocuparme para nada de mis motivaciones. Las hago por hacer. Incluso las hago por puro egoísmo, por el beneficio que me pueden reportar. Tengo mucho que aprender de lo que significa el obrar por amor, el obrar sin pasar factura, el obrar a cambio de nada, en la más absoluta gratuidad. Gracias, Señor, por esta bella enseñanza

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Lectura continuada del evangelio de Mateo

Mateo 6, 7-15

«7Pero, al orar, no charléis demasiado, como los gentiles, porque se figuran que por su palabrería serán escuchados. 8Así que no seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe que tenéis necesidad antes de pedírselo vosotros.

9Vosotros, pues, orad así:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; 10venga tu Reino; hágase tu voluntad, como en el cielo también sobre la tierra.

11Nuestro pan del mañana danos hoy; 12y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores; 13y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal”.

14Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también vuestro Padre celestial os perdonará. 15Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Los vv. 7-8 forman un dicho lingüísticamente tan independiente que resulta difícil considerar al evangelista como su autor. Su contenido podría proceder directamente de Jesús.
El Padrenuestro, la oración del Señor nos ha llegado en tres variantes (Mateo, Lucas y la Didajé). Esta versión de Mateo presenta una mayor simetría, un lenguaje litúrgicamente más pleno y un ritmo más claro. Lo más sencillo es dividir el Padrenuestro en dos partes principales: las tres peticiones en la segunda persona de singular (vv. 9c-10) y las tres peticiones en primera persona de plural, algo más extensas (vv. 11-13). Las tres peticiones en segunda persona de singular comienzan con un imperativo en tercera persona y muestran en griego una rima final (3 veces sou, «de ti»). Las peticiones en primera persona de plural se caracterizan por el pronombre personal correspondiente («nosotros, nos, nuestro» 7 veces). Desde el v. 11 cambia la estructura de la frase; después del final armonioso del v. 10c, la petición de pan aparece como una novedad.

El dicho de los vv. 14-15 presenta un hermoso paralelismo. Concuerda en el contenido con la petición sobre el perdón en el Padrenuestro y resulta lógico atribuirlo a Jesús.

• El sentido y la etimología del término, muy raro, traducido por «charlar» (battalogeo) son discutidos. Lo más probable es que el término guarde relación con el sustantivo «tartamudo» y puede referirse a la repetición de sílabas sin sentido. El término «palabrería» se refiere a ciertas oraciones paganas que acumulan adjetivos de Dios o fórmulas mágicas. Mateo destaca, en cambio, positivamente el Padrenuestro como oración breve. Si el dicho se refiere a la exhortación sobre la brevedad en la oración, coincidiría con muchos textos judíos y con muchas opiniones helenísticas. Pero su intención va más lejos. Ya la proposición del v. 7b muestra que no se rechazan las oraciones ampulosas per se, sino como medio para obtener la escucha de Dios. Esto tiene también su fundamento en el v. 8b: el tema central de nuestro dicho no es la extensión, sino la escucha de la oración: no se precisan largas oraciones, porque Dios sabe lo que los humanos necesitan antes de que se lo pidan. Se trata de que Dios lo sabe todo, de que Dios, en su amor, asiste al ser humano antes de que este se lo pida, y le libra así de la necesidad de la larga oración. El texto guarda relación con otros que hablan de la certeza de ser escuchados incondicionalmente y de la proximidad de Dios al ser humano (cf. Mt 7,7-11; Lc 11,5-8; 18,2- 7 y la invocación del Padrenuestro). Esta certeza absoluta de ser escuchado en la oración constituye una singularidad de Jesús. Es obvio que Jesús no pretende declarar superflua la oración, sino estimular a hacerla.

• Tertuliano considera el Padrenuestro como un «resumen de todo el evangelio»: es el nuevo odre que ha de contener el vino nuevo. Así es comprensible que la oración del Señor no sólo pase a ser la oración cristiana básica, sino también uno de los textos dogmáticos más fundamentales. San Cipriano lo considera «compendio de la doctrina celestial». En la Iglesia antigua se le «confiaba» solemnemente al bautizando antes del bautismo, y después se recitaba. Esta idea fundamental y el uso constante del Padrenuestro han hecho que apenas exista un texto cristiano con tanta influencia en la espiritualidad, el culto divino, la instrucción y la dogmática.

• La invocación inicial (v. 9b): parece que el término originario, pater, corresponde a la forma aramea ’abba’. Procede del lenguaje familiar y era el tratamiento dado por niños y adolescentes a su padre y el tratamiento respetuoso a personas mayores. Las oraciones judías ofrecen múltiples formas de invocación de Dios como Padre, pero no la palabra ’abba’. Por eso sorprende la elección de este tratamiento de Dios. El Padrenuestro invita a pensar sobre todo en la cercanía de Dios y en su amor: encaja aquí la simplicidad de la invocación, el contexto real de la predicación de Jesús sobre el Dios cercano, con su amor a los pobres, pecadores y desclasados; concuerda también con las parábolas sobre el Padre (cf. Lc 11,11-13; 15,11-32). El tratamiento de pater dado a Dios hace que el Padrenuestro comience con una promesa de salvación: es una oración de los hijos de Dios. Así piensa también la comunidad mateana, que llama al Padre de Jesús «Padre nuestro que estás en los cielos» y adopta así el lenguaje judío de la época, consagrado en la sinagoga. Mateo se distancia de la sinagoga, no de su Dios. La expresión «en los cielos» señala la diferencia respecto al padre terreno, pero no supone una reflexión sobre la trascendencia de Dios. El posesivo «nuestro» liga al orante con la comunidad, algo también corriente en las oraciones judías.

• El Padrenuestro comienza con tres peticiones en torno a Dios mismo. Las tres peticiones en torno a Dios no dejan de lado al ser humano, sino que incluyen lo que es fundamento de su vida: Dios no está nunca sin el ser humano, más bien es siempre su creador, fundamento de su vida, socio y acompañante amoroso. 1) La inclusión del ser humano queda clara al interpretar la primera petición «santificado sea tu nombre». Si se interpreta en sentido escatológico (una acción para el final de los tiempos), el pasivo será un pasivo divino: se pedirá que Dios haga algo por su nombre en su propia manifestación del tiempo final. El sentido de las dos primeras peticiones sería el mismo. Pero es igualmente posible que a Dios se le pida la santificación de su nombre aquí y ahora. Cabe preguntar, también, si el pasivo es realmente un pasivo divino o si no podrían ser los seres humanos el sujeto de la santificación del nombre. Entonces se pediría a Dios que los hombres santificaran su nombre. Cotejando los paralelos judíos y considerando todos los aspectos, se sugiere una interpretación «abierta». La petición es tan general y está formulada en términos tan escuetos que permite evocar tanto la acción del hombre como la acción de Dios. 2) La interpretación escatológica tiene su base más fuerte en la segunda petición: «venga tu reino». En las oraciones judías se implora a menudo la venida del reino de Dios. Jesús entiende el Reino de Dios como algo dinámico, poderoso; la extrema concisión de la petición encaja bien en el estilo de Jesús: él no suele describir en forma concreta la llegada del reino de Dios, no lo fija temporalmente y deja de lado sus dimensiones políticas y nacionales. Es indudable el elemento escatológico de esta petición. 3) La tercera petición, «hágase tu voluntad», plantea problemas similares. ¿Se refiere la petición a la acción humana («hágase tu voluntad por los hombres»)? ¿O se refiere a la acción de Dios («haz tu voluntad en los hombres»)? Esta última posibilidad es más clara si interpretamos la petición con sentido escatológico: Dios hará su voluntad en el tiempo final (esjaton). La proposición siguiente «así en la tierra como en el cielo» presupone que la voluntad de Dios se cumple ya en el cielo y pide que se cumpla, como en el cielo, también en la tierra.

• La petición relativa al «pan» sigue siendo de difícil interpretación, sobre todo por el término traducido por «del mañana» (epiousios), una palabra nueva y (casi) desconocida. Se ha entendido como «(pan) que se une a nuestra sustancia» (y entonces sería la comunión eucarística), como «(pan) necesario para la existencia», como «(pan) para el día de hoy», como «(pan) para el futuro» y como «(pan) para mañana»; esta última es la más probable tomando como criterio la terminología y el contexto de todo el Padrenuestro: «Danos hoy nuestro pan del mañana». La cuarta petición del Padrenuestro corresponde a una situación de agobio social en la cual se vive con la preocupación del alimento para el día siguiente. El «pan» puede traducirse por «alimento», pero no puede ampliarse a cualquier necesidad vital. La petición es restrictiva: se pide la supervivencia, no riquezas. El adverbio «hoy» expresa la urgencia de la petición.

• La petición sobre el perdón constituye un tema central en la plegaria judía. El pecado se entiende a menudo, no como un delito, sino como «deuda». Lo llamativo en esta petición es la proposición que sigue. Sin duda, la idea de que el perdón divino va ligado al perdón humano está difundida en el judaísmo, pero no hay un solo caso en que el comportamiento humano se inserte de este modo en un texto de oración básico. Aquí resulta ejemplarmente claro que la oración y la acción humana no se excluyen, sino todo lo contrario: la oración es una conversación del ser humano activo con Dios.

• La petición final relativa a la tentación también se ha interpretado escatológicamente: el término «tentación» designaría entonces la tribulación final. Pero casi todos los datos contradicen esa interpretación. Se ha cavilado mucho sobre cómo evitar la afirmación de que sea Dios el que induce a la tentación. Lo obvio es que la plegaria presuponga simplemente el poder incondicional de Dios: esta petición no emite un juicio ideológico sobre la causa del mal en el mundo. Se pide algo que el ser humano determina con su conducta. Sólo en Mateo figura la petición «sino líbranos del mal». El término «mal» debe entenderse con significado neutro «lo malo». Sugiere experiencias cotidianas: enfermedad, dolor, dificultades… La petición final mateana incluye así una intensificación y generalización de la petición relativa a la tentación y redondea el Padrenuestro con un enunciado positivo.

• El Padrenuestro proviene realmente de Jesús, lleva la marca del Jesús hombre y mensajero de Dios. Son elementos jesuáticos la lengua aramea y la formulación sencilla: esta se ajusta a un rasgo fundamental – no ajeno a la idiosincrasia judía- de la predicación y de la actividad de Jesús, que estuvo en contacto con el pueblo, habló su lenguaje y narró historias del reino de Dios tomadas de su mundo vital. Su lenguaje llano fue expresión de la cercanía de Dios, al que Jesús anunciaba e invocaba con la palabra ’abba’. Al poner como centro de la plegaria la petición del pobre, petición del pan de mañana, Jesús expresa concretamente la cercanía de Dios y sintoniza con la primera bienaventuranza. La religiosidad especial de Jesús aparece en el tratamiento de Padre, que sugiere la cercanía y el amor de Dios. También es jesuática la exigencia del perdón incluida en la oración misma. La ausencia de dimensiones nacionales, históricas y políticas en la oración está en consonancia con un rasgo de la predicación de Jesús, cuyo centro fue el reino de Dios y no la historia de la salvación de Israel. Es jesuática, finalmente, la escatología del Padrenuestro; está en la línea de las parábolas del reino de Dios, que no explicitan dicho reino, sino que miran a influir desde él en la vida cotidiana. Para Mateo la oración no es una huida de la praxis, sino su vertiente interna. La oración permite a los discípulos vivir las exigencias de Jesús como voluntad del Padre, con el consiguiente reforzamiento de la conducta. La acción no vuelve superflua la oración, sino que sigue dependiendo permanentemente de ésta. Mateo muestra aquí una profundidad y una plenitud de contenido que vale la pena meditar.

• El dicho final pone de manifiesto que el perdón humano es condición para el perdón divino. El evangelista destaca así la petición que incluía más directamente en el Padrenuestro la acción humana. A diferencia del dicho que introducía al Padrenuestro y subrayaba la cercanía de Dios (vv. 7-8), este dicho que finaliza el Padrenuestro viene a reforzar el nexo de la oración con la acción. Mateo pone en claro que la acción es una parte de la praxis cristiana a la que se referirá en la sección siguiente (6,19-7,27). El precepto del perdón pertenece al núcleo de su ética, que es el precepto del amor.

Comentario – Miércoles X de Tiempo Ordinario

(Mt 5, 17-19)

Este evangelio nos muestra a Jesús aclarando una posible confusión. Si bien él no continúa con los sacrificios de la religión judía y con otras costumbres que fueron agregadas por las tradiciones de los fariseos, sin embargo de ninguna manera anula las exigencias de la Ley de Dios.

Las cosas que Dios nos pide, sean pequeñas o grandes, deben ser cumplidas con delicadeza y amor; nada de lo que Dios nos pide es irrelevante o despreciable. Si bien Jesús rechaza la apariencia externa de perfección que ostentaban los fariseos, eso no significa que no le interese que nuestras acciones respondan a la voluntad del Padre, o que él anule los mandamientos.

Pero Jesús no sólo pide que cada uno se empeñe en ser fiel a la Ley de Dios, sino que también enseñe esa Ley, que se identifique públicamente con ella y la transmita a los demás. Quien lo haga «será considerado grande en el Reino de Dios».

Jesús mismo vino a cumplir esa Ley en su persona, y toda su vida es el testimonio personal y y el signo más bello de lo que significa amar la Ley de Dios y ser fiel a su sentido más profundo.

Al referirse al «mayor» en el Reino de los Cielos lo que se busca es motivarnos a desear el crecimiento, a no pensar jamás que ya hemos logrado todo lo que Dios espera de nosotros. Mientras vivamos en esta tierra estamos siempre llamados a más, nunca se nos permite conformarnos en lo que ya hemos alcanzado como si ya hubiéramos entrado en la gloria celestial.

 

Oración:

«Señor, coloca en mi corazón un profundo amor por tu Ley, un santo deseo de cumplir tu voluntad en las grandes y en las pequeñas cosas, la ilusión de agradarte con mi vida siguiendo el modelo perfecto de Jesús».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Misión de los cristianos en la cooperación internacional

88. Cooperen gustosamente y de corazón los cristianos en la edificación del orden internacional con la observancia auténtica de las legítimas libertades y la amistosa fraternidad con todos, tanto más cuanto que la mayor parte de la humanidad sufre todavía tan grandes necesidades, que con razón puede decirse que es el propio Cristo quien en los pobres levanta su voz para despertar la caridad de sus discípulos. Que no sirva de escándalo a la humanidad el que algunos países, generalmente los que tienen una población cristiana sensiblemente mayoritaria, disfrutan de la opulencia, mientras otros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por el hambre, las enfermedades y toda clase de miserias. El espíritu de pobreza y de caridad son gloria y testimonio de la Iglesia de Cristo.

Merecen, pues, alabanza y ayuda aquellos cristianos, en especial jóvenes, que se ofrecen voluntariamente para auxiliar a los demás hombres y pueblos. Más aún, es deber del Pueblo de Dios, y los primeros los Obispos, con su palabra y ejemplo, el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las miserias de nuestro tiempo y hacerlo, como era ante costumbre en la Iglesia, no sólo con los bienes superfluos, sino también con los necesarios.

El modo concreto de las colectas y de los repartos, sin que tenga que ser regulado de manera rígida y uniforme, ha de establecerse, sin embargo, de modo conveniente en los niveles diocesano, nacional y mundial, unida, siempre que parezca oportuno, la acción de los católicos con la de los demás hermanos cristianos. Porque el espíritu de caridad en modo alguno prohíbe el ejercicio fecundo y organizado de la acción social caritativa, sino que lo impone obligatoriamente. Por eso es necesario que quienes quieren consagrarse al servicio de los pueblos en vías de desarrollo se formen en instituciones adecuadas.

Comentario – Domingo XI de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Queremos, Señor Jesús, escucharte en tu Palabra. Y escuchándola, sintonizar con tu corazón de Hijo confiado en el Padre del cielo, aprender a orar Contigo, a esperar con paciencia activa, a amar y a perdonar sin cansarnos. Saber una y otra vez cuánto te importa cada hombre y cada mujer, cuánto te interesa nuestra propia paz y felicidad. Enséñanos, Jesús, Señor y Hermano nuestro, a conocerte a través de tu evangelio. AMEN.

 

Mc 4, 26-34

«26También decía: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la simiente en la tierra, 27y duerma o se levante, de noche o de día, la simiente brota y crece, sin que él sepa cómo. 28La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, 29luego trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, de inmediato se le mete la hoz, porque ha llegado la siega”.

30También decía: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? 31Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla [que se siembra] en la tierra; 32y, cuando se siembra, crece y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa ramas grandes de modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra”.

33Y les hablaba la palabra con muchas parábolas como éstas, según podían enten- derle. 34Y no les hablaba sin parábolas; aunque a sus propios discípulos todo se lo explicaba en privado».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

El capítulo 4 de Marcos recoge las parábolas del Reino y es uno de los escasos “discursos” de Jesús en este evangelio. Después de la parábola del sembrador (4,3-9), la justificación de hablar así (4,10-12) y la explicación de aquella parábola (4,13-20), una pequeña escena de transición con dos dichos de Jesús (4,21-25) da paso a otras dos parábolas y la conclusión (que conforman el texto de hoy: 4,26- 34). Después viene el episodio de la tempestad calmada (4,35-41). Jesús continúa en tierras galileas ejerciendo su misión de hacer presente la soberanía de Dios, el “Reino de Dios”, mientras tiene que afrontar la hostilidad de las autoridades, el rechazo de familiares y paisanos y la incomprensión de sus discípulos.

 
 
TEXTO

El texto presenta tres unidades: la primera parábola (vv. 26-29), centrada en el crecimiento del Reino de Dios, que pasa de simiente a fruto sin que intervenga ese hombre con el que se compara el Reino (¿una referencia al propio Jesús que está rodeado de dificultades en su misión, pero que confía completamente en ella?); la segunda parábola (vv. 30-32), centrada en el crecimiento progresivo (¡aunque modesto!) del mismo Reino, comparado ahora con una semilla de mostaza; la conclu- sión de las parábolas (vv. 33-34), con un papel especial y privilegiado para los dis- cípulos, que reciben una instrucción privada de Jesús.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Jesús toma ejemplos de la vida cotidiana para hablar de la presencia (del Reino) de Dios en la misma. Contempla la realidad con una profundidad que le permite rastrear las huellas de Dios en la historia. Nos enseña a mirar con nuevos ojos nuestra propia vida y descubrir en ella las llamadas de Dios, su presencia fecunda. ¿Cómo leemos lo que pasa?

• La primera comparación es con un agricultor que siembra y espera. Hace su trabajo, pero todo no depende de él. Son como los dos aspectos de nuestra vida cristiana: tarea y don / don y tarea. Exige nuestro compromiso, pero también nuestra confianza.

• También está presente la idea del proceso: semilla, brote, hoja, espiga y grano. ¿Es así la semilla del Reino de Dios en nuestra vida? ¿Sentimos que vivimos en proceso, que nuestra vida cristiana crece y fructifica?

• La segunda comparación es con un grano de mostaza que crece y se vuelve capaz de albergar los nidos de los pájaros. También está presente la imagen de un crecimiento “misterioso”, “providencial”, pero se destaca esa capacidad de albergar nuevas vidas: nuestra experiencia cristiana tiene que ser centrífuga e inclusiva, abierta a los demás para ofrecer cobijo y protección. ¿Cómo hacer esto práctico en los tiempos de crisis que vivimos?

• Las insistencias léxicas del texto son “en la tierra”, “simiente-sembrar” y “frutos”: la fe debe vivirse “con los pies en la tierra”, atentos a y comprometidos con la realidad; y en esa realidad concreta, saber poner la simiente del Reino, la presencia de Jesús y de Dios con toda nuestra decisión, confiando no sólo en nuestro trabajo sino también (y sobre todo) en la providencia de Dios; así, hasta llegar a dar frutos para que el Reino sea una experiencia dichosa sobre todo para aquellos cuya vida está más empobrecida, empequeñecida, amenazada.

 

Paso 1 Lectio:¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio:¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio:¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio:¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis – Domingo XI de Tiempo Ordinario

XI Domingo Ordinario

Ez 17, 22-24; Salmo 91; 2Co 5, 6-10; Marcos 4, 26-34

La parábola de la semilla que crece

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”. Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Reflexión
¿Has tenido la oportunidad de ver una semilla que se abre y brota una ramita, o un campo lleno de plantas donde el sembrador recoge los frutos? Nosotros somos como semillitas que nos abrimos por gracia de Dios y brotan las buenas acciones que le gustan a Jesús y las recoge. Sin que sepamos cómo nace y crece la semilla, así también, nosotros no sabemos cómo Jesús siembra dentro de nuestro corazón y así va formando los amigos que cosecha como grano maduro.

Actividad
Colorear los pasos de la parábola, con dibujos en secuencia: la semilla, un tallo, la espiga, los granos y la cosecha. También colorear un grupo de niños haciendo obras buenas. Relacionar las obras buenas con la cosecha. ¿Qué semillas siembra Jesús en nuestro corazón? (fe, esperanza, paz) ¿Con qué las riega haciéndolas crecer? (amor, sabiduría, consejo, humildad) (Escribir en semillas/gotas de agua) ¿Qué sembramos nosotros en los demás? (Actividades en siguientes páginas.)

Oración
Jesús eres el mejor Sembrador; y en la tierra que somos tus amigos, pones la semillita de tu palabra y mucho amor. Quiero ser un granito maduro que forma la espiga que llega a tus manos. Gracias Amigo Jesús porque me haces crecer sin que yo me dé cuenta. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Parábola de la semilla – Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo decía Jesús a las turbas: – El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa como. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: -¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que as demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Explicación

Jesús explicaba su doctrina con ejemplos para que lo entendiese la gente. Así les decía: El Reino de los cielos es como una semilla muy pequeña, que cuando germina y crece se hace una mata muy grande. Pues lo mismo pasa con la fe, si se cuida crece y crece y se hace grande.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

NARRADOR: En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y los dijo:
JESÚS – El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
NIÑO 1: Es verdad, yo eso lo hago con mi mamá en los tiestos de mi casa. Ponemos unas semillas, y al cabo de un tiempo crecen y sale le fruto.
NIÑO 2: Jesús ¿nos puedes explicar algo más lo que nos quieres decir y ponernos otro ejemplo?
JESÚS: Claro que sí… Os contaré otro ejemplo…
NARRADOR: Jesús se dirigió de nuevo a ellos y los dijo:
JESÚS: ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?
NIÑO 1: Cuéntanos algo que podamos entender todos.
JESÚS: ¿Sabéis cómo es un grano de mostaza?
NIÑO 2: Creo que sí, Jesús. Es una semilla muy pequeña que se emplea después para dar más sabor a la comida.
JESÚS: Muy bien. Ese grano de mostaza, al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
NIÑO 1: ¿Nos quieres decir que el Reino de Dios ha de crecer y hacerse cada vez más grande, no?
NIÑO 2: Sí, y también que tenemos que estar atentos y dispuestos para saber qué quiere Dios de cada uno de nosotros y cómo comportarnos con los demás.
NARRADOR: Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles X de Tiempo Ordinario

A veces tendemos a contraponer la antigua ley mosaica, resumida en los diez mandamientos, a la nueva ley del Evangelio, que encuentra en las Bienaventuranzas su máxima expresión. Nos parece que nos da pie para hacerlo hacerlo el mismo Cristo, que dice que no es el hombre para el Sábado (es decir, la ley del Sabbat que ordena el descanso), sino el Sábado para el hombre (cf. Mc 2, 27; Mt 12, 1-8; Lc 6, 1-5); y también Pablo y su polémica contra la ley en nombre de la fe y la gracia, que hoy también refleja en la contraposición entre la ley escrita que mata y el Espíritu que da vida. Pero, he aquí, que Jesús, tras proclamar las Bienaventuranzas, parece venir a desautorizarnos. ¿No se da aquí una cierta contradicción? ¿No es cierto que el Evangelio del amor y la gracia ha dejado obsoleta la antigua ley con sus múltiples prescripciones? ¿O habremos de entender que la Buena Nueva de Jesucristo se añade a la antigua ley, dejándola intacta? ¿Qué significa, en definitiva, “dar plenitud”?

Para comprender estas tensiones y aparentes contradicciones es bueno no quedarse en la literalidad de las palabras, sino mirarlas en el contexto de toda la predicación y actuación de Jesús y también en el modo en que se entendió esto en la primitiva Iglesia (y aquí, ciertamente, Pablo es una autoridad de referencia). Llevar algo a plenitud significa alcanzar una perfección que supera, pero que también conserva, aquello que se perfecciona. Si la mejor expresión de la ley mosaica son los diez mandamientos, por los que reconocemos a Dios, respetamos y hacemos el bien a los más cercanos, y nos abstenemos de hacer el mal a todos los demás, todas estas exigencias alcanzan su perfección en la ley del amor a Dios y al prójimo. Y esa perfección y plenitud la descubrimos en Jesucristo, que nos ha dicho de manera definitiva quién es Dios: su Padre y nuestro Padre; y quién es nuestro prójimo: no sólo los más cercanos (padre y madre, hermanos y poco más), sino todo ser humano, hijo de ese Dios, Padre de todos, y especialmente el que se haya en necesidad.

Si la perfección de la ley es el amor, podemos entender que, a veces, ciertas prescripciones rituales (como la ley del sábado) hayan de ceder ante la exigencia de hacer el bien al necesitado. ¿Cómo entender, entonces, ese aparente legalismo contenido en la exigencia de no saltarse uno sólo de los preceptos menos importantes? Mirado desde la centralidad del mandamiento nuevo, lo comprendemos en el sentido de que el verdadero amor no se limita con hacer el bien “en general” y a grandes rasgos, sino que baja hasta los más mínimos detalles, atiende con delicadeza a la persona concreta en sus necesidades reales, por muy insignificantes que puedan parecer la una y las otras.

Ciudad Redonda