Vísperas – Sagrado Corazón de Jesús

II VÍSPERAS

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

HIMNO

Mi Cristo, tú no tienes
la lóbrega mirada de la muerte.
Tus ojos no se cierran:
son agua limpia donde puedo verme.

Mi Cristo, tú no puedes
cicatrizar la llaga del costado:
un corazón tras ella
noches y días me estará esperando.

Mi Cristo, tú conoces
la intimidad oculta de mi vida.
Tú sabes mis secretos:
te los voy confesando día a día.

Mi Cristo, tú aleteas
con los brazos unidos al madero.
¡Oh valor que convida
a levantarse puro sobre el suelo!

Mi Cristo, tú sonríes
cuando te hieren, sordas, las espinas.
Si mi cabeza hierve,
haz, Señor, que te mire y te sonría.

Mi Cristo, tú que esperas
mi último beso darte ante la tumba.
También mi joven beso
descansa en ti de la incesante lucha. Amén.

 

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Somete, Señor, a tus enemigos con tu yugo llevadero.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Somete, Señor, a tus enemigos con tu yugo llevadero.

 

SALMO 110

Ant. El Señor es piadoso y clemente, él da alimento a sus fieles.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es piadoso y clemente, él da alimento a sus fieles.

 

CÁNTICO de FILIPENSES

Ant. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

 

LECTURA: Ef 2, 4-7

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

R/ Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.
V/ Por su sangre.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Nos acogió el Señor en su seno y en su corazón, acordándose de la misericordia. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos acogió el Señor en su seno y en su corazón, acordándose de la misericordia. Aleluya.

 

PRECES

Invoquemos, hermanos, a Jesús, que es nuestro descanso, y pidámosle:

Rey amantísimo, ten piedad de nosotros.

Jesús, de tu corazón traspasado por la lanza salió sangre y agua, dando así nacimiento a tu esposa, la Iglesia;
— haz que sea santa e inmaculada.

Jesús, templo sagrado de Dios, destruido por los hombres y levantado de nuevo por el Padre,
— haz que la Iglesia sea verdadera morada del Altísimo.

Jesús, rey y centro de todos los corazones, que nos amas con amor eterno y nos atraes hacia ti, compadecido de nosotros,
— renueva tu alianza con los hombres.

Jesús, paz y reconciliación nuestra, que hiciste las paces entre los hombres, uniéndolos en un solo hombre nuevo, y mediante la cruz diste muerte al odio,
— haz que podamos acercarnos al Padre.

Jesús, vida y resurrección nuestra, alivio de los que están agobiados, en quien encontramos nuestro descanso,
— atrae hacia ti a los pecadores.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Jesús, que, por el gran amor con que nos amaste, te sometiste incluso a la muerte de cruz,
— resucita a todos los que han muerto en paz contigo.

 

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

 

ORACION

Dios todopoderoso, al celebrar la solemnidad del Corazón de tu Hijo unigénito, recordamos los beneficios de su amor para con nosotros; concédenos recibir de esta fuente divina una inagotable abundancia de gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Sagrado Corazón de Jesús

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy es un día muy bonito porque celebramos la fiesta más grande de todas: la fiesta del corazón. Lo propio del corazón es amar. Un corazón está sano cuando ama  mucho y  ama bien. Un corazón está enfermo cuando ama poco o ama mal. Celebrar  la fiesta de tu corazón  es celebrar el inmenso amor que Tú nos tienes. Sí, Jesús, estamos en fiesta porque nos amas tanto.  Y eso es lo que nosotros hoy queremos celebrar. 

2.- Lectura reposada del Evangelio. Juan 19, 31-37

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión.

Las tres lecturas que ha elegido la liturgia de este día son tan bellas que no me puedo resistir a decir un poco de cada una. Cuando uno lee a Oseas en el capítulo once y no se emociona es que no tiene corazón. Es la idea de un Dios que es Padre y-Madre. Un Dios que llama a su hijo pequeño, le atrae con cuerdas de amor. Le enseña a caminar, lo levanta para besarle, y se inclina como la mamá para dar de mamar a su bebé. Así de tierno, de cariñoso, de encantador, es Dios. En la segunda lectura, San Pablo cae de rodillas ante el Padre que, en Jesús, el Señor, ha derramado todos los tesoros de su amor. Un amor que rebasa todas las medidas. Más alto que lo más alto de los cielos; más ancho que lo más ancho del horizonte; más profundo que lo más profundo de los mares. La medida de su amor es: “que no tiene medida”. Y el evangelio de Juan, el evangelista de la profundidad, el evangelista del Espíritu, nos presenta una escena escalofriante: “Mirarán al que atravesaron”. Aquel que por amor se dejó atravesar, nunca debe ser olvidado, siempre debe ser mirado  por unos ojos enamorados. El que fue elevado a la Cruz por amor, debe atraer a todos a su amor, debe atraer  las miradas de todos los corazones hacia Él.  

Palabra del Papa

Este amor, esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Y el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad.La fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permite testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y manso. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de junio de 2014).


4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)

5.-Propósito: Diré durante todo el día: Me amó y se entregó por mí. Le amaré y daré mi vida por Él.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, en esta fiesta del amor, quiero darte gracias, infinitas gracias, por todo el amor que has derrochado en nosotros. Nosbautizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es decir, nos bañamos, nos empapamos,  nos sumergimos en el Océano Infinito del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. Ahí nos sentimos felices, tan felices  como los peces en el agua.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

Comentario – Sagrado Corazón de Jesús

(Jn 19, 31-37)

El costado traspasado es el corazón abierto del Señor, que nos muestra su Pasión como una entrega de amor. En este texto, igual que en Apoc 1, 7, se aplica a Cristo el texto de Zac 12, 10.14: «Mirarán al que traspasaron».

Mirándolo traspasado podemos descubrir cuánto nos amó, porque el costado abierto significa que Cristo nos abre el corazón, que es lo más íntimo, lo más personal que uno tiene. Cristo crucificado no se queda con nada propio, lo da todo, hasta el corazón, amante y lastimado.

Cuando cada uno de nosotros lo contempla traspasado, y puede decir como Pablo: «Me amó y se entregó por mí» (Gál 2, 20).

La sangre y el agua que brotan del corazón abierto tienen un precioso simbolismo. Sabemos que en el evangelio de Juan el agua es el Espíritu Santo (7, 37-39). La sangre simbolizaba la vida, y aquí indica que Jesús estaba cumpliendo la promesa de dar la vida (10, 11. 15) y de derramar vida en abundancia (10, 10).

De su corazón abierto, entregado hasta la muerte, que quiere recibir- nos en su intimidad, brota la vida nueva del Espíritu.

El evangelio de Juan nos muestra así a un Cristo crucificado, pero al mismo tiempo lleno de poder, de gloria y de vida. Así él es un insulto para nuestras pretensiones de grandeza, y más bien quiere hacernos reconocer que detrás de nuestro orgullo se esconde una tremenda debilidad. Cristo, en cambio, reina y resplandece en la fragilidad de la cruz; y cuando no toleramos nuestra debilidad, nuestros miedos y nuestros límites, es como si él nos dijera desde la cruz: «No tengas miedo, pequeño gusano, yo te ayudo, yo soy tu salvador» (Is 41, 14).

Oración:

«Señor Jesús, que me muestras tu costado traspasado, ayúdame a reconocer en esa herida toda la grandeza y la fuerza de tu amor Dame el gozo de entrar en tu corazón santo para alcanzar allí las fuerzas y el aliento de tu Espíritu, que tanto necesito para vivir».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Gaudium et Spes – Documentos Vaticano II

Participación del cristiano en las instituciones internacionales

90. Forma excelente de la actividad internacional de los cristianos es, sin duda, la colaboración que individual o colectivamente prestan en las instituciones fundadas o por fundar para fomentar la cooperación entre las naciones. A la creación pacífica y fraterna de la comunidad de los pueblos pueden servir también de múltiples maneras las varias asociaciones católicas internacionales, que hay que consolidar aumentando el número de sus miembros bien formados, los medios que necesitan y la adecuada coordinación de energías. La eficacia en la acción y la necesidad del diálogo piden en nuestra época iniciativas de equipo. Estas asociaciones contribuyen además no poco al desarrollo del sentido universal, sin duda muy apropiado para el católico, y a la formación de una conciencia de la genuina solidaridad y responsabilidad universales.

Es de desear, finalmente, que los católicos, para ejercer como es debido su función en la comunidad internacional, procuren cooperar activa y positivamente con los hermanos separados que juntamente con ellos practican la caridad evangélica, y también con todos los hombres que tienen sed de auténtica paz.

El Concilio, considerando las inmensas calamidades que oprimen todavía a la mayoría de la humanidad, para fomentar en todas partes la obra de la justicia y el amor de Cristo a los pobres juzga muy oportuno que se cree un organismo universal de la Iglesia que tenga como función estimular a la comunidad católica para promover el desarrollo a los países pobres y la justicia social internacional.

Misa del domingo: misa con niños

1.- ACOGIDA

Hermanos y hermanas: sed bienvenidos a esta celebración en el día del Señor. Nos reunimos como creyentes, como Iglesia para dar gracias a Dios y a escuchar su Palabra que nos orienta, nos enseña y nos anima en nuestra vida diaria. Hoy las lecturas de este domingo 11 del tiempo ordinario nos invitan a cultivar la semillita de la fe en nuestras vidas que hará cambiar el desierto de nuestra vida en un hermoso jardín. Pidamos el don de la fe. Acudamos al buen jardinero que es Dios para que haga germinar, crecer y despertar el tesoro de la fe en nuestras vidas para dar abundantes frutos.

 (El Cartel de Fano de este domingo con una cestita de semillas).

En el nombre… Que Jesús, que es la semilla enterrada que dio frutos de perdón y de salvación, esté con vosotros.

 

2.- PETICIONES DE PERDÓN

En un momento de silencio, pongámonos ante Dios y pidámosle que nos renueve, y nos perdone.

– Por no ser más entusiastas con las cosas de Dios. Por no ofrecer nuestras manos allá donde son necesarias para que Cristo siga hablando y viviendo. Señor, ten piedad.

– Porque no nos damos cuenta de que el Señor sigue sembrando con amor y con paciencia a través de nosotros. Cristo, ten piedad.

– Por creer que todo depende de nosotros cuando es Dios el que hace germinar y crecer la fe. Señor, ten piedad.

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

Hoy en el evangelio, escucharemos en parábolas como crece el Reino de Dios, esta vez como el trigo o la mostaza. En la lectura de Ezequiel, el Señor hace crecer de una semilla un gran árbol, que todos podrán ver. Y S. Pablo afirma que nuestra gran ambición no tiene que ser otra que la de ser fieles al Señor y  vivir en su presencia.

 

4.- ORACIÓN DE LA COMUNIDAD

(Sacerdote) Lo mismo que el labrador espera con ilusión los frutos de la semilla, también nosotros nos acercamos al Padre con fe diciendo: -Te lo pedimos, Señor.

1.- Para que reine en el mundo la paz y entre nosotros el amor y la alegría. Oremos.

2.- Para que aprendamos a valorar las pequeñas cosas, los detalles, los pequeños gestos que alegran la vida de tantos. Oremos.

3.- Para que trabajemos unidos y sepamos hacer felices a los demás. Oremos.

4.- Para que los pobres, los parados y los que sufren reciban nuestro apoyo generoso. Oremos.

5.- Para que construyamos el reino de Dios dando frutos abundantes de amor y fraternidad. Oremos.

6.- Por nuestra comunidad parroquial para que sea un lugar de encuentro, de acogida y de envío. Oremos.

7.- Por los esfuerzos de tantas personas, sacerdotes, catequistas, grupos de pastoral… Para que sigan sembrando de palabra y de obra. Roguemos al Señor.

(Sacerdote) Ven, Jesús, quédate con nosotros, danos calor y esperanza, danos alegría y fe. Por JCNS.Amén.

 

8.- PRESENTACIÓN DE OFRENDAS

UNAS SEMILLAS: Te ofrecemos, Señor estas semillas y te decimos: Contigo, Señor, sembraremos ilusiones y esperanzas en un mundo que llora perdido, alegría y fortaleza a los que caen en la tristeza, amor al cielo cuando digan que Tú no existes, tu presencia salvadora cuando nos encontremos perdidos. Danos la alegría de saber que somos semillas de tu Reino.

PAN Y VINO Con el pan y con el vino te ofrecemos, Señor, el trabajo de tantos que colaboraran en la construcción de tu Reino de paz, de justicia, amor. Que no nos cansemos nunca, que nuestra fe sea grande y que sintamos tú eres el motor, la fuerza imparable.

Misa del domingo

Nos encontramos con dos parábolas en las que el Señor habla del crecimiento del “Reino de Dios”.

Con la primera comparación resalta su crecimiento silencioso y continuo, casi inevitable. La explicación de la parábola no fue recogida en el Evangelio, ya sea porque Cristo mismo no la explicó o porque el evangelista no consideró necesaria su transmisión, debido a su fácil o conocida interpretación.

El Señor enseña que el Reino prometido por Dios y esperado por los judíos, el Reino que sería instaurado por medio de su Mesías, tendrá un inicio muy sencillo, hasta insignificante. A partir de ese inicio, una vez que la semilla ha sido sembrada, posee un dinamismo propio, desarrollándose por sí mismo, “automáticamente” (el evangelista utiliza la palabra griega autómate). Independientemente de la acción o inacción del agricultor, ya duerma o se levante, “la tierra da el fruto por sí misma”. No será el hombre quien haga germinar o desenvolverse la simiente o el Reino, aun cuando ciertas condiciones externas sean necesarias para favorecer su germinación y crecimiento, sino la misma fuerza intrínseca que portan. San Pablo comprende bien esta realidad cuando escribe: «¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?… ¡Servidores, por medio de los cuales ustedes han creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento» (1Cor 3, 5-6).

Así pues, el Reino de Dios, una vez inaugurado por el Señor Jesús con su presencia y predicación, con el tiempo llegará necesariamente a su madurez. Nada ni nadie podrá detener su desarrollo y despliegue, y con el paso del tiempo la semilla producirá una cosecha abundante. Entonces, «cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la cosecha».

Para hablar del inicio “insignificante” de este Reino —insignificante a los ojos humanos—, el Señor añade otra parábola, en la que compara al Reino de Dios con una semilla de mostaza, «la semilla más pequeña» de todas las conocidas en la Palestina.

Las semillas de mostaza, en efecto, son pequeñísimas. Redondas y de consistencia dura, tienen entre uno a dos milímetros de diámetro. Al caer en tierra y desarrollarse, llega a ser «más alta que las demás hortalizas», llegando a convertirse en un árbol de entre tres y cuatro metros de altura. En esto consiste justamente la lección del Señor, la enseñanza que quiere transmitir: de lo más pequeño el Reino de Dios pasará a ser lo más grande. Aunque en sus comienzos serán pocos los que lo acepten, llegarán a ser multitudes. A ello se refiere el Señor cuando dice que «echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella». En efecto, la imagen de un árbol que crece y sirve de cobijo a las aves del cielo ya había sido utilizada como metáfora para referirse a los súbditos del Reino que Dios establecerá por encima de los demás (ver 1a. lectura; así también Ez 31, 6; Dan 4, 10ss;).

El Reino de Dios, en el Señor Jesús, tuvo un inicio aparentemente insignificante. Mas la fuerza y potencia que esta “semilla” (ver Jn 12, 34) escondía a los ojos humanos, manifestada en su Resurrección, han llevado al Reino de Dios a un crecimiento espectacular a lo largo de los siglos. Ese Reino es la Iglesia, que a lo largo de los siglos ha cobijado en sus ramas a hombres y mujeres de toda nación, raza o cultura.

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Aun cuando en nuestros días se tenga el conocimiento científico apropiado que permita comprender el proceso bio-químico que hace que una semilla brote, crezca y produzca fruto, en el fondo el dinamismo y despliegue de la vida sigue siendo un misterio para el hombre. Más aun lo es el crecimiento de la semilla divina sembrada en el campo del corazón de quien la acoge con fe. Por más que sea imperceptible, el crecimiento se lleva a cabo. Por más que uno “duerma”, el crecimiento y maduración sigue su proceso, “sin que uno sepa cómo”.

Esta realidad espiritual ciertamente no constituye una invitación al ocio, a desentenderse de acción alguna, a cruzarse de brazos en el empeño por la propia santificación. ¡De ninguna manera! A la semilla se le deben garantizar condiciones apropiadas para su crecimiento y maduración. Eso es lo que le toca al agricultor: preparar bien la tierra, abonarla, regarla, y luego, proteger los brotes y la planta de cualquier agente externo que pueda dañarla o destruirla. Si por su esforzado trabajo el agricultor proporciona las condiciones adecuadas, el crecimiento de la semilla se dará por su propia potencialidad, por la fuerza y virtud contenidas en la semilla. En la vida espiritual la acción que produce el crecimiento y transformación interior es ciertamente de Dios, obra de su gracia, pero también cooperación humana es necesaria para que esa semilla de la vida divina encuentre tierra buena en la que se pueda desplegar. La potencia del amor y de la gracia divina jamás obrará en contra de la libertad humana, requiere de nuestra generosa cooperación, aún cuando en comparación con la acción divina la acción humana sea insignificante.

Dado que el crecimiento del Reino de Dios en nosotros depende de Dios, presupuesta nuestra cooperación, en cuanto que Él es quien da el crecimiento, no podemos pretender imponer el ritmo nosotros mismos. ¿Cuántas veces nos desalentamos porque “no crecemos espiritualmente como quisiéramos”, porque “en vez de avanzar parece que retrocedo”, porque “esta debilidad ya debería haberla superado hace mucho”, porque a estas alturas “ya debería ser santo”? ¿Somos nosotros quienes marcamos el ritmo del crecimiento, o Dios? Debemos saber esperar de Dios ese crecimiento, sin impacientarnos por nuestras caídas, sin impacientarnos porque no vemos que crecemos al ritmo que deberíamos crecer. ¡Eso dejémoslo en las manos de Dios! A nosotros nos toca día a día disponer la tierra, arrancar toda mala hierba que no dejará de brotar, regarla, para que la semilla de la vida divina germine como Dios quiere que germine. Pretender imponer el ritmo de mi crecimiento espiritual es como querer acelerar el crecimiento y despliegue de una semilla. Nuestro crecimiento no está en nuestras manos, sino en las de Dios. Pretender crecer por mí mismo y en la medida de mis esfuerzos, es prescindir de Dios, es caer en soberbia. Quien espera crecer según sus propias fuerzas no tardará en desalentarse en el camino de la santificación y conformación con el Señor Jesús.

Permanezcamos humildes. Si paciente y perseverantemente hacemos lo que nos toca, Dios hará el resto. No pretendamos imponer el ritmo a Dios, dejemos eso en sus manos, confiadamente. Estemos seguros de que su fuerza y su gracia actuarán en nosotros. Y no desesperemos o nos desalentemos si acaso nos parece que “no crecemos” o retrocedemos. Aún en medio de nuestras caídas crecemos, si es que acudiendo a la misericordia divina con humildad pedimos perdón y volvemos a la lucha de cada día. Aunque a nosotros nos parezca que no crecemos, a los ojos de Dios estamos creciendo, si permanecemos fieles en la lucha. Incluso nuestras repetidas caídas nos llevan a crecer, pues no pocas veces las lecciones de humildad son tan necesarias para progresar en el camino de la vida espiritual. Lo importante es ponernos siempre de pie, acudir humildes al Señor, volver a la batalla, perseverar, y confiar mucho en Dios y su acción en nosotros.

Tu gramática es distinta

Tú llamas grandes a los pequeños,
a los pobres les haces ricos y libres.

Tú, Señor, nos dices que el primero será el último,
y que preferirás siempre a los abandonados de la tierra.
Tú nos convences de que el que perdona es el más sabio
y que el perdonado recobrará la libertad.

Tú nos recuerdas que al que sabe mucho no le enseñarás,
y al sencillo, que sabe poco, le contarás tu secreto.
Tú nos enseñas que el que tenga poco será más libre,
y el apegado a sus cosas vivirá preso de ellas.

Dices que para ganar la vida hay que perderla
y que para triunfar hay que ser pequeño.
Los niños, que no cuentan, son tus preferidos
y los lisiados y tullidos tu predilección.

Para ti no cuentan las grandes heroicidades,
sino los pequeños gestos de solidaridad.
Tú nos mides con un rasero extraño,
que mira el corazón en todo nuestro hacer.

Tú vienes a poner nuestra vida boca abajo,
inviertes nuestros valores,
cambias nuestra existencia
nos llenas de tus sueños
para cambiar el mundo con Amor.

Mari Patxi Ayerra

Meditación – Sagrado Corazón de Jesús

Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 19, 31-37):

En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él.

Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

Hoy, la Iglesia presenta a nuestra contemplación el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y derrama todo su amor sobre la humanidad: ¡el corazón de Dios se estremece de compasión! 

Un amor misterioso, que en los textos del Nuevo Testamento se nos revela como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. No se rinde ante la ingratitud, ni siquiera ante el rechazo del pueblo que se ha escogido. Con infinita misericordia envía al mundo a su Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mal y de la muerte, restituya la dignidad de hijos a los seres humanos esclavizados por el pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigénito del Padre se inmola en la cruz.

—En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios.

REDACCIÓN evangeli.net