Lectio Divina – Miércoles XI de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy mi oración se dirige a Ti para que me enseñes a orar. Y Tú cuando rezabas al Padre buscabas el sitio y el momento más adecuado. Te retirabas…buscabas la soledad de la noche…y ahí te encontrabas con tu Padre. Después, durante el día, te metías en el ajetreo de la vida, en los problemas de la gente, en el cuidado de los enfermos. Todo tenía sentido para Ti después de haberte encontrado con el Padre. Precisamente por retirarte a orar en la soledad de la noche, podías dedicarte al fecundo servicio de los hermanos durante el día. Haz que te imite un poco, Señor.

2.- Lectura reposada de la palabra de Dios. Mateo 6, 1-6; 16-18

Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos. Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Cuando des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que ve lo oculto, te premiará. Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión.

Vivimos en el mundo de la imagen. Los productos que no se anuncian en T.V no se venden. Y las personas que no salen nunca en   la pequeña pantalla no son importantes. Por eso nuestro mundo se alimenta de cosas superficiales. Importa más el aparentar que el ser; interesa más la fachada que el interior de la casa; y estamos más pendientes del qué dirá la gente, que del qué dirá Dios. Jesús no vive pendiente de su imagen, al contrario. Vivió feliz en el anonimato: “pasó por la vida como uno más, como uno de tantos” (Fil. 2,7). Por eso no podía soportar a los hipócritas, a los fariseos, a todos los que obraban para ser vistos por los hombres. Y luchó para que no se usara la religión –limosna, ayunos, oración- para prestigio personal. Jesús nos dice que a Dios hay que buscarlo “en lo secreto, en lo escondido”. ¿Por qué? Porque, como dijo Isaías, “Dios es un Dios escondido” (Is.45, 15). Por eso no hay que salir fuera para encontrarnos con Dios. Jesús nos remite a lo escondido del corazón, donde habita Dios. Ahí está nuestro verdadero tesoro, nuestra perla más fina, nuestro manantial más profundo. Encontrar ahí al verdadero Dios es nuestra mejor recompensa.

Palabra del Papa

“En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que «ve en lo secreto y te recompensará». Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el «alimento verdadero», que es hacer la voluntad del Padre. Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de «no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal», con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia. Benedicto XVI, 3 de febrero de 2009.

4.- Qué me dice hoy a mí este texto evangélico ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Hacer un rato de oración ante el sagrario de mi corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Te doy gracias, Señor, porque has aparecido ante nosotros: humano, sencillo, humilde, rocero, amigo de los que nunca salen en la prensa, nunca reciben galardones, nunca buscan los mejores cargos, nunca se sientan en la mesa de los poderosos. Gracias, porque Tú sí que eres de los nuestros.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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Comentario – Miércoles XI de Tiempo Ordinario

(Mt 6, 1-6. 16-18)

Este texto da por supuesta la validez de esta triple práctica de la limosna, el ayuno y la oración, y no niega su valor; pero invita a purificar la intención con que se realizan estas prácticas.

Hechas con el deseo de ser bien vistos por la sociedad, estas prácticas no tienen valor alguno a los ojos de Dios, y la única paga que merecen es el vano reconocimiento social, la alabanza vacía y efímera del mundo.

En el caso de la limosna, el pedido de que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha es una invitación a la gratuidad total, a hacer el bien porque sí, sin detenerse siquiera en la autocomplacencia.

En el caso del ayuno invita a hacer todo lo posible por disimularlo, perfumando la cabeza, de manera que se ofrezca una imagen de bienestar y no de privación, lo cual implica una completa renuncia a la apariencia, de manera que la renuncia a la vanidad, da al ayuno su auténtico valor.

Y en el caso de la oración, invita a ofrecer un espacio interior exclusivo para Dios, sólo para su gloria, que pierde completamente su sentido si se busca ese tiempo de oración para ser bien visto.

A esta renuncia total a la apariencia, el texto le atribuye un valor peculiar, y es esa renuncia lo que hace que se prometa una hermosa recompensa divina a la limosna, la oración o el ayuno.

Oración:

«Señor, dame la gracia de renunciar al cuidado de la imagen, a la preocupación por la apariencia, y concédeme que pueda hacer obras buenas sólo para ti; purifícame de la vanidad y libérame de desgastar mis energías pensando en la mirada de los demás».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

La tempestad calmada – Marcos 4, 35-40

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. El estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: – Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma. El les dijo: -¿Porqué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: – Pero ?quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Explicación

Era por la tarde, y Jesús dijo a los discípulos que le llevaran a la otra orilla del lago. En medio de la travesía se levanto un huracán y las olas casi hacían hundir a la barca. Los dicípulos asustados llamaropn a Jesús que estaba durmiendo. Jesús se desperto y y les dijo: -¿Por qué estáisóasustados, hombres de poca fe? Entonces ordenó al viento y al lago que se callasen y se prudujo una gran calma. Los discípulos estupefactos comentaban: – ¡Hasta los vientos y las aguas le obedecen!

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XI de Tiempo Ordinario

En la segunda carta a los Corintios S. Pablo les insiste  sobre la importancia que tiene para nuestra vida de fe la práctica de la solidaridad con los hermanos que están sufriendo especiales dificultades. El mismo apóstol les había informado sobre las calamidades que seguían padeciendo los cristianos de la región de Jerusalén, que él conocía muy bien. De aquellas primeras comunidades cristianas habían surgido los primeros misioneros que estaban difundiendo la fe en Jesús por muchas ciudades y regiones del imperio romano. De ahí que el deber de gratitud por la fe recibida, se debía expresar a través de una ayuda concreta a sus hermanos  en Cristo.

Les recuerda que si son generosos con sus hermanos necesitados: “Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio vuestro, se dará gracias a Dios”.

En el evangelio se nos habla de la forma como hay que compartir, qué sentimientos e intenciones debemos cultivar cuando se trata de colaborar, dar limosna y hacer el bien. Las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los demás, posición de poder o privilegios.

Siempre recuerdo de mis tiempos de misionero en Paraguay recorriendo los campos de Yhu, Caaguazú, lo que me sucedió en una pequeña comunidad campesina.  Tenían escuela, pero querían construir también un Oratorio o Capilla. El deseo era muy bueno,  pero no tenían fondos para conseguir las maderas que se necesitaban. Alguien de los que se habían reunido conmigo para tratar el tema sugirió que había que formar una pequeña comisión e ir a pedir ayuda  a un estanciero  rico que vivía en la zona. A todos les pareció muy bien. Pero   uno de los reunidos dijo: “Padre, las obras comunitarias se hacen con las promesas de los ricos y la platita de los pobres. Sí, te prometen una vaca o lo que haga falta, pero lo prometido nunca llega y nosotros necesitamos construir pronto nuestro Oratorio”.

No todos los ricos son iguales en sus sentimientos  y ganas de colaborar, gracias a Dios.  Pero ya en el evangelio advierte nuestro Señor: “Cuando tú hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mateo, 6, 3). Es decir, ayudar sí, pero sin ostentación ni por vanidad.

No cabe duda que muchas personas que encuentran a veces dificultades para practicar la fe, pero se consideran creyentes y quieren vivir de verdad una relación personal con Dios encuentran en la práctica de la solidaridad con los necesitados la expresión concreta de su fe. En una palabra, no son de mucho rezar o leer la biblia, pero practican con generosidad la caridad. El apóstol Santiago ha dejado escrito en su carta: “Yo te mostraré por las obras mi fe”.

Carlos Latorre

Meditación – Miércoles XI de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles XI de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 6, 1-6.16-18):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Hoy, Jesucristo exige a los fariseos «hacer el bien» con «buena intención». Para ser buenos, no basta con hacer «cosas buenas», sino que se requiere «hacerlas bien» y realizarlas en un «contexto bueno». Los fariseos caían en el vicio de hacer cosas que eran buenas (dar limosna…) para aparentar ser buenos. Esta falta de coherencia disgusta mucho a Dios.

Lo primero es que hagamos acciones que sean constructivas para nuestro ser (el mío y el de los demás). Decir una mentira, por ejemplo, es algo destructivo: a mí me hace mentiroso; al otro le «contamino» su inteligencia. Sólo lo bueno hace buena mi voluntad. Pero, además de un «buen punto de partida», se requiere una «buena dirección» (recta intención). Si hago algo bueno pero con mala intención, estoy, en definitiva, obrando «para» el mal. Han de ser buenos, por tanto, el «qué» y el «para qué».

—Dios mío, quiero besarte, pero no para «entregarte», sino para «entregarme» a Ti.

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – Miércoles XI de Tiempo Ordinario

MIÉRCOLES DE LA XI SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Para la feria cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • 2Cor 9, 6-11. Dios ama “al que da con alegría”.
  • Sal 111. Dichoso quien teme al Señor.
  • Mt 6, 1-6. 16-18. Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

Antífona de entrada          Sal 26, 7. 9
Escúchame, Señor, que te llamo. Tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

Acto penitencial
Comencemos, hermanos, la celebración de los sagrados misterios, en la que Jesús se hará presente entre nosotros por medio de su Palabra y del Pan y del Vino de la Eucaristía; y puestos en su presencia, confesamos humildemente nuestros pecados.

• Tú que has venido a buscar a los pecadores. Señor, ten piedad.
• Tú que acoges y te relacionas con todos. Cristo, ten piedad.
• Tú que eres la misericordia personalizada. Señor, ten piedad.

Oración colecta
DIOS, todopoderoso y eterno,
orienta nuestros actos según tu voluntad,
para que merezcamos abundar
en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Hermanos, desde la intimidad de nuestro corazón, dirijamos a Dios Padre, que ve en lo escondido, la oración de toda la Iglesia.

1.- Para que Dios proteja y guíe a su Santa Iglesia. Roguemos al Señor.

2.- Para que Dios conceda a la Iglesia vocaciones que vivan para alabarlo y extender su Reino. Roguemos al Señor.

3.- Para que dé a los gobernantes el sentido de la justicia, de la libertad y de la paz. Roguemos al Señor.

4.- Para que crezca entre todos los ciudadanos el sentido de la solidaridad. Roguemos al Señor.

5.- Para que vivamos siempre con sinceridad, sin aparentar falsedades. Roguemos al Señor.

Oh Dios, que conoces y miras en lo más profundo de nuestros corazones, escucha nuestras oraciones y enséñanos a vivir sin exhibicionismos, de forma que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace nuestra derecha. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios que, según la doble condición
de los dones que presentamos,
alimentas a los hombres
y los renuevas sacramentalmente,
concédenos, por tu bondad,
que no nos falte su ayuda
para el cuerpo y el espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 26, 4
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.

Oración después de la comunión
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora
nos gloriemos siempre del don que nos haces
Por Jesucristo, nuestro Señor.