Lectio Divina – San Pedro y san Pablo

1.- Oración introductoria.

Señor, en la fiesta de San Pedro me siento limitado como él; pecador como él; pero también muy querido de Ti como él. Haz que, como Pedro, yo también sepa superar mis pecados, mis deficiencias, mis negaciones, por la fuerza de mi sincero amor. Haz que, como Pedro, sienta de cerca tu perdón, tu fiel amistad, tu amor desbordado hacia mí. Y que, con la abundancia de tu amor, sepa yo también amarte con todo mi corazón.  

2.- Lectura reposada del Evangelio: Mateo 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».4Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».5Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». 16Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

En el evangelio caemos en la cuenta de que a Jesús le interesa la opinión de la gente: lo que piensa, lo que dice, lo que acepta, también lo que no le gusta de Él.  Pero todavía le interesa más la opinión de los suyos, de los que están con Él, de los que le siguen cada día.  A esta pregunta no podemos responder con teorías ni con evasivas. Debemos responder con sinceridad. En este caso es el propio Pedro el que contesta.   Aparentemente Pedro da una buena respuesta: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”. Respuesta que recibe un elogio del mismo Jesús. Pero hay que seguir leyendo el evangelio y nos daremos cuenta de que esta respuesta es insuficiente ya que, cuando Jesús les dice que el Mesías debe padecer mucho y morir, San Pedro protesta enérgicamente: “De ninguna manera debe pasarte eso a ti”. Y Jesús le da una respuesta muy dura: “Apártate de aquí, Satanás”. Pedro se equivocó al pretender dar lecciones a Jesús marcándole el camino que debía seguir. El camino lo marco yo. Tú, ponte detrás de mí. En honor a Pedro, éste supo dar una buena respuesta cuando, después del anuncio de la Eucaristía, Jesús pregunta: ¿También vosotros queréis marchar? Y Pedro, en nombre de todos, contesta: Maestro, ¿adónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn. 6,68). Una respuesta válida para todos los tiempos: Sin Cristo estamos perdidos, no sabemos dónde ir. Sus palabras saben a vida eterna. Con Pedro, Cristo nos da también a nosotros las llaves para “abrir el libro de la vida” y descubrir el sentido de nuestra historia.

Palabra del Papa

En el Evangelio de hoy Jesús plantea dos preguntas a sus discípulos. La primera: “La gente, ¿quién dice que es el Hijo del hombre?” es una pregunta que demuestra en qué medida el corazón y la mirada de Jesús están abiertos a todos. A Jesús le interesa lo que piensa la gente no para complacerla, sino para poder entrar en comunicación en ella. Sin saber lo que la gente piensa, el discípulo se aísla y empieza a juzgar a la gente según sus pensamientos y convicciones. Mantener un sano contacto con la realidad, con lo que la gente vive, con sus lágrimas y sus alegrías, es la única forma de poder ayudarle, de poder formarla y comunicar con ella. Es el único modo de hablar al corazón de las personas tocando su experiencia cotidiana: el trabajo, la familia, los problemas de salud, el tráfico, la escuela, los servicios sanitarios, etc… Es el único modo de abrir su corazón a la escucha de Dios. En realidad, cuando Dios quiso hablar con nosotros se encarnó. Los discípulos de Jesús nunca deben olvidar de dónde fueron elegidos, es decir de entre la gente, y nunca deben caer en la tentación de asumir actitudes distantes, como si lo que la gente piensa y vive no les afectase y no fuese importante para ellos. (Homilía de S.S. Francisco, 10 de noviembre de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Guardo silencio).

5.-Propósito: Hoy hago un ejercicio práctico: trato de descubrir la opinión de la gente sobre mí.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Gracias, Dios mío, porque hoy también me preguntas a mí: ¿Y tú qué piensas de mí? No caben respuestas teóricas. Yo me siento pobre, pequeño, limitado. pecador; pero soy sincero cuando afirmo que Tú Señor, eres mi pan y mi vino; mi aire y mi sol; mi suelo y mi cielo. Sin Ti yo no soy nada; sin Ti me siento totalmente perdido.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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El fundamento más sólido

1.- Ni san Pedro sin san Pablo, ni san Pablo sin hacer mención de san Pedro. La Iglesia ha considerado siempre a estos dos gigantes discípulos de Jesús como el fundamento sólido de la predicación cristiana. La creación de las primeras comunidades no se explica si no se habla del testimonio personal, continuo, decisivo, de Pedro y de Pablo. Nuestra fe como cristianos del siglo XXI está sólidamente fundamentada porque tiene como base el testimonio de vida y palabra de estos dos apóstoles.

Pedro toma la palabra, montones de veces, en nombre de todos los doce primeros seguidores; Pedro dirige, junto a Santiago, el pariente de Jesús, la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Pero bien poco sabemos de lo que ocurrió con Pedro desde la asamblea de Jerusalén, hacia el año 49, hasta su muerte en Roma, capital del imperio, hacia los años 64-67. Se dedicó a dar testimonio de Jesucristo especialmente entre los judíos, sin descuidar a los paganos.

Continuó su trabajo, después de Jerusalén, en Antioquia y, luego, no sabemos en qué fecha exacta, fue a Roma, en donde murió mártir de Jesucristo, bajo el poder del emperador Nerón.

En el siglo II, nos lo cuenta el primer historiador de la Iglesia, se mostraba, con gran orgullo, su tumba en la colina Vaticana. Fue siempre venerado como el primer testigo de la resurrección de Cristo, confirmador de la fe de todos los seguidores de Jesús y se citaba, con gran respeto, que Jesús mismo lo había declarado la piedra sobre la que el mismo Jesucristo edificaría su comunidad de salvación. Pedro, que durante la pasión, había traicionado a su Señor, había recibido del mismo Jesús resucitado, el encargo de pastorear a todas las ovejas de Cristo. Para esas comunidades cristianas, Pedro podía ser la piedra o podía ser Satanás, pero Pedro había recibido el encargo de ser piedra esencial en la construcción de la fe cristiana y a ella había dedicado su vida toda, sellando con su sangre su testimonio de fidelidad a Cristo.

2.- Pablo, por otra parte, llevado por su mentalidad farisea, había sido perseguidor de los cristianos, fue, después, apóstol incansable de Jesucristo, a partir de un encuentro personal con el Señor resucitado en el camino de la ciudad de Damasco. De carácter fuerte decidido, era capaz de enfrentarse públicamente al mismo Pedro, al que respetaba como primer y esencial testigo de la resurrección de Jesús, cuando creía que el comportamiento de Pedro no era coherente con la fe que proclamaba.

Pablo sufrió por su Señor persecuciones de toda clase y fue azotado, encarcelado, apedreado y maltratado de muchas maneras y en muchos lugares por mantenerse fiel a su fe en Jesucristo. Escribió muchas cartas a las comunidades a las que había predicado personalmente su fe y a las que se atrevía a regañar con acritud porque todas ellas sabían que también era capaz de dar su vida por cada una y por todas. Estableció continuadores de su misión allí en donde no podía seguir presente porque la urgencia de anunciar el Reino de Dios lo arrastraba hacia otros lugares.

Llevado preso, por su fe, a la capital del imperio, según la tradición fue allí martirizado bajo el poder de Nerón, sellando también con su sangre su testimonio de vida y palabras, su magisterio y apostolado, su pastoreo de las ovejas del Señor Jesús. La Iglesia los venera juntos y celebra su memoria el mismo día porque, gracias a Pedro y Pablo, puede basar su fe sobre la resurrección de Jesucristo y mantener la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios en la tierra.

3.- Jesús pregunta a sus seguidores qué pensaba de Él la gente. Que la gente lo tenía por profeta, por persona que hablaba en nombre de Dios, queda evidenciado por la respuesta que le dan. Jesús exige ahora a sus seguidores inmediatos que digan ellos quién es El. Ellos responden que el Cristo, el Mesías, el ungido, sacerdote, profeta y rey. La comunidad cristiana primitiva, a través de esta página evangélica, nos dice lo que toda ella pensaba acerca de Jesús.

Jesús rechaza toda vinculación entre el título que le dan sus seguidores y la familia de David, a eso se debe que no quiere que se lo digan a nadie; Jesús rechaza la instalación institucionalizante que David había significado para la fe nómada que era la fe de Abrahán.

Pedro toma la iniciativa, en nombre de todos, para responder. En la comunidad en la que Pedro era la figura clave para la fe, en la comunidad que expresa su fe con el evangelio según Mateo, Pedro recibe la promesa de que la fe y la comunidad basadas sobre esa confesión de fe no va a morir. Jesús no promete a Pedro edificarle a él una Iglesia, sino que Él, Jesús, edificará sobre Pedro, sobre su fe, una Iglesia para Cristo; por eso dice “mi Iglesia”.

Lo de “atar y desatar” tiene que ver con el bautismo, que era la única forma de perdón de los pecados que existía durante el siglo primero de la Iglesia; y la misma promesa que Cristo hace a Pedro, es hecha a todos los apóstoles en el evangelio según San Juan y en el mismo evangelio de Mateo. El Bautismo era para el perdón de los pecados, y todavía se dice así en nuestro credo católico: “Creo en un solo bautismo para el perdón de los pecados”.

La Iglesia nos dice que Pedro y Pablo sellaron el espléndido testimonio de su vida muriendo como Cristo; porque quien vive como Cristo va a morir como murió Cristo: Derramando su sangre al servicio de los demás, al servicio de su Iglesia, al servicio de la comunidad. Pedro y Pablo nos dicen hoy que el Señor Jesús está dispuesto a ayudarnos y a darnos fuerzas en esta misión que es tanto nuestra misión como de Pedro y de Pablo. ¿Seremos capaces de seguir su ejemplo?

Antonio Díaz Tortajada

Comentario – Martes XIII de Tiempo Ordinario

(Mt 8, 23-27)

Se nos ofrece aquí una de las escenas donde aparece la debilidad de los discípulos. Esos mismos discípulos serán los que luego se empeñarán valientemente en la predicación del evangelio, hasta dar la vida por Jesús. Pero aquí se los ve abrumados por el miedo, asustados, incrédulos.

En el lago de Galilea no eran poco frecuentes estas tormentas violentas y repentinas. Y algunos de los discípulos eran pescadores, ya habituados a lidiar con esos imprevistos. Sin embargo, esta tormenta era diferente, y los había vencido.

Jesús calma la tormenta en el mar ante la mirada asombrada de los discípulos. El mar simbolizaba las fuerzas ocultas del mal, ante las cuales el hombre se siente impotente, porque superan su capacidad de comprensión y de acción. Pero en toda la Biblia Dios aparece dominante por encima del mar. No hay poder que no pueda rendirse ante la majestuosa presencia de Dios.

Aquí Jesús duerme plácido en medio de la tormenta marina, y los discípulos lo despiertan llenos de temor. Pero Jesús con su sola palabra, dando una orden, se manifiesta como dominador de las fuerzas misteriosas. Sobrevino una calma perfecta, símbolo de la paz que trae el Mesías.

Jesús, tanto en el sueño como en la acción, aparece como el Señor, dueño de la situación, lo cual contrasta con la angustiosa impotencia y el tremendo miedo que experimentan los discípulos.

La reacción de admiración de los discípulos no perduró cuando, en la pasión, abandonaron a Cristo por temor. Pero en este texto la admiración los lleva a reconocer a Jesús como Señor, digno de obediencia, porque a él se someten hasta las fuerzas misteriosas e incontrolables de la naturaleza.

 

Oración:

«Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fragilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida ni puedo dominar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguridad que me permite enfrentarlo todo».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Dos personas para Dios

Pedro, piedra sobre la que edificó el Señor
Pablo, altavoz por el que irrumpió el Señor
Pedro, piedra que se desgajó en tres negaciones
Pablo, piedra que se rompió camino de Damasco

Pedro, hombre primario, impetuoso y fiel
Pablo, hombre elocuente e inteligente
Pedro, pescador y hombre sencillo
Pablo, guerrero e incisivo

Pedro, arrepentido ante el Maestro
Pablo, convertido en un inolvidable camino
Pedro, enamorado de Cristo
Pablo, entusiasta de la expansión del Evangelio

Nunca, dos personas tan diferentes,
dieron tan afinado acorde a la vez: CRISTO
Por El, con El y en El sellaron sus vidas de idéntica manera
y en distinta forma: con el martirio
Por El, con El y en El depositaron sus esperanzas y sus esfuerzos
sus ilusiones y sus esperanzas
Por El, con EL y en El, estimaron todo basura comparado
con el secreto que habían descubierto

Nunca, dos personas tan diferentes,
se unieron con un mismo criterio y con un gran ideal: CRISTO
Desde entonces para los cristianos, Pedro y Pablo,
Son columnas de esa gran iglesia que, contra viento y marea,
sigue presentando al mundo lo que fue medular en ellos: CRISTO

Javier Leoz

San Pedro y San Pablo

1.- Al llegar la festividad de San Pedro y de San Pablo salen a flote los primeros pasos de nuestra era cristiana, tomando cuerpo en dos personas que fueron cimientos y puntales de los primeros tiempos de la evangelización cristiana.

Era la hora de la verdad:

-De dar razón de las palabras de Jesús hasta los últimos confines de la tierra

-De pasar del dicho al hecho…..incluso vertiendo la sangre

-De no seguir con miradas perdidas en el cielo

-De probar la verdad o la fragilidad de la fe en el discipulado

2.- SAN PEDRO Y SAN PABLO

-Son columnas de ese gran edificio espiritual que es nuestra Iglesia

-Son testimonio de un Cristo vivo de, aquellos, que lo supieron escribir con sangre

-Son, tan distintos, que fueron capaces de unirse en lo esencial: ¡por encima de todo el afán evangelizador!

-Son punto de referencia a la hora de tomar un camino u otro en nuestra vida cristiana. Como San Pedro…a veces corremos el riesgo de quedarnos “con y en los nuestros”. Como San Pablo….qué bien nos vendría si Dios nos tirase de nuestro particular, altivo y querido caballo (orgullo, hipocresía, mentira, debilidad, falsos prejuicios, cobardía…..) para aventurarnos a lo nuevo sin miedo.

3.- SAN PEDRO Y SAN PABLO

-En uno Jesús puso la familiaridad y la cercanía, el compañerismo y….hasta le leyó de antemano las contradicciones en las que caería en los aledaños de la Pascua.

-Con el otro, Dios, quiso saltar las fronteras de una Fe que podía haberse quedado encerrada en las cuatro puertas de Palestina

-En uno sobresale aquello de “ser amigo de sus amigos”. No le acompañó precisamente ni la ciencia ni las letras…..pero tuvo la virtud de ser sencillo como una paloma y noble como el oro. Jesús…le hizo entrega de las llaves de esa gran familia que es nuestra Iglesia.

-Con el otro….Dios hizo el milagro de la conversión radical. Pasó de ser adversario a ser “fan” y propagandista de Jesús. Se sintió derribado de sus esquemas y de sus acepciones, de su sabiduría y de su altanería. Todo lo estimó en basura…cuando lo comparaba con el amor/riqueza de Cristo. Pasó de la vehemencia a la docilidad ante su Dios.

Dios no quiere a superhombres para llevar a cabo su Reino. Dios quiere respuestas. Pedro le falló en las horas más decisivas de la Pasión de Jesús. Pablo se convirtió en uno de los más sangrientos perseguidores. Pero, después, con un “sí” uno pasó de ser pescador en Galilea a ser pescador de almas. El otro, de ser un incrédulo, guerrero e intelectual, pasó a ser un enamorado de la causa de Jesús. Dos personas distintas con un mismo denominador común: “Jesús… ¡todo por Jesús!”

4.- LOS NUEVOS “PEDRO” Y LOS NUEVOS “PABLO”

Aún con nuestras historias (buenas o malas), limitaciones (que son otras tantas), con los caminos emprendidos (a veces contrarios a la fe), aún siendo como somos (y mira que somos complicados)……Dios sigue contando con nosotros: pone el tesoro de su Reino en nuestras manos aún a sabiendas que siempre serán empecinadas y constantes vasijas de barro.

En esa carne (débil y pecadora) que somos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, Dios va manifestándose todos y cada uno de los días. Ojalá seamos capaces de ofrecer a DIOS nuestra vida de tal manera que nos sintamos “menos superhombres” y “más amigos de Dios”

Con todo ello, en este día de los pilares de la iglesia, tenemos un recuerdo y oración especial por ese testigo del evangelio que nos ensambla con el primer testimonio de los apóstoles y que es signo de unidad, de caridad y de comunión en toda la iglesia: Benedicto XVI ¡Feliz día de San Pedro y de San Pablo!

Javier Leoz

Oración de los fieles – Domingo XIV de Tiempo Ordinario

Nosotros sabemos que nuestro Dios es un Dios que ayuda, que salva, que responde. Por eso traemos a su presencia nuestras peticiones con la seguridad de que serán escuchadas. Y respondemos:

ATIENDE NUESTRA SÚPLICA, SEÑOR

1.- Por la Iglesia portadora del mensaje de salvación; y por el Papa Francisco, para que no se canse de llevar a todos los confines de la tierra la Palabra de Dios. OREMOS

2.- Por los obispos, sacerdotes y diáconos de todo el mundo; para que tengan la valentía de ser profetas, aunque eso les cree problemas. OREMOS

3.- Por todos los que escuchamos la Palabra; para que la oigamos con el corazón y no nos quedemos indiferentes ante su mensaje. OREMOS

4.- Por todas las personas que no tienen acceso a escuchar la Palabra; para que el Señor mande hombres generosos a llevar tan preciado don. OREMOS

5.- Para que el Señor nos ayude a aceptar, a comprender, a tolerar, a esas personas que nos incomodan y que a veces nos hacen daño. OREMOS

6.- Por todas las familias que tienen conflictos y desavenencias; para que el Señor les dé la gracia del diálogo y del perdón. OREMOS

7.- Por los que estamos celebrando esta Eucaristía; para que nos tomemos en serio la Palabra, la guardemos en nuestro corazón y nos dejemos interpelar por ella. OREMOS

Todas estas peticiones las ponemos en manos del Padre por mediación de Jesucristo, su Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.


Padre, acudimos a Ti, como Pablo, mostrando nuestra debilidad confiando así en tu gracia. Así pues repetimos:

HAZNOS FUERTES EN TI, SEÑOR.

1. – Por el Papa, para que sea fiel reflejo la fortaleza de Dios. OREMOS

2. – Por los gobernantes para subsanen con eficacia las debilidades de sus ciudadanos. OREMOS

3. – Por la fe de los niños y los jóvenes para que tengan siempre el ejemplo de un profeta al que seguir. OREMOS

4. – Por todos los están débiles: enfermos, los que sufren, los que están solos, para que encuentren en Cristo la fortaleza necesaria para afrontar sus dificultades. OREMOS

5. – Por todos nosotros para que la celebración dominical aumente nuestra adhesión a Cristo y seamos profetas en nuestra tierra. OREMOS

Padre, acoge estas súplicas y atiéndelas con generosidad. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

Recursos – Ofertorio Domingo XIV de Tiempo Ordinario

PRESENTACIÓN DE UN LIBRO DE TEOLOGÍA

(Un libro de teología o de exégesis bíblica, que puede ofrecer el o la responsable de la catequesis de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy este libro, expresión del conocimiento teológico o bíblico. Realmente el conocimiento no está reñido con la sencillez y humildad de corazón, aunque quien se fía exclusivamente de lo que sabe y no lo relativiza, ése se opone a la gente sencilla de la que habla el Evangelio. Nosotros y nosotras, Señor, queremos crecer en experiencia y sabiduría de Ti y, desde ellas, conocer toda la realidad con tu mirada. Para ello, confiamos en que Tú llenes nuestros corazones con tu Espíritu y, así, podamos sentir, ser y vivir sólo desde Ti y para Ti.

PRESENTACIÓN DE UN NIÑO O UNA NIÑA DE LA COMUNIDAD

(Esta ofrenda la debe hacer su mismo padre)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo a mi propio(a) hijo (hija). Y lo hago en la esperanza de que Tú me enseñes, a través de él (ella), lo que significa tener un corazón como el suyo, capaz de fiarse como él (ella) lo hace, de sentir y de ser como un niño (una niña). Tú nos dijiste que si no nos hacíamos como uno/a de éstos/as no entraríamos en el Reino de los cielos. Y yo, así como toda la comunidad, lo único que deseamos es hacernos digno de Ti y poder compartir contigo la vida de la que nos quieres hacer copartícipes. No nos dejes que crezcamos en esas viejas cosas y formas de ser de las que somos especialitas la gente adulta. Haznos semejantes a los/as más pequeños y pequeñas, y da la vuelta a nuestros corazones.

PRESENTACIÓN DE UN VASO DE ACEITE

(Puede hacer la ofrenda cualquiera que viva un compromiso en los ámbitos más difíciles y fronterizos de la Iglesia y de la fe)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco este vaso de aceite, símbolo de la acogida y del querer ser, como tu Hijo, bálsamo y calmante de cualquier hombre y mujer en tantas dificultades como sufren en la vida. Igual que la comunidad lo es para quienes nos comprometemos en los ámbitos más complicados y difíciles del mundo y de la sociedad, todos nosotros y nosotras lo queremos ser de todos los hombres y mujeres. Nuestra preocupación es servirles. No permitas, tampoco, que tu Iglesia lo olvide, ya que ella es maestra y que, como tal, se ha de desvivir por todos y todas y cada uno/a de sus hijos e hijas, la humanidad entera.

PRESENTACIÓN DE UN MAPA DE CARRETERAS

(Hace la ofrenda un(a) joven)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo este mapa de carreteras, que es una guía para no desorientarse y perderse por los caminos. Y lo hago, porque quiero, en nombre de toda esta comunidad, decirte que Tú eres nuestro mapa y nuestro guía, el camino que queremos seguir para volver al Padre y a su Reino. No permitas que nos distraigamos ni que nos desorientemos.

PRESENTACIÓN DE UNA CESTA LLENA DE RICAS FRUTAS

(Lo pueden llevar dos niñas de la comunidad y otra tercera hace la ofrenda)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Aquí tienes, Señor, esta cesta repleta de ricas y sabrosas frutas, que te las ofrecemos personalmente, pero también en nombre de toda la comunidad, con el propósito de ser todos nosotros y todas nosotras como los buenos y sanos árboles que las han producido. No consientas que nuestras vidas sean estériles. Haznos, por tu abundante gracia, dar frutos de vida cristiana.

Música – Domingo XIV de Tiempo Ordinario

Entrada: Sálvanos, Señor Jesús. Apéndice.(Apéndice) El Señor es mi fuerza. CLN 717; Señor  tú eres mi refugio CN 701; Vienen con alegría CLN 228
Introito en latin: Suscepimus Deus (Canto gregoriano)
Misa: En los meses de Julio y Agosto, en zonas con turistas extranjeros puede cantarse la Misa de Angelis
Salmo y Aleluya: Misericordia, Señor, misericordia. (Propio)
Ofertorio: Te presentamos CLN-H3  
Santo:  CLN-I 4.
Paz: Guarda mi alma en la paz  CLN-710
Comunión:  Acerquémonos todos al altar: CLN 024; Comiendo del mismo pan CLN 027; Por valles y aldeas CLN 273 Una espiga  CLN 017
Final: Loado mi Señor. (Liturgia de las Horas) N 74

Comentario al evangelio – San Pedro y san Pablo

Cerramos el mes de junio con la solemnidad de San Pedro y San Pablo. Uno de los himnos de la Liturgia de las Horas hace una hermosa semblanza de ambos:

    Pedro, roca; Pablo, espada.
    Pedro, la red en las manos;
    Pablo, tajante palabra.

    Pedro, llaves; Pablo, andanzas.
    Y un trotar por los caminos
    Con cansancio en las pisadas.

¿No os llama la atención el hecho de que la liturgia celebre en un mismo día a estos dos apóstoles tan distintos? Tenemos elementos históricos suficientes para saber que entendieron y vivieron el seguimiento de Jesús con estilos diversos. Y, sin embargo, los recordamos juntos. ¿Qué significa esto? Cada uno de nosotros estamos llamados a buscar alguna respuesta. A mí me parece que con esta fiesta se nos invita a no separar dos formas de vivir el evangelio y de construir la iglesia. Pedro representa la referencia permanente a Cristo, como roca, la necesaria unidad de todas las comunidades de seguidores. Pablo simboliza la fuerza centrífuga, la esencial apertura de la iglesia más allá de sí misma, en una continua fidelidad al Espíritu que la empuja. Pero uno y otro han experimentado en carne propia que la gracia ha vencido a la ley. Uno y otro saben que Jesús no es patrimonio de los judíos circuncisos sino un tesoro para toda la humanidad. Uno y otro saben que la obediencia y la libertad son dos caras de la misma moneda. Y uno y otro han rubricado con su martirio la fidelidad a un amor que ha transformado sus vidas de principio a fin. Dos estilos, sí, pero también una misma pasión, y un mismo Cristo en el centro de sus corazones.

Cuando pienso en Pedro no pienso sólo en el Obispo de Roma. Cuando pienso en Pablo no me limito a imaginar un propagador de la fe. Todos somos herederos de Pedro y de Pablo. Circula en todos nosotros sangre de Pedro y sangre de Pablo.

En el supermercado de opiniones sobre Jesús, todos nosotros somos invitados a hacer nuestra la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

En la encrucijada de tentaciones, cada uno de nosotros somos invitados a hacer nuestra la confesión de Pablo: «He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe».

Ciudad Redonda

Meditación – San Pedro y san Pablo

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y san Pablo.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 16, 13-19):

En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Hoy es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo. «Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro esclarecido de la verdad» (Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe apostólica, que es también la nuestra, proclamada por estas dos columnas con su predicación. Es la fe que vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras fiestas de los apóstoles san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy contemplamos aquello que permite nombrarlos como «primeros predicadores del Evangelio» (Colecta): con su martirio confirmaron su testimonio.

Su fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su capacidad humana. No fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro quién era Jesús, sino la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17). Igualmente, el reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor fue claramente, para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la libertad humana que pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.

La fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada día, en la Iglesia, Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!’» (San León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud de cristianos de todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa que pueda establecer diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente la misma fe victoriosa.

Por el bautismo y la confirmación estamos puestos en el camino del testimonio, esto es, del martirio. Es necesario que estemos atentos al “laboratorio de la fe” que el Espíritu realiza en nosotros (San Juan Pablo II), y que pidamos con humildad poder experimentar la alegría de la fe de la Iglesia.

+ Mons. Pere TENA i Garriga