Lectio Divina – Jueves XIII de Tiempo Ordinario

1.- Introducción

Hoy, Señor, vengo a la oración para que me cures. Es un grave error el pensar que los milagros que tú realizaste en otro tiempo sólo se referían a aquellas personas que vivían en el siglo primero y entraron en relación contigo. Lo importante es el significado de aquellos acontecimientos que tendrían un valor perenne y permanente para todos los tiempos. Hoy soy yo el que quiero aprovecharme de aquel milagro. Hoy necesito que me cures mi parálisis espiritual.

2.- Lectura sosegada del evangelio Mateo 9, 1-8

Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice entonces al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

Ser curado de una enfermedad siempre es gratificante, como lo fue para este paralítico.  Naturalmente que ese hombre se sentía feliz de poder caminar. Ya no exigía más a Jesús. Pero Jesús, que nos conoce por dentro, sabe que tenemos en el corazón ataduras internas, parálisis del alma, que nos impiden ser felices. Por eso no se limita a otorgar al paralítico una curación meramente externa para poder moverse por este mundo y no depender ya de otros. Quiere liberar a este hombre de la parálisis interior, la que le impide caminar en el mundo del espíritu, en el mundo de Dios. Quiere liberarle del pecado como “alienación total”. Por eso se le acerca y le dice: “Tus pecados te son perdonados”.   La curación física del paralítico sólo es la señal y garantía del poder de Jesús para liberarnos del todo.  Esta fuerza liberadora de Jesús se hace presente en el Sacramento del perdón. Jesús siempre lo vinculó a un banquete o a una fiesta. Debería ser el Sacramento de la alegría y nosotros, a veces, lo hemos convertido en el sacramento del miedo. Algo estamos haciendo mal cuando el Sacramento de la ternura lo hemos convertido en Sacramento de la tortura. Y aquello que debería ser una fiesta se ha convertido en fuente de tristeza y angustia. Urge resituar este sacramento en la perspectiva de Jesús.

Palabra del Papa

El sacramento de la penitencia ha sido, a menudo, el centro de reflexión de los pastores de la Iglesia, por su gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que «toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad». La Iglesia, continuando el anuncio de perdón y reconciliación, proclamado por Jesús, no cesa de invitar a toda la humanidad a convertirse y a creer en el Evangelio. Así lo dice el apóstol Pablo: «Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios». Jesús, con su vida anuncia y hace presente la misericordia del Padre. Él no ha venido para condenar, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para dar la vida eterna; así, en el sacramento de la penitencia, en la «medicina de la confesión», la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial del enfermo, 11 de febrero de 2012).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Ir a la próxima confesión a sentir la ternura de Dios, mi Padre (Buscaré al confesor que me haga posible esta experiencia).

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Jesús, hoy he descubierto tu proyecto sobre el Sacramento del Perdón. De ninguna manera pensabas en angustiarnos y fastidiarnos; al contrario, sólo pensabas en aliviarnos, liberarnos, sacarnos de una religión de miedo y llevarnos a la religión del amor y de la ternura de Dios, nuestro Padre. Tú, Señor, siempre celebraste este sacramento en un contexto de banquete y de fiesta. Y es que para Ti no hay mejor fiesta que la de convencernos a todos nosotros que eres el Dios del amor, de la liberación, de la cercanía, de la alegría y la fiesta.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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Comentario – Jueves XIII de Tiempo Ordinario

(Mt 9, 1-8)

En este texto un escriba, especialista en la Ley de Dios, un teólogo de aquella época, critica a Jesús porque perdonó los pecados al paralítico, y el perdón sólo puede venir de Dios.

Pero Jesús se presenta como instrumento del perdón del Padre, y cura al paralítico para dar un signo de la autenticidad de su misión, porque en aquella época se consideraba que Dios no podía darle poder para hacer milagros a un hombre pecador.

Este prodigio de alguna manera confirmaba que la misión de Jesús venía de Dios. Por eso mismo, algunos terminaron diciendo que el poder de Jesús venía del demonio (Lc 11, 14-15).

Aquí queda claro que, si bien es Dios el que perdona, él puede derramar su perdón a través de un instrumento humano, en este caso la humanidad de Jesús. Por eso, la gente daba gloria a Dios que había dado un poder tan grande a los hombres (v. 7).

En la parálisis del hombre curado podemos ver un símbolo de nuestras propias parálisis y estancamientos, de todo aquello que nos detiene, que nos frena, y no nos permite caminar para servir a los demás, para seguir el camino que el Señor indica, para avanzar. De esas parálisis él puede curarnos, sobre todo porque tiene el poder para liberarnos de su raíz: el pecado.

Oración:

«Jesús, tú que pasaste la vida caminando para hacer el bien, no permitas que me encierre en mis males y me detenga paralizado. Dame el impulso de tu gracia para que pueda caminar decidido hacia el bien»

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

La fe ¿va perdiendo -como el carnet- puntos

1.- Hasta ahora, en España (al igual que en otros tantos países) pensábamos que por el hecho de poseer el carnet de conducir ya lo éramos indefinidamente para siempre y que, como mucho, una extralimitación o imprudencia, no iría más allá de una sanción.

Ahora llega el carnet por puntos, y ya no vale todo. Quien la hace, no es que la pague, pero si que va restando en su cuenta y puede llegar un momento en el cual no pueda circular.

En el inicio de nuestra vida cristiana también se nos dio un carnet por el Bautismo. Y como cristianos también corremos el riesgo de pensar que, por el hecho de estar bautizados, y de que Dios sea bueno y grande, tengamos derecho a todo, muy pocas obligaciones y que, incluso, nos podamos dar la satisfacción de infringir –una y otra vez- las normas mínimas de cara a una cierta calidad de vida cristiana.

Pero lo cierto es que sería bueno pensar que, en la gran carretera que son los años que vivimos, hay momentos en los que vamos restando puntos a nuestra vida ética, a nuestra conducta moral, a nuestro ser hijos de Dios, a nuestro compromiso con el mundo. Lo realizamos, unas veces, conscientemente y otras sin darle demasiada importancia. El mundo, entre otras cosas, nos ha habituado a alejar de nosotros el concepto de “culpa” o de “pecado”. Como si el “todo cuela” y el “todo vale” se constituyese en un factor-cloroformo para no desarrollar los valores evangélicos o justificar nuestras infracciones a Dios y a los demás.

2.- Viene el evangelio de este domingo y, entre otras cosas, el Señor nos dice que estamos faltos de fe:

Fallo de fe en lo que hacemos

Ausencia de fe en lo que decimos

Falta de fe en lo que creemos y en Aquel en quien creemos

–Viene la primera lectura y, ya que hablamos del carnet por puntos, nos dice que hay todo un grupo de “conductores” tocados por la fe, pero que viven rebeldemente ante Dios; que hace un tiempo que lo han olvidado; que lo han sustituido por diminutos dioses del tres al cuarto; que conducen su vida (familia, profesión, conciencia, etc.) sin más criterio que la moral personal.

–Viene la segunda lectura y, nos recuerda con San Pablo, que lejos de presumir de hacerlo todo bien, hemos de ser conscientes de aquello que nos falta para, un día, presentarnos ante Dios intachables o por lo menos con la humildad de haber intentado ser sus hijos.

Mientras tanto, y metidos en el verano, el Señor nos escolta. A unos en la playa (para que no se broncee solamente el cuerpo sino el corazón), a otros en la montaña (para que el pulmón sea oxigenado por la fe) y a otros, simplemente, en el lugar donde nos encontramos.

Lo importante es saber que el Señor sigue apostando por nosotros. Nos acompaña. Se fía de nosotros y, lejos de restar puntos a nuestras posibilidades de entrar en el Reino de los cielos, nos trae hasta la parroquia (auténtica autoescuela de fe y de esperanza) para que recuperemos la alegría de vivir, el deseo de ser fieles a él y la capacidad de no olvidarle.

3.- ¿Qué no está de moda el ser cristiano? ¿Qué ha perdido “puntos” el pertenecer a la Iglesia y defenderla? ¿Qué te señalan por el camino de la vida por ser miembro de…? ¿Qué te pueden criticar por ir contracorriente?

¡Que no nos condicione¡ Es mejor salir de la tierra, con el marcador a “0” según ciertos cánones que rigen en el mundo, y pensar que hay otro anotador, muy distinto y con otros parámetros en la eternidad, que es al fin y al cabo el que cuenta para llegar a la gran final: el encuentro con Dios.

Que no nos importe perder “ciertos puntos” en la sociedad que nos toca vivir, antes que perder aquellos otros que otorga el Señor, a los que creen en El, esperan en El y viven según El.

Para finalizar una breve reflexión; el maligno –a veces- se entrecruza en la felicidad del hombre. Eso es lo que ha ocurrido en Valencia, cuando por diversas causas, descarriló el metro con la trágica cifra de más de 30 muertos.

Que el Encuentro Internacional de Familias que está teniendo lugar también en Valencia, que es una mirada al horizonte, sea una llamada a la solidaridad, al sentimiento y a sacar de nosotros lo mejor de nosotros mismos cuando el dolor llama cruelmente a nuestras puertas.

4.- EL “MARCADOR” DE LA FE

Si vives de espaldas a Dios;
tendrás el marcador a cero
Si vives de vez en cuando con Dios;
subirás algún punto
Si pretendes ser como Dios;
tu marcador se volverá loco
Si quieres ser sólo hombre;
tu marcador durará lo que respire tu vida
Si quieres ser frío y calor a la vez;
tu marcador será variable
Si anhelas el triunfo;
tus puntos quedarán en el olvido
Si crees en un más allá;
tu marcador tendrá puntuación eterna
Si crees en Jesús;
tus puntos serán anotados en el cielo
Si esperas en Jesús;
tu marcador será la alegría y la fraternidad
Si te fías de Jesús;
tus puntos serán la justicia y el perdón
Si sigues al Señor;
tus números serán la fe y la esperanza
Si escuchas a Jesús;
tu marcador será la Palabra que ilumina
Si acoges al Señor;
tu meta final será la salvación
Si, en tu vida, caminas con el código del Evangelio ¡no lo dudes!
Lejos de ser sancionado por Dios, encontrarás la fórmula para ser feliz
y el premio de ver –cara a cara- al Señor.
Y, esto ¿no merece la pena conservarlo, cuidarlo y actualizarlo?

Javier Leoz

Perdido

No hay aire que me serene,
no hay agua que me refresque,
no hay fuego que me temple.

Sueño donde nunca estoy,
espero donde nadie pasa,
y trabajo sin visto bueno.

Iría, pero no voy.
Quiero decir, y no digo.
Quiero ser, y no soy.

Un día, pierdo el camino.
Otro día, el corazón.

Y casi todos, me pierdo yo mismo.

Si pudiera ser, Señor,
infúndeme, de nuevo, tu aliento
para que recobre aire, pulso y ritmo.

Acércate a mi vera para que te sienta;
refréscame, témplame,
ponme en camino

y dame tu visto bueno.

Florentio Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Jesús, después de un recorrido por tierra extranjera (Mc 5, 1-20) y de acciones entre personas catalogadas como «impuras» (Mc 5, 21-43), decide «ir a su pueblo» (1). Y allí, como había hecho en otros lugares, lleva a término su misión evangelizadora (2), aunque sea duro.

• Los de Nazaret “no lo aceptan”, “se escandalizan” ante Jesús (3), no tienen “fe” en Él (6): no pueden aceptar su persona ni su actuación. También el evangelista Juan recoge la perpleji- dad ante las enseñanzas de Jesús: Los judíos, extrañados, decían: ¿Cómo puede saber tanto este, si no le ha instruido nadie? (Jn 7,15).

• Jesús, en otro contexto, dándose a conocer a través de su acción hacia los más pobres —ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres—, dirá esta bienaventuranza: «¡Dichoso-Feliz el que no se sienta defraudado por mí! (Mt 11, 5-6).

• Los familiares de Jesús, de los cuales se habla aquí (3) y que representan, más que nadie, a su pueblo (4), piensan que ha perdido el juicio-cordura. En Marcos ya habían hecho un intento de apartarlo de su misión: “Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales” (¡Ha perdido la cordura!) (Mc 3,21).

• Lo que Jesús expresa con la frase “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” la encontramos, además de los sinópticos (Mt 13,57; Lc 4,24), en Juan: “Un profeta no es estimado en su propia patria” (Jn 4,44). Los de su pueblo –los suyos– se escandalizan: no pueden aceptar que un hombre “normal” del pueblo pueda hacer y decir lo que hace y dice Jesús.

• En otras ocasiones, en Marcos, Jesús sí que “ha podido hacer milagros” (5), porque tenían fe:

• Jesús, al ver la fe de aquella gente, dice al paralítico: “Hijo, te son perdonados los pecados.” (Mc 2,5);

• Jesús le dijo: –Hija, tu fe te ha curado-salvado. Vete en paz y queda curada del mal que te atormentaba. Mientras Jesús todavía hablaba, llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle: –Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar al maestro? Pero Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: –No tengas miedo; basta que tengas fe. (Mc 5,34-36).

• Entonces el padre del chico exclamó: – Creo, pero dudo, ayúdame a tener fe. (Mc 9,24)

• Jesús le dijo: –Ve, tu fe te ha curado- salvado. Y al instante vio y lo seguía por el camino. (Mc 10,52).

• La “falta de fe” (6) ata a Dios de manos (5), porque el Reino que se manifiesta en Jesús no es un poder que se impone sino que es amor que se ofrece.

Comentario al evangelio – Jueves XIII de Tiempo Ordinario

Hay algunas historias de la literatura y del cine que nos acercan a los entresijos de la existencia humana, contándonos algo de lo que todos vivimos en el camino de la vida, de una u otra manera. La Biblia, Palabra de Dios en palabra humana, está llena de esas historias. Por eso, al leer sus páginas, podemos decir: “esta historia es nuestra historia”, “esta historia es mi historia”.

La primera lectura de estos días nos está recordando la historia de Abraham. Todo un relato en el que vernos también reflejados: estar en tierra extraña; ser llamado por Dios para salir de esa tierra hacia una tierra nueva; hacer camino con otros; las dificultades y divisiones por el camino; la dificultad de engendra vida más allá de uno mismo, y lograrlo al fin, como don de Dios…

Hoy se nos cuenta el pasaje en el que Abraham llega al límite de la fe, al extremo de la confianza: cuando se le pide que vaya a hacer un sacrificio, sin llevar otro ser vivo que a su propio hijo (aquél que tanto le había costado, la gran ilusión de su vida)… se vuelve a poner en camino. Y cuando su hijo le pregunta, dice “Dios proveerá…”.
Grande es la fe de Abraham. Hace vida lo que después dirá el Evangelio: “gratis lo recibisteis, dadlo gratis”. Por eso, aunque no entiende, ni comprende… confía. Y no se ahorra a su propio hijo.

La historia de María -la mujer que confía- y la del mismo Jesús, tiene sus raíces en el Padre de Israel: Abraham. Él es el padre de los creyentes, el ascendiente común de judíos, cristianos y musulmanes. Su historia también puede ser nuestra historia…
Hoy puede ser un buen día para chequear qué tal andamos de confianza. Y ante todas las oscuridades de nuestra vida, abrir nuestro corazón al Señor para decir, en pura fe: “Dios proveerá…”.

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves XIII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 9, 1-8):

En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

Hoy, viendo la fe de quienes ayudaban al paralítico, Jesús reacciona curándole la parálisis (¡milagro!) y perdonándole los pecados (¡más milagro!). Los escribas apenas quedan afectados por la extraordinaria «sanación médica», pero se sorprenden —se indignan— con el acto de «sanación moral». Nos llama la atención la reacción de estos escribas, porque nosotros admiraríamos lo primero, pero no lo segundo.

Dicha reacción, aun siendo equivocada, es una lección. La mentalidad creyente de aquellos judíos les permite entender que perdonar los pecados —en cuanto ofensa a la divinidad— es algo grande, tan grande que sólo es propio de Dios. Si Jesús perdona los pecados significa que Él mismo es Dios. Para ayudarnos a aceptarlo Él curó también la parálisis física. Con todo, lo más misterioso es que el hombre pueda resistirse ante Dios y que Él siga esperándonos con tanta paciencia.

—Señor, Tú manifiestas tu omnipotencia mostrándote como nuestro Padre misericordioso, siempre pronto a perdonar libremente —nadie podría obligarte a hacerlo— nuestros «des-amores».

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – Jueves XIII de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA XIII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Gén 22, 1-19. El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
  • Sal 114. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.
  • Mt 9, 1-8. La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Antífona de entrada          Sal 46, 2
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo.

Monición de entrada
Nuevamente, Jesús nos invita a acercarnos al altar, la mesa fraterna del amor, para celebrar el banquete de la Eucaristía escuchando su palabra y alimentándonos con su Cuerpo y su Sangre.

Dispongámonos pues, a celebrar la Eucaristía y, en silencio, pongámonos ante Dios y reconozcamos humildemente nuestros pecados.

• Tú que eres el Pan del cielo. Señor, ten piedad.
• Tú que tienes palabras de vida eterna. Cristo, ten piedad.
• Tú que nos invitas a tu mesa. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que por la gracia de la adopción
has querido hacernos hijos de la luz,
concédenos que no nos veamos envueltos por las tinieblas del error,
sino que nos mantengamos siempre en el esplendor de la verdad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Acudamos confiados ahora a Dios, nuestro Padre, que quiere levantarnos de nuestra postración, y presentémosle nuestras plegarias.

1.- Por toda la Iglesia, por nuestra comunidad parroquial y todas las comunidades cristianas en el mundo. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones sacerdotales y de especial consagración en el seno de la Iglesia. Roguemos al Señor.

3.- Por nuestros gobernantes y por todos los que tienen responsabilidades en la sociedad. Roguemos al Señor.

4.- Por los que se han alejado de la fe, y por los que aún no conocen a Jesucristo. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros, pobres pecadores, tocados por el amor de Dios. Roguemos al Señor.

Dios y Padre de misericordia, que enviaste a tu Hijo para sanar los corazones y los cuerpos enfermos, escucha nuestras oraciones y perdona con tu amor misericordioso todos nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios,
que actúas con la eficacia de tus sacramentos,
concédenos que nuestro ministerio
sea digno de estos dones sagrados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 102, 1
Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre.

Oración después de la comunión
LA ofrenda divina
que hemos presentado y recibido
nos vivifique, Señor,
para que, unidos a ti en amor continuo,
demos frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.