Ligeros de equipaje

En su radicalidad, estas palabras de Jesús apuntan a uno de los signos más claros de la espiritualidad. Cuando alguien se vive en profundidad, comprende que todo es gracia; esa comprensión se transforma en gratitud y se manifiesta en gratuidad. Quien sabe que todo lo ha recibido gratis, deja que todo fluya a través de él.

Esto no significa demonizar el dinero ni renunciar a una remuneración adecuada, aunque impide hacer “negocio”, particularmente con todo lo que tenga que ver con la espiritualidad.

La vivencia espiritual hace posible vivir la experiencia de estar siendo recibido y regalado en permanencia. De ahí brotan una actitud y un comportamiento caracterizados por la desapropiación -en la que insiste el texto que estoy comentando y que han recalcado todos los maestros y maestras espirituales-, un rasgo diametralmente opuesto a la pulsión acaparadora que rige en nuestra cultura.

La espiritualidad permite pasar del tener al compartirdel poder al servirdel tener al ser. Y todo ello, no en virtud de un imperativo ético, sino como fruto de la comprensión.

La comprensión profunda -otro sinónimo de la espiritualidad- se despliega en una triple dirección, que puede resumirse en tres palabras: plenitud, fluir y fraternidad.

Regala una vivencia de plenitud, porque permite comprender y saborear lo que realmente somos, más allá del yo en el que temporalmente nos experimentamos. Somos pura presencia consciente -plenitud de presencia-, y lo saboreamos en el silencio de la mente. Espiritualidad es experiencia de plenitud.

A partir de ahí, comprendemos que la vida fluye a través de nuestra “forma” o persona concreta. No tenemos la vida ni nos la apropiamos, sino que permitimos que fluya en nosotros, a la vez que aprendemos y agradecemos el hecho de vivirnos como cauce, que busca ser cada vez más limpio y desapropiado. Espiritualidad es vivir diciendo sí a lo que la vida nos trae.

En paralelo, la misma comprensión que nos ancla en el centro donde experimentamos la plenitud nos hace ver que ese centro es compartido con todos los seres, que la identidad es común. La consecuencia es clara: todo otro soy yo; más allá de nuestras diferencias, somos lo mismo. Por tanto, si todo otro es no-otro de mí, la fraternidad constituye una dimensión constitutiva de lo que somos. Espiritualidad es fraternidad.

Plenitud, fluir, fraternidad: brotan de la comprensión y vivencia de lo que somos, implican un proceso de desidentificación del ego y dejan en la persona un sabor de gratuidad.

¿Qué produce en mí la vivencia espiritual?

Enrique Martínez Lozano

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II Vísperas – Domingo XV de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XV de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Gallos vigilantes
que la noche alertan,
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

SALMO 110: GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó par siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que los practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 1P 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza vida, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los discípulos, sin llevar pan, ni alforja, ni dinero, predicaban la conversión.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los discípulos, sin llevar pan, ni alforja, ni dinero, predicaban la conversión.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has revelado tu poder y tu gloria;
— haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo.

Tú que, por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
— líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
— concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
— para que en todo se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, que al tercer día, resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro,
— haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al buen camino, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Comunidad: llamada y envío

También Jesús no envía hoy como comunidades cristianas a expulsar demonios, a sanar la vida y las relaciones allá donde el egoísmo, el poder, la violencia y la injusticia fractura lo humano y la creación. Es un envío desde la sencillez de nuestras vidas y la solidaridad con los vulnerados y vulneradas. Es un envío humilde, pues nuestra fortaleza es Jesús mismo y la confianza en que Él viene con nosotros y nosotras urgiéndonos a salir de los caminos trillados para abrirnos a la novedad del Evangelio en las periferias sociales y existenciales de las que a veces preferimos huir. En este envío somos sanados y sanadas por el poder liberador del sacramento del encuentro y la projimidad humana, donde el rostro de Dios se nos revela con más nitidez y nos abraza como un misterio accesible en la cotidianidad de nuestra vida.

Nos envía de dos en dos, sin embargo, nuestra fe y nuestro compromiso frecuentemente tienen déficit de comunidad y una de las amenazas permanente del cristianismo es convertirse en una religión individualista e intimista, lo cual nada tiene que ver con su esencialidad. También hemos terminado por relativizar la opción por la pobreza y la sencillez como estilo de vida, de manera que con nuestras prácticas y omisiones domesticamos la memoria peligrosa y subversiva de Jesús en la historia, haciendo del cristianismo una religión burguesa.

Pero el cristianismo es la religión del amor que se hace carne, cuerpo social, comunitario, amor político. La comunidad es lugar de reconocimiento del Resucitado como dinamismo de vida y liberación en nuestro mundo, que nos mueve a no pactar con la injusticia ni con la deshumanización en nuestros ambientes, y es también lugar de envío. Nos urge a salir de la autoreferencialidad, la sacristía y el gueto para ser iglesia en salida. ¿Cómo fortalecer y suscitar el sentido comunitario y de envío frente al sálvese quien pueda y la deriva individualista hacia la que el sistema nos empuja?

Pepa Torres Pérez

Si necesitas seguridades externas, no confías en lo esencial

El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que desarrolla el Maestro. Después de la experiencia de fracaso en su pueblo, Jesús no solo no deja de anunciar la “buena noticia” del Reino sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y familiares le obligan a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas no hablan de la elección, pero esa elección lleva implícita la misión.

Es Jesús quien toma la iniciativa. “Les llamó y les envió”. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. No se precisa ni a dónde van ni cuanto va a durar la misión. Con ello está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. El evangelista está retrotrayendo al tiempo de Jesús una práctica que comenzó muy pronto en las primeras comunidades.

De dos en dos”, apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad. Así se evita cualquier clase de superioridad de uno sobre otro. Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados por y desde una comunidad. Tenemos que superar la tendencia a actuar por nuestra propia cuenta. Tiene también un aspecto legal. En un juicio, solo se admitía el testimonio que fuera atestiguado por dos. No se espera que sean maestros, sino testigos.

“Les da autoridad sobre los espíritus inmundos”. Hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice “dynamis” sino “exousia”. No es fácil apreciar la diferencia entre los dos conceptos, pero es claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal. Se trata de una fuerza para superar no solo los demonios de los demás sino también sus propios demonios; es decir, la superación personal de toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas está presente en todo el evangelio de Marcos.

“Les encargó…” El verbo Griego significa ordenó. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Lo importante es el espíritu de los enviados. El bastón y las sandalias eran imprescindibles; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas. Las sandalias era el calzado de los pobres. El pan era signo de todo alimento. No van como mendigos, solo deben aceptar lo que necesitan en cada momento. La alforja era propia de los mendigos, que aseguraban así las próximas comidas. El dinero es símbolo de las seguridades. En griego no dice “túnica de repuesto”, sino “no llevéis puestas dos túnicas”, que era característica de la gente rica.

Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Para Jesús cualquier casa es buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una “casa”; para marcharse tiene que existir el rechazo de un “lugar”. Lo importante es que les acepten y ellos acepten. En todo caso, deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganos. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio de un hecho.

“Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban”. Es curioso que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío. La conversión, de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral. Se trata de “metanoia”. Un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos. Seguimos sin entenderlo hoy. El echar demonios y curar son signos de la preocupación por los demás. El signo de que ha llegado el Reino es la ayuda a los demás.

La primera lectura nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta “al uso”: alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales. Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel. Estar de parte de los poderosos y no denunciar la injusticia ha sido una apostasía del cristianismo desde Constantino. A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios.

La clave está en que, al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos. Saber dar eficazmente supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin reciprocidad. La realidad que más une a los hombres es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir. En la gratuidad se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe.

La confianza de toda misión evangélica debe centrarse en el mensaje, no en los medios desplegados. Por ello hay que prescindir de lo superfluo, y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Al enviarlos, está diciendo que lleven el Reino de Dios a todos los hombres. Él no es su dueño ni ellos sus propietarios. Ese Reino es la “buena noticia” que todos deben descubrir. El Reino predicado por Jesús trata de purificar toda religión. Jesús no creó una nueva religión ni dejó de pertenecer a la judía. Él haber hecho de la predicación de Jesús una religión más ha impedido que sea fermento para todas.

La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar sino en hacer un mundo cada vez más humano. No se trata de salvaguardar a toda costa doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan. Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas.

Meditación

Si confías en Dios, confiarás también en el hombre.
Pero también potenciarás la confianza en ti mismo.
Si has superado el afán de seguridades, surgirá la gratuidad.
Precisamente hoy, que por todo hay que pagar un precio,
es más necesario que nunca el dar sin esperar nada.
Darse, sin esperar nada a cambio, es hacer presente a Dios.

Fray Marcos

Comentario – Domingo XV de Tiempo Ordinario

(Mc 6, 7-13)

Jesús vuelve a llamar a los apóstoles y los envía de dos en dos, con lo cual se remarca el aspecto comunitario de la misión. En esta tarea Jesús capacita a los que envía confiriéndoles poder para liberar a los hombres de sus males más profundos.

Pero este texto nos indica que Jesús quería algo más en sus discípulos: una vida desprendida y desinteresada; para que así como en Jesús se unieron la gloria y la pequeñez, eso mismo se reflejara en sus discípulos: revestidos de su poder, pero no apoyados en riquezas ni seguridades de este mundo; libres frente a los bienes y a la apariencia, dependiendo humildemente de la providencia de Dios.

Si bien Dios no pide este estilo de vida de una misma manera para todos, porque un padre de familia debe asegurar el sustento para sus hijos y ganarlo con su trabajo (2 Tes 3, 6-12), se nos pide a todos que no pongamos la confianza en los bienes sino en Dios, para entregarnos libremente a la misión que él nos confía.

A veces sucede que una persona buena y responsable siente una especie de nudo en la garganta cuando no le falta nada para ser feliz, o que siente una sensación de vacío cuando está disfrutando de cosas lícitas. Lo que sucede es que a veces, también en medio del confort y los legítimos gozos, surge la pregunta: ¿para qué?. Es decir, el corazón se plantea para qué se está gastando la propia vida.

Es entonces cuando cabe preguntarse si no sería mucho más bello y gozoso renunciar a algunos de esos gozos lícitos por amor, para hacer feliz a otro, para entregar algo más a Dios, para no vivir tan centrado en el propio bienestar.

Esa angustia, esa crisis interior, es un llamado a entregar algo más, es el dinamismo de la vida misma que necesita liberarse. Porque, como decía San Francisco de Asís, «es dando como se recibe».

Oración:

«Señor, toma mi vida y realiza en ella esa paradoja de tu gloria y tu poder unidos a la humildad y a la pequeñez. Te entrego Señor, todos mis deseos de poder, de prestigio y de dinero, para apoyarme sólo en tu poder y en tu amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Lectio Divina – Domingo XV de Tiempo Ordinario

«Los fue enviando de dos en dos…»

INTRODUCCIÓN

En el Domingo anterior, después del discurso de Jesús en Nazaret, sus paisanos lo rechazan, incluso quieren despeñarlo. Y, precisamente, a continuación, Jesús habla de la necesidad de la misión para llevar adelante la predicación del Evangelio.   “Después del fracaso en su patria, sigue enseñando. Nada le apartará de la misión de enseñar” (Gnilka). Los profetas hablan de vocación desde el “seno materno”. Y esto no quiere decir que nace un hombre y se le encomienda una misión sino “porque es necesaria una misión, nace un hombre”. La existencia está en función de la misión. Lo que tenemos que hacer en la vida es más importante que la misma vida.  El fracaso puede ser parte integrante de la misión. “Al discípulo se le ha confiado un quehacer pero no se le ha asegurado un éxito” (Maggioni).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Am. 7,12-15.     2ª Lectura: Ef. 1,3-14.

EVANGELIO

Marcos 6,7-13:

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

REFLEXIÓN

En este evangelio Jesús nos habla de palabras “claves” para entender bien la llamada y la misión. Veamos algunas:

1.- “Llamó Jesús a los doce y los envió”. En la mente de Jesús, estos dos verbos: “llamar y enviar” deben ir siempre juntos. Lo dice explícitamente San Marcos: “Creó los doce para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar” (Mc. 3,14).  ¿Qué significa estar con Él? Estar con Él significa entrar en relación con una persona que “de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración” (Mc. 1,35).  En la oscuridad de la noche, en soledad, sin los ruidos del día, Jesús sentía necesidad del encuentro inefable y maravilloso con el Padre. El Padre le atraía, le seducía, le quitaba el sueño. Cuando Jesús llama a los doce a “estar con Él” quiere comunicarles esta experiencia sublime que Él ha tenido con su Padre. Después vendrá la misión, el trabajo, la ocupación: “Todos te buscan”. Lo que la gente busca en Jesús no es sólo una curación física o una palabra de consuelo.  Jesús está lleno de Dios, lleno de amor, de alegría, de bondad, de misericordia. Y eso era lo que arrastraba a la gente que buscaba a Jesús.  El vacío existencial de Dios en el mundo que nos toca vivir sólo lo llenarán personas que, como Jesús, estén llenas de Dios. Y cuando uno está lleno de Dios, entonces, y sólo entonces, está capacitado para la misión.    Lo importante es predicar lo que hemos aprendido de Jesús “estando mucho tiempo con Él”.

2.– Los mandó “de dos en dos”.  Alude a la comunidad de los doce. En el evangelio de Marcos, “la comunidad es muy importante”. Tanto que lo primero que hace Jesús es “formar el grupo”. En este evangelio “los discípulos” son tan importantes que Jesús no quiere hacer nada sin ellos. Lo siguen a sol y a sombra. Y cuando los envía a predicar y Jesús se queda solo, el evangelista corta la narración. Jesús admira a su primo Juan Bautista y le ha elogiado públicamente, pero no quiere seguir su estilo de vida. Sus discípulos no son elegidos para vivir en el desierto y llevar una vida ascética. “Juan ni comía ni bebía, pero el Hijo del Hombre come y bebe” (Lc. 7,33-34).  Jesús siempre está rodeado de sus discípulos y este estilo de vida es parte de su misión. Se evangeliza desde el grupo, desde la comunidad, desde la Iglesia. Y se lleva a los demás la experiencia de ese grupo que ha ido creciendo y madurando en la fe, en torno a Jesús. En estos momentos en que nuestras Iglesias se van quedando vacías, surge la necesidad de crear grupos en torno a la Palabra de Dios. Estos grupos sentirán necesidad de celebrar su fe en torno a la Eucaristía.  Hay que volver a los orígenes de nuestra fe.

3.– Salieron a predicar la conversión. La palabra que usa en griego “metanoia” tiene gran fuerza. Es una revolución en nuestra manera de pensar y de actuar. Es un dar la vuelta a la tortilla. Si la gente piensa que lo importante es el “poseer”, los discípulos de Jesús han aprendido que más importante que tener es “compartir”. Si para la gente lo importante es dominar, tener poder sobre los demás; los discípulos de Jesús han aprendido que es mejor “servir”. Un servicio sin amor, esclaviza; pero un servicio por amor, nos hace personas libres. Jesús no ha venido a este mundo a ser servido sino a servir (Mt. 20,28). Y si el mundo piensa que se puede ser feliz ocupando los primeros puestos, mirando a los demás por encima del hombro, siendo más que los demás, se equivoca. “El más grande es el más pequeño” (Mt. 18,1-4).  “Hay más alegría dando que recibiendo” (Hechos 20,35). Y si en vez de dar, te sabes dar como Jesús, entonces la alegría llega a plenitud.

PREGUNTAS

1.- ¿Soy consciente de que estoy en el mundo porque Dios me llama a llenar el mundo del evangelio?

2.- ¿Vivo mi fe dentro de una comunidad? ¿O me gusta ir yo solo por mi cuenta?

3.- ¿Se parece mi vida en algo a la vida de Jesús? ¿Intento, al menos, conseguirlo?

Este evangelio, en verso, suena así:

De dos en dos nos envías,
Señor, a ser tus “testigos”,
a regalar “libertad”
a los pobres y oprimidos.
Tú quieres que prescindamos
del poder y del prestigio.
El pan, dinero, y alforjas
son las armas de los ricos.
Las “sandalias” de la fe,
el “bastón” de peregrinos,
La “túnica” del amor
bastan en nuestro camino
Dominan en nuestro mundo
los “espíritus malignos”.
El progreso consumista
te dejó a Ti, en el olvido.
Vive la gente “dormida”
por drogas de todo tipo.
Nos da, Señor, mucha pena
ver “esclavos” a tus hijos.
Humildemente nosotros
les decimos con cariño:
“Volved a Dios. Con Jesús
la vida tiene sentido”.
Señor, que siempre ofrezcamos
a estos “enfermos” amigos,
el aceite del consuelo
y el gozo de nuestro vino.

(Compuso estos versos Javier Pérez Benedí)

De discípulos a misioneros

El fracaso en Nazaret no desanima a Jesús. Al contrario. Además de continuar predicando, como veíamos el domingo pasado, envía también a los discípulos a realizar su misma misión. Los profetas del Antiguo Testamento tenían a veces discípulos; pero, que sepamos, solo Eliseo encargó a uno de ellos realizar una misión concreta: ungir rey a Jehú (2 Re 9,1-10); la función del discípulo del profeta consiste en servirle de apoyo social y espiritual, memorizar sus palabras y transmitirlas a la posteridad. El enfoque que tiene Jesús de sus discípulos es distinto, más dinámico: no se limitan a aprender, deben también poner en práctica lo aprendido, y ampliar desde ahora la actividad de Jesús.

Las instrucciones a los discípulos (Marcos 6,7-13)

El texto de Marcos trata brevemente cinco puntos:

1. La autoridad. Cualquier embajador o misionero debe estar investido de una autoridad. La que reciben los discípulos es sobre los espíritus inmundos. Esta idea, tan extraña a la cultura de nuestra época, debemos considerarla en el contexto del evangelio de Marcos. Jesús, desde el primer momento, en la sinagoga de Cafarnaúm, ha demostrado su autoridad sobre un espíritu inmundo. Sus discípulos reciben el mismo poder. Son embajadores plenipotenciarios.

2. Equipaje y provisiones. Es interesante advertir lo que se permite y lo que se prohíbe: solo se permite llevar un bastón y sandalias; en cambio, se prohíbe llevar comida (ni pan, ni alforja) y túnica de repuesto. El permiso del bastón y las sandalias contrastan con lo que dice el evangelio de Mateo, donde se prohíben. Es un caso interesante de cómo los evangelistas adaptan el mensaje de Jesús a las circunstancias de su comunidad: Marcos tiene en cuenta el apostolado posterior de largos viajes, por terrenos difíciles, que requieren el bastón y las sandalias. En cambio, la prohibición de comida y vestido de repuesto demuestra la enorme preocupación de Jesús por dar ejemplo de pobreza en una época en la que los predicadores religiosos eran acusados con frecuencia de charlatanes en busca de dinero.

3. Alojamiento. Para evitar tensiones y peleas entre las personas que quisieran acogerlos en sus casas, Jesús ordena que se alojen siempre en la misma.

4. Rechazo. El apostolado no tendrá siempre éxito. Igual que Jesús fue rechazado en Nazaret, ellos pueden ser rechazados en cualquier lugar.

5. La actividad. Curiosamente, lo que deben hacer los discípulos no aparece hasta el final: «Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.» Lo mismo que hacía Jesús, a excepción del uso de aceite para curar enfermos. Esta práctica parece haber entrado en la iglesia en un momento posterior y está atestiguada en la carta de Santiago: «¿Que uno de vosotros cae enfermo? Llame a los ancianos de la comunidad para que recen por él y lo unjan con aceite invocando el nombre del Señor.» (Snt 5,14).

El rechazo (Amós 7,12-15)

En las instrucciones de Jesús, este tema es el que ocupa menos espacio. Solo se menciona como posibilidad. En cambio, la primera lectura nos recuerda que esta posibilidad fue y sigue siendo muy real.

A mediados del siglo VIII a.C., el profeta Amós, originario del sur (Judá) fue enviado por Dios a predicar en el Reino Norte (Israel), para denunciar las injusticias terribles que se cometían, favorecidas por la corte y el clero. El enfrentamiento más fuerte tiene lugar en el santuario de Betel (= Casa de Dios), con el sumo sacerdote Amasías, que lo expulsa. En el fondo, Amós tuvo suerte. A otros les cortaron la cabeza.

Si el texto de Amós se hubiera leído completo (cosa que horroriza a los liturgistas), se habría advertido una diferencia capital entre la reacción del profeta y la que deben tener los discípulos de Jesús. Cuando el sacerdote Amasías expulsa a Amós de Betel, este le responde anunciándole que su mujer será violada, sus hijos e hijas morirán a espada, perderá sus tierras y será deportado. El discípulo de Jesús, si es rechazado, debe limitarse a sacudirse el polvo de los pies. Ni una palabra de amenaza o condena. El juicio corresponde a Dios.

Una síntesis del mensaje (Efesios 1,3-14)

El evangelio no concreta lo que los discípulos deben predicar. Solo dice que «predicaban la conversión», igual que Jesús. Al pasar los años, especialmente después de su muerte y resurrección, el mensaje de los apóstoles se fue enriqueciendo con lo que Jesús hizo y dijo, y también con una elaboración teológica de lo que él supuso para nosotros.

La introducción de la carta a los Efesios es un excelente ejemplo de esto último. Pero su estilo tan denso, barroco y recargado se presta a que los asistentes a la misa no se enteren de nada. Una pena, porque las ideas son espléndidas.

Adviértase que el texto habla generalmente de «nosotros» («nos ha bendecido», «nos eligió», «nos ha destinado», «nos ha obtenido», «hemos heredado», «nosotros, los que ya esperábamos en Cristo»). Pero termina hablando de «vosotros» («y también vosotros», «habéis escuchado», «habéis creído», «habéis sido sellados». Parece lógico aplicar el «nosotros» a los cristianos de origen judío; el «vosotros», a los efesios, de origen pagano.

Ante la persona y la obra de Jesús, la reacción de los primeros debe ser bendecir a Dios por todos los beneficios que nos ha concedido a través de Cristo, que se resumen en estos cinco puntos: nos eligió; nos destinó a ser hijos suyos; por su sangre, nos perdonó los pecados; nos dio a conocer su proyecto de recapitular en Cristo todas las cosas; nos convirtió en herederos.

¿Y los efesios? ¿Y nosotros? La carta toma un rumbo muy distinto. No comienza hablando de lo que Dios ha hecho por nosotros, sino de lo que nosotros hemos hecho al escuchar la extraordinaria noticia de que hemos sido salvados: «habéis creído». Y entonces, Cristo nos ha marcado con el Espíritu Santo, «prenda de nuestra herencia». Muy pocas palabras, en comparación con los párrafos dedicados al «nosotros», pero con la novedad de la acción de Cristo y el don del Espíritu.

En cualquier caso, al recapitular Dios todas las cosas en Cristo, todo lo que se dice es válido para todos. También nosotros podemos y debemos proclamar: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales».

José Luis Sicre

Uno pastor y recolector, los otros aventureros

1.- El buen Amós, metió la pata, quiero decir que él, judío del sur y pobre como era, un pastor que a ratos perdidos dedicaba su tiempo a trasformar frutos, tuvo el atrevimiento de desplazarse e increpar a la autoridad del norte. Hoy en día es un delito perfectamente tipificado, se trata de injerencia de un extranjero en los asuntos internos del país donde se encuentra, sin ser el suyo, actitud que ocasiona la expulsión de inmediato del que se atreve a tal cosa. Y suerte tiene el tal sujeto, si esta es la única consecuencia de su atrevimiento. El pobre Amós se entretenía en pinchar higos de higuera, o de sicomoro, da lo mismo, pues son semejantes. Los tales frutos maduran proporcionando mejor calidad, si uno los manipula de esta forma. Después es preciso extenderlos para que el sol y el viento los deshidraten y, conservándolos sueltos o machacándolos hasta convertirlos en pasta espesa, elaborar un dulce que se conserva con facilidad y es agradable al paladar. Amós, un humilde artesano, se atreve a denunciar a la autoridad, Amós este pobre hombre, hombre pobre, es un gran hombre audaz. La audacia, tan necesaria hoy en día, no es privilegio ni de poderosos, ni de ricos, ni de intelectuales, ni de matones. Ser audaces es una manera de responder noble y arriesgadamente a Dios. Mis queridos jóvenes lectores, este es momento de que os preguntéis ¿Qué espera Dios de mí, en su proyecto de cambio y mejora de la actualidad? Por inexpertos que os creáis, encontraréis ejemplos de chicos o chicas que os han precedido y que, con su pequeña valentía, han cambiado su entorno, mejorándolo, haciéndose a la vez santos. Desde el niño Tarsicio hasta la joven Juana de Arco.

2.- Vosotros sabéis que la letra de muchas canciones de hoy en día, canciones que os pueden gustar por su ritmo o sonoridad, es frecuentemente de muy pobre contenido. En la antigüedad era todo lo contrario. En la segunda lectura de este domingo tenéis un himno muy denso. Es el resumen de varias lecciones de teología. Dejo el comentario para otro día. Vale la pena fijarse bien en la lectura del fragmento evangélico.

Sabéis la actualidad que tienen los deportes de aventura y riesgo. Desde la escalada al puenting, rafting, etc. Sabéis también que, para practicarlos, se requiere costosos equipos, complicadas técnicas, federarse y pagar cuotas de seguros. Tal vez lamentéis no poder sufragar estos gastos y miráis con envidia a los que pueden practicar la escalada, el descenso a simas, o deslizarse por corrientes de aguas rápidas. Estas prácticas deportivas son para gente escogida, pero, si queréis gozar de felicidades semejantes y aún mayores, debéis sumergiros en el terreno espiritual. Cuando uno se hace del equipo del Señor, cuando se aviene a formar cordada con Él, cuando aspira a penetrar en las profundidades de la mística, o decide emprender la conquista de nuevas y desconocidas aventuras apostólicas, comprueba que al meterse en estos vericuetos, se logra, sin tener que pagar nada, sin necesitar equipo, buenos éxitos, y sin cuotas. Y es más interesante.

3.- Con diferente lenguaje lo dice Jesús en el fragmento evangélico de hoy, a sus apóstoles de aquel tiempo. Les prepara un viaje para abrir caminos y les dice que deben desprenderse del lastre que entorpece movimientos. Tampoco deben encargar habitaciones de hotel. Ser apóstol será una gran aventura en la que, aunque puedan sufrir pasajera derrota, no perderán el honor y no serán vencidos. Encontrará uno peligros y dificultades, hay que vencerlos. Pasará por momentos inimaginables, por encuentros insospechados, por descubrimientos que le estaban hasta entonces, velados. No perderá el tino y gozará de la aventura y, al final, del triunfo. Mis queridos jóvenes lectores, quien esto os escribe ha pasado muchos años siguiendo esta aventura y venciendo problemas en los que nunca había creído pudiera encontrarse. Pero quien os invita a esta fascinante aventura, discípulo del Señor, no es el único en haberla emprendido, muchos se han animado a hacerlo, a vuestro alrededor también los podréis encontrar. Preguntadles y os explicarán la gran cantidad de alegría de que han gozado y lo contentos que están de que un día, de vuelta de la gran excursión, que es la llegada al Reino, están ilusionados que se encontrarán con el Señor, nuestro maestro, el entrenador, el patrocinador del mejor deporte que pueda uno escoger.

Pedrojosé Ynaraja

¿De dónde nos ha sacado?

Muchas veces escuchamos o leemos la tarea que Cáritas, órdenes religiosas, institutos seculares y otras organizaciones de la Iglesia llevan a cabo para “sacar” a algunas personas del sitio o condición en que se hallan. Y así, se habla de sacar de la droga, de la prostitución, de la delincuencia… Pero, para sacar a alguien de esos ambientes nocivos, hace falta, en primer lugar, que la persona en cuestión quiera salir; en segundo lugar, hay que ofrecerle alternativas, un lugar adonde pueda ir para que rehaga su vida; y, en tercer lugar, ha de haber quien acompañe todo ese proceso. Y nos admira el trabajo que tantas personas están realizando para que otros puedan salir de su necesidad, a menudo a costa de grandes sacrificios personales e, incluso, poniendo en peligro su propia vida.

La Palabra de Dios de este domingo nos muestra la voluntad del Señor de sacarnos a todos de aquello que nos impide llevar una vida digna, como hijos suyos que somos. Y la 1ª lectura nos invita a pensar de dónde nos ha sacado el Señor. Decía Oseas: No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño. Quizá hemos llevado una vida “normal”: trabajo, familia, amigos… incluso rezamos nuestras oraciones y vamos a la Eucaristía, pero nunca hemos estado vinculados a la parroquia, ni hemos formado parte de algún Movimiento o Asociación laical. Pero el Señor, de múltiples formas, nos cuestiona para sacarnos de esa vida rutinaria, individualista, perdida entre el “rebaño” de seres humanos que pueblan nuestro mundo.

Pero para salirnos del rebaño, necesitamos saber a dónde ir, qué alternativa se nos propone, y lo hemos escuchado en la 2ª lectura: Él nos ha destinado en la Persona de Cristo a ser sus hijos… Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Cuando dejamos que el Señor nos saque de nuestra rutina, que produce vacío existencial, descubrimos lo que significa ser y vivir como hijos de Dios. Y también descubrimos cuántas cosas, actitudes, personas, y nuestros propios pecados, nos mantenían “esclavizados”, impidiéndonos llevar la vida que Dios quiere para nosotros. Y, sobre todo, descubriremos cómo la entrega de Cristo en la cruz “nos redime”, es decir, nos rescata, nos saca de esas esclavitudes, y el perdón recibido nos permite retomar el rumbo de nuestra vida.

Y, para sacarnos del rebaño, el Señor se sirve de personas que, por el testimonio y la vivencia de su fe, nos cuestionan y acompañan en el proceso de “salir del rebaño”. Hoy podemos recordar con agradecimiento a quienes lo han hecho con nosotros, pero no pensemos que esta tarea la van a realizar siempre los otros: el Señor cuenta conmigo y con todos y cada uno de los miembros de su Iglesia para desarrollar esta misión. Como escribió el Papa Francisco: “Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite” (EG 113). “Sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones” (EG 120). En el Evangelio hemos escuchado que Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos. Pero no les otorgó grandes poderes: que llevaran para el camino un bastón y nada más, ni pan ni alforja ni dinero suelto… El Señor nos da lo único que necesitamos: “en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG 120).

¿Conozco a alguien a quien hayan sacado de un ambiente nocivo? ¿Cómo se desarrolló el proceso? ¿De dónde me ha sacado a mí el Señor, de qué rutinas, esclavitudes, pecados… me ha redimido? ¿Quién me acompañó en ese proceso? ¿Me siento llamado a ser discípulo misionero?

Soy muchas las personas que necesitan que las saquen de ambientes nocivos, que se les ofrezca la alternativa de vivir como hijos de Dios. Como a Oseas, como a los Doce, el Señor nos pide que acompañemos a otros en esta tarea. Tengamos presente de dónde nos ha sacado, de qué rutinas y esclavitudes nos ha redimido, qué pecados nos ha perdonado, porque “esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).

Comentario al evangelio – Domingo XV de Tiempo Ordinario

SER CRISTIANO ES SER ENVIADO


               Al situarnos delante del Evangelio de hoy es fácil que bastantes corran el riesgo de considerar que «estas indicaciones» de Jesús van especialmente dirigidas para otros: los misioneros, los catequistas, los religiosos, o aquellos pocos laicos que echan una mano en «tareas pastorales». Pero ocurre que los evangelistas, al poner por escrito las palabras de Jesús, no tenían delante una Iglesia ni un cristianismo como el nuestro, con una historia y un reparto de tareas y vocaciones muy determinado. Y cambiable, por cierto. Ellos pensaban sencillamente en los «seguidores de Jesús», en los que iban aceptando la Buena Noticia del Reino. Es decir: que los destinatarios de sus escritos eran «globalmente» los hermanos en la fe. Todos.

               Los apóstoles, el grupo de los Doce, representan en los Evangelios lo que cualquier seguidor o discípulo de Jesús está llamado a ser y a vivir.  No todos del mismo modo, claro, según la llamada que el Maestro ha dirigido a cada uno.  Nos ha dicho hoy San Pablo: “Dios nos eligió en la persona de Cristo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos”. Es decir: que todo cristiano ha sido llamado en Jesús a ser hijo de Dios… Y también que todo cristiano ha sido destinado en Jesús a ser irreprochable en el amor… Esta es la vocación común, algo que nos concierne a todos: a ti y a mí y a cualquier bautizado. Dice el Papa Francisco : «Un bautizado que no sienta la necesidad de proclamar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano». Por tanto: Santos, irreprochables en el amor, hijos. Esto de entrada.

          Como Amós, no vale que le pongamos excusas: Es que «yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos». Es que no tengo tiempo. Es que soy mayor. Es que soy joven. Es que no estoy preparado. «Esque»…. Porque tendremos que ser aquello que el Señor haya decidido, aunque nos parezca incómodo, difícil o poco apetecible.

            San Marcos nos ha contado un poco antes que Jesús eligió a doce apóstoles «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios».  Tendríamos aquí los elementos que definirían lo que es «ser cristiano/discípulo»: estar con él y ser enviados.

          •  Primero: ESTAR CON ÉL: La intimidad con el Maestro. Jesús ya no está ya físicamente con nosotros, como estaba entonces. «Estar con Jesús» significa tener una relación personal, de intimidad, de amistad, de cariño con él. Aceptar que él ha querido contar conmigo, que ha salido a buscarme, me ha llamado, me quiere y me necesita en el grupo de los suyos.

Concretando un poco más, estar con él supone:

Escuchar sus enseñanzas. «Discípulo» significa literalmente «el que aprende de». Pero sus enseñanzas no son simplemente ideas, ni criterios éticos, ni opiniones, ni normas, ni dogmas… Son un estilo de vida. Los discípulos, estando con Jesús, tuvieron que ir cambiando su mentalidad, sus costumbres, sus valores, su manera de rezar y de entender a Dios, de relacionarse con los demás… Así: compartir, servir, perdonar, acoger al otro aunque sea distinto, ayudar a los pobres, ser limpios de corazón o trabajar por la justicia y la paz… empezaron a ser las claves de un nuevo modo de ser y estar juntos.

Orar al estilo de Jesús: Era muy especial la oración de Jesús. Él encontraba a Dios a cada paso, en todas las cosas, especialmente en la vida de los hombres y en la suya propia. Todo eso se convertía en «materia» para hablar con Dios… y de todo lo que iba viviendo y haciendo hablaba con Dios. Continuamente acudía al Padre para preguntarle cuál era su voluntad, cómo tenía que hacer las cosas, como enfrentar las dificultades del camino. Porque se sentía«hijo amado» y enviado del Padre.

– Estar con Jesús es inseparable de «estar» con los compañeros de Jesús. Les dirá más adelante «vosotros sois mis amigos… si os amáis». Es decir: que ser discípulo es ser «hermano»; ser comunidad. Y es él quien elige a mis hermanos y compañeros. No tienen por qué caerme bien, ni pensar en todo como yo, ni ser de mi misma edad, ni un pequeño grupito con el que sentirme a gusto y hacer juntos alguna actividad pastoral o solidaria… La fe cristiana nunca es una especie de asunto privado entre Dios y yo, ni entre yo y un grupo de selectos con los que sinotnizo . No hay fe cristiana en solitario ni en grupos aislados o encerrados. No hay cristiano sin comunidad fraterna. Y si tengo el gran regalo de tener una pequeña comunidad de hermanos… me tiene que servir y ayudar a compartir y apreciar a las demás comunidades. Porque la mía siempre será pequeña, limitada, incompleta. Los dones del Espíritu son siempre para el bien común. De todos.

        • SER ENVIADOS. Es decir: Compartir su proyecto de vida. A TODOS los que «están con él»… los va a enviar. No a unos sí y a otros no. No salen unos a la misión, mientras otros se quedan a hacerle compañía. Los envía de dos en dos, para que conste esta dimensión comunitaria del Evangelio, y también para que se ayuden en las inevitables dificultades que se irán encontrando por el camino. Van como «TESTIGOS» de lo que han aprendido y de cómo ellos mismos han cambiado como consecuencia de su  relación con Jesús. Esta será la tarea, la misión con las gentes.

Escribía el Papa Pablo VI:

“El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan; o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio… Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante el testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad” (Pablo VI, EN, 41)

         Y el Papa Fracisco:  «No somos testigos de una ideología, no somos testigos de una receta, o de una manera de hacer teología. No somos testigos de eso. Somos testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús. Somos testigos de su actuar en la vida de nuestras comunidades«.

          • El contenido de su mensaje es la «conversión». Literalmente significa «cambiar la mente» para abrirse a Dios, para acoger el mensaje del Evangelio, para empezar a ser «otros»… tal como los propios discípulos han experimentado. Pero no se trata sólo de palabras y discursos. También las obras: la lucha contra los «espíritus inmundos», contra los demonios, contra todas las fuerzas que reducen la dignidad de los hombres, contra todo lo que esclaviza, hace sufrir, despersonaliza, manipula o destruye al hombre. Jesús no les ha dado  «autoridad» sobre las personas, ni sobre sus conciencias, no tienen que imponerse, ni mandar… sólo tienen autoridad/poder para luchar a tope contra lo «inmundo». Si las gentes no les reciben, ni les escuchan… que se vayan a otro sitio. O sea: que el éxito no está garantizado y que habrá amenazas y rechazos. Bien lo sabe Jesús que acaba de ser expulsado de la sinagoga de su pueblo y rechazado por los suyos.

          • Quedan puntos por meditar, claro: lo que tienen que llevar para el camino, dónde hay que ir,  los demonios… Pero nos quedarnos aquí: Se trata de hacernos todos más conscientes de que cada bautizado tiene una tarea que hacer. El día en que asumí mi condición de bautizado, acepté que el Señor me llama para estar con él y para ser enviado. A lo mejor todavía ando con mis rebaños y con mis higos… Hoy te dice el Señor: «ve y profetiza a mi pueblo». O como diría Jesús:  «Yo os envío: haced discípulos». Son las palabras finales de cada Eucaristía: «podéis ir en paz», con el pan, la Palabra, la paz y la fuerza del Espíritu que hemos recibido.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen José María Morillo