Lectio Divina – Jueves XV de Tiempo Ordinario

1.- Introducción.

Hoy, Jesús, vengo a la oración a escuchar unas sabias palabras que salieron de tu boca: “Aprended de mí”. En la vida hemos tenido muchos maestros, pero “uno solo es el Maestro” (Mt. 23,10). Ni siquiera los Apóstoles se llamaron maestros sino “discípulos”. Todos somos discípulos, aprendices de cristianos; siempre nos queda mucho que aprender de este gran Maestro que es Jesús. 

2.- Lectura reposada del Evangelio Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, tomó Jesús la palabra y dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión.

La tradición ha puesto a Jesús muchos títulos: el Mesías, el Señor, el Hijo del Hombre…pero la gente sencilla que acudía a Jesús cuando caminaba por las calles de Palestina le llamaría así “Jesús, el quita pesos”; “Jesús el quita cargas”. Porque todo el que se acercaba a Jesús notaba que su vida se aliviaba, se aligeraba. Jesús se dedicaba a eso: a curar, sanar, aliviar, levantar, animar. Lo dice muy bien los Hechos de los Apóstoles en un precioso resumen de la vida de Jesús: “Pasó por la vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos” (Hech. 10,38). No cabe duda de que Jesús disfrutaba haciendo el bien. Jesús quiere que evitemos el mal, porque nos hace sufrir: y nos dediquemos a aliviar la vida de los que llevan cargas demasiado pesadas que no pueden soportar. Porque hay ocasiones en las que a todos “nos pesa la vida”. ¿Qué hacer? Acudir a Jesús. En realidad, sólo descansamos cuando estamos con las personas que nos quieren. Y Jesús, el hombre del amor, el que vive henchido de la ternura del Padre, quiere que nos acerquemos a Él porque sabe que sólo en Él está nuestro verdadero descanso.  

Palabra del Papa

“Jesús pide que vayamos a Él, que esta es la verdadera sabiduría, a Él que es «manso y humilde de corazón»; propone «su yugo», el camino de la sabiduría del Evangelio, que no es una doctrina que hay que aprender o una propuesta ética, sino una Persona a la que hay que seguir: Él mismo, el Hijo Unigénito en perfecta comunión con el Padre.

Queridos hermanos y hermanas, hemos gustado la riqueza de esta oración de Jesús. Que también nosotros, con el don de su Espíritu, podamos dirigirnos a Dios en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, Abbá. Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de «los pobres en espíritu», para reconocer que no somos autosuficientes, que no podemos construir nuestra vida solos, que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarle, escucharle y hablarle. La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para llevar a cabo la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así reposo en las fatigas de nuestro camino. ¡Gracias!”. Benedicto XVI, 7 de diciembre de 2011.

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Este día lo voy a emplear no sólo a no hacer mal a nadie sino a hacer el bien a todos.

6.- Dios me ha habado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, una cosa es dormir y otra descansar. A veces me rinde el sueño y me quedo dormido, pero no descanso. El verdadero descanso no se obtiene simplemente porque tengo salud y en mi cuerpo no me duele nada. El verdadero descanso es más profundo y es necesario que el alma esté en paz. En paz paradisíaca, como cuando nuestros padres, antes del pecado, estaban en paz con Dios, con ellos mismos y con toda la creación.

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Comentario – Jueves XV de Tiempo Ordinario

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy son una invitación al descanso y al mismo tiempo a llevar la carga que a cada uno le corresponda, aprendiendo de él fundamentalmente dos cosas: humildad y mansedumbreSus palabras parecen no tener destinatario definido, como si estuvieran lanzadas a la entera humanidad: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. ¿Y quién no se encuentra en esta situación de cansancio o de agobio alguna vez en la vida? Formamos parte de una humanidad doliente.

La vida nos obliga a enfrentarnos a muchas dificultades –una verdadera carrera de obstáculos-, cuya superación va erosionando nuestras fuerzas y provocando un verdadero desgaste en las energías almacenadas. Nos llegan momentos de auténtico agobio, porque se nos acumula el trabajo o los estudios o las obligaciones o la correspondencia. Por eso la invitación de Jesús nos tiene que sonar a una verdadera bendición. Ya es un alivio escuchar de sus labios palabras como éstas. Pero si no hacemos la prueba, acudiendo a él donde es posible encontrarlo, no podremos experimentar la verdad de esta promesa. En realidad, sólo en él podemos encontrar el descanso saciativo.

Esto no significa que el alivio sea tan duradero que no necesitemos volver a él en el futuro. Mientras vivamos en el tiempo, todo lo que recibamos estará transido de temporalidad. Hasta los dones eternos, por su índole o naturaleza, estarán marcados en nuestra propia experiencia temporal por la fugacidad o la provisionalidad, que son la marca del tiempo. Pero a Jesucristo, que nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, lo tenemos siempre disponible en su presencia sacramental para proporcionarnos el alivio de un descanso reparador. Ahora bien, este efecto no es producto de una infusión o de la toma de una cápsula, sino de una relación personal que requiere tiempo, como toda relación de amistad. Aquí el descanso se obtiene estando a solas con el que sabemos nos ama.

A eso es a lo que la Iglesia ha llamado tradicionalmente oración de intimidad. Ambas cosas son necesarias: oración e intimidad. Sin intimidad no hay verdadera comunicación; sin comunicación (resp. oración) no hay intercambio personal; y sin intercambio personal no hay verdadera comunicación de energías, ni alivio, ni descanso. Se trata de un descanso que se obtiene de reposar nuestra cabeza (con todas sus preocupaciones y agobios) en el pecho del Amado. Los que han hecho esta experiencia, han encontrado el descanso en sus vidas, aunque éste no sea aún el ‘descanso eterno’, puesto que, como he señalado antes, vivimos en el tiempo.

Cargad con mi yugo –añade Jesús- y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. En esta vida el descanso ha de alternarse con las cargas. Todos tenemos nuestras cargas, que muchas veces adquieren la forma del yugo porque parecemos atados a ellas, sin apenas posibilidad de desuncirnos. La condición de cristiano puede convertirse incluso en un yugo añadido, por lo que implica de persecución, de rechazo, o de abnegación a placeres, lujos o caprichos. Pues bien, cualquier yugo es más llevadero si lo compartimos con alguien que nos ayuda a llevarlo. Pero pasará a ser extremamente ligero si aquel con el que compartimos su peso y su sujeción es el mismo Jesús, no simplemente por ser un hombre de gran fortaleza, sino por ser el Hijo de Dios hecho hombre. Ahí radica la diferencia.

Cargar con su yugo y compartir con él nuestro yugo viene a significar lo mismo. Ambos yugos son intercambiables y el peso de ambos se aligera si los llevamos con Jesús, aprendiendo de él mientras tanto el modo de llevarlo: con humildad y mansedumbre. También es importante el modo en que se lleva la carga, porque la humildad y la mansedumbre son como palancas que nos permiten llevarlo con mayor facilidad. La carga causa menos penalidad si se lleva con mansedumbre y humildad. La humildad nos permite aceptarla sin rebeldías inútiles y nocivas, y la mansedumbre nos proporciona la serenidad y el dominio para no añadir nuevos motivos de aflicción. También la humildad y la mansedumbre contribuyen al descanso de los que pasan por la vida portando sus inevitables cargas. Por eso, aprender de él en la ‘escuela del sufrimiento’ es recibir de él las instrucciones necesarias para encontrar nuestro descanso. Sólo así los yugos se hacen llevaderos y las cargas ligeras o al menos soportables.

Que el Señor nos conceda acudir a él en busca de ese descanso que tanto necesitamos. Y que nos facilite el camino, liberándolo de esas trabas y obstáculos que tanto nos dificultan el acercamiento a él en su morada.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Comentario – Jueves XV de Tiempo Ordinario

(Mt 11, 28-30)

Jesús invita con ternura y compasión: «Vengan a mí». Pero su invitación se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben qué hacer con el peso de sus vidas, a los que no pueden encontrarle el sabor a la existencia porque tienen demasiadas preocupaciones.

Y Jesús ofrece descanso, ofrece alivio al agobiado. Pero para eso nos indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, el de compartirlo con él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansancios. Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida uniéndonos místicamente a Jesús.

El segundo camino es el de contemplarlo a él cargando su propia cruz sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin.

Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni rebeldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentando cómo, místicamente, nuestras propias llagas se unen a las suyas en la cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir: «Estoy crucificado con Cristo, ya no soy yo el que vive» (Gál 2, 19-20), o al decir «llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús» (Gál 6, 17).

Oración:

«Jesús, dame la gracia de unirme a ti en el dolor y en el cansancio; concédeme que pueda encontrar alivio en tu presencia, sintiendo cómo mis angustias se unen a tu pasión. Porque aunque estás resucitado, me concedes unirme a tu entrega suprema en la cruz».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¡Hablad con Dios en el silencio!

1.- Venid solos, a un sitio tranquilo a descansar… todo un programa de veraneo.

–Solos los amigos, lejos de los fariseos que les acosan, lejos de Herodes y sus enviados, lejos de la muchedumbre que no les deja ni comer.

–Solos con el Señor

–Solos, sin compañeros de trabajo, sin jefes, ni superiores, sin clientes ante los que sonreír.

–Solos con la familia cercana, con los amigos de siempre, sin el griterío ensordecedor de noticias políticas lamentables, sin noticias de mejorías sobre un estado de coma.

–Solos en un paréntesis. Solos con el Señor. Y a ver si recobramos con Él, el equilibrio humano, la mirada optimista, el buen humor que es la sal de la vida.

2.- A un sitio tranquilo… Tal vez, Jesús pensó en una pequeña playa solitaria del lago. En contacto con ese precioso mar, que en su grandeza es símbolo de nuestro Padre Dios inmenso, infinito, poderoso y al tiempo tranquilizante, con el ruido de las olas que saben acariciar la arena de las playas del corazón y borrar allí, una y otra vez, todo aquello que nosotros queramos escribir y reconocer como mal hecho en nuestra vida.

No podemos encontrar cada uno una playa, una hora del atardecer, unos momentos de soledad y silencio, un corazón tranquilo, no para obsesionarnos con nuestra miseria y maldad, sino para llenar los pulmones del alma con el olor a oxígeno, a pino de mar o de montaña. De un Dios todo bondad, que me quiere a mi como soy, como quiere al pino señero y grandioso, a la planta del tomillo que nace a sus pies, a la jara olorosa que une su color con el del pino.

Un sitio tranquilo, sin toda la mercancía y el bagaje de la vida de todos los días.

Un sagrario ante el que sentarnos y volcar nuestro corazón, unos valles y montañas, donde la plantita más pequeña me incita a alabar a ese Dios y Señor, que los mismo crea el volcán y los enormes picachos que esa florecilla que se resiste a ser cogida entre los dedos por lo pequeña que es, unas arboledas donde cada árbol es una plegaria de alabanza al Señor.

3.- A descansar de esa pose de buenos o de malos en que cada uno vivimos encorsetados… El fariseísmo antiguo era tratar de parecer bueno no siéndolo. Y el fariseísmo posmoderno es tratar de ser reconocido como malo sin serlo.

Aparentar ser de izquierdas de toda la vida, aparentar ser anticlericales, presumir de no practicantes, de agnósticos. Y cuando llega su turno nos preocupa el bautizo de los niños, su primera comunión, porque, en realidad, presumiendo de no estar de acuerdo con la Iglesias, al fin demostramos sin querer que tenemos nuestras raíces en ella.

Descansar de tanta pose falsa, volver a ser nosotros mismos ante Dios y ante los hermanos. Descansar sintiendo en el atardecer la cercanía de ese Señor que nunca está lejos, que no lo vemos porque la luz de atardecer no nos lo deja ver, pero sabemos que está allí, al alcance la mano, cuando volviendo a ser nosotros queramos estrechar su mano de amigo.

4.- Y como decía más arriba: venid solos los amigos, sin fariseos –¡multitud de fariseos!—con la familia, con los amigos de siempre, sin jefes, sin competidores, sin clientes. Con el Señor, que el pensó en una playa, donde el mar es imagen de la grandeza y de la inmensidad de Dios, de su incansable misericordia.

5.- Se me quejaba uno porque el Señor no habla al corazón a los que viven en medio del mundo. Dios no habló en la tempestad, en el terremoto, en el fuego… Dios habló en el susurro de un suave viento.

Damos ocasión a Dios, ¿o queremos que imponerle que use un megáfono? ¿En el coche, la radio o una cinta?, ¿en casa en la TV?, ¿a medianoche las tertulias radiofónicas? ¿Y al cantar el gallo, las noticias? ¿Es posible que Dios nos hable?

5.- Ya sé que sobre habiendo niños no es fácil el silencio, ¿pero no habrá modo de encontrar un silencio, un lugar solitario, una playa, un sagrario, una vista de montaña o lago?

Es verdad la dificultad del silencio, ¿pero no será también que no nos gusta oír el silencio? ¿Aun no sabemos la gran compañía que es el silencio, cuando el se sienta junto a uno es el mismo Señor…?

Mientras no nos guste el silencio, con dificultad vamos a sentir a ese Señor “que está en la puerta y llamo, y si alguno me oye entraré”

Dios se puede comunicar donde quiere, pero no es el mejor sitio la discoteca, el sitio de copas, ni entre chistes dudosos, ni rompiendo papeleras, ni menos entre drogas. Allí otra presencia sería necesaria, la de Dios no la esperamos en la noche de algunos jóvenes y de otros no tan jóvenes.

José María Maruri

Aguas de descanso

Antes que naciéramos y despertáramos,
antes que la conciencia social existiera,
la Biblia recogió tu invitación al descanso
para que gozáramos la vida y la fiesta.

Es el descanso esa reivindicación bíblica
que evoca la esencia de la vida buena:
fraternidad, armonía, felicidad,
liberación de ansiedades y agobios, paz.

A esas aguas de descanso nos conduces Tú,
día y noche, a pesar de nuestras preocupaciones,
como llevan los pastores a sus rebaños,
porque no quieres que estemos cavilando.

Y nosotros, siguiendo los anuncios
de los nuevos tiempos y nuevas costumbres,
confundimos tus aguas de descanso
con los spas, playas y balnearios.

Señor, enséñanos a descansar sanamente
sin añorar paraísos y rincones vírgenes
que sólo están al alcance de los pudientes.
Enséñanos a descansar silbando tus canciones.

Enséñanos a descansar en compañía,
con la familia, los amigos y la buena gente,
compartiendo tiempo, risas e ilusiones

y, también, dinero y bienes, aunque no se estile.

¡Déjanos disfrutar en tus aguas y espacios
de fraternidad y descanso!

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el evangelio

Contemplamos a Jesús

• Jesús reúne (30) a quienes antes había dispersado (Mc 6,7). Es lo que hace con nosotros cada domingo en la Eucaristía: reúne a quienes el domingo anterior había dispersado a la misión, a dar testimonio.

• El “lugar tranquilo, despoblado” (31-32) que Jesús ofrece es equivalente al desierto, en el cual Él mismo hacía estancias (Mc 1,12-13). Es lugar simbólico de encuentro con Dios, de contrastar con Él la vida y acción.

• En Él hay/está el verdadero reposo/descanso (31): “Venid a mí todos los que estáis cansa- dos y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí (haceos discípulos míos), que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis el reposo. Porque mi yugo es suave, y mi carga, ligera” (Mt 11,28-30); Así decía el Señor: «Paraos a mirar por dónde vais, preguntad por la vieja senda: ¿Cuál es el buen camino?. Seguidlo y encontraréis reposo» (Jr 6,16).

• Jesús se deja encontrar por aquel pueblo que busca, que tiene necesidad de “pastor” (33- 34).

• Ve el pueblo, “un gran gentío” (34), lo mira con actitud amorosa –“le dio lastima” (34)–, y se entregó a él – “se puso a enseñarles”– (34).

• Él es alimento para su pueblo. Alimento que se da como Palabra –“se puso a instruirlos largamente” (34)– y como Pan (lo veremos los próximos domingos: Mc 6,35-44 y Jn 6). Son los dos sacramentos de su presencia que alimentan nuestra fe cada domingo.

Contemplamos a los Apóstoles

• Los Apóstoles son conscientes de que su misión tiene el origen en Jesús (Mc 6,7-13); y que, por lo tanto, también se debe revisar con Él (30). Así se expresa, también, que Jesús no abandona aquellos a quienes ha embarcado.

• La misión de los Apóstoles consiste a “hacer” y “enseñar” (30), como la de Jesús.

• Están a disposición del pueblo, y esto es agotador (31). El evangelista ya había explicado anteriormente una situación parecida: Volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no les daba tiempo ni de comer (Mc 3,20).

• En Jesús encuentran el “reposo” (31), un reposo que no evade de la realidad sino que nos devuelve a la misma (33-34).

Contemplamos el Pueblo al queJesús se da

• Es un pueblo que busca, que “corre” buscando a alguien que le parece que le hará bien (31 y 33).

• Busca porque necesita “pastor” (34), necesita palabras de vida, palabras que no agobien (Mt 11,28-30). Es un pueblo hecho de gente que también necesita “reposo” (31), agobiados por muchas cosas, dificultades de la vida…

• La experiencia del pueblo “como ovejas sin pastor” (34) que Marcos describe, recuerda una experiencia común en toda la historia de la salvación. Los profetas lo habían denunciado y habían anunciado que Dios mismo seria pastor de las ovejas: Yo mismo buscaré mis ovejas, las tomaré de las manos y no las volverán a apacentar. Los pastores no se apacentarán más a ellos mismos; salvaré de su boca mis ovejas, y nunca las podrán devorar… (Ez 34,10ss).

Comentario al evangelio – Jueves XV de Tiempo Ordinario

El cansancio físico es fácil de restablecer; después de una jornada agotadora de trabajo, un buen sueño reparador, una mañana de relax y una sana comida nutritiva, reponen nuestras fuerzas. Pero existen cansancios que son difíciles de descansar: los cansancios del alma, los cansancios espirituales, interiores. Estos no se reponen fácilmente. Están formados por la suma de heridas afectivas, decepciones con otras personas, insatisfacciones personales, injusticias acumuladas, sueños frustrados… El cansancio del alma es duro, arrastra por el suelo toda nuestra existencia, por mucho que cerremos los ojos, no podemos huir de sus secuelas. Es necesario tratarlo.

Jesús, el sanador de Nazaret, cura este cansancio. Los creyentes, a menudo tenemos la ocasión de dejarnos curar por este médico. El sacramento de la reconciliación, el retiro espiritual, la oración meditativa, los ejercicios espirituales, el acompañamiento personal…, son algunos de los mecanismos al alcance de nuestra mano, a través de los cuales el Espíritu Santo actúa sanando. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, nos dice Jesús en el evangelio de hoy.

Jesús invita a todos los cansados, a todas las personas agobiadas por los múltiples mecanismos de represión y les propone llevar otro yugo, otra carga: la de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia para poder ser curados; porque la soberbia y la violencia cierran la puerta a toda posible sanación. Mientras que en la libertad que nace de la paz interior y sinceridad, el corazón humano puede descansar. Es la libertad que podemos conquistar en Jesús, si nos abrimos a Él a través de los mecanismos que citábamos antes.

Déjate querer hoy por Jesús y ofrécele aquellos cansancios de tu alma que necesitan ser tratados por Aquel que puede dar paz a tu corazón

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves XV de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XV de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 11, 28-30):

En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Hoy, ante un mundo que ha decidido darle la espalda a Dios, ante un mundo hostil a lo cristiano y a los cristianos, escuchar de Jesús (que es quien nos habla en la liturgia o en la lectura personal de la Palabra), provoca consuelo, alegría y esperanzas en medio de las luchas cotidianas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré descanso» (Mt 11,28-29).

Consuelo, porque estas palabras contienen la promesa del alivio que proviene del amor de Dios. Alegría, porque hacen que el corazón manifieste en la vida, la seguridad en la fe de esa promesa. Esperanzas, porque caminando, en un mundo así de resuelto contra Dios y nosotros, los que creemos en Cristo sabemos que no todo acaba con un fin, sino que muchos “fines” fueron “principios” de cosas mucho mejores, como lo mostró su propia resurrección.

Nuestro fin, para principio de novedades en el amor de Dios, es estarse siempre con Cristo. Nuestra meta es ir indefectiblemente al amor de Cristo, “yugo” de una ley que no se basa en la limitada capacidad de los voluntarismos humanos, sino en la eterna voluntad salvadora de Dios.

En ese sentido nos dirá Benedicto XVI en una de sus Catequesis: «Dios tiene una voluntad con y para nosotros, y ésta debe convertirse en lo que queremos y somos. La esencia del cielo estriba en que se cumpla sin reservas la voluntad de Dios, o para ponerlo en otros términos, donde se cumple la voluntad de Dios hay cielo. Jesús mismo es “cielo” en el sentido más profundo y verdadero de la palabra, es Él en quien y a través de quien se cumple totalmente la voluntad de Dios. Nuestra voluntad nos aleja de la voluntad de Dios y nos vuelve mera “tierra”. Pero Él nos acepta, nos atrae hacia Sí y, en comunión con Él, aprendemos la voluntad de Dios». Que así sea, entonces.

P. Julio César RAMOS González SDB

Liturgia – San Buenaventura

LUNES. SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de pastores (para un obispo) o de doctores, o de un domingo del Tiempo Ordinario; Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Éx 3, 13-20. Yo soy el que soy. “Yo soy” me envía a vosotros.
  • Sal 104. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
  • Mt 10, 34 – 11, 1. No he venido a sembrar paz, sino espada.

Antífona de entrada                        Ez 34, 11. 23-24
Buscaré a mis ovejas -dice el Señor-, y suscitaré un pastor que las apaciente: yo, el Señor, seré su Dios.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, al celebrar hoy la memoria de san Buenaventura, a quien Dios infundió su doctrina para transmitírsela a su pueblo, Dispongámonos a recibir el amor de Dios abriendo nuestros corazones para que los renueve, reconociendo que somos pecadores, y pidiendo perdón por nuestros pecados, para celebrar dignamente estos sagrados misterios.

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso,
concede a cuantos hoy celebramos
la fiesta anual del obispo san Buenaventura
aprovechar su admirable doctrina
e imitar constantemente su ardiente caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles

Elevemos ahora nuestras oraciones a Dios todopoderoso, que está cerca nos colma siempre de su amistad y su ternura.

1.- Por la Iglesia, en la pluralidad de ministros y carismas. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa. Roguemos al Señor.

3.- Por nuestro país y por todas las naciones del mundo. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los que se encuentran en cualquier necesidad. Roguemos al Señor.

5.- Por nuestra comunidad y por nosotros, aquí reunidos. Roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, que das fuerza a los cansados y alivio a los agobiados, atiende compasivo la oración que te dirigimos, y libra a tu pueblo del yugo del pecado que le esclaviza y le impide avanzar hacia ti. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, dirige tu mirada propicia
sobre las ofrendas que te presentamos
en la festividad de san Buenaventura;
que ellas nos merezcan tu perdón
y glorifiquen tu piedad y tu nombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Antífona de la comunión                 Jn 15, 16
No sois vosotros los que me habéis elegido -dice el Señor-; soy yo quien os he elegido, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure.

Oración después de la comunión
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
alcanzar el fruto de la salvación,
cuyo anticipo hemos recibido por estos sacramentos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.