Comentario – Domingo XVI de Tiempo Ordinario

Tras el ensayo misionero, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús. Era el momento de compartir experiencias, poniendo en común todo lo que habían hecho y enseñado. Esta comunicación podía ser muy útil, además de reconfortante, para todos. Jesús sabe valorar este momento de puesta en común y les invita a retirarse a un sitio tranquilo para descansar un poco.

El objetivo ahora era descansar, algo que no les permitía la gente que les rodeaba, pues eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Con este fin, tomaron una barca y se alejaron del bullicio a la búsqueda del ansiado sitio de retiro. Pero he aquí –nos dice el evangelista- que muchos, al verles marcharse, se les adelantaron por tierra, y cuando Jesús y los apóstoles desembarcaron se encontraron con una multitud mayor de la que habían dejado en la otra orilla, y sus planes iniciales se vinieron abajo. A Jesús le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastory se puso a enseñarles con calma.

El incidente narrado resulta aleccionador. La pretensión de Jesús es descansar algún tiempo en compañía de sus discípulos que acababan de regresar de un intenso viaje misionero. Pero sus planes se ven trastocados. La multitud que pretendían dejar atrás se la vuelven a encontrar de nuevo inesperadamente. Dios se la había puesto delante. La reacción de Jesús ante esta contrariedad no es despedirles con malos modos, ni siquiera tirando de cortesía, sino prestarles atención una vez más. Ve su necesidad real, les ve como ovejas sin pastor, siente lástima de ellos y se pone a enseñarles como si dispusiera de todo el tiempo del mundo, como si ya no hubiese necesidad de descansar.

Y es que ante las exigencias de la caridad nada puede anteponerse. La caridad auténtica reclama la atención inmediata. Lo demás puede esperar: el descanso, la oración, la comunicación amistosa, la comida. Pero resulta curioso. Aquí Jesús no parece salir al paso de una urgencia o de una situación que requiera de una respuesta inmediata o de un socorro inaplazable. Se habla de un estado general de desorientación en la gente allí congregada, como ovejas sin pastor. Y lo que reclama la situación es una palabra orientadora, una enseñanza. Pero ¿no podía esperar este alimento de índole doctrinal? ¿Es que con ésta se agotaban todas las ocasiones?

Además, también sus discípulos reclamaban su atención en esos momentos, también ellos necesitaban de esa tranquilidad que les ayudase a recomponer ideas o a recuperar fuerzas. Puede que haya motivos para pensar esto. No obstante, Jesús acaba dando prioridad al hambre de esa multitud congregada para escuchar su palabra. Se ve impelido a saciar esa necesidad como si no pudiera esperar. El deseo de sus discípulos y el suyo propio, en cambio, sí puede esperar.

La prioridad de Jesús viene marcada por el amor compasivo: se ocupa de aquellos por quienes siente lástima en ese momento. Podían darle pena también sus discípulos, cuyos propósitos quedaban momentáneamente frustrados; pero el reclamo de los necesitados estaba por delante. Insisto, son las exigencias de la caridad que tiene un fuerte componente de compasión y que se ve impelida de modo inexcusable e inaplazable por la necesidad que reclama socorro inmediato. ¿Es ésta nuestra prioridad? ¿No es verdad que muchas veces aplazamos el socorro para otro momento más oportuno o favorable? ¿Y en qué situación dejamos al pobre que nos tiende la mano?

Creemos que siempre habrá una segunda o una tercera posibilidad, pero puede que no la haya. La misericordia, para que sea eficaz, tiene que ser diligente; aunque también es verdad que no todo el mundo se deja ayudar, al menos en el modo en que nosotros pretendemos ayudarles. Hemos de tener en cuenta la complejidad de las situaciones de necesidad que reclaman de nosotros una respuesta, pero no debemos olvidar nunca que la conducta de Jesús es para nosotros normativa. Por eso no podemos dejar de mirarnos en él como en un espejo; por eso hemos de tener muy en cuenta sus acciones y reacciones, y sus prioridades.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

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I Vísperas – Domingo XVI de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS

DOMINGO XVI de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

No sé de dónde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.

Lo mejor de mi vida es dolor. Tú sabes
cómo soy; tú levantas esta carne que es mía;
tú, esta luz que sonrosa las alas de las aves;
tú, esta noble tristeza que llaman alegría.

Tú me diste la gracia para vivir contigo;
tú me diste las nubes como el amor humano;
y, al principio del tiempo, tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de tu mano.

Como el último rezo de un niño que se duerme
y, con la voz nublada de sueño y de pureza,
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia ti, y en tus manos desmayar mi cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 121: LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

Ant. Desead la paz a Jerusalén.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundad
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Desead la paz a Jerusalén.

SALMO 129: DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR

Ant. Desde la aurora hasta la noche, mi alma aguarda al Señor.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a al voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela a la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela a la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Desde la aurora hasta la noche, mi alma aguarda al Señor.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

LECTURA: 2P 1, 19-21

Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones. Ante todo, tened presente que ninguna predicción de la Escritura está a merced de interpretaciones personales; porque ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios, movidos por el Espíritu Santo.

RESPONSORIO BREVE

R/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

R/ Su gloria sobre los cielos.
V/ Alabado sea el nombre del Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Jesús dice: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús dice: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría de cuantos se refugian en él, y digámosle:

Míranos y escúchanos, Señor.

Testigo fiel y primogénito de entre los muertos, que nos has librado de nuestros pecados por tu sangre,
— no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.

Haz que aquellos a quienes elegiste como ministros de tu Evangelio
— sean siempre fieles y celosos administradores de los misterios del reino.

Rey de la paz, concede abundantemente tu Espíritu a los que gobiernan las naciones,
— para que atiendan con interés a los pobres y postergados.

Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causas de raza, color, condición social, lengua o religión,
— y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A los que han muerto en tu amor, dales también parte en tu felicidad,
— con María y con todos tus santos.

Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos los dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Sábado XV de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

Señor, me impresionan las palabras del Evangelio: “Querían acabar contigo”. ¿Por qué quieren acabar contigo que eres “la luz”, la “verdad”, “la vida”? Por pura envidia. El gran enemigo de la luz es la oscuridad; el enemigo de la verdad, es la mentira; y el de vida es la muerte. Hazme, Señor, descubrir pronto ese “gusano roedor” del pecado que puede estar dentro de mí y trata de destruirme.

2.- Lectura reposada del evangelio: San Mateo 12, 14-21

En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: «Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su nombre».

3.- Qué dice el texto

Meditación-reflexión

Los fariseos buscan a Jesús para matarle. Jesús, a pesar de todo, sigue su camino: predica, cura y da esperanza al pueblo. Nosotros, si nos sentimos amenazados de muerte, ya no tenemos ganas de nada, sino buscar el modo de liberarnos. Nos preguntamos: ¿De dónde le venía a Jesús esa fuerza interior para no hundirse, para seguir trabajando como si nada le ocurriese? De la palabra de Dios, Él ha escuchado al Padre que decía:” Este es mi hijo amado en quien me complazco” (Mt. 3,17).La clave para entender a Jesús es su padre Dios. Se siente amado del Padre y le basta. Frente a la actitud de los enemigos que disfrutan haciendo el mal, Jesús disfruta “haciendo el bien”. Y no sólo hace el bien, sino que el bien “lo hace muy bien”. “No grita, no vocifera”, no quiere aplausos ni alabanzas, sino “la complacencia del Padre en el silencio”.  “No quiebra la caña cascada”. Ya sabe que el hombre es eso: “Una caña cascada” (Pascal). Por eso precisamente busca, cuida,  mima, nuestra fragilidad.  “No apaga la mecha humeante”. Ya sabe que nosotros no podemos presumir de ser “hogueras llameantes”; pero nos respeta y nos ama “como pequeñas lamparitas de barro”. Esa brizna de verdad, de respeto, de justicia, de libertad, de amor, que aparece en nosotros, Él la cuida, la fomenta, esté donde esté y venga de donde venga.

Palabra del Papa

“Así era la vida de Jesús: “Recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios”. Jesús que predica y Jesús que cura. Toda la jornada era así: predica al pueblo, enseña la Ley, enseña el Evangelio. Y la gente lo busca para escucharlo y también porque sana a los enfermos. “Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados… Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”. Y nosotros estamos ahora delante de Jesús en esta celebración: “¿Dejo que Jesús me predique, o yo ya me sé todo? ¿Escucho a Jesús o prefiero escuchar cualquier otra cosa, quizá las habladurías de la gente, o historias…? Hay que escuchar la predicación de Jesús. “¿Y cómo puedo hacer esto, padre? ¿En qué canal de televisión habla Jesús?”. Te habla en el Evangelio. Y esta es una costumbre que aún no tenemos: ir a buscar la palabra de Jesús en el Evangelio. Llevar siempre un Evangelio con nosotros, pequeño, y tenerlo al alcance de la mano.» (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

4.- ¿Qué significa hoy para mí esta palabra ya meditada? (Silencio)

5.- Propósito. Tratar de no hacer daño a mis hermanos ya que son “pura fragilidad” y se pueden romper.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Gracias, Señor, porque cada día que medito el evangelio me parece más impresionante, más maravilloso. Estas palabras tuyas tocan mi corazón, reconstruyen mi vida, me dan paz. Es muy bonito pasar por la vida con una mirada limpia, tratando de descubrir el bien que hay en cada una de las personas. Por lo demás, yo me conformo con ser esa pequeña lamparita de bien que alumbra en la noche del mundo.

El sosiego interior

1- Vuelven los discípulos de su periplo misionero. Jesús quiere que descansen. Les busca un sitio apartado y tranquilo. Pero las multitudes desamparadas le buscan y Él se pone a enseñarles con paciencia y calma. No hay tiempo para, ni siquiera, comer tranquilamente con sus discípulos. Y eso es reflejo de la actividad de muchas comunidades eclesiales. Hay tanto trabajo, hay tanta oveja sin pastor, que no queda tiempo ni siquiera para el descanso. Habrá otras comunidades, no obstante, que anquilosadas por la rutina, no se tengan sensación de esa presión humana. Y, así, ese “no hacer nada”, sea síntoma de que las cosas van mal. El único sosiego posible en el apostolado es el que llena nuestro interior.

Tiene, de todas formas, el relato de San Marcos un panorama íntimo, de comienzo de encuentros entre amigos. Jesús sabe que el periplo de los Apóstoles ha sido difícil y fatigoso y quieres proporcionarles un cierto descanso. Además es lógico que entre ellos cambiaran impresiones. Los discípulos deberían llegar fascinados por el poder que se les ha dado. Han podido someter a los espíritus inmundos y han conseguido sanar a la gente, contribuir a su felicidad. Han de tener esos enviados especiales que su Maestro es algo muy especial, “que no es de este mundo”. Pero la realidad se impone. No es posible el descanso. Hay muchos hermanos que los necesitan. El sentido entrañable que Jesús comienza a manifestar a sus amigos, a sus discípulos más cercanos, es superado por las necesidades reales de toda una multitud. Y así hemos de darnos cuenta que este fragmento de Marcos es uno de los más interesantes de todo el relato evangélico. Marca la verdadera dimensión del trabajo apostólico.

2.- La liturgia de este día construye con sabiduría todo un conjunto doctrinal de paz y búsqueda de sosiego. Pablo nos habla de concordia. Nos comunica la existencia de un lugar de paz donde antes había un espacio pleno de odio. A su vez, el salmo 22 habla también de reposo mientras que Dios nos pastorea entre bellos paisajes. Es uno de los salmos más hermosos. Nos muestra un camino cercano a Dios lleno de belleza y quietud. No viene mal, cuando estamos inquietos, preocupados o agobiados, recitar los versos de este Salmo 22 en buscada de paz. En la primera lectura, el texto de Jeremías nos ofrece la paz del rebaño bien atendido. Jesús, tal como decíamos, va a querer encontrar un rato de charla sosegada con sus apóstoles. Es muy hermoso. Pero no es una invitación al descanso, ni aún para nosotros, durante el verano del hemisferio norte. Hay ovejas sin pastor que tiene necesidades y hay que enseñarlas con calma. Y es que la paz no es descanso en el sentido del ocio absoluto que tenemos la mayoría en estos tiempos. La paz es la serenidad que no fatiga, la limpieza interior que produce sosiego. La presencia de Dios en nosotros trae paz, quietud, serenidad, amor, solidaridad.

3.- Desde la paz ofrecida por Cristo a los que volvían del Trabajo –sí conj mayúsculas– y la enseñanza calmada –que también obsequió a quienes se sentían como ovejas sin pastor– el mundo se entiende mejor. Ojalá las sociedades humanas sean cada vez más pacíficas y más fraternas. Ojalá, asimismo, resuelvan sus problemas, incluso los de naturaleza sangrienta, con la paz, la unanimidad y la fuerza de la razón. Ese es el camino hacia la profecía pacifica de Isaías, hacia el Reino de los Cielos. Pero esa situación que parece totalmente utópica debería tener sitio en nuestro corazón y nuestra esperanza. Si buscamos paz tendremos paz. Si buscamos violencia y guerra, las encontraremos finalmente.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Sábado XV de Tiempo Ordinario

(Mt 12, 14-21)

Mateo aplica a Jesús lo que se anunciaba en Isaías 42, 1-4, llamado «primer cántico del Siervo». Allí Isaías hablaba de un siervo elegido por Dios, mirado con un amor de predilección y enviado con una misión especial. Mateo muestra a Jesús curando los males de la gente y le aplica lo que Isaías decía sobre aquel siervo. Jesús aparece entonces como el elegido por Dios que viene a buscar el bien para el hombre. Además, el siervo que nos presentaba Isaías tenía características de humildad, paciencia, capacidad de soportar sufrimientos y persecuciones. Y así aparece también Jesús, soportando el acoso y la persecución de los poderosos de su pueblo.

Cabe advertir que en el texto de Isaías se dice que ese siervo debía llegar a los paganos. ¿Qué sentido tiene eso en este texto del evangelio? Que a partir de esta perícopa Jesús aparecerá en una dura polémica con las autoridades judías, diciendo que están completamente cerrados a la Buena Noticia, y comenzará un acercamiento a los paganos. Ya en 12, 38-42 se habla de la mejor disposición de los paganos, en comparación con la cerrazón empecinada de las autoridades judías (13, 11-15). En 15, 21-28 comienza a concretarse el acercamiento a los paganos; en 21, 33-43 se confirma esta apertura, y finalmente, en 28, 19 Jesús abrirá definitivamente el anuncio del evangelio a todos los pueblos. Hasta el capítulo 11 vemos a Jesús intentando abrirse camino en su tierra, pero ante la negativa de las autoridades religiosas, Jesús dejará de dar prioridad al anuncio en Israel para iniciar una apertura cada vez mayor a los pueblos paganos.

Es bueno estar atentos al mensaje de este texto para preguntarnos si no estamos desperdiciando los dones que Dios nos está haciendo, con una mirada especial de amor, o si por encerrarnos en nuestros esquemas no nos estamos privando de una especial relación de amistad que él nos está ofreciendo.

Oración:

«Señor, te doy gracias por tu amistad, por tu presencia en mi vida; porque tuve la oportunidad de conocerte y vivir en tu presencia. Pero dame la gracia de no instalarme en lo que ya he conseguido, para que no desaproveche las nuevas iniciativas de tu gracia, que quiere ofrecerme algo todavía más grande»

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Un lugar para el descanso

1.- En cierta ocasión un hombre creyente, que amaba profundamente a Dios, se puso a discernir sobre su vida delante de la presencia del Señor diciéndole con gran pesar: “Señor… perdóname por no haber estado a la altura en mi afán evangelizador. Por las veces en que he desparramado inútilmente tu Palabra. Olvida los momentos en que he estropeado tu obra por meter demasiado mi mano. Por la siembra que nunca dio el fruto oportuno… perdóname porque mi paso por los caminos de la vida no ha sido, precisamente, huella de tu presencia ni de tu envío… ¡perdóname Señor!

Después de haberse sincerado, ese hombre que temía pero quería con todo su ser a Dios, recibió una respuesta en el silencio: “no seas tan duro contigo mismo…mira hacia atrás”. Y girando el cabeza, aquel que sólo veía fracaso en su vida cristiana, comprobó que detrás de sí existía una gran playa con miles de huellas. Levantando el rostro le preguntó a Dios: “Señor. Tú que todo lo sabes, ¿qué significa este paisaje?”. Y Dios le contestó: “Hijo mío… esas huellas son las buenas palabras y las buenas obras, el testimonio y los trabajos que miles y millones de personas (entre ellas tú también) habéis realizado en mi nombre y al servicio de la humanidad”.

2.- Es mucho lo que hacemos (otra cosa es saber si estamos realizando lo que más conviene para estar en sintonía con Jesús Maestro)… pero la siembra queda en el surco. ¿Por qué no confiar más en Dios y pensar que El, cuando quiera, dará cumplido crecimiento? Las actividades nos comen. Corremos el riesgo de ser meros activistas en el campo de la Fe. El Señor quiere que profundicemos en nosotros mismos….que descansemos en el Espíritu….que tomemos tiempo para “un refresco espiritual y material”.

La Iglesia no solamente puede ser un lugar de disciplina y de moral, de predicación y de normas, de conversión y de afanes evangelizadores, también debe ser una casa de disensión y de descanso, de diálogo y de calma, de paz y de contemplación, de relax en el espíritu y en el cuerpo.

Después de finalizar el curso, el Director de un Instituto, les decía a sus profesores: “ha sido duro el año, dediquémonos en este día a estar simplemente juntos”. El Señor, que sabe muy bien como andan los elementos de nuestro sistema nervioso, también nos invita a pararnos un momento….a recuperar la calma….a tomarnos las cosas con más paz y con menos sentido crítico. No todo lo que hacemos en su nombre….lo hacemos tan mal.

3.- Verano… un lugar tranquilo para valorar lo positivo de nuestra Fe. Para relativizar aquellas situaciones tensas que existen entre nosotros. Para intensificar nuestras relaciones con Dios que, siempre, producen descanso y serenidad. Para hacer ordinario lo que, el trabajo y el estrés cotidiano, lo hacen imposible en el resto del año.

¡Venid a un lugar tranquilo! Escuchar al Señor y presentarle el balance de nuestra vida, sentarnos a su mesa y reparar nuestras fuerzas, mirarle a los ojos y recuperar la sonrisa perdida es –ni más ni menos- lo mejor que nos puede ocurrir a todo cristiano que deseamos hacer un “stop” en el gran maratón evangelizador y poner el corazón a punto y dar al cuerpo un más que merecido descanso.

¡Vamos!… que el Señor tampoco quiere que caigamos extenuados en el camino. ¡Seamos más bondadosos con nosotros mismos!

Javier Leoz

Sin prisas pero sin descanso

1.- Para un pueblo tradicionalmente constituido por pastores nada podía ser más claro que las imágenes o comparaciones acerca del pastoreo. Los judíos sabían perfectamente de qué se trataba cuando el profeta Jeremías, igual que el profeta Zacarías, hablaban de pastores del pueblo. Se trataba de los jefes civiles y religiosos. Y lo que allí se dice es bien duro. Los pastores no han servido, en vez de reunir al pueblo lo han dispersado y, en vez de alimentar a las ovejas, las han dejado perecer. Dios mismo, dice Jeremías en la primera lectura, se encargará de reunir a las ovejas suyas. El buscará a otros pastores que de verdad sirvan al rebaño.

Siempre que en el Evangelio Jesús dice que Él es el pastor bueno que reúne a las ovejas, las lleva a los pastos, reúne a las disgregadas, las trata con amor y las defiende con su vida de manos de los lobos, está diciendo que Él es Dios porque ése es el papel de Dios, según los profetas. El salmo responsorial lo reivindica claramente así. Ese salmo identifica a Cristo con el pastor del pueblo que es Dios, que resulta así pastor y dueño.

2.- San Pablo a los cristianos de Éfeso, acentúa el papel de Jesucristo respecto de nosotros. Es en su sangre que nosotros hemos conseguido la consanguinidad con Dios. El es nuestra paz; El ha borrado totalmente la diferencia que existía entre judíos y paganos respecto de Dios. El ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas. Digámoslo claramente: Nosotros no parecemos creer en todo esto. No parecemos creer en el papel que Jesucristo ha jugado en nuestra vida, ni sentimos que su existencia ha tenido la importancia que san Pablo le atribuye. Seguimos haciendo diferencias raciales y seguimos buscando cómo volver a poner en vigor la Ley y los mandamientos que san Pablo dice que Cristo abolió. Si la Ley sigue teniendo valor, si las diferencias raciales tienen importancia para nuestra fe, ¿qué valor tiene entonces Cristo?, ¿para qué murió Jesús?

3.- “Como ovejas sin pastor”, así califica Jesús en el evangelio de Marcos a la multitud que va tras Él. Que parecían ovejas sin pastor es lo más duro que podía decirse de un pueblo acostumbrado al pastoreo. No se puede dar una imagen de mayor desamparo a un judío nómada que decirle que algo parecía un grupo de ovejas al que le falta su pastor. Pero para eso el pastor tiene que haber jugado alguna vez su papel de agrupador, organizador, servidor sacrificado, defensor incondicional y alimentador cotidiano de las ovejas.

Cuando Jesús ve al pueblo desamparado, desorganizado, dividido, indefenso y falto de alimento, no pierde la paciencia, sino que se enternece y se dedica a organizarlo y alimentarlo con su palabra. Preguntémonos: ¿Qué nos provoca el pueblo?, ¿impaciencia?, ¿desprecio?, ¿desesperanza?, o ¿ternura y afán de servicio? Jesús no regaña al pueblo, sino que le enseña con calma, dice el Evangelio. ¿Actuamos nosotros así?, ¿tenemos nosotros paciencia con el pueblo? Dios la tiene, si nosotros decimos representar a Dios es nuestro deber funcionar con la paciencia y el amor de Dios.

4.- El anuncio del Reino de Dios, el anuncio de que Dios quiere reinar aquí, de que Dios quiere que este mundo sea un mundo en el que reine el amor, exige un trabajo agotador. Las necesidades del pueblo son apremiantes y la gente se siente como ovejas sin pastor; hay que atenderla sin prisas, pero sin descanso.

Antonio Díaz Tortajada

Las vacaciones de Jesús

1.- «Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño» (Jr 23, 1) Queramos o no, el hombre tiene mucho de borrego. Porque de borrego es dejarse llevar por donde quieren los demás, formar rebaño, cuando no piara; caminar sin pensar a dónde, yendo detrás de los que van delante. Dice un refrán popular cargado de filosofía: «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente». Y así vemos muchedumbres que aplauden o que silban sin pararse a pensar, sin discernir, sin plantearse, de modo general, si vale la pena el hacer una cosa u otra.

Por eso los que hacen cabeza tienen una grave responsabilidad. Sus decisiones tienen una repercusión insospechada, unas consecuencias inauditas. Pueden conducir a los pueblos a la paz o a la guerra, a la prosperidad o a la pobreza, a la vida de gracia o al pecado, a la tranquilidad o a la desesperación.

De ahí que Dios clama con voz fuerte y con acento amenazador contra los malos pastores, los que dividen, los que alejan a las ovejas del buen camino, los que son ocasión de pecado para otros, los que se comen la carne o roban la lana del rebaño. ¡Ay de vosotros, malos pastores¡, día llegará en que rindáis cuenta de vuestro egoísmo, de vuestra ambición, de vuestra sensualidad, de vuestra soberbia, de vuestras mentiras.

«Yo mismo reuniré el resto de las ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer» (Jr 23, 3) Tu voz, Señor, nos llena el alma de esperanza en medio de este ir y venir, de este desconcierto que nos aturde. Tus palabras serenan las aguas turbulentas de nuestra vida. Queremos oírte, escucharte, seguirte. Ser tus ovejas, las que conocen el timbre de tu voz. Por esto queremos ser de la verdad, odiar la mentira, ser sinceros, humildes para reconocer nuestra miseria y refugiarnos en tu infinita bondad.

De todos los países reunirás tu rebaño. Ese rebaño que anda por todos los caminos de la tierra sin un rumbo fijo, cansino y doliente. Haznos ovejas de tu grey, condúcenos a tu redil, ese que sólo tiene un pastor. Buen pastor que busca el bien de las ovejas, el que da la vida por los suyos y la muerte. El que nos da la resurrección, la gloria sin fin.

Tu voz sigue resonando en el fondo de nuestro corazón asustado: «Las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá. Mirad que llegan días –oráculo de Yahvé– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro…». Sigue, Señor, sigue hablándonos al corazón, llenando de luz nuestra vida en sombras.

2.- «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 22, 1) Aquellos pueblos sabían lo que era el pastoreo, eran conscientes de la importancia de la figura del pastor para la vida del rebaño. Sabían que el pastor bueno se desvive por sus ovejas, que es capaz de morir por defenderlas y librarlas de las fauces del lobo.

Por eso el salmista, al sentirse protegido por Dios, arropado por su paternidad benévola y bienhechora, exclama exultante y agradecido que el Señor es su pastor, que con él nada le falta. «En verdes praderas -dice- me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: Tu vara y tu cayado me sosiegan…» También nosotros podemos, y debemos, recitar este salmo, pronunciar y saborear estos versos que rezuman esperanza y sereno optimismo, confianza que nada hace vacilar.

«Preparas una mesa ante ti…» (Sal 22, 3) Preparar la mesa era el primer detalle que había de tener quien ejercía la hospitalidad. Una virtud, esta de ser hospitalario, que se estimaba grandemente en la antigüedad. Y es comprensible si tenemos en cuanta las dificultades que entonces entrañaban los viajes por los malos caminos y la frecuencia de los salteadores, así como la escasez y pobreza de los recursos hoteleros.

Dios es contemplado ahora por el salmista desde la perspectiva del que prepara la mesa para el amigo que va de paso, del que recibe al viajero con una actitud acogedora y le da agua para los pies, le unge la cabeza con perfume, le llena la copa hasta rebosar… Pero no olvidemos que esas imágenes se han hecho realidad a través de Cristo y de su Iglesia. Por medio de los Sacramentos se nos limpia la suciedad del camino, se nos unge con la unción sagrada, se nos alimenta con el Pan de los ángeles, con la Palabra que sale de la boca de Dios. De ahí, y con más motivos, que podamos decir con el salmista: «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.

3.- «Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos» (Ef 2, 13) San Pablo se dirige a los cristianos de Éfeso, provenientes en su mayoría del paganismo. Eran hombres y mujeres que habían adorado a los dioses de la mitología grecorromana, sumergidos en todos los vicios que caracterizaban a la sociedad de entonces. Pero gracias a la predicación de Pablo habían creído en Jesucristo y se habían convertido al cristianismo. Y así se acercaron a Dios los que estaban lejos de él, habían conseguido la vida y la paz los que antes vivían en guerra y yacían en las regiones tenebrosas de la muerte.

San Pablo se lo recuerda para que sean conscientes, y consecuentes, de su nueva condición. Sus palabras, por otra parte, se dirigen además a cada uno de nosotros. Para que también tomemos conciencia de este hecho tan importante como es el de estar cerca de Dios. Y sobre todo para que seamos consecuentes, o intentemos al menos serlo. Nos recuerda todo esto para que vivamos siempre en esa cercanía misteriosa pero real de Dios, para que actuemos bajo su mirada serena y bondadosa. Optimistas y alegres por una parte, temerosos y vigilantes por otra. Y todo porque estamos cerca de Dios.

«Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio» (Ef 2, 14) Antes de Cristo había una separación irremediable, un muro que cortaba radicalmente el paso, un abismo profundo que como una sima sin fondo dividía a los hombres en judíos y en gentiles. Por una parte estaban los descendientes de Abrahán como herederos de las promesas de Dios y como pueblo sagrado, mientras que por otra parte estaban todos los demás hombres. Estos venían a ser como una raza maldita, la raza de los sin Dios, la raza de los hijos del demonio. Pero Cristo, con su muerte, derribó el muro de odio que existía y consigue la unión, da paso a los gentiles para que también ellos hereden las promesas hechas a Abrahán. Y ya no será necesario tener sangre judía para pertenecer a la familia de Dios, ya sólo será preciso creer en Cristo, esto es, responder a la llamada divina con una fe viva, con una fe cuajada de amor y de esperanza. Sí, Cristo reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte al odio. Así unos y otros, podemos acercarnos al Padre en un mismo Espíritu.

4.- «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» (Mc 6, 31) Nos habla hoy el Evangelio del descanso de Jesús y sus discípulos. Enmarque propicio para el tiempo de vacaciones que muchos viven durante los días del verano. «Venid vosotros solos –dice a sus apóstoles– a un sitio tranquilo para descansar un poco». Eran tantos los que iban y venían que ni tiempo les quedaba para comer. Este hecho justifica por sí mismo unas buenas vacaciones, necesarias para recuperar fuerzas, para enriquecerse con otras actividades que distraigan y enriquezcan.

Porque eso sí, las vacaciones no pueden ser una ocasión para la pereza y la ociosidad, y menos para la molicie y el pecado. Hay que pensar que el tiempo que nos da Dios siempre es poco y hay que aprovecharlo lo mejor que podamos. Por eso no se trata de no hacer nada, sino de hacer otra cosa. Ante todo, al tener más tiempo libre, un cristiano ha de pensar un poco más que de ordinario en cultivar su espíritu, en fomentar la vida interior, en acercarse más a Dios.

Ha de considerarse también que las vacaciones son una buena ocasión para dedicar más tiempo a los demás, en especial a la familia, a los amigos. Y luego desarrollar esas otras actividades que contribuyen a relajar nuestro cuerpo y nuestro espíritu: la práctica de nuestro deporte favorito, la lectura de un buen libro, la audición tranquila de la música que nos gusta, etc.

Cuántas cosas se pueden, y se deben hacer en vacaciones. Lo que de ninguna forma puede ocurrirnos es que nos aburramos. Eso denotaría una lamentable pobreza de imaginación. Por último recordemos que el ser hijos de Dios y portarnos como tales no admite interrupción. Es decir, para ser honrados y honestos, no hay vacaciones. Nuestra condición de cristianos ha de ser algo inherente y permanente en nosotros mismos.

Antonio García Moreno

Rezar juntos y reír en común

La escena está cargada de ternura. Llegan los discípulos cansados del trabajo realizado. La actividad es tan intensa que ya «no encontraban tiempo para comer». Y entonces Jesús les hace esta invitación: «Venid a un sitio tranquilo a descansar».

Los cristianos olvidamos hoy con demasiada frecuencia que un grupo de seguidores de Jesús no es solo una comunidad de oración, reflexión y trabajo, sino también una comunidad de descanso y disfrute.

No siempre ha sido así. El texto que sigue no es de ningún teólogo progresista. Está redactado allá por el siglo IV por aquel gran obispo poco sospechoso de frivolidades que fue Agustín de Hipona.

«Un grupo de cristianos es un grupo de personas que rezan juntas, pero también conversan juntas. Ríen en común y se intercambian favores. Están bromeando juntas, y juntas están en serio. Están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad, como se está a veces con uno mismo, utilizando ese desacuerdo para reforzar siempre el acuerdo habitual.
Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Echan de menos, con pena, a los ausentes. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo: chispas del corazón de los que se aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura».

Tal vez lo que más nos sorprende hoy en este texto es esa faceta de unos cristianos que saben rezar, pero saben también reír. Saben estar serios y saben bromear. La Iglesia actual aparece casi siempre grave y solemne. Parece como que los cristianos le tenemos miedo a la risa, como si la risa fuera signo de frivolidad o de irresponsabilidad.

Hay, sin embargo, un humor y un saber reír que es signo más bien de madurez y sabiduría. Es la risa del creyente que sabe relativizar lo que es relativo, sin dramatizar sin necesidad los problemas.

Es una risa que nace de la confianza última en ese Dios que nos mira a todos con piedad y ternura. Una risa que distiende, libera y da fuerzas para seguir caminando. Esta risa une. Los que ríen juntos no se atacan ni se hacen daño, porque la risa verdaderamente humana nace de un corazón que sabe comprender y amar.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – Sábado XV de Tiempo Ordinario

¿Qué ha hecho Dios por ti? ¿Serías capaz de hacer una lista de todas aquellas acciones amorosas de Dios a través de las cuales te ha ido cuidando desde el seno materno? No. De todas no puedes porque no eres consciente. ¿Serías capaz de recordar algunos acontecimientos de salvación, de traer a la memoria a algunos ángeles (personas) que han sido mensajeros de Dios y que te ayudaron a encontrarte con Él, que fueron guías y luces en tu vida? Estoy seguro que si te pusieras en oración prolongada, un día de retiro, de desierto y orases con esta intención: “Señor ayúdame a ser consciente de todo aquello que has hecho por mi”, te llevarías alguna sorpresa agradable.

Fíjate en el salmo 135 que nos propone hoy la liturgia de la Palabra. Va enumerando los distintas situaciones en las que Dios ha sido amoroso con su pueblo: En nuestra humillación se acordó de nosotrosnos libró de nuestros opresores; con mano poderosa, con brazo extendido… Y la antífona va contestando: Porque es eterna su misericordia. Te propongo que en tu oración de hoy escribas tu propio salmo trayendo a la memoria y al corazón las acciones amorosas que Dios ha ido haciendo en ti desde que tienes uso de razón, y alábale orando con la antífona del salmo … porque es eterna su misericordia.

La lectura del Éxodo es lo que hace, recordar la acción amorosa de Dios para con su pueblo al liberarlo de la esclavitud. Y el Evangelio nos recuerda la última y mayor acción amorosa que Dios nos ha hecho: darnos a su Hijo. Así reza el evangelista Mateo parafraseando al profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.

Hoy es sábado. Que María Madre de Jesús y Madre nuestra interceda por nosotros para que tengamos un corazón agradecido que sepa cantar las maravillas del Señor en nuestra vida como ella hizo en el Magníficat.

Ciudad Redonda